“Pikuaj Nefesh” Espiritual

Enfrentamos una situación en la cual el pueblo judío decrece demográficamente. Este es el estado de cosas predominante en la gran mayoría de las comunidades de la diáspora, pocas son las que no padecen los embates de los matrimonios mixtos.

Somos testigos de un proceso de declive demográfico del pueblo judío, el fortalecimiento espiritual, así como también el retorno a las fuentes   de algunos sectores del pueblo judío no alcanzan para compensar el número de los que se pierden. Nuestra nación adolece de índices galopantes de asimilación, se trata de un proceso potente y veloz que literalmente cobra “vidas judías”, al punto de que a cada minuto que pasa perdemos algún judío en el mundo.

El Rabino Soloveitchik, en uno de sus artículos explica las diferencias existentes entre distintas comunidades de la dispersión judía: “nos queda claro que en la actualidad debemos lidiar con el desafío que representan los ‘relegados del pueblo de Israel’…miles de judíos en todo el mundo se encuentran en estado de “relegación”, separados y desconectados de la generalidad del pueblo de Israel y los centros de la Torá…no me refiero a judíos que viven geográficamente apartados sino que a aquellos que por diferentes razones están asimilados, alienados y distantes tanto del judaísmo como de los judíos. También sobre estos aplica la profecía que reza: ‘si tus dispersos estarán en el extremo de los cielos, también de allí los habré de reunir’, estos judíos son nuestra principal preocupación”.

Nuestro verdadero desafío es ocuparnos en acercar a aquellos judíos que se han distanciado tanto de la Torá como del pueblo de Israel. Los judíos apartados se sienten lejos de la Torá, del judaísmo y no siempre se sienten hermanos nuestros en su percepción de pertenencia al pueblo de Israel y el colectivo judío.

En esta época de la historia en la cual nuestro pueblo se ocupa de la salvaguarda de la vida de sus miembros, preservar el vínculo de cada uno de nosotros con su identidad, su nación y su tradición es la forma más segura de garantizar la existencia judía de cada uno de nosotros. Empero, me parece que a los efectos de concientizar a la opinión pública respecto de la situación del judaísmo actual es menester definir la vida judía tanto individual como colectiva como bajo amenaza o peligro de supervivencia, situación de “pikuaj nefesh”, “peligro”, no material o físico sino espiritual.

“Pikuaj nefesh” o peligro mortal es un concepto halájico basado en la preeminencia del valor de la vida y que procura mantenerla a salvo aunque esto implique tener que transgredir Shabat u otros preceptos de la Torá. El valor de la vida no se refiere únicamente al aspecto físico, sino que también está vinculado al aspecto espiritual. La vida como tal es una combinación de elementos tanto físicos como espirituales y por ello ambos dos participan de la misma definición de lo que ésta es. La vida no es solamente una cuestión bilógica, genética y metabólica sino un concepto que incluye también pensamientos, sentimientos, creencias e identidad. Asegurar tanto la vida corporal como la espiritual de una nación, así como la de un individuo es indispensable para salvaguardar su existencia y su futuro.

La pregunta que se presenta ante nosotros es ¿qué se puede hacer a los efectos de preservar la vida judía de una persona? ¿Justifica quebrar las prohibiciones del Shabat? ¿Se puede invitar personas a una clase o una comida de Shabat con la intención de reforzar su identidad judía sabiendo que habrán de asistir mediante el uso del automóvil? ¿Qué tiene permitido hacer tanto un rabino como cualquier judío a los efectos de acercar a un hermano a la tradición ancestral? Estas preguntas no son para nada virtuales sino dilemas muy reales que rabinos y comunidades de la diáspora enfrentan permanentemente día a día y hora tras hora. Estas preguntas son relevantes en un mundo en el cual los judíos se van asimilando y alejando no sólo del cumplimiento de los preceptos sino también de su identidad judía más básica.

El Rabino Shaúl Israeli, de bendita memoria, tuvo a bien innovar el concepto de salvaguarda espiritual o “pikuaj nefesh rujaní” respecto de la supervivencia del pueblo de Israel:

“Debemos discernir si existe o no el concepto de salvaguardar la vida desde un punto de vista espiritual, esto es, cuando existe el riesgo de que un judío que va por malos caminos puediendo trasgredir preceptos tanto sencillos como graves y tenemos la posibilidad de salvarlo: en un caso así ¿también podremos decir que nada es más importante que la salvaguarda de la vida y por lo tanto podremos profanar el Shabat para salvarle?…Cuando se trata cabalmente de la salvaguarda de la vida espiritual debe considerarse el caso como perteneciente a la categoría general de “pikuaj nefesh” o salvaguarda de la vida que se sobrepone a cualquier otra norma y entonces resulta preceptivo salvarlo por todos los medios que se encuentren a nuestra disposición” (Tjumín II pág. 27). Asimismo, en otro artículo el Rabino Israeli trata el tema de la inmigración de los judíos de la ex Unión Soviética a Israel en Shabat y dictamina que se puede quebrar el Shabat para traerlos pues así se los salva de la asimilación completa, entrando esta acción entra en la categoría de salvaguarda de la vida espiritual (Javot Biniamín I 14).

Los argumentos esgrimidos por la halajá a los efectos de justificar el quebrantamiento del Shabat en aras de salvaguardar la vida física se basan fundamentalmente en dos criterios que son igualmente válidos para el caso de la salvaguarda de la vida espiritual. El primero es ” cuidaréis mis leyes, y mis sentencias las cuales hará el hombre y vivirá en ellas, y no morirá en ellas” (Tratado de Yomá 85(A)). De esto se desprende que la vida es el valor principal. El segundo argumento considera que es mejor profanar un Shabat para salvar así la vida de la persona de modo tal que pueda cumplir muchos más Shabatot en el futuro. Estos criterios se refieren no solamente al aspecto físico, sino que también al espiritual y al de la identidad del pueblo de Israel.

También Maimónides era consciente de la necesidad de tomar a veces decisiones antinómicas en aras de preservar el cumplimiento general de la norma:

“Si resulta necesario dejar temporariamente sin efecto un precepto positivo o restrictivo a los efectos de devolver a muchos a la senda del cumplimiento o salvarlos de otras trasgresiones se procede conforme requiera la circunstancia. Así como el médico amputa a veces una mano o una pierna para salvar la vida del paciente completo de igual manera el tribunal rabínico puede dictar en un momento determinado que se trasgreda temporariamente una norma a los efectos de que se preserve la comunidad, tal como dijeron nuestros sabios: “profana por él un Shabat para que luego pueda cumplir con muchos más” (Mishné Torá Mamrim II halajá 4).

Entre los eruditos de la halajá se ha debatido el tema de la posibilidad de permitir que se profane un Shabat a los efectos de salvaguardar espiritualmente a alguien en el contexto de evitar conversiones forzadas a otras religiones. Por ejemplo, el autor del Shulján Aruj dictamino que “si a una persona se la saca de su casa en Shabat para que deje de ser judía es preceptivo ir tras ella e intentar salvarla, y para ello está permitido andar más allá de los límites permitidos en Shabat, y en caso de negarse a hacerlo el tribunal rabínico puede forzarle” (Shulján Aruj 306:14).

El autor de la responsa Najalt Shiv´á el Rabino Shmuel HaLevi (siglo 17) fue consultado respecto de cómo debe actuar un padre si escucha que su hijo salió para convertirse al islam, ¿tendrá permitido profanar el Shabat para devolverlo a su hijo al judaísmo? Nuevamente estamos ante un caso de salvaguarda de la vida espiritual. El rabino respondió que considera que se puede profanar el Shabat en aras de devolverlo, aunque el hijo en cuestión haya actuado así por propia voluntad:

“Considero que se puede profanar el Shabat en caso de duda, tal como se lo hace con un enfermo, empleando el criterio de que es mejor que se profane un Shabat y que él no profane muchos otros, y cuanto más diligentemente se pueda actuar mejor, y quien se detiene a hacer preguntas derrama sangre, incluso muchos tienen permitido profanar el Shabat para salvar a una persona enferma para que pueda cumplir muchos Shabatot más. Si bien no se le dice a una persona que trasgreda para beneficiar a su prójimo… y no cabe decir que en caso de muerte física se aplique un criterio diferente… por lo que si se profana por peligro de muerte corporal ante el riesgo de muerte espiritual mucho más aun (Najalat Shiv´á 83).

Según la opinión de este erudito se puede profanar el Shabat a priori si se trata de devolver a un judío a su religión o para detener un proceso de alejamiento de su pueblo. Tal como se permite profanar el Shabat para salvaguardar la vida de un enfermo se permite también hacerlo en caso de salvaguarda de la vida espiritual, como por ejemplo evitar una conversión a otra religión. Especialmente en un caso como este en el que la persona deja de pertenecer a la comunidad judía y ya no habrá de observar ni Shabatot ni precepto alguno y no cabe duda de que en un caso así se debe hacer todo lo necesario con tal de salvarlo.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Bat Mitzvá Italiana

Tras la conclusión del servicio de Musaf la novia camino aferrada al brazo de su padre desde la sección femenina de la sinagoga hacia la masculina y se paró frente al arca sagrada. El arca se abrió y la joven comenzó a recitar los versículos de “Shemá Israel” y “Eshet Jail” (“Mujer Virtuosa”, último capítulo del libro de Proverbios). Tras recitar los versículos el rabino la cubrió con su talit y la bendijo con la bendición de los hijos en su versión especial para Bat Mitzvá: “Aquél que bendijo a nuestras matriarcas Sará, Rivká, Rajel y Leá que bendiga a la joven…hija de… que llegó a la mayoría de edad. Padre celestial, protégela y cuídala, líbrala de cualquier enfermedad o desgracia, que sus padres se regocijen con ella y que halle gracia ante Dios y las personas, y que se cumpla en ella el versículo “la mujer temerosa de Dios será alabada, que disfrute del fruto de su labor y que sea públicamente admirada por sus acciones. Amén, sea esta Su Voluntad“.

No se trata de una boda sino de una ceremonia de Bat Mitzvá en la sinagoga ortodoxa de Florencia-Italia, donde tuve la oportunidad de pasar el Shabat pasado. La ceremonia italiana de Bat Mitzvá es de las más singulares que he presenciado en la diáspora judía. Es rica en significación y además procura integrar a la joven en la vida comunitaria y preceptiva, reforzando así su identidad y cerrando en determinada forma la brecha existente entre las ceremonias de Bar y Bat Mitzvá. Como es sabido, la ceremonia de Bat Mitzvá no existió hasta mediados del siglo XIX y se incorporó a las comunidades judías en general y las italianas en particular en el marco del proceso de emancipación y de búsqueda de reforzamiento educativo de las jóvenes judías. Tal como escribió el Rabino Iejiel Yaakov Weinberg (1884-1966), quien fuera el decano de la escuela de formación rabínica de Berlin y autor del libro de responsa “Sridei Esh” : “La recta razón y el deber pedagógico indican que se debe celebrar también un rito de pasaje para las jóvenes que llegan a la edad de cumplir mitzvot, y la discriminación existente entre varones y mujeres a la hora de celebrar su mayoría de edad afecta negativamente los sentimientos de estas últimas, quienes en otros ámbitos de su vida disfrutan ya de los beneficios de la emancipación” (Sridei Esh III 93).

El testimonio más antiguo de celebración de Bat Mitzvá en Italia se remonta al año 1844 en la ciudad de Verona. El Rabino Itzjak Pardo de Padua (1784-1855) solía también celebrar ceremonias de bat mitzvá, y rapidamente esta práctica se extendió a otras localidades tales como Ancona, Boloña, Milán, Turín, Venecia y Roma. Generalmente, acostumbramos a considerar a la primera ceremonia colectiva de Bat Mitzvá a la realizada en Alemania por el Rabino Yaakov Atlinger (1798-1871, de los líderes de la ortodoxia en Alemania, autor del libro “Aruj Laner” y maestro del Rabino Azriel Hildeshaimer) en Altuna en el año 1867. Sin embargo, aparentemente, esta ceremonia fue llevada a cabo por orden del gobierno danés que regía esa área y tenía por finalidad examinar los conocimientos de las jóvenes que cursaban estudios religiosos judíos. Otros consideran que la ceremonia de Bat Mitzvá tiene su origen en el movimiento reformista del siglo XIX bajo la influencia de las ceremonias de pasaje protestantes. De todas formas, parecería ser que las comunidades judías italianas se anticiparon a las demás en la celebración del Bat Mitzvá, tanto en tiempo como en forma.

La ceremonia original que se celebró en Italia fue colectiva. Unos meses antes de cumplir los doce años, las jóvenes judías italianas comenzaban a estudiar Torá y halajá con el rabino comunitario. En Shavuot o en el primer día posterior a la celebración se reunían las jóvenes en la sinagoga comunitaria vestidas de blanco y con coronas de flores sobre sus cabezas. Marchaban en fila e ingresaban a la sinagoga al son del coro hasta que se formaban frente al arca sagrada abierta. El rabino de la comunidad las examinaba en sus conocimientos judaicos y éstas debían sacar a relucir lo estudiado, amén de recitar. versículos y plegarias en hebreo para de esa forma demostrar su madurez y su compromiso con el judaísmo. Al concluir la ceremonia el rabino bendecía a las jóvenes con la “bendición de las hijas”. Hace cuestión de treinta años en Italia la ceremonia colectiva cedió el paso a la individual. Esto obedeció por una parte al descenso en el número de las jóvenes y por la otra en virtud de críticas que se le formularon a la ceremonia grupal.

En los años en los que fungí como rabino de la ciudad de Turín tuve oportunidad de acompañar a numerosas chicas en su ceremonia individual de Bat Mitzvá. Debo confesar que a pesar de los años que ejercí el Rabinato en diferentes sitios del mundo las ceremonias italianas me resultaron novedosas. Sin embargo, rápidamente aprendí a conocerlas y a disfrutarlas. Sin entrar en el tema de cuál debe ser el rol de la mujer en la sinagoga, el modelo italiano de ceremonia lleva a que las niñas estudien, preparen un discurso sobre temas tradicionales y refuercen así su identidad judía al llegar a la Bat Mitzvá.

Paso a describir brevemente el orden y el contenido de la ceremonia en las distintas comunidades italianas. Esta comienza con el rezo de Shajarit de Shabat. Al igual que en una Bar Mitzvá el padre, los familiares y los amigos de la homenajeada suben a la Torá y cada uno de estos adiciona una bendición especial. Por supuesto que también el padre de “la novia” pasa a la Torá y bendice. Ancianos de las comunidades de Roma y Turín me comentaron que, hasta hace unas décadas, cuando el padre de la Bat Mitzvá era llamada a la Torá su hija bajaba del “ezrat nashim” o sitio de las mujeres y le acompañaba subiendo con él y manteniéndose a su lado cuando este recitaba las bendiciones. Sin embargo, la parte central de la ceremonia de Bat Mitzvá se lleva a cabo después de concluido el servicio de Musaf. Al finalizar el rezo, tras recitarse “Aleini Leshabeaj” el rabino invita a la homenajeada a ingresar a la sinagoga. Esta no hace su ingreso discreta u ocultamente sino que todo el público se pone de pie para recibirla y tanto el cantor litúrgico como el coro entonan la canción “Baruj Habá Beshem HaShem Berajnujem Beshem HaShem” (“Bienvenido en el Nombre de Dios, sé bendito en el Nombre de Dios”). Es difícil de describir la emoción que embargan tanto a la joven como a sus padres cuando esta es invitada a ingresar al centro de la sinagoga.

La muchacha se para en el sitio desde el cual el rabino suele hablar a la comunidad y pronuncia desde allí su discurso de Bat Mitzvá que preparó por sí misma. Una vez concluido el discurso de la homenajeada es turno del rabino de hablar sobre la parashá y vincular su contenido con la alegría que se celebra. A lo largo de los años en que me desempeñé como rabino en Italia solía leer el discurso de la Bat Mitzvá y redactar el mío como respuesta al suyo y de esa forma su discurso pasaba a ser el principal y el mío el secundario.

Al finalizar los discursos el rabino y la Bat Mitzvá se acercan al arca sagrada, su padre y sus tíos son invitados a abrirla para que la joven recite versículos y plegarias que aprendió y preparó para la ocasión. Normalmente recita “Shemá Israel”, a veces lo declama y otras lo lee con la entonación tradicional de la lectura de la Torá, “Ashrei Ioshvei Beiteja” (Salmo 145) y “Eshet Jail” (Último capítulo de Proverbios) y culmina con una plegaria en italiano que suelen recitar tanto los “bnei” como las “bnot” mitzvá junto al arca sagrada y que dice lo siguiente:

Bendito seas Tu nuestro Dios rey del universo que me has prodigado todo lo bueno, me has dado vida y me trajiste a este momento en el cual acepto públicamente el cumplimiento de Tus preceptos, HaShem, HaShem, Dios misericordioso e indulgente, de gran paciencia, bondad y verdad, he aquí que hoy comienzo a avanzar hacia tu Santuario con temor reverencial para sumarme a tu heredad. Aunque solo soy una joven y carezco de palabras ante Tu solemne trascendencia… ayúdame a transitar por Tus caminos con mi corazón íntegro y mi alma deseosa para actuar con rectitud y generosidad. Dame fuerzas y tenacidad para ser de una de entre Tus siervos que a Ti se apegan, para publicitar en el mundo Tu elevado y maravilloso Nombre, entonces la tierra se colmará de Tu conocimiento y Tu morada será casa de oración para todas las naciones. Bendito seas Tu HaShem, enséñame tus estatutos” (Bendición de la Bat Mitzvá versión Turín).

Sin embargo, la ceremonia aún no concluye, en Italia se acostumbra que el rabino bendice a menudo a la comunidad, sobre todo en eventos familiares y en las fiestas judías. En Pesaj, Shavuot y Sucot se acostumbra que el rabino bendice a todos los niños con “birkat haieladim”. En la ceremonia de la Bat Mitzvá el rabino extiende su talit sobre la homenajeada (según la costumbre italiana se colocan las puntas del talit sobre la cabeza de la joven) y recita la bendición de los hijos. Esta bendición es entonada con una melodía particular que emociona profundamente a todos los presentes. Durante el recitado de esta los padres de la niña se encuentran a su lado y extienden sus manos sobre su cabeza para agregar su propia bendición a la del rabino. En ciertas comunidades se acostumbra a arrojar caramelos sobre la “novia” y cantarle “Mazal Tov”. Una vez finalizada la ceremonia el público es invitado al kidush y a un brindis en honor a la nueva adulta.

En las últimas generaciones se percibe un notorio esfuerzo por parte de las autoridades rabínicas en cuanto a establecer ceremonias y contenidos acordes con la tradición judía que permitan señalar el compromiso que las jóvenes judías asumen de cumplir con los preceptos del judaísmo. En el modelo italiano vemos un interesante intento de incorporar a la joven a la vida sinagogal y comunitaria al tiempo que procura equiparar las ceremonias de los varones y de las mujeres. En mi opinión este tipo de ceremonia no se originó en ninguna corriente feminista revolucionaria ni por influencia del movimiento reformista que nunca tuvo presencia en Italia sino en virtud de una necesidad real de reforzar la identidad y la educación judía de las jóvenes italianas.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judío es el hijo de una madre judía: Motivos y razones

Es comúnmente conocido por todos que un judío es el hijo de una madre judía. Este principio halájico es sabido casi que por cualquier judío y es común tanto a la Torá como a la ley del retorno original que promulgara el Estado de Israel en 1950, la cual establece que una persona es considerada judía a los efectos de la aliá y la obtención de la ciudadanía en el Estado de Israel “si ha nacido de una madre judía o se ha convertido al judaísmo  y no profesa otra religión”. Según esta idea la pertenencia al pueblo judío se establece al nacer, de lo cual se desprende que la respuesta a la pregunta “¿quién es judío?” depende del  origen biológico y no precisamente de las creencias o las ideas que detente la persona. Este principio es definido como “el enigma de la identidad judía” y despierta una serie de preguntas respecto de nuestra  existencia que llevaron al Rabino Weinberg a cuestionar: “¿Por qué la judeidad del hijo se determina según la madre? La respuesta no es clara”.

Existen dos formas de pertenecer al colectivo judío: nacer como tal o incorporarse a este mediante la conversión. La halajá establece que judío es aquel que nació de una madre judía y de ello se desprende que el judaísmo es hereditario, es una cuestión de origen. Por otra parte, la halajá también establece que se puede ser judío mediante la conversión y la elección personal  y entonces nos enseña que el judaísmo es una cuestión de creencia y estilo de vida y no algo meramente étnico.

En el mundo judío moderno existen diferentes respuestas a la pregunta “¿quién es judío?”. Estas se desprenden de diferentes enfoques ideológicos que se apoyan en apreciaciones formuladas desde los puntos de vista nacional, jurídico, ciudadano, étnico y cultural. Sin embargo, la postura de la halajá es que un judío es quien nació de una madre judía o se convirtió al judaísmo según la norma tradicional.

En otras religiones no es dable encontrar que la línea materna defina la identidad del niño. La pertenencia religiosa y clánica se establece de acuerdo al padre y en los pueblos de oriente la conexión a la tribu es también por línea paterna. En el cristianismo la pertenencia religiosa no es determinada de modo automático al nacer sino que es el acto del bautismo el que hace ingresar al bautizado a la grey. El Talmud en el Tratado de Ievamot (78) dice que “entre las naciones del mundo la pertenencia se determina por línea paterna”.

¿Por qué en el judaísmo la pertenencia se determina según la madre? ¿Por qué no de acuerdo a ambos padres? Y si se determina de acuerdo a uno solo de los progenitores, ¿por qué la madre y no el padre? Aparentemente, distintos pasajes tanto bíblicos como talmúdicos nos presentan al judaísmo como un credo patriarcal. Muchos de los personajes en la Biblia se refieren genealógicamente a su línea paterna, las leyes de herencia se fijan según el padre así como también la pertenencia tribal, el sacerdocio y el carácter de levita. Lo único que se fija de acuerdo a la madre es el carácter de judío (respecto de la pertenencia a la tribu por línea paterna ver Talmud Babilonio Tratado de Baba Batra 109(B)).

El origen de la norma según la cual el judaísmo se transmite por línea materna lo encontramos en el Talmud Babilonio Tratado de Kidushín (68(B)). Allí, según nuestros sabios de bendita memoria judío es aquel que nace de una madre judía sin importar en lo más mínimo la ascendencia del padre, y por otra parte, quien es hijo de padre judío y madre gentil no tendrá status de judío. En el caso de un matrimonio mixto, si la madre es judía y el padre es gentil este último no es tomado en cuenta como progenitor del niño y solo la madre lo es. Únicamente en caso de que ambos progenitores sean judíos la ascendencia del niño resultante es de acuerdo al padre en algunos temas y a la madre en otros.

El Rabino Iejiel Weinberg en su libro de responsa “Sridei Esh” (sección IV p. 376) propone algunas explicaciones posibles a la ascendencia judía por vía materna. Una es de carácter genético. Según el Rav Weinberg el niño recibe A.D.N. de ambos progenitores pero en su opinión la influencia genética materna en el niño es más importante. Es interesante señalar que investigaciones modernas indican que hay un tipo de A.D.N. materno que se denomina Mt. D.N.A. que se recibe únicamente de la madre.

Una segunda explicación que propone es de carácter educativo, y justifica la ascendencia judía según la madre en el hecho de que el niño suele recibir su formación básica directamente de esta. La tercera explicación es de carácter sociológico y apunta a que la identidad de la madre es innegable mientras que la del padre es a veces dudosa (“mater certa, pater incertus”), y por lo tanto es preferible apoyarse en la ascendencia materna para establecer la judeidad del niño. Estas tres explicaciones ponen énfasis en la influencia decisiva de la madre sobre el niño.

Una cuarta explicación se puede entender de lo escrito por el Rabino Yaakov Yehoshúa Falk (1680-1756) quien en su libro “Pnei Iehoshúa” sobre el Talmud (comentario a Kidushín 68(B)) escribe: “…cuando la Torá fue entregada se innovó la halajá que prohíbe el matrimonio entre judíos y gentiles y se estableció que la judeidad del bebé se determine según la madre…” O sea, la Torá innovó que en caso de casamiento de judíos con gentiles no hay “kidushín” o “consagración matrimonial” y por lo tanto el bebé resultante no desciende del padre y no se lo considera vinculado a él. Por lo tanto es necesario respaldarse en un principio más básico según el cual “el bebé es parte misma de la madre”, esto es, se forma en el cuerpo materno y en este proceso es considerado parte de ella y por lo tanto si ella es judía el bebé también lo es y viceversa.

Muchas veces recibo reclamos de miembros de comunidades judías de la diáspora que me dicen: “no nací de madre judía, ¡pero soy más judío que cualquiera que sí nació!” En el estado de cosas imperante en el mundo judío actual, en el que muchos judíos se casan con judíos pero se asimilan culturalmente y otros se casan con gentiles pero mantienen su identidad se crea una situación por efecto de la cual hay personas con identidad judía que no son judías y otros que sí lo son pero carecen de tal identidad. Por esta razón, en casos como estos no acostumbro a emplear el vocablo “goi” para referirme al hijo de una madre no judía. Si alguien se siente judío, detenta creencias judías, lleva un estilo de vida judío pero no nació de madre judía, ciertamente que no se le puede llamar judío pero tampoco “goi” por lo que prefiero denominarlo “judío no halájico” con todo lo que ello implica y con plena consciencia de la necesidad de que esta persona pase por un proceso de conversión para incorporarse así a la generalidad del pueblo de Israel. Sin embargo “el enigma judío” sigue vigente: ¿qué habrá de preservar mejor el futuro del pueblo judío? ¿La línea biológica o la espiritual? ¿Nacer de una madre judía o adoptar la identidad judía por propia elección?

En nuestra próxima nota nos ocuparemos del status del hijo de un padre judío y una madre gentil.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Hijo de padre judío: “Zera Israel”

Una de las preguntas más recurrentes en el judaísmo diaspórico tiene que ver con el status de quienes son hijos de padre judío y madre no judía. ¿Cómo deben ser consideradas estas personas? Obviamente no son judías de acuerdo a la halajá ya que provienen de madre gentil, pero, ¿acaso el padre judío no les confiere un status especial? ¿Tiene el hijo de padre judío alguna conexión especial con su padre y con el judaísmo? ¿Corresponde circuncidar a un niño hijo de padre judío y madre gentil? ¿Corresponde incorporarlo como alumno al sistema educativo formal judío? ¿Y como socio a la comunidad judía? ¿Se lo puede honrar con la apertura del arca sagrada en la sinagoga o con el amarramiento (glilá) del rollo de la Torá? ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia quien halájicamente no es judío de acuerdo con su madre empero su identidad personal y su fe religiosa lo son según su padre? ¿Debemos acercarlo al judaísmo?

El status de quien es “Zera Israel” adquiere relevancia especialmente en una realidad como la contemporánea en la cual abundan la asimilación y los matrimonios mixtos y en virtud del deseo de los hijos de estas uniones de pertenecer al judaísmo. En otros tiempos la exogamia era un acto declarativo de alejamiento de la comunidad judía tanto en lo individual como en lo colectivo, sin embargo, en la actualidad abundan los casos de matrimonios mixtos que desean mantenerse conectados a la identidad y a la comunidad judía, así como también criar a sus hijos como tales.

Normalmente cuando se pregunta sobre el status de un hijo de madre gentil y padre judío la respuesta simple suele ser “goi” o no judío. De todas maneras, es interesante notar que en las últimas generaciones los juristas halájicos han innovado un status especial para quienes provienen de padre judío, un status intermedio que no es ni judío ni gentil, un status que le permite al individuo sentirse parte del colectivo judío, aunque halájicamente no lo sea y recibe el nombre de “Zera Israel” (simiente de Israel). En la práctica el status de “Zera Israel” recae sobre un no judío descendiente de judíos y este le adjudica una condición especial. En este sentido, el ex Gran Rabino de Israel dijo que “no se asemeja el caso de una mujer gentil hija de padre y madre gentiles al de una mujer gentil hija de padre judío, pues esta última sin duda ha recibido algún tipo de transmisión judía y por lo tanto su corazón tiene una conexión particular con el judaísmo y entonces es más fácil creer que se encuentra bajo influencia judía” (Sefer Mazkeret p.56).

Si revisamos el tema en los escritos de nuestros sabios del Talmud veremos que el hijo de un padre judío y una madre gentil no sólo que no es halajicamente judío, sino que legalmente no se lo considera vástago de su padre: “tu niño hijo de madre judía es considerado tu hijo mientras que el que nació de una gentil no es considerado tu hijo sino hijo de ella” (Tratado de Kidushín 68(B)). Esto significa que el niño en cuestión es gentil.

De todas maneras, si bien formalmente la halajá no reconoce una conexión formal entre el padre y el hijo, existe una consciencia natural que los vincula a ambos. El Rabino Uziel explica que, si bien formalmente el hijo carece de vinculación a su padre “por cuanto que es su vástago su corazón se apiada de él ya que le dio de comer en la boca” (Mishpetei Uziel VII 21).

El Rabino Tzví Hirsch Kalisher (1795-1874) que fuera miembro de la agrupación “Jibat Tzión” y uno de los precursores del sionismo fue uno de los primeros juristas en innovar el concepto de “Zera Israel” y exhortó a acercar al judaísmo a los hijos de padre judío y madre gentil. El Rabino Kalisher analiza la posibilidad de circuncidar un niño en esta condición y escribe lo siguiente: “En el caso de un niño hijo de padre judío y madre gentil, es nuestro deber abrirle una posibilidad y permitir circuncidarlo para que así cuando crezca pueda hacer la voluntad de su padre y hacer rápidamente la inmersión ritual correspondiente y si no lo circuncidamos le estaremos rechazando a dos manos de la grey de Israel y no estaremos procediendo en concomitancia en concomitancia con el versículo que reza ” y nadie quedará relegado” y es menester señalar que en un caso así es más preceptivo ayudar en la conversión que el caso de quien ambos padres son gentiles… empero es nuestra responsabilidad ayudarles y, Dios nos libre, no rechazarlos” (extraído de la responsa de Rabí Azriel Hildeshaimer I Ioré Deá 229-230).

En esta misma línea de pensamiento sobre la materia se encuentran los lineamientos del Rabino Ben Tzión Meir Jai Uziel (1880-1953) quien fuera el primer Gran Rabino Sefaradí del Estado de Israel: “A pesar de que formalmente estos niños no son considerados sus hijos, son considerados “Zera Israel por parte de padre” y es nuestro deber acercarlos al judaísmo y no apartarlos de la Torá ni del pueblo de Israel” (Responsa Piskei Uziel en cuestiones contemporáneas 61).

“De todas maneras, sin duda que debemos acercarlos en pos de sus hijos… aunque sean hijos de una madre gentil casada con un judío son “Zera Israel” y son comparables a un rebaño extraviado… y temo que si los rechazamos por completo… habremos de ser juzgados duramente por Dios y sobre nosotros se dirá el versículo que reza “a los relegados no habréis reunido y a los perdidos no buscasteis” (Ezequiel 34)” (Responsa Piskei Uziel 65).

El Rabino Uziel define a los hijos de padre judío y madre gentil como “rebaño perdido” que entran en la categoría de “y nadie quedará relegado” a pesar de que en un estricto sentido técnico no son judíos. El enfoque del Rabino Uziel a esta cuestión, plasmada en numerosas respuestas halájicas, no se limita únicamente al ámbito filosófico, sino que se desprenden del mismo aspectos sumamente prácticos e incluso activistas. En su opinión es necesario actuar en aras de integrar a estos hijos al pueblo de Israel y ampliar así el círculo de nuestra nación. El Rabino Uziel nos presenta aquí una actitud pragmática respecto de los límites de nuestro pueblo al referirse positivamente hacia quienes se encuentran firmemente identificados con en el pueblo de Israel en virtud de sus padres judíos y pueden incorporarse halájicamente al mismo y de esa forma engrosar sus filas.

El Rabino Uziel analiza el status de “Zera Israel” desde una perspectiva sumamente futurista, que piensa a largo plazo y un énfasis en lo colectivo que busca asegurar la existencia judía. De hecho, el Rabino Uziel escribió pensando no únicamente en aquellos hijos de matrimonio mixto sino en la totalidad de nuestro pueblo. Su enfoque es de carácter estratégico y busca dar contención a quienes son “Zera Israel”.

En un contexto de matrimonios mixtos esta visión procura sumar y no restar, integrar a los hijos de los matrimonios mixtos. Para esos efectos les adjudica el nombre de “Zera Israel” o “simiente de Israel” y referirse a estos de un modo respetuoso y transmitirles así que son queridos y bienvenidos y que si bien halájicamente no son judíos el denominativo Israel se aplica también para ellos.

Con todas las diferencias del caso, recientemente fui consultado por una pareja italiana en la cual el muchacho es católico y la muchacha judía y deseaban contraer matrimonio en la iglesia. Cuando expresé mi sorpresa ante el hecho de que un sacerdote católico esté dispuesto a casar a una muchacha judía que no se convirtió al cristianismo, me dijeron que el cura pide únicamente que la novia firme un documento por medio del cual se compromete a bautizar a los hijos que nazcan de este matrimonio.

De más está decir que el Rabino Uziel se oponía firmemente a los matrimonios mixtos y veía en estos un peligro para la supervivencia del pueblo judío. Sin embargo, no temió enfrentar una pregunta muy simple: ¿qué hacer con los matrimonios mixtos que surgen de facto? ¿Qué actitud adoptar hacia los hijos de estos matrimonios? ¿Considerarlos deserciones de la viña del pueblo de Israel o acercarlos a la congregación no solamente por su bien sino en beneficio de todo el pueblo judío? El Rabino Uziel optó por la segunda posibilidad.

En los escritos del Rabino Eliashiv, encontramos directivas respecto de cómo acercar a estos hijos y convertirlos al judaísmo: “Respecto de la pregunta de cómo proceder con hijos de padre judío y madre gentil que piensan que son parte de nuestro pueblo en virtud de su descendencia paterna y ahora están interesados en cursar estudios judaicos y por lo tanto surge la interrogante de si corresponde o no acercarlos a los efectos  de que pasen conversión según la halajá o rechazarlos en primera instancia como se suele hacer en el caso de un gentil… sin duda que es menester acercarlos y no alejarlos por cuanto que descienden de judíos (Recopilación “Netzaj Israel” citando al Rabino Eliashiv IV 5769 p. 362).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Preguntas sobre la Navidad

¿Cómo se sienten los judíos de la diáspora durante las fiestas navideñas? ¿Qué influencia tiene esta fiesta sobre la existencia judía y el riesgo de asimilación? ¿Qué tiene permitido y prohibido hacer un judío en estas fechas? ¿Acaso están definidas estas fechas del final del calendario civil como fiestas idólatras para los gentiles?

Allí, el régimen logró erradicar la celebración de la navidad y el pueblo logró preservar la atmósfera festiva canalizando sus emociones hacia una fiesta “super kosher” en cuanto a su secularidad como lo es el año nuevo civil. Esta era la única celebración no comunista a lo largo del año y por esa razón se enraizó tan profundamente en los corazones de los habitantes de la Unión Soviética durante ese período.

Los judíos que viven en la diáspora en medio de sociedades mayoritariamente cristianas no pueden pasar por alto estas celebraciones que incluyen el decorado de las calles y tiendas, música alusiva que se escucha en todos los espacios públicos, al punto que hasta los niños judíos piden a sus padres recibir regalos al igual que los demás niños del país.

Para nuestros lectores israelíes que nunca vivieron en el exterior, explicaremos a continuación una serie de conceptos relativos a estas fiestas.

La navidad es considerada por la enorme mayoría de los cristianos del mundo entero como la fecha del nacimiento de Jesús, a pesar de que esto carece de pruebas históricas fehacientes. La mayoría de las congregaciones cristianas celebran la navidad el día 25 de diciembre ya que se manejan de acuerdo con el calendario gregoriano, que fue establecido por el Papa Gregorio XIII en 1582. Sin embargo, otras congregaciones cristianas mantienen el calendario juliano -que fue establecido por Julio César en todo el Imperio Romano en el año 45 A.E.C.- celebran el nacimiento de Jesús el día 7 de enero.

La noche de navidad es llamada por los jasidim “Nitel Nacht”. Durante la nochebuena los jasídicos acostumbran a no estudiar Torá y a los efectos de llenar el tiempo de un modo apropiado se desarrollaron diferentes costumbres y actividades que van desde jugar ajedrez y cartas o la limpieza de armarios, hasta el cortado de papel higiénico para los shabatot de todo el año.

La noche del 31 de diciembre es llamada “Silvester” y es aquella en la que culmina el año civil y se inicia el nuevo según el calendario gregoriano. El nombre de “Silvester” se debe a que en esta fecha falleció el Papa Silvestre I en el siglo IV de la era común.

Además, según los cristianos el primero de enero, amén de ser el inicio del nuevo año, conmemora la circuncisión de Jesús quien según esta tradición nació el veinticinco de diciembre (ver arriba). En los Estados Unidos este día ha recibido el nombre de “The circumcision day”.

Preguntas halájicas respecto de esta época del año

En los días que van desde el 25 de diciembre hasta el 7 de enero, se despiertan en la diáspora diferentes interrogantes de tipo halájico. Por un lado, los judíos no quieren tomar parte en los festejos y en los eventos culturales asociados a estas fechas, empero, por el otro estas fechas han adquirido una significación social y ciudadana muy especial y aquellos judíos que salen a las calles por estas fechas no pueden cerrar sus ojos y dejar de ver, escuchar y hasta vivenciar la atmósfera tan particular que impera.

Muchas otras preguntas han sido formuladas respecto del uso del calendario gregoriano durante el año, por ejemplo, la celebración de un casamiento judío en la noche del 31 de diciembre y si esto genera o no apariencia de festejo de la fecha gentil. Sin embargo, creo que la pregunta más interesante es si está o no permitido comprar en las ofertas especiales que hacen los comercios previo al año nuevo. Como todos aquellos de entre ustedes que han viajado fuera de Israel en estas fechas saben, las ofertas suelen ser importantes y permiten ahorrar mucho dinero en la adquisición de productos. Sin embargo, estas ofertas se llevan a cabo en honor a la fiesta no judía que está en puertas y por ello surge la duda de si comprar implica de alguna manera participar de estas.

La Mishná en el Tratado de Avodá Zará (capítulo primero) trata el tema de si comerciar o no con gentiles en torno a la fecha de sus fiestas religiosas:

“Está prohibido comerciar con los gentiles durante los tres días anteriores a sus fiestas religiosas, tomar prestados objetos o prestárselos, tomar dinero prestado de ellos o prestárselo, cobrarles o pagarles una deuda. Rabí Iehudá dice: se les puede cobrar una deuda pues esto los entristece y entonces no alabarán a su dios. Le dijeron: si bien ahora los entristece, luego, al llegar el día de fiesta, al sentir que ya no deben dinero se alegrarán y le agradecerán a su dios”

De hecho, todo tipo de comercio con no judíos está prohibido en los días previos a sus fiestas, y Rashí lo explica de la siguiente manera: “Todo tipo de comercio con ellos está prohibido pues parece que el judío acepta de esta manera su festividad y su rito extraño”.

Sin embargo, más adelante en la historia, a Rabenu Guershom Maor Hagolá se le formuló la siguiente pregunta: ¿está permitido vender ropajes a un cura que los usará durante sus ceremonias religiosas? Su respuesta fue que “los judíos suelen comerciar con los gentiles en los día previos a sus fiestas y no habremos de prohibirles hacerlo, es mejor que trasgredan sin intención a que lo hagan premeditadamente, ya que su sustento depende de su comercio y además la mayor parte de los días de los años los gentiles tienen celebraciones y entonces el sustento judío se vería dañado si no comerciásemos con ellos en sus días festivos… por eso deja a los hijos de Israel que comercien, es mejor que incumplan sin querer a que lo hagan intencionadamente, tanto se trate de prohibiciones originadas en la Torá como en los rabinos”. (Responsa de Rabenu Guershom 21).

En su respuesta, Rabenu Guershom nos da dos criterios o explicaciones que se complementan mutuamente. Por una parte, es mejor que trasgredan inintencionalmente y por la otra su sustento depende de ese comercio. Dado que los judíos son una minoría que vive y comercia con una mayoría gentil, y dado que la mayor parte de los clientes son gentiles, dejar de comerciar con estos en sus días de fiesta implica una pérdida económica demasiado grande.

El Rabino Meiri se suma a esta opinión y dice:

“Empero en estos días nadie se cuida de abstenerse de esta prohibición, ni siquiera en el mero día de sus fiestas, ni los grandes eruditos, ni el rabino, ni el sabio, ni el alumno de sabios, ni los píos ni quienes pretenden parecerlo. Hay quienes argumentan que hoy en día por cuanto que los gentiles no realizan ofrendas idólatras comerciar con ellos en sus días de fiesta está permitido y hay quienes sostienen que esto es para evitar odios y discordias (Comentario de HaMeiri al Tratado de Avodá Zará).

Uno de los argumentos del Rabino Hameiri es que los gentiles de su época difieren de los gentiles a los que se refiere la Mishná y entran en una nueva categoría que es “naciones organizadas de acuerdo con sus normas religiosas” lo cual les excluye del rótulo de idólatras. “Por lo que veo estas reglas se refieren a los idólatras que adoran sus imágenes, empero en nuestros días está permitido…”

Una pregunta singular que devela el desafío que enfrentan las comunidades

La pregunta que me envió uno de mis alumnos que ejerce como rabino en una de las comunidades de Europa considero que da testimonio del gran desafío que las fiestas cristianas presentan a la identidad judía comunitaria:

“Tras cuatro años de trabajo en esta comunidad llegué a la conclusión que el mayor problema que enfrenta aquí la comunidad es el de la asimilación, la cual se intensifica año tras año. De cara al año nuevo civil próximo, pensé qué puedo hacer para de alguna combatir este terrible flagelo, tras una detenida reflexión decidí organizar una fiesta de año nuevo en la comunidad judía. Por supuesto que este proyecto encierra muchos problemas de tipo filosófico, técnico y hasta político. Llegué a la conclusión que cada judío que en esa noche no se encuentre en un sitio de esparcimiento gentil será para mí un éxito del pueblo judío. Por eso estamos organizando el evento con mucha ayuda de la oficina y espero que sea exitoso. El costo de este es muy elevado y el presidente de la Kehilá lo está costeando de su propio bolsillo. En el último momento decidí hablar con los muchachos para quienes está destinada la fiesta y ellos me preguntaron si va a haber o no tabique de separación entre hombres y mujeres. Yo contesté naturalmente que sí, ante lo cual me dijeron que era un gran error, que si lo hacía la mitad de los jóvenes invitados no asistirían. Mi pregunta es la siguiente: dado que el objetivo último de la fiesta es combatir la asimilación, ¿es posible no colocar el tabique divisorio y evitar así que buena parte de los invitados terminen asistiendo a sitios comparables a la puerta del infierno?

El rabino en cuestión quiere reforzar los muros protectores de la religión judía y evitar que los muchachos de su comunidad pasen la noche en compañía de gentiles, beban y se diviertan con ellos, exponiéndose a entrar en situaciones delicadas. Empero, para ello, él debe quebrar tabiques divisorios por partida doble, los de la fiesta y los de las limitantes halájicas. ¿Cuán lejos está permitido ir a los efectos de evitar la asimilación? ¿Hasta qué punto se puede llegar en el esfuerzo de velar por el futuro del pueblo judío en general y de cada judío en particular?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judíos con pigmentación diferente

¿Alguna vez se preguntaron cómo es que los judíos del Yemen se parecen en sus facciones y color de piel a los demás habitantes de ese país? ¿y los judíos que viven en Georgia hace ya 2600 años se parecen a los demás georgianos? ¿Cómo es que los judíos ashkenazíes tienen piel clara y ojos azules mientras que los judíos oriundos de países árabes suelen tener piel oscura y cabello negro? En mis múltiples periplos alrededor del mundo suele maravillarme más el paisaje humano que el geográfico, empezando por el espectro de colores y las diferencias de aspecto entre los diferentes judíos dependiendo de su sitio de residencia. Estamos acostumbrados a que los judíos en sus diferentes lugares de residencia durante los años del exilio adoptaron la cultura, la gastronomía, las melodías y hasta el carácter de los lugareños. Los judíos marroquíes adoptaron de los locales el cuscús y los polacos recibieron el “shtreimel” de sus vecinos gentiles.

En Italia los judíos comen pasta italiana y no “guefilte fish” y disfrutan del acervo cultural y artístico italiano. En México los judíos comen tortillas y en Brazil son aficionados al fútbol. Sin embargo, más allá de este tipo de influencias, somos testigos de las diferencias fisonómicas entre los judíos de distintos países y de su similitud a los gentiles del lugar. Los judíos etíopes se parecen a los demás habitantes de ese país al igual que las minorías judías en otros lares se asemejan a los residentes de los sitios donde residen tanto en Polonia y en Bukhara como en el Yemen. Por supuesto que los judíos tenemos un punto de inicio común en nuestros patriarcas y en nuestra milenaria historia, pero es un hecho que los judíos tienden a verse muy distintos en lo exterior los unos de los otros bajo influencia de los diferentes entornos en los que vivieron sus antepasados. De hecho, la sociedad judía en Israel es un mosaico multicolor de rostros y costumbres traídos de las diferentes diásporas que incluyen una variedad de tonalidades, colores de ojos y cabello que insinúan distintas procedencias. De esta manera, a lo largo de la historia descubrimos que se conformó un solo pueblo en el cual algunos de sus hijos son de tez oscura y otros de tez clara y ojos azules.

Esas preguntas encendieron la imaginación de muchos a lo largo de las generaciones.

En el Talmud

En el Talmud aprendemos de una persona que intentó poner a prueba la paciencia del anciano Hilel y le formuló preguntas extrañas respecto de las diferencias fisonómicas entre las diferentes razas y sobre la pigmentación de los africanos.

“Enseñan nuestros sabios: una persona debe siempre ser humilde como Hilel y no estricto como Shamai. Ocurrió que dos personas apostaron que quien logre poner nervioso al anciano Hilel se llevará cuatrocientos zuz… ese día era víspera de Shabat y el anciano Hilel se estaba lavando la cabeza, uno de los apostadores en cuestión pasó junto a su casa y vociferó: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?”. El anciano se envolvió y salió a recibirlo. Le pregunto: “hijo mío ¿qué deseas?” Le dijo: “tengo una pregunta para formularle”. “Adelante” le dijo Hilel. “¿Por qué los cráneos de los babilonios son ovales?” Hilel le contestó: “hijo mío has formulado una pregunta muy importante, eso es porque allí las parteras no son hábiles”. Se fue, y a la hora regresó vociferando: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?” El anciano se envolvió, salió a recibirlo y le pregunto qué deseaba. Le dijo: “tengo una pregunta para formularle”. Le dijo: “pregunta hijo mío”. “¿Por qué los ojos de los tarmodianos son sensibles?” Le respondió Hilel: “has formulado una pregunta muy importante,  es porque viven en una zona de arenales”. Se retiró y esperó una hora. Luego regresó y vociferó: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?” El anciano se envolvió salió a recibirlo y le dijo: ¿que deseas hijo? Le respondió: “tengo una pregunta para formularle: ¿por qué las plantas de los pies de los africanos son anchas?” Le respondió: “has formulado una pregunta muy importante, porque viven en zona pantanosa…” (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 30(B)).

Hilel intentó explicar las características fisonómicas de las diferentes personas sobre la base de las influencias del entorno sobre su aspecto, o condicionantes que llevaron a Dios a crear a las diferentes personas con distintas características.

a) el judaísmo está abierto a las conversiones y en días del segundo Templo hubo un intenso flujo de prosélitos

b) En los días del Islam y de los Gaonitas en Babilonia tenemos evidencia de que se poseían siervos y siervas que luego eran liberados y a veces convertidos, tratándose este de un fenómeno sumamente difundido

c) Exogamia en diferentes sitios en distintas épocas así como también la violación de mujeres judías por parte de gentiles en distintos tiempos y diferentes países. No podemos aseverar con propiedad cuál es el factor que genera la gran diversificación fisonómica judía, empero, pecaremos de inocentes y de falta de consideración hacia datos históricos y sociológicos si pensamos que todos los judíos tenemos un único origen familiar.

La respuesta rabínica

¿Quién es judío? ¿Cuál es su esencia? Es interesante señalar que en la halajá la respuesta a la interrogante respecto de quién es judío no se fija de acuerdo a señales físicas o color de piel sino en virtud de pertenencia a una familia o una comunidad. El status judío de una persona y su ascendencia  se fijan de acuerdo a su origen y su fe – no en función de su aspecto o color de piel. Probablemente sea esta la razón por la cual ni entre los escritos de nuestros antepasados ni en la literatura rabínica encontramos una referencia clara y directa a la pregunta de por qué judíos de diferentes regiones del globo tienen un aspecto diferente.

Uno de los debates más interesantes que pone en claro que el aspecto físico  exterior no fija el judaísmo de una persona es la pregunta de si un color de piel moreno u otro puede ser justificativo para argumentar que alguien no es judío. Es interesante señalar que incluso los primeros inmigrantes yemenitas a la Tierra de Israel, que eran considerados judíos desde tiempos inmemoriales, al llegar a Jerusalém se tuvieron que enfrentar a una comunidad ashkenazí jerosolimitana que los veía como extraños, tal como nos relata la epístola de Rabí Shalom Alsheij (1908): “Nadie de las comunidades de Jerusalém los reconocía como judíos ni les creían que provenían de Abraham Itzjak y Yaakov ni se les admitían las señales de judeidad que les había concedido Dios… y de todas maneras completaban con ellos minián para recitar Kadish o Kedushá, y su gran pobreza les confería un muy mal aspecto” (Eliezer Yaari, Travesías por la Tierra de Israel” p. 640). Por supuesto que no llevó mucho hasta que los judíos del Yemen fueron reconocidos como judíos para todo menester.

El Rabino Yaakov Sapir, autor del libro Even Sapir, escribe sobre las comunidades conocidas como de judíos apartados o de países distantes: “vemos que en la tierra del Yemen, en Kurdistán y Persia (amén de la tribu de judíos etíopes quienes en mi opinión también son de descendencia judía) hay judíos de tez oscura, además de los de la localidad hindú de Cochín que son considerados judíos con las ascendencias genealógicas más antiguas y demostradas y de todas formas su tez es un poco oscura” (2:68).

Asimismo el Rabino Uziel escribió en unas de sus respuestas respecto del color de piel de los judíos de la india, que “jamás se apartó a un judío por tener un aspecto o color de piel similar al de los gentiles…” (Recopilación Benei Israel, 1962, p. 25). El Rabino Moshé Fainstein, en sus escritos sobre los judíos etíopes señaló que el hecho de que sean de tez negra no tiene implicación halájica alguna (Respuesta del años 1984).

No olvidemos que en la Mishná en el Tratado de Negaím (2:1) se menciona que el color de la piel de los hijos de Israel cambia de sitio en sitio: “la mancha cutánea (“baheret”) intensa se ve oscura en  la piel de un alemán y clara en la piel de un negro, Rabí Ishmael dice: los hijos de Israel son de color del Buxus (de tonalidad marrón), ni blancos ni negros sino medianos”

En efecto, el ex presidente del Estado de Israel Itzjak Ben Tzví en su libro “Nidjei Israel” escribió respecto de este tema: “los hallazgos de la antropología física indican, a diferencia de la creencia popular, que no existe una raza judía… el pegamento en el país judaizante fue siempre la religión y no la raza o el lenguaje. La conversión abrió una amplia puerta a que todas las razas se integren al pueblo de Israel” (p. 68).

Creo que a ojos de los sabios de Israel la pregunta más relevante no era cómo se ve un judío sino quién es judío y de esa manera es posible incluir en el pueblo de Israel a personas poseedoras de aspectos diferentes pero que profesan una misma fe.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Figuras de animales en sinagogas

Todo aquel que visita una sinagoga, ya sea en Israel como en cualquier parte del mundo, suele sorprenderse de que en su interior hay figuras de animales, siendo un fenómeno sumamente peculiar que prácticamente se ha tornado en norma.

A veces se trata de figuras de leones que rodean las tablas de la ley y suelen colocarse por sobre el arca sagrada, y otras veces los leones son parte del mismo ornamento de esta. Los leones en cuestión a veces están tallados en madera, otras están esculpidos en la piedra y otras simplemente están pintados. Asimismo, en los techos de las sinagogas encontramos representaciones de águilas y antílopes, tigres y osos al tiempo que en la cortina del arca sagrada y en los cobertores de los rollos de la Torá nunca falta alguna imagen animal. Es tan común el uso de imágenes de leones en sinagogas que el chiste que circula dice que si los judíos no somos capaces de cuidar la Torá al menos los leones lo hacen por nosotros. Una pesquisa en la profusa literatura halájica demuestra a las claras que la ornamentación del arca sagrada con figuras de leones es una costumbre antiquísima y sumamente común en distintas sinagogas centenarias y milenarias como lo son las de Tzipori, la de Jamat y la de Beit Alfa como así también en las contemporáneas y hasta el día de hoy.

La simple interrogante que surge de lo antedicho es: ¿cómo es ésto posible?

¿Cómo es posible que en las sinagogas, a las cuales consideramos pequeños santuarios no se observe más estrictamente el principio tanto halájico como filosófico de “no harás para ti estatua ni imagen alguna” (Éxodo 20:4). ¿Acaso no trasgredimos la prohibición de no conducirnos conforme a las costumbres de las naciones al adoptar motivos estéticos eclesiásticos y aplicarlos a las sinagogas? Si las imágenes de los animales se encuentran en la pared a la que todos se dirigen, ¿acaso quien reza no se asemeja a quien se inclina ante estas figuras? La Torá es muy clara al respecto y nos advierte que no hagamos “estatua con imagen o símbolo… ni la imagen de animal alguno sobre la tierra” (Deuteronomio 4:15) ¿Acaso las imágenes en cuestión no actúan a modo de distractivo durante los servicios?

Tal como es típico en la halajá, sobre esta cuestión encontramos opiniones encontradas entre los diferentes juristas. Cuesta creer en qué medida cuestiones que para nosotros son comunes y aceptadas en la sinagoga, de hecho son el resultado de grandes debates entre los eruditos. Tenemos juristas que prohíben, otros que permiten y aquellos que a posteriori están dispuestos a hacer las paces con la realidad existente para evitar así las discusiones. Empero, la realidad supera a cualquier ficción e incluso a la propia halajá y en muchas comunidades ya se afianzó la costumbre de que es legítimo adornar la sinagoga con representaciones de animales

Desde un punto de vista histórico vemos que sinagogas del tiempo de la Mishná y el Talmud están muchas veces decoradas con figuras humanas, animales y hasta paganas (Beit Alfa, Tiberias). En el Talmud Jerosolimitano leemos que Rabí Iojanán (siglo III) no protestó ante sus contemporáneos por decorar las paredes de las sinagogas con dibujos (Tratado Avodá Zará 3:3). Asimismo, vemos que el Rey Salomón decoró el Primer Templo con figuras de animales, tal como dijo Rabí Eleazar en la Tosefta: “en el Templo se decoraba con figuras de todos los animales, pero no con figuras humanas”.

Ya en la Edad Media los juristas advertían que no se debían decorar las sinagogas con figuras. Así escribe Rabenu Eliakim: “En la pared norte de la sinagoga de la ciudad de Colonia pintaron figuras de leones y serpientes y esto me desconcertó… y si bien su intención es buena corresponde ornamentar el edificio de un modo acorde con los preceptos y el segundo de los diez mandamientos nos advierte no hacer imágenes” (libro de Rabí Eliezer Ben Ioel p. 10).

El Rabino Ovadiá Iosef ha sido siempre un gran opositor a la ornamentación de sinagogas con imágenes de animales: “Debe prohibirse por completo el uso de cortinas que cubren el arca sagrada que posean dibujos de leones. Asimismo, se debe prohibir el uso decorativo de leones de bronce o mármol sobre el arca sagrada. Exhorto a los rabinos de Israel a que enseñen sobre esta cuestión en sus comunidades, convenzan a los encargados de las sinagogas en todas partes, y así mediante una retórica dulce y disuasiva logren que se retiren las imágenes y publicitar que no se dediquen más cortinas con ese tipo de ornamento. Todo esto debe ser hecho con sabiduría, entendimiento amén de tacto y rectitud sin generar pleitos (Dios no lo permita). Ya que todos los caminos de la Torá son agradables y todas sus sendas pacíficas. Y quiera Dios que a los que realicen las oportunas observaciones les resulte fácil y sobre ellos recaiga la bendición del bien” (Responsa Iejavé Daat III 62).

En esta misma línea, el Rabino Herzog escribe: “… no pinten ninguna imagen animal en la sinagoga y menos aún sobre el arca sagrada. Vuestra intención de ornamentar la sinagoga es noble, empero estas figuras agregan poco del punto de vista estético pero contradicen la totalidad de las opiniones de los juristas… y entre nuestros maestros y kabalistas, su mérito nos proteja, hay quienes se oponen a esto con gran dureza, y nuestros hermanos sefaradíes ponen en esto gran hincapié… Sin embargo, si lo que ustedes quieren es saber cuál es el límite legal exacto de esta norma, dado que la mayoría de los sabios medievales y entre ellos Maimónides autorizan incluso la forma del león…y si consideramos que ya hemos visto  figuras de este animal ornamentando el arca sagrada de la sinagoga también en comunidades de la diáspora y entre ellas algunas de carácter sumamente pío y devoto en Polonia y Lituania etc, por todo lo antedicho no puedo indicar que esté prohibido” (Responsa Heijal Itzjak Oraj Jaím 11).

Los permisos dados por diferentes juristas para ornamentar sinagogas con figuras animales se basan en diversos criterios. Hay quienes sostienen que no es lo mismo figuras de animales en relieve que en bajo relieve, tal como puntualiza Maimónides: “La prohibición se refiere a figuras de tres dimensiones, empero si se trata de bajo relieve o de una figura bidimensional o de un bordado está permitido” (Hiljot Avodá Zará 3:10-11).

Rashbá autoriza a ornamentar con un león, aunque este tenga tres dimensiones ya que “en las figuras celestiales descritas por los profetas no hay un león solamente… sino que la carroza celestial a la que se refiere Ezequiel posee cuatro rostros y por lo tanto quien representa las cuatro figuras comete una trasgresión, pero en el caso de una sola de éstas no (Responsa RasHba I 166).

De aquí se desprende que la prohibición aplica a las cuatro figuras de la carroza celestial de Ezequiel y son las del hombre, el león, el toro y el águila. Sin embargo, si se representa un león solo o cualquier otro animal con propósito meramente estético esto estará permitido. El Maharam de Rotenburg considera que los dibujos están permitidos ya que “son simples figuras con colores que carecen de consistencia”.

Una de las explicaciones más interesantes respecto de la autorización a dibujar figuras animales para ornamento sinagogal reside en el hecho de que de acuerdo con nuestros sabios, de bendita memoria, tanto la idolatría como la inclinación natural a su práctica han sido ya erradicadas de la faz de la tierra por lo que para los judíos estas formas carecen de significación idólatra. Tal como le respondiera Rabí Akiva a un extranjero: “mi corazón y el tuyo saben que la idolatría carece de sustancia” (Talmud Tratado de Avodá Zará 55(A)). Otros acotaron que si la representación del león es tan vívida al punto de parecer éste verdadero entonces estará prohibida, pero si se trata de un simple dibujo no lo estará.

En virtud del presunto debilitamiento del paganismo en su tiempo, los sabios de la Mishná autorizaron a ornamentar con figuras que guardan similitud con formas idolátricas. Otro argumento que esgrimen algunos juristas es que al estar las figuras de los leones rodeando a las de las tablas de la ley, estas últimas les confieren un status de santidad y por lo tanto esto no estará prohibido. El Rabino Jaím David Halevi autorizó colocar figuras de leones y agrega un motivo interesante a este permiso: “resulta que la figura del león sola no está prohibida… y considero que otra razón para permitirlo es que de todas maneras quien reza lo hace con los ojos cerrados o mirando el libro de oraciones y por ende se carece de motivo suficiente para prohibir” (Asé Lejá Rav 1:40).

Resulta interesante percatarse que, si bien la mayor parte de los juristas prohíbe el emplazamiento de figuras animales en la sinagoga, muchos otros aceptan la costumbre con un alto grado de comprensión y lo autorizan a posteriori. Al Rabino Kuk se le pidió que condene una sinagoga nueva que se acababa de inaugurar y cuya arca sagrada estaba ornamentada con figuras de animales y escribió: “No supe de esto de antemano, de haberlo hecho lo habría evitado con toda firmeza, basándome en las opiniones de los grandes eruditos que lo prohíben, empero, ahora que ya está hecho y el público general lo vio como algo permitido en muchas sinagogas de congregaciones piadosas dirigidas por notables justos y conocidos eruditos considero que tienen en quien respaldarse por la base de la halajá para autorizarlo. Pues muchos de los eruditos medievales no consideran que se trate de algo prohibido… y dado que vemos que grandes eminencias no lo condenaron, de hacerlo nosotros resultaría irrespetuoso para con ellos” (Igrot HaReaiá 1:10).

Tzitz Eliezer se refiere a esta costumbre de un modo indulgente: “Si bien Maimónides tendía a ser estricto en esta cuestión por interferir con la concentración durante el rezo, de todas maneras, la costumbre de colocar sobre el arca sagrada una cortina con figuras de leones bordadas se ha extendido entre las congregaciones sin que nadie considere que ello altere la concentración de quien ora quizás porque de todas maneras no nos concentramos como deberíamos” (III:24).

Rabí Jaím Sofer, quien fuera rabino de Munkatsch y discípulo dilecto de Jatam Sofer escribió: “Dios nos libre de decir que esto implica trasgredir la prohibición de colocar ídolos y sugerir que generaciones pretéritas que, comparadas a nosotros son cual ángeles, hayan pecado de idolatría” (Majané Jaím Ioré Deá II 29).

Creo que respecto de la cuestión de la ornamentación sinagogal con figuras leoninas cabe aplicar la máxima talmúdica: “ve y mira qué acostumbran a hacer las personas” (Tratado de Eruvín 14(B)), ya que en muchas ocasiones se carece de una sentencia jurisprudencial clara y tajante y entonces se puede aprender qué hacer observando al pueblo. Por supuesto que esto obedece a que la praxis popular está asentada en tradiciones, aunque no las conozcamos. Quizás a esto se refería Rabí Shimón Bar Iojai cuando dijo: “si ves una costumbre ancestral no la cambies nunca” (Yalkut Shimoní Mishlei 247, 960); o tal como dijeron nuestros sabios, de bendita memoria “déjalos actuar a los hijos de Israel pues aunque no sean profetas por sí mismos son descendientes de profetas” (Tratado de Pesajim 66(A)).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

El Origen judío de los gitanos

La etnia gitana y su origen histórico no son suficientemente conocidos. Quienes pasean por Europa y diferentes partes del mundo están acostumbrados a ver mujeres gitanas vendiendo sus mercancías en la calle, pidiendo limosnas u ofreciendo servicios de adivinación; al tiempo que a los hombres gitanos es dable verlos tocando instrumentos musicales o cantando. Sin embargo, es poco sabido que durante la segunda guerra mundial cientos de miles de gitanos fueron asesinados en Auschwitz y diferentes campos de exterminio nazi ni que ellos se consideran descendientes de las diez tribus perdidas que se desprendieron del pueblo de Israel.

Los gitanos son una nación carente de territorio y caracterizada por el nomadismo. Están dispersos a lo largo y ancho de cuatro continentes y carecen de conexión territorial o política a país alguno. Es difícil estimar su población por cuanto que no se han sometido a un censo ordenado pero se estima que hay en el mundo entre 6 y 14 millones de gitanos. Aparentemente, el origen de los gitanos es en el subcontinente hindú, y como eran artesanos y dominaban diferentes oficios fueron llevados por los ejércitos de conquista tátaros Europa en el siglo XIV para prestar servicios a las tropas. Los gitanos solían adoptar la religión y el idioma del país al que  llegaban, de modo tal que en países católicos profesan el catolicismo y en países islámicos el islam.

Los gitanos poseen un sinnúmero de denominaciones. En hebreo se les conoce como “tzoanim” que significa oriundos de la ciudad de “Tzoán” la cual según la Biblia se encuentra en la tierra de Egipto (Salmos 78:12). Por esta misma razón, en otros países se les denomina “Gypsy” que significa originarios de Egipto. Sin embargo, muy probablemente se trate de un error sumamente común que carece de asidero histórico, pues de acuerdo a lo que se sabe en la actualidad muy probablemente sean originarios de la India. Incluso el idioma más hablado entre los gitanos actualmente, el romanesco, indica un vínculo idiomático con las tierras hindúes. En diferentes países los gitanos recibieron nombres variados, como por ejemplo “atingani” en griego, “zíngaros” en los países balcánicos, “gitanos” en español, “gitaine” en francés, “tártaros” en alemán, “sinti”, “romani” y más. Actualmente los gitanos prefieren ser llamados “romaníes” que en su lengua significa ser humano.

Tanto durante la conversación con el sacerdote como durante la lectura del libro surgen ciertas similitudes entre la etnia gitana y el pueblo judío pero el texto está escrito en un estilo bíblico profético y es en esos términos que expone el vínculo entre ambos pueblos. Según este libro, la historia bíblica del pueblo de Israel debe ser leída asumiendo que se trata de la cronología de los gitanos y de esa manera se revela la verdad Divina sobre el origen judío de esta etnia. Para ellos, la revelación de la verdad Divina de entre las páginas de la Biblia tiene más fuerza y contundencia que cualquier hallazgo científico, lingüístico, histórico y demás. El sacerdote me dijo que en su opinión las tribus perdidas no deben ser buscadas mediante herramientas historicistas sino únicamente con la Biblia, que es el libro por medio del cual Dios procura revelarnos Sus secretos respecto del sitio donde se encuentran las tribus de Israel, al punto de que si habremos de saber buscar correctamente, veremos claramente que los gitanos son las mismísimas tribus que se separaron de la nación israelita largo tiempo atrás.

La similitud entre los gitanos y los judíos tiene expresión en un pasado común de sufrimiento, en el carácter errante de ambos, yendo de un confín a otro de la tierra, en habitar tiendas, en haber sido perseguidos y asesinados durante el holocausto nazi y encontrarse actualmente en decrecimiento numérico. ¿Acaso existe en el mundo entero otro pueblo con una existencia tan parecida a la judía como el gitano? Ellos consideran que no existe en el mundo otro pueblo que sea tan fiel reflejo de la nación judía y entienden que las profecías bíblicas también se manifiestan en su historia.

No existe en la actualidad otro pueblo tan disperso y diseminado entre las naciones como el gitano. Quienes creen en el origen judío de los gitanos interpretan los versículos del libro de Ezequiel (36:19) como referentes a un pasado común de estos y las diez tribus: “Y los esparciré entre las naciones y los diseminaré entre las tierras…”

El sufrimiento de los gitanos se prolonga desde la inquisición al holocausto igual que en el caso de los judíos. Fueron perseguidos no menos brutalmente que nosotros y ellos creen que existe incluso una cierta cercanía entre las fechas en las que fuimos perseguidos los unos y los otros. Por ejemplo, los judíos fuimos expulsados de España en 1492 y los gitanos en 1499. El holocausto no obvió a la nación gitana y fueron asesinados por cientos de miles. Se estima que el número de gitanos exterminados en el holocausto ronda entre el medio millón y el millón y medio. La razón de la inexactitud del dato radica en que no todos los gitanos estaban anotados en los registros oficiales de población de los diferentes países de Europa. Aquellos que sostienen descender del pueblo judío ven en el hecho de que ambas naciones son perseguidas por igual una señal Divina,  así como también de que los alemanes vieron en los gitanos judeo-descendientes por lo que decidieron exterminarlos.

Costumbres judías y gitanas

La similitud entre los judíos y los gitanos no está conformada únicamente por el paralelismo de sus vicisitudes históricas sino también por ciertos parecidos en sus costumbres y tradiciones. Según los gitanos que se consideran judeo-descendientes, en el pasado, cuando eran parte del pueblo de Israel  cumplían completamente con la observancia de los preceptos de la  Torá. Sin embargo con el correr de los años y en virtud de las influencias que sobre ellos ejercieron otras naciones y otras religiones la observancia se fue desdibujando conservándose únicamente una serie de costumbres hasta el día de hoy.

Ellos mencionan, por ejemplo, el respeto a los ancianos de la congregación que fungen como consejeros de la comunidad. En cada grupo gitano existe lo que ellos denominan en su lengua “Kriss” o consejo de ancianos. Este consejo funge como tribunal para temas comunitarios en el área de la familia o en temas económicos e incluso posee la facultad de multar y hasta castigar a los infractores en caso de necesidad. La estructura social gitana es hasta el día de hoy tribal y la jerarquía familiar se establece según criterios bíblicos.

Los gitanos se abstuvieron en todas las épocas y hasta el presente de la exogamia. Ellos creen que de esa manera cumplen con lo que ordena la Torá (Deuteronomio 7:3): “Tampoco te emparentarás con ellos, no darás tu hija a un hijo de ellos ni una hija de ellas tomarás para tu hijo”. Ellos siempre se percibieron como un pueblo separado de las demás naciones y religiones y acostumbran a denominar a los no gitanos con el nombre de “gadzio” o “gadzia” tal como los judíos denominamos a los gentiles “goi” o “goiá”.

Existe similitud también en las costumbres referidas al luto. El deudo guarda “shivá” por una semana en honor al fallecido, durante esos días no se corta el pelo ni se afeita, se sienta en el suelo y es visitado por amigos, familiares y demás miembros de la congregación. Los gitanos acostumbran a cuidarse de la impureza de la muerte y si la persona muere en la casa se retiran de esta todos sus enseres personales.

Los gitanos cuidan una dieta especial diferenciando entre alimentos permitidos y puros (“wudzu”) y prohibidos e impuros (“marima”), y además es interesante destacar que en el lenguaje gitano existen una serie de vocablos que guardan gran similitud con el idioma hebreo.

No todos los gitanos creen descender de judíos y algunos hasta temen reconocerlo. Los gitanos que se consideran descendientes de israelitas no piden retornar al pueblo judío, convertirse o inmigrar a Israel. Ellos están firmes en su fe cristiana y al mismo tiempo se enorgullecen de su ascendencia judía.

No tengo elementos para determinar si hay un núcleo de verdad histórica en su creencia de que descienden del pueblo de Israel, pero me emociona y maravilla cada vez como la primera cuando me encuentro, en estos últimos años, con grupos humanos, pueblos, sectas o tribus que procuran demostrar un vínculo con el pueblo judío. En mi opinión se trata de un fenómeno espiritual que nos abre una ventana de oportunidades histórica que no se con certeza hasta cuando se mantendrá abierta. Se está llamando a la puerta del pueblo judío y no creo que se trate de un fenómeno sempiterno.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Reflexiones sobre España y los judíos

En estos días el pueblo judío ha recibido la buena nueva de la posibilidad de recibir ciudadanía y pasaporte español para todos los descendientes de los expulsados de 1492. Quisiera analizar algunos aspectos de este tan trascendente evento y especialmente traer a la memoria cuestiones ya olvidadas respecto de la relación ambivalente entre los judíos y España a lo largo de la historia, relación en la cual han alternado sucesiva y simultáneamente el amor y el odio, y en la cual también interactúan conjuntamente la nostalgia y el dolor.

En el marco de mis ocupaciones laborales suelo visitar año tras año en más de una oportunidad tanto a España como a Alemania. Me cuesta decidir en cuál de los dos países me veo más invadido por sentimientos de dolor y enojo en virtud de lo que pasaron los judíos en esos lares. España es un país de contradicciones para el judío. Es la tierra de la edad de oro del judaísmo español (“Tor Hazahav”) y de la expulsión, tierra de refugio durante los días del holocausto, así como también tierra de opresión e inquisición. Tanto la actitud dual de los judíos hacia España, así como el intento de este país por atraerlos nuevamente nada tienen de nuevos.

Unos sesenta millones de turistas de todo el mundo visitan España anualmente. Según la organización internacional de turismo España se ubica en el tercer puesto mundial en visita anual de extranjeros, siguiendo solamente a Francia y a China en este parámetro y captando el 7% de todo el turismo mundial (más que países como Italia o los Estados Unidos). La capital, Madrid, ubicada en el centro geográfico de este país es una metrópolis colmada de jardines y parques, cafés y museos, todos los cuales le confieren un carácter policromático y vibrante. Sin embargo, considero que el turista judío no puede dejar de sentir el recuerdo de las sombras inquisitoriales que acechan en la Plaza Mayor, sitio en el cual se llevaron a cabo varias de las ejecuciones o autos de fe de judíos.

El nombre del país, España o “Hispania” era llamado “Aspamia” en nuestras fuentes clásicas. Nuestros sabios de bendita memoria mencionan a Aspamia como ejemplo de un sitio alejado: “Una persona que duerme aquí (en Babilonia) mas sueña en Aspamia” (Talmud Babilonio Tratado de Nidá 30(2)). El nombre “Sefarad” como sustituto del vocablo Aspamia se origina en la profecía de Ovadiá (1:20) la cual reza: “y la cautividad de Israel que está en Sefarad…”

El retorno de los judíos a este país simboliza una nueva etapa en la cual tras centurias de opresión religiosa se abrió la posibilidad de que estos habiten una tierra que por trescientos cincuenta años prohibió altivamente su ingreso.

¿Por qué los judíos no retornaron antes a España? ¿Qué los detuvo? ¿Acaso son los judíos quienes se abstuvieron o fueron los españoles quienes les detuvieron?

Hay quienes conectan entre el no retorno judío y la prohibición o anatema que decretaron en ese sentido las autoridades religiosas judías, empero, en realidad esta prohibición no era necesaria por cuanto que mientras las leyes inquisitorias estuvieron vigentes a ningún judío se le ocurrió volver y además el edicto de expulsión era muy claro en cuanto a que la presencia judía en la península se penaba con la muerte. Sin embargo, además del aspecto legal que se mantuvo vigente mediante decretos confirmatorios del siglo XIX hasta la abolición final de esta normativa en 1834, el no ingreso de judíos a España encierra también un aspecto sociológico muy sencillo y es que es muy difícil asentarse en un país en el cual no se es bienvenido o tolerado. Por lo tanto, debe decirse que los judíos estaban privados de asentarse en España no en virtud de un “boicot judío” sino en virtud de un” boicot español”.

En el pasado se llevaron a cabo intentos de pedir a las autoridades españolas que permitan el ingreso de judíos. Ya en 1641 un judío llamado Jacobo Cansino que radicaba en Madrid mantuvo una negociación con el Duque de Olivares sobre el retorno de los judíos a ese país, empero, este proyecto fue saboteado por el Supremo Consejo Inquisitorial. Asimismo, en días del Rey Carlos II (1665-1700) hubo un intento de devolver a los judíos a España de acuerdo con la propuesta de uno de los ministros de la corte quien pensó asentarlos en las colonias españolas a los efectos de desarrollarlas. Sin embargo, esta propuesta también fue abortada, esta vez por la casa real.

En el año 1802 el entonces rey de España Carlos IV escribió: (OJO, ponerle texto original) “…mi corazón misericordioso y devoto dista muchísimo de permitir cambiar la ley que es aceptada en nuestros dominios en cuanto a no aceptar judíos sin que estos acepten sobre sí la ley de la iglesia ya que deseamos mantener la pureza de la fe católica … es por ello  que ordeno continuar manteniendo la ley inquisitorial sin excepción con aquellos hebreos que ingresen al reino de España…”

Estas premisas son más que claras, está completamente prohibido para todo judío asentarse en España durante las primeras décadas del siglo XIX. Es probable que la leyenda respecto del juramento judío de no retornar a España sea de hecho una suerte de venganza ante la negativa española de no permitir su ingreso.

La apertura de las puertas de España a la inmigración judía no acaeció de repente o de una sola vez, sino que fue un largo proceso pleno de altos y bajos. Si bien en 1808 las leyes inquisitoriales fueron anuladas por Napoleón estas fueron reinstauradas por el rey Fernando VII en 1814. Nuevamente fueron derogadas entre 1820 y 1823 para ser nuevamente instauradas por el rey Fernando.

Solamente en 1834 se decidió derogar estas leyes definitivamente y en 1865 fueron derogadas también las referidas a la pureza de sangre, las cuales impedían que sirva en un puesto público o de mando a quien no puede demostrar ascendencia católica pura.

En 1968 (hace sólo 50 años) se decretó la anulación total del decreto de expulsión.

Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente legal, la derogación del decreto de expulsión no implica que las demás religiones puedan gozar de libertad de culto sobre suelo español o ingresar al país. Según la constitución de 1876 los únicos rituales religiosos permitidos en el dominio público son los católicos. Sólo en la constitución de 1896 se derogó el edicto de expulsión y el entonces primer ministro Emilio Castelar declaró por vez primera que las puertas de España estaban abiertas a los judíos. En 1917 se concedió por primera vez un permiso para la construcción de una sinagoga y comenzaron a realizarse servicios religiosos en el “Beit Midrash Abarbanel”. Cuando finalmente se promulgó en 1968 la ley que garantiza la libertad de culto la comunidad sefaradita ortodoxa recibió permiso de construir en el corazón de la capital, en la calle Balmes, la primera sinagoga desde los días de la inquisición. La primera sinagoga desde la expulsión fue construida en Barcelona en 1954.

El antiguo anatema

Si bien existe una tradición oral en cuanto que los expulsados de España declararon que no volverían a la península ibérica (España y Portugal) para a asentarse, esto carece de una clara fuente o respaldo tanto halájico como histórico. A este respecto  el Rav Kuk escribe: “Sobre el anatema de no asentarse en España no encontré aun una fuente que especifique si se trata de anatema, juramento o voto, y por ende no creo que sea de carácter más estricto que la prohibición de asentarse en la tierra de Egipto la cual aplica sólo para residencia permanente mas no si se trata de una visita por trabajo con la intención de retornar posteriormente al país del cual se proviene” (Igueret HaReaiá II 632). En la responsa Kol Mevaser el Rabino Meshulam Rate (3:3) escribe: “En cuanto a lo que se dice que los expulsados de España decretaron un anatema por efecto del cual no retornarían a ese país, no lo encontré documentado en libro alguno por lo que esta tradición carece de fundamento sólido (más aun, en la responsa “Mabit” 1:307 se demuestra lo contrario: “puesto que ni hay judíos en Aragón hace ya setenta años, y creemos que ningún judío se asentará ya en esos lares pues el Eterno Bendito Sea reúne a Su pueblo en la tierra de Israel prontamente. Analízalo detenidamente y lo entenderás”).

Tras haber revisado e investigado el tema de si existe o no un fundamento sólido para el anatema encontré únicamente en los reglamentos del “Ma´amad” de Londres en el siglo XVIII que pende una prohibición de retornar a ese país para los descendientes de cripto judíos que salieron de España y retornaron al judaísmo en el extranjero, por razones obviamente comprensibles para ese grupo específico pero que no se aplican para el resto del pueblo judío.

El retorno a España, ¿cuándo y por qué?

Hasta cuanto sabemos, antes del 1834, año en que se abolieron las leyes inquisitoriales no hubo judíos en España. Solamente en la segunda mitad del siglo XIX presenciamos un cambio que causó el retorno de estos al país por lo que comenzaron a fluir paulatinamente y en pequeños números. En 1877 había 406 judíos en toda España 31 de los cuales residían en Madrid. En 1900 su número ya alcanzaba los mil.

El fundamento legal de su ingreso fue la reforma constitucional de 1868 que dejó sin efecto el edicto de expulsión de 1492 y garantizó la libertad de culto y consciencia para todos los habitantes sea cual fuere su fe. Sin embargo, esto no afectó el carácter oficial del credo católico en el país.

Además, la situación de los judíos de la vecina Marruecos les forzó a abandonar ese país en busca de nueva residencia. Las guerras que comenzaron en el Norte de África entre 1859 y 1860 sumadas a las dificultades económicas en las ciudades marroquíes, la explosión demográfica en los barrios judíos, la propagación de la malaria y otras enfermedades contagiosas, el encarcelamiento de judíos por parte de las autoridades, la demolición de sinagogas, las persecuciones, el sufrimiento tanto corporal como espiritual y los pogromos causaron la emigración desde Marruecos en dirección a España. Efectivamente, los primeros judíos comenzaron entonces a retornar a España tras cuatrocientos años de ausencia asentándose principalmente en las ciudades sevillanas en el Sur del país. En esos años ingresaron solamente unas decenas de judíos.

Paralelamente a estos eventos en el Norte de África, en el sur de Rusia comenzaron a estallar pogromos en reiteración real, entre ellos los fatalmente conocidos de Kiev y Odessa de 1881. Muchos judíos huyeron a países vecinos tales como Austria, Rumania, Turquía y en determinado momento pidieron a las autoridades españolas permiso de ingreso. Por cuanto que varios de entre los refugiados eran descendientes de los expulsados de España, el Rey Alfonso XII abrió ante ellos las puertas del país y hasta dijo: “Bienvenidos a vuestra antigua patria”. Durante la primera guerra mundial el parlamento español debatió respecto de la posibilidad de proteger a los judíos de los Balcanes descendientes de los expulsados de Sefarad.

En los inicios del siglo XX continuó el flujo migratorio judío hacia España mas esta vez se asentaron principalmente en Madrid. Judíos llegaron a España durante la primera guerra mundial y encontraron en ésta refugio. Entre los inmigrantes se encontraba el prominente líder sionista Max Nordau quien fuera expulsado de Paris en el inicio de la guerra teniendo que asentarse en España hasta el final de esta.

Actualmente viven en España unos 30.000 judíos. Hay quienes sostienen que esta cifra es exagerada y no refleja la realidad. Es menester recordar que muchos judíos llegaron a España provenientes de Sudamérica durante los años de las crisis económicas, aunque la mayoría de estos retornaron posteriormente a la Argentina, el Uruguay etc.

En el presente los dos principales centros judíos de España son Madrid y Barcelona. Sin embargo, existe otra decena de pequeñas o pequeñísimas comunidades judías agrupadas bajo el rótulo de la “unión de comunidades judías españolas” en: Málaga, Torremolinos, Marbella, Granada, Sevilla, Valencia, Palma de Mallorca, Melilla y Ceuta (estas últimas en el Marruecos español).

Antisemitismo a la española

Parecería que a pesar de que los judíos en España son relativamente nuevos, el antisemitismo es antiquísimo. Los judíos cambiaron y no son la continuación natural de aquellos que fueron expulsados, empero, la actitud hostil hacia ellos no ha variado. Cientos de años de prédica católica antijudía tanto pública como práctica han dejado una huella indeleble en los habitantes de este país. El antisemitismo en España está tan profundamente enraizado que encuentra renovadas manifestaciones en la mentalidad de la gente, tanto en términos lingüísticos como de estereotipos que resultan imposibles de erradicar de la cultura popular. El antisemitismo está presente no solo en virtud de los nuevos inmigrantes musulmanes como en otros países europeos sino a raíz de los antiguos habitantes cristianos.

Años y años de ataques a judíos, inquisiciones y expulsión no se pueden borrar con facilidad. A pesar de que durante siglos ningún ojo español se topó con un judío el odio profundo de los españoles para con nuestro pueblo no ha desaparecido en lo más mínimo. España es hasta el día de hoy uno de los países más antisemitas de Europa y en este el vocablo “judío” es sinónimo de traidor, extraño, hereje y adversario político.

En el diccionario oficial de la real academia española se preservaron conceptos que expresan una actitud hostil hacia nuestro pueblo. Del vocablo “hebreo” dícese que es “un israelita o judío que “aun” mantiene su fe mosaica y se dedica al comercio”. La palabra “aun” expresa claramente la actitud implacable de la iglesia en cuanto a que la única fe verdadera es la católica y la definición de hebreo como comerciante no es traída a colación en virtud de la admiración que esta profesión despierta a los ojos del espíritu popular sino con un tono de desprecio y crítica abierta.

De acuerdo con el diccionario de la real academia en su edición de 1956 “judío” es un “tacaño prestamista a interés”.

Hacer una “judiada” significa realizar una acción inmoral digna de un judío. Esta palabra figura explícitamente en el diccionario de la real academia de 1956. En 1988 este vocablo fue “corregido” y sustituido por: “Acto negativo que en el pasado se consideraba digno de un judío”. En efecto, hay aquí un cambio de estilo, pero no de contenido, la conclusión es clara: los judíos realizan acciones que no son apropiadas y esto les particulariza. Hasta hoy, en el lunfardo español cuando alguien quiere decir “no me engañes” dice “no hagas una judiada”, o sea, una acción digna de un judío.

El vocablo “sinagoga” tampoco ha sido renovado en los diccionarios de la lengua española y se define como “lugar de reunión en el cual los judíos rezan y oyen la ley de Moisés” y también como “sitio de encuentro de personas que planifican un acto ilegal o procuran pleito”.

De esta manera la imagen del judío en España se tornó deforme e imaginaria sin que refleje a una persona real que habita en la península ibérica o en el mundo.

Sin embargo, a pesar de los sentimientos antisemitas y antiisraelíes que caracterizan a la población española no podemos pasar por alto la visita simbólica que realizara el rey de España en 1992 a la sinagoga de Madrid conmemorando los quinientos años de la expulsión. En este evento se puso de manifiesto el deseo del pueblo español de renovar su vínculo con el pueblo judío. El entonces presidente de Israel Jaim Herzog también participó de este magno acontecimiento.

Asimismo, otro punto favorable en la relación sensible y ambivalente de España hacia los judíos se puso en evidencia con el salvataje de muchos de nuestros hermanos durante la segunda guerra mundial. En 1924 se proclamó un decreto por medio del cual se concedía ciudadanía española a toda persona de origen sefaradí, especialmente a los originarios de los Balcanes. Esto salvó cuantiosas vidas de judíos que hallaron refugio en España. Muchos judíos alemanes se refugiaron en este país entre 1931 y 1936. A pesar de la postura oficial del Gral. Francisco Franco de apoyo a las fuerzas del eje, no se puede pasar por alto los numerosos intentos y gestiones llevadas a cabo por el gobierno español que condujeron a la salvación de judíos que eran ex ciudadanos españoles o sus descendientes, tanto durante el holocausto como con posterioridad al mismo. España gestionó la liberación de judíos españoles de los campos de exterminio. De esta manera se produjo una situación única amén de interesante, tras concluir la segunda guerra mundial la mayoría de los judíos miembros de la comunidad judía española eran de origen askenazí.

La neutralidad española durante la segunda guerra mundial permitió a 25.600 judíos usar a ese país como vía de escape de Europa. Sin embargo, la gran mayoría de estos abandonaron España tras concluir la guerra.

El vínculo ambivalente de los judíos hacia España se mantuvo a lo largo de los años no solamente en el ámbito de la memoria histórica sino también en el de los hechos reales. Incluso tras haber sido expulsados de España, los judíos continuaron hablando en ladino (“Mame Loshn”) en todos aquellos rincones del imperio otomano a los que arribaron, desde Marruecos y Turquía hasta los Balcanes, Salónica y el Sur de Italia.

No hay como un idioma para reflejar la cultura y el espíritu de quienes lo hablan. El ladino era el idioma de los exiliados de España y Portugal que se dispersaron a lo largo y ancho del Mar Mediterráneo. Cuando los judíos fueron expulsados de la península ibérica se llevaron consigo la lengua que empleaban, esto es, el español del siglo XV que se hablaba y escribía en la España de la época. Por ello el ladino hoy día preserva la gramática española de entonces, tal como aquellas personas que en la actualidad hablan hebreo bíblico o mishnaico en pleno siglo XXI. Incluso en la actualidad existen numerosas comunidades en las cuales los judíos preservan esta lengua y se esfuerzan por evitar que se pierda para que de esa manera no se corte el centenario nexo con su patria y hogar, España.

Muchos de los judíos expulsados continuaron cultivando su cultura española en el exilio. Las compras, la comida, el mercado, la carnicería, todo se continuaba llevando a cabo en ladino, los judíos carecían de amigos gentiles sino que únicamente socializaban con sus hermanos de habla ladina.  Continuaron rezando con la misma tonada que en España, cantando las mismas melodías y romances, comiendo los mismos platillos   de otrora entre los que se incluían los “huevos jaminados” y las “burrequitas”.

En diversos confines del mundo judío conocí personalmente familias judías que conservan hasta el día de hoy las llaves de las casas que dejaron en España pues a lo largo de las generaciones soñaban con volver.

Asimismo, se preservaron los apellidos de los judíos sefaradíes y testimonian la cadena ininterrumpida de las raíces judías sefaradíes; entre ellos Saporta, Nahmias, Shaltiel, Cohen, Halegua, Pardo, Shabtai y Moljo.

El profundo dilema que embarga a los judíos que viven actualmente en España lo escuché de uno de los ancianos de la comunidad: “la inquisición todavía no nos ha abandonado, pensamos en ella, vivimos bajo su sombra, recordamos a sus víctimas, pero rezamos por una vida mejor y un futuro promisorio para este país”. Creo que el complejo sentir de un judío que vive en un país que conjuga simultáneamente una cultura esplendorosa y la destrucción es dable de comprender desde las letras del poema que escrito por Rafael Cansinos, un autor descendiente de cripto judíos, con motivo de la inauguración de la sinagoga de Madrid. Este poema expresa el distanciamiento de los judíos de España y el anhelo de retornar a esta.

Además, el rey de España al visitar la sinagoga conmemorando los quinientos años de la expulsión dijo “¡Cuánto os hemos echado de menos!”.

Y yo agrego, ¿acaso esto es así?

Actualmente, una generación más tarde el gobierno español declaró su intención de conceder la ciudadanía a todo judío que pueda probar que es descendiente de los expulsados. Sin entrometerme en el criterio de la decisión y los móviles que motivaron esta decisión histórica, se trate de sentimiento de culpa, gesto simbólico o una necesidad demográfica y económica, me cuesta entender el entusiasmo que embarga a tantos judíos al saber de la posibilidad de aplicar para recibir la ciudadanía de un país en el que se vertió tanta sangre judía en el pasado y que en el presente es tan antisemita y tan antiisraelí.

El pueblo judío es conocido por su capacidad de supervivencia, por el “genio judío” o “ídishe kop”, ¿cómo entonces se les ocurre a los judíos volver a la España de la que fueron cruelmente expulsados en el pasado y a la que tantos abandonan en el presente?

De todas maneras, es de destacar que hasta el momento ni los legisladores hispanos ni los judíos en España u otros sitios saben cuáles son los requisitos para acceder a la ciudadanía española. ¿Es necesario descender de españoles por ambos padres o alcanza con uno solo? Un descendiente por parte de padre que no es judío de acuerdo con la halajá, ¿puede aplicar o solamente puede hacerlo la familia biológica de una madre judía que fue ejecutada por la inquisición? ¿Es necesario que el aplicante abrace la fe judía y crea en el Dios de Abraham Itzjak y Yaakov, o acaso si es descendiente de sefaradíes, aunque hoy sea cristiano es suficiente?

Algunos dicen que únicamente los rabinos son quienes deben decidir quién es sefaradí tal como establecen quién es judío. Esto tampoco está claro en cuanto al criterio a ser aplicado. ¿Cómo habrán de determinarlo? ¿En virtud del apellido solamente? ¿Sobre la base de documentos que se encuentran únicamente en los sótanos de la inquisición o mediante árboles genealógicos prácticamente irrecreables? Se trata de una misión compleja, difícil y no siempre real.

Creo que debemos aplicar nuestro antiguo principio según el cual “si te dicen que hay Torá entre las naciones no lo creas, si te dicen que hay sabiduría entre estas créelo” Sería inteligente y procedente si el pueblo de Israel prestase atención a la idea subyacente en el decreto del gobierno español y lo aplicase para sí. Hay descendientes de judíos españoles y de cripto judíos dispersos por el mundo entero. En España, Portugal, Grecia, el Sur de Italia, México, Brasil, Colombia, El Salvador, Texas, Nuevo México y la Florida.  En estos sitios viven muchas personas que se ven a sí mismos como hijos del pueblo judío y piden retornar a su fe original. Quizás sea importante y corresponda que un pueblo sabio y entendedor confíe en la sabiduría de la nación española y adopte este principio.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

La conversión al judaísmo de exnazis o sus descendientes

En los últimos años somos testigos de un fenómeno muy interesante de acercamiento al judaísmo y conversión de descendientes de segunda y tercera generación de nazis. No se trata de cientos ni de miles de personas pero en efecto se trata de números que dan lugar a hablar de un “fenómeno” llamativo que nos invita a preguntarnos por las causas que lo motivan.

Por supuesto que no es mi intención hacer una apología de los verdugos del pueblo judío sino simplemente describir una nueva tendencia que a primera vista resulta difícil de ser comprendida.

Las personas informadas sabrán contarles que en las calles de Jerusalém habita y transita un judío ortodoxo converso descendiente biológico de Adolf Hitler…

A los efectos de poder hacer tangible el fenómeno de pedido de perdón por parte de polacos y alemanes al pueblo judío en virtud de las atrocidades del holocausto les quisiera relatar la siguiente anécdota. Hace unos tres años pasé Shabat en la ciudad polaca de Cracovia, la cual fue en su momento un gran centro judío mas actualmente es difícil de encontrar en ella judíos vestidos con atuendos tradicionales. Durante el Shabat comí y recé con el rabino Tzví Gluck el cual funge actualmente como rabino regional de toda Galizia. El rabino Gluck es una persona ya mayor y viste un atuendo jasídico tradicional: cubre su cuerpo con un largo saco negro y su cabeza con un “shtreimel”. El sábado en la noche salimos a caminar por las calles de Cracovia junto a un grupo de jóvenes de la comunidad. De repente, un joven polaco que se encontraba en avanzado estado etílico se arrojó sobre el rabino Gluk y lo abrazó. Intuitivamente pensamos que el joven polaco quería atacar al anciano rabino por cuanto que estaba vestido con el atuendo típico que caracterizaba a los judíos en esta ciudad antes de la segunda guerra mundial. Para nuestra sorpresa el joven comenzó a llorar y a vociferar ¡perdónennos!; ¡perdónennos!; ¡perdón por lo que les hicimos durante el holocausto!

Este sentimiento de culpa por parte de descendientes de los verdugos se torna más delicado y complejo cuando estos expresan el deseo de acercarse al judaísmo y convertirse. Nos resulta difícil de creer que descendientes de nazis proclamen “tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios” y de esa manera se incorporen al pueblo que sus antepasados persiguieron, empero, se trata de una realidad que se repite una y otra vez en los últimos años.

Este fenómeno, el de personas que quieren ser parte del pueblo judío habiéndole provocado dolor y sufrimiento en el pasado requiere de una explicación, pues no hay antagonismo mayor que el existente entre los valores nazis de asesinato, violencia y desprecio por la vida humana y el enfoque judío de generosidad y misericordia para con el prójimo. Aun así, hay quienes deciden pasarse de bando y convertirse al judaísmo y unirse así a nuestro pueblo.

Parte de los interesados en convertirse son parientes de nazis y otros son descendientes de alemanes que aunque a veces no sirvieron directamente en el ejército alemán estuvieron activamente involucrados en la guerra; sostenían posturas antisemitas y pregonaban el narrativo alemán según el cual nadie sabía lo que estaba realmente ocurriendo en los campos de concentración… que allí no había judíos… que si los había no se los asesinó… de todas maneras nada sabíamos… etc. Este tipo de argumentos justamente llevó a muchos alemanes a querer pasarse de bando.

Hace unos dos años conocí en la ciudad alemana de Munich a un hijo de un oficial nazi que activó en las SS. Esta persona sabía y no sabía qué había hecho su padre durante la guerra ya que una de las reglas de su familia era que no se le preguntaba a papá qué hizo en el ejército ni se hablaba de la guerra. Si bien un muro de silencio se interponía entre las generaciones los hijos finalmente supieron lo que tenían que saber. Esta persona se contactó conmigo vía e-mail y cuando se enteró que viajaba a esa ciudad para asistir a un congreso rabínico quiso encontrarme personalmente en un sitio discreto. Acordamos encontrarnos en un café de  la ciudad. En una pequeña mesa me esperaba un cincuentón de aspecto germánico, alto, rubio, de nariz respingada. No le resultó difícil reconocerme en virtud de mi aspecto judío y la kipá que cubría mi cabeza. Estrechó mi mano en son de saludo y me dijo “Shalom”. Vi en su mirada una mezcla de vergüenza y miedo. Dijo: “mi padre es mi padre biológico pero no mi padre ideológico, estoy muy avergonzado por lo que él hizo y sus acciones no me dan sosiego incluso después de su fallecimiento. Creo que no podré tranquilizarme hasta que no me haya convertido al judaísmo con todo mi ser, y de esa manera habré reparado la injusticia que mi padre perpetró. ¿Usted puede ayudarme?” Debo reconocer que si bien me he encontrado por el mundo con personas interesantes o extrañas y si bien hace años que soy juez en el tribunal de conversión, su pedido me conmocionó profundamente.

Mi interlocutor percibió mi gran sorpresa y me preguntó: “¿Usted qué opina, qué influye más en la persona, los genes alemanes y nazis que fluyen por mi sangre por ser hijo de mi padre o el alma judía que en mí anida y pide convertirse al judaísmo?”

La explicación común al deseo de descendientes de nazis de convertirse al judaísmo gira en torno al deseo de expiar las atrocidades de sus padres, neutralizar el cargo de culpa que los aflige y preservar la conciencia limpia. Se trataría de un móvil de conversión egoísta. Lo que a mi me resulta interesante de este fenómeno es que estas personas piden convertirse debido al holocausto y a pesar de este. De no haber mediado el holocausto ellos no habrían deseado convertirse al judaísmo. El holocausto se transforma así en el móvil de la conversión, y a pesar de ello se trata de un fenómeno que no alcanza a ser masivo. Según el profesor Dan Bar On, experto de la Universidad de Ben Gurión en sicología de los descendientes de criminales de guerra nazis, “el móvil de estos conversos es sumarse a la comunidad de las víctimas. Al hacerlo se quitan de encima el peso de pertenecer a la comunidad de los victimarios”. El interés por convertirse refleja el deseo de salir de la impureza del bando nazi e incorporarse a la pureza del bando judío, o en otras palabras, huir del pasado en pos de un futuro mejor.

Existe una larga lista de móviles que llevan a las personas a querer convertirse, desde fe en el Creador y deseo de cumplir sus preceptos hasta la necesidad de ser enterrado, llegado el día, junto a un cónyuge judío. Otros quieren convertirse tras haber descubierto la sabiduría judía o por haber encontrado raíces familiares judías. En este caso se trata de personas que no solamente quieren incorporar el judaísmo como acto individual sino además como forma de reparar los crímenes perpetrados por sus antepasados. ¿Acaso una conversión de este tipo es posible? Amén de las consideraciones de tipo sicológica que suscita la conversión de un nazi o descendiente del mismo, ¿la halajá lo permite? Si bien el Talmud dice que “los hijos y nietos del malvado Hamán estudiaron Torá en Bnei Brak” (Guitín 57(B)), ¿cómo es esto posible?

El rabino Moshé Halevi Shtainberg, Rabino de la comunidad de Premishlán en Galizia y presidente del tribunal rabínico de Kiriat Yam, fue consultado respecto de esta cuestión. La pregunta fue la siguiente: “¿Se puede recibir al judaísmo en carácter de converso a un ex miembro arrepentido del partido nazi de quien se supone participó en atrocidades contra nuestro pueblo?

Respuesta: Si analizamos la cuestión desde una óptica meramente humana y del honor nacional es claro que nuestra conciencia no nos permite aceptarlo en nuestras filas. Un apersona como esta, cuyas manos están manchadas de sangre judía no tiene lugar con nosotros, se lo debe alejar de nuestro campamento tal como se alejaba al impuro y ¿cómo habríamos de decirle “eres nuestro hermano”? Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente halájico no veo impedimento alguno… pues el Creador no rechaza a creatura alguna y a todas las acepta, los portones del arrepentimiento se abren todas las horas y quien pide ingresar es aceptado. Vea en la responsa “Besamim Rosh” que se le atribuye a Rabenu Asher quien escribió en el inciso 177 que se aceptan conversos de todas las naciones incluido de Amalek. Vea en el Talmud en Guitín 57 y en Sanhedrín 96 que del malvado Nerón salió Rabí Meir y el archi-asesino Nabuzaradán luego de haber degollado a miles de judíos se arrepintió y se convirtió al judaísmo y los sabios no se abstuvieron de calificarlo como “converso justo”. Por lo tanto, si el tribunal entiende que esta persona se arrepintió por completo de sus inacciones y se esfuerza por ingresar bajo las alas de la Divina Presencia, no lo hace por un beneficio personal la halajá no tiene reparos en aceptarlo como miembro del pueblo judío” (Jukat Haguer p. 103-104).

El rabino Shtainberg hace una interesante diferenciación entre el sentimiento natural humano y el espíritu de la halajá por lo que deriva el peso de la responsabilidad de la decisión a los hombros del tribunal rabínico de conversión. No cabe duda que se requiere de un temple y un valor muy especiales tanto por parte de quien solicita la conversión como de quien la autoriza.

El recientemente fallecido rabino Shmuel Halevi Wozner, en su libro “Shevet Haleví” analiza el caso de la conversión al judaísmo de alemanes y escribe: “Respecto de su pregunta sobre la tradición que se le adjudica al Gaón de Vilna en cuanto a que le pueblo alemán es descendiente de Amalek, si bien por sus malas acciones se les asemejan, aseverarlo es muy difícil. Pues respecto del converso amonita nuestros sabios ya dijeron que el rey asirio Senaquerib mezcló a todas las naciones… por lo que hablar de un converso amalecita… por lo tanto no veo impedimento alguno de aceptar a un alemán como converso y que acceda a acogerse bajo las alas de la Divina Presencia…” (Responsa Shevet Haleví, V, Ioré Deá 149).

Creo que respecto de este tema podemos aprender una interesante lección del personaje bíblico de la hija del Faraón, una mujer generosa hija de un déspota. Su padre esclavizó a los judíos y ordenó arrojar al agua a sus bebés varones, ella desobedeció el mandato paterno, salvó a Moshé y tuvo un rol decisivo en la conformación de la nación israelita y su salida de Egipto. El Faraón era un malvado pero su hija era una mujer justa, tuvo el mérito de acceder al mundo venidero y el Creador la llamó “Batiá” (“hija de Dios”). Esto nos enseña que ni la violencia ni la tiranía pueden destruir el espíritu humano o el mundo. Si bien la hija del Faraón se educó en un hogar de oscuridad, ella hizo un cambio en su vida y se transformó en una justa entre las naciones.

Por Rabino Eliahu Birnbaum