Agenda de un Rabino

El mes pasado visité una de las comunidades importantes de Europa y como es mi costumbre, ni bien llegué me puse en contacto con el rabino local para saludarlo. El rabino se alegró de oír mi voz y hasta me invitó para el día siguiente a un evento comunitario: un funeral. En muchas oportunidades, cuando visito comunidades, los rabinos me invitan a acompañarlos al cementerio a los efectos de participar en la purificación del fallecido, de los discursos fúnebres, de los preceptos del entierro y el funeral. Todo esto forma parte del mundo de los rabinos de la diáspora y muy probablemente esta es la razón por la cual conozco los aeropuertos y los cementerios judíos de cada ciudad en casi todo el mundo.

Si bien cada funeral es diferente y único ya que cada ser humano es un mundo en sí mismo, el funeral en cuestión no era para nada rutinario, tal como descubrirán a continuación. El fallecido había nacido en la ciudad que yo visitaba y veinte años atrás había emigrado a New York. Antes de partir al exterior estaba casado por “jupe” con una mujer judía, y al radicarse en New York se separaron sin que el finado haya entregado “Guet”  (divorcio). Una vez establecido en los Estados Unidos inició una nueva relación de pareja, pero esta vez con un hombre no judío. Tras fallecer a los ochenta y dos años de edad se decidió enterrarlo junto a su familia en Europa.

Y hete aquí que un viernes por la mañana, nos encontramos frente al ataúd de una persona fallecida, de un lado se encuentra su mujer judía de la cual se separó física y emocionalmente veinte años atrás sin divorciarse y del otro se encuentra la pareja masculina no judía con quien vivió en cercanía física y emocional durante las dos últimas décadas. Hasta aquí, se trata de una escena razonable en términos de nuestro mundo postmoderno, pero grande sería la sorpresa del líder espiritual comunitario cuando la viuda y la pareja del difunto se le acercaron a realizarle una consulta rabínica. La viuda le explicó al rabino que si bien ellos nunca se divorciaron formalmente, tras tantos años de separación ella no siente cercanía suficiente al fallecido por lo que no desea guardar siete días de luto por él (“shive“), ya que no se trataba de su pareja. Por su parte, el compañero de los últimos años del fallecido le expuso al rabino el tenor de la relación que mantenían, lo profundo de su ligazón espiritual y emocional a pesar de no ser judío, por lo que preguntó si podía guardar luto siete días y recitar Kadish en su memoria. En otras palabras, “un mundo invertido estoy viendo”[1] … la mujer judía no quiere guardar luto y la pareja masculina no judía sí.

Consultas de este tipo son sin lugar a duda novedosas pues tienen  origen en la transformación que operó la estructura familiar en un mundo que es diferente en cuanto a sus valores y en un entorno judío no tradicional y a veces hasta asimilado. Tras largos años de quehacer rabínico y ocuparme de consultas halájicas y comunitarias, pensé que ya había visto y oído todo. Sin embargo, la realidad, que es más fuerte que cualquier consideración,  nos enfrenta a nuevos dilemas. Según lo expresado por Rabí Iosef Albo en “Sefer Haikarim” o “El libro de los principios” (43:23): “la Torá de D´s no puede abarcar todos los detalles de todas las épocas ya que constantemente se innovan particularidades en el área de las cuestiones humanas y estas son tan numerosas que no pueden ser incluidas en un solo libro. Por esta razón Moshé recibió en Sinaí instrucciones orales respecto de las cuestiones insinuadas brevemente en el texto escrito, para que de esa forma en cada generación los sabios correspondientes puedan encontrar la respuesta a los casos novedosos”

La primera pregunta, respecto del duelo por una pareja separada sin divorcio formal es sumamente interesante. Según la halajá una persona está preceptuada de guardar luto por siete personas que le son cercanas en primer grado: el padre, la madre, un hermano, una hermana, un cónyuge, un hijo y una hija. Tal como precisó Maimónides: “Según la Torá una persona debe guardar luto por su padre, su madre, su hijo, su hija, su hermano y su hermana por parte de padre. Rabínicamente debe también guardar luto el marido por su esposa y la mujer por su marido así como también por su hermano o hermano por parte materna” (Levítico 21:2, Rambám Sefer HaShoftimHiljot Avel 2:1, Shulján Aruj Ioré Deá 374:4).

Sin embargo, ¿cómo se puede definir cercanía? ¿De acuerdo al status legal  o según la situación afectiva? ¿Mientras el documento nupcial está vigente los cónyuges deben enlutarse uno por el otro? ¿Acaso en una pareja que se separó y ya no se quiere, se debe guardar siete días de luto a pesar de que se desvaneció el sentimiento de cercanía?

Uno de los primeros juristas que se enfrentó a este tema fue el “Maharshal” (Rabí Shlomó Luria 1510-1573) que fue uno de los grandes rabinos de Polonia del siglo XVI y autor del libro que comenta el Talmud titulado “Yam Shel Shlomó“. Es difícil de transmitir en qué medida los conceptos vertidos por el Maharshal hace cientos de años dan testimonio de una inmensa sensibilidad a la psicología humana: “Llegó ante mí el caso de una persona que se peleó con su mujer y tenía claro que quería divorciarla, mas durante este episodio la mujer fallece y le indiqué no guardar luto por ella… pues cómo se puede ordenar a alguien que se enlute cuando su corazón no está de luto, ya que no se trata de un día triste para él, y si bien nuestros sabios no diferenciaron entre cónyuges que se quieren y aquellos que no, mas en este caso considero que corresponde hacerlo… y en este caso particular todos coinciden que no hay amargura en el corazón ni luto“. El Maharshal agrega: “He aquí que las personas se sorprendieron por mi decisión y se la envié a  los rabinos ancianos de Jerusalém y uno de ellos que es un sabio destacado  me escribió que ellos concordaban con mi decisión” (Yam Shel Shlomó Guitín 2:4).

Estos conceptos del Maharshal indudablemente implican una gran innovación. El deber del luto entre cónyuges no está definido únicamente por el status legal de la pareja sino también por el vínculo emocional que mantienen. En este caso, la pareja estaba por divorciarse y de hecho ya no sentían cercanía emocional o de pareja alguna. El argumento del Maharshal se basa en que “cómo se puede ordenar a alguien que se enlute cuando su corazón no está de luto, ya que no se trata de un día triste para él“. Esto es, no se le puede imponer luto al alma de la persona.

Aparentemente, la decisión del Maharshal fue tan novedosa que tal como lo relata, no fue fácilmente aceptada hasta que recibió el aval de los ancianos sabios de Jerusalém. De todas maneras, la mayoría de los juristas no aceptaron su postura a la hora de sentenciar halajá.

El Rav Ovadiá Iosef escribió: “en el caso de una mujer que fallece y hubo una  pelea con su marido y este había decidido divorciarla hay quienes opinan que él no debe enlutarse por ella ya que como no la ha de heredar no se enluta… empero hay juristas que discrepan y sostienen que debe guardar luto por cuanto que aún no le entregó el divorcio y sigue siendo su esposa, y en términos generales la regla a seguir es conforme a la segunda opinión” (Yalkut Iosef, Avelut 14:21).

La segunda interrogante, respecto del no judío que desea guardar luto por su pareja judía, es más rara y particular y si bien no es función del rabino el sentenciar halajá para un no judío, por una cuestión de respeto al prójimo y evitar hostilidad hacia los judíos corresponde indicarle qué hacer, tal como lo hacían los sabios judíos principalmente en los países de oriente. El luto es un precepto y un deber tanto según la Torá como de acuerdo a las ordenanzas rabínicas. Por lo tanto, es claro que un no judío al no estar preceptuado no tiene el deber de guardar luto. Sin embargo, el luto comprende también un elemento emocional y síquico de recordar al difunto, elaborar la pérdida para poder así calmar el espíritu y poder retomar posteriormente las actividades rutinarias. La pregunta es ¿puede un no judío por propia opción guardar luto voluntariamente?

Hay casos determinados en los cuales según la halajá no es necesario guardar luto, empero, una persona puede adoptar para sí duelo parcial, esto es, rasgar su ropa y otras costumbres luctuosas como en el caso de un alumno que pierde a su maestro más significativo (Shulján Aruj Ioré Deá 374:10) o un hijo adoptado por sus padres adoptivos, un converso por sus padres bilógicos. Asimismo, la halajá reconoce que si un familiar cercano guarda luto siete días sus hijos y miembros de su familia nuclear adoptan esa semana algunas costumbres luctuosas. Según la halajá, toda persona que siente gran pesar por el fallecimiento de una persona puede guardar costumbres luctuosas (Tshuvot Vehanhagot III Ioré Deá 373 y Ramá Ioré Deá 374:6, allí dice que toda persona puede guardar costumbres luctuosas).

Por lo tanto, la semana de duelo es al mismo tiempo  un deber y una posibilidad. En algunos casos, cuando se trata de parientes cercanos en primer grado se trata de un deber y en otros, la persona puede decidir si adopta o no costumbres luctuosas por una persona cercana y querida que falleció aunque no esté formalmente obligado.

Respecto del recitado de Kadish por parte de un no judío, esto implica un problema, pues se trata de una cuestión referida a la santidad y al rezo, mediante la cual el judío santifica el Nombre de D´s. Sin embargo, en nuestro caso la pareja no judía del difunto se conformó con recitar un Salmo en su honor y todo se solucionó para beneplácito de las partes.

———————-

[1]  Expresión talmúdica originada en el Tratado de Baba Batra 10(B) donde se relata que un sabio volvió del más allá y relató lo que vio, esto es, un mundo inverso al nuestro “los superiores abajo y los inferiores arriba” aludiendo a la valoración diferente que en el  “mundo de la verdad” se hace del quehacer humano.

El hombre es como el árbol del campo – Tu Bishvat

Entre los cuatro principios de año que fueron fijados en la tradición judía, lo cual pareciera ser una característica única del judaísmo, establece la mishná en el Tratado de Rosh Hashaná, a Tu Bi Shvat como “año nuevo de los árboles”. Un día especial en el año en el que el centro del mismo no es el hombre sino la naturaleza.

Esta festividad, nos explica claramente la importancia que tiene para el judaísmo el cuidar la naturaleza, el mundo que el Kadosh Baruj Hú creó. De acuerdo a la tradición judía, la obligación del hombre no se basa solamente en proteger los derechos humanos (los cuales son sumamente importantes) sino también en proteger la naturaleza, la flora y la fauna. Como dijeron nuestros sabios: “cuando el Kadosh Baruj Hu creó al hombre, lo tomó y lo llevó ante todos los árboles del Gan Eden. Le dijo: mira cuan bellos son, ten cuidado de no destruir mi mundo, porque si lo destruyes, no habrá quien lo repare después”.

Entre otras cosas, este cuidado especial que Hashem le ordena al primer hombre, recibió prescripción halájica, prohibiendo talar árboles sin necesidad. Sin embargo, el significado de dicha halajá es mucho más amplio, obligando al hombre a abstenerse de realizar actos que pueden “dañar o destruir” el mundo, como la contaminación ambiental, y la obligación de realizar acciones para corregir los daños ya existentes, tales como disminuir el uso de materiales contaminantes o reciclar basura.

Las porciones semanales de la Torá, las cuales relatan sobre la salida de Egipto, son leídas en la época en que cae el “año nuevo de los árboles”. Éstas, resaltan a su vez la importante relación entre el hombre y la naturaleza. Así, por ejemplo, dice la Torá: “hoy salen, en el mes de la primavera” (Shmot 13:4). El ciclo de vida judío, rota constantemente alrededor de dos polos: el histórico y el natural. Entre “la fiesta de la libertad” y “la fiesta de la cosecha”, entre “la fiesta de la entrega de la Torá” y “la fiesta de las primicias”, entre “la fiesta de las cabañas” y “la fiesta de la recolección”. 2000 años de diáspora, han alejado a los judíos de la naturaleza. Los árboles y las flores – así como los animales – eran estudiados por ellos, de forma virtual, a través de las increíbles descripciones teoréticas que figuran en el Tanaj (como por ejemplo “barjí nafshí”) o en el Talmud.

El retorno a la tierra de Israel, representa el retorno a la naturaleza. No es casualidad que la época de la redención fue comparada a una vivencia física, material, terrenal, la cual relaciona a Israel justamente con los árboles. En la visión de Yejezquel (36:8) “y ustedes, montes de Israel, darán árboles y frutos a mi pueblo Israel”, ven nuestros sabios los símbolos de la redención, no son éstos rayos y truenos, ni visiones divinas o comprensión especial de “secretos cabalísticos”, sino que árboles y frutos, vuelven a “casarse” con el pueblo de Israel, y se unen con él mediante un nuevo tipo de relación.

Rabino Eliahu Birnbaum

Comunidades judías en crisis

El mes pasado “tuve la suerte” de visitar dos países que atraviesan profundas crisis: Venezuela y Ucrania.

En ambos países no cabe duda que las comunidades judías locales se ven afectadas por la situación del país. No soy ni sovietólogo ni politólogo, empero procuraré explicar la arista judía de la situación tal como la percibí en mis visitas a las ciudades capitales de Caracas y Kiev.

La comunidad judía venezolana es nueva comparada con la ucraniana cuyos orígenes nos retrotraen miles de años en el pasado. Los primeros judíos arribaron a Venezuela en el siglo XVII y se trató principalmente de descendientes de criptojudíos provenientes de las islas del Caribe. En un principio se establecieron en la localidad de Coru en el noreste del país y de allí migraron a la ciudad de Caracas. Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XIX que se organizó la primera comunidad judía a instancias de olas migratorias provenientes del Brasil, África del Norte (especialmente de Marruecos) y Curaçao. Posteriormente, muchos judíos se dirigieron a Venezuela tras finalizar la Primera Guerra Mundial y antes del estallido de la Segunda. Un número aún mayor de judíos llegó al país tras el Holocausto.

A diferencia del caso venezolano, los primeros judíos que se asentaron Ucrania lo hicieron en el siglo séptimo durante la existencia del Reino de los Khazares.  Las tradiciones históricas narran que judíos arribaron a los dominios del príncipe Vladimir provenientes del Reino de los Khazares e intentaron convertirlo al judaísmo, empero este optó por abrazar la fe cristiana. Benjamín de Tudela recuerda a Kiev como una “populosa urbe de judíos”. En el siglo XII llegaron a Ucrania judíos provenientes de Europa Central y en los siglos XV y XVI judíos provenientes de Polonia. De todas maneras, es importante señalar que los judíos ucranianos son considerados parte de la judería rusa, o en la práctica, de los imperios ruso y soviético ya que el país recién recibió su independencia en 1992.

En la actualidad viven en Ucrania unos 300.000 judíos 200.000 de los cuales residen en la capital Kiev, si bien las estimaciones demográficas oscilan entre 100.000 y 500.000 careciéndose de la posibilidad de establecer un número preciso. Existe un total de cien comunidades judías en todo el país siendo algunas de estas de importancia y otras más pequeñas. Además de la ciudad capital, existen comunidades judías en Tomer, Berdichev, Odessa, Nikolaiev, Jarkov y Lemberger (Lvov), Chernobyl (Sadigura), Dniepopetrovsk, Medziboz (la ciudad del Baal Shem Tov). En Uman, la ciudad donde está enterrado Rabí Najman de Breslav, habitan unos cincuenta judíos amén de las decenas de miles que peregrinan anualmente a esa localidad.

Ambas comunidades comparten una fuerte sensación de que tienen “los días contados” y se encuentran en medio de un “combate de retirada”. Asimismo, los judíos de ambas comunidades expresan su sensación de inseguridad y especialmente de incertidumbre respecto del futuro de los países tanto en su condición de judíos como de ciudadanos.

Existen factores comunitarios internos que fijan el carácter de la vida judía tales como la identidad judía, la educación judía, la demografía, la economía, la aliá y la inmigración. Sin embargo, estos factores son sólo parte de un complejo rompecabezas que influye sobre la existencia judía ya que existen factores externos ajenos al judaísmo que influyen en la vida comunitaria tales como la geopolítica, la globalización, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, las tendencias demográficas globales, los cambios culturales, el antisemitismo y la actitud del cristianismo y el islam hacia el judaísmo.

Estos factores hacen que la situación de las comunidades judías de la diáspora resulte heterogénea no solo en virtud de la diversidad existente entre los diferentes judíos sino además por las diferencias existentes entre los entornos en los que estos habitan, las características de la sociedad mayoritaria y la situación política del país.

No cabe duda de que las comunidades judías venezolana y ucraniana se ven afectadas por las crisis que han sobrevenido sobre los países. En ambos casos los judíos viven en estado de incertidumbre no solamente respecto al futuro sino al salir diariamente del hogar camino a los diferentes quehaceres.  En Caracas casi que no hay productos en las tiendas e incluso escasean artículos de la canasta básica. Las personas relatan con gran sentido del humor cómo deben formarse durante horas en largas filas para poder adquirir aceite, leche o papel higiénico, suelen salir poco de sus casas en general y especialmente se abstienen de hacerlo por las noches. Cada salida implica un gran riesgo ya que personas hambrientas pueden detener al transeúnte o a quien conduce su vehículo para robarle dinero, el reloj o cualquier otro objeto de valor. Este es el origen de la “costumbre” existente en el país de no detenerse ante semáforos en rojo, no sea cosa que sean asaltados a punta de pistola.

Sin embargo, a pesar de las semejanzas entre las crisis políticas imperantes en ambos países, existe a mi entender una gran diferencia entre los judíos de Venezuela y los de Ucrania. Los primeros son “nuevos en el país” ya que no residen en el país más que un siglo. Por ello, su identidad nacional es débil y hasta casi nula. No se sienten parte del ser nacional ni de la revolución, no piensan en el futuro de Venezuela como país sino en el suyo propio como comunidad o como empresarios. Cuando comenzó la crisis, no intentaron cambiar la situación por medio de un intenso involucramiento, sino que simplemente comenzaron a emigrar hacia los países vecinos tales como Panamá, Costa Rica o Estados Unidos. En Venezuela vivían 20.000 judíos en el año 2000 y hoy no quedan más que 7.000-8.000. La reducción fue de más de un cincuenta por ciento y no está dicha aún la última palabra.

Por su parte, en Ucrania la situación es radicalmente diferente, los judíos residen el país hace ya siglos y se sienten parte integral del colectivo nacional.

En efecto, se sienten parte integral del país. En Ucrania vivió el más alto porcentaje de judíos de todas las repúblicas de la ex-Unión Soviética. Los judíos se sienten parte de “la nación ucraniana” y por ello también lucharon por esta. Su identidad es ucraniana, y más aún, su identidad judía está vinculada a su identidad ucraniana. Ellos se sienten parte del pueblo judío, pero en no menor medida, y quizás en mayor medida, parte de la nación ucraniana. Por ello, en las últimas manifestaciones que tuvieron lugar en la plaza central de Kiev no era de sorprender ver jóvenes judíos en la primera línea de fuego. Ellos sentían que luchaban como judíos para construir a Ucrania.

La identidad nacional y la profunda pertenencia a la nación ucraniana traen aparejadas implicancias respecto del vínculo al pueblo judío y al Estado de Israel ya que por una parte el compromiso ideológico y social hace descender el nivel de antisemitismo transformando al judío en un miembro más de la nación ucraniana empero por la otra crea un distanciamiento del pueblo judío y de la necesidad de hacer aliá al Estado de Israel por motivos sionistas e ideológicos. Al final de cuentas, la cuestión central es la referente a la identidad, a la cuestión del hogar y la familia. Todo joven judío ucraniano precisa responder a las interrogantes de ¿Cuál es mi pueblo? ¿Cuál es mi familia? ¿Dónde está mi hogar? ¿A quién pertenezco?

En los últimos veinte años el 70% de los judíos del área de la ex-Unión Soviética abandonaron el país, algunos fueron a Israel y otros emigraron a Alemania, Canadá y los Estados Unidos. Actualmente los judíos ucranianos nuevamente piensan en la aliá, pero están divididos entre los jóvenes que desean quedarse y defender la patria y los mayores que ven en Israel y otros destinos un refugio seguro para sí.

En el mundo posmoderno la identidad judía es una identidad renovada. La identidad no está marcada únicamente por haber nacido judío sino a partir de la construcción de una identidad personal ladrillo tras ladrillo. La identidad judía de muchos de los jóvenes en el mundo judío incluye también un elemento de reparar o mejorar el mundo, de preocupación no únicamente por el pueblo judío, sino que también por la sociedad general. Esto nos indica que las vías de conexión de los jóvenes al judaísmo pasan también a veces por campos extraños y no siempre sabemos cuál es el camino que los habrá de conducir a su identidad judía.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Birkat Hagomel

Ni bien llego en Shabat a la sinagoga de mi bendita comunidad, el gabai o encargado acostumbra correr en mi dirección y preguntarme si estoy antes o después de un viaje y agrega: “¿quieres recitar Birkat Hagomel?” Lo mismo suele ocurrir en otras sinagogas que frecuento en las diásporas, me suelen subir a la Torá porque el gabai asume que recae sobre mí la obligación de bendecir Hagomel tras cada viaje, empero cuán grande es su sorpresa y a veces su decepción cuando no escuchan de mis labios la bendición en cuestión. En lo personal, no suelo recitar Birkat Hagomel tras haber volado tanto vuelos cortos como largos y paso a explicar por qué. La razón no radica solamente en no quitarle a otros la oportunidad de subir a la Torá semana tras semana – dado que esta bendición puede recitarse en presencia de minián sin necesidad de pasar a su lectura – sino que obedece a motivos halájicos un poco más complejos ya que existe una viva discusión respecto del recitado de Hagomel tras haber volado.

El Talmud describe detalladamente quiénes son las cuatro personas que deben recitar la bendición de Hagomel tras haber salido de una situación de peligro: “Cuatro son los que deben agradecer: los que viajaron en barco, los que atravesaron el desierto, quien estaba enfermo y se curó y quien estaba en prisión y fue liberado” (Berajot 57b), y así efectivamente fue sentenciado en el Shulján Aruj Oraj Jaím 219:1.

Las autoridades halájicas se han ocupado de las similitudes existentes entre el vuelo en avión y las categorías mencionadas en el Talmud en un intento de hallar paralelismos, empero, no siempre lo lograron. ¿Acaso un avión que vuela sobre el desierto se asemeja a quienes lo atraviesan andando? ¿Acaso el tráfico aéreo se asemeja a una nave que cruza el mar rumbo al horizonte? ¿Es un vuelo peligroso como los ejemplos traídos por el Talmud? ¿El vuelo en las altitudes se define como camino o acaso no existen los caminos en el firmamento? ¿Se bendice únicamente por las cuatro situaciones antemencionadas o por toda situación de peligro tangible de la cual el hombre logró liberarse?

Hay quienes explican que cruzar el desierto no significa literalmente andar por este tipo de territorio sino por cualquier lugar que implique riesgo lo cual incluye todos los tipos de camino y todos los viajes y vuelos. De aquí surge la costumbre sefaradí de recitar Birkat Hagomel también cuando se viaja la distancia de una “parsá” de una ciudad a otra lo cual insume, por lo general, unos setenta y dos minutos. Empero, los ashkenazíes no recitan Birkat Hagomel al viajar de una ciudad a otra a menos que en el camino pasen por un sitio peligroso (ver Ramá Oraj Jaím 219:1).

Existen autoridades halájicas que escribieron que “Quien vuela en un avión bendice Hagomel ya que no es diferente a quienes atraviesan el desierto o el mar ya que el avión sobrevuela el mar y por ende se asemeja a un barco y además no es posible vivir ni un instante en las alturas fuera de la aeronave” (ver Igrot Moshé Oraj Jaím II 59, Responsa Minjat Itzjak II 47, Tzitz Eliezer XI 14, Iejavé Daat II 26).

Otros juristas halájicos escribieron que no es el mero hecho de sentarse en el avión lo que genera la necesidad de recitar Hagomel sino únicamente cuando este vuela por sobre el desierto, ya que entonces ingresa en la categoría de aquél que lo atraviesa, empero si el aeroplano no sobrevuela el desierto o el mar no se habrá de recitar Birkat Hagomel (Tzitz Eliezer XI 14).

Otras autoridades halájicas proponen bendecir Hagomel después del vuelo, mas sin pronunciar el Nombre Divino ya que por lo general los vuelos no implican peligro y por ello no se los puede catalogar como situación de riesgo que requiera recitar Hagomel tal como lo indica la Guemará. A su parecer un vuelo en avión se asemeja más a quien va por lo caminos y recita únicamente la plegaria del viajero y no a quien atraviesa el desierto y debe bendecir Hagomel (Responsa Betzel Hajojmá II 10, Responsa Jelkat Yaakov II 69).

Esto es lo que escribió el Rabino Betzalel Stern: “Quien llegó al sitio deseado sin haber pasado por peligros durante el camino recitará Hagomel sin pronunciar el Nombre de Dios, empero si pasó por una situación riesgosa y se salvó – que recite pronunciando el Nombre de Dios…me dijo también el Rebe de Belz que él indica a quienes lo consultan que quien viaja en avión bendiga Hagomel sin pronunciar el Nombre de Dios. Desde entonces y hasta ahora escuché y vi a más rabinos importantes que siguen esta instrucción” (Responsa Betzel Hajojmá V 88).

Otro enfoque interesante respecto del recitado de esta bendición se encuentra en la responsa “Jelkat Yaakov” del Rabino Yaakov Breish: “En efecto, cuando un avión vuela por el mar se asemeja a un marino y además una corriente fuerte de aire puede hacer descender abruptamente a la nave y asustar a los viajeros y por lo tanto, dado que se estableció una bendición para quienes navegan – qué me interesa si lo hacen en el agua o por aire ya que el peligro en ambos casos es semejante y por otra parte no corresponde que inventemos o innovemos situaciones más allá de las cuatro que según el Talmud deben agradecer y es necesario reconocer que al volar no se transita una ruta en el mar y por ende no entra la misma categoría” (Jelkat Yaakov Oraj Jaím 55). Según su opinión, los sabios establecieron la bendición para quienes transitan por la tierra o navegan en el mar pero volar en avión no entra en la categoría de “ir por el camino” tanto terrestre como marítimo y por lo tanto no resulta necesario bendecir.

Sin embargo, creo que el enfoque menos conocido a esta cuestión es el de aquellos que no solamente no obligan a recitar Hagomel sino que prohíben hacerlo tras haber volado y no ven al vuelo como una instancia de peligro.

El Rabino Jaim David Haleví escribió en su libro “Asé Lejá Rav” (6:16) que “Quienes viajan en avión no deben recitar Birkat Hagomel porque el origen de esta norma (Berajot 54) se refiere a cuatro personas que deben agradecer y uno de estos es quien atraviesa el desierto y sencillamente viajar en avión no se le asemeja… e incluso según la usanza sefaradí que de acuerdo al Shulján Aruj se debe bendecir cuando se va de ciudad en ciudad, por cuanto que todos los caminos implican peligro, pero el vuelo no encierra riesgo ya que nos resulta claro que en la actualidad los vuelos son sumamente seguros e implican menos peligro que viajar en automóvil tal como la amarga realidad nos demuestra a diario… y si bien he visto que hay quienes sentenciaron que se debe bendecir Hagomel tras haber viajado en avión yo no estoy de acuerdo, y de todas maneras, en caso de duda respecto del recitado de una bendición se opta por la opinión más flexible y no se bendice”.

Este enfoque es compartido por el Rabino Goren, el Rabino Jaim de Brisk y el Rabino Soloveichik. En el libro Maasé Rav que versa sobre los hábitos del Rabino Soloveichik escribió el Rabino Schechter: “En los primeros años cuando viajaba de ida y de vuelta de Boston a Nueva York acostumbraba siempre a recitar la plegaria del viajero empero transcurridos ya muchos años se acostumbró de tal manera al viaje en avión que no tenía temor alguno y llegó a la conclusión que en caso de que el viajante no tema en absoluto y el viaje no sea riesgoso no cabe recitar la plegaria del viajero… y en el caso de quien viaja y no percibe o siente riesgo o temor alguno por estar ya acostumbrado al mismo no cabe decir que todos los caminos implican peligro y por lo tanto no cabe recitar la bendición”. Si esta es la norma aplicada a la plegaria del viajero (Tefilat Haderej) a fortiori que esta es la actitud hacia Birkat Hagomel.

Sobre la base de estas ideas, el Rabino Aharón Liechtenstein ztz”l testifica que el Rabino Soloveichik no acostumbraba recitar Hagomel tras viajar en avión a menos que se haya dado una situación de peligro o un accidente, Dios no lo permita. Empero, por otra parte, si una persona siente que el vuelo en cuestión le reporta peligro debe recitar Hagomel.

Este enfoque es muy significativo ya que transforma a Birkat Hagomel en una bendición subjetiva de acuerdo con el sentir de cada persona. Si una persona no teme en absoluto al vuelo y no acaeció durante el mismo situación riesgosa alguna – el pasajero no está en la obligación de bendecir. He de admitir, sin avergonzarme, que viajo por el mundo semana a semana desde hace ya treinta años y Bendito sea Dios nunca viví percance o falla alguna en el avión que me transportaba por lo que no siento la necesidad de recitar Hagomel. De todas maneras, por supuesto que siempre se puede y se debe agradecer a Dios con todo el corazón “por Tus milagros que obras con nosotros y las maravillas y bondades que realizas en cada momento, por la noche, la mañana y la tarde”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Colegios judíos con alumnos gentiles

Generalmente, el objetivo de los colegios judíos en la diáspora es la preservación de la identidad cultural y religiosa de los niños y la salvaguarda del futuro judío de los jóvenes de la comunidad. Sin embargo, en no pocas comunidades a lo largo y ancho del mundo asistimos a un fenómeno particular que es el de “colegios judíos con alumnos gentiles”.

A pesar de la importancia de la educación judía en un colegio hebreo, la mayoría de los niños judíos de la diáspora no asisten a este tipo de establecimiento tanto sea porque este no se encuentra en la cercanía de su sitio de residencia o porque no se trata de un factor que ejerza atracción alguna ni para el niño ni para sus padres. Por lo general, existe relación entre el grado de acercamiento al judaísmo y el envío del niño a una institución educativa comunitaria y viceversa, a mayor desconexión del judaísmo menor posibilidad de que el niño asista a un colegio hebreo. Por supuesto que esto refleja también la situación de los matrimonios mixtos, en los cuales es muy común que se envíe a los niños a colegios “neutrales” que les permita a estos escoger por sí mismos su identidad una vez que crezcan.

Solo un 12% de los niños judíos norteamericanos estudian en un colegio hebreo, mientras que en Toronto el porcentaje alcanza el 50%, en México el 90%, en Sudáfrica entre un 85% y un 90%, en Francia un 30% y en Inglaterra un 65%. Los guarismos que se registran en los Estados Unidos son aun más bajos si se extrae a los ortodoxos del cálculo, entonces, solamente entre un 3% y un 4% de los chicos no ortodoxos asisten a un colegio judío.

Colegios judíos que incluyen en sus filas alumnos gentiles existen en diferentes partes del mundo tales como Casablanca – Marruecos, Trieste y Turín – Italia, Cali, Barranquilla y Medellín – Colombia, Liverpool – Inglaterra, Panamá, Salónica y Atenas – Grecia, La Paz – Bolivia, Asunción del Paraguay, Kingston – Jamaica, Recife – Brasil, Monterrey – México, Sofía – Bulgaria y otras localidades. No se trata de un fenómeno único sino de una situación que cobra mayor ímpetu en los últimos años. Parece que es necesario comprender la lógica o la falta de lógica que reina en esta compleja realidad en la que estudian juntos tanto niños judíos como gentiles con el objetivo de reforzar la identidad judía de los primeros y, quizás también la de los últimos.

Los colegios judíos con alumnado gentil se dividen en diferentes categorías: existen colegios en los que la mayoría del alumnado es judío empero en virtud del escaso número de niños comunitarios y en virtud de la necesidad de aumentar el número de alumnos por clase o de incrementar el presupuesto disponible se incorpora un número pequeño de alumnos gentiles a sus filas. Otros colegios se vieron ante la posibilidad de tener que cerrar definitivamente sus puertas en virtud del bajo número de alumnos judíos o mantenerlos abiertos al precio de albergar un alumnado mayoritariamente no judío y optaron por hacerlo. Otros colegios judíos fueron fundados inicialmente con el cometido de difundir los valores judíos entre los gentiles.

A los efectos de que comprendamos el fenómeno, paso a exponer diferentes modelos de colegio judío. En el colegio de la comunidad judía de Trieste – Italia, hay hoy unos 60 alumnos que estudian hasta quinto de escuela. Por la mañana, al inicio de la jornada lectiva, los alumnos rezan juntos una versión abreviada de la plegaria de Shajarit de un libro de oraciones hebreo, recitando los pasajes de “Baruj SheAmar”, “Ashrei”, “Shemá Israel”, la “Amidá” y para finalizar “Aleinu Leshabeaj”. Sin embargo, algunos de los niños que recitan el rezo judío los días domingo rezan en la iglesia la plegaria cristiana por tratarse de hijos de familias católicas que asisten a un colegio hebreo en virtud del nivel académico y de los valores que en este imperan y no por tratarse de personas de fe mosaica. Treinta de los sesenta alumnos del colegio son judíos y entre estos algunos son hijos de madre judía y otros hijos de padre judío. Para la comunidad, la existencia del colegio genera un déficit anual de medio millón de euros, pero cuando conversé con los dirigentes comunitarios ellos se mostraron convencidos que esta es la mejor forma de preservar la identidad de sus niños y temen que si lo cierran la comunidad carecerá de futuro. Uno de los líderes comunitarios me dijo: “si no vamos a tener presupuesto cerraremos primero la sinagoga mas no el colegio, pues de éste depende el futuro comunitario”.

Recuerdo que hace unos años visité el colegio judío de la ciudad colombiana de Cali. Allí estudiaban unos doscientos niños, la mitad de los cuales eran judíos y los demás gentiles tanto cristianos como carentes de denominación religiosa. La jornada de estudios comenzaba con el rezo de Shajarit para todo el alumnado como parte de las obligaciones lectivas. Debo admitir que si bien no existe prohibición halájica de que un niño no judío recite plegarias judías me pareció que esta práctica implica una falta ética para con los gentiles y afecta negativamente la identidad judía de los niños de la comunidad. No veo razón alguna para obligar a un gentil a recitar plegarias judías, empero más aún, el rezo es parte de la identidad judía por lo que considero que si un niño judío ve que su compañero gentil reza lo mismo que él a pesar de pertenecer a otra religión resulta que las diferencias entre judíos y no judíos se desdibujan lo cual puede actuar en detrimento de la identidad del niño comunitario.

El colegio “King David” de la ciudad inglesa de Liverpool es sin duda alguna una escuela judía. La única religión impartida en esa institución es la judía, posee una sinagoga, los niños estudian en hebreo y celebran el día de la independencia del Estado de Israel. Sin embargo, la mitad de los 247 alumnos de la institución son musulmanes. La mayoría de los padres musulmanes de estos niños son sumamente apegados a su tradición religiosa y muchas de las alumnas visten en el colegio judío el vestido musulmán tradicional, el hijhab. Los alumnos musulmanes dicen que les agrada o aman el espíritu del colegio judío e incluso les gusta la comida kosher que allí se sirve y se adapta a los requerimientos dietéticos del islam (halal). Para mi sorpresa, decenas de alumnos musulmanes eligen usar kipá sobre sus cabezas durante la jornada escolar. Al iniciar el día la maestra Shoshana dice “Boker Tov” (Buenos días) en hebreo, y entonces, Iosef, Ahmad, James y Fátima responden: “Boker Tov morá Shoshana”(Buenos días, maestra Shoshana). A continuación, todos los alumnos del colegio, judíos, musulmanes, algunos pocos cristianos y sikhs recitan el “Shemá Israel” al unísono.

El colegio “King David” no fue establecido como un foro de cooperación y amistad interreligiosa. Desde su fundación en 1865 todos sus alumnos fueron judíos hasta el final de la década del cincuenta. En cierto momento, a las autoridades del colegio se les presentó el dilema: incorporar alumnos gentiles o cerrar las puertas de la institución.

El mes pasado visité la comunidad judía de Quito – Ecuador donde asistí como invitado al colegio israelita Albert Einstein. Este instituto ofrece un modelo único de escuela judía floreciente en un país eminentemente católico con una comunidad judía muy pequeña. La comunidad cuenta con unos quinientos miembros mientras que al colegio asisten unos setecientos alumnos de los cuales únicamente treinta son judíos. El Albert Einstein es considerado el mejor colegio del país. A la entrada del edificio se puede leer, con letras visibles y notorias: “Somos una institución educativa arreligiosa establecida por la comunidad israelita de Ecuador, basada en los valores universales de la cultura judía… nuestro objetivo educativo es formar jóvenes poseedores de pensamiento crítico y valores morales, munidos del conocimiento y las herramientas que les permitan triunfar en un mundo cambiante. Creemos en los valores humanistas de la cultura judía… creemos en el valor del Hombre sin relación a su color de piel, raza, credo religioso o estatus económico”.

El colegio Einstein abrió sus puertas a alumnos gentiles desde su misma fundación y estos siempre representaron su amplia mayoría (en la actualidad, el 95% del alumnado). Casi que en todo salón de clase hay alumnos judíos, católicos, protestantes, evangélicos, bahaís y agnósticos que estudian en una atmósfera de armonía y enriquecimiento mutuo. Desde sus inicios, la comunidad judía estableció este colegio con el objetivo de influir en la sociedad general. Otro tanto pude ver al visitar el colegio “Hilel” en la ciudad de Kingston – Jamaica. Allí estudian unos ochocientos alumnos gentiles junto a unos veinte judíos. Este colegio fue establecido hace décadas por iniciativa del rabino comunitario con la clara intención de educar a no judíos como forma de contribución comunitaria a la sociedad jamaiquina.

El colegio judío de Quito es definido como arreligioso. Allí el judaísmo se aprende como cultura de modo tal que cada alumno puede sentirse a gusto aunque detente otra fe. Según el programa curricular, todos los alumnos tienen clases de cultura judía desde el nivel preescolar hasta el final de la secundaria. Los contenidos se enfocan en la historia judía, las tradiciones, las fiestas judías y la actualidad del Medio Oriente. Esto ayuda a los alumnos judíos a conformar su identidad y a los gentiles a comprender los orígenes judíos de la cultura occidental. En el colegio se estudia hebreo como materia obligatoria hasta primero de secundaria y a partir de ese momento cada alumno puede escoger la segunda lengua que desee aprender, de modo tal, que es dable encontrar musulmanes que escogen aprender hebreo por poseer parientes que desean visitar Palestina y judíos que escogen estudiar alemán para, en un futuro, poder desarrollar actividad comercial en Europa.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Asimilación

Hace un par de meses visité la ciudad de Miami donde fijé un encuentro en el café “Aroma”. Llegué antes de la hora establecida por lo que me senté a tomar un cappuccino, abrí la computadora y comencé a trabajar para aprovechar el tiempo. De repente se me acercó un muchacho judío exclamando a voces: “Rabino Eliahu, Rabino Eliahu…”. Se trataba de un joven llamado Alejandro que me conocía de cuando fui Gran Rabino de Uruguay. Comenzamos a conversar y rápidamente me contó que estaba felizmente casado con una muchacha judía y tenía dos hijas pero que estaba preocupado y dolido por su hermano que mantiene hace ya tres años una relación con una muchacha no judía que conoció en Brasil. Alejandro me pidió que lo ayude a separar a su hermano de esa muchacha para que no termine casándose con ella y tenga así la oportunidad de formar un hogar judío. Le comenté que de acuerdo con mi experiencia, una pareja que está junta ya tres años es muy difícil de separar pero que de todas maneras valía la pena intentarlo. Acordamos que cuando viaje a Sudamérica procuraría encontrarme con su hermano para intentar convencerlo que no se case con su pareja no judía. Hace dos semanas viajé a Uruguay y me senté a conversar largas horas con el hermano de Alejandro.

De hecho, esta fue la primera vez que padres y familiares se dirigieron a mí para pedirme que intente separar a un muchacho judío de su pareja gentil o viceversa. Este tipo de pedidos suelen verse acompañados de mucha tristeza y dolor. Incluso entre padres no religiosos, la perspectiva de que un hijo se case con una pareja no judía suele ser sumamente penosa y creo que esto obedece a que intuyen que la familia no tendrá continuidad judía. Más allá de diferencias de tipo cultural o religioso, también padres no observantes ven con honda preocupación que sus nietos no sean judíos o no continúen formando parte de la tradición judía y del pueblo de Israel. Es interesante notar que la prohibición de la exogamia se aprende del versículo que reza: “No darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo, no sea que ella lo aleje de Mí y lo induzca a servir dioses extraños” (Deuteronomio 7:3-4). De aquí se desprende que el argumento de la prohibición radica en el hecho de que semejantes enlaces puede provocar que los hijos resultantes abandonen el camino de Dios y por ello la Torá los prohíbe.

Como es sabido, el problema de los matrimonios mixtos se encuentra hoy en un primer lugar de la agenda del mundo judío y de la generalidad de las comunidades. Casi no existe comunidad judía en el mundo que pueda decir que esta problemática no la afecta. Casi que no hay comunidad judía en el mundo que yo visite que no se enfrente con casos de matrimonios mixtos y problemas de asimilación, y de hecho las diferencias son únicamente de números y proporciones, si se trata solamente de un caso aislado o por el contrario afecta a un porcentaje importante de sus miembros.

En el pasado los procesos asimilatorios provenían de la necesidad práctica de los judíos de integrarse a la sociedad gentil y obtener así un determinado status social, cultural y profesional. Empero en la actualidad, en el mundo liberal que habitamos y en sociedades que por lo general no son religiosas, la fe o creencia de la persona no es de importancia y el judío es aceptado como un igual tanto en el mundo de la academia como el del comercio tanto en oriente como en occidente. Desde el inicio de la era moderna, cuando los judíos comenzaron a adquirir paulatinamente igualdad de derechos y a integrarse a la sociedad general, comenzaron a establecerse vínculos tanto sociales como profesionales entre judíos y gentiles. Esta dinámica se intensifica en nuestros días a raíz de la sensación general de estar habitando una “aldea global” en la que personas diferentes comparten una misma cultura y un mismo estilo de vida sustentado en valores comunes.

Solamente a los efectos de tomar idea del estado de las cosas, en los últimos cincuenta años el número de matrimonios mixtos en la diáspora subió en un 200%. El porcentaje de matrimonios mixtos oscila actualmente entre un 45% y un 50%, o sea, uno de cada dos judíos se casa con una pareja gentil. Las últimas investigaciones en Norteamérica hablan de un 71% de asimilación cuando a inicios del siglo XX este fenómeno alcanzaba únicamente el 1% y en el año 1944 el 2.6%.

En Australia, Canadá y Turquía el porcentaje de matrimonios mixtos alcanza aproximadamente un 25% al tiempo que, en un gran porcentaje del judaísmo mundial, incluida Francia el porcentaje es de un 35%. En Gran Bretaña y la mayor parte de América Latina el porcentaje oscila entre un 50 y un 60%. En México el porcentaje es inferior al 15%. En Europa Oriental y en parte de la ex Unión Soviética el fenómeno supera el 70% de los casos.

Entre asimilación y matrimonios mixtos

Quisiera diferenciar dos conceptos. A veces nosotros confundimos asimilación con matrimonios mixtos y creemos que se trata de un solo fenómeno, mas esto no es así. La asimilación es “la pérdida de identidad propia y la adopción de valores pertenecientes a la cultura exterior”, mientras que el matrimonio mixto es la conformación de una unidad familiar con una pareja no judía. El problema central no es ni la asimilación ni los matrimonios mixtos sino la pérdida de identidad judía. Tanto el proceso asimilatorio como el de la exogamia debilitan al pueblo judío demográfica y espiritualmente por cuanto que se trata de procesos de abandono y desaparición. De un modo u otro, el alto porcentaje de matrimonios mixtos es una de las señales más claras de asimilación del judaísmo mundial.

Actualmente, en el mundo judío existe un fenómeno nuevo de matrimonios mixtos no acompañados de pérdida de identidad judía. Si en el pasado era claro que un judío que se casa con una persona gentil o incluso con alguien de fe católica no habrá de procurar incorporarse a la comunidad israelita ni asistir a la sinagoga o a clases de judaísmo, en la actualidad se está desarrollando una tendencia que procura incluir todos los aspectos sin renunciar a nada. Mantener una relación de pareja con una mujer gentil y al mismo tiempo preservar el vínculo con la comunidad judía y el judaísmo. Es cierto que en el mundo postmoderno es posible concebir un matrimonio mixto sin asimilación y asimilación sin matrimonio mixto, empero en mi opinión existe una relación estrecha entre los factores, y aunque supongamos que es posible preservar numerosos y diversos valores en la familia posmoderna esto acontece únicamente por una o dos generaciones sin perspectiva de continuidad.

Entre ideología y sociología

En la actualidad la asimilación y los matrimonios mixtos no necesariamente son expresiones de rebeldía contra la tradición o el hogar paterno. Por lo general una persona no se asimila como producto de una reflexión personal o un discernimiento profundo sino en virtud de situaciones que se presentan y lo arrastran sin que medie una gran introspección. Creo que si preguntásemos hoy a la mayoría de los jóvenes asimilados si desearía o no casarse con una pareja judía probablemente la respuesta sea afirmativa. Por lo general, solemos creer que la profundización de la identidad judía evita matrimonios mixtos y por supuesto que esto es correcto, pero aparentemente, no se trata de la solución general a toda la problemática. Esto es, la preservación de la identidad y los valores judíos no aseguran que una persona judía no termine casándose con una pareja gentil ya que la exogamia no suele obedecer a una postura ideológica sino a una circunstancia sociológica. O sea, esto es posible en virtud de vínculos amistosos, “accidentes” románticos u otros sucesos no planificados o imprevistos. Me encontré numerosas veces con muchachos que me dijeron: “nunca en mi vida pensé en casarme con una mujer no judía, pero pasó, se trata de un accidente”.

Un judío no suele preguntarse a diario “¿por qué soy judío?” Empero el pueblo de Israel como colectividad tiene el deber de hacerlo constantemente, o sea: “¿por qué habría alguien de querer ser judío? ¿Por qué es importante continuar siendo judío en el siglo XXI? ¿Cómo es posible asegurar el futuro y la existencia del pueblo judío?

La conversación con el hermano de Alejandro

Durante las largas veinte horas de mi viaje rumbo a Uruguay pensé para mis adentros cómo explicarle al hermano de Alejandro que no debe desposar una mujer gentil. ¿Cómo debería hacerlo? ¿Acaso hablarle en términos de responsabilidad, continuidad y la necesidad de evitar romper la cadena de la transmisión o acaso sería mejor hablar de cuestiones vinculadas a la convivencia en pareja y la felicidad? ¿Hablar de valores colectivos del pueblo de Israel o de valores individuales? ¿Poner énfasis en aspectos religiosos o sicológicos?

Es así como me encontré pensando qué decirle al muchacho… “Creo que no digo nada nuevo al afirmar que la decisión de casarse es un momento de sinceramiento, tanto en el plano individual como en el de pareja. El matrimonio es una suerte de cruce de caminos en la que todo judío debe responder a la pregunta ‘en qué se manifiesta mi judaísmo, no sólo en lo referente a qué me hace diferente sino cuál es el contenido positivo de mi judeidad y si deseo o no compartirla.

El judaísmo cree firmemente en la institución familiar, procura formar familias estables y unidas que poseen una misma visión y objetivos comunes. Una familia que no sea solamente dos individuos diferentes que habitan bajo un mismo techo sino una comunidad de valores y creencias comunes.

En mi opinión la decisión de casarse con una persona judía no obedece a que los hijos de Israel y los gentiles se diferencien en virtud del sufrimiento pasado y el antisemitismo padecido en el pasado sino fundamentalmente por la voluntad de preservar valores e identidades judías futuras, y ello no es posible sino por intermedio de la institución de la familia. El argumento central contra los enlaces entre personas de diferentes religiones es el vaciado de la institución matrimonial de todo contenido o significancia, se trata de la separación entre el matrimonio, la fe profesada y el compromiso mutuo. Si estos se ven desconectados es probable que dejemos de ser judíos y dejemos de ser felices.

La pregunta de los matrimonios mixtos no pasa por si es posible o no vivir como judío junto a una persona no judía que yo sé que habrá de respetar mi postura, sino si soy o no capaz de hacer participar a mi pareja de mi vida judía, vivir junto a esta las experiencias judías y abrir mi corazón hacia ella. A estos efectos necesito de la compañía de alguien similar a mí, que comparta mis mismas creencias, ideas e identidad. No el respeto sino el diálogo y la  coparticipación son los fundamentos de una relación judía de pareja”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Cristóbal Colón Judío

Si quieren saber sobre el origen de Don Cristóbal Colón (1451-1506) una buena opción es averiguar qué dice la gente al respecto. Una tradición y una leyenda muy repetida por muchos sostiene que el descubridor de América es de origen judío. No debe pareceros poca cosa que el descubridor del Nuevo Mundo haya sido compatriota nuestro abierta o solapadamente, pues de demostrarlo, esto implica no pocos honores para nuestro pueblo. Un resultado positivo a la investigación respecto de si Colón era o no un judío que ocultaba su origen puede agregar un novedoso mérito al pueblo de Israel en cuanto a que uno de nuestros hermanos haya realizado un descubrimiento tan importante como el del continente americano. Esto se asemeja al reciente lanzamiento de la nave espacial “Génesis” rumbo a la luna que inundó de orgullo patriótico tanto al Estado de Israel como al pueblo judío en su generalidad, al ver que continuamos desarrollando el mundo que Dios creó.

A los efectos de verificar la tesis de la judeidad de Colón emprendí un viaje por las islas del Caribe y, a partir del mismo, intenté comprender cuáles fueron los móviles de su actuar y si tiene realmente asidero la creencia popular sobre el origen hebreo del famoso navegante. Colón descubrió y ancló en las costas de Cuba, Jamaica, Puerto Rico, Trinidad, Haití (Isla Española), Honduras, Costa Rica y Panamá. Por ello, yo seguí sus pasos, pero a bordo de un crucero (Kosher Cruise), y usted estimado lector, podrá leer mis reflexiones a continuación.

Varios investigadores españoles llegaron a la conclusión de que Colón era “marrano” (cripto judío), o sea, un judío que se vio forzado a convertirse al cristianismo y continuaba abrazando secretamente su fe ancestral. Ocultar su creencia era indispensable para poder subsistir en virtud de la política de limpieza étnica que impulsaba en esos días la iglesia católica. Asimismo, muchos investigadores judíos apoyaron esta tesis, entre ellos Moses Anzalak, Shmuel Tolkowsky, Simón Wiesenthal (el cazador de nazis) y el historiador judeo-británico Cecil Roth. Existen numerosos testimonios que indican el carácter judío de Colón comenzando por su nombre y siguiendo por su bitácora de viaje, sus intercambios epistolarios y su modo de actuar.

El objetivo declarado de la expedición marina de Colón rumbo al occidente era encontrar un camino más corto hacia el oriente, empero, aparentemente su viaje poseía también un punto judío. Existen varias especulaciones respecto del motivo oculto de su expedición. Algunos sostienen que procuraba encontrar un refugio para los judíos perseguidos de España y Portugal, otros entienden que salió en busca de las tribus perdidas de Israel; o con el objetivo de encontrar tesoros de plata y oro, lograr la expulsión de los musulmanes de la tierra de Israel y construir el Templo en Jerusalén.

En su libro “Velas de libertad” Simón Wiesenthal entiende que la expedición de Colón estaba motivada por su deseo de hallar un refugio seguro para los judíos tras su expulsión de España. El diario escrito por Iosef Ben Haleví Haivrí, que no es sino Luis de la Torre, un cripto judío que buscaba un sitio en el nuevo mundo donde poder vivir tranquilamente y que fungía como traductor de Cristóbal Colón, es una fuente histórica importantísima que nos permite atisbar al trasfondo judío de la expedición. Así escribe de la Torrre: “mi padre era escriba de pergaminos de la Torá y dado que yo hablo varias lenguas y entre ellas el hebreo, Colón me invitó a formar parte de su expedición. El pensó que cuando arribemos a China en el lejano oriente podremos encontrar israelitas exiliados, así como a las diez tribus perdidas y por lo tanto quería tener la posibilidad de dialogar con ellos… un instante previo a ser expulsado de España acepté sumarme al viaje de Colón con la esperanza de encontrar allí a nuestros hermanos perdidos y poder vivir libres y tranquilos. En los barcos de Colón había un gran grupo de cripto judíos que vivían en permanente temor de que se cierna sobre ellos la espada inquisitorial y todos esperaban encontrar una vía para escapar de la misma”.

En el diario de su primer viaje de 1492 Colón nos revela su prodigioso plan. Escribe que con las ganancias provenientes de la conquista de los nuevos territorios quiere “liberar Jerusalén y construir la Casa Santa”. Colón repite estos conceptos varias veces a lo largo de sus diarios. Lo que lo impulsó a procurar riquezas era su deseo de financiar un ejército de más de cien mil soldados que liberasen Jerusalén de mano de los moros y construyan el Sagrado Templo.

El nombre de Colón no es casual, su apellido (Colón en español, Colombo en italiano o Colombus en latín) era típicamente judío y tiene su origen en el nombre hebreo Ioná (paloma) que en italiano se dice “colomba”. Uno de los rabinos más famosos, contemporáneo de nuestro marino se llamaba Rabino Iosef Colón (en su abreviación hebrea Maharik, 1420-1480). En España, en uno de los primeros autos de fe (1461) fueron quemados vivos Tomás Colón junto a su esposa e hijos acusados de mantener costumbres judías.

También la fecha de partida de Colón desde el puerto de Palos el 2 de agosto de 1492 es de significación a la hora de demostrar su judeidad ya que ese día fue el 9 del mes hebreo de Av, aniversario de la destrucción del Templo de Jerusalén.  Por razones difíciles de comprender, Colón subió a bordo a la tripulación el 2 de agosto, pero zarpó recién al día siguiente, el viernes 3 media hora antes de comenzar el Shabat. “Casualmente” el 3 de agosto era el último día antes que entrase en vigor el edicto de expulsión de los judíos de España que los forzaba a escoger entre el país y su fe.

Colón no partió solo a su expedición, sino que recibió apoyo económico de personas que profesaban abiertamente el judaísmo, así como también de cristianos nuevos que mantenían prácticas judías en secreto. De hecho, todos aquellos que apoyaron su emprendimiento eran judíos o judíos cristianizados. Entre los judíos que apoyaron su iniciativa encontramos al Rabino Don Isaac Abarbanel, uno de los hombres más ricos de España y al Rabino Abraham Zakut de Portugal, que era el astrónomo más renombrado en la España de la época amén de amigo personal de Colón y quien le entregó al marino un calendario perpetuo y elaboró para este los mapas relevantes para su viaje. Los principales donantes de Colón eran cristianos nuevos que mantenían prácticas judías en secreto, entre ellos Luis de Santángel y Gabriel Sánchez. Es claro que el apoyo judío al emprendimiento descubridor no procuraba ayudar a difundir el cristianismo en el Nuevo Mundo, sino que buscaba apoyar los objetivos judíos ocultos de la expedición.

Un hecho menos conocido respecto de Colón lo encontramos en su testamento, firmado el 19 de mayo de 1506, y que contenía clausulas sorprendentes. Colón destinó un diez por ciento de su patrimonio a los pobres y las solteras a punto de casarse. Aparentemente, estos gestos tienen su origen en los preceptos judaicos de donar el diezmo y ayudar a las novias pobres a casarse (“hajnasat kalá”), este último es considerado como un precepto carente de monto fijo estipulado para su cumplimiento. Además, ordenó entregar parte de su dinero a un judío que vivía en la entrada de la judería de Lisboa.

En sus documentos, Colón empleaba una triple firma de puntos y letras similares a inscripciones que es dable encontrar en las lápidas de los cementerios judíos españoles. Ordenó a sus herederos utilizar esa rúbrica para siempre. De acuerdo con el libro del historiador judeo-británico Cecil Roth “La Historia de los Marranos”, aparentemente, en su firma se encuentran vestigios del Kadish hebreo y de la palabra “kadosh” (santo).

Los investigadores señalan un hecho interesante y es que en el rincón superior izquierdo de todas las trece cartas que escribiera Colón a su hijo Diego, salvo en una, están inscritas las letras ב”ה que significan “con la ayuda de Dios”. Ninguna carta dirigida a personas ajenas a su familia contiene estas letras, y la única dirigida a su hijo Diego que las omite iba dirigida primeramente al Rey Fernando.

La tripulación de Colón incluía cristianos nuevos que procuraban encontrar un sitio tranquilo en el Nuevo Mundo donde poder vivir. También en ello, Colón mostró un trato especial hacia judíos y cripto judíos realizando ingentes esfuerzos por mantenerlos a salvo y permitirles llegar al nuevo destino. Colón ancló en Jamaica por primera vez en 1494 pero sólo en 1503 desembarcó en la isla. Tras el descubrimiento de las nuevas islas Colón declaró su pertenencia al Rey de España y fue nombrado gobernador de las mismas. Al encontrarse la isla bajo el mando de la familia Colón, muchos cripto judíos se dirigieron al marqués de Jamaica pidiéndole permiso para asentarse en la misma, petición que fue autorizada. La Reina Isabel concedió la isla de Jamaica a Colón y le prometió que allí no actuaría la inquisición. Eso explica por qué durante el gobierno de la familia Colón sobre la isla no se registró en esta la presencia de tribunal inquisitorio alguno. Los judíos que habitaban la isla de Jamaica pudieron preservar su judeidad a diferencia de los habitantes de otras colonias bajo el dominio español. De esa forma, Jamaica se transformó prácticamente en un enclave judío dentro del reino español y todo ello gracias a Colón y su familia que siguió sus pasos y se preocupó por la suerte de los judíos y los cripto judíos.

Las evidencias que indican el origen judío de Colón son innumerables. Existen señales de judaísmo y de vínculo familiar y al pueblo judío a lo largo de toda su vida. Colón provenía de una familia judía, poseía un apellido judío, tenía amigos judíos, su equipo de colaboradores cercanos en la expedición estaba conformado por judíos, en sus cartas cita numerosos versículos bíblicos, comienza sus cartas invocando el nombre hebreo de Dios, en su testamento deja dinero para ayudar a judíos pobres, judíos ricos le ayudan y lo protegen, él cuida de judíos y los aleja de la amenaza inquisitorial. ¿Acaso no es esto suficiente para responder a la pregunta de si Colón era o no judío?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Transex

Hace cuestión de unos años me llamó una persona a la cual no conocía. Él vivía en una isla pequeña en el sur de España. Aunque a alguno de los lectores le cueste dar crédito a la historia que les he de relatar, creo que expresa muy acertadamente el grado de complejidad de la vida judía que debe enfrentar un rabino de la diáspora. Así fue esta historia: el apellido de la persona que me llamó era Cohen Toledano. Con voz viril y muy reservada pidió realizarme una consulta. Cuando le respondí que me alegrará escuchar su pregunta y ayudarle en la medida de lo posible no me esperé en lo más mínimo una pregunta como la que me habría de formular. Miguel me manifestó su deseo de inmigrar a Israel y me preguntó si habría con ello algún problema. Le respondí que no lo conocía personalmente empero según sus apellidos parecería que es judío por lo que no tendría que haber problema alguno. Sin embargo, por medio de la conversación me fui dando cuenta que en la diáspora apellidos como Cohen o Toledano se refieren al lado paterno y no al materno. O sea, Cohen era el apellido de su padre que era hijo de un padre judío y una madre gentil, al tiempo que Toledano era el apellido del abuelo por el lado materno, empero su abuela materna no era judía. En resumidas cuentas, Cohen Toledano no era judío.

Le dije que a pesar de ello podría inmigrar a Israel por cuanto que la “Ley del Retorno” – la ley que establece quién tiene derecho de inmigrar libremente a Israel y solicitar la ciudadanía – determina que descendientes de judío de segunda generación y hasta tercera pueden hacer aliá. De repente, silencio del otro lado de la línea telefónica. Le pregunté si había respondido o no su inquietud y su respuesta fue: ¡no! Aún no le he formulado la consulta que precisaba realizar.

Cohen Toledano continuó hablando y me dijo que si bien él no es judío de acuerdo a la halajá, en los últimos años comenzó un proceso de retorno a la Torá y los preceptos. Me preguntó si podría pasar conversión tras haber inmigrado a Israel. Lo halagué y lo bendije por su acercamiento a la Torá y le dije que sin duda con sus datos actuales podría pasar un proceso de conversión en Israel y que con mucho gusto le ayudaría.

Empero aquí llegó el quid de la consulta, cuando me narró su historia personal: Cuando nací hace cuarenta años, contó Miguel, lo hice con características físicas tanto masculinas como femeninas. Nací con testículos, pero sin pene. Entonces, los médicos pensaron que se trataba de una niña con algunas características viriles y decidieron operarme y extraerme los testículos. Se trata de un fenómeno llamado “intersex”, denominación que recibe un fenómeno por el cual una persona tiene características físicas tanto masculinas como femeninas. Situaciones como esa confundieron, apasionaron y avergonzaron al establishment médico que hasta hace muy poco tiempo no tenía idea de cómo tratar situaciones como esta. En efecto, Miguel creció en sus primeros años como niña con todo lo que esto implica, empero durante su pubertad comenzó a desarrollar características masculinas tales como voz gruesa, vello en el pecho y en la barbilla y resultó que desde el punto de vista hormonal se trataba de un hombre. Es de mencionar que también en la Mishná se mencionan dos tipos de intersexualidad: el “Andrógino” (quien nació con órganos reproductivos de ambos sexos) y el “Tumtum” (aquel que al momento de su nacimiento no es dable establecer su género).

Tras la descripción de esta situación tan sensible y delicada comencé a intentar adivinar cuál sería la pregunta final de Cohen Toledano. En efecto, la que temí que fuera su consulta finalmente llegó. Me preguntó si con estos datos podrá pasar conversión según la halajá una vez que haya inmigrado a Israel. Lógicamente, su pregunta se deriva del hecho de que la conversión al judaísmo requiere de un hombre el presentarse ante un tribunal examinador, luego ser circuncidado y posteriormente sumergirse en la Mikve. ¿Cuál habría de ser la suerte de un hombre carente de pene y en quien resulta imposible cumplir con el precepto de la circuncisión? ¿Acaso puede ser judío? Debo admitir que al momento de escuchar la consulta no sabía dar una respuesta de memoria. Le pedí a Miguel que me diese un tiempo para pensar y consultar las fuentes para poder responderle.

La Guemará en el Tratado de Ievamot trae una discusión entre dos sabios tanaítas respecto de cuáles son los requerimientos obligatorios para una conversión. Al comienzo del pasaje, según Rabí Eliezer, solamente la circuncisión es indispensable mientras que para Rabí Iehoshúa sólo lo es la inmersión en la Mikve. Empero según la opinión de los sabios ambos procedimientos son indispensables, o sea, una conversión no está concluida hasta que el prosélito haya sido circuncidado y se haya sumergido en la Mikve. “Enseñaron nuestros maestros: un prosélito que fue circuncidado mas no se sumergió en la Mikve – Rabí Eliezer dice que completó igualmente su conversión, pues vemos en nuestros ancestros que ellos se circuncidaron mas no se sumergieron; si se sumergió y no se circuncidó – Rabí Iehoshúa dice que completó igualmente su conversión pues vemos en nuestras matriarcas que se sumergieron y no fueron circuncidadas; los sabios dicen que si no realizó ambos procedimientos no completó su conversión hasta que realice los dos” (Talmud Babilonio Tratado de Ievamot 46(A)). Tras un largo debate la Guemará arriba a la conclusión de que la halajá es de acuerdo a la opinión de los sabios: “Dijo Rabí Jía Bar Aba en nombre de Rabí Iojanán: no se es converso hasta que no se haya circuncidado y sumergido”.

Empero la discusión de la Guemará ronda en torno a quien posee prepucio y no fue circuncidado. En el Tratado de Shabat (135(A)) encontramos un debate entre la escuela de Shamai y la de Hilel respecto del status de una persona que nació sin prepucio por lo que no se la puede circuncidar. “Un prosélito que se convierte ya circuncidado, la escuela de Shamai sostiene que es necesario hacerle salir unas pocas gotas de sangre por el pacto y la escuela de Hilel sostiene que ello no es necesario”. El Shulján Aruj dictamina que “si fue circuncidado cuando era gentil es necesario hacerle salir unas pocas gotas de sangre por el pacto” (Ioré Deá 268:1).

Empero tal como lo describimos inicialmente, el caso de Miguel Cohen Toledano es diferente ya que no nació circuncidado sino carente de pene o le fue cercenado tras el nacimiento. Para un caso así el Shulján Aruj ya dictaminó que “si el miembro le fue cercenado no es necesario realizar circuncisión y alcanza con la inmersión en la Mikve” (Ioré Deá 268:2). De igual manera sentenciaron tanto el Rosh como el Tur (inciso 268).

Las palabras del Shulján Aruj respecto de que quien le fue cercenado el pene y desea convertirse no requiere de circuncisión y únicamente de inmersión se basan en la opinión de las Tosafot (Ievamot 46(B)): “Rabí Iosei requiere ambos procedimientos – escribió el Baal Halajot Guedolot que un prosélito que se convierte ya circuncidado se le debe hacer salir unas pocas gotas de sangre por el pacto, empero un bebé que nace sin prepucio no es necesario hacerle salir gotas de sangre porque en el caso de un niño que jamás poseyó prepucio esto no es necesario, empero en el caso de un prosélito que sí poseyó prepucio y su circuncisión no se la considera circuncisión para nuestras leyes – se le debe hacer salir unas gotas de sangre por el pacto. En caso de que se le haya cercenado el pene y desea convertirse – Rabí Iosei acepta que alcanza únicamente con la inmersión”.

El Rabino Tzví Pesaj Frank en su responsa “Har Tzví” analiza el caso de un hombre que desea convertirse y es imposible circuncidarlo porque el procedimiento le pone en riesgo de vida. Le consultaron si la imposibilidad de circuncidar es o no un impedimento para la conversión. El Rabino Frank hace una distinción simple y acertada entre el caso de la persona a la que no se la puede circuncidar en virtud del riesgo de vida y quien no se lo puede circuncidar por carecer de miembro: “Es evidente que no se asemeja el caso de quien le fue cercenado el pene y carece de prepucio por lo que no es un incircunciso. En nuestro caso particular, en el que la persona posee prepucio empero no se lo puede circuncidar por cuestiones médicas – estamos ante un completo incircunciso” (Har Tzví Ioré Deá 220). O sea que, a los efectos de la conversión, no es posible convertir a una persona incircuncisa, empero en el caso de quien le fue cercenado el miembro no se lo considera incircunciso y por lo tanto se lo puede convertir sin mediar la circuncisión.

Tras unos días, Miguel me volvió a llamar para preguntarme por su futuro y su destino como judío. Tras analizar el tema y asesorarme con juristas le anuncié que puede inmigrar a Israel y pasar una conversión de acuerdo a la halajá a pesar de su situación tan especial. Es difícil describir su estallido de alegría del otro lado de la línea. Sin embargo, allí no terminó la cuestión, él me formuló otra pregunta: si en su situación especial, tras la conversión, podría estudiar en una Ieshivá y recibirse de rabino.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Jupot especiales – Parte II

¿Debe un rabino oficiar toda jupá que se le solicite? Dirigirse a un rabino determinado para que lleve a cabo la ceremonia nupcial es una costumbre que, en Israel, y aún más en la diáspora, está relacionada a un sinnúmero de motivos como lo pueden ser el vínculo personal y de amistad existente o si la pareja ya vio una ceremonia por él dirigida y decidió que ese es el rabino que desean para su enlace. A veces, esta preferencia se basa en lo agradable de la voz del rabino o en el hecho que habla el idioma más usado por los novios y sus respectivas familias. A veces, se trata de una amistad que data de largos años entre la familia de algunos de los novios y el rabino. Sin embargo, ¿debe un rabino asentir siempre a un pedido de oficiar una jupá?

En más de una oportunidad se dirigieron a mí parejas para pedirme que celebre su matrimonio, o como se suele decir más comúnmente que “los case”, pero yo sentí que no podía hacerlo pues intuía que la pareja no duraría junta por mucho tiempo, y entonces, ¿qué necesidad tenía yo de ser socio de la consumación de una unión que no habría de ser duradera? Como rabino, ¿estoy en el deber de celebrar un enlace del que no estoy del todo convencido?

No soy profeta ni hijo de profeta, pero al igual que cualquier persona un rabino actúa tanto en función de su experiencia, así como también en virtud de intuiciones y sentimientos. Tras largos años de tratar parejas y familias, así como de celebrar enlaces matrimoniales y arreglar divorcios, uno va adquiriendo un entendimiento determinado en estas cuestiones y al mismo tiempo los sentidos se agudizan. Por ello, de vez en cuando me surge la pregunta de qué debe hacer un rabino cuando una pareja le pide que los case si siente que se trata de dos personas que no seguirán juntas por largo tiempo. No siempre el rabino puede intervenir y expresar su opinión respecto del matrimonio en cuestión, pero ¿por qué tiene que casarlos? Así como en las leyes halájicas relativas a los jueces rabínicos existe una norma por la cual si el juez siente animadversión por uno de los litigantes no debe integrar el tribunal del caso en cuestión, ¿ podemos acaso inferir algo similar en este tema?

En la práctica, se puede decir que esta pregunta está vinculada al rol que juega el rabino bajo la jupá, ya que este no casa a la pareja, tal como se acostumbra a decir, y no genera la validez del matrimonio sino que es una suerte de facilitador u organizador de la jupá, cumpliendo así con lo dicho por nuestros sabios: “Todo aquél que no conoce el tenor de los enlaces (consagraciones) y los divorcios que no se ocupe de ello” (Kidushín 10a). Por lo tanto, ¿por qué un rabino habría de tener que casar a una pareja contra su voluntad? Por otra parte, ¿quizás corresponde ver al rabino como una suerte de médico que debe asistir a los enfermos y salvar sus vidas sin poder negarse a prestar asistencia? En Israel se trata de un dilema mucho más simple ya que hay un sinnúmero de rabinos que pueden efectuar el enlace, empero en comunidades pequeñas de la diáspora donde hay un solo rabino, se trata de una pregunta relevante.

Tal como es sabido, existen diversas opiniones respecto del origen del decreto por efecto del cual justamente un rabino es quien debe levar a cabo una ceremonia nupcial. Según el Ba´al Shhevut Ya´akov (III 121) ya desde los tiempos de la Guemará se acostumbraba a llevar a cabo el enlace con la presencia de una persona que organize o dirije la ceremonia. Maimónides considera que el decreto antes mencionado comenzó en un tiempo posterior, y escribió: “Los rabinos de Egipto instruyeron que el enlace de un hombre con una mujer sea llevado a cabo únicamente por un rabino” (Respuestas Maimónides 156) (A los efectos de profundizar en esta cuestión ver el artículo de I. Ta Shema intitulado “Jupá Venisuín Bahalajá” en el Majanim 83 pág. 26; Y. Stzipanski “Los decretos en el pueblo de Israel” IV 165; Abraham Fraiman, “Seder Kidushín Venisuín” pág. 94).

Por otra parte, hay enlaces que el rabino celebra de buena gana y luego traen “sorpresas” e imprevistos. Recuerdo una jupá que comenzó con toda normalidad hasta que en un determinado momento el fotógrafo se acercó con las luces y el flash más de lo necesario y el palio nupcial se encendió fuego. En un primer momento tanto yo como el público presente pensamos que el fuego que había irrumpido era una pirotecnia que los novios tenían preparada para hacer del suyo un enlace especial. Empero conforme el fuego se iba expandiendo por el palio entendí que se trataba de un siniestro. De inmediato decidí que para que el fuego sea parte integral de la jupá y tranquilizar así al público me mantuve de pie en el mismo sitio y dije por el micrófono: “Así como este fuego asciende al cielo, que el amor existente entre el novio y la novia se eleve a las alturas y mantenga el calor de su relación”. Tras decir esto el público se terminó de convencer que se trataba de un truco de pirotecnia y tras extinguir el fuego la ceremonia continuó normalmente.

Otra dificultad que surge a veces en las bodas en la diáspora es la pérdida del anillo de la novia durante la ceremonia. En diferentes comunidades se arraigó la costumbre de que niños pequeños ingresan portando una almohadilla sobre la cual se encuentran los anillos de los novios. Si bien esta práctica ha ingresado también a algunas de las comunidades ortodoxas, considero que se trata de una praxis originada fuera del ámbito sinagogal ya que es muy común en las iglesias. Lo curioso del caso es que a esta práctica no se le aplicó el principio de la Torá de no conducirse según las leyes o costumbres de las naciones, transformándose en un hábito normativo en muchas comunidades diaspóricas. Sin embargo, esta costumbre tiene sus bemoles porque a veces los anillos no están correctamente amarrados a la almohadilla y se caen al suelo desapareciendo como si nunca hubiesen existido. En efecto, en más de una oportunidad en la que oficié una ceremonia de matrimonio me encontré bajo el palio nupcial con el novio y la novia mas sin el anillo de la consagración. En primer lugar, a los efectos de solucionar el problema propuse en más de una oportunidad que los anillos estén bien amarrados a la almohadilla o que los niños ingresen portando anillos de fantasía y no con la alianza verdadera. Empero, ¿cómo se puede celebrar una boda sin el anillo del novio?

La halajá nos ofrece diferentes soluciones a este problema. Una es entregar el anillo mediante apropiación simbólica del mismo sosteniendo públicamente un pañuelo u otro objeto mientras que el propio anillo permanece guardado en la casa o en otro sitio. Empero se trata de una solución halájica que el común de la gente no la puede entender por lo que se torna difícil convencer al novio, a la novia y al público presente que este proceder es correcto, puesto que entre judíos una boda sin anillos no es boda.

Otra forma más aceptada de superar el contratiempo es pedir a una mujer  presente en la sala que compre o venda al novio un anillo de forma efectiva y ante testigos. Si bien el Rosh (Kidushín cap. 1:20) teme a este tipo de solución y escribió que “vi en Ashkenaz que se acostumbra casar con un anillo prestado, comencé a investigar el origen de semejante práctica pues aparentemente en un caso así la novia no es consagrada ya que recibió un anillo que no es de su propiedad, ya que debe devolverlo a sus dueños. Por ello resulta que fue consagrada mediante un objeto robado a otros y entonces la consagración no es efectiva”. Sin embargo, al final de cuentas el Rosh acepta este tipo de solución y explicó cómo es que esto funciona, y también el Shulján Aruj dictamina esta solución (ídem 28:20) como halájica.

Otro tipo de sorpresas pueden surgir al momento de ingresar al palio nupcial. La costumbre extendida es que los novios no caminan solos a la jupá sino que lo hacen con acompañantes, quienes por lo general son los padres y a veces otras personas. Esta costumbre se origina en el hecho de que en el día del enlace los novios se asemejan a reyes y por lo tanto no corresponde que caminen sin séquito. Asimismo, es sumamente significativo que ingresen acompañados de sus respectivos padres ya que al hacerlo se despiden simbólicamente de estos, quienes los entregan a sus respectivas parejas y de esa forma expresan la continuidad de las generaciones. Además, hay quienes explican que el hecho que los padres marchen a la jupá junto a sus hijos expresa su consentimiento y bendición al matrimonio que se celebra.

La costumbre de que los novios ingresen acompañados es mencionada por nuestros sabios de bendita memoria. En Bereshit Rabá (8): “Dijo Rabí Itzjak hijo de Rabí Simón, Mijael y Gabriel fueron los acompañantes de Adám en su matrimonio”. En la Guemará de Berajot (61a): “esto nos enseña que Dios fue el acompañante de Adám en su boda, de aquí aprende la Torá que es correcto que el grande acompaña al menor y entonces no sufrirá percance”.

Sin embargo, existen excepciones. En algunos enlaces que oficié las relaciones entre la novia y sus padres o entre el novio y los suyos no eran buenas y se negaron a ser acompañados por estos por lo que pidieron ingresar solos. En mi opinión, que ingresen los novios a la jupá solos estando presentes sus padres es muy vergonzante para estos últimos, pero no siempre los más jóvenes están dispuestos a tomar esto en consideración. En casos como estos hice que ni bien la novia llega al extremo de la alfombra que conduce al palio el novio descienda, se dirija hacia ella, la cubra con el velo y luego ambos ingresen juntos a la jupá. En un caso así se evita la vergüenza de los padres de la novia al no ingresar sola.

Otra forma de ingreso a la jupá de uso extendido en la diáspora y en los últimos años también en Israel se aplica cuando la novia es hija de una madre judía y un padre gentil o cuando ambos padres no son judíos según la halajá y la novia es conversa. En un caso así es común que ella pida ingresar junto a sus padres a pesar de que son gentiles ya que son sus progenitores y su familia. Hay comunidades en las cuales la costumbre era que los padres no judíos del novio o novia no ingresan a la jupá para que el público no vea como legítima la exogamia. Empero, en la mayoría de las comunidades de la diáspora se acostumbra que los padres no judíos acompañen a su hijo o hija a la jupá lo cual se permite por lo que mencioné anteriormente en cuanto a que el acto del acompañamiento a los novios no es una halajá, norma obligatoria o etapa necesaria del enlace, sino una práctica o costumbre que se mantuvo por generaciones. Por otra parte, los novios están preceptuados de respetar a sus padres aunque estos no sean judíos según la halajá y este deber se sobrepone a una costumbre que carece de antecedentes en nuestros antepasados remotos.

El Rabino Mordejai Yaakov Breiss autor de la responsa “Jelkat Yaakov”, a propósito de una cuestión similar escribió que “se acostumbra a no designar como acompañante a una persona que se casó en segundas nupcias, o a una pareja carente de hijos, y todas estas cuestiones son prácticas cuyo origen no logré encontrar en libro alguno y parece que se derivan de las palabras de señoras mayores y quien quiera seguir esta usanza que lo haga…” En efecto, hace cuestión de unos años estuvo en lo de uno de los eruditos halájicos más importantes y le consulté si una conversa puede ingresar a la jupá acompañada de sus padres gentiles. El notorio erudito, que además de ser una eminencia en la sentencia halájica es una persona muy agradable y luminosa me respondió gritando: ¿Qué pregunta es esa? ¡Por supuesto que se puede!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Jupot especiales

Una de las funciones más importantes que lleva a cabo un rabino, tanto en Israel como en la diáspora, es la de efectuar enlaces nupciales

El rabino es considerado experto en las leyes relativas a la realización de una ceremonia matrimonial y por ello se le confía que case a las personas de acuerdo con las leyes de Moshé e Israel, de modo tal que tras su intervención las personas estén adecuadamente unidas en matrimonio conforme a las reglas. En la enorme mayoría de los países del mundo los judíos que se casan deben llevar a cabo dos ceremonias, una civil y otra religiosa. La pareja en cuestión necesita recurrir a un juez y a un rabino a los efectos de quedar casados tanto a ojos de Dios como de los hombres, o sea, de acuerdo con la halajá y las leyes del país. En Israel, una pareja que desea casarse debe inscribirse en el consejo religioso de su región de domicilio o donde un rabino con facultades de inscripción nupcial que resida en las inmediaciones del domicilio de al menos unos de los novios, y que, por lo general no los conoce personalmente. Sin embargo, el rabino de la diáspora que inscribe a la pareja y la casa suele conocer a las dos familias y en algunos casos también a los mismos novios. Este tipo de relacionamiento permite también una mayor cercanía durante el casamiento.

Si bien la ceremonia de enlace matrimonial es de carácter significativamente halájico y judicial ya que por su intermedio se genera una nueva realidad legal, de todas maneras, posee también un componente emocional sumamente importante vinculado a la relación íntima entre los cónyuges. Por esta razón, es muy común que el rabino en cuestión amén de realizar la ceremonia acompañe previamente a la pareja y la asesore en la planificación de la misma respondiendo las diferentes interrogantes y dilemas que pudieran surgir durante este proceso.

Durante los años en que ejercí el Rabinato tanto en Israel como en la diáspora llevé a cabo miles de enlaces, empero una jupá nunca se asemeja a otra. Así como los rostros humanos son diferentes el uno del otro, de igual manera cada jupá difiere la una de la otra. Las particularidades tanto de los novios como las de sus familias generan una situación en la cual cada ceremonia requiere de un tratamiento especial, de un enfoque personalizado, así como también hacen necesario contemplar y tomar en cuenta a las personas participantes en un sin fin de aspectos.

Quisiera presentar al lector una serie de jupot especiales o de circunstancias particulares relativas a los novios que desembocan en una jupá diferente.

Hace unos años, un muchacho discapacitado en silla de ruedas me pidió que lo case. Se trataba de una persona que había sufrido un grave accidente de tráfico que le dejó lisiado en todo su cuerpo. Solamente podía mover el cuello y la cabeza. Los médicos y los ingenieros lograron producir para él una silla de ruedas que se mueve mediante la activación de un control con el uso de la vista sin necesidad de usar brazos o piernas. La novia, una muchacha sana y bien parecida, había sido su terapeuta y se enamoró de él en el marco del tratamiento. Es difícil de describir en qué medida durante las reuniones preparatorias para la jupá se percibía claramente el profundo amor que se tenían. Por otra parte, temían que la ceremonia ponga de manifiesto la discapacidad del novio avergonzándolo frente a sus invitados. Al novio le preocupaban especialmente dos momentos de la jupá, cómo habría de colocar el anillo en el dedo índice de la novia y cómo habría de quebrar la copa, ya que no podía mover ni sus manos ni sus pies. En un primer momento le dije que no había problema alguno ya que la halajá permite desposar una mujer por medio de un apoderado y él podía designarme como tal ante los testigos y entonces yo le entregaría el anillo ante estos, y lo mismo se podía hacer respecto del quiebre de la copa. Sin embargo, el novio no manifestó especial entusiasmo ante la idea original que le propuse e incluso la vio como ofensiva. Al igual que muchos otros novios, el nuestro consideraba que si no pisaba él mismo la copa el matrimonio carecía de validez y no auguraba bendición. El quiebre de la copa es muchas veces percibido como la parte más importante de la ceremonia, y, por lo tanto, sumando todas las creencias existentes, quien no entrega el anillo y no quiebra la copa no es un verdadero novio.

Es así que comenzamos a pensar juntos cómo podría hacer para entregar el anillo y quebrar la copa por sí mismo y de esa forma poderse sentir como un novio que se desempeña cabalmente como tal bajo la jupá.

Se nos ocurrió que previo al acto de consagración o kidushín yo entregaría el anillo al novio poniéndolo en su boca, el recitaría “quedas consagrada para mí por medio de este anillo”, la novia abriría palma de su mano y entonces el novio lo depositaría en esta.

Esta idea se basa en el hecho de que por la base misma del derecho halájico la novia debe recibir un anillo mas no necesariamente mediante la inserción del mismo en su dedo índice derecho. Este es el dictamen del autor del Shulján Aruj: “Quien consagra para sí una mujer por medio de dinero, de un objeto valioso o por medio de un documento de compromiso no está obligado a colocarlo en la mano de la novia, sino que, de así quererlo hacer, puede lanzarlos tanto hacia las manos de la novia, sobre su regazo, al interior del patio de su casa o en su campo y la consagración habrá de tener vigencia. En caso de que la novia se encuentre junto al novio, este deberá colocar el objeto en su mano o sobre su regazo” (Shulján Aruj Even HaEzer Hiljot Kidushín 30:1-2). De aquí aprendemos que no es necesario que el anillo sea colocado en el dedo de la novia, sino que debe ser transferido de la mano del novio a la de la novia. Además, según la opinión de algunas autoridades halájicas en el caso de una novia que está en su período de impureza el novio entrega el anillo en la mano de esta y no lo introduce en su dedo índice (Taharat Israel 192:35, Minjat Itzjak 3:83).

A los efectos de quebrar la copa se nos ocurrió otra solución. En un primer momento pensamos que el novio sostenga la copa con su boca y al liberarla y caer se habría de romper. Sin embargo, al novio le embargaba el temor de que la copa no se rompiese al caer, por ello adherimos la copa a una de las ruedas de la silla y al momento de romperla el novio habría de activar la silla, la cual al avanzar habría de romper la copa en cuestión entre la rueda y el suelo.

Una vez que diseñamos los métodos por medio de los cuales el novio habría de cumplir con su parte en la ceremonia practicamos varias veces hasta asegurarnos que todo era efectuado exitosamente. Sin embargo, el acto de entrega del anillo se enfrentó a una nueva complicación, ya que la ceremonia se habría de realizar en un sitio muy especial. En el medio de una piscina olímpica se construyó una especie de isla flotante con un camino de acceso a la misma también flotante. El novio temía que, de no ser preciso, el anillo podía caer al agua en vez de al interior de la mano de la novia. Por esta razón, el novio compró tres anillos, por si los dos primeros caían al agua…

Años más tarde, me tocó llevar a cabo el enlace de un muchacho de treinta años en silla de ruedas. También este había sido víctima de un grave accidente automovilístico en su temprana juventud y desde entonces no conseguía mantenerse de pie. En el caso de este novio, la parálisis afectaba a los miembros inferiores del cuerpo. Tal como se acostumbra en una jupá, el novio ingresó en su silla de ruedas acompañado por sus padres quienes sostenían sus manos a ambos lados. Empero mi gran sorpresa fue cuando el novio ascendió a la jupá. En las semanas previas al enlace el novio me había expresado que su gran sueño era estar de pie bajo el palio nupcial. Si bien me era claro que se trataba de un deseo íntimo acompañado de no poca esperanza, en lo personal me resultaba claro que esto no era factible. Grande fue mi sorpresa cuando vi que el novio tras ingresar a la jupá en su silla de ruedas logró ponerse de pie con la ayuda de un grupo de personas que le ayudaron a levantarse de la silla y vestir una especie de pantalón metálico que un artesano elaboró para él por encargo. Estos hierros, que fueron colocados alrededor de sus piernas, lograron mantenerle erguido durante toda la ceremonia. Tal fue mi emoción que llevé a cabo toda la ceremonia y todo el recitado de las bendiciones con lágrimas en los ojos. Tras acostumbrarme a ver a Daniel, el novio, en una estatura baja sobre su silla de ruedas, de repente pude verlo en su altura completa de un metro noventa. No sólo su cuerpo se elevó en su completa estatura, sino que su espíritu y sus ojos irradiaron felicidad y alegría por la jupá, por su flamante esposa así como por su firme y erguida postura.

Por Rabino Eliahu Birnbaum