Comunidad emergente de San Salvador

El Shabat en el cual se leyeron las porciones de Tazría y Metzorá lo pasé en una comunidad emergente en la ciudad de San Salvador en Centroamérica. Sus miembros aun no son judíos, pero se están preparando de cara a su conversión. Todavía no se presentaron ante un tribunal de conversión, pero ya poseen identidad judía, fueron circuncidados por un médico y observan toda la gama de preceptos del judaísmo. No se trata de un grupo fuera de lo común, de hecho, en la última década somos testigos de un fenómeno novedoso y sumamente interesante de no solamente personas individuales sino también comunidades y grupos enteros que desean pasar por un proceso de conversión e incorporarse al pueblo judío. Se trata de un fenómeno que está cobrando cada vez más fuerza de personas que buscan judaísmo, que no sostienen descender de judíos sino que quieren abrazar la fe judía tras años de búsqueda espiritual.

Si bien no es la primera vez que visito una comunidad de este tipo, en este viaje se me presentaron diversas preguntas de orden halájico y práctico respecto de mi interacción con una comunidad cuyos miembros no son judíos.

Previo a mi partida miembros de la congregación me pidieron que traiga conmigo artículos religiosos tales como un rollo de la Torá, tefilín y mezuzot. ¿Se puede vender artículos religiosos judaicos a un gentil? Una vez allí, ¿cómo debo manejarme en cuanto a los rezos? ¿Debo responder amén a sus bendiciones o plegarias a pesar de que quienes las recitan no son halájicamente judíos? Se trata de una sinagoga amplia con un arca sagrada al frente y una tarima o bimá en el centro y un rezo a la usanza sefaradí, ¿debo responder cuando ellos recitan “Barjú et HaShem Hamevoraj”? ¿Debo sumarme a ellos cuando entonan la “Kedushá” con melodía sefaradí?

¿Cómo debo proceder en temas referidos a la comida? Ellos prepararon un espléndido menú sabático, ¿se puede comer de todo lo que hornearon y cocinaron? ¿Se trata de comida preparada por no judíos que entra en la categoría de “bishulei akum” prohibida por nuestros sabios o quizás su decreto original no estaba destinado a esta circunstancia? A lo largo del Shabat los miembros de la comunidad pidieron estudiar Torá escrita, Mishná, Halajá, Ética y Filosofía Judía. ¿Se le puede enseñar Torá a un gentil? El Talmud en el Tratado de Jaguigá (13(A)) dice: “no se le enseña Torá a un no judío”.

Sin embargo, creo que la pregunta fundamental gira entorno a cuál es el status de estas personas. Por una parte, no son judíos, pero por la otra, ¿se los puede definir como gentiles? La halajá define o establece distintos tipos de identidad tales como judíos, extranjeros, hijos de Noé, paganos, extranjeros residentes, prosélitos, candidatos a conversión ya circuncisos que aún no se sumergieron en la mikvé y aquellos que ya se sumergieron más aun no se circuncidaron, hijos de padre judío etc. Empero, ¿cuál es el status de quien desea abrazar el judaismo mas aun no se presentó ante un tribunal de conversión? ¿Es dable encontrar o crear un status especial para estas personas? ¿Acaso un gentil en proceso de conversión puede ser considerado como no judío en todos los aspectos? Trataremos de ocuparnos brevemente de varias de estas interrogantes.

Es comúnmente aceptado que está prohibido enseñar Torá a un gentil o que cuide el Shabat, pero cuando se profundiza en el estudio de las fuentes resulta que esto no es tan sencillo, especialmente si nos referimos a una persona en proceso de conversión en el marco del cual está abandonando su cultura gentil para ingresar en el judaísmo. La prohibición de que un no judío cumpla Shabat o estudie Torá tiene su origen en el Talmud (Tratado de Sanhedrín 58(B)): “Dijo Resh Lakish, un gentil que cuida Shabat es merecedor de pena de muerte”. Respecto del estudio de Torá: “Dijo Rabí Emi: no se le transmiten conocimientos de Torá a un gentil, tal como está escrito: ´Dios no se condujo así con todas las naciones y no les hizo conocer Sus leyes´” (Jaguigá 13(A)). Asimismo, en el Tratado de Sanhedrín (59(A)) leemos: “Dijo Rabí Iojanán, un gentil que estudia Torá es merecedor de la pena de muerte, tal como está escrito: ´Moshé nos ordenó cumplir la Torá en heredad´, heredad nuestra y no de ellos”. Maimónides fue muy claro respecto del estudio de Torá o cumplimiento de Shabat por parte de no judíos: “Un gentil que se dedica a la Torá merece pena de muerte, podrá dedicarse únicamente a los siete preceptos de Noé, asimismo, un gentil que observó Shabat aunque lo haya hecho en un día de semana merece pena de muerte, y ni que hablar si inventó una festividad propia. La regla para seguir es la siguiente: no se le permite crear una nueva religión, que cumpla preceptos individualmente y por propia decisión, o se convierte y cumple todos los preceptos o permanece en su status presente sin agregar o quitar mandamientos” (Maimónides Hiljot Melajim 10:9).

De los conceptos de Maimónides resulta claro que el motivo de la prohibición de que un no judío cuide Shabat o estudie Torá es evitar que el gentil en cuestión cree una nueva religión, por lo que puede decirse que una persona que se encuentra en proceso de conversión puede hacer ambas cosas pues su deseo es incorporarse al pueblo judío y no innovar en el ámbito religioso. Maimónides permite a un gentil cumplir todos los preceptos si el móvil es su fe en que la Torá fue entregada en el monte Sinaí. Ese es precisamente el status del gentil que cumple preceptos y se encuentra en proceso de conversión: “un no judío que desea cumplir alguno de los preceptos de la Torá en aras de ser recompensado no se le impide hacerlo como del modo adecuado…” (Hiljot Melajim 10:10). De esto aprendemos que Maimónides ve con buenos ojos que un gentil cumpla preceptos por fe en la Torá e incluso es recompensado por ello, aunque mantenga su condición de gentil y cumpla los siete preceptos de Noé, por lo que con más razón habrá de verlo con buenos ojos en el caso de quien se encuentra en proceso de conversión.

Desde una perspectiva más amplia digamos que Maimónides tiene una actitud positiva hacia gentiles que estudian Torá. En su Responsa (149) explica que “está permitido enseñar preceptos a cristianos y atraerlos a nuestra fe y ello no es posible con los musulmanes por cuanto que estos últimos no creen en la fidelidad de nuestros escritos sagrados mientras que los primeros creen que estos se mantienen incambiados por lo que es posible atraerlos al buen camino”. De estos conceptos se desprende que Maimónides ve en la enseñanza de Torá a gentiles una suerte de ideal. En el Talmud encontramos que el anciano Hilel enseñó Torá a un gentil que procuraba convertirse hasta que llegó al versículo que dice ” todo extraño que se acerque habrá de morir” (Tratado de Shabat 31(A)).  De este relato, el Maharshá (Rabino Shmuel Eliezer Halevi Aidels) aprende que “Hilel enseñó Torá al gentil antes de que este este se convirtiera  lo cual nos indica que se le puede enseñar Torá a quien está en proceso de conversión, y no se debe objetar cómo se le enseñó Torá cuando aún era gentil si el Talmud nos dice en el capítulo de las cuatro penas capitales que un gentil que estudia Torá merece pena de muerte, ya que corresponde afirmar que si viene a convertirse esto estará permitido” (Maharsha a Tratado de Shabat 31(A)).

En nuestra generación el Tzitz Eliezer indica: “en cuanto a enseñar temas bíblicos, algunos preceptos prácticos y el uso del sidur es posible flexibilizar la norma en el caso de un gentil que desea convertirse y además todos estos estudios habrán de reforzarlo en el cumplimiento una vez que ya se haya convertido” (16:55).

Respecto del uso del rollo de la Torá y otros artículos religiosos por parte de gentiles podemos decir que el temor de venderle una Torá a no judíos obedece a dos razones: miedo a que se le dé un uso irrespetuoso o a que pase a formar parte de una colección museológica y no sea leído lo cual también representaría una afrenta para el rollo. Empero en el caso del público en cuestión, ellos honran de sobremanera el rollo de la Torá y lo leen los días de Shabat, lunes y jueves. Me emocionó hasta lagrimear el ver cómo durante el servicio de Shajarit de Shabat retiraron del arca sagrada el rollo de la Torá con amor y temor reverencial mientras recitaban el pasaje del Zohar “Brij Shmei” y posteriormente los jóvenes de la comunidad que estaban aprendiendo a leer en hebreo llevaron a cabio la lectura de la porción con una entonación sefaradí. En efecto, en la responsa del Yaavetz (II 121) vemos que cada caso debe ser analizado separadamente y en aquellas circunstancias en las que no se teme que el artículo religioso pueda ser deshonrado no se prohíbe su venta a un no judío. Un ejemplo de esto es el caso de Rabí que mandó una mezuzá al rey gentil Artebón (Talmud Jerosolimitano Tratado de Peá 1:1). En la Mishná Berurá leemos que el dictamen del Shulján Aruj por efecto del cual debemos redimir un rollo de la Torá que está en manos gentiles aplica para el caso en que se tema que estos le falten el respeto, pero de no ser así no es obligatorio rescatarlo (39:17).

De todas maneras, otra solución es actuar de acuerdo con la opinión de Maimónides quien escribió: “Un rollo de la Torá apto para su lectura pública debe ser tratado con sumo respeto…” (Hiljot Sefer Torá 10:2). Vemos que pone acento en el hecho de que el rollo sea apto para su lectura pública, pues de no estarlo “debe ser considerado como un libro de la Torá encuadernado que es usado para enseñar a leer a niños pequeños y carece de la santidad especial del rollo” (ídem 1). Por lo tanto, quizás se podría considerar la posibilidad de traer a grupos emergentes que aun no son judíos rollos de la Torá no aptos para su lectura pública y que por lo tanto carecen de santidad suficiente.

El rezo en San Salvador fue una verdadera experiencia espiritual, el servicio fue conducido en completo silencio, con cánticos y alabanzas, con melodías bonitas y la dulce voz de los distintos oficiantes. ¿Acaso es razonable excluirme de semejante público y no responder amén a las bendiciones que estas personas recitaban? La Mishná en el Tratado de Berajot (51(B)) establece que “se responde amén después que un judío recita una bendición, mas no después que un samaritano la recita, siendo necesario haber escuchado previamente toda la bendición recitada”, a lo cual la Guemará agrega “se responde amén a todas las bendiciones recitadas menos las de los niños pequeños pues las dicen para aprenderlas (53(B)).  Un samaritano representa en la Guemará a una persona que no es judía, mas incluso en este caso, si un judío escucha toda la bendición recitada y le queda claro que está destinada al D´s de Israel se puede responder amén.

En el Talmud Jerosolimitano leemos: “un gentil que bendijo a D´s se le responde amén” (Tratado de Berajot 8:8). En el Tur se dictaminó que (Oraj Jaím 215) que se puede responder amén a la bendición recitada por un gentil, aunque no se la haya escuchado completamente pues “los gentiles no suelen asociar a D´s con idolatría”. En la práctica halájica, Ramá sentenció que si se escucha una bendición recitada por un gentil se responde amén.

Si bien al responder amén a la bendición recitada por una persona que no tiene el deber de bendecir como es el caso de un gentil o alguien en proceso de conversión el judío no cumple por su intermedio con su deber propio, el responder amén implica estar de acuerdo con lo recitado, tal como dice el Shulján Aruj “deberá responder amén con la intención de que la bendición recitada es verdadera y yo creo en D´s” (Oraj Jaím 124:6).

En este caso, las cuestiones son aun más sencillas pues no se trata de gentiles que abrazan una fe pagana, sino que se trata de personas que creen en el D´s Único y están en proceso de conversión. Por eso, tras asesorarme con algunos eruditos, entre ellos con el Rabino Tzión Boarón Shelit”a parece que no sólo se puede sino que es preceptivo responder amén a las bendiciones recitadas por mis anfitriones salvadoreños, así como también al “Barjú”, el “kadish” y la “Kedushá”, aunque no sean todavía judíos. Si bien el “Barjú” debe ser recitado en presencia de minián, aunque se lo haya recitado sin quorum no se trata de una bendición en vano, sino que simplemente en este caso no alcanza el status de “davar shebakdushá” o “enunciado de santidad”.

Las autoridades halájicas escribieron principalmente respecto del status intermedio del prosélito que se encuentra en proceso de conversión, como por ejemplo, quien “se circuncidó mas todavía no se sumergió en la mikvé” y por ello está a mitad de camino entre la circuncisión que es el inicio del proceso y la inmersión que es su culminación. Sin embargo, no escribieron extensamente sobre el prosélito que estudia de cara a su conversión, pero todavía no se presentó ante un tribunal rabínico. En mi opinión, el prosélito que estudia previo a presentarse ante el tribunal de conversión como una categoría nueva y especial de status totalmente diferente del de un gentil.

Más aun, me parece que no es correcto usar el vocablo “goi” (gentil) para denominar a una persona que se encuentra en proceso de conversión. Generalmente, este vocablo se emplea para denotar que no sólo se trata de un no judío, sino que además es “extraño” u “otro”, alguien que se encuentra fuera del campamento de Israel ya se trate o no de una persona idólatra. Por ello, en mi opinión, corresponde cambiar la retórica que empleamos y denominar prosélito (“guer”) a quien todavía no terminó su proceso de conversión.

El Tzitz Eliezer (X 25:2) versa sobre la pregunta de si un prosélito que se circuncidó pero aun no se sumergió en la mikvé debe o no cumplir con todos los preceptos de la Torá sin haber finalizado su proceso, a lo cual responde: “Si bien no concluyó su conversión de todas maneras ya ingresó un poco en la religión judía y solo requiere de sumergirse en la mikvé… y una vez que inició su camino en el judaísmo que no lo profane…”, o sea, existe un status especial para quien comenzó su camino en el judaísmo, quien aceptó ya cumplir con los preceptos mas no ingresó aun por completo al pueblo judío.

Asimismo, en mi opinión corresponde considerar a quien se encuentra en proceso de conversión como una persona que salió del ámbito de la impureza de las naciones pero que no ingresó aun a la generalidad del pueblo de Israel. Especialmente aquellos que creen en HaShem, cuidan Shabat, se esmeran en cumplir cada precepto de la Torá, abandonaron la fe cristiana, se visten con recato y hasta sufren de presión social por parte de la población no judía. ¿Habremos de referirnos a ellos como a gentiles paganos e ignorantes o acaso como judaizantes, personas que buscan unir su destino al del pueblo judío mas aun no se sumergieron en la mikvé en presencia de un tribunal de conversión?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Pesaj en Los Cárpatos

Reflexiones de una fiesta de Pesaj que pasé en el extranjero – la búsqueda de las raíces familiares y Munkatsch como microcosmos judío.

Tras mucho pensarlo, decidimos celebrar la noche del Seder y pasar los días festivos de Pesaj fuera de Israel. La compañía “Shai Bar Ilán” ofreció a sus clientes un programa de Pesaj en los montes Cárpatos con paseos diarios a las aldeas judías para aprender sobre la historia singular de esta región e investigar las raíces de sus descendientes. Nos sumamos a este viaje para conocer y buscar las raíces de la familia de mi padre Z”L en esta región que fue la cuna del movimiento jasídico

Mi abuelo, Eliahu Iehuda Zusman, cuyo nombre recibí, nació en la ciudad de Satmer, falleció en 1930 y está enterrado en la localidad de Chap, hoy en la frontera entre Ucrania y Hungría. Mi abuela Jaia fue llevada desde Transilvania a la muerte en Auscwitz en 1944. En términos generales la familia vivió en diferentes sitios de Transilvania y Marmoresh, Siguet, Tesht, Arad, Sirt, Munkatsch y Chap. Si bien ya he recorrido no pocas partes del mundo en general y del judío en particular, no me había hecho tiempo de conocer el sitio de origen de mi familia, y de esa forma en Pesaj pude cumplir con la premisa de nuestros sabios según la cual “en cada generación una persona debe considerar que él mismo salió de Egipto” amén de conectarme más estrechamente con mis raíces familiares en estos confines de los Cárpatos.

La visita al pueblo de origen de mi abuelo y mi padre me permitió entender asuntos de los que no era consciente años atrás.

No creo que sea indispensable visitar el sitio de origen para profundizar Enel conocimiento de las raíces familiares, empero hasta el día de hoy la vida en estos confines no se diferencia radicalmente de la que se tenía a principios del siglo XX y la visita nos permite echar un vistazo a la existencia judía y su cultura siguiendo la idea de que una persona es el fruto del paisaje en el que nace y crece.

¿Qué lleva a una persona a leer libros y visitar sitios de internet en pos de reencontrarse con sus orígenes? ¿Acaso se trata solamente de la curiosidad por saber de dónde viene y a dónde va? ¿O acaso se trata de una necesidad espiritual que conecta a la persona con su árbol genealógico no solamente desde una perspectiva biológica sino como una cuestión de identidad?

Tras un breve muestreo que realicé entre mis amigos resulta que la mayoría de nosotros desconoce el marco familiar del cual proviene. Pocos son quienes pueden describir a su familia más de una o dos generaciones atrás. La mayoría de las personas desconoce quiénes eran los padres de sus abuelos, dónde vivían o cuál era su estilo de vida. Si bien ya se han dicho muchas cosas respecto de la necesidad de las personas de basar el futuro en su pasado, cosas como, por ejemplo: “quien carece de pasado, carece de presente y su futuro está envuelto en tinieblas, empero parece que esta expresión está más vinculada a la necesidad de los individuos por conocer su historia nacional y la del colectivo al cual pertenece.

Solemos conocer mucho mejor nuestra historia nacional que nuestro relato familiar. La historia colectiva la estudiamos en el colegio mientras que no todos tienen el mérito de poder escuchar el propio relato familiar de boca de sus padres o abuelos y tratar de reconstruirlo, a veces, suele asemejarse a armar un rompecabezas a partir de un sinnúmero de fragmentos. Probablemente, antes del holocausto la situación era diferente. Es probable que el exterminio interrumpió la cadena de transmisión de las tradiciones familiares que van de generación en generación. Es probable que esta búsqueda del narrativo familiar se trate de un proceso derivado del postmodernismo, o sea, desconectarse del narrativo colectivo para construir un nuevo relato personal.

La historia no solamente es una apasionante disciplina de estudio sino también una herramienta individual de autoconocimiento personal, colectivo y del mundo circundante.

Creo que investigar las raíces familiares es una forma de conferirle a la historia general un sentido personal. El Rabino Jonathan Sacks explica magistralmente la diferencia entre historia y memoria personal y la necesidad de investigar el origen familiar: “Existe una abismal diferencia entre historia y recuerdo personal, la historia es la crónica de un evento que acaeció en otra época a otra persona. Recuerdo es el relato de un evento que me ocurrió a mí por lo que es parte de mi persona y de quien soy. La historia es información mientras que el recuerdo es parte de una identidad…sin recuerdo no hay espacio para una identidad…y así como ocurre con las personas individuales otro tanto acaece con las naciones: se posee una identidad continua solamente en la medida que se pueda recordar de dónde se viene y quiénes fueron los antepasados…ser judío implica saber que más allá de la historia, está la misión de recordar”. La región de los Cárpatos, o como es denominada- Zacarpatia, era parte del Imperio Austrohúngaro hasta el final de la Primera Guerra Mundial y luego fue cambiando de manos entre rumanos, húngaros, eslovacos, polacos y ucranianos. Hoy en día esta región se reparte entre los diferentes países que la limitan con los Montes Cárpatos. En el pasado esta región estaba asociada con el acervo cultural judeo húngaro tradicional. Hasta el holocausto vivieron aquí unos cien mil judíos. En la actualidad, del lado ucraniano de los montes hay solo unos mil, especialmente en las ciudades de Host, Hughorod, Ungwar y Munkatsch.

Existen diversas opiniones respecto del origen de la presencia judía en los Cárpatos, empero es claro que la primera ola migratoria proveniente de Galizia y Ucrania es posterior a las masacres de 1648-9. La mayoría de la población en general y de los judíos en particular habitaban aquí en pequeños pueblos y aldeas y muchos de ellos eran paupérrimos. En esta región surgieron los grupos jasídicos de Satmer, Tzantz y Munkatsch. Distintos líderes jasídicos actuaron en esta región incluido el fundador del movimiento Rabí Israel Baal Shem Tov, aquí nacieron algunos de los premiados con el Nóbel como Isaac Bashevis Singer, Shai Agnón y Elie Wiesel.

Una de las ciudades principales de la región carpática era Munkatsch que se encuentra a orillas del Rio Laturitza. Hasta el final de la primera guerra mundial esta ciudad se encontraba del lado húngaro del Imperio Austrohúngaro y hasta la víspera del holocausto era la principal comunidad de esta región de los Cárpatos y contaba con 14.000 judíos. En la actualidad Munkatsch es denominada Mokchevo y es una ciudad ucraniana en la que viven no más de cien judíos.

En el mundo judío, esta ciudad es conocida en virtud del líder jasídico Rabí Jaím El’azar Shapira, fundador del grupo jasídico local y acérrimo oponente del sionismo. La vida judía en Munkatsch floreció entre polos opuestos, entre un grupo jasídico anti sionista y los partidarios del sionismo, entre los ilustrados egresados de la preparatoria hebrea y quienes abandonaron la religión. Asimismo, existieron grandes discusiones y pleitos entre los distintos grupos jasídicos que convivían en la ciudad: Belz, Satmer, Sapinke y Vishnitz junto a opositores al jasidismo, neólogos, reformistas y comunistas, Beitar y Hashomer Hatzair, todos debatían unos con otros. Visitando las calles del otrora barrio judío de Munkatsch, en el patio de la residencia de su líder jasídico homónimo en pleno ghetto, no pude evitar imaginar cómo era la ya extinta vida judía en esa localidad. A final de cuentas llegué a una triste conclusión que en cierta forma empañó la alegría festiva: “no hay nada nuevo bajo el sol”. Munkatsch fue un microcosmos de la existencia judía. Aquí convivían judíos que detentaban distintas perspectivas de vida tanto en lo político como en lo religioso en un estado de permanente debate y discusión sin lograr desarrollar un vínculo de amor y hermandad entre sí.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Dos tipos de sinagoga

El Shabat pasado estuve en la sinagoga “Sheerit Israel” de la comunidad sefaradita portuguesa de Manhattan Nueva York. Esta sinagoga fue fundada por los primeros judíos que llegaron a los Estados Unidos hace unos 350 años. En 1654 llegaron judíos descendientes de los que fueran expulsados de Portugal y se mudaron a Ámsterdam y de ahí a Recife Brasil, luego continuaron hasta Nueva Ámsterdam, el sitio que posteriormente se transformaría en Nueva York y los Estados Unidos de Norteamérica. Esta fue la primera comunidad judía en América del Norte por lo que los judíos holandeses fueron los pioneros en estos lares, anticipándose a sus hermanos askenazíes. A partir de veintitrés judíos que llegaron entonces provenientes de Brasil se conformó con el tiempo una numerosa e importante comunidad que más adelante participaría activamente en la gesta independentista de los Estados Unidos que a la postre otorgaría derechos ciudadanos a los judíos. Hasta 1825 fue la única comunidad judía en Nueva York.

Esta vez no nos referiremos al pasado de esta sinagoga sino a la particularidad del estilo de sus rezos y la atmósfera tan especial que se experimenta en esta en el presente, que conserva mucho de su tradición pretérita. La actual sinagoga fue construida en 1897 y es de una arquitectura esplendorosa. El público se sienta sobre bancos de madera antiguos, parte del público luce galeras sobre sus cabezas y viste talitot de seda celeste como se acostumbraba en la Europa del medioevo. El oficiante reza según la usanza sefaradí, o sea, entona las melodías que se cantaban en España antes de la expulsión. Un coro de unos veinte hombres canta desde un balcón ubicado a unos diez metros de altura cerca del arca sagrada y junto al oficiante entona melodías bellas e inspiradoras. Sentado en la sinagoga, por un momento hice un ejercicio de imaginación dirigida, cerré mis ojos y me vi transitando por el túnel del tiempo participando del rezo en una sinagoga importante de España, Portugal o Ámsterdam.

En la sinagoga sefaradí portuguesa todo se lleva a cabo de un modo sumamente ordenado y ceremonial, y a ninguna persona razonable se le ocurriría cambiar en un ápice la costumbre del lugar.

La comunidad “Sheerit Israel” fue establecida en 1654 por judíos que conservaban fielmente la tradición sefaradí tal como se preservaba en la sinagoga portuguesa de Ámsterdam. La tradición fue conservada con devoción y apego, y se caracteriza por una exquisita estética, orden impecable y honor. La comunidad “Sheerit Israel” es el ejemplo más emblemático de conservación de la tradición sefaradí occidental y simultáneamente logró incluir en esta sus costumbres particulares de manera armoniosa. En el correr de los siglos la comunidad desarrolló una costumbre singular que se transformó en su carta de presentación o identidad, la cual se tornó en fuente de energía espiritual y alegría entre numerosas generaciones de judíos norteamericanos.

Cuando fui llamado a la Torá, el encargado de la sinagoga se aproximó y me dijo que para subir a bendecir necesitaba vestir una galera. Junto a la entrada a la sinagoga se ubica pomposamente un estante con numerosas galeras de todos los tamaños y aquellos visitantes que tienen solamente una kipá sobre sus cabezas están invitados a sumar una segunda cobertura para sus testas para así honrar a la Torá al ascender a bendecir. Los conocedores me dijeron que fue muy bueno que llegué vestido con corbata pues de no ser así el encargado no hubiese siquiera considerado la posibilidad de subirme a la Torá. Una vez que hube bendecido el encargado me indico dónde y cómo pararme, así como cuándo y por dónde regresar a mi asiento.

Tras concluir la lectura de la Torá, la ceremonia de retorno del rollo al arca sagrada duró más de veinte minutos. Una procesión conformada por los encargados de la sinagoga, el presidente y el rabino comenzó a moverse a paso de tortuga desde la tarima donde en dirección al arca. La marcha fue lenta y honorable, avanzando con pasos diminutos, y acompañada por los cánticos del coro.

Durante el servicio el público se mantuvo pasivo, escuchó atentamente y placenteramente la lectura de la Torá, al oficiante y al coro empero no cantó ni se movió de su asiento.

En esos momentos pensé para mis adentros en la diferencia abismal existente entre este servicio formal y de etiqueta y el rezo en un minián Carlebach que tenía lugar a pocas cuadras de allí en la sinagoga de igual nombre. Probablemente, estos servicios pueden definirse como el opuesto absoluto del estilo del rezo de la sinagoga “Sheerit Israel”. Como es sabido, el rezo Carlebach incluye cantos, danzas, batidos de palma y la participación activa del público sin que medie protocolo alguno, sin etiqueta alguna en la vestimenta; allí cada hombre y cada mujer pueden expresar libremente sus sentimientos forjando una experiencia de oración personal y espiritual. En cierta forma, el florecimiento de los minianim Carlebach en el mundo entero responde a una necesidad de cambiar las reglas inflexibles que imperaban en muchas de las sinagogas y estos tienen por objetivo generar una experiencia de plegaria en la que el ser humano y no la liturgia o la costumbre esté en el centro. La dura sensación de que se había perdido la espiritualidad entre los muros de la sinagoga impulsó a personas jóvenes a establecer minianim con un estilo diferente y promover una revolución democratizadora en la forma de rezar.

Creo que en el mundo judío se pueden dividir las sinagogas en dos grupos, las clásicas y las postmodernas (y por supuesto que entre estos dos tipos hay un sinnúmero de variantes intermedias). En las primeras se conserva cuidadosamente la liturgia tradicional a los efectos de que perduren tanto el marco colectivo del rezo, así como también las tradiciones de la congregación. En las segundas se procura crear una experiencia de plegaria más íntima, que permita a quienes rezan tener una vivencia significativa. Sin embargo, creo que la diferencia entre ambos tipos de sinagoga no estriba únicamente en el estilo de los rezos sino también en la meta que persiguen los asistentes. A la sinagoga clásica se va a rezar mientras que a la posmoderna se va también a estudiar, a tener una experiencia espiritual, a sentir pertenencia, a sentirse en casa. Asimismo, existen otras diferencias como en la arquitectura, el modo de sentarse, el tiempo que dura el servicio, el lenguaje corporal de quienes rezan, su vestimenta, el tamaño del edificio y por supuesto el tipo de asistentes.

En su estilo literario y filosófico, el Rav Soloveichik caracterizó acertadamente los diferentes tipos de sinagoga y de servicio, al tiempo que comprendió cabalmente la dificultad que enfrenta la sinagoga clásica. En un valiente artículo que publicó a inicios de los años setenta, el Rav Soloveichik llegó a culpar a algunos de los rabinos por el hecho de que muchos judíos no asisten a la sinagoga: “En estos días la sinagoga no es la institución más popular de la comunidad judía, no solamente en las comunidades seculares, sino que incluso en las religiosas. También la comunidad religiosa, que está conformada por personas que buscan a Dios y por ende deberían asistir masivamente a la sinagoga, no le guardan a la misma un especial cariño. Muchas son las causas de tan paradojal situación y yo quisiera señalar algunas de ellas. En primer lugar, la baja popularidad de la sinagoga obedece al espíritu anti-establishent que predomina en nuestros días…sin embargo, nosotros los rabinos no estamos libres de culpa. El judío norteamericano de hace veinte o treinta años, cuando arribé a costas americanas, tendía a ser muy formal y muy ceremonial en su actitud hacia la sinagoga. Ese judío estaba subyugado por la rígida formalidad de las ceremonias y las prácticas sociales… los modales de la sinagoga y su pomposidad, su formalidad al tiempo que el carácter dramático de los rezos le agradaban. El hombre joven de la actualidad posee una personalidad compleja, carece de inocencia, tiene una actitud crítica y sofisticada y siente una especie de alejamiento respecto de la sinagoga organizada. Es de carácter cambiante y emocional al tiempo que su emotividad es de profundo arraigo. Preferiría un rezo más entusiasta y menos formal, preferiría una sinagoga que sea también un sitio de Torá. Creo que los rabinos tenemos que ver con el proceso de distanciamiento del joven religioso de la sinagoga por no saber atender sus necesidades” (Divrei Hagut Vehaarajá, Beit Kneset Mosad Veraaión p.100).

Muy a menudo visito en la diáspora sinagogas magníficas que a duras penas cuentan con un minián de ancianos. Cuando pregunto por qué los jóvenes no asisten me responden que a los jóvenes no les gusta el estilo del rezo por encontrarlo muy pesado, lento y ceremonial. El problema surge cuando las personas mayores de la comunidad no aceptan que se cambie el estilo y las melodías que trajeron de Polonia, Alemania, Marruecos y Polonia en pos de atraer a los jóvenes y engrosar así las filas de los asistentes a la sinagoga. A veces el deseo de preservar las melodías del pasado supera la necesidad de preservar el futuro de la comunidad y esto sin duda que representa un peligro.

Hace unos años ocupé el cargo de Rabino de la comunidad de Turín en Italia. Estos judíos del norte de Italia tienen su origen en Francia y Alemania a diferencia de los de Roma, cuyos orígenes se remontan a la Tierra de Israel. Hay judíos en el Piamonte, en el norte de Italia, hace ya unos ochocientos o novecientos años. En la sinagoga de Turín se mantiene el orden estricta y meticulosamente, cada rezo tiene una melodía particular y cada Shabat o fiesta tiene costumbres especiales. Todas estas reglas son bien conocidas por los líderes comunitarios. Cuando llegué a la comunidad tuve la sensación de que la sinagoga no era atractiva para un amplio grupo de personas que quisieran que esta sea su hogar espiritual y judío. Amén de invitar a las personas a asistir y preparar discursos, comencé a realizar una serie de acciones destinadas a que la relación en la sinagoga sea más personalizada, por ejemplo, saludar personalmente a todos los asistentes, repartir dulces entre los niños, rapé entre los adultos, formar un coro infantil e incorporar la costumbre de arrojar dulces a los niños en el día de su Bar Mitzvá etc.

Recuerdo que en una de las reuniones de la directiva comunitaria se les preguntó a los encargados de la sinagoga cómo percibían mi labor rabínica y estos respondieron que yo generaba una atmósfera demasiado alegre y “¡eso era inaceptable!”.

Creo que nos encontramos ante un desafío que requiere asir la vara por sus dos puntas, preservar el acervo centenario y milenario de las diferentes costumbres comunitarias sin desechar el pasado a la hora de rezar y al mismo tiempo generar un ámbito y un espacio de expresión espiritual a todo aquel que procura sentirse en la sinagoga como su propio hogar.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

La revisión del status de judeidad

Uno de los denominativos que recibe el rabino de la diáspora es “supermercado” o “almacén de campaña” ya que se dedica a todos los rubros de la vida de los judíos individualmente, de la familia y de la comunidad. El rabino de la diáspora se ocupa tanto de cuestiones sencillas como complejas, está presente en los momentos de alegría y los de congoja, en la cashrut de los alimentos y en la purificación de un cadáver, en los bar mitzvá y casamientos, así como también en los pleitos judiciales que se dirimen según la halajá, se ocupa del llenado de agua de la mikve (baño ritual) y de la faena de ganado, de la visita de personas enfermas y de impartir clases de Torá. La regla que detentamos indica que cuanto más pequeña es una comunidad judía mayor es el espectro de actividades en las que el rabino se desempeña.

Una de las tareas centrales de la labor rabínica de la diáspora es determinar quién es judío, quién puede subir a la Torá y quién no, a quién se le puede celebrar el bar mitzvá en la sinagoga o casarlo de acuerdo con la ley de Moshé e Israel y a quién no. En el Estado de Israel, esta importante labor la desempeñan los jueces y los tribunales rabínicos, ellos son quienes verifican la judeidad de quienes se inscriben para casarse. Empero en la diáspora, cada rabino comunitario está encargado de ocuparse del tema y debe saber cómo hacerlo.

La cuestión de quién es judío y la revisación del status judaico de una persona es un área vasta como el mar y de esta dependen la definición de quién es parte del pueblo de Israel. La pregunta central es cómo establecer la judeidad de una persona, qué tipo de prueba es necesario que el interesado presente, si es o no necesario investigar la judeidad de quienes desean casarse o si simplemente alcanza con una revisación general.

Por supuesto que esta pregunta es relevante también hoy en día en el Estado de Israel en virtud del arribo de inmigrantes provenientes tanto de la ex Unión Soviética como del resto del mundo y se despierta la interrogante de en qué medida se puede confiar en la simple declaración o testimonio de judeidad de una persona desconocida. En efecto, actualmente en Israel la normativa vigente requiere que toda persona que inmigró al país con posterioridad a 1991 deba pasar por un procedimiento de revisación de su status judío a los efectos de poder casarse sin importar de qué país proviene.

Según la halajá el status judío se fija de acuerdo con el origen de la madre y específicamente el de su familia. La judeidad de una persona se asume como tal a menos que se demuestre lo contrario (“jazaká” en hebreo) y, por lo tanto, a los efectos de probar el origen judío de una persona es necesario checar su vinculación a una familia o a una comunidad que puedan aseverar que lo es de nacimiento. La pertenencia a una familia y a una comunidad en los planos étnico y sociológico determinan el status personal de la persona y su origen.

Tradicionalmente la actitud mayoritaria entre los sabios de Israel ha sido de aceptar como judío a todo aquel que sostiene serlo, tal como escribiera Rashbá respecto del caso de un judío que llega a una nueva comunidad proveniente de otra muy lejana: “No hay duda en absoluto de que por cuanto que la persona sostiene ser judía no se la debe revisar y es completamente israelita como cualquiera de los judíos más vinculados…” (Responsa Rashbá II 16).

Lo mismo decretaron las autoridades rabínicas a lo largo de las generaciones respecto de quien llega a una comunidad y declara ser judío. Rabenu Tam establece claramente que “por cuanto que se declara judío se lo considera como tal” (Sefer Haiashar 50 y 336). Esta es también la opinión de Ritbá, quien afirma que “de esto aprendemos que todo aquel que se declara judío se le cree”. El autor de la responsa Sefer Mitzvot Gadol (Lavin 116) afirma: “Es muy común que lleguen visitantes y no los revisemos, bebemos con ellos vino y comemos de la carne de su faena”. De esto se desprende que todo aquel que llegaba a una comunidad judía y se presentaba o se comportaba como tal (cuidaba los preceptos) se lo aceptaba sin revisar su origen; tal como decía el autor de la responsa “Jazón Ish”: “…la mayoría de aquellos que llegan a título de judíos, lo son en todo sitio…” (Even Haezer 117:5).

En la práctica, el principio que guía este tema fue definido por el Shulján Aruj de la siguiente manera: “todas las familias (que se presentan como judías) son consideradas auténticamente judías y está permitido, a priori, establecer vínculos familiares con ellas…” (Even Haezer 2:2). Este principio indica que a priori no hay lugar para sospechar que tal o cual persona o familia no sean realmente judías, sino que todas estas son consideradas como tales (el origen de esta aceptación a priori está en la Guemará en el Tratado de Kidushín 72(B)).

Sin embargo, otros juristas consideran que es necesario revisar la ascendencia familiar de la persona que se presenta ante nosotros: “En el caso de quien llega desde otro país tanto hombre como mujer deben presentar una prueba de su judeidad y aunque se comporten como personas religiosas, hablen nuestro idioma y conozcan todas nuestras judías, de todas maneras, requieren de una prueba…” (Beit Hilel Ioré Deá 10). De acuerdo con los antiguos estatutos de la comunidad de Lituania “no se debe celebrar ningún casamiento a menos que haya una prueba de judeidad y se sepa de qué familia proviene” (ídem).

El Rabino Ovadiá Iosef también consideraba judío a quien se declaraba como tal a menos que haya alguna carencia en su testimonio, y respecto de los inmigrantes de la ex Unión Soviética que llegaron al derribarse la cortina de hierro tras setenta años de gobierno comunista escribió: “Por la base de la norma los inmigrantes de la ex Unión Soviética que se declaren judíos se les acepta su declaración, empero, si hubieren razones para suponer que algunas declaraciones no son verdaderas se debe revisar e investigar diligentemente” (Iabía Omer VII, Even Haezer 1). Esto significa que a pesar de que a priori se acepta la declaración y se presume que todas las familias son auténticamente judías, en determinadas circunstancias se despiertan dudas respecto del status halájico de personas que detentan una identidad judía.

Esta resulta ser la opinión del juez rabínico Itzjak Ushinsky Shelit”a del tribunal de la ciudad de Haifa, quien se dedica a la certificación del status de judeidad: “…hay entre los juristas quienes escriben que en virtud de la inmigración proveniente de Rusia el propio Shulján Aruj reconocería la necesidad de revisar el origen judío de los nuevos inmigrantes y que no se aplica a ellos el principio de  que “todas las familias (que se presentan como judías) son consideradas auténticamente judías y es posible, a priori, establecer vínculos familiares con ellas…” ya que es sabido que existe entre estos un alto porcentaje de matrimonios mixtos. Además, como poseen un fuerte deseo de salir de la Unión Soviética y llegar al Estado de Israel que está deseoso de recibirlos y por lo tanto existe el temor de que hagan cualquier cosa con tal de ocultar que no son judíos, y se teme que puedan mentir… por lo tanto no se aplica a estos inmigrantes el principio de presunción a priori de judeidad y mientras no exhiban una prueba concreta no se los puede certificar como judíos…”

En mi opinión, la necesidad de certificar la judeidad obedece al hecho de que en las últimas generaciones la pregunta de quién es judío es objeto de discusión. Esta puede recibir diferentes respuestas desde los puntos de vista nacional, cultural, étnico y religioso. Por otra parte, en la halajá todos coinciden en una única respuesta a esta interrogante. Esta situación causa en más de una ocasión una confusión cuando una persona que se define a sí misma como judía y lo declara u otras personas que testifican su judeidad pero no lo hacen de acuerdo a la definición de la halajá. Existen actualmente percepciones subjetivas diferentes de la halájica respecto de la pertenencia al judaísmo.

En una situación en la cual en algunas partes del mundo judío la asimilación alcanza guarismos del 70%, el principio de que a priori todas las familias que se declaran judías son aptas para establecer con ellas vínculos matrimoniales no refleja la realidad y carece de real asidero. En nuestro pueblo se creó una situación muy difícil por efecto de la cual existen dos tipos de judíos, los que detentan una identidad judía y los que son judíos de acuerdo a la halajá o “halájicos”. Esto significa que hay personas que se sienten judías mas no lo son y otras que de acuerdo a la halajá sí lo son mas carecen completamente de esta identidadl. Por supuesto que a situación ideal es que quien detenta identidad judía también lo sea halájicamente y viceversa, pero esta no es nuestra realidad. El objetivo del procedimiento de certificación o revisación de judeidad es establecer quién es judío de acuerdo con la halajá.

Por supuesto que a estos procesos es necesario agregarle el crecimiento de los movimientos conservativo y reformista en diferentes países del mundo. Muchos judíos están afiliados a estas comunidades y algunos pasan por procesos de conversión liberales no aceptados por la halajá, y los certificados de judeidad expedidos por sus rabinos no reflejan el espíritu de la misma.

De todas maneras, en el futuro no será necesario establecer quién es judío ya que eso será hecho por el Mashíaj, tal como dijera Maimónides: “En los días del Mashíaj, cuando este se establezca en su trono y se reúnan los dispersos de Israel, todos sabrán su ascendencia por su intermedio ya que posará sobre él un espíritu de santidad…” (Maimónides Hiljot Melajim 12).

En otros artículos nos ocuparemos de la cuestión de quién es judío, porqué la judeidad se transmite por vía materna y el status de quien es “zera Israel”, esto es, hijo de padre judío y madre gentil.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Hoteles en Shabat

Los hoteles del extranjero, tal cual parece, no se encuentran entre aquellas cosas que fueron creadas en el atardecer del sexto día de la creación, ya que la estancia en estos en esta era contemporánea se está tornando cada vez más compleja en lo que a la observancia del Shabat se refiere. En la mayoría de las metrópolis del mundo se están construyendo hoteles nuevos totalmente innovadores en cuanto a avances tecnológicos y ya quedan pocos de los antiguos que se parecían más a un hogar que a un edificio inteligente. Dado que yo paso buena parte de los sábados del año en diferentes comunidades me veo en la necesidad de encontrar soluciones halájicas a las diferentes dificultades que surgen continuamente.

En los hoteles me encuentro con un sinnúmero de dificultades y entre ellas: muy a menudo la puerta de ingreso es eléctrica y se activa automáticamente por medio de un sensor que detecta la cercanía de una persona; muchos de los hoteles cuentan con muchos pisos de altura y no siempre es posible encargar una habitación en un piso bajo y por lo tanto es necesario usar el ascensor para llegar a esta, especialmente en el caso de personas mayores; la iluminación en diferentes partes del hotel como lo son los pasillos, las escaleras y los baños se basa en  el uso de sensores que encienden las luces al pasar una persona.

Las dificultades en el cumplimiento del Shabat acechan también en el interior de las habitaciones, empezando por la puerta de entrada que se abre mediante una tarjeta magnética, siguiendo por los sensores que van modificando la iluminación de la pieza de acuerdo con los movimientos del huésped. En más de una oportunidad los armarios poseen iluminación y dentro del refrigerador hay sensores que identifican el tipo de bebida que se escoge actualizando automáticamente la cuenta del huésped, y, últimamente el tanque de agua del inodoro y las diferentes llaves o canillas se activan ya automática y electrónicamente. En los hoteles más sofisticados las cerraduras poseen un código que transmite a la recepción cuando uno entra o sale de modo tal que allí se sabe constantemente si nos encontramos o no en la habitación.

Es claro que la mejor solución es procurar un hotel que carezca de estos sistemas, mas esto no siempre está en nuestras manos ya que muchas veces la reserva es efectuada por compañías comerciales y otras veces es necesario escoger un hotel que se encuentre en las cercanías de la sede comunitaria, de la sinagoga o del área más segura de la ciudad.

Quedarse en la habitación todo el Shabat tampoco parece una solución realista ya que en ese caso no se deleita el Shabat, sino que más bien todo lo contrario, una persona puede perder la cordura en virtud del encierro, amén de no acudir ni a los rezos, ni al kidush ni a las comidas sabáticas.

En el presente artículo me centraré en la resolución de uno solo de los diferentes problemas que pueden suscitarse y que continúa siendo el más frecuente en el área del hospedaje en hoteles en Shabat y es el de abrir la puerta de la habitación con la tarjeta magnética.

En términos generales, podemos decir que las diferentes autoridades rabínicas prohibieron el uso de tarjetas magnéticas para abrir puertas en Shabat ya que esto implica una activación eléctrica. Esta no es considerada como una acción que se realiza por si misma (“grama”) sino hecha de modo directo por la persona. Abrir una puerta de este modo se asemeja a todas las acciones eléctricas o electrónicas que se realizan sin que se encienda fuego ni filamento o alambre que se calientan como por ejemplo: el teléfono, la radio, el ventilador y el aire acondicionado; y a diferencia de aquellos casos en los que los filamentos o alambres sí lo hacen como los focos o lámparas y los calentadores de agua. Por lo tanto, la pregunta que surge es: ¿cómo hacemos para entrar o salir de la habitación?

Quisiera comenzar primeramente por una solución que no es de tipo halájico sino del orden estrictamente técnico, ya que muchas veces problemas halájicos encuentran su resolución en este ámbito. Mi propuesta es que en vísperas de Shabat usted llene de papel el espacio en el que debe ingresar el resbalón o pegarlo con cinta adhesiva. De esta manera se puede cerrar la puerta sin trancarla y por lo tanto abrirla sin necesidad de una tarjeta magnética. Por supuesto que en un caso así nos exponemos a un cierto riesgo en el ámbito de la seguridad en virtud de que la puerta queda abierta, pero si se trata de un hotel de cierta categoría generalmente posee personal de seguridad en la entrada por lo que no hay razón para temer. De todas maneras, en un caso así es mejor colocar todos los objetos de valor en la caja de seguridad y colgar el cartel “favor de no molestar” del lado de afuera para que durante Shabat no ingrese el personal de limpieza y deje sin efecto el “ingenioso mecanismo” que preparamos en la puerta de entrada o en el sistema eléctrico al interior de la habitación.

Entre las diferentes soluciones que proponen las autoridades halájicas a este problema considero que la más practica y sencilla es que un gentil abra la puerta con una tarjeta magnética. Esta solución se basa en el hecho de que la prohibición de abrir la puerta con tarjeta magnética es de origen rabínico y entonces está permitido ayudarse por un gentil, y además, la entrada y salida de la habitación tiene por objetivo cumplir con un precepto.  En una de mis visitas a la comunidad judía de Guangzhou-China encontré una responsa interesante del Rabino Abraham Iosef, titular del Rabinato de la ciudad de Holón e hijo del finado Rabino Ovadia Iosef z”l, quien escribe lo siguiente:

“Respecto de vuestra pregunta sobre los hoteles de vuestra ciudad cuyas puertas se abren únicamente por medio de tarjetas magnéticas las cuales ciertamente están prohibidas para un judío en Shabat, y si pueden decirle a un gentil que tienen en la habitación un dulce para obsequiarle ante lo cual este comprenderá solo y subirá a abrirles la puerta (por supuesto que le obsequia un dulce o una botella de alcohol). Tras estudiarlo detenidamente me incliné por prohibirlo ya que esto implica decir a un gentil que realice para nosotros una labor (“amirá legoi”), y la promesa de brindarle un obsequio no es más que una insinuación ya que es claro para todos que la verdadera intención es que se le abra la puerta. Empero, consulté con mi venerable padre quien tras un detenido estudio decidió permitirlo porque está aquí en juego el precepto de deleitar el Shabat, ya que si la persona no entra a su habitación no puede descansar como corresponde y en caso de necesidad se puede confiar en la opinión de las autoridades halájicas que permiten indicarle a un gentil que realice una labor  si es para cumplir con un precepto, y además en este caso el gentil tiene un disfrute personal de la acción en virtud del obsequio que recibe por lo que puede decirse que realiza la acción para su propio beneficio”.

Me parece que este dictamen del Rabino Iosef se basa en la opinión del Baal HaItur quien entiende que se le puede pedir a un gentil que realice una labor para un judío en Shabat si es para comer una de las comidas o para poder cumplir con un precepto (tal como figura en Ramá 276:2).

Otras autoridades rabínicas permiten decirle al gentil que abra la puerta no en beneficio del judío ni en aras de cumplir con un precepto sino en beneficio del mismo gentil, razón por la cual proponen decirle: “tengo algo bueno y sabroso para usted, pero se encuentra en mi habitación, mas no puedo entrar en ella”. Entonces, el funcionario gentil habrá de abrir la puerta en su propio beneficio y el judío también se verá beneficiado. Por supuesto que en un caso así es necesario preparar un regalo significativo para el funcionario. El problema que podría surgir es si el funcionario no entiende la insinuación o si sí la entiende, pero responde, como me ocurrió en más de una oportunidad: “muchas gracias, pero estoy a dieta y no como dulces”….

Dado que paso numerosos sábados en el extranjero a lo largo del año he experimentado y probado diversas soluciones al problema de la apertura de la puerta por parte de un funcionario del hotel. Recuerdo que una vez volví al hotel un viernes por la noche a una hora tardía, me dirigí a la recepción y expliqué al conserje que soy un judío observante y que nuestra religión no permite utilizar aparatos eléctricos en Shabat por lo que requeriré de su ayuda. El funcionario me respondió gentilmente que gustosamente me ayudará, mas tras transcurrir unos minutos el seguía quieto en su sitio sin dirigirse hacia mi habitación. Le pregunté si entendió lo que le dije y si me habría de abrir la puerta a lo que respondió: “Usted me dijo que no abre puertas en Shabat, pero hoy es viernes y no tiene problema alguno en hacerlo. Mañana le ayudaré a abrir”. En otra ocasión, después de que le di al funcionario una larga explicación sobre que los judíos observantes del Shabat no pueden abrir puertas eléctricas en este día, el funcionario me miro detenidamente con una mirada inquirente y con un dejo de sorpresa, como si le hubiese mentido o dicho una tontería pues me respondió: “¿Usted está seguro de que los judíos no abren puertas eléctricas en Shabat? Muchos judíos se hospedan en este hotel y yo veo que todos abren puertas eléctricas los sábados. Desde entonces aprendí que a los empleados del hotel hay que decirles que “nosotros los rabinos no podemos abrir puertas eléctricas en Shabat” para no provocar burlas sobre el pueblo de Israel. Afortunadamente, no me topé con conserjes que me digan que vieron rabinos que abren puertas eléctricas en Shabat…

De todas maneras, creo que una de las experiencias más especiales que viví en este respecto fue recientemente en un hotel en Brasil. El viernes por la noche un empleado del hotel me abrió la puerta después que le expliqué que no podía hacerlo. Al día siguiente, escuché toques en la puerta a las ocho de la mañana, era el mismo empleado de la noche anterior que dijo una frase sumamente lógica: “vine a ayudarle a salir de la habitación ya que si no podía entrar por la noche supongo que tampoco puede salir por la mañana y usted necesita ayuda el sábado”. Le agradecí de sobremanera la gentileza sin explicarle la diferencia entre entrada y salida ya que temí que no lo entendería.

Escuché una idea atribuida al Rabino Eliashiv de bendita memoria respecto de cómo ayudarse mediante gentiles en esta situación. En víspera de Shabat se le debe decir al funcionario de recepción que uno precisa rentar una habitación para el Shabat, pero para ello necesita poder hacerlo y eso incluye recibir una habitación a la que se pueda entrar en determinados horarios al regresar al hotel. En ese caso el gentil realiza la acción en su propio beneficio. Es menester recordar que en un caso así en el cual no se puede abrir la puerta mediante tarjeta magnética, esta última se vuelve Muktzé por lo que no se la puede cargar, y, además, normalmente en el extranjero no se cuenta con Eruv en Shabat por lo que en general no se puede cargar nada. Asimismo, quiero señalar que los circuitos eléctricos de la habitación se ven activados cuando se deja la tarjeta colocada en la pequeña caja que suele encontrarse junto a la puerta.

El Rabino Najum Rabinovich, decano de la yeshivá de Maalé Adumim nos brinda un dictamen interesante e innovador en su libro de responsa “Síaj Najum”. Allí él diferencia entre dos tipos de tarjeta electrónica, uno es la tarjeta que sólo sirve para abrir la puerta y el otro activa además toda una serie de sistemas eléctricos en la habitación y en el hotel. En el caso del primer tipo, el Rabino Rabinovich permite usar la tarjeta directamente por el judío sin la mediación de un gentil:

“Por lo tanto, si la tarjeta está destinada únicamente a abrir la puerta y el foco que se enciende en la cerradura es de tipo “led” se puede permitir abrir de un modo diferente al habitual (“beshinui”) pues no estamos ante el efecto de una labor prohibida sino únicamente ante una “acción típica de día hábil” (“ovadín dejol”) y entonces, en caso de no encontrar un no judío que pueda abrir por él la puerta, si bien estamos ante una acción prohibida rabínicamente, en caso de que se produzca una gran incomodidad o malestar por no poder ingresar a la habitación durante todo el Shabat debe permitirse pues en el peor de los casos estamos ante una situación que quizás podría ser “pesik reisha” (o sea, una acción que en si no está prohibida pero genera necesariamente una consecuencia que implica la realización de una labor) y cuando se sale de la habitación para asistir a una comida sabática, se trata de un apagado que no implica trasgresión a la Torá ya que se asemeja a extinguir una brasa de metal carente de carbón”.

El único problema en la implementación del dictamen del Rabino Rabinovich es que antes de Shabat es necesario saber de qué tipo de tarjeta electrónica estamos hablando, si sirve únicamente para abrir la puerta o si activa otro tipo de circuitos eléctricos en la habitación y en el hotel en general, y de acuerdo a mi experiencia, los empleados del hotel no suelen saber responder a una pregunta de este tipo sino únicamente los técnicos que diseñaron los sistemas o quienes les dan mantenimiento.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

De Iglesia a Sinagoga

A lo largo de la historia, cuando los judíos eran expulsados de los países donde habitaban era común que las sinagogas se transformasen en iglesias o mezquitas. Miles de sinagogas en el mundo árabe de Irak a Libia y de Túnez a Marruecos fueron transformadas en mezquitas una vez que los judíos abandonaron esos países entre 1948 y 1956. Asimismo, en España e Italia sinagogas fueron transformadas en iglesias a partir del siglo XIV. En la actualidad somos testigos de un fenómeno inverso y es que iglesias son vendidas para transformarse en sinagogas y mezquitas.

En virtud del declive del cristianismo y el florecimiento del islam es perceptible una tendencia en la cual iglesias se van transformando paulatinamente en mezquitas o edificios de oficinas.  Una de las razones de este proceso obedece al ingreso de inmigrantes de países musulmanes en distintos barrios lo cual trae como consecuencia el abandono de estos por parte de los habitantes originales. En la provincia de Frizland en Holanda se cerraron 250 de un total de 720 iglesias las cuales se transformaron o en mezquitas o en edificios de oficina. Entre los años 1990 y 2010 la iglesia evangélica alemana cerró 340 casas de oración. Hace cuestión de unos años la iglesia luterana de Hamburgo fue adquirida por la comunidad musulmana y es así como está cambiando el panorama de los edificios religiosos en Europa y el mundo.

Hace cuestión de unas semanas visité la sinagoga Bnei Tzión en la ciudad de Miami y a la entrada de ésta hay un cartel que dice: “Sitio histórico, este edificio fue declarado de interés en el año 2010. Originalmente construido en 1962 como la ´Iglesia Luterana Unificada de la Revelación´ de Miami Beach y en 1977 se transformó en la Sinagoga (Temple) Bnei Tzión”

Tal como es común en temáticas delicadas, los eruditos de la halajá han expresado más de una idea a este respecto. Uno de los que se expresó ante esta interrogante es el Rabino Moshé Fainstein quien dejó en claro que tiende a no estar de acuerdo con esta práctica: “esto que se acostumbra a hacer en América de transformar sus casas de oración en sinagogas … no me parece correcto pues me parece improcedente para con el cumplimiento del precepto… y por lo tanto si bien no es mi intención prohibir el ingreso a los edificios que ya fueron transformados de acuerdo con la opinión de sabios y eruditos y tampoco considero que corresponda prohibirlos a posteriori… de todas maneras de mi boca no saldrá una autorización para esta práctica. Empero en un caso como este en el cual el edificio ya fue derruido y las paredes remanentes no quedarán iguales ya que deben pasar una seria reforma y por lo tanto no quedarán tal cual son hoy es posible permitirlo” (Igrot Moshé I 49). El permiso que dio el Rabino Fainstein sólo aplica cuando las paredes mismas del edificio son también transformadas y por lo tanto se trata de una nueva edificación, empero a posteriori se puede rezar en una iglesia que fue transformada en sinagoga.

El Rabino Fainstein se ocupa también de una pregunta vinculada a la adquisición de un edificio que fue iglesia y fue destruido, caso en el cual el Rabino propone una solución sumamente creativa: “mientras el nuevo edificio esté en construcción no deberá ser consagrado a sinagoga sino a servir para usos mundanos, y solamente una vez que esté reconstruido y su aspecto haya cambiado que sea consagrado para uso sinagogal”. Esto implica hacer el pasaje de iglesia a sinagoga en dos etapas. En un primer paso transformar la construcción en un edificio de uso común y recién después de que se le haya hecho un cambio sustantivo transformarlo en sinagoga.

A mediados del siglo 19 se envió desde Estados Unidos una consulta al Rabino Shaúl Natanzon, rabino de la ciudad de Lemberg, eminencia halájica y autor del libro de responsa “Shoel Umeshiv” (1808-1875). La consulta giraba en torno a la adquisición de una iglesia protestante para que fungiera como sinagoga. De su respuesta queda claro que el Rabino no conocía iglesias carentes de estatuas o imágenes. En Galizia existían únicamente iglesias católicas romanas o griegas ortodoxas, ambas dos incluyen en sus edificios estatuas y/o imágenes.

Tal como es sabido, existen profundas diferencias entre el rito católico u ortodoxo y el protestante que surge como oposición ideológica a algunas conductas de las primeras. Una de las diferencias es que el protestantismo se abstiene de usar estatuas, imágenes, íconos y otros objetos de culto. Entre los protestantes no se divisan a primera vista señales de culto idólatra. Por ello el Rabino Natanzon en su respuesta describe detalladamente este tipo de iglesia que le es desconocida: “Llegó a mí una carta proveniente de la ciudad de Nueva York en América de su eminencia el Rabino Mittelman quien me consulta respecto de un edificio que un inicio era una residencia particular y luego fue transformada en iglesia y en virtud de la gran concurrencia hubo que tirar abajo las paredes y ampliarlo … en esta iglesia acostumbran a recitar plegarias a aquél hombre y danzan en su honor y luego uno de los presentes disertaba maravillas sobre el antes mencionado y al concluir su homilía volvían a cantar y a danzar , y son llamados protestantes los cuales rezan sin imágenes ni estatuas… y en mi humilde opinión si el edificio no tenía ni estatuas ni imágenes es posible transformarlo en Beit Midrash y considero que es preceptivo hacerlo y santificar así el Nombre Divino” (Responsa Shoel Umeshiv primera edición, III 72).

Es interesante notar que el Rabino Shaulzon no solamente permite adquirir el inmueble cristiano a los efectos de transformarlo en sinagoga, sino que además ve en ello la santificación del Nombre Divino. ¿A qué se refiere? ¿Quizás por la eliminación de la idolatría del mundo? ¿Quizás porque se trata de una nueva sinagoga? ¿O porque implica pasar un edificio del lado de la impureza al de la pureza? ¿Quizás porque de esa manera se estaría cumpliendo la profecía bíblica ´Mi santuario será casa de oración para todas las naciones’? Y quizás por todas las razones conjuntamente.

El Tzitz Eliezer distingue entre adquirir una iglesia para transformarla de modo permanente en sinagoga y el alquiler temporario de esta a los efectos de poder rezar: “Cuando compramos o arrendamos una casa por muchos años de manos de un idólatra, dejamos sin efecto su esencia anterior… cambiando su nombre lo cual no ocurre en nuestro caso (alquiler) por cuanto que el edificio mantienen su denominación y nosotros arrendamos un par de salas por unos días solamente e inmediatamente retornan a su uso anterior… se debe evitar proporcionar ganancias económicas a estos sitios… y no hay mayor vergüenza que rezarle a HaShem entre esas paredes y de seguro no habrá de recibir la oración que surge de un sitio así…y no es esta la voluntad del Rey de Reyes…”

El Rabino Asher Weiss Shelit”a autor de la responsa “Minjat Asher” fue consultado respecto de la adquisición de una iglesia a bajo precio para transformarla en sinagoga: “se trata de una pregunta simple,… no se trata de una iglesia católica sino de una protestante y de una corriente dentro del protestantismo que se opone fervientemente al uso de imágenes e incluso para ellos la cruz es de carácter únicamente simbólico ya que no la adoran. Ya se debatió anteriormente respecto de si el cristianismo es o no una religión idólatra, de todas maneras en el caso de esta corriente cabe adoptar una actitud más flexible… por supuesto que de existir una alternativa más razonable es preferible pero dadas las circunstancias y la carencia de otra solución en mi humilde opinión cabe respaldarse en la opinión del Maguén Abraham, y ya dijo la Mishná Berurá que es costumbre flexibilizar el criterio lo cual sumado al hecho de que no se trata de un edificio que sirvió a culto de ídolos o imágenes corresponde actuar en concomitancia con la opinión de la responsa Igrot Moshé en cuanto a que debe consagrarse como sinagoga únicamente con posterioridad a la reforma edilicia”.

En el futuro esta interrogante se verá resuelta cuando se cumplan las palabras del profeta: “Entonces daré a todas las naciones una lengua única y pura para que todos invoquen a D´s y le sirvan con un solo consentimiento” (Sofonías 3:9).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Plegaria del viajero

¿Qué debe hacer quien viaja al extranjero por unos días? ¿Debe recitar la plegaria del viajero una sola vez o cada día del viaje? ¿Y qué debe hacer quien viaja en un mismo día en automóvil, avión, tren y barco? ¿Debe recitar una vez la bendición por todo el periplo o por cada medio de transporte? Quien sale de Israel rumbo a Nueva York en el vuelo de la noche, llega por la mañana y de allí conecta a su próximo destino: ¿bendice una sola vez al partir o debe volver a hacerlo a la mañana siguiente? ¿Y qué deben hacer quienes se embarcan en un crucero por una o dos semanas?

Muchas veces, ocurre durante mis viajes que los días se prolongan y resulta que me encuentro camino a mi destino final durante tres días: noche, día y noche. Recientemente regresé a Israel desde Colombia, salí de ese país antes de la medianoche del domingo, aterricé en Nueva York a las seis de la mañana del lunes, el vuelo a Israel partió a las doce del mediodía y aterrizó en el aeropuerto David Ben Gurión el martes a las seis de la mañana. ¿Acaso la bendición que recité en Colombia el domingo al despegar es suficiente hasta mi regreso a casa el martes por la mañana?

El Shulján Aruj es muy claro en su indicación, pero como veremos la realidad es más compleja, y es necesario analizar diferentes aspectos vinculados a esta cuestión. Como es muy común en el ámbito de la halajá, existen diferentes enfoques que permiten aplicar la norma en un sinnúmero de situaciones diversas.

El Shulján Aruj establece: “No es necesario recitar la plegaria del viajero más que una vez al día, aunque la persona haga una parada para descansar en una ciudad en la mitad de la jornada. Empero, si la persona planeaba quedarse a dormir en esa ciudad  y luego cambió de idea decidiendo continuar su viaje o regresar a su casa debe volver a recitar la bendición” (Oraj Jaím 110:5).

Aparentemente, según el Shulján Aruj la parada que realiza un viajero se asemeja a las escalas que hace el pasajero moderno entre un vuelo y otro, parando por un aeropuerto con el único propósito de conectar un vuelo hacia otro lar, por lo que esta parada debe ser considerada como parte misma del viaje y por ello no requiere que se vuelva a recitar la plegaria.

Por lo tanto, el principio rector de esta cuestión es la continuidad de un viaje que toma más de una jornada. Si se realiza una parada significativa a mitad de camino o si se pernocta en esta, al día siguiente se debe volver a recitar la plegaria completando con la bendición final, y si solo se durmió una siesta se recita sin completar. Por ello, considero que si una persona descansa en un asiento del aeropuerto entre un vuelo y otro no necesita volver a recitar la plegaria del viajero. Pero si la persona hace una escala significativa entre vuelo y vuelo durmiendo en un hotel o en un lugar ordenado que no es ni el aeropuerto ni el avión, al levantarse por la mañana debe volver a recitar la plegaria (ver Minjat Shelomó II 60:2).

Un comentarista al Shulján Aruj, el Prí Jadash, difiere con lo que allí está escrito: “Según mi opinión esto no es así, se debe recitar la plegaria una sola vez, al partir, aunque el viaje dure varios días, ya que una sola bendición alcanza”.

Según el Prí Jadash quien viaja por varios días recita la plegaria una sola vez al inicio y aunque se detenga en una o diferentes ciudades durante varias jornadas no vuelve recitarla y se contenta con la que pronunció antes de partir.

En la práctica, resulta que el recitado de la plegaria no depende de la hora del día o de la noche. Por ejemplo, si una persona viaja de Israel a Estambul por la tarde para conectar allí un vuelo a oriente pasada la medianoche no precisa recitar de nuevo la plegaria a menos que su segundo vuelo se haya cancelado y siga viaje recién al día siguiente. En ese caso deberá volver a bendecir, por lo que todo depende de la continuidad del viaje y del tenor de la interrupción (ver Rabino Eliashiv, Kuntres Ubelejtejá Baderej 82).

A los efectos de comprender cabalmente si es necesario recitar la plegaria del viajero una o muchas veces, creo que es menester comprender el significado de esta. Su origen se remonta a un pasaje del Talmud Babilonio en el Tratado de Berajot (29B): “Eliahu le dijo a Rabí Iehudá hermano de Rav Sala Jasid: cuando sales de viaje consulta a tu Creador y luego parte. ¿Qué significa consultar al Creador para luego partir? Dijo Rabí Yaakov en nombre de Rav Jisda, se refiere a la plegaria del viajero”.

Ha habido múltiples opiniones respecto de si la plegaria del viajero fue establecida por los peligros que acechan en un viaje -ya que “todos los caminos son potencialmente riesgosos” (ídem)- por lo que antes de partir pedimos a Dios que nos proteja (Baal Halajot Guedolot, Responsa Minjat Shelomó II 60) o, si por medio de la plegaria pedimos permiso a Dios para salir. Rashí traduce el vocablo “consultar” como pedir permiso y de aquí que según esta opinión antes de viajar es menester asesorarse con el Creador y recibir su bendición.

Para quienes entienden que la plegaria del viajero es un pedido de permiso para viajar alcanza con recitarla una sola vez para toda la travesía hasta su retorno a casa y todos los tramos transitados quedan incluidos en la misma (Bikurei Eretz 4:20). Empero para quienes entienden que la plegaria del viajero busca proteger de los peligros del camino, no alcanza con recitarla una sola vez al emprender el viaje, sino que es necesario volver a repetirla cada día de la travesía ya que el camino presenta todo el tiempo nuevos peligros.

En la práctica, se pueden dividir las situaciones en las cuales se recita la plegaria del viajero en viajes de más de un día en tres categorías:

a) El “Bait Jadash” entiende que cada día es necesario volver a recitar la plegaria pronunciando el Nombre Divino” aunque se trate de una travesía de varios días: “cada día se debe recitar la plegaria del viajero tal como cada día debe rezar el rezo de “Amidá” o “Shemoné Esré” y se trata de algo muy sencillo y la única razón por la que lo escribo es para erradicar el error entre las personas”.

b) El “Prí Jadash” entiende que la plegaria del viajero se recita únicamente al comenzar el viaje y aplica a la totalidad del periplo hasta arribar a destino, empero puede recitarse sin pronunciar el Nombre Divino o incluirla en la decimosexta bendición de la “Amidá”-“Shomea Tefilá” (inciso 105).

c) Según Radbaz todo depende de si hubo o no una interrupción en medio del viaje. Si alguien pernoctó en un hotel y durmió un sueño prolongado, a la mañana siguiente, al retomar el camino debe recitar la plegaria pronunciando el Nombre Divino, pero si la interrupción en el viaje fue breve o simplemente cambió de avión tras haber volado toda la noche no precisa recitarla (Tomo VI respuesta 2:176, de igual manera sentenció la Mishná Berurá 124:26).

Las autoridades rabínicas de nuestros tiempos se refirieron también a estas situaciones:

a) El Rabino Aba Shaul de bendita memoria escribió que si todo el viaje se lleva a cabo en un mismo vuelo se recita la plegaria una sola vez, aunque este lleve varios días (Or Letzión II 7:28).

b) El Yalkut Iosef sentencia que “quien sale de viaje de día o de noche recita la plegaria una sola vez al día sin necesidad de repetir, aunque pare a descansar en una ciudad a mitad de camino en medio del día. Empero, si piensa dormir en la ciudad para volver a partir al día siguiente debe volver a recitar la plegaria del viajero (Tefilá II 110:7).

El Rabino Shelomó Minhahar sentenció que “quien emprende un viaje de varios días debe recitar la plegaria del viajero a diario, y quien viaja durante la noche por la mañana que recite la bendición “Shomea Tefilá” sin concluirla y si navega durante varios días y no desembarca para pasar la noche y dormir en tierra que recite la plegaria del viajero a diario sin concluirla” (Tzeidá Laderej cap. 5).

¡Queridos amigos, quiera Dios que vayan y vuelvan con bien!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judaísmo etíope

El Shabat, en el cual leímos la porción de “Lejlejá”, lo pasé en las localidades de Adís Abeba y Gondar junto a los remanentes de las comunidades judías que allí quedaron, o parafraseando al legendario viajero Rabí Yaakov Sapir: “junto a los apartados hijos de Israel allende los ríos de Etiopía”. Si bien en el pasado visité en Etiopía a nuestros hermanos de “Beita Israel”, se cumplieron en mi persona las palabras del Baal Shem Tov: “cuando una persona visita un lugar una vez debe volver a él más adelante, ya que todo ser humano debe tener muy presente que todos sus andares y sus viajes no son fruto de la casualidad -Dios nos libre- sino que dependen de la Divina Providencia individual de cada quien…” (Comentario del Baal Shem Tov a la Torá a la porción de “Lej Lejá”).

La primera sorpresa de mi viaje la tuve durante el vuelo a Adís Abeba. Dos de las azafatas que acompañaban el vuelo detentaban nombres que aluden al nexo especial entre el pueblo judío y el etíope. Una de ellas se llamaba Saba (Shvá) como la reina etíope que visitó al Rey Salomón y de cuya unión nació Menelik, y la segunda aeromoza se llamaba sencillamente Jerusalém. Muchos d ellos nombres en Etiopía guardan un vínculo con el judaísmo y el pueblo de Israel y la en general la población de este país es muy respetuosa de nuestro pueblo. En una de mis caminatas por ese país un grupo de jóvenes se me acercó exclamando: ¡“Jois”! (“judío”). Como buen judío orgulloso de su origen les pregunté de inmediato si tenían algún problema con ello a lo que me respondieron que no, que simplemente ellos amaban a los judíos.

También después de aterrizar, se revelan ante los ojos del visitante tesoros naturales y paisajísticos de los más bonitos en el mundo. Etiopía posee un carácter único, bíblico. Quien pasea entre sus ciudades y pueblos, entre sus sendas y pequeñas aldeas, siente que deambula por la tierra de la Biblia. Al andar por esta tierra se percibe la sensación del encuentro con algo primigenio, natural, limpio y puro.

Quien visita Etiopía siente que va para atrás en la máquina del tiempo, no cientos sino miles de años. Parece como si el tiempo se hubiese detenido, las marcas de la occidentalización y el desarrollo no llegaron aun a este país y si lo hicieron no se hacen notar, ni en la cultura, ni en el estilo de vida, ni en la conducta de las personas ni en la civilización original que es agrícola.

Desde tiempos pretéritos y hasta la actualidad la agricultura ha sido la principal fuente de sustento de la población etíope. Los métodos de producción ancestrales se preservan con gran apego manteniendo así un carácter bíblico. En muchos sitios puede verse gente arando, sembrando, trillando o aventado la cosecha para limpiar así el grano. No es necesario alejarse para ver personas labrando la tierra con sus propias manos o ayudadas por un buey, y de esa manera se genera un ambiente arcaico a lo largo y ancho del país.

Quien desee aprender las treinta y nueve labores que prohíbe la Torá realizar en Shabat puede hacerlo sin ayuda de ilustraciones o videos, sencillamente debe venir a Etiopía. Allí encontrará a cada paso alguna de estas labores en realización tal como se llevaban a cabo en tiempos bíblicos o talmúdicos. En cada rincón es dable ver la realización de alguna labor como por ejemplo el hilado de la lana, el tejido en el telar,  conservando todas fielmente su pasado bíblico.

Empero, no solamente el paisaje es tanto bíblico como primigenio, sino que también la religión allí imperante, el cristianismo. El cristianismo en Etiopía se remonta al siglo cuarto de la era común. Esta forma de cristianismo es muy antigua y exhibe influencia judía. El cristianismo ortodoxo etíope todavía cuida parcialmente el Shabat, circuncida a sus hijos, come vegetariano durante parte de la semana. Es interesante notar la semejanza existente entre los nombres de los días de la semana etíopes con los hebreos. El domingo en amharit se dice ud (uno, o se adía primero como en hebreo), el lunes es denominado “senio” (segundo), el martes “maksanior” (tercero), el miércoles es llamado “rov” (cuarto), el jueves jamush (quinto), el viernes “arav” similar al hebreo “erev” que significa “víspera” (del sábado) y el Shabat es llamado “kuma” (día primigenio) o “sanbat”.

Para entender mejor la cultura etíope es importante recordar una cuestión muy delicada, el pueblo etíope no se ve a si mismo como africano ni como nación de esclavos de piel negra. Si bien Etiopía se encuentra en el continente africano, pero se respiran en ella simultáneamente aromas de oriente y occidente. Desde un punto de vista bíblico el pueblo etíope se diferencia de las demás etnias africanas que son identificadas como descendientes de Jam y Canaán hijo de Noé sobre quien está dicho: “maldito Canaán esclavo de esclavos será para sus hermanos” (Génesis 9:25). El pueblo etíope se identifica como descendiente de Sem hijo de Noé, o sea, de origen semita. Esta percepción tiene también su origen en la leyenda que se transformó en ethos nacional que adjudica el origen de la nación al príncipe Menelik, hijo de la Reina de Saba y el Rey Salomón y de los emisarios que envió el Rey Salomón desde la tierra de Israel hasta Etiopía, los cuales también eran descendientes de Sem y no de Jam.

Viajando entre las aldeas en las que habitaban los judíos hasta que emigraron a Israel llegué hasta la localidad de Ambobar. Estas aldeas están hoy vacías de judíos y muchas de estas alojan en la actualidad población etíope gentil que preservó tanto las sinagogas como los cementerios tradicionales. Generalmente las aldeas judías en Etiopía se construían a la orilla de un rio ya que sus habitantes cuidaban celosamente las reglas de pureza e impureza por lo que solían sumergirse ritualmente con frecuencia.

En la ladea de Ambobar entré a la antigua sinagoga judío de Beita Israel. Se trata de un edificio pequeño y sencillo construido de adobe con techo de quincho. La puerta de entrada estaba cerrada por lo que fue necesario empujarla con fuerza ya que con el tiempo la puerta se fue pegando a su marco. Al entrar, un universo completo se presentó ante mis ojos: la sinagoga se encontraba vacía tanto de personas como de mobiliario, pero estaba repleto de voces de plegarias y añejos anhelos de sus judíos, las oraciones y los cánticos de Beita Israel se encontraban aun presentes, tal como escribiera el Rabino Dov HaLevi Soloveitchik en su artículo “El secreto de una sinagoga”:

“La congregación de Israel (“Kneset Israel”)… no es solamente un cúmulo de personas… existe la congregación de Israel manifiesta que está compuesta por nuestros contemporáneos, o sea, unos trece millones de personas y está la congregación oculta de Israel que incluye a cada judío que haya vivido alguna vez y no solamente los de nuestra actual generación. Esta congregación atemporal incluye a todos aquellos cuyos nombres fueron eternizados y cuya memoria perdurará por siempre. La sinagoga incluye a toda la congregación de Israel en su totalidad… y de este misterio tremendo se deriva su santidad”

Empero, por encima de todo, la gran experiencia fue el encuentro con los judíos etíopes que aun quedan en ese país junto a su rabino Menajem Waldman Shelit”a. Estos judíos preservaron su tradición bíblica con gran entrega y sacrificio viviendo según la Torá en una tierra extraña que no los recibía de buena gana. Sión y Jerusalém estuvieron y están aun en sus corazones y en sus plegarias. En Gondar vi un niño al cual le pregunté si ya había estado en Jerusalém a lo que me respondió que sí, le pregunté cómo y cuándo, y me dijo: en un sueño.

Una leyenda de los judíos etíopes cuenta que en los meses del invierno de la tierra de Israel que son los de la primavera en Etiopía, los pájaros, y especialmente las cigüeñas migraban hacia esta y cuando los judíos las veían les preguntaban: ¿qué tal está Sión? ¿cómo está Jerusalém?

Hasta el día de hoy los judíos etíopes recitan antiquísimas plegarias dedicadas a Jerusalém: “A ti Jerusalém, a quien recuerde a Jerusalém, todo el pueblo es Jerusalém, servid a Jerusalém, tu muro Jerusalém, Jerusalém fue bendecida”.

En la comunidad de Adís Abeba tanto los ancianos como los jóvenes acostumbran a culminar sus rezos no entonando la canción “Yo creo con fe absoluta en el arribo del Mashíaj” sino “Apiádate con tu misericordia de tu pueblo, oh Dios, de Sión recinto de tu gloria…”. Me es difícil de describir la emoción que me embargó cuando escuché a los remanentes de la comunidad judía de Etiopía rezar por el bienestar de sus hermanos que ya viven en la tierra de Israel y en Jerusalém. Quiera Dios que en mérito de estas plegarias se cumplan pronto las palabras del profeta Isaías: “Entonces acontecerá en aquel día que Dios habrá de recobrar de nuevo con su mano, por segunda vez, el remanente de su pueblo que haya quedado en Asiria, de Egipto, de Patros, de Cush (Etiopía), de Elam, de Sinar, de Hamat y de las islas del mar. Y levantará un estandarte a las naciones y juntará a los desterrados de Israel y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Isaías 11:11-12).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Brith Milah de adultos

Quisiera compartir con ustedes una anécdota que resultó ser para mí una experiencia formativa. Poco tiempo después de asumir el Rabinato en la ciudad de Turín me enteré de que hay dos personas mayores de la comunidad que no están circuncidadas. Uno de ellos de unos cincuenta años y el segundo de cuarenta. El primero, al que llamaremos Marco, era hijo de una sobreviviente del holocausto que logró salir con vida del campo de concentración. En virtud del trauma que experimentó por la persecución durante la guerra temió transmitirle la judeidad a su hijo. Tras casarse con un gentil, tuvo un hijo al cual decidió criarlo como no judío, para evitar que le ocurra lo que le sucedió a ella. Por esa razón, tuvo el cuidado de no circuncidarlo para que carezca de cualquier señal exterior que pueda marcarlo ante la sociedad como judío. Si bien esta madre le contó a su hijo respecto de su familia judía y lo que ella pasó durante el holocausto, estaba segura de que él escogería para sí otro tipo de vida, sin judaísmo, sin judíos, sin circuncisión ni identidad judía.

Sin embargo, conforme fue creciendo Marco entendió que tenía raíces judías, que su madre era judía y también él lo era, entendió que su madre tuvo el “privilegio” de pasar el campo de concentración en virtud de su judeidad y por ello decidió retornar a su familia original y a la fe de sus ancestros.

La segunda persona que no estaba circuncidada la habremos de llamar Eduardo. A la edad de cuarenta decidió circuncidarse. Su abuelo fue un judío religioso, matarife, cantor litúrgico en la sinagoga, hombre generoso que era querido por los miembros de la comunidad y la gente en general, mas sus hijas desposaron hombres no judíos y no circuncidaron a sus hijos. La imagen del abuelo, querido y admirado en su comunidad acompañó a Eduardo a lo largo de los años. Siempre vio en él un ejemplo de conducta y en un determinado momento entendió que para parecérsele debía, entre otras, circuncidarse tal como su abuelo habría deseado que lo haga y tal como le hubiera pedido.

Marco y Eduardo se dirigieron a mí y me pidieron que los circuncide. En la edad adulta la circuncisión es un deber personal de quien precisa pasar la intervención, empero es responsabilidad del Rabino y del Tribunal Rabínico local que se cumplan las condiciones necesarias que posibiliten el cumplimiento del precepto (Shulján Aruj Ioré Deá 261). La circuncisión de un adulto suele tener mayores requerimientos médicos que la de un bebé, por lo general se lleva a cabo en un quirófano y es un procedimiento de tipo ambulatorio. En Italia me pidieron miles de Euros para realizar en esta intervención en un quirófano, suma que no estaba al alcance ni de Marco ni de Eduardo. En virtud de ello, decidí invitar de Israel a un mohel amigo mío, hombre de gran experiencia que circuncidó a cientos de hombres y niños, que además está imbuido de una gran entrega y abnegación por el prójimo y realizó estas intervenciones en todo tipo de lugares en todo momento.

El hospital siguió demandando más papeles y exigió que también esté presente un urólogo durante la intervención. Le pedí a un urólogo judío que esté presente durante la circuncisión y este accedió a participar, así como también a enviar al hospital su certificación profesional. Dos días antes del arribo del mohel a Turín me llamaron del hospital para decirme que se negaban a permitirnos el uso del quirófano. Hasta el día de hoy no sé si esto obedeció a razones de tipo médico, legal o religioso, pero me encontré en una situación en la cual no podía circuncidar ni a Marco ni a Eduardo y sobre todo temía decepcionar a estos extraordinarios hombres que querían abandonar su prepucio e incorporarse de cuerpo entero al pueblo de Israel. A último momento me dirigí a diferentes hospitales de la ciudad y pedí rentar un quirófano pagando el precio completo pero mi solicitud fue por todos denegada.

El mohel llegó a Turín a medianoche y todavía no tenía un sitio donde efectuar la intervención la mañana siguiente. Por supuesto que la solución más sencilla era suspender la circuncisión, pero mi corazón no me permitía hacerlo. En determinado momento me pregunté a mi mismo y también pregunté al mohel: “¿acaso Dios no desea que estos dos judíos ingresen consciente y voluntariamente al pacto de nuestro patriarca Abraham? En caso de que sí, la solución tendrá que llegar de manera inmediata e inesperada. En efecto, el viernes por la mañana, dos horas antes del momento prefijado para la circuncisión, no teníamos ni quirófano ni anestesia, por lo que le pregunté al mohel: ¿qué se puede hacer? Entonces, como por milagro, propuso que llevemos a cabo las intervenciones en una enfermería o en alguna casa particular y compremos por nuestra cuenta todos los elementos necesarios.

Me alegré al escuchar su propuesta y vi que era una puerta de salvación. Hablé con el presidente de la comunidad judía y le pedí permiso para llevar a cabo las intervenciones en la enfermería del asilo de ancianos israelita de la ciudad. El presidente me pidió que le dé tiempo para consultar con el asesor legal de la comunidad quien tras una breve conversación le dijo que esto era ilegal y sumamente riesgoso. Seguí insistiendo y pedí llevar a cabo la circuncisión en mi apartamento, mas el presidente persistió en su oposición ya que el apartamento pertenecía a la comunidad y al ser ilegal en caso de cualquier complicación la responsabilidad habrá de recaer sobre ésta.

Tras diferentes intentos nuevamente me encontré sin una solución que colme las expectativas de Marco y Eduardo. Entonces, de modo milagroso, Dios nos mandó su salvación y su bendición bajo la forma de una idea original. El mohel me dijo: “si no se puede realizar la circuncisión ni en el hospital, ni en la enfermería del asilo ni en la casa del rabino… ¡podemos hacerlo en una habitación de hotel!” Bendito aquél que dice y hace, ni bien surgió la idea ni lerdos ni perezosos nos dirigimos al hotel más cercano para alquilar una habitación con dos camas. Fuimos a la tienda de enseres médicos y compramos todo lo necesario para cumplir con el precepto como corresponde también desde el punto de vista de una esterilización adecuada, una buena sutura, anestesia suficiente, bisturí acorde y prevención o contención de sangrado. Incluso compramos túnicas blancas para conferirle al procedimiento un aspecto profesional y prolijo.

De más está decir que le explicamos la situación a los “pacientes” y les preguntamos si estaban de acuerdo con la idea propuesta. Ambos se mostraron entusiastas ante lo original de la idea. Pronto nos encontramos el mohel y yo acompañando a Marco y a Eduardo en su circuncisión en la pieza del hotel. Tuve el privilegio de ser el padrino y sostener la cabeza de los circuncidados durante el cumplimiento del precepto. A Dios gracias todo sucedió de la mejor manera y sin complicaciones. Una vez finalizada la cirugía procedimos a recitar las bendiciones correspondientes sobre sendas copas de vino y a asignarles nombres hebreos. Tanto Marco como Eduardo escogieron adoptar los nombres de sus abuelos, nombres que habrían de acompañarlos en el futuro mediante una conexión firme con el pasado familiar.

La circuncisión tuvo lugar en víspera de Shabat “Lej Lejá” y el sábado por la mañana tuvimos el privilegio de subir a Marco y a Eduardo a la Torá cuando leímos “Y cuidarán Mi pacto tú y tu simiente tras de ti por todas las generaciones” y cantarles “Siman Tov Umazal Tov”. ¿Qué llevó a Marco y a Eduardo a realizar su circuncisión? ¿Cuál es la motivación de dos personas adultas de pasar por este ritual en carne propia?

La circuncisión es de los preceptos más difundidos en el pueblo de Israel. Personas que no son observantes ni guardan las tradiciones judías ancestrales de todas maneras sienten la necesidad de circuncidar a sus hijos tanto en Israel como en la diáspora. Me parece que además de ser un precepto positivo, la circuncisión se transformó en una señal distintiva del judío y de su vínculo al pueblo de Israel, no solamente una señal exterior sino la base de su identidad y su pertenencia milenaria a la nación.

“Todo requiere de suerte, incluso el uso de un rollo de la Torá que está en el arca sagrada”, empero parecería que el secreto de la suerte del precepto de la circuncisión en el pueblo de Israel aun requiere de una explicación. Es difícil de entender qué es lo que lleva a este precepto a ser tan popular y a pesar de resultar de difícil cumplimiento ser diligentemente observado por diferentes tipos de público, tanto por judíos religiosos como por no religiosos y hasta por aquellos que están en franco proceso de asimilación.

El precepto de la circuncisión se ha transformado en un símbolo de identidad judía y pertenencia al pueblo de Israel. Tanto en el pasado como en el presente se puede pertenecer al pueblo de Israel mediante nacimiento o mediante elección. El origen judío, la familia judía y la madre judía transforman al individuo en parte del colectivo judío sin que medie voluntad o elección alguna. Según esto, una persona que nació de una madre judía y no fue circuncidada es judía para todo menester, es parte de la nación y está preceptuada de cumplir todas las leyes de la Torá sin excepción.

Un cohen que no fue circuncidado tiene permitido bendecir a la comunidad con la bendición sacerdotal de lo cual aprendemos que es parte integral de la familia, aunque no sea incircunciso (Maguén Abraham Oraj Jaím 128:54, incluso aunque esté incircunciso de exprofeso). Sin embargo, hay otra manera de pertenecer al pueblo de Israel y es mediante la elección, o sea, mediante la conversión al judaísmo. La conversión implica la incorporación al pueblo de Israel mediante un nuevo nacimiento de la persona (“Un prosélito se asemeja a un recién nacido” Tratado de Ievamot 62(A)), mas este nacimiento es alcanzado mediante la elección, la consciencia y el deseo de ser parte de la generalidad de la nación israelita, de su historia, su vida nacional y espiritual. El primer modo de ser judío no requiere ni consciencia ni identidad, el segundo implica no pocos esfuerzos y más que todo una gran consciencia a los procesos de conformación de una identidad judía y la incorporación a su colectivo. Nacer de una madre judía implica una incorporación étnica al pueblo judío mientras que la conversión implica una transformación espiritual y de identidad. Nacer de una madre judía es un acto involuntario e impuesto mientras que la circuncisión implica la elección consciente de ser judío.

La circuncisión es mucho más que el retiro del prepucio, es el establecimiento de un pacto, es una acción positiva es volver al pacto original de nuestro patriarca Abraham quien adoptó la fe judía mediante un acto electivo y voluntario.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

“Pikuaj Nefesh” Espiritual

Enfrentamos una situación en la cual el pueblo judío decrece demográficamente. Este es el estado de cosas predominante en la gran mayoría de las comunidades de la diáspora, pocas son las que no padecen los embates de los matrimonios mixtos.

Somos testigos de un proceso de declive demográfico del pueblo judío, el fortalecimiento espiritual, así como también el retorno a las fuentes   de algunos sectores del pueblo judío no alcanzan para compensar el número de los que se pierden. Nuestra nación adolece de índices galopantes de asimilación, se trata de un proceso potente y veloz que literalmente cobra “vidas judías”, al punto de que a cada minuto que pasa perdemos algún judío en el mundo.

El Rabino Soloveitchik, en uno de sus artículos explica las diferencias existentes entre distintas comunidades de la dispersión judía: “nos queda claro que en la actualidad debemos lidiar con el desafío que representan los ‘relegados del pueblo de Israel’…miles de judíos en todo el mundo se encuentran en estado de “relegación”, separados y desconectados de la generalidad del pueblo de Israel y los centros de la Torá…no me refiero a judíos que viven geográficamente apartados sino que a aquellos que por diferentes razones están asimilados, alienados y distantes tanto del judaísmo como de los judíos. También sobre estos aplica la profecía que reza: ‘si tus dispersos estarán en el extremo de los cielos, también de allí los habré de reunir’, estos judíos son nuestra principal preocupación”.

Nuestro verdadero desafío es ocuparnos en acercar a aquellos judíos que se han distanciado tanto de la Torá como del pueblo de Israel. Los judíos apartados se sienten lejos de la Torá, del judaísmo y no siempre se sienten hermanos nuestros en su percepción de pertenencia al pueblo de Israel y el colectivo judío.

En esta época de la historia en la cual nuestro pueblo se ocupa de la salvaguarda de la vida de sus miembros, preservar el vínculo de cada uno de nosotros con su identidad, su nación y su tradición es la forma más segura de garantizar la existencia judía de cada uno de nosotros. Empero, me parece que a los efectos de concientizar a la opinión pública respecto de la situación del judaísmo actual es menester definir la vida judía tanto individual como colectiva como bajo amenaza o peligro de supervivencia, situación de “pikuaj nefesh”, “peligro”, no material o físico sino espiritual.

“Pikuaj nefesh” o peligro mortal es un concepto halájico basado en la preeminencia del valor de la vida y que procura mantenerla a salvo aunque esto implique tener que transgredir Shabat u otros preceptos de la Torá. El valor de la vida no se refiere únicamente al aspecto físico, sino que también está vinculado al aspecto espiritual. La vida como tal es una combinación de elementos tanto físicos como espirituales y por ello ambos dos participan de la misma definición de lo que ésta es. La vida no es solamente una cuestión bilógica, genética y metabólica sino un concepto que incluye también pensamientos, sentimientos, creencias e identidad. Asegurar tanto la vida corporal como la espiritual de una nación, así como la de un individuo es indispensable para salvaguardar su existencia y su futuro.

La pregunta que se presenta ante nosotros es ¿qué se puede hacer a los efectos de preservar la vida judía de una persona? ¿Justifica quebrar las prohibiciones del Shabat? ¿Se puede invitar personas a una clase o una comida de Shabat con la intención de reforzar su identidad judía sabiendo que habrán de asistir mediante el uso del automóvil? ¿Qué tiene permitido hacer tanto un rabino como cualquier judío a los efectos de acercar a un hermano a la tradición ancestral? Estas preguntas no son para nada virtuales sino dilemas muy reales que rabinos y comunidades de la diáspora enfrentan permanentemente día a día y hora tras hora. Estas preguntas son relevantes en un mundo en el cual los judíos se van asimilando y alejando no sólo del cumplimiento de los preceptos sino también de su identidad judía más básica.

El Rabino Shaúl Israeli, de bendita memoria, tuvo a bien innovar el concepto de salvaguarda espiritual o “pikuaj nefesh rujaní” respecto de la supervivencia del pueblo de Israel:

“Debemos discernir si existe o no el concepto de salvaguardar la vida desde un punto de vista espiritual, esto es, cuando existe el riesgo de que un judío que va por malos caminos puediendo trasgredir preceptos tanto sencillos como graves y tenemos la posibilidad de salvarlo: en un caso así ¿también podremos decir que nada es más importante que la salvaguarda de la vida y por lo tanto podremos profanar el Shabat para salvarle?…Cuando se trata cabalmente de la salvaguarda de la vida espiritual debe considerarse el caso como perteneciente a la categoría general de “pikuaj nefesh” o salvaguarda de la vida que se sobrepone a cualquier otra norma y entonces resulta preceptivo salvarlo por todos los medios que se encuentren a nuestra disposición” (Tjumín II pág. 27). Asimismo, en otro artículo el Rabino Israeli trata el tema de la inmigración de los judíos de la ex Unión Soviética a Israel en Shabat y dictamina que se puede quebrar el Shabat para traerlos pues así se los salva de la asimilación completa, entrando esta acción entra en la categoría de salvaguarda de la vida espiritual (Javot Biniamín I 14).

Los argumentos esgrimidos por la halajá a los efectos de justificar el quebrantamiento del Shabat en aras de salvaguardar la vida física se basan fundamentalmente en dos criterios que son igualmente válidos para el caso de la salvaguarda de la vida espiritual. El primero es ” cuidaréis mis leyes, y mis sentencias las cuales hará el hombre y vivirá en ellas, y no morirá en ellas” (Tratado de Yomá 85(A)). De esto se desprende que la vida es el valor principal. El segundo argumento considera que es mejor profanar un Shabat para salvar así la vida de la persona de modo tal que pueda cumplir muchos más Shabatot en el futuro. Estos criterios se refieren no solamente al aspecto físico, sino que también al espiritual y al de la identidad del pueblo de Israel.

También Maimónides era consciente de la necesidad de tomar a veces decisiones antinómicas en aras de preservar el cumplimiento general de la norma:

“Si resulta necesario dejar temporariamente sin efecto un precepto positivo o restrictivo a los efectos de devolver a muchos a la senda del cumplimiento o salvarlos de otras trasgresiones se procede conforme requiera la circunstancia. Así como el médico amputa a veces una mano o una pierna para salvar la vida del paciente completo de igual manera el tribunal rabínico puede dictar en un momento determinado que se trasgreda temporariamente una norma a los efectos de que se preserve la comunidad, tal como dijeron nuestros sabios: “profana por él un Shabat para que luego pueda cumplir con muchos más” (Mishné Torá Mamrim II halajá 4).

Entre los eruditos de la halajá se ha debatido el tema de la posibilidad de permitir que se profane un Shabat a los efectos de salvaguardar espiritualmente a alguien en el contexto de evitar conversiones forzadas a otras religiones. Por ejemplo, el autor del Shulján Aruj dictamino que “si a una persona se la saca de su casa en Shabat para que deje de ser judía es preceptivo ir tras ella e intentar salvarla, y para ello está permitido andar más allá de los límites permitidos en Shabat, y en caso de negarse a hacerlo el tribunal rabínico puede forzarle” (Shulján Aruj 306:14).

El autor de la responsa Najalt Shiv´á el Rabino Shmuel HaLevi (siglo 17) fue consultado respecto de cómo debe actuar un padre si escucha que su hijo salió para convertirse al islam, ¿tendrá permitido profanar el Shabat para devolverlo a su hijo al judaísmo? Nuevamente estamos ante un caso de salvaguarda de la vida espiritual. El rabino respondió que considera que se puede profanar el Shabat en aras de devolverlo, aunque el hijo en cuestión haya actuado así por propia voluntad:

“Considero que se puede profanar el Shabat en caso de duda, tal como se lo hace con un enfermo, empleando el criterio de que es mejor que se profane un Shabat y que él no profane muchos otros, y cuanto más diligentemente se pueda actuar mejor, y quien se detiene a hacer preguntas derrama sangre, incluso muchos tienen permitido profanar el Shabat para salvar a una persona enferma para que pueda cumplir muchos Shabatot más. Si bien no se le dice a una persona que trasgreda para beneficiar a su prójimo… y no cabe decir que en caso de muerte física se aplique un criterio diferente… por lo que si se profana por peligro de muerte corporal ante el riesgo de muerte espiritual mucho más aun (Najalat Shiv´á 83).

Según la opinión de este erudito se puede profanar el Shabat a priori si se trata de devolver a un judío a su religión o para detener un proceso de alejamiento de su pueblo. Tal como se permite profanar el Shabat para salvaguardar la vida de un enfermo se permite también hacerlo en caso de salvaguarda de la vida espiritual, como por ejemplo evitar una conversión a otra religión. Especialmente en un caso como este en el que la persona deja de pertenecer a la comunidad judía y ya no habrá de observar ni Shabatot ni precepto alguno y no cabe duda de que en un caso así se debe hacer todo lo necesario con tal de salvarlo.

Por Rabino Eliahu Birnbaum