LOS DESCENDIENTES DE LOS JUDÍOS DE KAIFENG: ENTRE LA IDENTIDAD RENACIDA Y LA IDENTIDAD DESAPARECIDA

Las características y orígenes de los judíos de la China

¿Hay judíos chinos? El tema de la China en general y de los judíos de la China en particular, parece estar envuelto en la bruma de las leyendas exóticas, tanto por la distancia geográfica con el Lejano Oriente como por los intentos de la China de desconectarse del resto del mundo y por su tenaz voluntad de preservar su identidad peculiar. La judería china es una de las comunidades judías más antiguas en el Lejano Oriente.

Las opiniones con respecto al momento de llegada de judíos a la China varían. Hay quienes dicen que estaban allí desde los comienzos de la historia judía, por ser descendientes de las diez tribus perdidas. Otros sostienen que llegaron en el primer siglo de nuestra era o aún después, en 231, con la expulsión de los judíos de Persia. Pero no caben dudas de que los judíos llegaron a la China en el siglo VII u VIII, con los primeros judíos arribados de la vecina India, o con los viajes de los mercaderes europeos por la ruta de la seda.

La China es mencionada en los textos legendarios de Eldad Hadaní, un autor hebreo de relatos de viajes imaginarios del siglo IX. Menashé Ben Israel, que vivió en el siglo XVII y escribió el famoso libro Una esperanza para Israel, menciona la existencia de judíos en la China que, en su opinión, descendían de las diez tribus perdidas. También Benjamín de Tudela encontró judíos en sus viajes a la China, si bien casi no habla de ellos.

Las características de los judíos de Kaifeng a lo largo de la historia

Entre las comunidades judías más peculiares y aisladas del mudo que cautivaron tanto a judíos como a investigadores, se cuenta la comunidad de Kaifeng, la ex capital del distrito de la dinastía Song. La comunidad logró sobrevivir durante mil años en condiciones de desconexión casi total del resto del mundo judío, hasta que se asimiló a su entorno hace unos 150 años. Sus orígenes se remontan al siglo XI, con judíos llegados de la India y de Persia. Aparentemente, la comunidad judía de Kaifeng fue descubierta en 1605 por el misionero jesuita Mathew Richards.

En el pasado, la comunidad de Kaifeng contaba con miles de miembros por la tolerancia y apertura que reinaban en la China hacia los judíos. Sus integrantes se dedicaban a diversas actividades, como el comercio, los oficios, la administración pública y el ejército. Los judíos de Kaifeng adoptaron parte de la cultura china, pero preservaron su unidad como comunidad hasta la modernidad. Su sinagoga, una combinación singular de arquitectura china y tradición judía, era uno de los edificios más impresionantes de la ciudad. El último rabino de la comunidad de Kaifeng falleció en 1867.

La sinagoga de la comunidad, construida en 1163, fue destruida varias veces y reconstruida otras tantas, hasta que en 1860 fue destruida por una creciente del Río Amarillo. A partir de entonces la comunidad empezó a disgregarse y asimilarse. En el lugar de la sinagoga no quedan vestigios de la misma, y actualmente funciona allí un hospital público. En las últimas décadas muchos soñaron infructuosamente con reconstruir “el Palacio de la Verdad Pura”, tal como la llamaban los judíos de Kaifeng. Es una especie de “sueño romántico” de muchos judíos del mundo, que lo ven como el símbolo de la renovación de la vida judía en el lugar y del resurgimiento de la identidad judía en la China.

Una de las leyendas más apasionantes narradas por los descendientes de los judíos de Kaifeng despliega la historia de éstos y de los primeros misioneros cristianos en la China. Los judíos, que nunca habían oído hablar del cristianismo, supusieron que todas las personas que creían en un solo D’s eran necesariamente judías; los misioneros, que no imaginaban que pudiera haber judíos en la China, supusieron que se trataba de “cristianos perdidos”. Cuando se descubrió el error, los cristianos trataron vanamente de convertir a los judíos, porque éstos se aferraron a su lealtad a la tradición judía (esta leyenda aparece también en el libro de la Dra. Beverly Friend y el Prof. Xu Xin, Las leyendas de los judíos chinos de Kaifeng).

El Medioevo fue la edad de oro de los judíos de Kaifeng. En los siglos XVI y XVI buscaron semejanzas entre el confucionismo y el judaísmo; aparentemente, sentían la necesidad de encontrar semejanzas entre las creencias y ritos judíos y los chinos, para demostrar que los judíos podían encontrar fácilmente denominadores comunes con la China. A tales fines, los sabios judíos prepararon textos grabados en piedras, que expresan esos elementos comunes. La comunidad judía depositó esas piedras en la sinagoga y en otros lugares en 1489, 1512, 1663 y 1679. La piedra más antigua (1489) presenta a Abraham como el fundador de la religión judía y como activo oponente de la idolatría: “Ellos no hacían ídolos, no adoraban espíritus ni demonios y no creían en supersticiones. Con respecto a la construcción de estatuillas e imágenes y a los dibujos con formas y colores, son cosas vanas y hueras”.

Pero con el paso del tiempo, los judíos de Kaifeng tuvieron dificultades para preservar su judaísmo, hasta que olvidaron cómo leer la Torá en hebreo y escribieron un Libro de la Torá en chino (el Museo Británico tiene uno de ellos). Por la influencia local y la adaptación a la agricultura regional empezaron a preparar los panes de Shabat con harina de arroz…
En una carta conmovedora de 5660 (1900), la comunidad sefardí de Shangai se dirige a los judíos de Kaifeng que se quejan de su situación espiritual y les ofrecen ayuda. La carta testimonia la situación de la comunidad en aquel entonces:
“A nuestros hermanos y afines en la redención: Hemos oído que la sinagoga resultó destruida y que no cuentan con un rabino ni maestro que les enseñe la Torá de D’s y el recto camino para servir a D’s… Ahora han olvidado todo y vendido los Libros de la Torá que aún les quedaban. No hace mucho tiempo vimos aquí, en Shangai, esos libros en manos de no judíos que los compraron hace tres o cuatro meses, y hemos oído que ustedes quieren vender los que aún les quedan, porque no hay quién sepa leerlos…

Al oír esta mala noticia, se nos ha destrozado el corazón y estamos embargados de congoja y aflicción… porque ustedes olvidaron la Torá de D’s que sus antepasados les habían enseñado, y abandonaron el culto a D’s, el Shabat, las festividades y la circuncisión. Por eso acudimos a ayudarlos y queremos enviarles emisarios de nuestro pueblo para que vean qué pasa allá… Queremos asistirlos en todo lo que podamos, para que retomen la senda de sus antepasados, que también son los nuestros… Si necesitan fondos para construir la sinagoga, trataremos de recolectarlos y de enviárselos… Si necesitan un maestro que les enseñe la Torá y las leyes, también trataremos de enviárselo, y si les parece bien venir a Shangai y vivir aquí con nosotros, les daremos ocupación y podrán hacer buenos negocios… Podrán marchar por la senda de sus antepasados… Por eso, no vendan los Libros de la Torá que aún conservan”…

El problema de la nación judía en la China

La tradición de los judíos de la China señala que tenían siete apellidos que les habían sido dados por el emperador Song de la dinastía Ming, que tenía dificultades para pronunciar sus apellidos originales. Los nuevos apellidos (Zhao, Zhang, Shi, Li, Jin, Lao y Ai) fueron preservados por las familias judías y existen hasta el presente en los descendientes de judíos.

En la China hay 56 “naciones” o “minorías” reconocidas, pero los judíos o los descendientes de judíos no se cuentan entre ellas. Este sistema se inició en 1949, por la influencia de Stalin sobre la definición de las minorías nacionales reconocidas por el gobierno central. En 1953, las autoridades chinas rechazaron el pedido de conferir a los descendientes de judíos de Kaifeng la condición de nación, situación que conlleva hasta el presente muchas limitaciones en cuanto a las posibilidades de mantener una vida religiosa pública y legal. Sólo en los últimos tiempos se supo que cuando una de las comunidades judías de la China quiso constuir una mikve (baño ritual), tuvo que convencer al gobierno de que el lugar funcionaba como un “spa”, y no como un sitio para el cumplimiento de preceptos religiosos.

La resolución de no reconocer a los decendientes de judíos com minoría nacional fue tomada también por el gobierno chino en 1953 y en 1980, porque no responden a los criterios adoptados para las otras minorías. En un interesante documento del Frente Unido del Comité Central del Partido Comunista Chino del 8 de junio de 1953, se lee: “La conclusión que se desprende es… que los judíos dispersos en Kaifeng no mantienen relaciones económicas directas entre sí, no tiene un idioma propio ni una zona de residencia conjunta, se han mezclado totalmente con la población mayoritaria en la vida política, económica y cultural. Asimismo, no presentan ninguna otra característica especial… Todo esto indica que no es de interés verlos como un grupo étnico separado, porque no son una nación judía en sí”…
Pero aunque los judíos y su religión no fueron reconocidos como una minoría nacional, somos testigos de un fenómeno muy interesante: desde el primer censo de población implementado por el gobierno comunista, los descendientes de los judíos de Kaifeng aparecen en las listas de documentos de residencia como pertenecientes a la nación “judía” (Yoho – Tai). A diferencia de ello, en otras regiones de la China no había ningún registro de los judíos por su religión, y algunas veces aparecen como parte de la mayoría china, y otras como parte de la minoría musulmana que, tanto para el gobierno como para los judíos, era el grupo más cercano al judaísmo. El registro de “judío” en el documento de identidad existió hasta 1996, ¡hasta hace tan sólo diez años! (Por supuesto, esto recuerda la inscripción de nacionalidad “judía” en los certificados de nacimiento de los judíos de Rusia, pero la diferencia radica en que ésta última está reconocida por el Estado de Israel a los fines de la Ley del Retorno, mientras que en el caso de los descendientes de los judíos de Kaifeng no lo está, algo para lo que no tengo explicación).

Es interesante señalar que los chinos no llaman a los judíos “judíos”, sino que usan la palabra china “Yoho – Tai”. El término “judío” en chino cambió varias veces con el paso del tiempo: en el pasado los judíos eran “Yetzeloya”, es decir, “Israel” o “la secta de los arrancadores de tendones” (en alusión al tendón del muslo), o “la secta de los escribas” o “musulmanes con gorros azules” (por la presunta proximidad entre el judaísmo y el Islam).

El encuentro con los descendientes de los judíos de Kaifeng

En mi visita a Kaifeng me encontré con los descendientes de judíos. Por mi condición de rabino, el grupo temía mantener una reunión formal, porque no están reconocidos como “nación” y tienen prohibido el cumplimiento de una vida religiosa. Por eso debimos recurrir a muchos “trucos”, hasta que nos encontramos en un lugar secreto y sin miradas escrutadoras.

El encuentro fue sumamente conmovedor. Los descendientes de judíos estudian hebreo y judaísmo en secreto y quieren reconectar su destino con el del pueblo judío. Las canciones Am Israel Jai y otras melodías judías sonaban naturales y emocionantes en sus bocas.

Cuando les pegunté por qué querían retornar al judaísmo y al pueblo judío, me brindaron una respuesta original que conecta la cultura china y la judía. La cultura china respeta tres principios: los padres, la sabiduría y la naturaleza. Los descendientes de los judíos de Kaifeng quieren respetar a sus padres volviendo a la religión de sus ancestros. En otras palabras, el retorno a la cultura judía proviene de la cultura china.

Después del encuentro visitamos a la familia Shi-Li, una de las más antiguas en Kaifeng, en la que había nacido una niña. Después del parto tuvieron que pagar una multa. Como se sabe, en la China está prohibido tener más de un hijo; sólo los grupos reconocidos como las 56 minorías nacionales antes mencionadas están autorizados a tener más hijos. Esta ley genera una situación especial, por la cual muchos judíos prefieren registrarse como musulmanes (que, en su opinión, son la religión más próxima al judaísmo) para poder tener más de un hijo. Cuando la Sra. Shi-Lin quedó embarazada y la pareja fue al hospital para hacer los estudios correspondientes, los médicos le exigieron que abortara. La familia no estaba dispuesta a hacerlo, y por eso la señora se trasladó a una aldea alejada hasta el momento del parto.

Cuando pedí a mis anfitriones que me llevaran al cementerio judío, me explicaron que la comunidad no tenía un cementerio central, sino varios cementerios “familiares”, y que cada familia descendiente de judíos tiene el suyo propio. Visitamos el pequeño cementerio de la familia Jin, que simboliza la antigua relación de los judíos de Kaifeng con el judaísmo, en donde vimos una placa recordatoria colocada por la familia, y un monumento que señala su árbol genealógico en los últimos siglos.

En los últimos años se pude percibir un despertar judío en Kaifeng, a partir de la declinación del comunismo. Se debe recordar que en 1992 se abrió la Embajada de Israel en la China, acto que los descendientes de judíos vieron como un símbolo que les hizo confiar en recibir apoyo del Estado de Israel para preservar su judaísmo, algo que no sucedió.
En el siglo pasado el mundo judío empezó a demostrar interés en los descendientes de judíos de Kaifeng. El judaísmo de Kaifeng constituye un vínculo singular entre el mundo judío y la historia de los judíos en Oriente. Pero a pesar de que hoy en día los descendientes de las familias judías originarias de Kaifeng se vuelven a reunir y tratan de revivir sus antiguas costumbres y la tradición judía, no gozan de reconocimiento ni apoyo estatal. Quieren ser reconocidos como minoría o como nación judía y recuperar la inscripción correspondiente de “Yoho – Tai” en sus documentos de identidad y residencia. La postura oficial es que los descendientes de judíos se asimilaron por completo y desaparecieron. Resulta difícil calcular cuántas personas se identifican como descendientes de los judíos de Kaifeng, pero el número oscila entre algo menos de 1.000 y 5.000.

En los últimos años llegaron a Israel varias familias e individuos descendientes de los judíos de Kaifeng, que a pesar de no ser reconocidos como judíos con derecho a la Ley del Retorno, pasaron la conversión ortodoxa y lograron cumplir su sueño de retornar al pueblo judío.

Entre la cultura israelí y la china

Los judíos y los chinos son dos pueblos de antigua data que lucharon, cada uno a su manera, para preservar su tradición e identidad en procesos de modernización. Una diferencia es que los chinos, más que otros pueblos, están aislados y concentrados en un solo lugar, mientras que los judíos son el pueblo más disperso del mundo.

La relación más interesante entre los chinos y los judíos aparece precisamente en el Tratado Teológico-Politico de Spinoza, que entendió la gran probabilidad de que las dos civilizaciones más antiguas del mundo recuperaran su independencia, porque ambas preservaban tenazmente sus diferencias específicas. Fue el primero en entender que, aparentemente, hay una ley histórica común aplicable a judíos y chinos por igual. En su libro, Spinoza compara los dos signos externos que preservan la peculiaridad de estos pueblos: la circuncisión en los judíos y la trenza en los chinos…
Con el telón de fondo de la gran China, considerada como una de las potencias del mundo moderno, la larga historia de los emperadores chinos, su cultura peculiar y el poder del Partido Comunista hasta hace poco tiempo, la prolongada existencia de una pequeña comunidad judía en Kaifeng debe ser vista algo asombroso; por otra parte, el actual despertar y renacimiento de la comunidad de los descendientes de judíos en Kaifeng, y su deseo de retornar a la fe de sus antepasados deben ser vistos como un milagro. El destino de esta comunidad histórica no se ha decidido aún, y la historia habrá de enseñarnos cuáles serán su futuro y su sino.

Rabino Eliahu Birnbaum

LA VIDA JUDIA EN POLONIA

En Polonia, a veces puede ser difícil encontrar un rastro de judaísmo.

Cuando la historia familiar no es contada, cuando los ancestros no son nunca mencionados y cuando el tema mismo es siempre silencioso.

Durante Shabat, uno de todos los que pase en Varsovia, la capital de Polonia, unas jovencitas se me acercaron. Una de ellas se presentó a si misma: Anya, estudiante de comunicaciones en la universidad local, y me dijo: “mi madre se rehúsa a decirme, quién era mi padre, así que yo debo de ser judía”. Esto es algo común dentro de la realidad polaca a principios del siglo XXI: cientos, quizás miles de personas no sabían si tenían o no, raíces judías. Algunas sentían interés por el judaísmo, y otras lo reprimían.

COMO ERA ESE ENTONCES

Antes del holocausto, cerca de 3.5 millones de judíos vivían en Polonia. Esta basta tierra era una tremenda fuente de vida judía por cientos de años, hasta el punto que en Israel, Polonia era conocida como “Poh-lin” , “Poh-lan-yah”, que literalmente significa : Aquí está Di-s.
Casi todos los judíos de Polonia fueron asesinados durante el régimen nazi, solo un décimo sobrevivió.

En Polonia después de la guerra, fue posible sacarlos. La mayoría de los sobrevivientes llegaron a campamentos de inmigración, o hicieron Aliá. Pero, una parte de los judíos sobrevivientes decidió regresar a sus hogares, en búsqueda de sus familiares y pertenencias, y trataron de continuar su vida después del disruptivo pasado. Ellos, entre otros judíos que por diferentes razones se encontraban en Polonia, o en partes de Alemania, retornaron a Polonia después de la guerra, su base como población judía. En Cracovia, Varsovia, asentamientos, y pequeñas villas, estos judíos trataron de recomenzar sus vidas.
Excepto que esta vez, era casi siempre, una vida sin judaísmo, y a veces sin siquiera una identidad judía.

En el año 1948, las puertas de Polonia se cerraron, como hicieron todos los países del este de Europa, por un período de ocho años. Durante este tiempo, los judíos empezaron a practicar judaísmo encubierto. Era muy peligroso ser judío en Polonia, y no era muy conveniente decir: “soy judío”. Era más seguro mantenerse escondido. Aún después de 1956, cuando la inmigración era nuevamente una posibilidad, y aún tiempo después, no era bueno el ser judío. En 1968, Polonia decidió abrirse al antisemitismo, como la mayoría de la Europa del este. Muchos judíos interpretaron esto como una mala señal de lo que podría venir, y así una nueva ola de inmigrantes comenzó, la cual prácticamente vació a Polonia de judíos.
Aliá, a Eretz Israel e inmigración para los Estados Unidos, Canadá, Alemania, Dinamarca, Suecia y otros países: se estima que 40 o 50 mil judíos dejaron Polonia durante este período. Aquellos que no lo hicieron – una vez más practicaron un judaísmo escondido, cambiando sus apellidos, nombres y direcciones. Muy pocos judíos se mantuvieron organizados en comunidades y continuaron una vida abiertamente judía, yendo a la sinagoga y la comunidad. La mayoría se mantuvo encubierto. La tragedia puede ser resumida en un enunciado, que habla de varios períodos y peligros: en los años 50 entre 1939 y 1989, no era bueno el ser judio en Polonia.

¿Cuántos judíos podrían vivir una vida en secreto? Unos miles, probablemente más.

Ellos tuvieron hijos y continuaron su vida, mientras escondían su identidad judía de todos sus alrededores, incluso de su familia y a veces de ellos mismos.

Una generación entera creció sin conocimiento de sus raíces judías. Algunos sabían que eran judíos, mientras que otros no sabían de su condición como tales, a pesar de ser tercera generación de abuela judía. Hasta hoy en día, es posible revisar viejos expedientes y descubrir con certeza quién es descendiente de un familia judía, debido a que la documentación fue meticulosamente creada para hacer notar quién era y quién no era judío.

Una generación entera, creció sin conocer sus raíces judías, y tan solo descubrió su existencia a los veinte años de edad, aún cuando sus padres continuaban escondiéndolas de ellos. Algunos son hijos o nietos de una madre o abuela judía, algunos tienen un padre o abuelo judíos. Muchas historias se caracterizan por el descubrimiento de gente joven que descubre que tiene raíces judías. Algunas abuelas o abuelos se lo impartieron a sus hijos y nietos en su lecho de muerte, diciéndoles que son judíos, como era el caso de los “Anusim” en España.

Algunas veces un sidur o un par de tefilín encontrado en el ático de la casa, revelaría lo olvidado. Algunas veces un apellido de familia inusual, o parientes que saben hablar yidish era una señal e indicación de sus raíces.

Una apertura para el retorno

De cualquier forma, hay “nuevos anusim”, en Polonia, Anusim que fueron cortados de la vida judía y vivieron como judíos a escondidas con miedo y dolor.

¿Cuál es nuestra obligación para con estos nuevos “anusim”? ¿Debemos, quizás, “enterrar” sus sentimientos, y su deseo de regresar a la tierra de Israel junto con nuestro hermanos que fueron enterrados en suelo polaco? Estos anusim de 50 años, tan distintos de los anusim de hace 500 años en España, ¿deberemos esperar otros 450 años para encontrarlos también?

No hay duda que el estatus halájico de estos jóvenes y familias que desearían retornar al judaísmo son grandes desafíos para los poskim. Después de la guerra, una gran parte de los matrimonios realizados, eran matrimonios mixtos, y los sobrevivientes pensaron: “no hay más judíos en Polonia”. Otros se asimilaron después de la guerra para sobrevivir, por miedo a los polacos. Sin embargo, muchos de ellos desean estudiar judaísmo, venir a la sinagoga, y ayudar a Israel. Y así, sentirse orgullosos de su identidad judía y pertenecer a la nación de Israel una vez más.

Durante mi visita en Polonia, conocí uno de los supervisores de Kashrut en la comunidad, un hombre de apariencia judía jaredí. Conocí a su esposa, también jarediá, los dos habían participado en una manifestación anti-semita, “skinhead”, neo-nazi, y después con el tiempo descubrieron que eran judíos, hijos de familias que habían escondido sus identidades. Recientemente, festejaron el brit milá de su hijo – en tierra polaca – pero como judíos observantes, y expresando su identidad judía en forma abierta.

Otra historia, que suena casi como ficción, es la historia de Przemyslaw Piekarksi. Un señor de 40 años, judío polaco con creencias liberales y democráticas. Piekarski peleaba con su madre por sus creencias anti-semitas. Habiendo vivido como niño con una abuela que hablaba alemán, padres políticamente conservadores y con un abierto anti-semitismo. Al realizar sus estudios universitarios, Piekarski tomó una posición liberal , que muchas veces le trajo confrontaciones con su madre , quién utilizaba cualquier oportunidad para expresar su repulsión contra los judíos y el judaísmo. Durante una discusión, le preguntó a su madre sobre su actitud hacia el judaísmo, y se colocó una kipá en su cabeza y le dijo a su madre, “madre, supón que fuera judío, ¿aún así me tratarías de esta forma? ” la respuesta de su madre le reveló algo que el nunca hubiera imaginado: “no tienes que tratar demasiado”, le dijo, “tu ya eres judío”, tu abuela, que siempre pensaste que era alemana, es en realidad judía. Hoy en día Piekarski viene a la sinagoga cada viernes por la noche, y trabaja actualmente en un diccionario Yidish-Polaco, que pronto se publicará. El descubrió que aquello que era el alemán hablado por su abuela, era en realidad Yidish.

Nuevo retoñar

Cuando le pregunté al Gran Rabino de Polonia, el Rab Michael Shudrich, si el había pensado que existía alguna posibilidad de que la vida judía en Polonia renaciera, el me respondió: ¡la vida judía ya está renaciendo!

No hace falta mirar tan lejos, o buscar mucho para encontrar pruebas de la renovación del judaísmo en el país. En Varsovia, un minián es formado tres veces al día. En Lodz, las plegarias de la mañana se hacen cada día en la sinagoga. En Cracovia se hacen cada shabat. Clases de torá en diferentes ciudades, están siendo más y más demandadas, y un shiur de daf iomí, se lleva a cabo cada día en la sinagoga de Varsovia.

Nuevos rabinos han empezado a regresar y llenar sus sillas como líderes comunitarios en cada ciudad. El Rabino Itzjak Rapoport, es el rabino de Breslau y sus alrededores, y el Rabino Boaz Pash es el rabino de la comunidad de Cracovia (estos rabinos son también enviados de “Shavei Israel” en Polonia). Un judío polaco, el Rab Matitiau Abalet, se recibió de rabino después de la guerra, en la Yeshiva University de New York, y después de 5 años de estudio regresó y recibió su posición de Rabino y director de la escuela en Varsovia.

Hay doscientos estudiantes al año en la escuela judía hoy en día, desde jardín de infantes hasta noveno grado. Hay también clases para la juventud y los adultos en el centro comunitario de Varsovia, hay más de cien jóvenes hombres y mujeres que vienen a estudiar hebreo cada semana. En Cracovia, los estudiantes y los jóvenes se encuentran en una organización judía llamada “Cholent”

Publicaciones judías son editadas también: recientemente el jumash con Rashi, fue traducido a polaco, una publicación mensual de la comunidad llamada “midrash” se distribuye a todas las comunidades judías en Polonia, cada semana el rabino de Breslau pública un escrito semanal. “shabat beshabató”, en polaco.
Hay también demanda de comida kosher en Polonia, y shejitá kosher, muchos productos y comida kosher pueden ser encontrados en diferentes comunidades.

Pero quizás, la señal más significativa del crecimiento de la vida judía en Polonia, sean, los niños… cada shabat decenas de niños llegan a la sinagoga.

Una muestra de lo más significativo, de la profundidad de la destrucción, fueron las palabras de Joelis Schtruk, el comandante Nazi que peleó en la guerra de Varsovia, en el 16 de mayo de 1943: “no hay más judíos en Varsovia”. Hoy hay judíos en Varsovia, niños judíos en las sinagogas en Polonia…”y también por ello la gloria de Israel no caerá”.

Una apertura para el retorno

De cualquier forma, hay “nuevos anusim”, en Polonia, Anusim que fueron cortados de la vida judía y vivieron como judíos a escondidas con miedo y dolor.

¿Cuál es nuestra obligación para con estos nuevos “anusim”? ¿Debemos, quizás, “enterrar” sus sentimientos, y su deseo de regresar a la tierra de Israel junto con nuestro hermanos que fueron enterrados en suelo polaco? Estos anusim de 50 años, tan distintos de los anusim de hace 500 años en España, ¿deberemos esperar otros 450 años para encontrarlos también?

No hay duda que el estatus halájico de estos jóvenes y familias que desearían retornar al judaísmo son grandes desafíos para los poskim. Después de la guerra, una gran parte de los matrimonios realizados, eran matrimonios mixtos, y los sobrevivientes pensaron: “no hay más judíos en Polonia”. Otros se asimilaron después de la guerra para sobrevivir, por miedo a los polacos. Sin embargo, muchos de ellos desean estudiar judaísmo, venir a la sinagoga, y ayudar a Israel. Y así, sentirse orgullosos de su identidad judía y pertenecer a la nación de Israel una vez más.

Durante mi visita en Polonia, conocí uno de los supervisores de Kashrut en la comunidad, un hombre de apariencia judía jaredí. Conocí a su esposa, también jarediá, los dos habían participado en una manifestación anti-semita, “skinhead”, neo-nazi, y después con el tiempo descubrieron que eran judíos, hijos de familias que habían escondido sus identidades. Recientemente, festejaron el brit milá de su hijo – en tierra polaca – pero como judíos observantes, y expresando su identidad judía en forma abierta.

Otra historia, que suena casi como ficción, es la historia de Przemyslaw Piekarksi. Un señor de 40 años, judío polaco con creencias liberales y democráticas. Piekarski peleaba con su madre por sus creencias anti-semitas. Habiendo vivido como niño con una abuela que hablaba alemán, padres políticamente conservadores y con un abierto anti-semitismo. Al realizar sus estudios universitarios, Piekarski tomó una posición liberal , que muchas veces le trajo confrontaciones con su madre , quién utilizaba cualquier oportunidad para expresar su repulsión contra los judíos y el judaísmo. Durante una discusión, le preguntó a su madre sobre su actitud hacia el judaísmo, y se colocó una kipá en su cabeza y le dijo a su madre, “madre, supón que fuera judío, ¿aún así me tratarías de esta forma? ” la respuesta de su madre le reveló algo que el nunca hubiera imaginado: “no tienes que tratar demasiado”, le dijo, “tu ya eres judío”, tu abuela, que siempre pensaste que era alemana, es en realidad judía. Hoy en día Piekarski viene a la sinagoga cada viernes por la noche, y trabaja actualmente en un diccionario Yidish-Polaco, que pronto se publicará. El descubrió que aquello que era el alemán hablado por su abuela, era en realidad Yidish.

Nuevo retoñar

Cuando le pregunté al Gran Rabino de Polonia, el Rab Michael Shudrich, si el había pensado que existía alguna posibilidad de que la vida judía en Polonia renaciera, el me respondió: ¡la vida judía ya está renaciendo!

No hace falta mirar tan lejos, o buscar mucho para encontrar pruebas de la renovación del judaísmo en el país. En Varsovia, un minián es formado tres veces al día. En Lodz, las plegarias de la mañana se hacen cada día en la sinagoga. En Cracovia se hacen cada shabat. Clases de torá en diferentes ciudades, están siendo más y más demandadas, y un shiur de daf iomí, se lleva a cabo cada día en la sinagoga de Varsovia.

Nuevos rabinos han empezado a regresar y llenar sus sillas como líderes comunitarios en cada ciudad. El Rabino Itzjak Rapoport, es el rabino de Breslau y sus alrededores, y el Rabino Boaz Pash es el rabino de la comunidad de Cracovia (estos rabinos son también enviados de “Shavei Israel” en Polonia). Un judío polaco, el Rab Matitiau Abalet, se recibió de rabino después de la guerra, en la Yeshiva University de New York, y después de 5 años de estudio regresó y recibió su posición de Rabino y director de la escuela en Varsovia.

Hay doscientos estudiantes al año en la escuela judía hoy en día, desde jardín de infantes hasta noveno grado. Hay también clases para la juventud y los adultos en el centro comunitario de Varsovia, hay más de cien jóvenes hombres y mujeres que vienen a estudiar hebreo cada semana. En Cracovia, los estudiantes y los jóvenes se encuentran en una organización judía llamada “Cholent”

Publicaciones judías son editadas también: recientemente el jumash con Rashi, fue traducido a polaco, una publicación mensual de la comunidad llamada “midrash” se distribuye a todas las comunidades judías en Polonia, cada semana el rabino de Breslau pública un escrito semanal. “shabat beshabató”, en polaco.
Hay también demanda de comida kosher en Polonia, y shejitá kosher, muchos productos y comida kosher pueden ser encontrados en diferentes comunidades.

Pero quizás, la señal más significativa del crecimiento de la vida judía en Polonia, sean, los niños… cada shabat decenas de niños llegan a la sinagoga.

Una muestra de lo más significativo, de la profundidad de la destrucción, fueron las palabras de Joelis Schtruk, el comandante Nazi que peleó en la guerra de Varsovia, en el 16 de mayo de 1943: “no hay más judíos en Varsovia”. Hoy hay judíos en Varsovia, niños judíos en las sinagogas en Polonia…”y también por ello la gloria de Israel no caerá”.

Rabino Eliahu Birnbaum

Recife, Brasil

¿En qué lugar del Nuevo Mundo se construyó la primera sinagoga, después del descubrimiento de América? Cuando oímos hablar de Brasil pensamos en el fútbol, el carnaval, las playas y la música, pero olvidamos que fue también la puerta de acceso de judíos al Nuevo Mundo. La primera sinagoga en suelo americano se construyó en la ciudad de Recife, Brasil, en 1636.

Los inicios de la población judía en Recife

Los judíos empezaron a establecerse en Recife a partir de 1500. En esos tiempos la ciudad era la capital del estado de Pernambuco, en la colonia portuguesa de Brasil. Los primeros judíos eran anusim que habían sido enviados allí junto con presos y delincuentes para desarrollar la nueva colonia portuguesa en Recife. Los judíos, que veían en ello una oportunidad económica y una forma de alejarse un poco de la Inquisición, lo aceptaron de buena gana y, ciertamente, en poco tiempo desarrollaron la región y la convirtieron en un centro próspero de cultivo de caña de azúcar. Efectivamente, los judíos lograron desarrollar diversas ramas de la economía en el norte de Brasil, como la exportación de azúcar, el dinero y la Bolsa, y la provisión de esclavos de África, y se convirtieron en una fuerza económica y comercial sumamente importante.

Cuando los judíos descubrieron el nuevo continente y sus características, surgieron diferentes interrogantes sobre la vida judía en el Nuevo Mundo. La primera pregunta halájica enviada desde Recife en el siglo XVI al Rabino Shabtai de Salónica se refería a la frase “Danos rocío y lluvia”, porque la temporada de lluvias en Brasil difiere de la europea, y no sabían cómo comportarse: “¿Debemos rezar por lluvia en los meses de Tishrei y Nisan, tal como lo hacen otros judíos en el mundo, o tal vez debamos adecuar nuestras plegarias a las estaciones del año en Brasil?”

A pesar de que los anusim llegados a Brasil trataron durante años de encontrar un lugar apartado para vivir tranquilos como judíos, sólo lograron cambiar el Viejo Mundo por el Nuevo Mundo, pero no modificaron significativamente su situación y sufrimientos. Si bien la Inquisición no habían entrado formalmente a Brasil, en 1580 empezó el “control” sobre lo que se hacía en Brasil, y se enviaron “supervisores” para que examinaran la situación de quienes renegaban del catolicismo. Quienes eran considerados herejes, entre los que había también judíos y anusim, fueron enviados a juicio en Lisboa, Portugal; cuando se los encontraba culpables, eran castigados allí y no regresaban a sus familias.

El florecimiento judío en Recife

En 1630, Holanda conquistó la colonia portuguesa y desde entonces empezó el renacimiento judío en Recife. Otras familias judías llegaron desde Amsterdam para empezar una vida nueva y muchos anusim decidieron dejar de vivir en dos mundos y volver a adoptar la religión de sus antepasados y el judaísmo. Casi todos los miembros de la comunidad, que llegaba a 4.000 almas, eran judíos de Holanda y anusim de la zona de Recife.

Los judíos empezaron a organizarse y a construir una vida comunitaria similar a la que llevaban en Portugal y Amsterdam. Construyeron la sinagoga Zur Israel, que con el paso del tiempo fue la primera construida en el Nuevo Mundo en general, y en suelo americano en particular; un Talmud Torá y una academia rabínica llamada Etz Haim.

En aquellos años, la comunidad “Zur Israel” decidió convocar a un rabino, y eligieron al Rabino Ytzhak Abuhab de Fonseca, que llegó a Recife en 1642 y que fue el primer rabino del continente americano.

En los últimos años se han realizado excavaciones arqueológicas en la antigua sinagoga de Recife, que fue refaccionada por la comunidad judía y la familia Safra de Brasil (en el sótano se descubrió también una mikve). Hoy en día, es una fuente de inspiración para los numerosos turistas que quieren conocer “la primera sinagoga”, tal como se la apoda. Asimismo, la comunidad judía local reza los sábados allí.

Es interesante señalar el cambio de nombre de la calle en la que se encuentra la sinagoga. Cuando fue construida, en tiempos de prosperidad judía, ésa era “la calle de los judíos”, pero cuando los portugueses conquistaron la ciudad y la Iglesia regresó a ella, el nombre cambió por el de “la calle del Buen Jesús”, la cual conserva este nombre hasta el presente. Debe ser la única sinagoga del mundo que se encuentra en una calle que lleva el nombre de Jesús…

En 1654, los portugueses reconquistaron la ciudad ocupada por los holandeses, y la libertad de culto a la que los judíos se habían acostumbrado durante los 24 años de dominio holandés desapareció de inmediato. Hay quienes sostienen que el crecimiento de la comunidad judía y la vida judía en Recife en aquellos años hicieron que la Iglesia Católica pidiera al gobierno portugués que “reconquistara la ciudad de Recife para evitar la humillación del funcionamiento de una sinagoga a la vista de la Iglesia”.

Cuando se inició el asedio portugués a Recife, los judíos lucharon codo a codo con los holandeses; cuando la ciudad cayó en manos de Portugal, decidieron abandonarla y volver con los holandeses a Amsterdam.

La dispersión judía desde Recife al Nuevo Mundo

Después de la conquista, se dio a los judíos un plazo de tres meses para abandonar la ciudad. Los judíos que así lo hicieron se dividieron en cuatro rumbos, cada uno de los cuales fue el inicio de una nueva historia judía. Muchos volvieron a Holanda con el Rabino Abuhab; otros se dirigieron a las islas del Caribe (Curaçao, Barbados, Jamaica) en donde crearon nuevas comunidades. Los inmigrantes de Recife construyeron en Curaçao una sinagoga sefardí-portuguesa que era una réplica exacta de la de Amsterdam. Otros se alejaron más, hasta Nueva Amsterdam en América del Norte, que más adelante habría de ser Nueva York, en donde sentaron las bases de la primera comunidad judía.

De Recife a Nueva a Amsterdam (Nueva York)

El primer judío que llegó a “América” con la expedición de Colón fue el traductor Luis de Torres, que se quedó a vivir allí. Pero la primera vez que llegó un grupo de judíos fue en 1654, cuando judíos de Recife llegaron a Nueva Amsterdam, posteriormente Nueva York.

Los 23 judíos llegados de Recife fueron los primeros en llegar a los Estados Unidos de América, que en aquellos tiempos era una colonia holandesa. Con el tiempo fueron llegando a Nueva Amsterdam más judíos, anusim de España, y la comunidad creció y construyó la primera sinagoga en Nueva York, Sheerit Israel.

Hubo otros judíos que no salieron de Brasil, sino que se alejaron de Recife y de su sinagoga, y siguieron viviendo en las aldeas, montañas y zonas apartadas para preservar su judaísmo en secreto.

Las costumbres judías en las aldeas de Brasil

El nordeste de Brasil es conocido como una zona llena de descendientes de anusim. La mayor parte crecieron y viven hasta hoy en día en aldeas pequeñas y alejadas, desconectadas del mundo y a veces de la civilización. Hasta el presente, quien visite estos lugares, podrá encontrar familias y aldeas enteras que cumplen costumbres netamente judías, hecho que indica sin lugar a dudas que son descendientes de judíos. Algunas de estas costumbre son “extrañas”, porque fueron conservadas por los lugareños al tiempo que practicaban el culto cristiano. Algunas familias conservaron ciertas costumbres sin saber que se trata de costumbres o preceptos judíos.

La costumbre más significativa es la de los matrimonios endogámicos, en especial entre primos y primas. Un refrán conocido por los habitantes de la región señala: “El hijo de padres que son primos será hermoso; el hijo de padres que no son primos será feo”.

Este fenómeno no es solamente una circunstancia histórica, sino una costumbre que se mantiene hasta el presente en esa parte de Brasil. Tony Rabelho Ferreira, un joven abogado de 34 años, está casado con su prima, y sus padres son primos en primer grado. Él sabía que la única posibilidad de casarse y formar una familia era encontrar un buen “acuerdo” dentro de la familia.

También se conservaron las costumbres de encender velas el sábado, barrer la casa de afuera hacia adentro (para no hacer pasar la basura por una puerta con mezuzá) y no comer carne de cerdo; en algunos lugares solían comer ciertas hortalizas en lugar de pan en los días de Pascua.

Las costumbres preservadas en esa región se mezclan con otras cristianas, y reflejan la situación de confusión y “cooperación” entre las religiones, tanto en las creencias como en la forma de vida de los descendientes de anusim. Más de una vez, las familias de descendientes de anusim conservaron costumbres judías sin saber que lo eran, sólo por la voluntad de conservar las tradiciones familiares.

Los descendientes de anusim que viven actualmente en esa zona de Brasil se encuentran en un terrible dilema: no se sienten católicos ni judíos, no pertenecen a la Iglesia pero tampoco forman parte de las comunidades judías; no están aquí ni allí, o un poco acá y otro poco allá… La pregunta más frecuente entre los investigadores es sobre el número de descendientes de anusim en esa parte de Brasil. Según las estimaciones más cautelosas, se trata de millones de personas. Pero a diferencia de España y Portugal, en donde se conservan algunos documentos en los archivos de las iglesias, en Brasil no hay registros, porque hasta el papel era un artículo de lujo en aquella época, y no quedaron registros escritos que brinden testimonio del origen de las familias.

Una visita a Bendito

Una de las vivencias más apasionantes de mi viaje a Recife fue la visita a Bendito Arauxo. Después de un viaje de varias horas por senderos tortuosos entre montañas y colinas, rodeados de vegetación tropical, llegamos a la aldea de Baraxo, a una casa con signos de presencia judía en el siglo XVII en esta región del norte de Brasil. Bendito, un hombre alto, de piel clara y ojos azules, llama la atención en esa zona del mundo en la cual toda la población tiene piel oscura. Pero su historia familiar como descendiente de judíos que llegaron de Portugal vía Holanda, puede explicar el fenómeno.

Bendito decidió vivir una vida “natural” lejos de los lugares poblados y de la civilización. En su casa todavía hay un horno de carbón, y alrededor de ella sembró verduras y árboles frutales para abastecer las necesidades de la familia.

Bendito se siente judío y aprendió solo, sin maestros, a leer hebreo. Empieza el día estudiando la porción semanal de la Torá. Cuando su familia come carne, la salan antes para no ingerir la sangre. La tradición familiar señala que llegaron de Portugal hace varias generaciones. A pesar de que su padre era católico, mantuvieron las costumbres de la familia: no comían animales impuros ni insectos, sólo contraían matrimonios endogámicos y vertían el agua visible en una casa en la que había un muerto. Después del fallecimiento de su padre, Bendito decidió buscar sus raíces judías. Hoy en día cuida el sábado en su casa, pronuncia el Kidush sobre el vino que prepara por sí mismo y después de celebrar la Havdalá a la salida del sábado, canta Hatikva con gran orgullo con sus dos hijas gemelas.

Cuando le pregunté qué espera, me respondió: “Que se contruya el Tercer Templo antes de mi muerte; y si no se concluye, al menos que empiecen a hacerlo antes de mi muerte”…

La nueva comunidad judía de Recife en el siglo XX

La ciudad moderna de Recife es conocida como “la Venecia de Brasil” por la gran cantidad de ríos y canales que la atraviesan. Se caracteriza pr un clima caluroso de 45ºC y una humedad que llega a 80ºC. Aparentemente, el calor influye sobre la violencia en la ciudad, en la que se registra un promedio diario de diez personas muertas en peleas y asaltos.
La comuniad de Recife hoy en día no es la continuación directa de la del pasado. Tal como sucedió en muchas otras comunidades del mundo, la ubicación geográfica no cambió, pero la composición sociológica es totalmente diferente. La comunidad actual se basa en judíos llegados a principios del siglo XX, entre 1920 y 1930, de Europa del Este: Rumania, Rusia, Ucrania y Polonia, que crearon una comunidad nueva, la que cuenta con unos 1.500 miembros.

La ola de matrimonios mixtos no ha pasado lejos de los judíos de esta hermosa ciudad, y de hecho los castiga severamente. Quienes conocen bien la comunidad, hablan de una asimilación del 90%; los judíos no recuerdan cuándo se celebró la última boda judía en la ciudad.

Cuando me encontré con los dirigentes de la comunidad local, los vi preocupados por el futuro de la misma. El Rabino Abraham Amitai, un rabino ortodoxo enviado por la asociación Shavei Israel (egresado del Instituto Strauss-Amiel) obra maravillas para fortalecer los lazos de jóvenes y adultos con el judaísmo y la identidad judía. Cuando el Rabino Amitai llegó a Brasil, los integrantes de la comunidad se asombraron al descubrir en el aeropuerto a un rabino ortodoxo, pues esperaban a un rabino reformista y liberal que condujera a la comunidad según sus necesidades y su situación espiritual. Los dirigentes le dijeron que haría bien en dejar la comunidad y emprender el regreso. Hoy en día, a dos años de su llegada, la comunidad no está dispuesta a permitirle, ni a él ni a su familia, que la abandone.

La escuela comunitaria fue creada hace unos 90 años, en 1918. Los inmigrantes judíos llegados de Europa vieron la necesidad de crear una escuela judía para preservar a sus hijos e hijas de la asimilación. En el presente estudian en ella 130 alumnos (70 judíos y los demás cristianos). Debido al número escaso, la comunidad debe aceptar niños no judíos para completar las clases y el presupuesto necesario para mantener la escuela. Los dirigentes comunitarios insisten en hacerlo aun al precio de incorporar alumnos no judíos (incluidos católicos), que estudian hebreo y tradición judía, y empiezan el día diciendo las plegarias Modé Aní y Shma Israel con sus compañeros judíos…

El comedor de la escuela fue taref durante 87 años, incluido jametz en Pesaj y carne de cerdo, pero en los tres últimos años el rabino de la comunidad logró, con grandes esfuerzos y con la ayuda del cielo, convetirlo en kasher, y la comunidad se complace y enorgullece de ello.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá Haazinu

Testimonio de la inmortalidad del pueblo judío

Hasta aquí hemos conocido a Moshé como historiador, guía, líder, estadista, profeta y educador. En esta parashá se revelarán sus cualidades de poeta.

El cántico que aparece en este capítulo es la última voluntad de Moshé en el Libro Devarim (Deuteronomio).

Es este capítulo también se revela el aporte realista de Moshé, que previene la posibilidad de que después de su muerte el pueblo de Israel peque, abandonando el camino de las enseñanzas y obligaciones dela Torá.Poreso les enseño e instruyo con el cántico “Haazinu”, para que éste los acompañara en toda su trayectoria. El cántico “Haazinu” es en realidad la promesa de la continuidad generacional del pueblo judío.

Moshé reprime el profundo dolor que le produce ver la tierra prometida a la que no podrá entrar, muriendo en tierra extrañas, y se despide del pueblo bendiciendo y presagiando su futuro.

Muchas veces en la historia, el pueblo de Israel pareció llegar a su fin ante la forzosa subordinación a otros pueblos. Pero en este salmo se evidencia el hecho de que Dios acompaña su existencia.

¿Por qué Moshé escoge despedirse del pueblo por medio de un cántico?

En el cántico, en la poesía, existe una fuerza especial capaz de crear una relación profunda entre las personas y provocar una honda emotividad que acompaña al individuo.

El carácter del salmo se eleva por encima de los escalones del discurso o del canto. El discurso es una manifestación intelectual que involucra parcialmente a la personalidad del exponente. En un nivel más alto se encuentra el canto, donde intervienen los aspectos afectivos y espirituales que lo convierten en algo más propio y personal.

Pero muy por encima se encuentra el cántico poético, como la visión global que se extiende y amplía para llegar a la fuerza y vitalidad de todos los hombres.

Moshé sabe que no entrará personalmente en Eretz Israel, y por eso decide enfrentar al pueblo con un cántico poético que quede grabado en sus corazones, en todas las generaciones para la perpetua inmortalidad.

El cántico no es una prosa. La prosa es un escrito simple y llano. Todo es entendible en ella. No ocurre lo mismo con un cántico, ya que tiene la gran virtud de ser entendido e interpretado en cada ocasión desde una perspectiva distinta.

Moshé, al final de sus días, habló a través de la poesía, para que cada generación pudiera entenderlo fielmente, pero adaptando su interpretación a sus necesidades y posibilidades.

También se puede deducir que Moshé quería terminar su largo discurso luego de cuarenta años en el desierto con una poesía, después de haber hablado en forma tan franca y rigurosa en el libro de Devarim, donde se establece todo lo relacionado con las obligaciones haciala Toráy las consecuencias ante su incumplimiento.

Es posible, entonces, que no quisiera dejar un recuerdo amargo en el pueblo de Israel, y por tal motivo sus últimas palabras antes de morir, fueron palabras cálidas, aunque directas y profundas, en un estilo sálmico que transmite el mensaje en forma más accesible.

El cántico “Haazinu” es en realidad el “Yo creo” del pueblo de Israel para toda la posterioridad.

En cada época o generación en que el pueblo judío se encuentre con problemas o dificultades puede obtener de éste cántico el aliento e impulso necesarios para fortificarse.

Este cántico es una especie de programa post-histórico, que comprende la reseña de los hechos futuros del pueblo de Israel.

El Rambán (Najmánides) explica en su interpretación a estos versículos, la profecía histórica que se encuentra en ellos:

“Este cántico, que es para nosotros un verdadero y fidedigno testigo, predijo con claridad todo lo que nos ocurre.

Nos recuerda ante todo el favor que hizo con nosotros el Señor, desde el momento en que nos convirtió en Su heredad; nos recuerda cuán benevolente fue con nosotros en el desierto al legarnos tierras que pertenecían a pueblos grandes y poderosos; la gran bondad, riqueza y honor que nos otorgó allí y que a pesar de todas las inmensas bondades, nuestros padres se rebelaron contra el Señor, rindiendo culto a las estrellas y a los astros; nos recuerdo cómo se encolerizó con ellos, hasta que envió a nuestro país epidemias, hambre, bestias malignas y guerras destructoras. Luego los dispersó hacia todas las direcciones y a todos los rincones de la tierra. Es sabido que todos esto se ha cumplido, ocurriendo así.”

Así dijeron nuestros sabios en el Sifrí: “Grandioso es este cántico, porque hay referencias al presente, las hay del pasado, y también las hay del futuro; referencias de este mundo y al mundo venidero… Y esto nos advierte el versículo cuando dice: “De manera que vino Moshé y recitó todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo”. Al decir “todas”, indica que incluye todo el devenir. Y no obstante ser – el cántico – breve en vocabulario, abarca sin embargo muchos asuntos.

Aun si este cántico fuera el escrito de un astrólogo que hubiera predicho el futuro, habría merecido nuestro crédito, puesto que hasta ahora se han cumplido todas sus palabras, sin descontar ninguna, que se cumplan las palabras Divinas puestas en boca de Su profeta fidedigno, que no tuvo par, ni antes ni después que él, que en paz descanse”.

Moshé abre su salmo con una invocación a los cielos y a la tierra. Esta no es una invocación común, de carácter humano y terrenal, pues debe unificar los cielos y la tierra para acercar al pueblo de Israel a la evidencia. El cielo y la tierra actúan, en este cántico, como testigos de la voz de Dios que trasciende a todas las generaciones, perpetuando la posteridad de todo el pueblo judío.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá Nitzavim – Vayelej

El pacto con el pueblo de Israel

La idea de pacto o alianza que aparece en esta parashá, es uno de los pilares fundamentales de nuestra constitución como pueblo y representa el eje central de la visión del mundo judío. La alianza a la que se refiere surge de la revelación de Dios ante el pueblo de Israel, para establecer un vínculo inquebrantable que trasciende a la no menos importante unión que debe existir entre los hombres.

El contenido de la parashá cuenta con un número determinado de temas que se refieren al comportamiento del hombre y su función sobre la tierra, la función particular de Israel entre las naciones y el nexo y las obligaciones para con Dios.

La noción de alianza (Brit) se refiere al convenio (acuerdo, tratado, unión), que debe ser a perpetuidad, entre integrantes que gozan de una condición de independencia, pero no de igualdad.

El pacto establece una actividad u obligación común para alcanzar objetivos definidos y se realiza en circunstancias que aseguren la prudente integridad de todos los miembros.

Esta alianza es mucho más que un contrato, porque invoca a la fidelidad por encima de los beneficios mutuos que se puedan obtener. Se trata de una dimensión moral que rebasa la magnitud del asunto.

En resumidas cuentas, se establece una unión basada en un vínculo férreo, donde legalmente se establecen los límites de poder de cada una de las partes. Temporalmente se relega el aspecto legal y jurídico para efectuar una unión efectiva.

La singularidad de un pacto loable reside en el hecho de vincular a las personas y a los pueblos como copartícipes de empresas comunes, pero siempre respetando los aspectos individuales que le corresponden a cada uno.

Este es justamente el sentido del pacto entre Dios y los hijos de Israel. Cuando el Todopoderoso establece en forma libre una alianza con el hombre, por un lado pone límites al poder del mismo, pero por el otro permite un lugar digno de desarrollo individual, donde la única exigencia es vivir de acuerdo con la Torá, que norma el comportamiento del pueblo judío.

Responsabilidad es la primera acción básica que reúne a las partes para consolidarlas en un cuerpo integrado socialmente y que representa los intereses del compromiso asumido. Pero la conformación de un grupo organizado no anula la independencia que le corresponde a cada participante del pacto.

Pacto significa el establecimiento de obligaciones mutuas entre los integrantes, que pueden ser personas aisladas, grupos, familias, tribus o pueblos que responden a una unidad de pacto o alianza.

La primera alianza relacionada con el pueblo judío que menciona la Torá es la que se estableció entre Dios y Abraham, donde Dios le hace a Abraham dos promesas: descendencia y tierra. Si bien estas promesas aparentemente se hacen a un solo hombre, en realidad sentaron la base para el advenimiento de una nueva nación en su propia tierra.

La segunda alianza importante que aparece en la Torá y en la historia del pueblo judío, es la alianza del Monte Sinaí, donde los hijos de Israel recibieron la misión espiritual de convertirse en el pueblo elegido que respeta la Torá, en la que se encuentran las reglas de justicia y las normas de vida que los han de regir. En esta alianza, Dios se adjudica la responsabilidad directa del gobierno del pueblo.

En el pacto con Abraham y en la alianza del Monte Sinaí quedó establecido el papel fundamental que juega el pueblo de Israel entre las demás naciones.

La concepción de pacto o unión de la que habla la Torá subraya la relación íntima que existe entre Dios y su pueblo, relación que se establece entre los límites de reciprocidad que marca el pacto. Por lo tanto, se puede definir la relación de Dios con Israel como una relación de dependencia mutua. La acción de cada uno repercute sobre las acciones del otro, influyendo en la definición que hará de su propia existencia.

El resultado del cumplimiento o incumplimiento de las obligaciones asumidas por Israel será la recompensa o el castigo, respectivamente.

No está en manos de la voluntas Divina cuidar de la efectividad del pacto, pues es a través de las manifestaciones del pueblo de Israel donde se legitima la autoridad del Señor. Por lo tanto, el recibimiento de la Torá tiene un significado cósmico.

En términos bíblicos, Dios se vincula con el mundo y las criaturas que hay en él, pero en especial con el hombre y con el pueblo de Israel, la relación se establece por medio de un sistema de pacto.

El primer pacto lo hizo con Noaj después del diluvio que ocurrió sobre la tierra, concediéndole, al mundo que Dios creó, otra oportunidad. Ocurrió como si el mundo fuera creado otra vez, estableciendo en el centro el pacto con la especie humana.

Este es el primer pacto que se realiza con la humanidad y se llamó “Hijos de Noaj”, dando origen a las obligaciones a las que se compromete toda la humanidad. Los compromisos de los hijos de Noaj son siete: no paganismo, no derramamiento de sangre, no profanar el nombre de Dios, no fornicar (ignominia), no robar, vivir según un código jurídico, no comer órganos de un ser viviente.

Según Jazal (nuestros sabios), el pueblo de Israel no pidió ser elegido para recibir la Torá. En realidad fue su disposición escuchar la Ley de Dios, en acto de fe, lo que creó una profunda y vigorosa unión entre Dios y el pueblo judío.

El judío en particular y todo el pueblo en general, existen como tales desde el momento en que aceptaron las obligaciones estipuladas en la Torá que recibieron. Por eso, al reunirse las personas en función de experiencias y finalidades comunes, se reafirman como individuos y se convierten en comunidad.

Si bien el cuidado del pacto es responsabilidad de cada uno, los judíos, en su condición de pueblo, asumen la responsabilidad comunitaria en forma colectiva, ya que representa la fuente de su integridad e identidad nacional.

A pesar de que el pacto se firmó en el pasado, el pueblo de Israel se encargó de preservarlo y transmitirlo, eternamente de generación en generación.

Por el acuerdo firmado por todo el pueblo de Israel, las personas de ésta o cualquier otra generación están obligadas a recibir los preceptos que marca la Torá, como parte integral de su vida, aun sin haber participado en su entrega directa, ya que constituyen la identidad por la cual se definen todas las generaciones. El pacto es el ideal operativo de todo el pueblo de Israel, ya que no presenta límites de tiempo o especial para su ejecución.

El judío creyente acepta, en principio, dos compromisos incondicionales: las obligaciones para con Dios, que lo acompañan durante toda la vida, y la responsabilidad de asumir fielmente la misión histórica de su pueblo.

Creemos que a pesar de todas las experiencias históricas que parecen contradecir estos objetivos, nos encontramos en un proceso de redención, en el cual, por fin, se cumplirán las aspiraciones y expectativas del pueblo de Israel.

Se puede decir que, en la tradición judía, los lazos del pacto son materialización palpable de una relación de intercambio permanente. Cuando el vínculo es con Dios, el hombre se redime, y cuando es de unión con sus semejantes, se humaniza.

La unión tiene la fuerza y el poder de convertir las relaciones verdaderas y traducir los nexos de convivencia en formas de vida colectiva.

Dicho de otra manera, las relaciones de unión que se establecen en la vida social y política, son paralelas a la relación en la vida personal de “yo-tú” que menciona Martín Buber en su filosofía. El pacto, acuerdo o unión, permite al hombre y a las instituciones realizar intercambios de reciprocidad en beneficio mutuo.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá de Ki Tetzé

El refinamiento de los impulsos en la Guerra

En la Torá tres parashot, incluyend la nuestra, se refieren a los actos del ejército hebreo en circunstancias de guerra.

El momento de la guerra es un momento de emergencia y puede borrar, repentinamente, todo el trabajo que se hizo durante muchos años para educar al pueblo hacia la moral y los valores humanos. La guerra convierte a los hombres en fieras salvajes, sedientos de sangre y pelea, impregnados de pecados y perversión.

La muerte que deambula por el campo de batalla, aniquila el espíritu humano, sin que llegue a revivir con el fin de la guerra y el regreso al hogar.

Dentro de la concepción humanista reconocida, querra y moral son elementos opuestos. La moral está construido sobre sentimientos de piedad, conmiserisación y misericordia, pero la guerra induce a la violencia, crueldad y derramamiento de sangre. Sin embargo, el judaísmo no hace una separación entre guerra y moral; ésta persiste en la paz y en la guerra, estableciendo que el judío debe vivir según los principios de la moralidad en todo el tiempo y lugar donde transcurra su vida.

Los valores morales del combatiente judío son irrevocables. En los momentos de necesidad tendrá que luchar, consciente de la justicia y de la obligación de vivir en paz con su prójimo. Tiempos de guerra y tiempos de paz son acontecimientos que coinciden en la dávida del Señor de la paz.

Según el judaísmo, la moral no está desconectada de la realidad y sus circunstancias. Aun en el caso de problemas éticos que se suscitan en una realidad distinta a la acostumbrada, la orden de “no matarás” será vigente en tiempos de guerra como en tiempos de paz. La moral no cambia; se modifican las circunstancias en la que vive el hombre.

A pesar de que en tiempos de guerra la Torá exige al hombre fidelidad absoluta al colectivo y al individuo y la entrega de su vida por ellos, renunciando a sus criterios personales en pro de la comunidad, la Torá no pretende el olvido total de los sentimientos morales y de la naturaleza humana.

La única función del ejército es la defensa del pueblo y su patria. Por eso, antes de salir a la guerra se reforzaba el amor a la nación y a la patria, y conjuntamente con la invocación al espíritu de valentía, el sacerdote se preocupaba de fortalecer la moral y la observancia Divina del cielo, que es la fuente del heroísmo. La fuerza del ejército judío no reside en el número de sus integrantes ni en el tipo de armamento, sino en su nivel humano, moral y religioso.

Pero, a pesar de todo, durante la guerra es difícil evitar el agravio y las faltas de moral. El hombre está enardecido y sus malos instintos vencen, sin que nadie pueda gobernar sobre él en momentos tan difíciles. La Torá fue consciente de todos los peligros que amenazan al hombre en contienda, y por eso, hace advertencias que no sería necesario promulgar si el hombres estuviera en su casa gozando de paz.

El soldado del ejército hebreo debe cuidad su pureza, la de su cuerpo, la de su espírity y la de los lugares en que se encuentra. Es la pureza lo que demuestra su integridad espiritual. La Biblia no sólo exige la pureza en el lenguaje, sino también conservar la limpieza y el orden en todo el campo militar.

No es intención de la Torá agravar la situación, sino establecer un marco normativo que colabore en el cuidad del nivel moral del ejército. Tampoco pretende ponerse la “coraza de la justicia”, sino asomarse dentro del sistema de la guerra, para recalcar el valor de la moral y su identidad en todo tiempo y lugar.

Pero debemos recordad que no existe peor existencia para el hombre que la de estar en un campo de batalla. Tal vez sea la circunstancia donde se lo avalúe plenamente, en sus valores y como hombre creyente. Allí comprueba en qué medida la Torá ha afianzado su imagen y su personalidad.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá Vaetjanán

Cada proceso necesita un liderazgo diferente

El pueblo de Israel se apresta a cruzar el Jordán e ingresar a la Tierra prometida. Allí su vida cambiará, y a desafíos inéditos se habrá de enfrentar.

Este es el momento cúlmine de toda la transición que, a lo largo de cuarenta años de deambular por el desierto, dará lugar a una nación, a partir de un pueblo de esclavos. De aquí en más la vida será otra; el enfrentamiento cotidiano se referirá a las necesidades normales de un pueblo y no más al riesgo de lo imprevisible. Por tanto, también las estructuras de liderazgo y poder habrán de cambiar.

Moshé era conciente de todo ello. El había sido el visionario, el soñador que enseñó a todo un pueblo a soñar una utopía, que estaba a punto de plasmarse en realidad. Había liderado la liberación de un pueblo que no tenía voluntad de ser liberado; y lo había dirigido a través del desierto, en una etapa en que todas las necesidades vitales de su gente fueron satisfechas de modo milagroso. El discurso a través del cual Moshé ejerció durante todos esos años el poder apelaba a la fe, al pensamiento mágico, a la expectativa de una verdadera y colectiva redención.

“En ese momento rogué a Dios”, expresa Moshé a su pueblo: “Te imploro me dejes pisar para que pueda contemplar la buena tierra que hay al otro lado del Jordán (…). Pero el Eterno estaba irritado conmigo por vuestra culpa y no quiso escucharme. Y respondió: Sube a la cima de la “pisgá” y alza tu vista hacia el occidente, hacia el norte, hacia el sur y hacia el oriente, y mira lo que alcancen a ver tus ojos, porque no has de pasar este Jordán (…)”.

Moshé sabía ya que la estructura de poder debía cambiar luego del cruce del Jordán; era consciente de que no seguiría ejerciendo su liderazgo; y hasta había procurado la elección en vida de Iehoshúa, su sucesor. Su ruego al Creador tenía por objetivo la realización de un sueño largamente alimentado y trabajado: Moshé estaba dispuesto a entrar a la Tierra de Israel como un hombre más, como otra oveja del rebaño que lideraría su sucesor.

Y es que cada época, cada momento histórico, cada contexto – en última instancia, cada proceso de cambio- necesita de su líder específico. Se corre severo riesgo de errática desorientación y dispersión de los esfuerzos, cuando una sociedad es guiada por un líder inadecuado para las circunstancias específicas, cuando los esfuerzos de la dirigencia y los de la sociedad caminan por senderos desencontrados, y no existe entre sus tácticas y estrategias una verdadera y fluida comunicación.

El líder debe ser una proyección del pueblo en tiempo presente, en su real situación. Debe abarcar el peso de su memoria y el vuelo de sus objetivos. En base a todo esto, concluyen nuestros sabios que no fue rigurosamente un “castigo” el que Moshé no entrara a la Tierra… sino el único modo en que era posible evitar toda interferencia del pasado en el proceso que viviría el pueblo de Israel luego del enorme salto cualitativo que significaría el cruce del Jordán.

La gravedad del castigo se ve mitigada, al mismo tiempo, por el permiso que otorga el Creador a Moshé de “mirar” la tierra que físicamente no podrá pisar. La singularidad humana de Moshé se conecta con la singularidad de La Tierra, la utopía inmaterializable se torna realidad en la interpenetración de un hombre que ansía intensamente y “ve”, y una tierra que se descubre ante él en su maravilloso esplendor.

El sueño se mantiene en su carácter de realidad alternativa, de universo ajeno a la conciencia ordinaria, pero roza lo fenomenológico en la conexión final entre el espíritu de Moshé y la ratificación sensorial que la tierra le ofrece al hacerse visible para él. “No has entrado en mí -parece decir- pero yo entro por la puerta de tus ojos”; y la conciencia de Moshé puede, ahora sí, reposar en tranquilidad, porque la imagen que soñó es, inobjetablemente, verdadera realidad.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá Matot – Masei

¿Qué es solidaridad judía?

En este punto del relato bíblico, nos encontramos con una crisis que no refiere al pasado, sino al presente y futuro del pueblo de Israel.

Transjordania ya ha sido conquistada. El pueblo de Israel se apresta a cruzar el Río Jordán para entrar a la tierra prometida y conquistarla. En este preciso momento, dos de las tribus piden a Moshé no cruzar el Jordán: ellos prefieren establecerse en el lugar en que se encuentran, y declinan tomar su parte de la tierra de Israel.

“Si hallamos gracia a tus ojos, rogamos que sea dada esta tierra a tus siervos por heredad, y no nos hagas cruzar el Jordán”. Con gran calidez y amabilidad realizan su pedido, que incluye implícitamente su separación del resto del pueblo. Ajenos a la santidad de la tierra de Israel, parecen concebir la tierra únicamente como factor económico: “Esta tierra es apropiada para el ganado y tus siervos tienen ganado”, argumentan.

Sumergidos en el utilitarismo material, los dirigentes de estas dos tribus carecen de la necesidad de compartir y comprometerse con la realidad de todo el pueblo de Israel. Así, explican a Moshé que “construiremos apriscos para nuestro ganado y ciudades para nuestros pequeños”, mencionando lo económico -el ganado- , antes que lo familiar y lo moral -los pequeños.

Acerca de éste pasaje, Rashí observa que Moshé invierte el orden de los elementos en su respuesta: “Construyan ciudades para vuestros hijos y apriscos para vuestro ganado”, y les aviva con un discurso acerca de la necesidad de preservar el orden auténtico de lo fundamental y lo secundario.

Refiriéndose a la unidad de su pueblo, Moshé agrega argumentos contra la iniciativa de Gad y Reubén: “Ý¿Acaso quieren permanecer aquí mientras sus hermanos van a la guerra? Ý¿Por qué quieren desanimar a los hijos de Israel, induciéndolos a que no pasen a la tierra que el Eterno les da?”. Moshé no está realmente preocupado por la viabilidad de la conquista. Sabe que Dios ha prometido al pueblo la tierra, y que ésta será igualmente conquistada con más o con menos soldados.

El cuestionamiento de Moshé es de índole moral; le acucia la duda acerca de cuáles son los elementos que definen a este pueblo como tal; teme especialmente que, en lugar de que la solidaridad colectiva lleve a estas dos tribus a luchar junto con sus hermanos, la deserción de las dos tribus desmoralice y desanime al pueblo todo antes de emprender la conquista.

Ante el riesgo inminente que percibe, Moshé decide este asunto autónomamente, sin consultar a Dios. Está dispuesto a dividir la tierra, pero no a consentir la división del pueblo. Gad y Reubén, por consiguiente, dejarán a sus familias en Transjordania, cruzarán primeros el Jordán y lucharán codo con codo junto con sus hermanos. Recién después de terminada la conquista y la partición de la tierra, se reintegrarán a sus familias y a la tierra que eligieron.

Esta parashá nos habla, en definitiva, de la responsabilidad de cada integrante del pueblo de Israel por todos sus hermanos. Un pueblo con su identidad apoyada en fundamentos sólidos es como un organismo sano: si una parte se encuentra en peligro, la integridad del cuerpo todo se ve comprometida, y el organismo entero se debe defender.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá Jukat

Una orden heterónoma para un hombre autónomo

Las leyes acerca de “Pará adumá”, la vaca roja, descritas en esta parashá, están incluidas dentro de las leyes de pureza e impureza de la Torá. De acuerdo con estas leyes, se sacrificaba a la vaca roja, se quemaban los restos, y sus cenizas servían como elemento purificador para aquellos que habían adquirido impureza ritual como consecuencia del contacto con un muerto. Era imprescindible que la vaca fuera totalmente roja. El hecho de que dos de sus pelos fueran de otro color, la tornaba inválida para tal función. Tampoco podía ser empleada para trabajar la tierra o para transportar cargas cuando estaba destinada a purificar al hombre impuro. Sólo después de haber sido purificado mediante las cenizas de la vaca, al hombe impuro le estaba permitido entrar en el Templo.

El hombre de Israel debe cumplir con distintos tipos de preceptos. Existen preceptos positivos y negativos. Existen leyes racionales, comprensibles, morales, y también preceptos que son órdenes dogmáticas que no podemos cuestionar y acerca de las cuales no podemos recibir respuesta sobre su causa o fin. Entre estas leyes se destaca el precepto de “Para adumá” (la vaca roja), al que se refiere nuestra parashá. Este precepto constituye un secreto, un enigma más allá de nuestro entendimiento. Se llevaron a cabo numerosos intentos de explicar el sentido de este precepto y el de las diversas leyes que lo especifican, pero el precepto parece poseer una dimensión mística, espiritual, para la cual es difícil proveer explicaciones racionales. La mente y la razón humanas son capaces sólo de percibir la realidad sensorial y el mundo de los hechos reales, con los cuales pueden relacionarse en forma adecuada. Ello no ocurre con respecto a los elementos que se encuentran más alla de esta realidad.

La ceremonia relacionada con “Para adumá” constituye una actividad de purificación personal, una experiencia individual que purifica al judío desde el punto de vista ritual y le permite retomar su estado de pureza. Su eficiencia no se basa en el sentimiento ni en el raciocinio, sino que exige obediencia y sumusión, a través del sometimiento del pensamiento y la voluntad ante la Ley Divina.

Según la concepción judía del sistema de leyes y preceptos, es posbile analizar la significación de los preceptos, pero sin embargo es necesario cumplir con ellos y enseñarlos aun en el caso en que no sea posible proveer una explicación racional o moral como los preceptos de Shatnez (la prohibición de mezclar tejidos en una prenda), o el precepto de “Para Aduma”.

Desde el punto de vista teórico existen razones diversas para el cumplimiento de los preceptos y cada una de las escuelas del pensamiento aportó su interpretación propia. El jasidismo consideró que el cumplimento de los preceptos permitía un acercamiento íntimo con el Creador. La escuela filosófica destacó los aspectos morales, históricos, utilitarios e intelectuales relaiconados con los diversos preceptos. Los estudiosos de la Kabalá sostuvieron que el cumplimiento de los preceptos poseía una intención Divina, cósmica, y que el precepto representa el aspecto exterior que apuntaba a un secreto Divino. Sea cual fuere el punto de vista que sostengamos con respecto a los preceptos, debe destacarse que su cumplimiento es obligatorio. El judío no cumple con los preceptos sólo basado en su identificación espiritual, sino sobre la base de su obligación de hacerlo. Por supuesto, si el hombre alcanza un nivel en el que cumple con los preceptos sobre la base de su identificación interior, esto reviste a los preceptos de un nivel espiritual superior, pero la razón elemental de su cumplimiento sigue siendo que son órdene Divinas que comprometen al hombre.

El judaísmo no es sólo una creencia o una religión, sino también un sistema legal. Un sistema legal presupone la existencia de una congregación que acepta las normas que lo componen. Si profundizamos en su análisis, descubriremos que todo sistema legal se basa en un concepto fundamental: el derecho y la capacidad de gobernador de establecer sus leyes. De esta premisa derivan las leyes del judaísmo, siendo su origen el pacto entre Dios y Su pueblo.

El judaísmo religioso asume dos compromisos: el cumplimiento de los preceptos y la identificación con el destino del pueblo. Ambos demandan un alto nivel de fe, ya que es posible considerar que este sistema legal constituye un orden natural dentro del cual nace el hombre, quien los acepta como una realidad. En su vida personal, el hombre acepta sobre sí el cumplimiento de los preceptos que se refieren a cada aspecto de su vida y entre los cuales existen también preceptos que le resultan incompatibles.

La Torá distingue entre dos tipos de leyes: Jok y Mishpat. Jukim son generalmente leyes ilógicas, a tal putno que si cierta conducta no nos fuera exigida por la orden Divina, nunca la llevaríamos a cabo. Suponemos que cada ley posee lógica e intención Divinas, pero no podemos saber cuál es su objetivo. Los mishpatim son leyes que reflejan valores culturales que exigen compromiso y cumplimiento, originándose éstos en una orden Divina.

Es posible definir una ley como una norma y orden absolutos, que demandan obediencia total, sin reparo alguno. Un judío observante acepta la orden de la Torá del mismo modo que el enfermo acepta las instrucciones y los medicamentos de su médico. Es posible intentar, analizar y averiguar, pero un última instancia se hace necesario aceptar la ley sobre la base de nuestra fe.

La ley posee ciertos aspectos característicos. En primer término, es inalterable. No depende de las transformaciones de la situación o de la ideología, o de las cambiantes condiciones económicas o sociales. La ley religiosa posee el mismo carácter inalterable de las leyes naturales. La ley constituye el elemento básico que determina y dirige la existencia física de la naturaleza y la conducta del hombre, por lo cual debe ser inalterable.

La segunda característica de una ley es su exigencia de obediencia y sumisión total, justamente porque requiere la renuncia a la comprensión humana. A pesar de que el hombre es un ser pensante, la ley exige, muchas veces, renunciar al entendimiento.

El judío creyente acepta la Torá en su totalidad, en calidad de ley inalterable e incomprensible. En realidad cumplimos con todos los preceptos – también con los que poseen una explicación racional en el aspecto social o cultural – como si fueran leyes. No diferenciamos entre los preceptos, sino que aceptamos y cumplimos con todos ellos, en su calidad de obligaciones religiosas absolutas. El motivo por el cual consideramos que todos los preceptos poseen por igual el status de ley es que no confiamos en la razón como guía en lo referente al sistema legal. En numerosas ocasiones la razón humana se siente perpleja ante la decisión que debe ser tomada, ya que el entendimiento humano debe necesariamente sopesar las razones a favor y en contra de cada una de las alternativas.

Muchas veces la razón coloca al hombre frente a la encrucijada, sin que sea capaz de decidir en forma cabal cuál debe ser el camino a tomar y cuál es la consideración que posee el valor moral más elevado. Este hecho nos indica que el sistema legal no debe basarse en la razón humana. Por ello, la Torá señala valores y preceptos que deben ser aceptados en calidad de leyes, lo cual determina que no pueden ser reformados, aun en el caso en que nuestra razón se sienta confundida. Si esta condición no existiese, habría sido posible anular cada una de las leyes, sobre la base del razonamiento de los hombres. La ley es un límite que restringe las tendencias del corazón del hombre, pero no constituye un límite claro y evidente, sino que encierra una razón y una actitud que no se revelan ante los ojos del hombre.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comentario a la parashá Nasó

El Nazir: la obtención del equilibrio psicológico

Entre los variados temas de parashat nasó, llama poderosamente la atención el tema que se refiere al Nazir (el nazareno o consagrado). Esta parashá se destaca porque no sólo nos presenta temas que le son propios, sino que nos enseña además ciertos elementos que son escenciales para el judaísmo.

Nos enfrentamos en el texto con el Nazir, un hombre que se aleja de los placeres del mundo y se caracteriza por la abstinencia total de la bebida. Existen tres prohibiciones con respecto al Nazir: beber vino o ingerir cualquier alimento derivado de la vid; afeitarse o cortarse el cabello (por lo cual el Nazir lleva pelo largo y cabello abundante); y adquirir impureza por entrar en contacto con cadáveres.

El aspecto interesante y nuevo que nos presenta la Torá mediante la imagen del Nazir, es que, a pesar de que nos impone un conjunto de reglas halájicas sumamente estrictas, existe también la conciencia de que, con respecto a ciertas esferas de la vida es imposible exigir una conducta única, tanto en el prsente como en las generaciones futuras. La Torá otorga entonces autoridad al hombre para que elija y se imponga a sí mismo una cierta forma de vida, que lo acerque a los preceptos y leyed de la Torá.

Esta actitud es relativamente moderna, ya que contiene elementos propios de una filosofía existencialista con respecto al hombre. Sin embargo, a pesar de no estar familiarizada con esta corriente filosófica, es evidente que la Torá era poseedora de la sabiduría necesaria referente al alma humana y sus necesidades existenciales.

La Torá se refiere a la generalidad del pueblo, y provee los preceptos que tienen por objetivo llevar a cada uno de los individuos del pueblo al estado espiritual de santidad.

Por lo tanto, la Torá no exige el precepto de Nezirut, ya que no todo el pueblo puede alcanzar este estado espiritual. Por otra parte, sin embargo, le permite a ciertos individuos cuyas necesidades religiosas o psicológicas exigen el estado de Nezirut, elegir voluntariamente el cumplimiento de este precepto.

Podemos considerar al Nazir como a un ser particular, distinto de los demás. La Torá permite también la existencia de individuos especiales. Esta persona elige para sí ciertas conductas singulares: se deja crecer el pelo, evitar ciertos alimentos, etc. La Torá, sin embargo, sólo permite llevar a cabo conductas especiales, si a través de ellas el individuo arribara a un marco social y religioso compatible con las normas básicas del judaísmo.

El individuo se convierte en Nazir en base a su elección libre. La Torá determina el marco de la Nezirut, pero permite al hombre determinar libremente su contenido. La Nezirut puede constituir un medio psicológico que le posibilite al individuo dominar sus instintos. Por ejemplo, en el caso de un bebedor que está dominado por su necesidad de la bebida y necesita liberarse de ella. La dependencia de la bebida es un pexado y, por ende, la fuerza de liberarse de ella encierra cierto elemento de snatidad. En la sociedad actual existen marcosa destinados a lograr este proceso se lleva a cabo mediante el alejamiento de la persona de su medio habitual para evitar, de este modo, que entre en contacto con las sustancias a las que es adicto y que le causan consecuencias nocivas. En forma similar, mediante la Nezirut el individuo puede recuperar el equilibrio psicológico.

El deseo del Creador no es que el hombre viva en un estado de Nezirut, sino que pone a su disposición varias satisfacciones. La Torá considera que el hombre es a la vez una criatura natural y espiritual, y por ello necesita ciertos placeres. Sin embargo, Dios no está dispuesto a aceptar que el hombre sea regido sólo por el hedonismo y su necesidad de placer personal.

Rabi Iehudá Haleví en su importante obra filosófica El Cuzarí explica la relación del hombre judío con el mundo material que lo rodea: “el religioso o siervo de Dios no acostumbra, entre nosotros, a apartarse y separarse del mundo como si le fuera una carga, ni aborrece la vida, que es de los principales dones del Creador. Con ella recuerda las obligaciones que le debe por los beneficios que continuamente recibe de su mano generosa…Ama el mundo y la vida colmadad de días porque con ellos conquista la vida eterna en el otro mundo y estima que cuanto más bien haga en esta vida, subirá a mayor grado en la otra”.

En toda religión en la que la idea de la redención del alma humana constituye uno de sus elementos centrales, la Nezirut ocupa un lugar importante y está relacionada con la santidad. Consideremos por un instante la actitud de otra filosofía religiosa, el budismo, con respecto a la Nezirut y habremos de descubrir una actitud totalmente antitética de la del judaísmo con respecto al mundo y la conducta humana.

De acuerdo con los principios del budismo, cuyo fundador vivió en el siglo VI antes de la era común, la “pena” es el elemento central que rige a este mundo. Todo el bien del mundo es pasajero y todo aquel que esté ligado a este bien pasajero, habrá de terminar en la tristesa. La tristeza es eterna, y se basa en la pasión. La pasión humana es la que origina la tristeza, de la que es imposible liberarse; ¿cuál es entonces la solución? El suicidio no soluciona el problema, porque después de su muerte el hombre habrá de regresar a la vida y padecer nuevamente. Sólo si el hombre elimina dentro de sí todo deseo, toda pasión, habrá de redimirse. La redención consiste, entonces, en la liberación de todo deseo y pasión vital. El objetivo del hombre es superar sus propias pasiones. Para lograr la emilinación de las pasiones interiores, el budismo porpone la Nezirut, que permitirá alcanzar el estado de “Nirvana”. Según el budismo, el hombre se redime a sí mismo. No existe mundo superior o fuerza superior que venga a redimirlo. El objetivo que el budismo presenta al hombre es pesimista y negativo.

Existe una diferencia fundamental entre el concepto judío de la Nezirut y el de otras religiones. La Nezirut judía incluye tres elementos: alejamiento de ciertos elementos innecesarios, en especial aquellos que provocan daño al cuerpo, como el vino. El segundo elemente es un aspecto especial de santidad que se logra mediante ciertas características exteriores, como el evitar afeitarse. El objetivo de estas prohibiciones es lograr la concentración del pensamiento del Nazir en esferas espirituales, eliminando la preocupación por el aspecto exterior y el cuidado de la presentación física y la belleza.

Contrariamente a la Nezirut característica de otras religiones, el judaísmo no exige el sometimiento de la fuerza instintiva y la naturaleza humana. El Nazir judío no está obligado a abandonar su vida de familia ni su matrimonio. Por el contrario, se le exige establecer su familia como todo hombre del pueblo.

El judaísmo rechaza es ascetismo como forma de vida, y no cree que éste constituya el camino hacia la santidad, contrariamente a otras religiones; desde el crisitianismo hasta ciertas sectas orientales, que decretaron el alejamiento del mundo y de todos los placeres, para encerrarse en monasterios o refugiarse en lugares elevados y alejados.

El Talmud dice: “El destino del hombre es rendir cuentas por todo lo que contempló con sus ojos y no comió”. Dios creó el mundo y lo puso a disposición del hombre para que éste lo usara y disfrutara de él. El rechazo de los placeres del mundo que El creó, es equivalente al rechazo de Dios que nos ofrece los placeres. Por lo tanto, es nuestro deber disfrutar del mundo en el marco de las leyes que la Torá nos impone.

La Torá no considera que la naturaleza sea un elemento corrupto contra el cual es necesario luchar. Por el contrario, el hombre debe vivir en el marco de sus tendencias y necesidades sanas. El judaísmo dice “sí” a la vida…

Rabino Eliahu Birnbaum