El despertar de la India

En días en los cuales el antisemitismo va en aumento, ante nuestros ojos cobra forma un proceso completamente inverso. Más y más personas creen en el judaísmo, apoyan al pueblo de Israel y piden sumarse a sus filas. Este tipo de fenómenos que en el pasado eran de una mínima envergadura incluyen hoy a cientos de miles de personas y más también. Este movimiento no se origina en sentimientos de tipo nacionalista sino en la fe religiosa. La intención última de los individuos y los grupos que participan de esta tendencia no es la incorporación de facto al pueblo judío o la inmigración al Estado de Israel sino unirse al Dios de Israel y a los valores de la Biblia hebrea. Fenómenos tales como judíos relegados que procuran retornar al tronco central del pueblo de Israel, descendientes de judíos que procuran reencauzar su pertenencia o personas que buscan un camino al judaísmo y que adoptan prácticas judías sin aun serlo no son una utopía sino parte de una realidad latente y dinámica.

Es interesante notar que este fenómeno está cobrando fuerza especialmente en países en ellos cuales no viven judíos y sin recibir ni el asesoramiento ni el aliento de comunidades judías o del Estado de Israel. Creo que hasta el presente ni el pueblo judío ni el Estado de Israel conocen suficientemente este despertar ni saben cómo relacionarse con él. Hasta hace unas décadas el pueblo judío se encontraba sumido en un gran sufrimiento, encerrado en los guetos de Europa y en las juderías de los países árabes y no estaba abierto ni mental ni prácticamente hacia los demás, hacia quienes querían entender la Torá y convertirse al judaísmo.

Considero que en virtud de los notorios cambios históricos será necesario dedicarle pensamiento a esta cuestión. Últimamente, el ministerio israelí de las diásporas conformó una comisión pública a los efectos de evaluar y pensar el relacionamiento del Estado de Israel hacia diferentes públicos en el mundo entero que poseen algún tipo de conexión con el pueblo judío para de esa forma elaborar una estrategia y fijar una política en esta cuestión.

En mi visita a la India el mes pasado me encontré con distintos grupos humanos que reflejan esta nueva realidad en el mundo todo y en especial en ese país (sobre parte de estos escribí extensamente en mis anteriores artículos en las secciones de “Judío Mundial” y “Rabino Mundial”). Mi primer encuentro fue con los patanes, musulmanes poseedores de raíces judías. El  segundo fue con la tribu de “Bnei Efraim” quienes sostienen ser descendientes de las tribus perdidas que fueron exiladas de la tierra de Israel por parte de los asirios. Asimismo, me encontré con comunidades de “judaizantes”, gente con pasado cristiano que descubrieron la verdad en el judaísmo y que desde hace ya unos años procuran ir por el camino de la Torá. Me encontré también con numerosas comunidades noáhidas que procuran estudiar la Biblia hebrea y judaísmo, así como también conducirse de acuerdo con los principios de los siete preceptos que Noé recibió. A pesar de las diferencias existentes entre los diferentes grupos y a pesar de que no todos están interesados en convertirse al judaísmo no cabe duda de que existe una gran búsqueda espiritual en el territorio indio. El movimiento espiritual que caracteriza a diferentes religiones que carecen de preceptos prácticos, sino que se centran en creencias e ideas, introspección y reflexión. El mundo cristiano también se encuentra en un constante movimiento espiritual, especialmente en su ala evangélica, tanto en América del norte, Centro y Sudamérica desde México hasta Brasil, África y Asia. Es de destacar que este fenómeno no se centra exclusivamente en el judaísmo, en Europa, África Centroamérica y Asia cientos de miles de personas decidieron convertirse al islam. Uno de los temas que despierta temores en occidente es el deseo de jóvenes, hombres y mujeres europeos de convertirse al islam no por motivos políticos sino espirituales. En la actualidad, numerosos afroamericanos en los Estados Unidos deciden convertirse al islam en virtud de su deseo de retornar a sus raíces anteriores a cuando sus antepasados fueran vendidos como esclavos.

Patanes

Los patanes o “pashtu” son millones de musulmanes que viven hasta hoy en el área indoafgana. Según su propia tradición su origen se remonta a los hijos de Israel que fueron exiliados en dirección a Asiria y de allí a Persia y posteriormente a Afganistán. Muchos de ellos dicen: “Somos descendientes de Banu Israail”. Según diferentes investigaciones los patanes eran parte del pueblo judío hasta que entre los siglos VII y X adoptaron el islam. Unos 1400 años posterior a su conversión al islam muchos de los patanes aun saben decir que descienden del pueblo de Israel no a modo de mito o leyenda sino como verdad histórica. Tal como me dijo el investigador del fenómeno “pashtu”, el Prof. Nabras Afridi, él mismo patán: “debe usted saber que un patán que no dice ser descendiente del pueblo de Israel no es un patán verdadero”.

Se trata de tribus musulmanas que se asentaron en el noreste de Pakistán y noroeste de Afganistán. Algunas de las tribus patanas fueron exiladas y llegaron al sur de la india provenientes de Afganistán durante el siglo XIII y allí continuaron su existencia como tribus separadas y diferenciadas con singulares costumbres.

A pesar de que los patanes son musulmanes, creen en el Corán y cumplen con los preceptos del islam (con la Sha´aría, las leyes musulmanas) mantienen diferentes costumbres que los diferencian de los demás musulmanes y les confiere una interesante conexión con los preceptos y las tradiciones judías. Una de las pruebas fehacientes del origen judío de los patanes son los libros genealógicos que se encuentran en la región de Jaipur en manos del Bara Zari, el escriba de la tribu que detenta estos libros. Estos documentan los nacimientos de la tribu patán a lo largo de los últimos quinientos años y vinculan a las familias a los padres de la nación israelita y al Rey Saúl.

Durante los días que duró mi visita llevamos a cabo el primer congreso de su tipo en la historia con la participación de judíos israelíes y musulmanes patanes en la ciudad de Jaipur centrado en el tema de “Las raíces judías de los patanes”. Los líderes patanes vinieron a escuchar y a analizar respecto de sus posibles raíces judías procurando profundizar en el tema. El congreso fue organizado por “Or Torá – judíos relegados” bajo la dirección de Eyal Bari quien escribió su tesis doctoral en la universidad de Ariel sobre los libros genealógicos de los patanes y sus líderes.

Durante el congreso, los patanes se dirigieron a nosotros y nos dijeron: “Los judíos son nuestros hermanos, somos hijos del mismo padre, somos descendientes de Abraham e Itzjak al igual que ustedes… estamos con ustedes porque somos patanes y si un patán dice que estamos con ustedes es de verdad… no como Caín y Abel sino como hermanos de verdad que se quieren el uno al otro…”.

Bnei Efraim

Los “Bnei Efraim” o judíos de Talugu viven en el sur de la India en el Estado de Uttar Pradesh y según su tradición oral se denominan “Bnei Efraim”. Se trata de un par de cientos de familias que llevan una vida judía, poseen sinagoga, rezan, cuidan Shabat, poseen faena especial según la usanza kasher y creen en un Dios Único. Proceden de la casta de los Mediga y según su tradición este nombre significa “narradores” o “maestros”. Según ellos su historia tiene inicio con el exilio de las tribus de Israel en el año 722 A.E.C. cuando llegaron a Asiria, Persia y Afganistán y desde allí a la India a través de las provincias de Jamo y Cachemira hasta Uttra Pradesh.

Los Bnei Efraim sostienen que su observancia del judaísmo se remonta a la antigüedad. En el inicio del siglo XIX abrazaron la fe cristiana a instancias de misioneros de la Iglesia Bautista. Sin embargo, previo al arribo de los misioneros ellos detentaban costumbres judías. A partir de 1981 algunos de ellos retornaron a su fe ancestral y a una vida judía. El primero de quienes retornaron al judaísmo a principios de los años ochenta del siglo XX fue Samuel Yaakobi quien hasta entonces fungía como pastor bautista. En mi visita tuve la oportunidad de conocerlo.

La visita donde los Bnei Efraim comenzó con un rezo de Minjá en su sinagoga y concluyó entonando el “Hatikva”. Uno de los líderes comunitarios leyó delante de mí estas emotivas líneas:

“Es para mí un honor estar hoy antes ustedes, en un día tan significativo, y hablar unas palabras sobre la comunidad de Bnei Efraim, su esencia, sus sueños, sus metas y especialmente su visión. ´Y será que cuando padezcas y todas estas advertencias te alcancen en el final de los días habrás de retornar hasta Dios tu Señor y escucharás Su voz’. El retorno al Santo Bendito Es, ese es nuestro anhelo.

Deseamos que se entienda con claridad que somos parte del pueblo judío y cuáles son las obligaciones que tenemos los unos hacia los otros y hacia Dios. Principalmente, queremos entender el rol de los Bnei Efraim como parte del colectivo judío, deseamos internalizar la luz de la Torá viviente, primeramente, aquí en el exilio, sin conformarnos con la expresión de deseo de que una vez que lleguemos a la tierra de Israel habremos de cumplir los preceptos.

Judaizantes

Otros grupos con el que me encontré en mi viaje fue el conformado por las comunidades de “Bnei Tzión”, “Kehilat Ovadiá” y “Bnei Iosef” las cuales fueron cristianas hasta hace pocos años y decidieron abandonar esa fe y abrazar el judaísmo. Los miembros de esas comunidades viajaron trece horas en ómnibus de ida y de vuelta para poder encontrarse conmigo durante una hora y narrarme su historia.

El fundador de estas comunidades fue un sacerdote cristiano llamado Samuel. El bisabuelo de Samuel era un judío proveniente de Bagdad que llegó a la India a los efectos de trabajar para el gobierno británico y allí se casó con una mujer nativa no judía. Tal como es sabido, a finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX numerosos judíos iraquíes emigraron a la India. En 1972, el padre de Samuel fundó una iglesia llamada “Iglesia de Sión” en la que oraban por el bien del pueblo de Israel y su Estado. Aparentemente, las raíces judías del fundador de la iglesia lo influenciaron y mantuvieron en su interior el nexo a nuestro pueblo. Con el correr del tiempo, Samuel terminó dirigiendo esa iglesia que llegó a contar con tres mil miembros, pero en secreto comenzó a guardar preceptos judíos sin compartirlo con los miembros de su congregación por temor a su posible reacción. Se trata de un fenómeno no tan común, un sacerdote cristiano que vive como judío dentro de su iglesia.

Fue solamente más tarde que Samuel cambió su nombre a Shmuel y comenzó a hablar con sus feligreses respecto de la importancia de la Torá y el Shabat, del Tanaj, las fiestas judías y la creencia en un Dios Único. Tras un prolongado proceso Shmuel anunció a la congregación que la iglesia pasaba a ser sinagoga y que de la fe cristiana se pasaría a la judía. La mitad de los miembros abandonó la congregación y la otra mitad adoptó el judaísmo. Muchos de los lugareños comenzaron a acosar a Shmuel y a los miembros de su comunidad. No le perdonaban al nieto del judío que abandonase el cristianismo para abrazar el judaísmo. Ante la falta de alternativas y a los efectos de poder dar de comer a los miembros de su congregación adquirió tierras y fundó un kibutz para que en él sus seguidores pudieran trabajar y a la vez cuidar el Shabat.

Resulta que junto a las cuatro comunidades judías reconocidas en la India que son la de Bnei Israel, la de los judíos de Cochín, los Bagdadíes y los Bnei Menashé florecen más grupos poseedores de raíces y legado judío.

Es imposible pasar por alto el hecho que el pueblo judío es heterogéneo y poseedor de diferentes círculos sociológicos que son el resultado de una larga historia, así como también de procesos alternos de exilio y redención. Creo que los grupos que mencioné nos enseñan respecto de la complejidad y la policromía de los diferentes círculos de la historia judía, tanto en el presente como en el futuro de nuestro pueblo.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Cristóbal Colón Judío

Si quieren saber sobre el origen de Don Cristóbal Colón (1451-1506) una buena opción es averiguar qué dice la gente al respecto. Una tradición y una leyenda muy repetida por muchos sostiene que el descubridor de América es de origen judío. No debe pareceros poca cosa que el descubridor del Nuevo Mundo haya sido compatriota nuestro abierta o solapadamente, pues de demostrarlo, esto implica no pocos honores para nuestro pueblo. Un resultado positivo a la investigación respecto de si Colón era o no un judío que ocultaba su origen puede agregar un novedoso mérito al pueblo de Israel en cuanto a que uno de nuestros hermanos haya realizado un descubrimiento tan importante como el del continente americano. Esto se asemeja al reciente lanzamiento de la nave espacial “Génesis” rumbo a la luna que inundó de orgullo patriótico tanto al Estado de Israel como al pueblo judío en su generalidad, al ver que continuamos desarrollando el mundo que Dios creó.

A los efectos de verificar la tesis de la judeidad de Colón emprendí un viaje por las islas del Caribe y, a partir del mismo, intenté comprender cuáles fueron los móviles de su actuar y si tiene realmente asidero la creencia popular sobre el origen hebreo del famoso navegante. Colón descubrió y ancló en las costas de Cuba, Jamaica, Puerto Rico, Trinidad, Haití (Isla Española), Honduras, Costa Rica y Panamá. Por ello, yo seguí sus pasos, pero a bordo de un crucero (Kosher Cruise), y usted estimado lector, podrá leer mis reflexiones a continuación.

Varios investigadores españoles llegaron a la conclusión de que Colón era “marrano” (cripto judío), o sea, un judío que se vio forzado a convertirse al cristianismo y continuaba abrazando secretamente su fe ancestral. Ocultar su creencia era indispensable para poder subsistir en virtud de la política de limpieza étnica que impulsaba en esos días la iglesia católica. Asimismo, muchos investigadores judíos apoyaron esta tesis, entre ellos Moses Anzalak, Shmuel Tolkowsky, Simón Wiesenthal (el cazador de nazis) y el historiador judeo-británico Cecil Roth. Existen numerosos testimonios que indican el carácter judío de Colón comenzando por su nombre y siguiendo por su bitácora de viaje, sus intercambios epistolarios y su modo de actuar.

El objetivo declarado de la expedición marina de Colón rumbo al occidente era encontrar un camino más corto hacia el oriente, empero, aparentemente su viaje poseía también un punto judío. Existen varias especulaciones respecto del motivo oculto de su expedición. Algunos sostienen que procuraba encontrar un refugio para los judíos perseguidos de España y Portugal, otros entienden que salió en busca de las tribus perdidas de Israel; o con el objetivo de encontrar tesoros de plata y oro, lograr la expulsión de los musulmanes de la tierra de Israel y construir el Templo en Jerusalén.

En su libro “Velas de libertad” Simón Wiesenthal entiende que la expedición de Colón estaba motivada por su deseo de hallar un refugio seguro para los judíos tras su expulsión de España. El diario escrito por Iosef Ben Haleví Haivrí, que no es sino Luis de la Torre, un cripto judío que buscaba un sitio en el nuevo mundo donde poder vivir tranquilamente y que fungía como traductor de Cristóbal Colón, es una fuente histórica importantísima que nos permite atisbar al trasfondo judío de la expedición. Así escribe de la Torrre: “mi padre era escriba de pergaminos de la Torá y dado que yo hablo varias lenguas y entre ellas el hebreo, Colón me invitó a formar parte de su expedición. El pensó que cuando arribemos a China en el lejano oriente podremos encontrar israelitas exiliados, así como a las diez tribus perdidas y por lo tanto quería tener la posibilidad de dialogar con ellos… un instante previo a ser expulsado de España acepté sumarme al viaje de Colón con la esperanza de encontrar allí a nuestros hermanos perdidos y poder vivir libres y tranquilos. En los barcos de Colón había un gran grupo de cripto judíos que vivían en permanente temor de que se cierna sobre ellos la espada inquisitorial y todos esperaban encontrar una vía para escapar de la misma”.

En el diario de su primer viaje de 1492 Colón nos revela su prodigioso plan. Escribe que con las ganancias provenientes de la conquista de los nuevos territorios quiere “liberar Jerusalén y construir la Casa Santa”. Colón repite estos conceptos varias veces a lo largo de sus diarios. Lo que lo impulsó a procurar riquezas era su deseo de financiar un ejército de más de cien mil soldados que liberasen Jerusalén de mano de los moros y construyan el Sagrado Templo.

El nombre de Colón no es casual, su apellido (Colón en español, Colombo en italiano o Colombus en latín) era típicamente judío y tiene su origen en el nombre hebreo Ioná (paloma) que en italiano se dice “colomba”. Uno de los rabinos más famosos, contemporáneo de nuestro marino se llamaba Rabino Iosef Colón (en su abreviación hebrea Maharik, 1420-1480). En España, en uno de los primeros autos de fe (1461) fueron quemados vivos Tomás Colón junto a su esposa e hijos acusados de mantener costumbres judías.

También la fecha de partida de Colón desde el puerto de Palos el 2 de agosto de 1492 es de significación a la hora de demostrar su judeidad ya que ese día fue el 9 del mes hebreo de Av, aniversario de la destrucción del Templo de Jerusalén.  Por razones difíciles de comprender, Colón subió a bordo a la tripulación el 2 de agosto, pero zarpó recién al día siguiente, el viernes 3 media hora antes de comenzar el Shabat. “Casualmente” el 3 de agosto era el último día antes que entrase en vigor el edicto de expulsión de los judíos de España que los forzaba a escoger entre el país y su fe.

Colón no partió solo a su expedición, sino que recibió apoyo económico de personas que profesaban abiertamente el judaísmo, así como también de cristianos nuevos que mantenían prácticas judías en secreto. De hecho, todos aquellos que apoyaron su emprendimiento eran judíos o judíos cristianizados. Entre los judíos que apoyaron su iniciativa encontramos al Rabino Don Isaac Abarbanel, uno de los hombres más ricos de España y al Rabino Abraham Zakut de Portugal, que era el astrónomo más renombrado en la España de la época amén de amigo personal de Colón y quien le entregó al marino un calendario perpetuo y elaboró para este los mapas relevantes para su viaje. Los principales donantes de Colón eran cristianos nuevos que mantenían prácticas judías en secreto, entre ellos Luis de Santángel y Gabriel Sánchez. Es claro que el apoyo judío al emprendimiento descubridor no procuraba ayudar a difundir el cristianismo en el Nuevo Mundo, sino que buscaba apoyar los objetivos judíos ocultos de la expedición.

Un hecho menos conocido respecto de Colón lo encontramos en su testamento, firmado el 19 de mayo de 1506, y que contenía clausulas sorprendentes. Colón destinó un diez por ciento de su patrimonio a los pobres y las solteras a punto de casarse. Aparentemente, estos gestos tienen su origen en los preceptos judaicos de donar el diezmo y ayudar a las novias pobres a casarse (“hajnasat kalá”), este último es considerado como un precepto carente de monto fijo estipulado para su cumplimiento. Además, ordenó entregar parte de su dinero a un judío que vivía en la entrada de la judería de Lisboa.

En sus documentos, Colón empleaba una triple firma de puntos y letras similares a inscripciones que es dable encontrar en las lápidas de los cementerios judíos españoles. Ordenó a sus herederos utilizar esa rúbrica para siempre. De acuerdo con el libro del historiador judeo-británico Cecil Roth “La Historia de los Marranos”, aparentemente, en su firma se encuentran vestigios del Kadish hebreo y de la palabra “kadosh” (santo).

Los investigadores señalan un hecho interesante y es que en el rincón superior izquierdo de todas las trece cartas que escribiera Colón a su hijo Diego, salvo en una, están inscritas las letras ב”ה que significan “con la ayuda de Dios”. Ninguna carta dirigida a personas ajenas a su familia contiene estas letras, y la única dirigida a su hijo Diego que las omite iba dirigida primeramente al Rey Fernando.

La tripulación de Colón incluía cristianos nuevos que procuraban encontrar un sitio tranquilo en el Nuevo Mundo donde poder vivir. También en ello, Colón mostró un trato especial hacia judíos y cripto judíos realizando ingentes esfuerzos por mantenerlos a salvo y permitirles llegar al nuevo destino. Colón ancló en Jamaica por primera vez en 1494 pero sólo en 1503 desembarcó en la isla. Tras el descubrimiento de las nuevas islas Colón declaró su pertenencia al Rey de España y fue nombrado gobernador de las mismas. Al encontrarse la isla bajo el mando de la familia Colón, muchos cripto judíos se dirigieron al marqués de Jamaica pidiéndole permiso para asentarse en la misma, petición que fue autorizada. La Reina Isabel concedió la isla de Jamaica a Colón y le prometió que allí no actuaría la inquisición. Eso explica por qué durante el gobierno de la familia Colón sobre la isla no se registró en esta la presencia de tribunal inquisitorio alguno. Los judíos que habitaban la isla de Jamaica pudieron preservar su judeidad a diferencia de los habitantes de otras colonias bajo el dominio español. De esa forma, Jamaica se transformó prácticamente en un enclave judío dentro del reino español y todo ello gracias a Colón y su familia que siguió sus pasos y se preocupó por la suerte de los judíos y los cripto judíos.

Las evidencias que indican el origen judío de Colón son innumerables. Existen señales de judaísmo y de vínculo familiar y al pueblo judío a lo largo de toda su vida. Colón provenía de una familia judía, poseía un apellido judío, tenía amigos judíos, su equipo de colaboradores cercanos en la expedición estaba conformado por judíos, en sus cartas cita numerosos versículos bíblicos, comienza sus cartas invocando el nombre hebreo de Dios, en su testamento deja dinero para ayudar a judíos pobres, judíos ricos le ayudan y lo protegen, él cuida de judíos y los aleja de la amenaza inquisitorial. ¿Acaso no es esto suficiente para responder a la pregunta de si Colón era o no judío?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Transex

Hace cuestión de unos años me llamó una persona a la cual no conocía. Él vivía en una isla pequeña en el sur de España. Aunque a alguno de los lectores le cueste dar crédito a la historia que les he de relatar, creo que expresa muy acertadamente el grado de complejidad de la vida judía que debe enfrentar un rabino de la diáspora. Así fue esta historia: el apellido de la persona que me llamó era Cohen Toledano. Con voz viril y muy reservada pidió realizarme una consulta. Cuando le respondí que me alegrará escuchar su pregunta y ayudarle en la medida de lo posible no me esperé en lo más mínimo una pregunta como la que me habría de formular. Miguel me manifestó su deseo de inmigrar a Israel y me preguntó si habría con ello algún problema. Le respondí que no lo conocía personalmente empero según sus apellidos parecería que es judío por lo que no tendría que haber problema alguno. Sin embargo, por medio de la conversación me fui dando cuenta que en la diáspora apellidos como Cohen o Toledano se refieren al lado paterno y no al materno. O sea, Cohen era el apellido de su padre que era hijo de un padre judío y una madre gentil, al tiempo que Toledano era el apellido del abuelo por el lado materno, empero su abuela materna no era judía. En resumidas cuentas, Cohen Toledano no era judío.

Le dije que a pesar de ello podría inmigrar a Israel por cuanto que la “Ley del Retorno” – la ley que establece quién tiene derecho de inmigrar libremente a Israel y solicitar la ciudadanía – determina que descendientes de judío de segunda generación y hasta tercera pueden hacer aliá. De repente, silencio del otro lado de la línea telefónica. Le pregunté si había respondido o no su inquietud y su respuesta fue: ¡no! Aún no le he formulado la consulta que precisaba realizar.

Cohen Toledano continuó hablando y me dijo que si bien él no es judío de acuerdo a la halajá, en los últimos años comenzó un proceso de retorno a la Torá y los preceptos. Me preguntó si podría pasar conversión tras haber inmigrado a Israel. Lo halagué y lo bendije por su acercamiento a la Torá y le dije que sin duda con sus datos actuales podría pasar un proceso de conversión en Israel y que con mucho gusto le ayudaría.

Empero aquí llegó el quid de la consulta, cuando me narró su historia personal: Cuando nací hace cuarenta años, contó Miguel, lo hice con características físicas tanto masculinas como femeninas. Nací con testículos, pero sin pene. Entonces, los médicos pensaron que se trataba de una niña con algunas características viriles y decidieron operarme y extraerme los testículos. Se trata de un fenómeno llamado “intersex”, denominación que recibe un fenómeno por el cual una persona tiene características físicas tanto masculinas como femeninas. Situaciones como esa confundieron, apasionaron y avergonzaron al establishment médico que hasta hace muy poco tiempo no tenía idea de cómo tratar situaciones como esta. En efecto, Miguel creció en sus primeros años como niña con todo lo que esto implica, empero durante su pubertad comenzó a desarrollar características masculinas tales como voz gruesa, vello en el pecho y en la barbilla y resultó que desde el punto de vista hormonal se trataba de un hombre. Es de mencionar que también en la Mishná se mencionan dos tipos de intersexualidad: el “Andrógino” (quien nació con órganos reproductivos de ambos sexos) y el “Tumtum” (aquel que al momento de su nacimiento no es dable establecer su género).

Tras la descripción de esta situación tan sensible y delicada comencé a intentar adivinar cuál sería la pregunta final de Cohen Toledano. En efecto, la que temí que fuera su consulta finalmente llegó. Me preguntó si con estos datos podrá pasar conversión según la halajá una vez que haya inmigrado a Israel. Lógicamente, su pregunta se deriva del hecho de que la conversión al judaísmo requiere de un hombre el presentarse ante un tribunal examinador, luego ser circuncidado y posteriormente sumergirse en la Mikve. ¿Cuál habría de ser la suerte de un hombre carente de pene y en quien resulta imposible cumplir con el precepto de la circuncisión? ¿Acaso puede ser judío? Debo admitir que al momento de escuchar la consulta no sabía dar una respuesta de memoria. Le pedí a Miguel que me diese un tiempo para pensar y consultar las fuentes para poder responderle.

La Guemará en el Tratado de Ievamot trae una discusión entre dos sabios tanaítas respecto de cuáles son los requerimientos obligatorios para una conversión. Al comienzo del pasaje, según Rabí Eliezer, solamente la circuncisión es indispensable mientras que para Rabí Iehoshúa sólo lo es la inmersión en la Mikve. Empero según la opinión de los sabios ambos procedimientos son indispensables, o sea, una conversión no está concluida hasta que el prosélito haya sido circuncidado y se haya sumergido en la Mikve. “Enseñaron nuestros maestros: un prosélito que fue circuncidado mas no se sumergió en la Mikve – Rabí Eliezer dice que completó igualmente su conversión, pues vemos en nuestros ancestros que ellos se circuncidaron mas no se sumergieron; si se sumergió y no se circuncidó – Rabí Iehoshúa dice que completó igualmente su conversión pues vemos en nuestras matriarcas que se sumergieron y no fueron circuncidadas; los sabios dicen que si no realizó ambos procedimientos no completó su conversión hasta que realice los dos” (Talmud Babilonio Tratado de Ievamot 46(A)). Tras un largo debate la Guemará arriba a la conclusión de que la halajá es de acuerdo a la opinión de los sabios: “Dijo Rabí Jía Bar Aba en nombre de Rabí Iojanán: no se es converso hasta que no se haya circuncidado y sumergido”.

Empero la discusión de la Guemará ronda en torno a quien posee prepucio y no fue circuncidado. En el Tratado de Shabat (135(A)) encontramos un debate entre la escuela de Shamai y la de Hilel respecto del status de una persona que nació sin prepucio por lo que no se la puede circuncidar. “Un prosélito que se convierte ya circuncidado, la escuela de Shamai sostiene que es necesario hacerle salir unas pocas gotas de sangre por el pacto y la escuela de Hilel sostiene que ello no es necesario”. El Shulján Aruj dictamina que “si fue circuncidado cuando era gentil es necesario hacerle salir unas pocas gotas de sangre por el pacto” (Ioré Deá 268:1).

Empero tal como lo describimos inicialmente, el caso de Miguel Cohen Toledano es diferente ya que no nació circuncidado sino carente de pene o le fue cercenado tras el nacimiento. Para un caso así el Shulján Aruj ya dictaminó que “si el miembro le fue cercenado no es necesario realizar circuncisión y alcanza con la inmersión en la Mikve” (Ioré Deá 268:2). De igual manera sentenciaron tanto el Rosh como el Tur (inciso 268).

Las palabras del Shulján Aruj respecto de que quien le fue cercenado el pene y desea convertirse no requiere de circuncisión y únicamente de inmersión se basan en la opinión de las Tosafot (Ievamot 46(B)): “Rabí Iosei requiere ambos procedimientos – escribió el Baal Halajot Guedolot que un prosélito que se convierte ya circuncidado se le debe hacer salir unas pocas gotas de sangre por el pacto, empero un bebé que nace sin prepucio no es necesario hacerle salir gotas de sangre porque en el caso de un niño que jamás poseyó prepucio esto no es necesario, empero en el caso de un prosélito que sí poseyó prepucio y su circuncisión no se la considera circuncisión para nuestras leyes – se le debe hacer salir unas gotas de sangre por el pacto. En caso de que se le haya cercenado el pene y desea convertirse – Rabí Iosei acepta que alcanza únicamente con la inmersión”.

El Rabino Tzví Pesaj Frank en su responsa “Har Tzví” analiza el caso de un hombre que desea convertirse y es imposible circuncidarlo porque el procedimiento le pone en riesgo de vida. Le consultaron si la imposibilidad de circuncidar es o no un impedimento para la conversión. El Rabino Frank hace una distinción simple y acertada entre el caso de la persona a la que no se la puede circuncidar en virtud del riesgo de vida y quien no se lo puede circuncidar por carecer de miembro: “Es evidente que no se asemeja el caso de quien le fue cercenado el pene y carece de prepucio por lo que no es un incircunciso. En nuestro caso particular, en el que la persona posee prepucio empero no se lo puede circuncidar por cuestiones médicas – estamos ante un completo incircunciso” (Har Tzví Ioré Deá 220). O sea que, a los efectos de la conversión, no es posible convertir a una persona incircuncisa, empero en el caso de quien le fue cercenado el miembro no se lo considera incircunciso y por lo tanto se lo puede convertir sin mediar la circuncisión.

Tras unos días, Miguel me volvió a llamar para preguntarme por su futuro y su destino como judío. Tras analizar el tema y asesorarme con juristas le anuncié que puede inmigrar a Israel y pasar una conversión de acuerdo a la halajá a pesar de su situación tan especial. Es difícil describir su estallido de alegría del otro lado de la línea. Sin embargo, allí no terminó la cuestión, él me formuló otra pregunta: si en su situación especial, tras la conversión, podría estudiar en una Ieshivá y recibirse de rabino.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Jupot especiales – Parte II

¿Debe un rabino oficiar toda jupá que se le solicite? Dirigirse a un rabino determinado para que lleve a cabo la ceremonia nupcial es una costumbre que, en Israel, y aún más en la diáspora, está relacionada a un sinnúmero de motivos como lo pueden ser el vínculo personal y de amistad existente o si la pareja ya vio una ceremonia por él dirigida y decidió que ese es el rabino que desean para su enlace. A veces, esta preferencia se basa en lo agradable de la voz del rabino o en el hecho que habla el idioma más usado por los novios y sus respectivas familias. A veces, se trata de una amistad que data de largos años entre la familia de algunos de los novios y el rabino. Sin embargo, ¿debe un rabino asentir siempre a un pedido de oficiar una jupá?

En más de una oportunidad se dirigieron a mí parejas para pedirme que celebre su matrimonio, o como se suele decir más comúnmente que “los case”, pero yo sentí que no podía hacerlo pues intuía que la pareja no duraría junta por mucho tiempo, y entonces, ¿qué necesidad tenía yo de ser socio de la consumación de una unión que no habría de ser duradera? Como rabino, ¿estoy en el deber de celebrar un enlace del que no estoy del todo convencido?

No soy profeta ni hijo de profeta, pero al igual que cualquier persona un rabino actúa tanto en función de su experiencia, así como también en virtud de intuiciones y sentimientos. Tras largos años de tratar parejas y familias, así como de celebrar enlaces matrimoniales y arreglar divorcios, uno va adquiriendo un entendimiento determinado en estas cuestiones y al mismo tiempo los sentidos se agudizan. Por ello, de vez en cuando me surge la pregunta de qué debe hacer un rabino cuando una pareja le pide que los case si siente que se trata de dos personas que no seguirán juntas por largo tiempo. No siempre el rabino puede intervenir y expresar su opinión respecto del matrimonio en cuestión, pero ¿por qué tiene que casarlos? Así como en las leyes halájicas relativas a los jueces rabínicos existe una norma por la cual si el juez siente animadversión por uno de los litigantes no debe integrar el tribunal del caso en cuestión, ¿ podemos acaso inferir algo similar en este tema?

En la práctica, se puede decir que esta pregunta está vinculada al rol que juega el rabino bajo la jupá, ya que este no casa a la pareja, tal como se acostumbra a decir, y no genera la validez del matrimonio sino que es una suerte de facilitador u organizador de la jupá, cumpliendo así con lo dicho por nuestros sabios: “Todo aquél que no conoce el tenor de los enlaces (consagraciones) y los divorcios que no se ocupe de ello” (Kidushín 10a). Por lo tanto, ¿por qué un rabino habría de tener que casar a una pareja contra su voluntad? Por otra parte, ¿quizás corresponde ver al rabino como una suerte de médico que debe asistir a los enfermos y salvar sus vidas sin poder negarse a prestar asistencia? En Israel se trata de un dilema mucho más simple ya que hay un sinnúmero de rabinos que pueden efectuar el enlace, empero en comunidades pequeñas de la diáspora donde hay un solo rabino, se trata de una pregunta relevante.

Tal como es sabido, existen diversas opiniones respecto del origen del decreto por efecto del cual justamente un rabino es quien debe levar a cabo una ceremonia nupcial. Según el Ba´al Shhevut Ya´akov (III 121) ya desde los tiempos de la Guemará se acostumbraba a llevar a cabo el enlace con la presencia de una persona que organize o dirije la ceremonia. Maimónides considera que el decreto antes mencionado comenzó en un tiempo posterior, y escribió: “Los rabinos de Egipto instruyeron que el enlace de un hombre con una mujer sea llevado a cabo únicamente por un rabino” (Respuestas Maimónides 156) (A los efectos de profundizar en esta cuestión ver el artículo de I. Ta Shema intitulado “Jupá Venisuín Bahalajá” en el Majanim 83 pág. 26; Y. Stzipanski “Los decretos en el pueblo de Israel” IV 165; Abraham Fraiman, “Seder Kidushín Venisuín” pág. 94).

Por otra parte, hay enlaces que el rabino celebra de buena gana y luego traen “sorpresas” e imprevistos. Recuerdo una jupá que comenzó con toda normalidad hasta que en un determinado momento el fotógrafo se acercó con las luces y el flash más de lo necesario y el palio nupcial se encendió fuego. En un primer momento tanto yo como el público presente pensamos que el fuego que había irrumpido era una pirotecnia que los novios tenían preparada para hacer del suyo un enlace especial. Empero conforme el fuego se iba expandiendo por el palio entendí que se trataba de un siniestro. De inmediato decidí que para que el fuego sea parte integral de la jupá y tranquilizar así al público me mantuve de pie en el mismo sitio y dije por el micrófono: “Así como este fuego asciende al cielo, que el amor existente entre el novio y la novia se eleve a las alturas y mantenga el calor de su relación”. Tras decir esto el público se terminó de convencer que se trataba de un truco de pirotecnia y tras extinguir el fuego la ceremonia continuó normalmente.

Otra dificultad que surge a veces en las bodas en la diáspora es la pérdida del anillo de la novia durante la ceremonia. En diferentes comunidades se arraigó la costumbre de que niños pequeños ingresan portando una almohadilla sobre la cual se encuentran los anillos de los novios. Si bien esta práctica ha ingresado también a algunas de las comunidades ortodoxas, considero que se trata de una praxis originada fuera del ámbito sinagogal ya que es muy común en las iglesias. Lo curioso del caso es que a esta práctica no se le aplicó el principio de la Torá de no conducirse según las leyes o costumbres de las naciones, transformándose en un hábito normativo en muchas comunidades diaspóricas. Sin embargo, esta costumbre tiene sus bemoles porque a veces los anillos no están correctamente amarrados a la almohadilla y se caen al suelo desapareciendo como si nunca hubiesen existido. En efecto, en más de una oportunidad en la que oficié una ceremonia de matrimonio me encontré bajo el palio nupcial con el novio y la novia mas sin el anillo de la consagración. En primer lugar, a los efectos de solucionar el problema propuse en más de una oportunidad que los anillos estén bien amarrados a la almohadilla o que los niños ingresen portando anillos de fantasía y no con la alianza verdadera. Empero, ¿cómo se puede celebrar una boda sin el anillo del novio?

La halajá nos ofrece diferentes soluciones a este problema. Una es entregar el anillo mediante apropiación simbólica del mismo sosteniendo públicamente un pañuelo u otro objeto mientras que el propio anillo permanece guardado en la casa o en otro sitio. Empero se trata de una solución halájica que el común de la gente no la puede entender por lo que se torna difícil convencer al novio, a la novia y al público presente que este proceder es correcto, puesto que entre judíos una boda sin anillos no es boda.

Otra forma más aceptada de superar el contratiempo es pedir a una mujer  presente en la sala que compre o venda al novio un anillo de forma efectiva y ante testigos. Si bien el Rosh (Kidushín cap. 1:20) teme a este tipo de solución y escribió que “vi en Ashkenaz que se acostumbra casar con un anillo prestado, comencé a investigar el origen de semejante práctica pues aparentemente en un caso así la novia no es consagrada ya que recibió un anillo que no es de su propiedad, ya que debe devolverlo a sus dueños. Por ello resulta que fue consagrada mediante un objeto robado a otros y entonces la consagración no es efectiva”. Sin embargo, al final de cuentas el Rosh acepta este tipo de solución y explicó cómo es que esto funciona, y también el Shulján Aruj dictamina esta solución (ídem 28:20) como halájica.

Otro tipo de sorpresas pueden surgir al momento de ingresar al palio nupcial. La costumbre extendida es que los novios no caminan solos a la jupá sino que lo hacen con acompañantes, quienes por lo general son los padres y a veces otras personas. Esta costumbre se origina en el hecho de que en el día del enlace los novios se asemejan a reyes y por lo tanto no corresponde que caminen sin séquito. Asimismo, es sumamente significativo que ingresen acompañados de sus respectivos padres ya que al hacerlo se despiden simbólicamente de estos, quienes los entregan a sus respectivas parejas y de esa forma expresan la continuidad de las generaciones. Además, hay quienes explican que el hecho que los padres marchen a la jupá junto a sus hijos expresa su consentimiento y bendición al matrimonio que se celebra.

La costumbre de que los novios ingresen acompañados es mencionada por nuestros sabios de bendita memoria. En Bereshit Rabá (8): “Dijo Rabí Itzjak hijo de Rabí Simón, Mijael y Gabriel fueron los acompañantes de Adám en su matrimonio”. En la Guemará de Berajot (61a): “esto nos enseña que Dios fue el acompañante de Adám en su boda, de aquí aprende la Torá que es correcto que el grande acompaña al menor y entonces no sufrirá percance”.

Sin embargo, existen excepciones. En algunos enlaces que oficié las relaciones entre la novia y sus padres o entre el novio y los suyos no eran buenas y se negaron a ser acompañados por estos por lo que pidieron ingresar solos. En mi opinión, que ingresen los novios a la jupá solos estando presentes sus padres es muy vergonzante para estos últimos, pero no siempre los más jóvenes están dispuestos a tomar esto en consideración. En casos como estos hice que ni bien la novia llega al extremo de la alfombra que conduce al palio el novio descienda, se dirija hacia ella, la cubra con el velo y luego ambos ingresen juntos a la jupá. En un caso así se evita la vergüenza de los padres de la novia al no ingresar sola.

Otra forma de ingreso a la jupá de uso extendido en la diáspora y en los últimos años también en Israel se aplica cuando la novia es hija de una madre judía y un padre gentil o cuando ambos padres no son judíos según la halajá y la novia es conversa. En un caso así es común que ella pida ingresar junto a sus padres a pesar de que son gentiles ya que son sus progenitores y su familia. Hay comunidades en las cuales la costumbre era que los padres no judíos del novio o novia no ingresan a la jupá para que el público no vea como legítima la exogamia. Empero, en la mayoría de las comunidades de la diáspora se acostumbra que los padres no judíos acompañen a su hijo o hija a la jupá lo cual se permite por lo que mencioné anteriormente en cuanto a que el acto del acompañamiento a los novios no es una halajá, norma obligatoria o etapa necesaria del enlace, sino una práctica o costumbre que se mantuvo por generaciones. Por otra parte, los novios están preceptuados de respetar a sus padres aunque estos no sean judíos según la halajá y este deber se sobrepone a una costumbre que carece de antecedentes en nuestros antepasados remotos.

El Rabino Mordejai Yaakov Breiss autor de la responsa “Jelkat Yaakov”, a propósito de una cuestión similar escribió que “se acostumbra a no designar como acompañante a una persona que se casó en segundas nupcias, o a una pareja carente de hijos, y todas estas cuestiones son prácticas cuyo origen no logré encontrar en libro alguno y parece que se derivan de las palabras de señoras mayores y quien quiera seguir esta usanza que lo haga…” En efecto, hace cuestión de unos años estuvo en lo de uno de los eruditos halájicos más importantes y le consulté si una conversa puede ingresar a la jupá acompañada de sus padres gentiles. El notorio erudito, que además de ser una eminencia en la sentencia halájica es una persona muy agradable y luminosa me respondió gritando: ¿Qué pregunta es esa? ¡Por supuesto que se puede!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Jupot especiales

Una de las funciones más importantes que lleva a cabo un rabino, tanto en Israel como en la diáspora, es la de efectuar enlaces nupciales

El rabino es considerado experto en las leyes relativas a la realización de una ceremonia matrimonial y por ello se le confía que case a las personas de acuerdo con las leyes de Moshé e Israel, de modo tal que tras su intervención las personas estén adecuadamente unidas en matrimonio conforme a las reglas. En la enorme mayoría de los países del mundo los judíos que se casan deben llevar a cabo dos ceremonias, una civil y otra religiosa. La pareja en cuestión necesita recurrir a un juez y a un rabino a los efectos de quedar casados tanto a ojos de Dios como de los hombres, o sea, de acuerdo con la halajá y las leyes del país. En Israel, una pareja que desea casarse debe inscribirse en el consejo religioso de su región de domicilio o donde un rabino con facultades de inscripción nupcial que resida en las inmediaciones del domicilio de al menos unos de los novios, y que, por lo general no los conoce personalmente. Sin embargo, el rabino de la diáspora que inscribe a la pareja y la casa suele conocer a las dos familias y en algunos casos también a los mismos novios. Este tipo de relacionamiento permite también una mayor cercanía durante el casamiento.

Si bien la ceremonia de enlace matrimonial es de carácter significativamente halájico y judicial ya que por su intermedio se genera una nueva realidad legal, de todas maneras, posee también un componente emocional sumamente importante vinculado a la relación íntima entre los cónyuges. Por esta razón, es muy común que el rabino en cuestión amén de realizar la ceremonia acompañe previamente a la pareja y la asesore en la planificación de la misma respondiendo las diferentes interrogantes y dilemas que pudieran surgir durante este proceso.

Durante los años en que ejercí el Rabinato tanto en Israel como en la diáspora llevé a cabo miles de enlaces, empero una jupá nunca se asemeja a otra. Así como los rostros humanos son diferentes el uno del otro, de igual manera cada jupá difiere la una de la otra. Las particularidades tanto de los novios como las de sus familias generan una situación en la cual cada ceremonia requiere de un tratamiento especial, de un enfoque personalizado, así como también hacen necesario contemplar y tomar en cuenta a las personas participantes en un sin fin de aspectos.

Quisiera presentar al lector una serie de jupot especiales o de circunstancias particulares relativas a los novios que desembocan en una jupá diferente.

Hace unos años, un muchacho discapacitado en silla de ruedas me pidió que lo case. Se trataba de una persona que había sufrido un grave accidente de tráfico que le dejó lisiado en todo su cuerpo. Solamente podía mover el cuello y la cabeza. Los médicos y los ingenieros lograron producir para él una silla de ruedas que se mueve mediante la activación de un control con el uso de la vista sin necesidad de usar brazos o piernas. La novia, una muchacha sana y bien parecida, había sido su terapeuta y se enamoró de él en el marco del tratamiento. Es difícil de describir en qué medida durante las reuniones preparatorias para la jupá se percibía claramente el profundo amor que se tenían. Por otra parte, temían que la ceremonia ponga de manifiesto la discapacidad del novio avergonzándolo frente a sus invitados. Al novio le preocupaban especialmente dos momentos de la jupá, cómo habría de colocar el anillo en el dedo índice de la novia y cómo habría de quebrar la copa, ya que no podía mover ni sus manos ni sus pies. En un primer momento le dije que no había problema alguno ya que la halajá permite desposar una mujer por medio de un apoderado y él podía designarme como tal ante los testigos y entonces yo le entregaría el anillo ante estos, y lo mismo se podía hacer respecto del quiebre de la copa. Sin embargo, el novio no manifestó especial entusiasmo ante la idea original que le propuse e incluso la vio como ofensiva. Al igual que muchos otros novios, el nuestro consideraba que si no pisaba él mismo la copa el matrimonio carecía de validez y no auguraba bendición. El quiebre de la copa es muchas veces percibido como la parte más importante de la ceremonia, y, por lo tanto, sumando todas las creencias existentes, quien no entrega el anillo y no quiebra la copa no es un verdadero novio.

Es así que comenzamos a pensar juntos cómo podría hacer para entregar el anillo y quebrar la copa por sí mismo y de esa forma poderse sentir como un novio que se desempeña cabalmente como tal bajo la jupá.

Se nos ocurrió que previo al acto de consagración o kidushín yo entregaría el anillo al novio poniéndolo en su boca, el recitaría “quedas consagrada para mí por medio de este anillo”, la novia abriría palma de su mano y entonces el novio lo depositaría en esta.

Esta idea se basa en el hecho de que por la base misma del derecho halájico la novia debe recibir un anillo mas no necesariamente mediante la inserción del mismo en su dedo índice derecho. Este es el dictamen del autor del Shulján Aruj: “Quien consagra para sí una mujer por medio de dinero, de un objeto valioso o por medio de un documento de compromiso no está obligado a colocarlo en la mano de la novia, sino que, de así quererlo hacer, puede lanzarlos tanto hacia las manos de la novia, sobre su regazo, al interior del patio de su casa o en su campo y la consagración habrá de tener vigencia. En caso de que la novia se encuentre junto al novio, este deberá colocar el objeto en su mano o sobre su regazo” (Shulján Aruj Even HaEzer Hiljot Kidushín 30:1-2). De aquí aprendemos que no es necesario que el anillo sea colocado en el dedo de la novia, sino que debe ser transferido de la mano del novio a la de la novia. Además, según la opinión de algunas autoridades halájicas en el caso de una novia que está en su período de impureza el novio entrega el anillo en la mano de esta y no lo introduce en su dedo índice (Taharat Israel 192:35, Minjat Itzjak 3:83).

A los efectos de quebrar la copa se nos ocurrió otra solución. En un primer momento pensamos que el novio sostenga la copa con su boca y al liberarla y caer se habría de romper. Sin embargo, al novio le embargaba el temor de que la copa no se rompiese al caer, por ello adherimos la copa a una de las ruedas de la silla y al momento de romperla el novio habría de activar la silla, la cual al avanzar habría de romper la copa en cuestión entre la rueda y el suelo.

Una vez que diseñamos los métodos por medio de los cuales el novio habría de cumplir con su parte en la ceremonia practicamos varias veces hasta asegurarnos que todo era efectuado exitosamente. Sin embargo, el acto de entrega del anillo se enfrentó a una nueva complicación, ya que la ceremonia se habría de realizar en un sitio muy especial. En el medio de una piscina olímpica se construyó una especie de isla flotante con un camino de acceso a la misma también flotante. El novio temía que, de no ser preciso, el anillo podía caer al agua en vez de al interior de la mano de la novia. Por esta razón, el novio compró tres anillos, por si los dos primeros caían al agua…

Años más tarde, me tocó llevar a cabo el enlace de un muchacho de treinta años en silla de ruedas. También este había sido víctima de un grave accidente automovilístico en su temprana juventud y desde entonces no conseguía mantenerse de pie. En el caso de este novio, la parálisis afectaba a los miembros inferiores del cuerpo. Tal como se acostumbra en una jupá, el novio ingresó en su silla de ruedas acompañado por sus padres quienes sostenían sus manos a ambos lados. Empero mi gran sorpresa fue cuando el novio ascendió a la jupá. En las semanas previas al enlace el novio me había expresado que su gran sueño era estar de pie bajo el palio nupcial. Si bien me era claro que se trataba de un deseo íntimo acompañado de no poca esperanza, en lo personal me resultaba claro que esto no era factible. Grande fue mi sorpresa cuando vi que el novio tras ingresar a la jupá en su silla de ruedas logró ponerse de pie con la ayuda de un grupo de personas que le ayudaron a levantarse de la silla y vestir una especie de pantalón metálico que un artesano elaboró para él por encargo. Estos hierros, que fueron colocados alrededor de sus piernas, lograron mantenerle erguido durante toda la ceremonia. Tal fue mi emoción que llevé a cabo toda la ceremonia y todo el recitado de las bendiciones con lágrimas en los ojos. Tras acostumbrarme a ver a Daniel, el novio, en una estatura baja sobre su silla de ruedas, de repente pude verlo en su altura completa de un metro noventa. No sólo su cuerpo se elevó en su completa estatura, sino que su espíritu y sus ojos irradiaron felicidad y alegría por la jupá, por su flamante esposa así como por su firme y erguida postura.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Asimilación

Hace un par de meses visité la ciudad de Miami donde fijé un encuentro en el café “Aroma”. Llegué antes de la hora establecida por lo que me senté a tomar un cappuccino, abrí la computadora y comencé a trabajar para aprovechar el tiempo. De repente se me acercó un muchacho judío exclamando a voces: “Rabino Eliahu, Rabino Eliahu…”. Se trataba de un joven llamado Alejandro que me conocía de cuando fui Gran Rabino de Uruguay. Comenzamos a conversar y rápidamente me contó que estaba felizmente casado con una muchacha judía y tenía dos hijas pero que estaba preocupado y dolido por su hermano que mantiene hace ya tres años una relación con una muchacha no judía que conoció en Brasil. Alejandro me pidió que lo ayude a separar a su hermano de esa muchacha para que no termine casándose con ella y tenga así la oportunidad de formar un hogar judío. Le comenté que de acuerdo con mi experiencia, una pareja que está junta ya tres años es muy difícil de separar pero que de todas maneras valía la pena intentarlo. Acordamos que cuando viaje a Sudamérica procuraría encontrarme con su hermano para intentar convencerlo que no se case con su pareja no judía. Hace dos semanas viajé a Uruguay y me senté a conversar largas horas con el hermano de Alejandro.

De hecho, esta fue la primera vez que padres y familiares se dirigieron a mí para pedirme que intente separar a un muchacho judío de su pareja gentil o viceversa. Este tipo de pedidos suelen verse acompañados de mucha tristeza y dolor. Incluso entre padres no religiosos, la perspectiva de que un hijo se case con una pareja no judía suele ser sumamente penosa y creo que esto obedece a que intuyen que la familia no tendrá continuidad judía. Más allá de diferencias de tipo cultural o religioso, también padres no observantes ven con honda preocupación que sus nietos no sean judíos o no continúen formando parte de la tradición judía y del pueblo de Israel. Es interesante notar que la prohibición de la exogamia se aprende del versículo que reza: “No darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo, no sea que ella lo aleje de Mí y lo induzca a servir dioses extraños” (Deuteronomio 7:3-4). De aquí se desprende que el argumento de la prohibición radica en el hecho de que semejantes enlaces puede provocar que los hijos resultantes abandonen el camino de Dios y por ello la Torá los prohíbe.

Como es sabido, el problema de los matrimonios mixtos se encuentra hoy en un primer lugar de la agenda del mundo judío y de la generalidad de las comunidades. Casi no existe comunidad judía en el mundo que pueda decir que esta problemática no la afecta. Casi que no hay comunidad judía en el mundo que yo visite que no se enfrente con casos de matrimonios mixtos y problemas de asimilación, y de hecho las diferencias son únicamente de números y proporciones, si se trata solamente de un caso aislado o por el contrario afecta a un porcentaje importante de sus miembros.

En el pasado los procesos asimilatorios provenían de la necesidad práctica de los judíos de integrarse a la sociedad gentil y obtener así un determinado status social, cultural y profesional. Empero en la actualidad, en el mundo liberal que habitamos y en sociedades que por lo general no son religiosas, la fe o creencia de la persona no es de importancia y el judío es aceptado como un igual tanto en el mundo de la academia como el del comercio tanto en oriente como en occidente. Desde el inicio de la era moderna, cuando los judíos comenzaron a adquirir paulatinamente igualdad de derechos y a integrarse a la sociedad general, comenzaron a establecerse vínculos tanto sociales como profesionales entre judíos y gentiles. Esta dinámica se intensifica en nuestros días a raíz de la sensación general de estar habitando una “aldea global” en la que personas diferentes comparten una misma cultura y un mismo estilo de vida sustentado en valores comunes.

Solamente a los efectos de tomar idea del estado de las cosas, en los últimos cincuenta años el número de matrimonios mixtos en la diáspora subió en un 200%. El porcentaje de matrimonios mixtos oscila actualmente entre un 45% y un 50%, o sea, uno de cada dos judíos se casa con una pareja gentil. Las últimas investigaciones en Norteamérica hablan de un 71% de asimilación cuando a inicios del siglo XX este fenómeno alcanzaba únicamente el 1% y en el año 1944 el 2.6%.

En Australia, Canadá y Turquía el porcentaje de matrimonios mixtos alcanza aproximadamente un 25% al tiempo que, en un gran porcentaje del judaísmo mundial, incluida Francia el porcentaje es de un 35%. En Gran Bretaña y la mayor parte de América Latina el porcentaje oscila entre un 50 y un 60%. En México el porcentaje es inferior al 15%. En Europa Oriental y en parte de la ex Unión Soviética el fenómeno supera el 70% de los casos.

Entre asimilación y matrimonios mixtos

Quisiera diferenciar dos conceptos. A veces nosotros confundimos asimilación con matrimonios mixtos y creemos que se trata de un solo fenómeno, mas esto no es así. La asimilación es “la pérdida de identidad propia y la adopción de valores pertenecientes a la cultura exterior”, mientras que el matrimonio mixto es la conformación de una unidad familiar con una pareja no judía. El problema central no es ni la asimilación ni los matrimonios mixtos sino la pérdida de identidad judía. Tanto el proceso asimilatorio como el de la exogamia debilitan al pueblo judío demográfica y espiritualmente por cuanto que se trata de procesos de abandono y desaparición. De un modo u otro, el alto porcentaje de matrimonios mixtos es una de las señales más claras de asimilación del judaísmo mundial.

Actualmente, en el mundo judío existe un fenómeno nuevo de matrimonios mixtos no acompañados de pérdida de identidad judía. Si en el pasado era claro que un judío que se casa con una persona gentil o incluso con alguien de fe católica no habrá de procurar incorporarse a la comunidad israelita ni asistir a la sinagoga o a clases de judaísmo, en la actualidad se está desarrollando una tendencia que procura incluir todos los aspectos sin renunciar a nada. Mantener una relación de pareja con una mujer gentil y al mismo tiempo preservar el vínculo con la comunidad judía y el judaísmo. Es cierto que en el mundo postmoderno es posible concebir un matrimonio mixto sin asimilación y asimilación sin matrimonio mixto, empero en mi opinión existe una relación estrecha entre los factores, y aunque supongamos que es posible preservar numerosos y diversos valores en la familia posmoderna esto acontece únicamente por una o dos generaciones sin perspectiva de continuidad.

Entre ideología y sociología

En la actualidad la asimilación y los matrimonios mixtos no necesariamente son expresiones de rebeldía contra la tradición o el hogar paterno. Por lo general una persona no se asimila como producto de una reflexión personal o un discernimiento profundo sino en virtud de situaciones que se presentan y lo arrastran sin que medie una gran introspección. Creo que si preguntásemos hoy a la mayoría de los jóvenes asimilados si desearía o no casarse con una pareja judía probablemente la respuesta sea afirmativa. Por lo general, solemos creer que la profundización de la identidad judía evita matrimonios mixtos y por supuesto que esto es correcto, pero aparentemente, no se trata de la solución general a toda la problemática. Esto es, la preservación de la identidad y los valores judíos no aseguran que una persona judía no termine casándose con una pareja gentil ya que la exogamia no suele obedecer a una postura ideológica sino a una circunstancia sociológica. O sea, esto es posible en virtud de vínculos amistosos, “accidentes” románticos u otros sucesos no planificados o imprevistos. Me encontré numerosas veces con muchachos que me dijeron: “nunca en mi vida pensé en casarme con una mujer no judía, pero pasó, se trata de un accidente”.

Un judío no suele preguntarse a diario “¿por qué soy judío?” Empero el pueblo de Israel como colectividad tiene el deber de hacerlo constantemente, o sea: “¿por qué habría alguien de querer ser judío? ¿Por qué es importante continuar siendo judío en el siglo XXI? ¿Cómo es posible asegurar el futuro y la existencia del pueblo judío?

La conversación con el hermano de Alejandro

Durante las largas veinte horas de mi viaje rumbo a Uruguay pensé para mis adentros cómo explicarle al hermano de Alejandro que no debe desposar una mujer gentil. ¿Cómo debería hacerlo? ¿Acaso hablarle en términos de responsabilidad, continuidad y la necesidad de evitar romper la cadena de la transmisión o acaso sería mejor hablar de cuestiones vinculadas a la convivencia en pareja y la felicidad? ¿Hablar de valores colectivos del pueblo de Israel o de valores individuales? ¿Poner énfasis en aspectos religiosos o sicológicos?

Es así como me encontré pensando qué decirle al muchacho… “Creo que no digo nada nuevo al afirmar que la decisión de casarse es un momento de sinceramiento, tanto en el plano individual como en el de pareja. El matrimonio es una suerte de cruce de caminos en la que todo judío debe responder a la pregunta ‘en qué se manifiesta mi judaísmo, no sólo en lo referente a qué me hace diferente sino cuál es el contenido positivo de mi judeidad y si deseo o no compartirla.

El judaísmo cree firmemente en la institución familiar, procura formar familias estables y unidas que poseen una misma visión y objetivos comunes. Una familia que no sea solamente dos individuos diferentes que habitan bajo un mismo techo sino una comunidad de valores y creencias comunes.

En mi opinión la decisión de casarse con una persona judía no obedece a que los hijos de Israel y los gentiles se diferencien en virtud del sufrimiento pasado y el antisemitismo padecido en el pasado sino fundamentalmente por la voluntad de preservar valores e identidades judías futuras, y ello no es posible sino por intermedio de la institución de la familia. El argumento central contra los enlaces entre personas de diferentes religiones es el vaciado de la institución matrimonial de todo contenido o significancia, se trata de la separación entre el matrimonio, la fe profesada y el compromiso mutuo. Si estos se ven desconectados es probable que dejemos de ser judíos y dejemos de ser felices.

La pregunta de los matrimonios mixtos no pasa por si es posible o no vivir como judío junto a una persona no judía que yo sé que habrá de respetar mi postura, sino si soy o no capaz de hacer participar a mi pareja de mi vida judía, vivir junto a esta las experiencias judías y abrir mi corazón hacia ella. A estos efectos necesito de la compañía de alguien similar a mí, que comparta mis mismas creencias, ideas e identidad. No el respeto sino el diálogo y la  coparticipación son los fundamentos de una relación judía de pareja”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Turquía: Rezando en una mezquita

En un artículo anterior describí a mis lectores el fallido intento de atravesar la frontera desde Antakia en el sur de Turquía en dirección de Alepo en Siria. En esta ocasión continuaré la descripción de mi travesía por las comunidades pequeñas de Turquía. Visité las sinagogas de las localidades de Chulo, Kirekelreli, Chankla, Adirene y pasé un Shabat muy especial en la comunidad de Boursa, desde donde regresé a Estambul y de allí a la tierra de Israel.

La sinagoga en la ciudad de Chulo fue convertida en mezquita. Actualmente no viven judíos en esa localidad y la sinagoga hace de monumento recordatorio a nuestros hermanos que aquí habitaron y abandonaron la ciudad por diferentes razones a lo largo de las últimas décadas. En Chulo solía existir una comunidad judía pequeña cuya sinagoga contaba con servicios religiosos regulares. El edificio de la sinagoga se mantiene tal como era tanto por fuera como por dentro, el arca sagrada permanece en su sitio y el decorado del techo, así como también las columnas se mantienen tal como eran. Solamente se le agregó el minarete desde el cual el “muecín” o “almuédano” llama a los fieles musulmanes a rezar, siendo el único cambio significativo del edificio respecto de su plano original.

Cuando me enteré de la situación en la que se encontraba la sinagoga pedí visitarla. Me entristeció saber cuál fue el destino de nuestro pequeño Santuario y me emocioné al ingresar para rezar “Shajarit”, la oración matutina. ¿Acaso entré a una sinagoga o a una mezquita? ¿Se debe catalogar el edificio en función de lo que fue en el pasado o de lo que es en el presente? ¿Se trata de una sinagoga judía o de una mezquita musulmana? ¿Cómo se define la naturaleza del edificio, según quien lo construyó y rezó en él durante generaciones o según quien lo hace en la actualidad? Carezco de una respuesta a estos dilemas, empero ocuparon mi mente y mi corazón a lo largo de toda la visita.

El miércoles por la mañana llegué a la sinagoga-mezquita, me dirigí al guardia apostado en la entrada y le pedí entrar para rezar en el lugar. Si bien mi aspecto difería del musulmán local promedio que suele visitar el lugar, me recibió muy amablemente y me invitó a ingresar. Tras quitarme los zapatos, tal como se acostumbra hacer en las mezquitas, ingresé a la sala principal y me emocioné profundamente al ver el arca sagrada de la sinagoga en completa soledad junto al sitial desde el cual el imam dirige el rezo. La mezquita estaba vacía, mas la sinagoga estaba repleta de las voces de los judíos que allí rezaban y hoy ya no están. Mi rezo en la sinagoga transformada en mezquita fue uno de los más significativos de mi vida, sentí que recé. Sentí que no oraba solamente por mí y que no me encontraba solo, sino que lo hacía en nombre de todos los judíos que alguna vez poblaron los asientos del edificio que hoy está alfombrado en toda su superficie. Sentí orgullo judío al estar de pie en la mezquita y recitar “Shemá Israel” envuelto en mi talit y con mis tefilín puestos.

Como es sabido, las autoridades halájicas han debatido largamente respecto de la cuestión de rezar en edificios destinados a la idolatría y en mezquitas. La mayoría de las eminencias halájicas de nuestro tiempo niegan el carácter idólatra del islam y de ello se desprende la autorización para ingresar a una mezquita. Maimónides responde muy claramente a la consulta de Ovadiá el prosélito (quien se convirtiera del islam al judaísmo): “los ismaelitas no son idólatras en absoluto y rinden culto al Dios Único como corresponde, adjudicándole una unicidad carente de defecto alguno…” (Responsa de Maimónides, edición Blau 369). Por lo tanto, las mezquitas no se consideran casas de idolatría y por la base de la norma se permite ingresar a las mismas.

El Rabino Ovadiá Iosef permite ingresar a una mezquita e inclusive rezar en el interior de la misma: “en la mezquita de los árabes, en la que no se lleva a cabo idolatría alguna y oran a Dios adjudicándole una unicidad completa, no hay prohibición de rezar. Vi que varias eminencias y grandes piadosos rezaban dentro de la mezquita que se encuentra en la cueva de Majpelá” (tumba de los patriarcas en Jevrón) (Responsa Iabía Omer III, Ioré Deá 15). Asimismo, el Rabino Jaím David HaLeví escribió: “…empero en las mezquitas de los ismaelitas no aplica la prohibición de rezar ya que no son idólatras…” (Asé Lejá Rav I pregunta 59).

Durante mi visita a la ciudad de Kirekelreli me encontré con el último judío que quedó en la ciudad, y si bien es un hombre de negocios parte de su cargo es el de cuidar de la solitaria sinagoga. Se me ocurrió que existe actualmente el status particular de “último judío” de la ciudad o aquél que detenta las llaves de la sinagoga. El “último judío” de Kirekelreli es reconocido por todos los lugareños como “judío” y no esconde ni su origen ni su fe. Por otra parte, me explicó que ello le dificulta encontrar pareja proveniente de una familia musulmana. Los padres de las muchachas que él conoció le dijeron: “pensamos que ustedes no habrán de ser felices juntos si se casan y cada quien conserva su fe religiosa… y por supuesto que nuestra hija no se va a convertir al judaísmo ni habrá de ser judía… por lo que no tienen sentido que se casen…” Resulta interesante que son justamente los musulmanes quienes enfatizan que él no debe casarse con una no judía.

Boursa

Según antiguas fuentes hebreas, los judíos romaniotes habitaron la ciudad bizantina de Boursa en el noroeste de Turquía desde el año 820. Alrededor de la segunda mitad del siglo XVI judíos sefaradíes comenzaron a llegar y asentarse en Boursa. Cabe recordar que judíos españoles fueron invitados por el imperio otomano a asentarse en sus dominios y se abrieron las puertas a su ingreso.

Empero no solamente el Sultán otomano Baizit II invitó a judíos a su reino, sino que también lo hizo el Gran Rabino de Adirene durante los años 50 del siglo XV. El Rabino Isaac Sarfaty, descendiente de Rashí, escribió una misiva a los judíos de Europa invitándolos a asentarse en Turquía: “Escuché de las enormes penurias – peores que la muerte – por las que pasan nuestros hermanos en virtud de las despóticas leyes, de los bautismos forzados y las expulsiones… os cuento que Turquía es un país en el cual nada falta y si queréis aquí todo puede darse vuelta para bien. ¿Acaso no ha de ser mejor para vosotros vivir bajo gobierno musulmán que bajo el de los cristianos? Aquí toda persona vive segura, habita tranquilamente bajo su vid y bajo su higuera. Aquí podréis vestir ropas elegantes. Por el contrario, en tierras cristianas vosotros no osáis siquiera a vestir a vuestros hijos pequeños con los colores azul o rojo… y ahora, en vista de todo esto, ¿por qué habríais de demoraros? ¡Abandonad de inmediato esa tierra maldita!” (Aproximadamente 1454).

Los inmigrantes españoles y portugueses que arribaron a tierras otomanas se agruparon en comunidades que por lo general obedecían al sitio del cual provenían. Cada una de las congregaciones era independiente, poseía sinagoga, rabino, colegio, maestros, instituciones propias religiosas y de caridad, y muchas veces, inclusive un tribunal rabínico.

La sinagoga “Haguerush” fue construida hace unos quinientos años – a inicios del siglo XVI – bajo el gobierno del Sultán Selim II. La sinagoga posee una tebá superior para el oficiante con forma de galería, a la cual se puede acceder por medio de dos escaleras espirales desde ambos lados de la entrada. Esta tebá es fuera de lo común y similar a la que se puede encontrar en la India en la ciudad de Cochín. Al ascender, el oficiante a la tebá queda a la altura del “Ezrat Nashim”, la galería o palco donde rezan las mujeres, estando más cercano a éstas que a los hombres.

El Shabat en Boursa fue magnífico. A pesar de que quedan solamente unos treinta judíos en la comunidad hubo minián tanto el viernes por la noche como el sábado por la mañana. Llamó particularmente mi atención el nombre de la sinagoga, “Haguerush” (“la expulsión”). Los judíos de Boursa todavía recuerdan la expulsión de España. A pesar de que pasaron ya cientos de años desde que arribaron al imperio otomano recuerdan aún la expulsión de la península ibérica. Ven en ella parte de su historia personal y comunitaria. El presidente de la comunidad, el Sr. León Elnekavé, es descendiente de las familias sefaradíes que llegaron desde España a Boursa tras la expulsión y continúa hablando ladino, así como también relatando las historias de su familia. Resulta interesante hasta qué punto las comunidades judías y los judíos perpetúan su memoria histórica y continúan sintiéndose conectados al pasado, de modo tal que la sinagoga “Haguerush” sigue conmemorando un evento histórico que es también memoria personal.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Influencias foráneas

En numerosos aspectos de la existencia judía diaspórica encontramos rastros de influencias que no provienen de la casa de estudio rabínica sino del medio no judío circundante. Me refiero al uso de indumentarias similares a las de los gentiles, al  empleo de melodías eclesiásticas en sinagogas, al ingreso de la novia a la jupá acompañada de su padre al son de la marcha nupcial habitual entre los no judíos, a la similitud y hasta la copia de la arquitectura eclesiástica en la construcción de sinagogas, al uso de vestimenta de color negro por parte de mujeres que están de duelo, a la adopción de diversas festividades nacionales y culturales de  distintos países y  religiones ( por ejemplo: el día de acción de gracias en los Estados Unidos), a la adopción por parte de judíos de nombres gentiles o al uso de indumentaria similar a la de un sacerdote por parte del cantor litúrgico sinagogal. Estos y otros muchos ejemplos nos confirman que los judíos no viven en islas solitarias al margen de la influencia de las naciones, culturas o religiones extrañas.

Maimónides escribe: “No nos conducimos según las normas de los gentiles ni nos asemejamos a ellos ni en la vestimenta, ni en el peinado o cosa por el estilo. El judío debe diferenciarse y distinguirse de los gentiles tanto por su indumentaria como por sus demás costumbres, tal como se diferencia de estos en sus creencias (Hiljot Avodá Zará 11:1).

Según esto, está prohibido asemejarse a los gentiles y actuar como éstos no sólo por temor a la idolatría sino para diferenciar entre ambas colectividades, de lo cual se desprende que el motivo de la separación es principalmente de orden sociológico y no puramente religioso. Sin embargo, parecería que en la actualidad las directivas de Maimónides no se llevan a la práctica.

En diferentes épocas, los rabinos fueron recurrentemente consultados respecto del relacionamiento con la sociedad cristiana.

Una de las temáticas que más vívidamente reflejan la influencia cristiana al interior del Sancto Sanctórum de la vivencia judía es el uso de música eclesiástica en sinagogas. El Prof. Meir Benaiahu describe así la actitud de judería italiana hacia la música: “los judíos italianos eran amantes de la poesía y la música al tiempo que se distinguían por su habilidad para tocar instrumentos musicales… Italia estaba colmada de iglesias y en estas se rendía culto mediante cánticos y el uso instrumentos musicales. Las melodías brotaban de las casas de oración gentiles y entraban en los corazones de los judíos que pasaban por sus inmediaciones”. El Rabino Israel Moshé Jazán (rabino de Roma 1847-1854), a mediados del siglo XIX permitió tocar música eclesiástica en sinagogas:

“La melodía que se toca en las iglesias es tal que induce al corazón a la aceptación por tratarse de melodías sublimes y a las que el oyente está habituado… por lo tanto lo mismo ocurre con el corazón del judío que asiste a la sinagoga, este puede estremecerse y emocionarse al oír melodías exquisitas basadas en motivos que le son conocidos por tratarse de la cultura del lugar… por lo que influyen al interior de su alma. Por lo tanto, no es posible que un judío de Italia disfrute y su corazón se estremezca al escuchar melodías a las que no está habituado” (La Ciudad de Roma 1).

En otras palabras, un judío se emociona al escuchar las melodías que acostumbra a oír en su país de residencia. En Egipto los judíos disfrutaban de la música de Um Kultum, en Rusia los judíos disfrutan al escuchar las marchas del ejército local, cada uno reacciona emocionalmente ante la música propia del lugar que es aquella capaz de influir en el espíritu de la persona. Por esta razón el Rabino Jazán autoriza usar en la sinagoga música litúrgica eclesiástica, pues en su opinión esta es capaz de emocionar al judío e inducirlo a rezar.

Los eruditos italianos no solamente permitieron el uso de melodías litúrgicas eclesiásticas, sino que además autorizaron el uso del órgano, el cual es considerado por muchos como un elemento que agrega excelencia al cumplimiento del precepto de rezar (ver un análisis interesantísimo del tema en el artículo del Prof. Benaiahu titulado “Opinión de los sabios italianos sobre el uso de órgano durante el rezo”).

Otra pregunta originada en los rabinos italianos que fuera formulada al Rabino Israel Moshé Jazán y que aparece en su libro de responsa “La Ciudad de Roma” se refiere a la necesidad de los judíos de adoptar patrones culturales frecuentes entre los cristianos. El Rabino Jazán se lamentaba que el público llegaba tarde al rezo y propone una solución práctica: “decreté que se coloque en el patio de la sinagoga o en el exterior de esta un reloj y entonces no tendrán excusa… empero preguntan si se puede poner una campana que suene anunciando las horas tal como existe en las iglesias o en las casas y en las ciudades”. El público pidió un reloj con campanario similar al de las iglesias.

Cuando ejercí como rabino en la ciudad de Turín – Italia, observé una costumbre muy particular entre las familias de la comunidad. En Turín, durante la semana se cena a las ocho de la noche, ni antes ni después. Esta es la práctica de la población local y también la de los judíos. Me sorprendió de sobremanera percatarme que los judíos locales en las noches invernales de viernes en las que el Shabat se recibe temprano, al volver a sus casas provenientes del rezo no recitan de inmediato el kidush sino que esperan a que se hagan las ocho de la noche para realizarlo. Aparentemente, esta práctica contradice lo estipulado por el Shulján Aruj, el cual indica que “al regresar a su casa en la noche de Shabat se habrá de comer de inmediato” (Oraj Jaím 271:13). Sin embargo, en la responsa del Rabino Menajem Azariá de Pano (Italia, 1548-1620) leemos: “La costumbre mayoritaria de los judíos desde tiempos inmemoriales es no apresurarse a cenar de inmediato al llegar a la casa después de rezar Arvit… sino que cada uno actúa como le resulta más placentero, y permítanles a los hijos de Israel actuar según su propio criterio ya que todos ellos son descendientes de profetas”. Esto nos enseña que el placer sabático del judío debe estar adaptado a la práctica local y al horario habitual de cena en el sitio de residencia.

El Rabino Iosef Masas (1892-1974) en su libro “Maim Jaím” (“aguas de vida”) responde una consulta de un judío que pregunta si está permitido disfrazarse en Purim, y el rabino sorprende con su respuesta:

“En tu agradable misiva me relatas sobre la costumbre que es popular en tu país de usar máscaras en Purim, si bien el Ramá lo autoriza y hay quienes opinan que está prohibido, empero hay otras autoridades rabínicas que escribieron que está absoluta y terminantemente prohibido hacerlo porque esta costumbre se derivó del uso de máscaras por parte de cristianos durante la festividad gentil del carnaval´” (Maim Jaím 298). Según el Rabino Masas la costumbre de usar máscaras en Purim probablemente tenga su origen en prácticas ajenas al judaísmo.

El Rabino Itzjak Iosef en su libro “Yalkut Iosef” advierte de otra influencia cristiana sobre el mundo sinagogal: ” en algunas sinagogas modernas se ha innovado recientemente que el oficiante vista una indumentaria negra similar a la de los curas, solamente con leves diferencias. El imitar a los curas es una mala y amarga costumbre, se trata de una abominación, por lo que está prohibido rezar en estas sinagogas”. La necesidad de introducir la belleza de Yefet en las tiendas de Shem no es algo novedoso. Raban Shimón ben Gamliel dice: “En cuanto a los rollos de la Torá, además de en hebreo, se permitió escribirlos únicamente en griego… tal cual está escrito: ‘Dios concedió belleza a Yefet para que resida en las tiendas de Shem’. Que la belleza de Yefet esté presente en las tiendas de Shem” (Tratado de Meguilá 9B).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Aarón Calderón

En víspera de Sucot, hace ya más de una década, me encontré en la puerta de una Mikve junto a un Rebe jasídico (“Admor”) para participar de la inmersión ritual de un sacerdote católico que deseaba convertirse al judaísmo. Unos días antes de la ceremonia de inmersión, el sacerdote que se estaba transformando en prosélito, se dirigió a mi y me consultó si podía acudir a la Mikve acompañado de su rabino. Le respondí sorprendido y casi que enojado: “Aharón, todavía no eres judío y ¿quieres traer a tu rabino? ¿Quién es tu rabino? Una persona que aún no se convirtió, ¿puede tener rabino?” No cabe duda que incurrí en un grueso error, ya que el Rebe de Stropkoff Shelit”a, descendiente del linaje de Tzantz, aceptó a Aharón como jasid antes de que este se hubiera convertido. Fue así como en víspera de Sucot el Rebe de Stropkoff se encontraba en la puerta de la Mikve listo y dispuesto para la fiesta en puertas y para cumplir con el precepto de “amarás al prosélito”, luciendo su “Shtreimel” (gorro de piel tradicional jasídico de uso en ocasiones festivas), medias blancas en sus pies, una túnica festiva a rayas y sosteniendo un bastón con una de sus manos.

En múltiples ocasiones me ocupé de la inmersión ritual de conversos empero esta fue la primera en que me encontré en la “sala de espera de partos del pueblo judío” junto a un Rebe. La inmersión tuvo un carácter festivo y sumamente emotivo y una vez concluida bebimos un trago de “lejaim” según la usanza jasídica. En el Shabat posterior a la inmersión, el Rebe hizo subir a Aharón a la Torá e incluso preparó un Kidush especial en su honor. Sin embargo, esto no fue el final del acompañamiento que el Rebe dispensó a Aharón Calderón. Tiempo después, al comprometerse Aharón con una muchacha y disponerse a contraer matrimonio era necesario organizar el enlace tanto en sus aspectos materiales como espirituales. El Rebe de Stropkoff organizó una ceremonia de compromiso, el “Shabat Jatán” (evento que entre ashkenazíes se lleva acabo el sábado anterior al casamiento) e incluso ofició la jupá (enlace) fungiendo tanto de Rebe como de padre. El texto de la invitación que recibí para el casamiento de Aharón rezaba:

“Pondremos a Jerusalém por sobre todas nuestras alegrías- nos honramos en invitarlos al enlace del novio Aharón Menajem Mendel Calderón con la novia… y con el favor de Dios en vuestra alegría nos regocijaremos.

Padres del novio: Rabino Abraham Shalom Isasjar Dov Halbershtam hijo del Admor de Stropkoff de bendita memoria y esposa (“la Rabanit”). Padres de la novia: …”

El Rabino se presentó como padre del novio prosélito y de esa forma actuó cabalmente tal como nuestro patriarca Abraham. En ese momento entendí que, si bien no pertenezco al movimiento jasídico, había encontrado y adoptado un maestro y un Rebe. En efecto, cada año acostumbro visitar la casa de estudio del Rebe de Stropkoff en Mea Shearim durante las segundas celebraciones de Simjat Torá para allí bailar junto al Rabino y al cura que se convirtió al judaísmo. Creo que no existe otra danza que exprese tan clara y contundentemente la singularidad del pueblo de Israel y su Torá como este baile de a tres.

En la soledad del monasterio Justo José se sentía solo y comenzó una travesía espiritual de búsqueda del Dios Único. Sin embargo, no lo encontró en las fuentes cristianas ni en las respuestas del abad del monasterio. Cuán paradójico resulta el hecho de que el conflicto de Aharón con la trinidad cristiana y su travesía hacia el judaísmo habían comenzado entre los muros de un convento católico.

Las preguntas de Justo José eran simples pero profundas: “¿Cómo es posible que el Dios que durante centurias prohibió a los judíos hacer estatuas o adorar ídolos revela a Jesús como hombre y como divinidad bajo la forma de un cuerpo de carne y hueso? ¡Esto se asemeja a un padre que tiene un hijo diabético y le obsequia dulces! ¿Es eso posible?

Empero entre los muros del convento se despertaron no solamente preguntas sobre cristianismo, sino también sobre el judaísmo y el pueblo de Israel. Revisando la biblioteca del monasterio encontró una Hagadá de Pesaj en hebreo. Cuando leyó en el final de la Hagadá “el año que viene en Jerusalém” se sorprendió, pues pensaba que los judíos eran solamente un episodio que había desparecido ya de la historia, pero a través de este libro entendió que el pueblo de Israel vive en la expectativa y la esperanza de retornar a Jerusalém y reconstruir el sagrado Templo. De esto se desprende que el pueblo judío está vivo y coleando.

Cuando leyó en el Sidur el versículo que reza: “Y los hijos e Israel cuidarán el Shabat como pacto eterno por todas las generaciones” se sintió sacudido. “Entendí que el pacto entre Dios y el pueblo de Israel no está limitado en el tiempo, sino que es histórico y eterno, y entonces, ¿cuál es el lugar del cristianismo y el Nuevo Testamento en este esquema?”

Leyendo el libro de Génesis Aharón se sintió fascinado por la búsqueda espiritual de nuestro patriarca Abraham y tomó la decisión personal de emular la travesía abrahámica de reflexión e introspección, procurar su propia verdad personal y definir su fe. En determinado momento entendió que debía seguir su búsqueda en otra parte y en otra fe por lo que decidió abandonar el monasterio.

Su búsqueda lo llevó en primera instancia a una sinagoga conservadora y posteriormente a un Beit Jabad que funcionaba en la ciudad de Paraná. Allí comenzó a estudiar sobre la fe judía junto al enviado del Rebe de Lubavitch, empero los estudios no se llevaban a cabo a la usanza cristiana mediante dogmas sino por medio de preguntas, respuestas y comprensión. Tras dos años de estudios y vida judía José Justo decidió que quería convertirse. El rabino lo envió a la tierra de Israel para que continúe con sus estudios y pase su tan ansiada conversión.

Tras un período de estudios, al presentarse Aharón ante el tribunal rabínico, los jueces se sorprendieron de su historia de vida y hasta expresaron sus dudas, ya que no todos los días llega un cura para convertirse. Sin embargo, rápidamente entendieron que ante ellos se encontraba una persona poseedora de una profunda fe, sano criterio y aguda comprensión respecto del proceso que estaba viviendo.

Ante cada pregunta que le formulaban los rabanim a Aharón este replicaba si querían la respuesta según el sentido literal o metafórico del texto (“Pshat o Drash”), según las enseñanzas éticas o las místicas (“Musar” o “Sod”), si deseaban las citas talmúdicas primarias o se contentaban con las sentencias finales del Shulján Aruj. Los jueces comprendieron que estaban ante una persona que había realizado una larga travesía hacia la fe judía y lo aceptaron como judío de muy buena gana.

En realidad, Aharón Calderón no está solo. En los últimos años, no pocos miembros del clero y no pocos fieles cristianos desean convertirse e ingresar al pueblo judío. Algunos sostienen que, por razones teológicas, en virtud de su decepción de su anterior creencia o a causa de su interés y amor por el pueblo judío. Sea como sea, existe un flujo cristiano en dirección al judaísmo (respecto de este fenómeno y sus causas escribiré un posterior artículo en esta sección).

Escuché una vez de un amigo mío que había sido cura en Europa y hoy es un judío religioso en Jerusalém una observación muy interesante sobre el proceso de pasaje del cristianismo al judaísmo. Él sostiene que justamente por ser el cristianismo una religión espiritualista carente de preceptos prácticos, los creyentes que son personas sumamente espirituales tienen la posibilidad de decidir sobre un cambio en su fe y e pasaje a otra religión.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Que viva el Rey

A lo largo de la historia las comunidades judías de la diáspora acostumbraron en sus servicios de Shabat y días festivos a agregar una plegaria por la paz y el bienestar del reino gentil que los alojaba. Si bien en todas partes el móvil y la intención de los judíos eran idénticos, el formato y el destinatario de la bendición variaba de país en país. A veces la plegaria iba destinada al Rey o a la Reina del país, otras, estaba dedicada al Conde o al Duque de la región, otras veces se dedicaba al Emperador, en ciertas comunidades como la judeo portuguesa de Amsterdam se rezaba por el bienestar de los miembros del Consejo de la ciudad e incluso se llegó a recitar por el Zar de todas las Rusias. Esta oración se conoce comúnmente bajo el nombre de “Aquél que concede la redención a los Reyes” que son las primeras palabras de su redacción, la cual reza: “Aquél que concede la redención a los reyes, el gobierno a los príncipes y Su Reino es eterno, que salva a Su siervo David de la pérfida espada, Aquél que en el mar abre un camino y en las tempestuosas aguas una senda, que bendiga, cuide, engrandezca, eleve y guíe a nuestro señor el rey ….. a su esposa la reina y a sus ministros. Rey de la misericordia, en Tu generosidad eleva y ennoblece su ……. y prolonga los días de su gobierno”.

Esta plegaria se recitaba en numerosas comunidades del viejo continente, especialmente en Europa Central, del norte, del sur y menos en la Europa Oriental y los países árabes. Uno de los primeros rezos por la paz y el bienestar del gobernante lo encontramos en un sidur español del año 1300 dedicado a “nuestro señor Don Fernando” (Fernando IV de Castilla quien reinara entre 1295 y 1315). En la gran mayoría de las comunidades ortodoxas se preservó el formato que aparece en el Sidur de Redelheim de 1799. Hasta el día de hoy esta plegaria aparece bajo distintas versiones en los sidurim de la diáspora y se recita tanto en hebreo como en las lenguas del lugar. Es importante destacar que esta plegaria se convirtió en parte integral de los servicios religiosos e incluso en países en los que con el tiempo se pasó a régimen republicano o el monarca falleció, en las sinagogas se continuó bendiciendo al rey como expresión de respeto de la comunidad judía para con el Estado y sus instituciones amén del deseo de preservar la tradición.

En las congregaciones ashkenazíes esta plegaria se suele recitar después de “Yakúm Purkán”, en las italianas después de la bendición para la comunidad y en las orientales y de los países árabes al abrirse el arca sagrada previo a la lectura de la Torá, cuando se elevan diversas plegarias tanto personales como comunales.

¿Cuál fue la motivación del recitado de esta plegaria por parte de los judíos de la diáspora a lo largo de tantas generaciones? ¿Acaso se trató de fidelidad al país e identificación nacional de los judíos con su sitio de residencia o se trató de la preocupación por la supervivencia judía en cada lugar?

Los judíos recitaron la bendición por la paz y el bienestar del rey tanto cuando se veían a sí mismos parte integral del país como cuando no eran más que una minoría perseguida cuyo destino dependía de la protección del gobierno. A veces esta plegaria se elevaba por propia voluntad con una profunda identificación con los soberanos por ser estos justos y benevolentes con los judíos y otras se recitaba solamente de la boca para afuera para cumplir formalmente con el rito y no despertar el enojo de las autoridades hacia la congregación por no bendecir a los gobernantes. En algunos casos, los judíos trabajaban para el erario real y debían orar públicamente en pos del bienestar y suceso del monarca, debiendo pagar parte de los impuestos en dinero y parte con plegarias. En algunas de las versiones de esta plegaria es dable percibir su estilo adulador al reino, así como también un sincero sentimiento de agradecimiento e internalización de los valores de libertad, igualdad y fidelidad a la patria.

En otros casos nos encontramos con formatos de plegaria muy inteligentes en los que, tras bendecir al rey, al emperador o al   gobierno local se ora por la salvaguarda del pueblo judío: “Rey de reyes, en Tu inmensa misericordia pon clemencia en el corazón del gobernante y en el de sus asesores para que obren con bien con nosotros y con nuestros hermanos todos hijos de Israel, que en los días de su vida y la nuestra Judea e Israel sean redimidos, puedan morar seguros y arribe el salvador a Sión, que sea esta Su voluntad y responderemos Amén”. Tal como se desprende de este texto, nosotros oramos por ustedes los gentiles, pero ustedes deben también poner de vuestra parte y cuidar a los judíos del lugar.

La necesidad de orar por el bienestar del reino gentil no es una cuestión nueva, sino que tiene fundamento en las diferentes fuentes. En Pirkei Avot (tratado de la ética de los patriarcas) Rabí Janina el Vice Sumo Sacerdote, que era un visionario en lo que a política se refiere, dijo: “Has de orar siempre por la tranquilidad del reino que de no ser por el temor que este infunde se comerían vivos los unos a los otros” (3:2). Rabí Janina ve en la autoridad gubernamental un factor decisivo en la preservación de la paz social. Rabí David Abudraham escribe: “Se acostumbra a bendecir al rey y pedir a Dios que lo fortalezca y le permita derrotar a sus enemigos” (Abudraham, Leyes de la lectura de la Torá 37).

En la plegaria que elevara el Rey Salomón en el día de la inauguración del Sagrado Templo leemos: “Bendice también al extranjero gentil que llegue a tu morada desde tierras lejanas en pos de Tu Nombre” (Reyes I 8:43). Como vemos, nuestro monarca también destinaba el Templo de Jerusalén a los rezos de los gentiles transformando así el santuario judío en un sitio universal.

En el año 1933, tras el ascenso de Hitler al poder, las comunidades judías de Alemania se enfrentaron a un dilema interesante: ¿se debe o no continuar recitando la plegaria por el bienestar del gobierno? ¿Acaso corresponde seguir alentando al tercer Reich mediante nuestras oraciones? ¿Se debe modificar la costumbre o mantener intacto el protocolo del rezo? En cada sitio la respuesta comunitaria fue diferente, hubo congregaciones que inmediatamente dejaron de recitar la plegaria, otras continuaron haciéndolo modificando el formato y omitiendo expresiones problemáticas tales como “nuestra amada patria”, y hubo aquellas que continuaron recitándola en su formato completo para no modificar la costumbre. De todas maneras, la plegaria por el bienestar del país dejó de recitarse en toda Alemania a partir de “la noche de los cristales” que tuvo lugar en noviembre de 1938.

En una de mis visitas a sinagogas recónditas, llegué a la de la localidad piamontesa de Cúneo, capital de la región homónima, al pie de los Alpes en el noroeste de Italia. En su biblioteca encontré una bendición especial redactada por los líderes comunitarios en favor del Emperador Napoleón y su esposa. A finales del siglo XVIII y en virtud de la conquista francesa del norte de Italia y el Piamonte la situación de los judíos mejoró sensiblemente. Napoleón jugó un papel importante en la concesión de igualdad de derechos a los judíos de Francia y del norte de Italia. Probablemente esa sea la razón por la cual los judíos de la importante comunidad de Cúneo en la región del Piamonte decidieron dedicarle una bonita y especial bendición especial al emperador francés que se había transformado también en rey de Italia. Dado que este rezo no es conocido en el mundo judío la transcribiré aquí en toda su extensión.

“Contempla desde Tu sagrada morada y bendice, protege y asiste a nuestro Señor Napoleón emperador de Francia y rey de Italia Amén.

Bendícelo con bendiciones celestiales, longevidad y largos días en el ejercicio del gobierno Amén.

Protégelo cual pupila, y corónalo con eterno esplendor Amén.

Derrota a quienes contra él se levanten, que en sus días reinen la paz y la calma Amén.

Envíale tu luz y tu ayuda para que lo guíen, y que sea siempre resguardado por la verdad y la gracia Amén.

Envuelve en honor y esplendor a su amada y magnífica Lucía, gloria de su reino Amén.

Que su majestad nuestro monarca se eleve hasta lo alto junto a su sublime familia Amén.

Que tu pueblo Israel halle siempre gracia y misericordia ante sus ojos y los de sus consejeros Amén.

Que en los días de su vida y en los nuestros Judea e Israel sean redimidos, puedan morar seguros y arribe el salvador a Sión Amén.

Que las palabras de nuestra boca y nuestro corazón sean recibidas según Su voluntad Dios nuestro, nuestra roca y nuestro redentor Amén.”

El recitado de plegarias por el bienestar del reino en cada sitio es sin duda una consecuencia del hecho de que el judío fue un pueblo errante. A lo largo de los años los judíos y sus comunidades se transformaron en cosmopolitas y multiculturales aprendiendo a adaptarse a las condiciones que dictaron tanto el tiempo como el lugar, así como también a los cambios políticos que sobrevinieron en los diferentes países en los que radicaron.