En víspera de Sucot, hace ya más de una década, me encontré en la puerta de una Mikve junto a un Rebe jasídico (“Admor”) para participar de la inmersión ritual de un sacerdote católico que deseaba convertirse al judaísmo. Unos días antes de la ceremonia de inmersión, el sacerdote que se estaba transformando en prosélito, se dirigió a mi y me consultó si podía acudir a la Mikve acompañado de su rabino. Le respondí sorprendido y casi que enojado: “Aharón, todavía no eres judío y ¿quieres traer a tu rabino? ¿Quién es tu rabino? Una persona que aún no se convirtió, ¿puede tener rabino?” No cabe duda que incurrí en un grueso error, ya que el Rebe de Stropkoff Shelit”a, descendiente del linaje de Tzantz, aceptó a Aharón como jasid antes de que este se hubiera convertido. Fue así como en víspera de Sucot el Rebe de Stropkoff se encontraba en la puerta de la Mikve listo y dispuesto para la fiesta en puertas y para cumplir con el precepto de “amarás al prosélito”, luciendo su “Shtreimel” (gorro de piel tradicional jasídico de uso en ocasiones festivas), medias blancas en sus pies, una túnica festiva a rayas y sosteniendo un bastón con una de sus manos.
En múltiples ocasiones me ocupé de la inmersión ritual de conversos empero esta fue la primera en que me encontré en la “sala de espera de partos del pueblo judío” junto a un Rebe. La inmersión tuvo un carácter festivo y sumamente emotivo y una vez concluida bebimos un trago de “lejaim” según la usanza jasídica. En el Shabat posterior a la inmersión, el Rebe hizo subir a Aharón a la Torá e incluso preparó un Kidush especial en su honor. Sin embargo, esto no fue el final del acompañamiento que el Rebe dispensó a Aharón Calderón. Tiempo después, al comprometerse Aharón con una muchacha y disponerse a contraer matrimonio era necesario organizar el enlace tanto en sus aspectos materiales como espirituales. El Rebe de Stropkoff organizó una ceremonia de compromiso, el “Shabat Jatán” (evento que entre ashkenazíes se lleva acabo el sábado anterior al casamiento) e incluso ofició la jupá (enlace) fungiendo tanto de Rebe como de padre. El texto de la invitación que recibí para el casamiento de Aharón rezaba:
“Pondremos a Jerusalém por sobre todas nuestras alegrías- nos honramos en invitarlos al enlace del novio Aharón Menajem Mendel Calderón con la novia… y con el favor de Dios en vuestra alegría nos regocijaremos.
Padres del novio: Rabino Abraham Shalom Isasjar Dov Halbershtam hijo del Admor de Stropkoff de bendita memoria y esposa (“la Rabanit”). Padres de la novia: …”
El Rabino se presentó como padre del novio prosélito y de esa forma actuó cabalmente tal como nuestro patriarca Abraham. En ese momento entendí que, si bien no pertenezco al movimiento jasídico, había encontrado y adoptado un maestro y un Rebe. En efecto, cada año acostumbro visitar la casa de estudio del Rebe de Stropkoff en Mea Shearim durante las segundas celebraciones de Simjat Torá para allí bailar junto al Rabino y al cura que se convirtió al judaísmo. Creo que no existe otra danza que exprese tan clara y contundentemente la singularidad del pueblo de Israel y su Torá como este baile de a tres.
En la soledad del monasterio Justo José se sentía solo y comenzó una travesía espiritual de búsqueda del Dios Único. Sin embargo, no lo encontró en las fuentes cristianas ni en las respuestas del abad del monasterio. Cuán paradójico resulta el hecho de que el conflicto de Aharón con la trinidad cristiana y su travesía hacia el judaísmo habían comenzado entre los muros de un convento católico.
Las preguntas de Justo José eran simples pero profundas: “¿Cómo es posible que el Dios que durante centurias prohibió a los judíos hacer estatuas o adorar ídolos revela a Jesús como hombre y como divinidad bajo la forma de un cuerpo de carne y hueso? ¡Esto se asemeja a un padre que tiene un hijo diabético y le obsequia dulces! ¿Es eso posible?
Empero entre los muros del convento se despertaron no solamente preguntas sobre cristianismo, sino también sobre el judaísmo y el pueblo de Israel. Revisando la biblioteca del monasterio encontró una Hagadá de Pesaj en hebreo. Cuando leyó en el final de la Hagadá “el año que viene en Jerusalém” se sorprendió, pues pensaba que los judíos eran solamente un episodio que había desparecido ya de la historia, pero a través de este libro entendió que el pueblo de Israel vive en la expectativa y la esperanza de retornar a Jerusalém y reconstruir el sagrado Templo. De esto se desprende que el pueblo judío está vivo y coleando.
Cuando leyó en el Sidur el versículo que reza: “Y los hijos e Israel cuidarán el Shabat como pacto eterno por todas las generaciones” se sintió sacudido. “Entendí que el pacto entre Dios y el pueblo de Israel no está limitado en el tiempo, sino que es histórico y eterno, y entonces, ¿cuál es el lugar del cristianismo y el Nuevo Testamento en este esquema?”
Leyendo el libro de Génesis Aharón se sintió fascinado por la búsqueda espiritual de nuestro patriarca Abraham y tomó la decisión personal de emular la travesía abrahámica de reflexión e introspección, procurar su propia verdad personal y definir su fe. En determinado momento entendió que debía seguir su búsqueda en otra parte y en otra fe por lo que decidió abandonar el monasterio.
Su búsqueda lo llevó en primera instancia a una sinagoga conservadora y posteriormente a un Beit Jabad que funcionaba en la ciudad de Paraná. Allí comenzó a estudiar sobre la fe judía junto al enviado del Rebe de Lubavitch, empero los estudios no se llevaban a cabo a la usanza cristiana mediante dogmas sino por medio de preguntas, respuestas y comprensión. Tras dos años de estudios y vida judía José Justo decidió que quería convertirse. El rabino lo envió a la tierra de Israel para que continúe con sus estudios y pase su tan ansiada conversión.
Tras un período de estudios, al presentarse Aharón ante el tribunal rabínico, los jueces se sorprendieron de su historia de vida y hasta expresaron sus dudas, ya que no todos los días llega un cura para convertirse. Sin embargo, rápidamente entendieron que ante ellos se encontraba una persona poseedora de una profunda fe, sano criterio y aguda comprensión respecto del proceso que estaba viviendo.
Ante cada pregunta que le formulaban los rabanim a Aharón este replicaba si querían la respuesta según el sentido literal o metafórico del texto (“Pshat o Drash”), según las enseñanzas éticas o las místicas (“Musar” o “Sod”), si deseaban las citas talmúdicas primarias o se contentaban con las sentencias finales del Shulján Aruj. Los jueces comprendieron que estaban ante una persona que había realizado una larga travesía hacia la fe judía y lo aceptaron como judío de muy buena gana.
En realidad, Aharón Calderón no está solo. En los últimos años, no pocos miembros del clero y no pocos fieles cristianos desean convertirse e ingresar al pueblo judío. Algunos sostienen que, por razones teológicas, en virtud de su decepción de su anterior creencia o a causa de su interés y amor por el pueblo judío. Sea como sea, existe un flujo cristiano en dirección al judaísmo (respecto de este fenómeno y sus causas escribiré un posterior artículo en esta sección).
Escuché una vez de un amigo mío que había sido cura en Europa y hoy es un judío religioso en Jerusalém una observación muy interesante sobre el proceso de pasaje del cristianismo al judaísmo. Él sostiene que justamente por ser el cristianismo una religión espiritualista carente de preceptos prácticos, los creyentes que son personas sumamente espirituales tienen la posibilidad de decidir sobre un cambio en su fe y e pasaje a otra religión.
Por Rabino Eliahu Birnbaum