Esmirna: 12 sinagogas y nadie quien las ocupe

Quien deambula por las callejuelas del mercado de Esmirna-Turquía, se encuentra con un triste escenario. Doce sinagogas, que representaban el pasado esplendor de la judería local se encuentran desiertas, vacías casi por completo de personas y en algunos casos también de su mobiliario. Tal como reza la letra de la canción: “no es agradable ver un jardín de infantes vacío”, podemos agregar que tampoco es “agradable ver una sinagoga vacía”. También el encargado de una de las sinagogas que era mi guía en este paseo, entre sinagoga y sinagoga se lamentaba por lo que hubo y ya no hay, e incluso condimentó sus suspiros con expresiones en ladino, su idioma por generaciones.

El número de sinagogas que se encuentran una al lado de la otra en la ciudad vieja de Esmirna, en el barrio Camaralty (bajo los arcos) nos enseña que la comunidad que aquí habitaba era muy diversa y estaba compuesta de diferentes públicos. Cada sinagoga pertenecía a otra diferente comunidad o a una diferente ola migratoria. Cada sinagoga cuenta con un diseño, una tradición de rezo y un estilo propio. Doce diferentes sinagogas, doce como las tribus de Israel, conjuntamente conforman un colorido y original mosaico histórico de la comunidad de Esmirna a lo largo de las generaciones.

La comunidad judía de Esmirna se encuentra sobre la costa turca del mar Egeo y esta ciudad que es hoy la capital de la región de Aydeen, fue una de las más grandes y florecientes de todo el imperio otomano. Aquí los judíos disfrutaron de libertad religiosa y contaron con un sistema educativo propio, así como también de un tribunal rabínico comunitario. La comunidad de Esmirna servía como ejemplo para muchas de las comunidades judías de oriente. El Rabino Jaim Palagi (1788-1869) una de las figuras más importantes de la ciudad, escribe lo siguiente sobre Esmirna:

“La más esplendorosa entre todas las comunidades…toda ella es hermosa y está adornada con los ornamentos de la Torá, de los preceptos y de los actos de caridad…” (Lev Jaím, II Oraj Jaím 148).

Sin embargo, la ciudad que fue el sitio de residencia del Rabino Palagi y de Shabetai Tzví, amén de innumerables eruditos, sinagogas, yeshivot y cuyas calles estaban repletas de judíos es hoy simplemente un recuerdo del esplendor pasado.

La comunidad judía de Esmirna es muy antigua, tenemos evidencia de presencia judía en el lugar desde el inicio del cristianismo, e incluso el Nuevo Testamento confirma esta hipótesis (Revelaciones 2:8). Hay quienes sostienen que la presencia judía es aún anterior y se remonta a los días de Alejandro Magno (356-323 A.E.C.).

En la edad media la presencia judía fue reducida, pero se incrementó hacia el siglo XVI cuando llegaron a la ciudad sefaradíes expulsados de España, así como también judíos de ciudades vecinas y también los romaniotes provenientes de Yanina – Grecia, Salónica, Corfú y Rodas. A finales del siglo XIX llegaron también judíos ashkenazíes de Rusia y Polonia. En Esmirna se asentaron judíos que eran por todos llamados “Francos” y eran principalmente comerciantes de origen portugués.

El imperio otomano invitó a judíos expulsados de España y Portugal para que se asienten en sus dominios, y es así como llegaron miles de judíos a Turquía y Marruecos quienes con el correr del tiempo se transformaron en un factor preponderante de la vida económica y cultural de esos países.

La primera ola migratoria de judíos españoles hacia el imperio otomano no pasó por Esmirna durante buena parte del siglo XVI y recién en sus postrimerías, cuando la ciudad se transformó en un puerto central, las diferentes comunidades judías comenzaron a asentarse.

Con el correr del tiempo la población judía de Esmirna fue decreciendo. En 1868 vivían allí unos 40.000 judíos y para principios del siglo XX muchos habían ya emigrado hacia Grecia, Francia, Estados Unidos, Argentina y México quedando en la ciudad solamente unos 25.000. Tras el establecimiento del Estado de Israel unos 10.000 judíos hicieron aliá. Actualmente viven en Esmirna unos mil judíos y en toda Turquía unos 18.000 y la tendencia demográfica general es decreciente. Existen también comunidades muy pequeñas en Ankara, Bursa y Badena.

Si bien Esmirna es una ciudad importante dentro de la República de Turquía, que es de orientación musulmana, no vi en las calles mujeres vistiendo el velo tradicional ni percibí señal alguna de islamización. La ciudad es considerada de carácter moderno y secular y este es también el espíritu de sus habitantes. Por ello los judíos viven aquí cómodos y seguros y fue también mi sensación personal durante la visita.

Me parece que en Esmirna se aplica cabalmente el viejo chiste del judío que está solo en una isla y construye dos sinagogas. Con el correr del tiempo cada comunidad construyó su propia sinagoga adecuada a sus preferencias y de esa manera se fueron conformando divisiones religiosas, sociales y halájicas varias.

La población judía de Esmirna estaba conformada por grupos de diversos orígenes, que hablaban diferentes idiomas y detentaban diferentes costumbres. Cada ola migratoria trajo consigo las tradiciones de su país de origen. Es así que se fueron estableciendo comunidades y erigiendo sinagogas según las identidades étnicas de cada grupo. Sin embargo, más allá de la diversidad de congregaciones la gran mayoría de los judíos se asentó en el área cercana al mercado central de la ciudad. El campanario que está colgado en el portón de entrada al mercado anuncia todavía cada viernes la llegada del Shabat en recuerdo de la gran y pujante comunidad que otrora habitara la ciudad.

De las cuarenta sinagogas anteriormente existentes hoy quedan en Esmirna solamente trece, doce de las cuales están localizadas en el mercado. Varias de las sinagogas conservan aun su carácter particular e imbuyen a quien las visita en una atmósfera de rezo y sitio de reunión mientras que otras se encuentran en avanzado estado de deterioro. En los últimos años ha tenido lugar un proceso de reciclado edilicio de las sinagogas y se ha abierto un museo sobre la judería local.

Cada sinagoga posee un nombre propio, un carácter que lo define y un narrativo fundacional que lo caracteriza. En el año 1690 se fundó la sinagoga “Bikur Jolim”, la sinagoga “Shalom” (también llamada “Shabetai Tzví” o “Kahal de Abasho”) aparentemente fue establecida en el siglo XVII. La sinagoga “HaPortuguezi” fue fundada en 1710, “Majzikei Torá” en 1722, la sinagoga “Algazi” (llamada también “Kahal de Arriba”) en 1728 al igual que las sinagogas “Etz Jaím”, “Beit Hilel” y “Shaar Hashamaim”. La sinagoga “Hasiniora” rinde homenaje en su nombre a Doña Grazia Nasí, y según lo indica la tradición ella misma la mandó construir. La sinagoga Shalom fue erigida en 1800, las sinagogas “Forasteros” y “Beit Leví” son del año 1898. A comienzos del siglo XX se construyó la sinagoga “Beit Israel” sinagoga más grande e impactante de Esmirna para cuya construcción se trajeron artistas desde la mismísima Italia.

En la actualidad, tres sinagogas siguen funcionando como tales: “Shaar Hashamaim”, “Bikur Jolim” y “Beit Israel”.

Incluso los nombres de las sinagogas de Esmirna resultan especialmente inspiradores. ¿Dónde se vio en el mundo que una sinagoga reciba el nombre de “Siniora”, homenajeando así a una mujer, o sinagogas con el nombre del país de origen como en el caso de “Portugal” o el de la sinagoga “Forasteros”, o sea extranjeros?

La sinagoga portuguesa es considerada la más antigua de la ciudad. Su diseño arquitectónico refleja no solamente un estilo sino un contenido y una significación. La tarima posee la forma de la proa de un barco. Este edificio fue erigido por criptojudíos portugueses que lograron escapar de las fauces de la persecución llegando a Turquía en el siglo XVI y usaron una parte del barco que les salvó para elaborar la tarima o bimá central de la sinagoga.

Uno de los fenómenos interesantes que son dables de constatar y que tienen por objetivo reforzar la comunidad y preservar las tradiciones es que se recoge en minibús a los judíos para que completen minián en Shabat en la sinagoga “Beit Israel” y de esa forma mantenerla abierta y activa.

La sinagoga no es vista simplemente como cuatro paredes sino como una entidad significativa poseedora de vida propia. De esa forma la sinagoga pasa de ser objeto a ser sujeto. Si bien una persona religiosa al escuchar sobre esta práctica puede que le resulte sumamente llamativa, es importante recordar que muchas veces los judíos no buscan preservar la halajá o la religión sino la tradición. Rezar en la misma sinagoga que lo hicieron sus padres es parte de esa tradición, “yo continúo lo que hicieron mi padre y mi abuelo” – me dijo uno de los judíos en la sinagoga, y a veces la tradición se guarda mejor que la religión.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Bat Mitzvá Italiana

Tras la conclusión del servicio de Musaf la novia camino aferrada al brazo de su padre desde la sección femenina de la sinagoga hacia la masculina y se paró frente al arca sagrada. El arca se abrió y la joven comenzó a recitar los versículos de “Shemá Israel” y “Eshet Jail” (“Mujer Virtuosa”, último capítulo del libro de Proverbios). Tras recitar los versículos el rabino la cubrió con su talit y la bendijo con la bendición de los hijos en su versión especial para Bat Mitzvá: “Aquél que bendijo a nuestras matriarcas Sará, Rivká, Rajel y Leá que bendiga a la joven…hija de… que llegó a la mayoría de edad. Padre celestial, protégela y cuídala, líbrala de cualquier enfermedad o desgracia, que sus padres se regocijen con ella y que halle gracia ante Dios y las personas, y que se cumpla en ella el versículo “la mujer temerosa de Dios será alabada, que disfrute del fruto de su labor y que sea públicamente admirada por sus acciones. Amén, sea esta Su Voluntad“.

No se trata de una boda sino de una ceremonia de Bat Mitzvá en la sinagoga ortodoxa de Florencia-Italia, donde tuve la oportunidad de pasar el Shabat pasado. La ceremonia italiana de Bat Mitzvá es de las más singulares que he presenciado en la diáspora judía. Es rica en significación y además procura integrar a la joven en la vida comunitaria y preceptiva, reforzando así su identidad y cerrando en determinada forma la brecha existente entre las ceremonias de Bar y Bat Mitzvá. Como es sabido, la ceremonia de Bat Mitzvá no existió hasta mediados del siglo XIX y se incorporó a las comunidades judías en general y las italianas en particular en el marco del proceso de emancipación y de búsqueda de reforzamiento educativo de las jóvenes judías. Tal como escribió el Rabino Iejiel Yaakov Weinberg (1884-1966), quien fuera el decano de la escuela de formación rabínica de Berlin y autor del libro de responsa “Sridei Esh” : “La recta razón y el deber pedagógico indican que se debe celebrar también un rito de pasaje para las jóvenes que llegan a la edad de cumplir mitzvot, y la discriminación existente entre varones y mujeres a la hora de celebrar su mayoría de edad afecta negativamente los sentimientos de estas últimas, quienes en otros ámbitos de su vida disfrutan ya de los beneficios de la emancipación” (Sridei Esh III 93).

El testimonio más antiguo de celebración de Bat Mitzvá en Italia se remonta al año 1844 en la ciudad de Verona. El Rabino Itzjak Pardo de Padua (1784-1855) solía también celebrar ceremonias de bat mitzvá, y rapidamente esta práctica se extendió a otras localidades tales como Ancona, Boloña, Milán, Turín, Venecia y Roma. Generalmente, acostumbramos a considerar a la primera ceremonia colectiva de Bat Mitzvá a la realizada en Alemania por el Rabino Yaakov Atlinger (1798-1871, de los líderes de la ortodoxia en Alemania, autor del libro “Aruj Laner” y maestro del Rabino Azriel Hildeshaimer) en Altuna en el año 1867. Sin embargo, aparentemente, esta ceremonia fue llevada a cabo por orden del gobierno danés que regía esa área y tenía por finalidad examinar los conocimientos de las jóvenes que cursaban estudios religiosos judíos. Otros consideran que la ceremonia de Bat Mitzvá tiene su origen en el movimiento reformista del siglo XIX bajo la influencia de las ceremonias de pasaje protestantes. De todas formas, parecería ser que las comunidades judías italianas se anticiparon a las demás en la celebración del Bat Mitzvá, tanto en tiempo como en forma.

La ceremonia original que se celebró en Italia fue colectiva. Unos meses antes de cumplir los doce años, las jóvenes judías italianas comenzaban a estudiar Torá y halajá con el rabino comunitario. En Shavuot o en el primer día posterior a la celebración se reunían las jóvenes en la sinagoga comunitaria vestidas de blanco y con coronas de flores sobre sus cabezas. Marchaban en fila e ingresaban a la sinagoga al son del coro hasta que se formaban frente al arca sagrada abierta. El rabino de la comunidad las examinaba en sus conocimientos judaicos y éstas debían sacar a relucir lo estudiado, amén de recitar. versículos y plegarias en hebreo para de esa forma demostrar su madurez y su compromiso con el judaísmo. Al concluir la ceremonia el rabino bendecía a las jóvenes con la “bendición de las hijas”. Hace cuestión de treinta años en Italia la ceremonia colectiva cedió el paso a la individual. Esto obedeció por una parte al descenso en el número de las jóvenes y por la otra en virtud de críticas que se le formularon a la ceremonia grupal.

En los años en los que fungí como rabino de la ciudad de Turín tuve oportunidad de acompañar a numerosas chicas en su ceremonia individual de Bat Mitzvá. Debo confesar que a pesar de los años que ejercí el Rabinato en diferentes sitios del mundo las ceremonias italianas me resultaron novedosas. Sin embargo, rápidamente aprendí a conocerlas y a disfrutarlas. Sin entrar en el tema de cuál debe ser el rol de la mujer en la sinagoga, el modelo italiano de ceremonia lleva a que las niñas estudien, preparen un discurso sobre temas tradicionales y refuercen así su identidad judía al llegar a la Bat Mitzvá.

Paso a describir brevemente el orden y el contenido de la ceremonia en las distintas comunidades italianas. Esta comienza con el rezo de Shajarit de Shabat. Al igual que en una Bar Mitzvá el padre, los familiares y los amigos de la homenajeada suben a la Torá y cada uno de estos adiciona una bendición especial. Por supuesto que también el padre de “la novia” pasa a la Torá y bendice. Ancianos de las comunidades de Roma y Turín me comentaron que, hasta hace unas décadas, cuando el padre de la Bat Mitzvá era llamada a la Torá su hija bajaba del “ezrat nashim” o sitio de las mujeres y le acompañaba subiendo con él y manteniéndose a su lado cuando este recitaba las bendiciones. Sin embargo, la parte central de la ceremonia de Bat Mitzvá se lleva a cabo después de concluido el servicio de Musaf. Al finalizar el rezo, tras recitarse “Aleini Leshabeaj” el rabino invita a la homenajeada a ingresar a la sinagoga. Esta no hace su ingreso discreta u ocultamente sino que todo el público se pone de pie para recibirla y tanto el cantor litúrgico como el coro entonan la canción “Baruj Habá Beshem HaShem Berajnujem Beshem HaShem” (“Bienvenido en el Nombre de Dios, sé bendito en el Nombre de Dios”). Es difícil de describir la emoción que embargan tanto a la joven como a sus padres cuando esta es invitada a ingresar al centro de la sinagoga.

La muchacha se para en el sitio desde el cual el rabino suele hablar a la comunidad y pronuncia desde allí su discurso de Bat Mitzvá que preparó por sí misma. Una vez concluido el discurso de la homenajeada es turno del rabino de hablar sobre la parashá y vincular su contenido con la alegría que se celebra. A lo largo de los años en que me desempeñé como rabino en Italia solía leer el discurso de la Bat Mitzvá y redactar el mío como respuesta al suyo y de esa forma su discurso pasaba a ser el principal y el mío el secundario.

Al finalizar los discursos el rabino y la Bat Mitzvá se acercan al arca sagrada, su padre y sus tíos son invitados a abrirla para que la joven recite versículos y plegarias que aprendió y preparó para la ocasión. Normalmente recita “Shemá Israel”, a veces lo declama y otras lo lee con la entonación tradicional de la lectura de la Torá, “Ashrei Ioshvei Beiteja” (Salmo 145) y “Eshet Jail” (Último capítulo de Proverbios) y culmina con una plegaria en italiano que suelen recitar tanto los “bnei” como las “bnot” mitzvá junto al arca sagrada y que dice lo siguiente:

Bendito seas Tu nuestro Dios rey del universo que me has prodigado todo lo bueno, me has dado vida y me trajiste a este momento en el cual acepto públicamente el cumplimiento de Tus preceptos, HaShem, HaShem, Dios misericordioso e indulgente, de gran paciencia, bondad y verdad, he aquí que hoy comienzo a avanzar hacia tu Santuario con temor reverencial para sumarme a tu heredad. Aunque solo soy una joven y carezco de palabras ante Tu solemne trascendencia… ayúdame a transitar por Tus caminos con mi corazón íntegro y mi alma deseosa para actuar con rectitud y generosidad. Dame fuerzas y tenacidad para ser de una de entre Tus siervos que a Ti se apegan, para publicitar en el mundo Tu elevado y maravilloso Nombre, entonces la tierra se colmará de Tu conocimiento y Tu morada será casa de oración para todas las naciones. Bendito seas Tu HaShem, enséñame tus estatutos” (Bendición de la Bat Mitzvá versión Turín).

Sin embargo, la ceremonia aún no concluye, en Italia se acostumbra que el rabino bendice a menudo a la comunidad, sobre todo en eventos familiares y en las fiestas judías. En Pesaj, Shavuot y Sucot se acostumbra que el rabino bendice a todos los niños con “birkat haieladim”. En la ceremonia de la Bat Mitzvá el rabino extiende su talit sobre la homenajeada (según la costumbre italiana se colocan las puntas del talit sobre la cabeza de la joven) y recita la bendición de los hijos. Esta bendición es entonada con una melodía particular que emociona profundamente a todos los presentes. Durante el recitado de esta los padres de la niña se encuentran a su lado y extienden sus manos sobre su cabeza para agregar su propia bendición a la del rabino. En ciertas comunidades se acostumbra a arrojar caramelos sobre la “novia” y cantarle “Mazal Tov”. Una vez finalizada la ceremonia el público es invitado al kidush y a un brindis en honor a la nueva adulta.

En las últimas generaciones se percibe un notorio esfuerzo por parte de las autoridades rabínicas en cuanto a establecer ceremonias y contenidos acordes con la tradición judía que permitan señalar el compromiso que las jóvenes judías asumen de cumplir con los preceptos del judaísmo. En el modelo italiano vemos un interesante intento de incorporar a la joven a la vida sinagogal y comunitaria al tiempo que procura equiparar las ceremonias de los varones y de las mujeres. En mi opinión este tipo de ceremonia no se originó en ninguna corriente feminista revolucionaria ni por influencia del movimiento reformista que nunca tuvo presencia en Italia sino en virtud de una necesidad real de reforzar la identidad y la educación judía de las jóvenes italianas.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Mauricio: el jardín del Edén, cárcel para inmigrantes judíos ilegales y una pequeña comunidad

Hay quienes se preguntan: ¿Dónde está el Jardín del Edén? ¿En el cielo o en la tierra? ¿Se trata de un sitio utópico o real? A estas interrogantes el escritor norteamericano Mark Twain respondió: “En el principio Dios creó a Mauricio y luego creó también  el Edén”, lo cual nos indica que en su opinión el paraíso fue creado según el modelo de esta isla… y efectivamente, quien la visita logra entender muy bien estas palabras y sentirse en una especie de paraíso terrenal.

Tras volar dos horas a Estambul y luego otras doce hasta Mauricio llegué a mi destino que está situado en el océano índico. Uno de mis aeropuertos favoritos es el de Estambul, amén del café turco que se puede degustar, allí se puede ver una conexión increíble entre oriente y occidente, personas con indumentarias, pigmentación y religiones diferentes que conforman una especie de microcosmos del mundo.

Mauricio es una isla tropical y alejada en el océano índico, situada a 800 kilómetros de Madagascar y a 2000  de las costas sudafricanas. Viven allí en gran armonía un millón y medio de habitantes, la totalidad de los cuales, de hecho son inmigrantes hindúes, musulmanes, africanos y europeos pertenecientes a diferentes denominaciones religiosas. La sinergia entre el estilo de vida occidental, el africano y el oriental está sumamente presente y es muy tangible en esta isla. Mauricio es una mezcla sutil de culturas, costumbres y tradiciones hindúes, chinas, africanas, francesas y británicas.

El lado judío de la isla: la inmigración ilegal a la tierra de Israel

A lo largo de la historia nunca hubo en Mauricio una comunidad judía activa, sin embargo, judíos llegaron  a esta isla por causas de fuerza mayor. Una de las historias interesantes del proceso que condujo a la constitución del estado de Israel y que conecta a Mauricio con nuestra tierra prometida es la expulsión en dirección a la isla de miles de inmigrantes judíos que llegaron a las costas de la tierra de Israel de manera ilegal, por lo que, forzados por las circunstancias desarrollaron en la isla una rica vida judía.

El inicio del arribo de judíos a Mauricio se origina en el puerto rumano de Tulcea en el año 1940. Allí subieron a bordo unos 3.600 judíos provenientes de Alemania, Austria y Checoslovaquia que huyeron del gobierno nazi navegando por el Danubio hasta el Mar Negro en tres barcos para continuar desde allí hacia las costas de la tierra de Israel. Empero cuando las tres naves, Milos, Pacific y Atlantic arribaron a la Bahía de Haifa los británicos los expulsaron en el marco de su lucha contra la inmigración judía ilegal y a los efectos de disuadir a posibles futuros intentos inmigratorios. Tras estos intentos fallidos las autoridades de la Haganá decidieron evitar que el barco “Patria” abandone el puerto de Haifa para lo cual colocaron una mina junto al casco de la embarcación y la activaron el 25 de noviembre de 1940 pero desafortunadamente generaron un daño mayor del planificado. La nave se hundió y 267 personas resultaron ahogadas (216 de las víctimas eran judíos y la mayor parte del  resto  soldados británicos). Finalmente, los sobrevivientes del “Patria” fueron autorizados a quedarse en la Tierra de Israel y se descontaron de la cuota de inmigración judía autorizada, pero los 1580 pasajeros del “Atlantic” fueron deportados a la isla Mauricio en el océano índico que estaba también bajo gobierno británico. El objetivo era alejar a los inmigrantes judíos ilegales y encerrarlos en prisiones hasta que concluya la guerra.

Unos 1580 exiliados, 849 hombres, 635 mujeres y 96 niños fueron alojados en un campamento junto a la ciudad de Beau Bassin. Al llegar a la isla los judíos se sorprendieron de la belleza de los paisajes, de los bosques, las playas y los volcanes. Sin embargo, no se quedaron en la costa sino que fueron llevados a un campamento en el lado occidental de la isla que es una zona de pantanos y de malaria. Al principio padecieron las condiciones del campamento y de enfermedades tales como el tifus amén del estrés del pasaje del clima europeo al tropical. Sin embargo, rápidamente se acostumbraron a las condiciones de su nuevo hábitat y formaron una comunidad judía activa y dinámica. Los hombres fueron separados de las mujeres mediante un alto muro. Más adelante se le permitió a las parejas casadas reunirse de modo tal que nacieron unos sesenta bebés judíos sobre suelo isleño. El único judío que casualmente residía en la isla cuando llegaron los deportados era Isia Berguer. Proveniente de Lituania, llegó a la isla en 1937 y se casó con una lugareña. Berguer intercedió en favor de los refugiados y fue el único enlace entre los judíos de Mauricio y el Consejo de Representantes de las Comunidades Sudafricanas.

Es difícil de describir la intensidad de la vida social, religiosa y educativa que se desarrolló en el campamento de refugiados a pesar de lo difícil de las condiciones físicas. Los deportados instalaron talleres, celebraron el Shabat y las fiestas, mantuvieron una sinagoga con rezos diarios, Talmud Torá para los niños y movimiento juvenil para los muchachos, se dictaron conferencias y se imprimió un periódico. La agenda cultural del campamento incluyó teatro y ópera judíos.

Al finalizar la guerra se le permitió escoger a los prisioneros entre regresar a sus países de origen o inmigrar a la Tierra de Israel. La mayor parte de los sobrevivientes del holocausto detenidos prefirieron ir a la tierra prometida tal que el 11 de agosto de 1945 1310 de las personas que habitaron el campamento abandonaron la isla salvo 127 que no sobrevivieron al período de reclusión.

Cementerio

La visita al pequeño cementerio de Mauricio fue muy emotiva. Allí están enterrados 127 hombres y mujeres de entre los deportados que fallecieron en la isla. En mis diferentes viajes por el mundo judío una de las reglas que me sirven de  guía es la siguiente: “si quieres conocer una comunidad judía en el pasado y el presente ve al cementerio”. Allí generalmente están enterrados los secretos comunitarios, las historias sobre las personas individuales que  conforman el panorama general de la congregación. Al visitar el cementerio, a pesar de los paisajes bonitos y el silencio imperante pude escuchar las voces de los inmigrantes ilegales, su deseo de arribar a la Tierra de Israel y el orgullo judío que mantuvieron durante los años de su exilio en Mauricio. Junto al cementerio hay un pequeño museo que describe la historia de los deportados y su vida en el campamento.

Comunidad judía

La mayoría de las personas desconocen la historia de los judíos en Mauricio y entre mis amigos hubo quienes sospecharon que mi viaje era de carácter puramente turístico sin conexión alguna con temas judaicos.

Actualmente en Mauricio reside una comunidad judía joven y diminuta que cuenta con menos de cien miembros en medio de una población general de millón y medio de habitantes. La comunidad fue fundada en el año 2005. Puede decirse que los judíos carecen de raíces en la isla pues estos no descienden de los deportados de la segunda guerra mundial, sin embargo, esto no significa que no tengan aquí futuro.

Los judíos de Mauricio provienen de Australia, Inglaterra, Estados Unidos e Israel. Esto nos enseña que el fenómeno de la migración judía no es algo del pasado sino que continúa en el presente. También hoy día somos testigos del movimiento de judíos de país en país y a veces también de continente en continente por efecto de las condiciones del entorno y necesidades diversas.

Las comunidades pequeñas en el mundo

Si bien el Rabino Soloveitchik escribió que incluso “dos judíos aislados pueden conforman una comunidad” a final de cuentas es muy difícil mantener una sin una masa crítica mínima.

En el mundo judío existen miles de comunidades las cuales se clasifican entre muy grandes (más de 200.000 judíos), grandes (hasta 100.000), medianas (hasta 50.000), pequeñas (hasta 2.000), muy pequeñas (hasta 1.000) y diminutas con menos de 200 miembros. Los desafíos a los que se enfrenta una comunidad diminuta son sin duda distintos que los que se presentan ante una grande. Es imposible ignorar que los datos demográficos influyen sobre la condición social, espiritual y educativa de la comunidad pues es necesario un quórum mínimo para poder llevar a cabo servicios religiosos, mantener un jardín de infantes judío, una escuela, actividades comunitarias y por supuesto participar del presupuesto comunitario. La comunidad de Mauricio pertenece a la lista de comunidades diminutas de hasta cien miembros como lo son por ejemplo Jamaica, Zimbabue, Módena, Palma de Mallorca, Namibia, Alaska y Surinam. Estas comunidades luchan por mantener la vida judía mediante ingentes esfuerzos y a pesar de su reducido número.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judío es el hijo de una madre judía: Motivos y razones

Es comúnmente conocido por todos que un judío es el hijo de una madre judía. Este principio halájico es sabido casi que por cualquier judío y es común tanto a la Torá como a la ley del retorno original que promulgara el Estado de Israel en 1950, la cual establece que una persona es considerada judía a los efectos de la aliá y la obtención de la ciudadanía en el Estado de Israel “si ha nacido de una madre judía o se ha convertido al judaísmo  y no profesa otra religión”. Según esta idea la pertenencia al pueblo judío se establece al nacer, de lo cual se desprende que la respuesta a la pregunta “¿quién es judío?” depende del  origen biológico y no precisamente de las creencias o las ideas que detente la persona. Este principio es definido como “el enigma de la identidad judía” y despierta una serie de preguntas respecto de nuestra  existencia que llevaron al Rabino Weinberg a cuestionar: “¿Por qué la judeidad del hijo se determina según la madre? La respuesta no es clara”.

Existen dos formas de pertenecer al colectivo judío: nacer como tal o incorporarse a este mediante la conversión. La halajá establece que judío es aquel que nació de una madre judía y de ello se desprende que el judaísmo es hereditario, es una cuestión de origen. Por otra parte, la halajá también establece que se puede ser judío mediante la conversión y la elección personal  y entonces nos enseña que el judaísmo es una cuestión de creencia y estilo de vida y no algo meramente étnico.

En el mundo judío moderno existen diferentes respuestas a la pregunta “¿quién es judío?”. Estas se desprenden de diferentes enfoques ideológicos que se apoyan en apreciaciones formuladas desde los puntos de vista nacional, jurídico, ciudadano, étnico y cultural. Sin embargo, la postura de la halajá es que un judío es quien nació de una madre judía o se convirtió al judaísmo según la norma tradicional.

En otras religiones no es dable encontrar que la línea materna defina la identidad del niño. La pertenencia religiosa y clánica se establece de acuerdo al padre y en los pueblos de oriente la conexión a la tribu es también por línea paterna. En el cristianismo la pertenencia religiosa no es determinada de modo automático al nacer sino que es el acto del bautismo el que hace ingresar al bautizado a la grey. El Talmud en el Tratado de Ievamot (78) dice que “entre las naciones del mundo la pertenencia se determina por línea paterna”.

¿Por qué en el judaísmo la pertenencia se determina según la madre? ¿Por qué no de acuerdo a ambos padres? Y si se determina de acuerdo a uno solo de los progenitores, ¿por qué la madre y no el padre? Aparentemente, distintos pasajes tanto bíblicos como talmúdicos nos presentan al judaísmo como un credo patriarcal. Muchos de los personajes en la Biblia se refieren genealógicamente a su línea paterna, las leyes de herencia se fijan según el padre así como también la pertenencia tribal, el sacerdocio y el carácter de levita. Lo único que se fija de acuerdo a la madre es el carácter de judío (respecto de la pertenencia a la tribu por línea paterna ver Talmud Babilonio Tratado de Baba Batra 109(B)).

El origen de la norma según la cual el judaísmo se transmite por línea materna lo encontramos en el Talmud Babilonio Tratado de Kidushín (68(B)). Allí, según nuestros sabios de bendita memoria judío es aquel que nace de una madre judía sin importar en lo más mínimo la ascendencia del padre, y por otra parte, quien es hijo de padre judío y madre gentil no tendrá status de judío. En el caso de un matrimonio mixto, si la madre es judía y el padre es gentil este último no es tomado en cuenta como progenitor del niño y solo la madre lo es. Únicamente en caso de que ambos progenitores sean judíos la ascendencia del niño resultante es de acuerdo al padre en algunos temas y a la madre en otros.

El Rabino Iejiel Weinberg en su libro de responsa “Sridei Esh” (sección IV p. 376) propone algunas explicaciones posibles a la ascendencia judía por vía materna. Una es de carácter genético. Según el Rav Weinberg el niño recibe A.D.N. de ambos progenitores pero en su opinión la influencia genética materna en el niño es más importante. Es interesante señalar que investigaciones modernas indican que hay un tipo de A.D.N. materno que se denomina Mt. D.N.A. que se recibe únicamente de la madre.

Una segunda explicación que propone es de carácter educativo, y justifica la ascendencia judía según la madre en el hecho de que el niño suele recibir su formación básica directamente de esta. La tercera explicación es de carácter sociológico y apunta a que la identidad de la madre es innegable mientras que la del padre es a veces dudosa (“mater certa, pater incertus”), y por lo tanto es preferible apoyarse en la ascendencia materna para establecer la judeidad del niño. Estas tres explicaciones ponen énfasis en la influencia decisiva de la madre sobre el niño.

Una cuarta explicación se puede entender de lo escrito por el Rabino Yaakov Yehoshúa Falk (1680-1756) quien en su libro “Pnei Iehoshúa” sobre el Talmud (comentario a Kidushín 68(B)) escribe: “…cuando la Torá fue entregada se innovó la halajá que prohíbe el matrimonio entre judíos y gentiles y se estableció que la judeidad del bebé se determine según la madre…” O sea, la Torá innovó que en caso de casamiento de judíos con gentiles no hay “kidushín” o “consagración matrimonial” y por lo tanto el bebé resultante no desciende del padre y no se lo considera vinculado a él. Por lo tanto es necesario respaldarse en un principio más básico según el cual “el bebé es parte misma de la madre”, esto es, se forma en el cuerpo materno y en este proceso es considerado parte de ella y por lo tanto si ella es judía el bebé también lo es y viceversa.

Muchas veces recibo reclamos de miembros de comunidades judías de la diáspora que me dicen: “no nací de madre judía, ¡pero soy más judío que cualquiera que sí nació!” En el estado de cosas imperante en el mundo judío actual, en el que muchos judíos se casan con judíos pero se asimilan culturalmente y otros se casan con gentiles pero mantienen su identidad se crea una situación por efecto de la cual hay personas con identidad judía que no son judías y otros que sí lo son pero carecen de tal identidad. Por esta razón, en casos como estos no acostumbro a emplear el vocablo “goi” para referirme al hijo de una madre no judía. Si alguien se siente judío, detenta creencias judías, lleva un estilo de vida judío pero no nació de madre judía, ciertamente que no se le puede llamar judío pero tampoco “goi” por lo que prefiero denominarlo “judío no halájico” con todo lo que ello implica y con plena consciencia de la necesidad de que esta persona pase por un proceso de conversión para incorporarse así a la generalidad del pueblo de Israel. Sin embargo “el enigma judío” sigue vigente: ¿qué habrá de preservar mejor el futuro del pueblo judío? ¿La línea biológica o la espiritual? ¿Nacer de una madre judía o adoptar la identidad judía por propia elección?

En nuestra próxima nota nos ocuparemos del status del hijo de un padre judío y una madre gentil.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Hijo de padre judío: “Zera Israel”

Una de las preguntas más recurrentes en el judaísmo diaspórico tiene que ver con el status de quienes son hijos de padre judío y madre no judía. ¿Cómo deben ser consideradas estas personas? Obviamente no son judías de acuerdo a la halajá ya que provienen de madre gentil, pero, ¿acaso el padre judío no les confiere un status especial? ¿Tiene el hijo de padre judío alguna conexión especial con su padre y con el judaísmo? ¿Corresponde circuncidar a un niño hijo de padre judío y madre gentil? ¿Corresponde incorporarlo como alumno al sistema educativo formal judío? ¿Y como socio a la comunidad judía? ¿Se lo puede honrar con la apertura del arca sagrada en la sinagoga o con el amarramiento (glilá) del rollo de la Torá? ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia quien halájicamente no es judío de acuerdo con su madre empero su identidad personal y su fe religiosa lo son según su padre? ¿Debemos acercarlo al judaísmo?

El status de quien es “Zera Israel” adquiere relevancia especialmente en una realidad como la contemporánea en la cual abundan la asimilación y los matrimonios mixtos y en virtud del deseo de los hijos de estas uniones de pertenecer al judaísmo. En otros tiempos la exogamia era un acto declarativo de alejamiento de la comunidad judía tanto en lo individual como en lo colectivo, sin embargo, en la actualidad abundan los casos de matrimonios mixtos que desean mantenerse conectados a la identidad y a la comunidad judía, así como también criar a sus hijos como tales.

Normalmente cuando se pregunta sobre el status de un hijo de madre gentil y padre judío la respuesta simple suele ser “goi” o no judío. De todas maneras, es interesante notar que en las últimas generaciones los juristas halájicos han innovado un status especial para quienes provienen de padre judío, un status intermedio que no es ni judío ni gentil, un status que le permite al individuo sentirse parte del colectivo judío, aunque halájicamente no lo sea y recibe el nombre de “Zera Israel” (simiente de Israel). En la práctica el status de “Zera Israel” recae sobre un no judío descendiente de judíos y este le adjudica una condición especial. En este sentido, el ex Gran Rabino de Israel dijo que “no se asemeja el caso de una mujer gentil hija de padre y madre gentiles al de una mujer gentil hija de padre judío, pues esta última sin duda ha recibido algún tipo de transmisión judía y por lo tanto su corazón tiene una conexión particular con el judaísmo y entonces es más fácil creer que se encuentra bajo influencia judía” (Sefer Mazkeret p.56).

Si revisamos el tema en los escritos de nuestros sabios del Talmud veremos que el hijo de un padre judío y una madre gentil no sólo que no es halajicamente judío, sino que legalmente no se lo considera vástago de su padre: “tu niño hijo de madre judía es considerado tu hijo mientras que el que nació de una gentil no es considerado tu hijo sino hijo de ella” (Tratado de Kidushín 68(B)). Esto significa que el niño en cuestión es gentil.

De todas maneras, si bien formalmente la halajá no reconoce una conexión formal entre el padre y el hijo, existe una consciencia natural que los vincula a ambos. El Rabino Uziel explica que, si bien formalmente el hijo carece de vinculación a su padre “por cuanto que es su vástago su corazón se apiada de él ya que le dio de comer en la boca” (Mishpetei Uziel VII 21).

El Rabino Tzví Hirsch Kalisher (1795-1874) que fuera miembro de la agrupación “Jibat Tzión” y uno de los precursores del sionismo fue uno de los primeros juristas en innovar el concepto de “Zera Israel” y exhortó a acercar al judaísmo a los hijos de padre judío y madre gentil. El Rabino Kalisher analiza la posibilidad de circuncidar un niño en esta condición y escribe lo siguiente: “En el caso de un niño hijo de padre judío y madre gentil, es nuestro deber abrirle una posibilidad y permitir circuncidarlo para que así cuando crezca pueda hacer la voluntad de su padre y hacer rápidamente la inmersión ritual correspondiente y si no lo circuncidamos le estaremos rechazando a dos manos de la grey de Israel y no estaremos procediendo en concomitancia en concomitancia con el versículo que reza ” y nadie quedará relegado” y es menester señalar que en un caso así es más preceptivo ayudar en la conversión que el caso de quien ambos padres son gentiles… empero es nuestra responsabilidad ayudarles y, Dios nos libre, no rechazarlos” (extraído de la responsa de Rabí Azriel Hildeshaimer I Ioré Deá 229-230).

En esta misma línea de pensamiento sobre la materia se encuentran los lineamientos del Rabino Ben Tzión Meir Jai Uziel (1880-1953) quien fuera el primer Gran Rabino Sefaradí del Estado de Israel: “A pesar de que formalmente estos niños no son considerados sus hijos, son considerados “Zera Israel por parte de padre” y es nuestro deber acercarlos al judaísmo y no apartarlos de la Torá ni del pueblo de Israel” (Responsa Piskei Uziel en cuestiones contemporáneas 61).

“De todas maneras, sin duda que debemos acercarlos en pos de sus hijos… aunque sean hijos de una madre gentil casada con un judío son “Zera Israel” y son comparables a un rebaño extraviado… y temo que si los rechazamos por completo… habremos de ser juzgados duramente por Dios y sobre nosotros se dirá el versículo que reza “a los relegados no habréis reunido y a los perdidos no buscasteis” (Ezequiel 34)” (Responsa Piskei Uziel 65).

El Rabino Uziel define a los hijos de padre judío y madre gentil como “rebaño perdido” que entran en la categoría de “y nadie quedará relegado” a pesar de que en un estricto sentido técnico no son judíos. El enfoque del Rabino Uziel a esta cuestión, plasmada en numerosas respuestas halájicas, no se limita únicamente al ámbito filosófico, sino que se desprenden del mismo aspectos sumamente prácticos e incluso activistas. En su opinión es necesario actuar en aras de integrar a estos hijos al pueblo de Israel y ampliar así el círculo de nuestra nación. El Rabino Uziel nos presenta aquí una actitud pragmática respecto de los límites de nuestro pueblo al referirse positivamente hacia quienes se encuentran firmemente identificados con en el pueblo de Israel en virtud de sus padres judíos y pueden incorporarse halájicamente al mismo y de esa forma engrosar sus filas.

El Rabino Uziel analiza el status de “Zera Israel” desde una perspectiva sumamente futurista, que piensa a largo plazo y un énfasis en lo colectivo que busca asegurar la existencia judía. De hecho, el Rabino Uziel escribió pensando no únicamente en aquellos hijos de matrimonio mixto sino en la totalidad de nuestro pueblo. Su enfoque es de carácter estratégico y busca dar contención a quienes son “Zera Israel”.

En un contexto de matrimonios mixtos esta visión procura sumar y no restar, integrar a los hijos de los matrimonios mixtos. Para esos efectos les adjudica el nombre de “Zera Israel” o “simiente de Israel” y referirse a estos de un modo respetuoso y transmitirles así que son queridos y bienvenidos y que si bien halájicamente no son judíos el denominativo Israel se aplica también para ellos.

Con todas las diferencias del caso, recientemente fui consultado por una pareja italiana en la cual el muchacho es católico y la muchacha judía y deseaban contraer matrimonio en la iglesia. Cuando expresé mi sorpresa ante el hecho de que un sacerdote católico esté dispuesto a casar a una muchacha judía que no se convirtió al cristianismo, me dijeron que el cura pide únicamente que la novia firme un documento por medio del cual se compromete a bautizar a los hijos que nazcan de este matrimonio.

De más está decir que el Rabino Uziel se oponía firmemente a los matrimonios mixtos y veía en estos un peligro para la supervivencia del pueblo judío. Sin embargo, no temió enfrentar una pregunta muy simple: ¿qué hacer con los matrimonios mixtos que surgen de facto? ¿Qué actitud adoptar hacia los hijos de estos matrimonios? ¿Considerarlos deserciones de la viña del pueblo de Israel o acercarlos a la congregación no solamente por su bien sino en beneficio de todo el pueblo judío? El Rabino Uziel optó por la segunda posibilidad.

En los escritos del Rabino Eliashiv, encontramos directivas respecto de cómo acercar a estos hijos y convertirlos al judaísmo: “Respecto de la pregunta de cómo proceder con hijos de padre judío y madre gentil que piensan que son parte de nuestro pueblo en virtud de su descendencia paterna y ahora están interesados en cursar estudios judaicos y por lo tanto surge la interrogante de si corresponde o no acercarlos a los efectos  de que pasen conversión según la halajá o rechazarlos en primera instancia como se suele hacer en el caso de un gentil… sin duda que es menester acercarlos y no alejarlos por cuanto que descienden de judíos (Recopilación “Netzaj Israel” citando al Rabino Eliashiv IV 5769 p. 362).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Preguntas sobre la Navidad

¿Cómo se sienten los judíos de la diáspora durante las fiestas navideñas? ¿Qué influencia tiene esta fiesta sobre la existencia judía y el riesgo de asimilación? ¿Qué tiene permitido y prohibido hacer un judío en estas fechas? ¿Acaso están definidas estas fechas del final del calendario civil como fiestas idólatras para los gentiles?

Allí, el régimen logró erradicar la celebración de la navidad y el pueblo logró preservar la atmósfera festiva canalizando sus emociones hacia una fiesta “super kosher” en cuanto a su secularidad como lo es el año nuevo civil. Esta era la única celebración no comunista a lo largo del año y por esa razón se enraizó tan profundamente en los corazones de los habitantes de la Unión Soviética durante ese período.

Los judíos que viven en la diáspora en medio de sociedades mayoritariamente cristianas no pueden pasar por alto estas celebraciones que incluyen el decorado de las calles y tiendas, música alusiva que se escucha en todos los espacios públicos, al punto que hasta los niños judíos piden a sus padres recibir regalos al igual que los demás niños del país.

Para nuestros lectores israelíes que nunca vivieron en el exterior, explicaremos a continuación una serie de conceptos relativos a estas fiestas.

La navidad es considerada por la enorme mayoría de los cristianos del mundo entero como la fecha del nacimiento de Jesús, a pesar de que esto carece de pruebas históricas fehacientes. La mayoría de las congregaciones cristianas celebran la navidad el día 25 de diciembre ya que se manejan de acuerdo con el calendario gregoriano, que fue establecido por el Papa Gregorio XIII en 1582. Sin embargo, otras congregaciones cristianas mantienen el calendario juliano -que fue establecido por Julio César en todo el Imperio Romano en el año 45 A.E.C.- celebran el nacimiento de Jesús el día 7 de enero.

La noche de navidad es llamada por los jasidim “Nitel Nacht”. Durante la nochebuena los jasídicos acostumbran a no estudiar Torá y a los efectos de llenar el tiempo de un modo apropiado se desarrollaron diferentes costumbres y actividades que van desde jugar ajedrez y cartas o la limpieza de armarios, hasta el cortado de papel higiénico para los shabatot de todo el año.

La noche del 31 de diciembre es llamada “Silvester” y es aquella en la que culmina el año civil y se inicia el nuevo según el calendario gregoriano. El nombre de “Silvester” se debe a que en esta fecha falleció el Papa Silvestre I en el siglo IV de la era común.

Además, según los cristianos el primero de enero, amén de ser el inicio del nuevo año, conmemora la circuncisión de Jesús quien según esta tradición nació el veinticinco de diciembre (ver arriba). En los Estados Unidos este día ha recibido el nombre de “The circumcision day”.

Preguntas halájicas respecto de esta época del año

En los días que van desde el 25 de diciembre hasta el 7 de enero, se despiertan en la diáspora diferentes interrogantes de tipo halájico. Por un lado, los judíos no quieren tomar parte en los festejos y en los eventos culturales asociados a estas fechas, empero, por el otro estas fechas han adquirido una significación social y ciudadana muy especial y aquellos judíos que salen a las calles por estas fechas no pueden cerrar sus ojos y dejar de ver, escuchar y hasta vivenciar la atmósfera tan particular que impera.

Muchas otras preguntas han sido formuladas respecto del uso del calendario gregoriano durante el año, por ejemplo, la celebración de un casamiento judío en la noche del 31 de diciembre y si esto genera o no apariencia de festejo de la fecha gentil. Sin embargo, creo que la pregunta más interesante es si está o no permitido comprar en las ofertas especiales que hacen los comercios previo al año nuevo. Como todos aquellos de entre ustedes que han viajado fuera de Israel en estas fechas saben, las ofertas suelen ser importantes y permiten ahorrar mucho dinero en la adquisición de productos. Sin embargo, estas ofertas se llevan a cabo en honor a la fiesta no judía que está en puertas y por ello surge la duda de si comprar implica de alguna manera participar de estas.

La Mishná en el Tratado de Avodá Zará (capítulo primero) trata el tema de si comerciar o no con gentiles en torno a la fecha de sus fiestas religiosas:

“Está prohibido comerciar con los gentiles durante los tres días anteriores a sus fiestas religiosas, tomar prestados objetos o prestárselos, tomar dinero prestado de ellos o prestárselo, cobrarles o pagarles una deuda. Rabí Iehudá dice: se les puede cobrar una deuda pues esto los entristece y entonces no alabarán a su dios. Le dijeron: si bien ahora los entristece, luego, al llegar el día de fiesta, al sentir que ya no deben dinero se alegrarán y le agradecerán a su dios”

De hecho, todo tipo de comercio con no judíos está prohibido en los días previos a sus fiestas, y Rashí lo explica de la siguiente manera: “Todo tipo de comercio con ellos está prohibido pues parece que el judío acepta de esta manera su festividad y su rito extraño”.

Sin embargo, más adelante en la historia, a Rabenu Guershom Maor Hagolá se le formuló la siguiente pregunta: ¿está permitido vender ropajes a un cura que los usará durante sus ceremonias religiosas? Su respuesta fue que “los judíos suelen comerciar con los gentiles en los día previos a sus fiestas y no habremos de prohibirles hacerlo, es mejor que trasgredan sin intención a que lo hagan premeditadamente, ya que su sustento depende de su comercio y además la mayor parte de los días de los años los gentiles tienen celebraciones y entonces el sustento judío se vería dañado si no comerciásemos con ellos en sus días festivos… por eso deja a los hijos de Israel que comercien, es mejor que incumplan sin querer a que lo hagan intencionadamente, tanto se trate de prohibiciones originadas en la Torá como en los rabinos”. (Responsa de Rabenu Guershom 21).

En su respuesta, Rabenu Guershom nos da dos criterios o explicaciones que se complementan mutuamente. Por una parte, es mejor que trasgredan inintencionalmente y por la otra su sustento depende de ese comercio. Dado que los judíos son una minoría que vive y comercia con una mayoría gentil, y dado que la mayor parte de los clientes son gentiles, dejar de comerciar con estos en sus días de fiesta implica una pérdida económica demasiado grande.

El Rabino Meiri se suma a esta opinión y dice:

“Empero en estos días nadie se cuida de abstenerse de esta prohibición, ni siquiera en el mero día de sus fiestas, ni los grandes eruditos, ni el rabino, ni el sabio, ni el alumno de sabios, ni los píos ni quienes pretenden parecerlo. Hay quienes argumentan que hoy en día por cuanto que los gentiles no realizan ofrendas idólatras comerciar con ellos en sus días de fiesta está permitido y hay quienes sostienen que esto es para evitar odios y discordias (Comentario de HaMeiri al Tratado de Avodá Zará).

Uno de los argumentos del Rabino Hameiri es que los gentiles de su época difieren de los gentiles a los que se refiere la Mishná y entran en una nueva categoría que es “naciones organizadas de acuerdo con sus normas religiosas” lo cual les excluye del rótulo de idólatras. “Por lo que veo estas reglas se refieren a los idólatras que adoran sus imágenes, empero en nuestros días está permitido…”

Una pregunta singular que devela el desafío que enfrentan las comunidades

La pregunta que me envió uno de mis alumnos que ejerce como rabino en una de las comunidades de Europa considero que da testimonio del gran desafío que las fiestas cristianas presentan a la identidad judía comunitaria:

“Tras cuatro años de trabajo en esta comunidad llegué a la conclusión que el mayor problema que enfrenta aquí la comunidad es el de la asimilación, la cual se intensifica año tras año. De cara al año nuevo civil próximo, pensé qué puedo hacer para de alguna combatir este terrible flagelo, tras una detenida reflexión decidí organizar una fiesta de año nuevo en la comunidad judía. Por supuesto que este proyecto encierra muchos problemas de tipo filosófico, técnico y hasta político. Llegué a la conclusión que cada judío que en esa noche no se encuentre en un sitio de esparcimiento gentil será para mí un éxito del pueblo judío. Por eso estamos organizando el evento con mucha ayuda de la oficina y espero que sea exitoso. El costo de este es muy elevado y el presidente de la Kehilá lo está costeando de su propio bolsillo. En el último momento decidí hablar con los muchachos para quienes está destinada la fiesta y ellos me preguntaron si va a haber o no tabique de separación entre hombres y mujeres. Yo contesté naturalmente que sí, ante lo cual me dijeron que era un gran error, que si lo hacía la mitad de los jóvenes invitados no asistirían. Mi pregunta es la siguiente: dado que el objetivo último de la fiesta es combatir la asimilación, ¿es posible no colocar el tabique divisorio y evitar así que buena parte de los invitados terminen asistiendo a sitios comparables a la puerta del infierno?

El rabino en cuestión quiere reforzar los muros protectores de la religión judía y evitar que los muchachos de su comunidad pasen la noche en compañía de gentiles, beban y se diviertan con ellos, exponiéndose a entrar en situaciones delicadas. Empero, para ello, él debe quebrar tabiques divisorios por partida doble, los de la fiesta y los de las limitantes halájicas. ¿Cuán lejos está permitido ir a los efectos de evitar la asimilación? ¿Hasta qué punto se puede llegar en el esfuerzo de velar por el futuro del pueblo judío en general y de cada judío en particular?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judíos con pigmentación diferente

¿Alguna vez se preguntaron cómo es que los judíos del Yemen se parecen en sus facciones y color de piel a los demás habitantes de ese país? ¿y los judíos que viven en Georgia hace ya 2600 años se parecen a los demás georgianos? ¿Cómo es que los judíos ashkenazíes tienen piel clara y ojos azules mientras que los judíos oriundos de países árabes suelen tener piel oscura y cabello negro? En mis múltiples periplos alrededor del mundo suele maravillarme más el paisaje humano que el geográfico, empezando por el espectro de colores y las diferencias de aspecto entre los diferentes judíos dependiendo de su sitio de residencia. Estamos acostumbrados a que los judíos en sus diferentes lugares de residencia durante los años del exilio adoptaron la cultura, la gastronomía, las melodías y hasta el carácter de los lugareños. Los judíos marroquíes adoptaron de los locales el cuscús y los polacos recibieron el “shtreimel” de sus vecinos gentiles.

En Italia los judíos comen pasta italiana y no “guefilte fish” y disfrutan del acervo cultural y artístico italiano. En México los judíos comen tortillas y en Brazil son aficionados al fútbol. Sin embargo, más allá de este tipo de influencias, somos testigos de las diferencias fisonómicas entre los judíos de distintos países y de su similitud a los gentiles del lugar. Los judíos etíopes se parecen a los demás habitantes de ese país al igual que las minorías judías en otros lares se asemejan a los residentes de los sitios donde residen tanto en Polonia y en Bukhara como en el Yemen. Por supuesto que los judíos tenemos un punto de inicio común en nuestros patriarcas y en nuestra milenaria historia, pero es un hecho que los judíos tienden a verse muy distintos en lo exterior los unos de los otros bajo influencia de los diferentes entornos en los que vivieron sus antepasados. De hecho, la sociedad judía en Israel es un mosaico multicolor de rostros y costumbres traídos de las diferentes diásporas que incluyen una variedad de tonalidades, colores de ojos y cabello que insinúan distintas procedencias. De esta manera, a lo largo de la historia descubrimos que se conformó un solo pueblo en el cual algunos de sus hijos son de tez oscura y otros de tez clara y ojos azules.

Esas preguntas encendieron la imaginación de muchos a lo largo de las generaciones.

En el Talmud

En el Talmud aprendemos de una persona que intentó poner a prueba la paciencia del anciano Hilel y le formuló preguntas extrañas respecto de las diferencias fisonómicas entre las diferentes razas y sobre la pigmentación de los africanos.

“Enseñan nuestros sabios: una persona debe siempre ser humilde como Hilel y no estricto como Shamai. Ocurrió que dos personas apostaron que quien logre poner nervioso al anciano Hilel se llevará cuatrocientos zuz… ese día era víspera de Shabat y el anciano Hilel se estaba lavando la cabeza, uno de los apostadores en cuestión pasó junto a su casa y vociferó: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?”. El anciano se envolvió y salió a recibirlo. Le pregunto: “hijo mío ¿qué deseas?” Le dijo: “tengo una pregunta para formularle”. “Adelante” le dijo Hilel. “¿Por qué los cráneos de los babilonios son ovales?” Hilel le contestó: “hijo mío has formulado una pregunta muy importante, eso es porque allí las parteras no son hábiles”. Se fue, y a la hora regresó vociferando: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?” El anciano se envolvió, salió a recibirlo y le pregunto qué deseaba. Le dijo: “tengo una pregunta para formularle”. Le dijo: “pregunta hijo mío”. “¿Por qué los ojos de los tarmodianos son sensibles?” Le respondió Hilel: “has formulado una pregunta muy importante,  es porque viven en una zona de arenales”. Se retiró y esperó una hora. Luego regresó y vociferó: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?” El anciano se envolvió salió a recibirlo y le dijo: ¿que deseas hijo? Le respondió: “tengo una pregunta para formularle: ¿por qué las plantas de los pies de los africanos son anchas?” Le respondió: “has formulado una pregunta muy importante, porque viven en zona pantanosa…” (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 30(B)).

Hilel intentó explicar las características fisonómicas de las diferentes personas sobre la base de las influencias del entorno sobre su aspecto, o condicionantes que llevaron a Dios a crear a las diferentes personas con distintas características.

a) el judaísmo está abierto a las conversiones y en días del segundo Templo hubo un intenso flujo de prosélitos

b) En los días del Islam y de los Gaonitas en Babilonia tenemos evidencia de que se poseían siervos y siervas que luego eran liberados y a veces convertidos, tratándose este de un fenómeno sumamente difundido

c) Exogamia en diferentes sitios en distintas épocas así como también la violación de mujeres judías por parte de gentiles en distintos tiempos y diferentes países. No podemos aseverar con propiedad cuál es el factor que genera la gran diversificación fisonómica judía, empero, pecaremos de inocentes y de falta de consideración hacia datos históricos y sociológicos si pensamos que todos los judíos tenemos un único origen familiar.

La respuesta rabínica

¿Quién es judío? ¿Cuál es su esencia? Es interesante señalar que en la halajá la respuesta a la interrogante respecto de quién es judío no se fija de acuerdo a señales físicas o color de piel sino en virtud de pertenencia a una familia o una comunidad. El status judío de una persona y su ascendencia  se fijan de acuerdo a su origen y su fe – no en función de su aspecto o color de piel. Probablemente sea esta la razón por la cual ni entre los escritos de nuestros antepasados ni en la literatura rabínica encontramos una referencia clara y directa a la pregunta de por qué judíos de diferentes regiones del globo tienen un aspecto diferente.

Uno de los debates más interesantes que pone en claro que el aspecto físico  exterior no fija el judaísmo de una persona es la pregunta de si un color de piel moreno u otro puede ser justificativo para argumentar que alguien no es judío. Es interesante señalar que incluso los primeros inmigrantes yemenitas a la Tierra de Israel, que eran considerados judíos desde tiempos inmemoriales, al llegar a Jerusalém se tuvieron que enfrentar a una comunidad ashkenazí jerosolimitana que los veía como extraños, tal como nos relata la epístola de Rabí Shalom Alsheij (1908): “Nadie de las comunidades de Jerusalém los reconocía como judíos ni les creían que provenían de Abraham Itzjak y Yaakov ni se les admitían las señales de judeidad que les había concedido Dios… y de todas maneras completaban con ellos minián para recitar Kadish o Kedushá, y su gran pobreza les confería un muy mal aspecto” (Eliezer Yaari, Travesías por la Tierra de Israel” p. 640). Por supuesto que no llevó mucho hasta que los judíos del Yemen fueron reconocidos como judíos para todo menester.

El Rabino Yaakov Sapir, autor del libro Even Sapir, escribe sobre las comunidades conocidas como de judíos apartados o de países distantes: “vemos que en la tierra del Yemen, en Kurdistán y Persia (amén de la tribu de judíos etíopes quienes en mi opinión también son de descendencia judía) hay judíos de tez oscura, además de los de la localidad hindú de Cochín que son considerados judíos con las ascendencias genealógicas más antiguas y demostradas y de todas formas su tez es un poco oscura” (2:68).

Asimismo el Rabino Uziel escribió en unas de sus respuestas respecto del color de piel de los judíos de la india, que “jamás se apartó a un judío por tener un aspecto o color de piel similar al de los gentiles…” (Recopilación Benei Israel, 1962, p. 25). El Rabino Moshé Fainstein, en sus escritos sobre los judíos etíopes señaló que el hecho de que sean de tez negra no tiene implicación halájica alguna (Respuesta del años 1984).

No olvidemos que en la Mishná en el Tratado de Negaím (2:1) se menciona que el color de la piel de los hijos de Israel cambia de sitio en sitio: “la mancha cutánea (“baheret”) intensa se ve oscura en  la piel de un alemán y clara en la piel de un negro, Rabí Ishmael dice: los hijos de Israel son de color del Buxus (de tonalidad marrón), ni blancos ni negros sino medianos”

En efecto, el ex presidente del Estado de Israel Itzjak Ben Tzví en su libro “Nidjei Israel” escribió respecto de este tema: “los hallazgos de la antropología física indican, a diferencia de la creencia popular, que no existe una raza judía… el pegamento en el país judaizante fue siempre la religión y no la raza o el lenguaje. La conversión abrió una amplia puerta a que todas las razas se integren al pueblo de Israel” (p. 68).

Creo que a ojos de los sabios de Israel la pregunta más relevante no era cómo se ve un judío sino quién es judío y de esa manera es posible incluir en el pueblo de Israel a personas poseedoras de aspectos diferentes pero que profesan una misma fe.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Figuras de animales en sinagogas

Todo aquel que visita una sinagoga, ya sea en Israel como en cualquier parte del mundo, suele sorprenderse de que en su interior hay figuras de animales, siendo un fenómeno sumamente peculiar que prácticamente se ha tornado en norma.

A veces se trata de figuras de leones que rodean las tablas de la ley y suelen colocarse por sobre el arca sagrada, y otras veces los leones son parte del mismo ornamento de esta. Los leones en cuestión a veces están tallados en madera, otras están esculpidos en la piedra y otras simplemente están pintados. Asimismo, en los techos de las sinagogas encontramos representaciones de águilas y antílopes, tigres y osos al tiempo que en la cortina del arca sagrada y en los cobertores de los rollos de la Torá nunca falta alguna imagen animal. Es tan común el uso de imágenes de leones en sinagogas que el chiste que circula dice que si los judíos no somos capaces de cuidar la Torá al menos los leones lo hacen por nosotros. Una pesquisa en la profusa literatura halájica demuestra a las claras que la ornamentación del arca sagrada con figuras de leones es una costumbre antiquísima y sumamente común en distintas sinagogas centenarias y milenarias como lo son las de Tzipori, la de Jamat y la de Beit Alfa como así también en las contemporáneas y hasta el día de hoy.

La simple interrogante que surge de lo antedicho es: ¿cómo es ésto posible?

¿Cómo es posible que en las sinagogas, a las cuales consideramos pequeños santuarios no se observe más estrictamente el principio tanto halájico como filosófico de “no harás para ti estatua ni imagen alguna” (Éxodo 20:4). ¿Acaso no trasgredimos la prohibición de no conducirnos conforme a las costumbres de las naciones al adoptar motivos estéticos eclesiásticos y aplicarlos a las sinagogas? Si las imágenes de los animales se encuentran en la pared a la que todos se dirigen, ¿acaso quien reza no se asemeja a quien se inclina ante estas figuras? La Torá es muy clara al respecto y nos advierte que no hagamos “estatua con imagen o símbolo… ni la imagen de animal alguno sobre la tierra” (Deuteronomio 4:15) ¿Acaso las imágenes en cuestión no actúan a modo de distractivo durante los servicios?

Tal como es típico en la halajá, sobre esta cuestión encontramos opiniones encontradas entre los diferentes juristas. Cuesta creer en qué medida cuestiones que para nosotros son comunes y aceptadas en la sinagoga, de hecho son el resultado de grandes debates entre los eruditos. Tenemos juristas que prohíben, otros que permiten y aquellos que a posteriori están dispuestos a hacer las paces con la realidad existente para evitar así las discusiones. Empero, la realidad supera a cualquier ficción e incluso a la propia halajá y en muchas comunidades ya se afianzó la costumbre de que es legítimo adornar la sinagoga con representaciones de animales

Desde un punto de vista histórico vemos que sinagogas del tiempo de la Mishná y el Talmud están muchas veces decoradas con figuras humanas, animales y hasta paganas (Beit Alfa, Tiberias). En el Talmud Jerosolimitano leemos que Rabí Iojanán (siglo III) no protestó ante sus contemporáneos por decorar las paredes de las sinagogas con dibujos (Tratado Avodá Zará 3:3). Asimismo, vemos que el Rey Salomón decoró el Primer Templo con figuras de animales, tal como dijo Rabí Eleazar en la Tosefta: “en el Templo se decoraba con figuras de todos los animales, pero no con figuras humanas”.

Ya en la Edad Media los juristas advertían que no se debían decorar las sinagogas con figuras. Así escribe Rabenu Eliakim: “En la pared norte de la sinagoga de la ciudad de Colonia pintaron figuras de leones y serpientes y esto me desconcertó… y si bien su intención es buena corresponde ornamentar el edificio de un modo acorde con los preceptos y el segundo de los diez mandamientos nos advierte no hacer imágenes” (libro de Rabí Eliezer Ben Ioel p. 10).

El Rabino Ovadiá Iosef ha sido siempre un gran opositor a la ornamentación de sinagogas con imágenes de animales: “Debe prohibirse por completo el uso de cortinas que cubren el arca sagrada que posean dibujos de leones. Asimismo, se debe prohibir el uso decorativo de leones de bronce o mármol sobre el arca sagrada. Exhorto a los rabinos de Israel a que enseñen sobre esta cuestión en sus comunidades, convenzan a los encargados de las sinagogas en todas partes, y así mediante una retórica dulce y disuasiva logren que se retiren las imágenes y publicitar que no se dediquen más cortinas con ese tipo de ornamento. Todo esto debe ser hecho con sabiduría, entendimiento amén de tacto y rectitud sin generar pleitos (Dios no lo permita). Ya que todos los caminos de la Torá son agradables y todas sus sendas pacíficas. Y quiera Dios que a los que realicen las oportunas observaciones les resulte fácil y sobre ellos recaiga la bendición del bien” (Responsa Iejavé Daat III 62).

En esta misma línea, el Rabino Herzog escribe: “… no pinten ninguna imagen animal en la sinagoga y menos aún sobre el arca sagrada. Vuestra intención de ornamentar la sinagoga es noble, empero estas figuras agregan poco del punto de vista estético pero contradicen la totalidad de las opiniones de los juristas… y entre nuestros maestros y kabalistas, su mérito nos proteja, hay quienes se oponen a esto con gran dureza, y nuestros hermanos sefaradíes ponen en esto gran hincapié… Sin embargo, si lo que ustedes quieren es saber cuál es el límite legal exacto de esta norma, dado que la mayoría de los sabios medievales y entre ellos Maimónides autorizan incluso la forma del león…y si consideramos que ya hemos visto  figuras de este animal ornamentando el arca sagrada de la sinagoga también en comunidades de la diáspora y entre ellas algunas de carácter sumamente pío y devoto en Polonia y Lituania etc, por todo lo antedicho no puedo indicar que esté prohibido” (Responsa Heijal Itzjak Oraj Jaím 11).

Los permisos dados por diferentes juristas para ornamentar sinagogas con figuras animales se basan en diversos criterios. Hay quienes sostienen que no es lo mismo figuras de animales en relieve que en bajo relieve, tal como puntualiza Maimónides: “La prohibición se refiere a figuras de tres dimensiones, empero si se trata de bajo relieve o de una figura bidimensional o de un bordado está permitido” (Hiljot Avodá Zará 3:10-11).

Rashbá autoriza a ornamentar con un león, aunque este tenga tres dimensiones ya que “en las figuras celestiales descritas por los profetas no hay un león solamente… sino que la carroza celestial a la que se refiere Ezequiel posee cuatro rostros y por lo tanto quien representa las cuatro figuras comete una trasgresión, pero en el caso de una sola de éstas no (Responsa RasHba I 166).

De aquí se desprende que la prohibición aplica a las cuatro figuras de la carroza celestial de Ezequiel y son las del hombre, el león, el toro y el águila. Sin embargo, si se representa un león solo o cualquier otro animal con propósito meramente estético esto estará permitido. El Maharam de Rotenburg considera que los dibujos están permitidos ya que “son simples figuras con colores que carecen de consistencia”.

Una de las explicaciones más interesantes respecto de la autorización a dibujar figuras animales para ornamento sinagogal reside en el hecho de que de acuerdo con nuestros sabios, de bendita memoria, tanto la idolatría como la inclinación natural a su práctica han sido ya erradicadas de la faz de la tierra por lo que para los judíos estas formas carecen de significación idólatra. Tal como le respondiera Rabí Akiva a un extranjero: “mi corazón y el tuyo saben que la idolatría carece de sustancia” (Talmud Tratado de Avodá Zará 55(A)). Otros acotaron que si la representación del león es tan vívida al punto de parecer éste verdadero entonces estará prohibida, pero si se trata de un simple dibujo no lo estará.

En virtud del presunto debilitamiento del paganismo en su tiempo, los sabios de la Mishná autorizaron a ornamentar con figuras que guardan similitud con formas idolátricas. Otro argumento que esgrimen algunos juristas es que al estar las figuras de los leones rodeando a las de las tablas de la ley, estas últimas les confieren un status de santidad y por lo tanto esto no estará prohibido. El Rabino Jaím David Halevi autorizó colocar figuras de leones y agrega un motivo interesante a este permiso: “resulta que la figura del león sola no está prohibida… y considero que otra razón para permitirlo es que de todas maneras quien reza lo hace con los ojos cerrados o mirando el libro de oraciones y por ende se carece de motivo suficiente para prohibir” (Asé Lejá Rav 1:40).

Resulta interesante percatarse que, si bien la mayor parte de los juristas prohíbe el emplazamiento de figuras animales en la sinagoga, muchos otros aceptan la costumbre con un alto grado de comprensión y lo autorizan a posteriori. Al Rabino Kuk se le pidió que condene una sinagoga nueva que se acababa de inaugurar y cuya arca sagrada estaba ornamentada con figuras de animales y escribió: “No supe de esto de antemano, de haberlo hecho lo habría evitado con toda firmeza, basándome en las opiniones de los grandes eruditos que lo prohíben, empero, ahora que ya está hecho y el público general lo vio como algo permitido en muchas sinagogas de congregaciones piadosas dirigidas por notables justos y conocidos eruditos considero que tienen en quien respaldarse por la base de la halajá para autorizarlo. Pues muchos de los eruditos medievales no consideran que se trate de algo prohibido… y dado que vemos que grandes eminencias no lo condenaron, de hacerlo nosotros resultaría irrespetuoso para con ellos” (Igrot HaReaiá 1:10).

Tzitz Eliezer se refiere a esta costumbre de un modo indulgente: “Si bien Maimónides tendía a ser estricto en esta cuestión por interferir con la concentración durante el rezo, de todas maneras, la costumbre de colocar sobre el arca sagrada una cortina con figuras de leones bordadas se ha extendido entre las congregaciones sin que nadie considere que ello altere la concentración de quien ora quizás porque de todas maneras no nos concentramos como deberíamos” (III:24).

Rabí Jaím Sofer, quien fuera rabino de Munkatsch y discípulo dilecto de Jatam Sofer escribió: “Dios nos libre de decir que esto implica trasgredir la prohibición de colocar ídolos y sugerir que generaciones pretéritas que, comparadas a nosotros son cual ángeles, hayan pecado de idolatría” (Majané Jaím Ioré Deá II 29).

Creo que respecto de la cuestión de la ornamentación sinagogal con figuras leoninas cabe aplicar la máxima talmúdica: “ve y mira qué acostumbran a hacer las personas” (Tratado de Eruvín 14(B)), ya que en muchas ocasiones se carece de una sentencia jurisprudencial clara y tajante y entonces se puede aprender qué hacer observando al pueblo. Por supuesto que esto obedece a que la praxis popular está asentada en tradiciones, aunque no las conozcamos. Quizás a esto se refería Rabí Shimón Bar Iojai cuando dijo: “si ves una costumbre ancestral no la cambies nunca” (Yalkut Shimoní Mishlei 247, 960); o tal como dijeron nuestros sabios, de bendita memoria “déjalos actuar a los hijos de Israel pues aunque no sean profetas por sí mismos son descendientes de profetas” (Tratado de Pesajim 66(A)).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

El Origen judío de los gitanos

La etnia gitana y su origen histórico no son suficientemente conocidos. Quienes pasean por Europa y diferentes partes del mundo están acostumbrados a ver mujeres gitanas vendiendo sus mercancías en la calle, pidiendo limosnas u ofreciendo servicios de adivinación; al tiempo que a los hombres gitanos es dable verlos tocando instrumentos musicales o cantando. Sin embargo, es poco sabido que durante la segunda guerra mundial cientos de miles de gitanos fueron asesinados en Auschwitz y diferentes campos de exterminio nazi ni que ellos se consideran descendientes de las diez tribus perdidas que se desprendieron del pueblo de Israel.

Los gitanos son una nación carente de territorio y caracterizada por el nomadismo. Están dispersos a lo largo y ancho de cuatro continentes y carecen de conexión territorial o política a país alguno. Es difícil estimar su población por cuanto que no se han sometido a un censo ordenado pero se estima que hay en el mundo entre 6 y 14 millones de gitanos. Aparentemente, el origen de los gitanos es en el subcontinente hindú, y como eran artesanos y dominaban diferentes oficios fueron llevados por los ejércitos de conquista tátaros Europa en el siglo XIV para prestar servicios a las tropas. Los gitanos solían adoptar la religión y el idioma del país al que  llegaban, de modo tal que en países católicos profesan el catolicismo y en países islámicos el islam.

Los gitanos poseen un sinnúmero de denominaciones. En hebreo se les conoce como “tzoanim” que significa oriundos de la ciudad de “Tzoán” la cual según la Biblia se encuentra en la tierra de Egipto (Salmos 78:12). Por esta misma razón, en otros países se les denomina “Gypsy” que significa originarios de Egipto. Sin embargo, muy probablemente se trate de un error sumamente común que carece de asidero histórico, pues de acuerdo a lo que se sabe en la actualidad muy probablemente sean originarios de la India. Incluso el idioma más hablado entre los gitanos actualmente, el romanesco, indica un vínculo idiomático con las tierras hindúes. En diferentes países los gitanos recibieron nombres variados, como por ejemplo “atingani” en griego, “zíngaros” en los países balcánicos, “gitanos” en español, “gitaine” en francés, “tártaros” en alemán, “sinti”, “romani” y más. Actualmente los gitanos prefieren ser llamados “romaníes” que en su lengua significa ser humano.

Tanto durante la conversación con el sacerdote como durante la lectura del libro surgen ciertas similitudes entre la etnia gitana y el pueblo judío pero el texto está escrito en un estilo bíblico profético y es en esos términos que expone el vínculo entre ambos pueblos. Según este libro, la historia bíblica del pueblo de Israel debe ser leída asumiendo que se trata de la cronología de los gitanos y de esa manera se revela la verdad Divina sobre el origen judío de esta etnia. Para ellos, la revelación de la verdad Divina de entre las páginas de la Biblia tiene más fuerza y contundencia que cualquier hallazgo científico, lingüístico, histórico y demás. El sacerdote me dijo que en su opinión las tribus perdidas no deben ser buscadas mediante herramientas historicistas sino únicamente con la Biblia, que es el libro por medio del cual Dios procura revelarnos Sus secretos respecto del sitio donde se encuentran las tribus de Israel, al punto de que si habremos de saber buscar correctamente, veremos claramente que los gitanos son las mismísimas tribus que se separaron de la nación israelita largo tiempo atrás.

La similitud entre los gitanos y los judíos tiene expresión en un pasado común de sufrimiento, en el carácter errante de ambos, yendo de un confín a otro de la tierra, en habitar tiendas, en haber sido perseguidos y asesinados durante el holocausto nazi y encontrarse actualmente en decrecimiento numérico. ¿Acaso existe en el mundo entero otro pueblo con una existencia tan parecida a la judía como el gitano? Ellos consideran que no existe en el mundo otro pueblo que sea tan fiel reflejo de la nación judía y entienden que las profecías bíblicas también se manifiestan en su historia.

No existe en la actualidad otro pueblo tan disperso y diseminado entre las naciones como el gitano. Quienes creen en el origen judío de los gitanos interpretan los versículos del libro de Ezequiel (36:19) como referentes a un pasado común de estos y las diez tribus: “Y los esparciré entre las naciones y los diseminaré entre las tierras…”

El sufrimiento de los gitanos se prolonga desde la inquisición al holocausto igual que en el caso de los judíos. Fueron perseguidos no menos brutalmente que nosotros y ellos creen que existe incluso una cierta cercanía entre las fechas en las que fuimos perseguidos los unos y los otros. Por ejemplo, los judíos fuimos expulsados de España en 1492 y los gitanos en 1499. El holocausto no obvió a la nación gitana y fueron asesinados por cientos de miles. Se estima que el número de gitanos exterminados en el holocausto ronda entre el medio millón y el millón y medio. La razón de la inexactitud del dato radica en que no todos los gitanos estaban anotados en los registros oficiales de población de los diferentes países de Europa. Aquellos que sostienen descender del pueblo judío ven en el hecho de que ambas naciones son perseguidas por igual una señal Divina,  así como también de que los alemanes vieron en los gitanos judeo-descendientes por lo que decidieron exterminarlos.

Costumbres judías y gitanas

La similitud entre los judíos y los gitanos no está conformada únicamente por el paralelismo de sus vicisitudes históricas sino también por ciertos parecidos en sus costumbres y tradiciones. Según los gitanos que se consideran judeo-descendientes, en el pasado, cuando eran parte del pueblo de Israel  cumplían completamente con la observancia de los preceptos de la  Torá. Sin embargo con el correr de los años y en virtud de las influencias que sobre ellos ejercieron otras naciones y otras religiones la observancia se fue desdibujando conservándose únicamente una serie de costumbres hasta el día de hoy.

Ellos mencionan, por ejemplo, el respeto a los ancianos de la congregación que fungen como consejeros de la comunidad. En cada grupo gitano existe lo que ellos denominan en su lengua “Kriss” o consejo de ancianos. Este consejo funge como tribunal para temas comunitarios en el área de la familia o en temas económicos e incluso posee la facultad de multar y hasta castigar a los infractores en caso de necesidad. La estructura social gitana es hasta el día de hoy tribal y la jerarquía familiar se establece según criterios bíblicos.

Los gitanos se abstuvieron en todas las épocas y hasta el presente de la exogamia. Ellos creen que de esa manera cumplen con lo que ordena la Torá (Deuteronomio 7:3): “Tampoco te emparentarás con ellos, no darás tu hija a un hijo de ellos ni una hija de ellas tomarás para tu hijo”. Ellos siempre se percibieron como un pueblo separado de las demás naciones y religiones y acostumbran a denominar a los no gitanos con el nombre de “gadzio” o “gadzia” tal como los judíos denominamos a los gentiles “goi” o “goiá”.

Existe similitud también en las costumbres referidas al luto. El deudo guarda “shivá” por una semana en honor al fallecido, durante esos días no se corta el pelo ni se afeita, se sienta en el suelo y es visitado por amigos, familiares y demás miembros de la congregación. Los gitanos acostumbran a cuidarse de la impureza de la muerte y si la persona muere en la casa se retiran de esta todos sus enseres personales.

Los gitanos cuidan una dieta especial diferenciando entre alimentos permitidos y puros (“wudzu”) y prohibidos e impuros (“marima”), y además es interesante destacar que en el lenguaje gitano existen una serie de vocablos que guardan gran similitud con el idioma hebreo.

No todos los gitanos creen descender de judíos y algunos hasta temen reconocerlo. Los gitanos que se consideran descendientes de israelitas no piden retornar al pueblo judío, convertirse o inmigrar a Israel. Ellos están firmes en su fe cristiana y al mismo tiempo se enorgullecen de su ascendencia judía.

No tengo elementos para determinar si hay un núcleo de verdad histórica en su creencia de que descienden del pueblo de Israel, pero me emociona y maravilla cada vez como la primera cuando me encuentro, en estos últimos años, con grupos humanos, pueblos, sectas o tribus que procuran demostrar un vínculo con el pueblo judío. En mi opinión se trata de un fenómeno espiritual que nos abre una ventana de oportunidades histórica que no se con certeza hasta cuando se mantendrá abierta. Se está llamando a la puerta del pueblo judío y no creo que se trate de un fenómeno sempiterno.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judíos de fe mahometana o país sin judíos ni independencia

Cuándo le avisé a mi familia y seres queridos que partía rumbo a Kurdistán enseguida me preguntaron si había preparado ya un divorcio condicional para efectivizarlo en caso de no volver. Además, me increparon qué tenía que hacer yo en el Norte de Irak si es sabido que allí ya no quedan ni judaísmo ni judíos. Ahora que ya retorné sano y salvo, cumpliéndose la máxima rabínica que “los enviados para cosas de bien no sufren percance alguno”, trataré de describir lo que vi y me aconteció durante las sesenta horas que pasé en tierras kurdas en el norte de Irak. Kurdistán se extiende sobre tres países: Siria, Irak y Turquía. Mi visita fue al Kurdistán iraquí que funciona como región autónoma dentro de ese país.

El ingreso a Kurdistán me llevó varias horas. Si bien se suponía que la visa de ingreso me la expedirían al arribar al país resulta que llegué a las cuatro de la madrugada de un día festivo en el cual no había funcionario alguno en las oficinas migratorias. Por ello tuve que permanecer detenido en un cuarto lateral en el aeropuerto y solo a las once de la mañana mi pasaporte pudo ser estampado con la rúbrica iraquí y entonces finalmente pude ingresar al país.

La tensión entre el deseo kurdo de ser independientes y la dependencia del gobierno central iraquí se percibe a cada paso y en cada detalle. Los ciudadanos se sienten kurdos pero sus documentos de identidad son iraquíes. El mundo todavía no reconoce la independencia kurda mas esto no les impide seguir soñando y hablando de esta. La moneda en curso es iraquí pero los kurdos tienen su propia bandera. Se trata de una región autónoma pero no independiente.

Si bien en ningún momento caminé solo por la calle sino que fui permanentemente acompañado y escoltado, la sensación general es que se puede andar libre y tranquilamente por las calles. Los kurdos reciben muy amistosamente a todos los turistas y quien se enteró que yo era judío y provenía de Israel me recibió con un especial afecto. En más de una oportunidad cuando personas distinguieron la kipá que llevaba en la cabeza reaccionaron dando muestras de aliento y simpatía hacia Israel y los judíos. Si bien la población general es musulmana, esta no es extremista y pregona  tanto la paz como la tolerancia. Es difícil de describir lo positivo de la actitud actual kurda hacia los judíos, no nos ven como un problema sino como objeto de admiración y ejemplo a seguir.

La presencia judía en Kurdistán es muy antigua y probablemente se remonte a los días del primer Templo y haya llegado con los exiliados de las diez tribus. La tradición que se transmite entre los judíos kurdos refiere a que llegaron al país en días del rey asirio Salmanasar, quien enviara a las diez tribus al exilio con anterioridad a la destrucción del primer Templo. Otra tradición indica que los judíos llegaron al Kurdistán en días de Ezra el escriba (inicios de la época del segundo Templo). El legendario viajero judío Benjamín de Tudela visitó Kurdistán en 1170 y encontró en estas tierras un centenar de comunidades judías que hablaban el arameo.

La comunidad judía kurda siempre fue considerada como una comunidad alejada y aislada del resto de las comunidades y del mundo en general. Hasta 1940 se estima que vivían en Irak unos ciento cincuenta mil judíos, cuarenta mil de los cuales en Kurdistán diseminados en más de doscientos poblados y aldeas. Es sabido que existieron comunidades judías kurdas importantes en las localidades de Irbil, amedi, Akara, Djhajou, Sulimanía, Fanjwin, Kirkuk, Jankin, Barazán, Dahuk, Bishkla y más.

La mayor parte de los judíos kurdos vivían en el Kurdistán iraquí (146 comunidades), algunos en el Kurdistán iraní (19 comunidades) y la minoría en el turco (11) hasta su emigración en los años 1950-1.

Una de las características de la judería kurda es su dialecto judío tradicional, el uso habitual de la lengua aramea refuerza la teoría según la cual los judíos son muy antiguos en el país. Así como en diferentes partes del mundo los judíos tomaron la lengua local y la transformaron en un dialecto judío, los judíos kurdos son los únicos del mundo en hablar arameo por lo que se llamaban a sí mismos como “la gente de la traducción”, al arameo lo llamaban “la lengua judía” o “Jabli” que significa “lenguaje de la montaña” o “lenguaje del exilio”. Entre los judíos que quedaron en estas tierras no encontré vestigios de uso de lengua aramea, todos hablan únicamente árabe o el dialecto kurdo local. Sin embargo, como es sabido, en Israel hay muchos judíos provenientes de Kurdistán que sí hablan arameo.

Tal como acostumbro hacer en mis viajes, también aquí me interesé por la historia, la cultura y las tradiciones judías locales; asimismo, me interesé por visitar sitios judíos y por encontrarme con judíos del lugar o sus descendientes pues esta es la mejor manera de conocer el pasado y el presente tanto de los judíos como del judaísmo. Una de las primeras familias con la que me encontré es la familia Sharwan, quienes vinieron a visitarme al hotel por la noche.

El encuentro fue realmente apasionante, Ezra Hassan y su hijo Meziri son descendientes de judíos pero actualmente practican el islam. La madre y la abuela de Ezra eran judías que se casaron con musulmanes adoptando entonces el credo del marido. En los años setenta la familia emigró a Israel adoptando el apellido “Ben Rajamim”. Según me dicen, “no hay actualmente comunidad judía en Kurdistán. Quedaban unas decenas de familias descendientes de judíos la mayoría de los cuales emigraron a Israel tras la Guerra del Golfo. Estas personas eran kurdos musulmanes con un abuelo o bisabuelo judío que adoptaron la fe musulmana hace unas dos o tres generaciones”. La mayoría de estos kurdos llegaron a Israel amparados por la Ley del Retorno pero pasado un tiempo la mayoría de estos retornaron a Kurdistán. Le comenté al Sr. Ezra que por la halajá si su madre es judía él también lo era, tras lo cual le pregunté qué se sentía, y me respondió- “mitad y mitad”. Cuando le hice la misma pregunta a su hijo me respondió que se consideraba un “musulmán amante de Israel”. Durante los años que residieron en Israel comían matzá en Pesaj, pero actualmente que viven en Kurdistán van a la mezquita todos los viernes.

En una noche fresca en la ciudad capital de Irbil mantuvimos un muy afectuoso encuentro en la casa de una de las familias descendientes de judíos. A esta reunión llegaron unos treinta hombres y mujeres de todas las edades. Para esta gente se trató de una primera reunión con un referente exterior tras décadas de espera, y en la cual intercambiaron ideas sobre su identidad judía y la factibilidad de un futuro judío en Kurdistán. Lo primero que escuché de mis anfitriones fue: “nuestro objetivo es retornar a la fe de nuestros ancestros. Queremos dejar de creer en Mahoma para pasar a creer en Moshé. Esto es hoy posible ya que la sociedad kurda actualmente es más tolerante y más abierta. Hasta hoy vivimos y nos condujimos como musulmanes pero nos resulta profundamente decepcionante ver cómo actúan los partidarios del ISIS. Ellos sostienen representar el islam verdadero y para nosotros es profundamente decepcionante. De hecho, en la sociedad kurda actual todo saben quién es “ben joe” o descendiente de judíos. A lo largo de los años todos sabían que descendían de judíos y no se trataba en absoluto de un secreto”

Varios de los presentes en la reunión eran funcionarios de alto rango en el gobierno local, asesores legales, comerciantes, académicos y jóvenes. A todos ellos el retorno al fe judía les puede causar daño pero de todas maneras están determinados a “salir del closet” y declarar públicamente su fe.

Creo que el encuentro más emotivo en tierras kurdas fue con la señora Rivka Simja Sultán. Rebeca es hija de madre judía y nieta de abuela judía y  su familia nunca se convirtió al islam si bien tanto ella como su madre se casaron con hombres musulmanes por temor al gobierno iraquí. Si bien su marido es musulmán, él acepta y entiende la necesidad de su esposa de preservar las tradiciones judías. Cuando su madre la entregó a su flamante marido le dijo a este: “que sepas que mi hija es judía”. Si bien está casada con un musulmán, Rivka Simja continúa encendiendo velas de Shabat y recitando a diario el “Shemá Israel”. Ayuna en Yom Kipur, cree en la Torá y no en el Corán. Cuando prepara pan pita iraquí en su casa no se olvida de cumplir con el precepto de separar “jalá” recitando la bendición correspondiente, abluye sus manos antes de comer pan y recita la bendición correspondiente al ingerirlo. En Pesaj, durante siete días prepara pan sin leudantes. Rivka Simja tiene cinco hijos que saben que su madre es judía y por ende que también ellos lo son. Si bien sus cinco hijos están casados con mujeres musulmanas los hogares funcionan como casas judías.

En un momento de nuestra conversación le pregunté a Rivka Simja si sabe recitar el “Shemá Israel” a lo que me respondió “¡por supuesto!” Se puso de pie, cubrió sus ojos con su mano y lo recitó con un marcado acento árabe, tras lo cual tanto ella como yo vertimos sendas lágrimas de emoción al ver que el pueblo judío sigue vivo y en tierras kurdas aun se escucha el “Shemá”. Al despedirnos me dijo: “estoy tan contenta de haberte visto, eres mi hermano, un judío como yo”.

Partí de la ciudad de Irbil rumbo a la localidad de Elkosh para visitar la tumba del profeta Najum quien profetizara en el 615 A.E.C. el derrumbe del reino de Asiria. A pesar de lo sinuoso del camino recordé la máxima de los judíos kurdos según la cual “todo aquel que peregrina al profeta Najum por los senderos que a él conducen y a pesar de los peligros que sobre estos acechan logrará llegar a la tumba y retornar de esta en paz”… bendito sea Dios así fue. Los judíos de Kurdistán acostumbraban a visitar la tumba en la fiesta de Shavuot y para los kurdos gentiles este era conocido como un sitio que prodiga tanto cura como ayuda.

Las tumbas de los profetas bíblicos tales como la de Najum en Elkosh, la del profeta Ioná en la antigua Nínive, la de Daniel en Kirkuk, la de Jabacuc en Tuyserkan y la de Mordejai y Esther en Hamadán junto a una serie de cuevas en las cuales según la tradición se escondió el profeta Eliahu son considerados los sitios más importantes de Kurdistán y son sagrados para todos los judíos hasta el día de hoy.

Tras cuatro horas de camino desde la ciudad de Irbil arribamos a la aldea de Elkosh. En esta localidad quedan los últimos vestigios de una sinagoga en todo Kurdistán y en su interior se encuentra la tumba de profeta Najum. Tal como menciona el Tanaj, Najum era denominado “elkoshita” (1:1) y segúnb Rashí esto obedece a que era oriundo de Elkosh. A lo largo de muchas generaciones los judíos habitaron en Elkosh en torno a la tumba del profeta Najum, mas actualmente este sitio está abandonado. El último rabino del pueblo al partir rumbo a Israel le dejó las llaves de la sinagoga a un amigo kurdo de nombre Sami Djajouana.

Hay muchos investigadores que identifican a esta como la tumba del profeta Najum si bien existe también una tradición según la cual está enterrado en la Galilea en las cercanías de Kfar Najum (Capernaúm) junto a la ciudad e Tiberias.

Luego de visitar la tumba recé Minjá y pernocté en la aldea para así partir a la mañana del siguiente rumbo a la aldea de Barazán que se encuentra en el norte de Kurdistán. A lo largo del camino pasamos por varios puestos de control de la milicia kurda “Pashmarga” que en kurdo significa “de pie ante la muerte”.

Durante mi estancia en Kurdistán pasé la mayor parte del tiempo en la capital Irbil y en algunas aldeas en las cuales quedan judíos, la principal de las cuales fue la de Barazán o Barazani. Un viejo refrán judeo kurdo reza: “La  Torá saldrá de Sindor y la palabra de Dios de Barazani”. Al llegar a Barazani me recibió el Sheikh homónimo, jefe de la aldea, junto a una comitiva de personajes notables de la localidad. Tras la ceremonia tradicional de bienvenida que incluye sentarse conjuntamente, beber té y halagar tanto al pueblo judío como al kurdo salimos a efectuar un paseo por el poblado.

El Sheikh me mostró el sitio donde se encontraba la sinagoga del pueblo así como también un sitio que parece haber sido la mikve (me dijo: “este es el sitio donde se lavaban los judíos”). Actualmente no hay judíos en Barazán, los últimos abandonaron el pueblo en 1950. En el centro del pueblo se encuentra la tumba de Mustafá Barazani, el visionario de la independencia kurda y quien guio a esta nación en su lucha por la libertad.

Previo al establecimiento del Estado de Israel en Irak vivían no menos de ciento veinte mil judíos, muchos de ellos en la región de Kurdistán. Hasta el comienzo de los años cincuenta la gran mayoría de estos abandonó el país para salvarse de las persecuciones y de la creciente violencia que padecían. Quienes se quedaron se convirtieron al islam o se terminaron yendo del país en los años setenta cuando el dictador Sadam Hussein comenzó a orientar sus flechas hacia los remanentes de la comunidad judía.

Los judíos kurdos comenzaron a emigrar a la tierra de Israel en una etapa relativamente temprana. El primer movimiento migratorio se registra en el siglo XVI y estos judíos se asentaron en la ciudad galilea de Safed. En el siglo XX hubo oleadas migratorias en los años veinte y en los treinta. Entre 1920 y 1926 llegaron a la tierra de Israel 1900 judíos provenientes de Kurdistán. En 1935 llegaron 2500, y hasta 1948 ya había unos 8000 en todo el país. Una vez establecido el Estado de Israel todos los judíos del Kurdistán turco, iraquí e iraní fueron transportados por aire al novel país durante los años 1950 y 1951 en el marco del operativo “Ezra y Nejemia”. La mayoría de los judíos kurdos llegaron a la tierra de Israel tras el establecimiento del estado, unos pocos se quedaron en Kurdistán, muchos de los cuales fueron forzados a abrazar el islam y al día de hoy tenemos unos ciento treinta mil judíos kurdos viviendo en Israel.

Tras algunos días de travesía por tierras kurdas llegué a la clara conclusión de que no hay judíos en este país. Un par de centenares de descendientes de judíos que se convirtieron al islam son el recuerdo inerte de una gran comunidad judía sumamente antigua que residió por milenios en el norte de Irak. Sin embargo, la fuerza que irradia de estos judeo-descendientes que se convirtieron al islam pero continúan practicando secretamente su judaísmo fue un gran aliciente para mi decepción.

El estado actual de cosas en Kurdistán desde un punto de vista judío es sumamente singular respecto de otras partes del mundo y puede ser resumido de la siguiente manera: no hay cementerios judíos en Kurdistán, fueron destruidos por efecto de fenómenos naturales y del ejército de Saddam Husein. No hay sinagogas en Kurdistán, las que habían se destruyeron. No hay judíos en Kurdistán, los que había se convirtieron al islam o se fueron a Israel. En otros países, aunque los judíos se hayan ido quedan sinagogas, cementerios u otros restos de vida judía. Sin embargo, en Kurdistán todo fue borrado como si nunca hubiese existido.

Por Rabino Eliahu Birnbaum