Luto post-moderno

El mes pasado visité una de las comunidades importantes de Europa y como es mi costumbre, ni bien llegué me puse en contacto con el rabino local para saludarlo. El rabino se alegró de oír mi voz y hasta me invitó para el día siguiente a un evento comunitario: un funeral. En muchas oportunidades, cuando visito comunidades, los rabinos me invitan a acompañarlos al cementerio a los efectos de participar en la purificación del fallecido, de los discursos fúnebres, de los preceptos del entierro y el funeral. Todo esto forma parte del mundo de los rabinos de la diáspora y muy probablemente esta es la razón por la cual conozco los aeropuertos y los cementerios judíos de cada ciudad en casi todo el mundo.

Si bien cada funeral es diferente y único ya que cada ser humano es un mundo en sí mismo, el funeral en cuestión no era para nada rutinario, tal como descubrirán a continuación. El fallecido había nacido en la ciudad que yo visitaba y veinte años atrás había emigrado a New York. Antes de partir al exterior estaba casado por “jupe” –Jupá, palio nupcial judío- con una mujer judía, y al radicarse en New York se separaron sin que el finado haya entregado “Guet”  (divorcio). Una vez establecido en los Estados Unidos inició una nueva relación de pareja, pero esta vez con un hombre no judío. Tras fallecer a los ochenta y dos años de edad se decidió enterrarlo junto a su familia en Europa.

Y he aquí que un viernes por la mañana, nos encontramos frente al ataúd de una persona fallecida, de un lado se encuentra su mujer judía de la cual se separó física y emocionalmente veinte años atrás sin divorciarse y del otro se encuentra la pareja masculina no judía con quien vivió en cercanía física y emocional durante las dos últimas décadas.

Hasta aquí, se trata de una escena razonable en términos de nuestro mundo postmoderno, pero grande sería la sorpresa del líder espiritual comunitario cuando la viuda y la pareja del difunto se le acercaron a realizarle una consulta rabínica. La viuda le explicó al rabino que si bien ellos nunca se divorciaron formalmente, tras tantos años de separación ella no siente cercanía suficiente al fallecido por lo que no desea guardar siete días de luto por él (“shive”), ya que no se trataba de su pareja. Por su parte, el compañero de los últimos años del fallecido le expuso al rabino el tenor de la relación que mantenían, lo profundo de su unión espiritual y emocional a pesar de no ser judío, por lo que preguntó si podía guardar luto siete días y recitar Kadish en su memoria. En otras palabras, “un mundo invertido estoy viendo”… la mujer judía no quiere guardar luto y la pareja masculina no judía, sí.

Consultas de este tipo son, sin lugar a duda, novedosas pues tienen origen en la transformación que operó la estructura familiar en un mundo que es diferente en cuanto a sus valores y en un entorno judío no tradicional y a veces hasta asimilado. Tras largos años de quehacer rabínico y ocuparme de consultas halájicas y comunitarias, pensé que ya había visto y oído todo. Sin embargo, la realidad, que es más fuerte que cualquier consideración, nos enfrenta a nuevos dilemas. Según lo expresado por Rabí Iosef Albo en “Sefer Haikarim” o “El libro de los principios” (43:23): “la Torá de Dios no puede abarcar todos los detalles de todas las épocas ya que constantemente se innovan particularidades en el área de las cuestiones humanas y estas son tan numerosas que no pueden ser incluidas en un solo libro. Por esta razón Moshé recibió en Sinaí instrucciones orales respecto de las cuestiones insinuadas brevemente en el texto escrito, para que de esa forma en cada generación los sabios correspondientes puedan encontrar la respuesta a los casos novedosos”.

La primera pregunta, respecto al duelo por una pareja separada sin divorcio formal es sumamente interesante. Según la halajá una persona está preceptuada de guardar luto por siete personas que le son cercanas en primer grado: el padre, la madre, un hermano, una hermana, un cónyuge, un hijo y una hija. Tal como precisó Maimónides: “Según la Torá una persona debe guardar luto por su padre, su madre, su hijo, su hija, su hermano y su hermana por parte de padre. Rabínicamente debe también guardar luto el marido por su esposa y la mujer por su marido así como también por su hermano o hermano por parte materna” (Levítico 21:2, Rambám Sefer HaShoftim, Hiljot Avel 2:1, Shulján Aruj Ioré Deá 374:4).

Sin embargo, ¿cómo se puede definir cercanía? ¿De acuerdo al status legal o según la situación afectiva? ¿Mientras el documento nupcial está vigente los cónyuges deben enlutarse uno por el otro? ¿Acaso en una pareja que se separó y ya no se quiere, se debe guardar siete días de luto a pesar de que se desvaneció el sentimiento de cercanía?

Uno de los primeros juristas que se enfrentó a este tema fue el “Maharshal” (Rabí Shlomó Luria 1510-1573) quien fue uno de los grandes rabinos de Polonia del siglo XVI y autor del libro que comenta el Talmud titulado “Yam Shel Shlomó”. Es difícil de transmitir en qué medida los conceptos vertidos por el Maharshal hace cientos de años dan testimonio de una inmensa sensibilidad a la psicología humana: “Llegó ante mí el caso de una persona que se peleó con su mujer y tenía claro que quería divorciarla, mas durante este episodio, la mujer fallece y le indiqué no guardar luto por ella… pues cómo se puede ordenar a alguien que se enlute cuando su corazón no está de luto, ya que no se trata de un día triste para él, y si bien nuestros sabios no diferenciaron entre cónyuges que se quieren y aquellos que no, mas en este caso, considero que corresponde hacerlo… y en este caso particular todos coinciden que no hay amargura en el corazón ni luto”. El Maharshal agrega: “He aquí que las personas se sorprendieron por mi decisión y se la envié a los rabinos ancianos de Jerusalem y uno de ellos que es un sabio destacado me escribió que ellos concordaban con mi decisión” (Yam Shel Shlomó Guitín 2:4).

Estos conceptos del Maharshal indudablemente implican una gran innovación. El deber del luto entre cónyuges no está definido únicamente por el status legal de la pareja sino también por el vínculo emocional que mantienen. En este caso, la pareja estaba por divorciarse y de hecho ya no sentían cercanía emocional o de pareja alguna. El argumento del Maharshal se basa en que “cómo se puede ordenar a alguien que se enlute cuando su corazón no está de luto, ya que no se trata de un día triste para él”. Esto significa, que no se le puede imponer luto al alma de la persona.

Aparentemente, la decisión del Maharshal fue tan novedosa que tal como lo relata, no fue fácilmente aceptada hasta que recibió el aval de los ancianos sabios de Jerusalém. De todas maneras, la mayoría de los juristas no aceptaron su postura a la hora de sentenciar halajá.

El Rav Ovadiá Iosef escribió: “en el caso de una mujer que fallece y hubo una  pelea con su marido y este había decidido divorciarla hay quienes opinan que él no debe enlutarse por ella ya que como no la ha de heredar no se enluta… empero hay juristas que discrepan y sostienen que debe guardar luto por cuanto que aún no le entregó el divorcio y sigue siendo su esposa, y en términos generales la regla a seguir es conforme a la segunda opinión” (Yalkut Iosef, Avelut 14:21).

La segunda interrogante, respecto del no judío que desea guardar luto por su pareja judía, es más rara y particular y si bien no es función del rabino el sentenciar halajá para un no judío, por una cuestión de respeto al prójimo y evitar hostilidad hacia los judíos, corresponde indicarle qué hacer, tal como lo hacían los sabios judíos principalmente en los países de oriente. El luto es un precepto y un deber tanto según la Torá como de acuerdo a las ordenanzas rabínicas. Por lo tanto, es claro que un no judío al no estar preceptuado no tiene el deber de guardar luto. Sin embargo, el luto comprende también un elemento emocional y síquico de recordar al difunto, elaborar la pérdida para poder así calmar el espíritu y poder retomar posteriormente las actividades rutinarias. La pregunta es ¿puede un no judío por propia opción guardar luto voluntariamente?

Hay casos determinados en los cuales según la halajá no es necesario guardar luto, empero, una persona puede adoptar para sí duelo parcial, esto es, rasgar su ropa y otras costumbres luctuosas como en el caso de un alumno que pierde a su maestro más significativo (Shulján Aruj Ioré Deá 374:10) o un hijo adoptado por sus padres adoptivos, un converso por sus padres bilógicos. Asimismo, la halajá reconoce que si un familiar cercano guarda luto siete días sus hijos y miembros de su familia nuclear adoptan esa semana algunas costumbres luctuosas. Según la halajá, toda persona que siente gran pesar por el fallecimiento de una persona puede guardar costumbres luctuosas (Tshuvot Vehanhagot III Ioré Deá 373 y Ramá Ioré Deá 374:6, allí dice que toda persona puede guardar costumbres luctuosas).

Por lo tanto, la semana de duelo es al mismo tiempo un deber y una posibilidad. En algunos casos, cuando se trata de parientes cercanos en primer grado se trata de un deber y en otros, la persona puede decidir si adopta o no costumbres luctuosas por una persona cercana y querida que falleció aunque no esté formalmente obligado.

Existe un bonito relato en el Midrash que nos enseña que hay antecedentes de no judíos que guardaron una semana de luto no como obligación sino por necesidad y opción personales. Cuando falleció la madre de Avnimos Hagueradí (no judío que era considerado filósofo y amigo personal de Rabí Meir) Rabí Meir fue a visitarlo para honrarlo y los encontró guardando luto. Un tiempo después falleció su padre y Rabí Meir volvió a visitarlo para honrarlo (Midrash Rut Parashá 2).

Respecto del recitado de Kadish por parte de un no judío, esto implica un problema, pues se trata de una cuestión referida a la santidad y al rezo, mediante la cual el judío santifica el Nombre de Dios. Sin embargo, en nuestro caso la pareja no judía del difunto se conformó con recitar un Salmo en su honor y todo se solucionó para beneplácito de las partes.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Bendiciones a parejas y familiares no judíos

¿Qué debería hacer el rabino de una comunidad de la diáspora en un caso como este?

Al momento de abrirse el Arca Sagrada en una sinagoga sefaradí y al concluir la lectura de la Torá en una ashkenazí se acostumbra a recitar una plegaria por la mejoría de todos los enfermos y enfermas del pueblo de Israel. Según la usanza sefaradí se recita “Dios por favor sánalo, Dios por favor sánalo, Dios por favor sánalo, cúralo, dale fuerzas, robustécelo y devuélvele su anterior vigor, que sea esta Tu voluntad y todos diremos Amén”; y según la ashkenazí: “Quien bendijo a nuestros ancestros Abraham, Itzjak, Yaakov, Moshé, Aharón, David y Shlomó; Sara, Rivka, Rajel y Lea, bendecirá y sanará al enfermo fulano hijo de mengana… le enviará pronto curación completa desde el cielo a sus 248 órganos y 365 tendones y articulaciones junto a los demás enfermos del pueblo de Israel, le concederá salud espiritual y física…”.

En estos momentos, se acercan al Arca Sagrada o a la tarima donde se lee la Torá todos aquellos que tienen un familiar enfermo y piden por su mejoría. El momento en el cual el encargado de la sinagoga (“gabai” o “shames”) anuncia que se habrá de recitar la plegaria por los enfermos (“misheberaj”) es uno de los más emocionantes del servicio ya que es cuando los presentes claman los nombres de sus seres queridos para sumarlos a la oración expresando así el anhelo por su recuperación. En esta plegaria se revelan y manifiestan la preocupación y la responsabilidad que se asume por el prójimo y su bienestar tanto físico como espiritual.

Hete aquí que en una de las sinagogas de la diáspora en las que recé recientemente, me tocó presenciar que uno de los asistentes al rezo pidió una plegaria de pronta mejoría para su novia llamada “María hija de Cristina”. El rabino conocía bien a quien formuló la petición y ésta le sorprendió de sobremanera. Balbuceando le dijo: “pero tu novia no es judía…”, a lo que el muchacho le respondió: “Lo sé, pero tuvo un accidente y siento la necesidad de rezar por su mejoría, no le pido que nos case sino solamente que recite la plegaria para que se recupere, y ¡ella misma me pidió que se lo solicite!”.

¿Cómo se debe actuar en un caso como este? ¿Se puede orar por la mejoría de la novia gentil de un muchacho judío? ¿Se puede rezar por la mejoría de la esposa gentil de un judío? ¿Acaso es la forma correcta de acercar al muchacho judío a la sinagoga y evitar que se aleje de ella?

Este caso, sin duda, expresa las características singulares de la existencia judía en la era postmoderna, acechada por peligros y riesgos al tiempo que plena de posibilidades y desafíos. La vida judía contemporánea no es para nada sencilla y sus componentes no son obvios o naturales tal como lo era en el pasado. Hoy día, la vida judía está basada en la posibilidad de elección del individuo. En muchas de las comunidades de la diáspora judíos casados o ennoviados con mujeres gentiles asisten asiduamente a la sinagoga en Shabat para así, mediante la inmersión en la experiencia del rezo comunitario, mantener el vínculo con la tradición ancestral. Hasta hace algunas décadas esto no ocurría pues cuando un judío desposaba una mujer gentil, de hecho estaba optando por alejarse de la comunidad y del pueblo de Israel. Sin embargo, hoy en día vemos que a ojos de las personas involucradas existe la posibilidad de conciliar ambos mundos. Es posible asimilarse y al mismo tiempo mantener una identidad judía, es posible vivir con una pareja gentil y asistir cada Shabat a la sinagoga e incluso cuidar en la casa las reglas de la kashrut. En el pasado existía una correlación entre la asimilación, o sea, la pérdida de identidad judía y la exogamia o matrimonio con un gentil, empero, en nuestra sociedad post moderna es posible mantener diferentes identidades y abrazar diferentes verdades simultáneamente. Aparentemente, se puede mantener una identidad judía junto a una pareja gentil sin mayores contradicciones (por supuesto que no veo en esta situación algo recomendable o ideal, simplemente describo una realidad frecuente en el  mundo judío).

El Talmud en el Tratado de Guitín (61(A)) nos enseña: “se da limosna a los indigentes gentiles al igual que a los judíos, se visita a los enfermos gentiles al igual que a los judíos, se entierra a los muertos gentiles al igual que a los judíos en aras de mantener una convivencia pacífica” (“mishum darkei shalom”). El Talmud entiende que existe una necesidad de mantener relaciones justas e igualitarias entre judíos y gentiles en todo lo referente a lo asistencial y al bienestar social “en aras de una convivencia pacífica” por lo que se visita al gentil durante su enfermedad.

El Rav Ovadia Iosef fue consultado si se permite a un converso rezar por la salud de su padre que yace agónico, y este respondió:

“Según lo antedicho es claro que si los padres del converso son musulmanes y están enfermos se permite que rece por ellos para su pronta mejoría ya que no son idólatras. Se puede también decir que si sus padres son cristianos, por lo que agregan a la fe en el Dios único, otras figuras, no se los considera idólatras ya que los Ba´alei HaTosafot comentaron en el Tratado de Sanhedrín 63(B) que los hijos de Noaj (las naciones) no fueron advertidos respecto de la prohibición de creer en otras entidades además de en Dios por lo que está permitido orar por ellos… y por lo tanto corresponde orar por él ante HaShem en cuyas manos se encuentran los destinos de todos los seres vivientes, y si el gentil en cuestión no es digno de una pronta mejoría Dios hará lo correcto ante Sus ojos y no se debe prohibir esta plegaria bajo ningún concepto. Menos aún se debe de prohibir si el gentil es quien pide que se ore por su salud ya que ello es una muestra clara de que cree en HaShem y entiende que no hay nada imposible para Él, por lo que se puede rezar por esta persona”. (Responsa Iabía Omer VIII Oraj Jaím 38).

El Rav Ovadia Iosef, tal como es habitual en su filosofía halájica, encuentra un camino digno y apropiado para permitir que se rece por la salud de padres no judíos tanto se trate de musulmanes como de cristianos. Además, él ve un mérito especial en el hecho de que el gentil es quien pide ser bendecido mediante una plegaria judía lo cual manifiesta claramente su fe en el Dios de Israel aunque no pertenezca a nuestro pueblo. De esta respuesta se puede aprender respecto de nuestra pregunta inicial y entender que no hay prohibición de orar por la salud de un familiar no judío, y en mi opinión, hacerlo tiene la ventaja de reforzar el vínculo del judío que ora a su tradición.

Considero que en dilemas de este tipo debemos contemplar la totalidad del panorama que se nos presenta y sopesar posibles beneficios frente a perjuicios así como también tomar en cuenta el sentir del judío que pide una plegaria para su pareja gentil. A pesar de lo complejo y delicado de la situación en la cual un rabino recita una plegaria por la esposa gentil de un judío, no veo en ello una aprobación general de la situación familiar de este ni una conciliación a posteriori con la exogamia. Por otra parte, si no se respeta a la pareja gentil del judío así como también sus sentimientos y pedidos, podemos provocar su alejamiento de su tradición milenaria.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Puerto Rico y las raíces judías de los indígenas

Efectivamente, hay algunos confines de la tierra por los que no me he aventurado, empero, a Dios gracias, año tras año su número se encuentra en franco descenso. Uno de los países a los que no había llegado era Puerto Rico, más recientemente fui invitado a esa tierra para dictar una conferencia en un congreso interreligioso sobre “las raíces hebreas de los indígenas americanos”, y la visita me alegró mucho.

Puerto Rico es una isla situada en el Mar Caribe en el archipiélago de las Antillas Mayores. Desde el punto de vista político se trata de un protectorado norteamericano pero desde el punto de vista cultural se trata de una sociedad latinoamericana. Su ciudad capital, San Juan, fue declarada por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Esta isla tropical fue bendecida con trescientas playas serenas, de arena blanca, con profusos palmares y un paisaje deslumbrante. Sin embargo, más allá de las bellas costas tropicales, al interior de la isla se esconde una apasionante historia judía amén de la comunidad israelita más numerosa del Caribe. A diferencia de otras islas de la región que son ricas en su memoria judía, en Puerto Rico no hay testimonios documentados de esta con anterioridad al siglo XX. Habiendo sido una isla dominada por la corona española hasta 1898, se trataba de un sitio poco amigable para judíos en virtud de las leyes que impedían su presencia. La historia judía en Puerto Rico se remonta al siglo XV. Los primeros judíos que arribaron a sus costas eran “conversos”, criptojudíos que mantuvieron sus tradiciones a escondidas de los celosos ojos de la iglesia católica y esperaban encontrar en la isla un remanso a las persecuciones de las que eran objeto, en virtud de la distancia geográfica que los separaba de la península Ibérica. Para su infortunio, España estableció colonias en el Nuevo Mundo y la Inquisición se instaló en estas, por lo que los criptojudíos debieron alejarse de los centros poblados y establecerse en las zonas montañosas más alejadas. La vida de los judíos en Puerto Rico mejoró una vez que España capituló ante los Estados Unidos en 1898 entregándole la isla.

El primer gran grupo migratorio de judíos llegó en los años 30 y 40 del siglo XX escapados de Europa y los horrores del nazismo. La segunda ola migratoria judía tuvo lugar en los años 50 tras el triunfo de Fidel Castro en la revolución cubana de 1959. Unos quince mil judíos abandonaron Cuba, la mayoría se asentó en Miami, Florida, pero muchos lo hicieron en Puerto Rico. Estos inmigrantes engrosaron las filas de la floreciente comunidad judía puertorriqueña tanto en número como en fervor religioso.

En Puerto Rico existe hoy la mayor y más variada comunidad judía del Caribe con unos dos mil miembros, que se reparten entre diferentes sinagogas pertenecientes a todas las corrientes: ortodoxa, conservadora y reformista. En San Juan hay tres sinagogas: la comunidad conservadora “Sha’arei Tzedek” fundada en 1953, la reformista “Beit Shalom” establecida en 1967 y un “Beit Jabad” abierto en 1997. Asimismo, existe una pequeña comunidad de jasidei “Satmer” al occidente de la isla conocida bajo el nombre de “Torat Jesed” y está formada por descendientes de criptojudíos y conversos que eligieron seguir esta línea religiosa.

En la isla existe un importante número de cristianos que sostienen ser descendientes de criptojudíos y algunos de estos se encuentran en proceso de acercamiento al judaísmo. Muchas familias isleñas poseen apellidos judíos tales como: Rodríguez, Méndez, Gómez y Cardozo. Estos habitantes llegaron a Puerto Rico tras la conquista española y permanecieron allí a pesar de los reglamentos que prohibían la presencia judía en la isla.

El congreso del cual participé se ocupaba de las raíces hebreas  de las tribus que habitaban el Caribe y Centroamérica. Fue muy sorprendente y emocionante escuchar a los distintos académicos explicar por qué, en su opinión, los primeros habitantes de la región fueron judíos. Una de las teorías más interesantes sostiene que a cada una de las islas llegó una de las tribus exiliadas de la tierra de Israel, en otras palabras, esto significa que los indígenas americanos son descendientes de las diez tribus perdidas. En Puerto Rico se cree que los indígenas eran descendientes de la tribu de Efraím.

Uno de los hallazgos más interesantes que nos ilustra sobre la historia remota de los habitantes de la isla es una serie de monolitos antiguos que en opinión de muchos investigadores prueban el arribo de las diez tribus perdidas a costas puertorriqueñas. Estas piedras fueron halladas en 1880 por el Padre José María Nazario -1838-1919- en la ciudad de Guayanilla. Según cuenta la leyenda, una anciana que agonizaba llamó al cura para mostrarle la biblioteca indígena y cuando este llegó encontró unas ochocientas piedras que en su opinión exhibían letras hebreas y símbolos judíos amén de un estilo de grabado sobre la piedra diferente al del común de los isleños. El Padre Nazario escribió un diario con letra manuscrita en el cual buscaba demostrar el origen judío de las piedras, pero con el correr de los años este libro desapareció.

Hace algunos años, el arqueólogo Daniel Rodriguez Ramos – a quien conocí durante mi visita- investigó estas piedras, les efectuó pruebas de carbono 14 y descubrió que efectivamente se trata de monolitos de la era precolombina, de entre el 900 y el 800 A.E.C. En su opinión, estas fechas coinciden con la época en la cual las diez tribus de Israel fueron exiliadas, esto es, en el 786 A.E.C. Lo innovador de esta extraña tesis radica en que las tribus israelitas exiliadas por los asirios habrían llegado al continente americano antes que Cristóbal Colón; en otras palabras, Colón no habría descubierto el Nuevo Mundo sino los judíos (Colón llegó a la isla de Puerto Rico en su segunda expedición el 19 de noviembre de 1493).

De acuerdo con estos hallazgos, Colón no llegó a las Américas por casualidad ni descubrió la región de manera sorpresiva sino que planificó llegar al Nuevo Continente sabiendo que hay judíos y a los efectos de sumárseles. Otros sostienen que la razón oculta de la expedición de Cristóbal Colón era la de encontrar a las diez tribus perdidas del pueblo de Israel. Por esta razón incorporó a la tripulación a un traductor del idioma hebreo (Luis de Torres o por su nombre hebreo Iosef Ben Haleví Haivrí). En mi opinión se debe considerar con seriedad la posibilidad de que Cristóbal Colón haya sido presa de la obsesión por encontrar a las tribus perdidas, pues su hallazgo habría sido un paso de importancia que anunciaría la pronta redención y el arribo del Mashíaj, lo cual habría aliviado a los judíos del sufrimiento de las persecuciones inquisitoriales. Por supuesto que el hecho de ser estas novedades tan radicales, les quita credibilidad a ojos de muchos de los investigadores.

Los investigadores contemporáneos no son los primeros en sostener la tesis de que las tribus perdidas se encuentran en el continente americano. El rabino holandés Menashe ben Israel (1604-1657) escribió en su libro “Tikvat Israel” (“La Esperanza de Israel”) publicado en Londres en 1652 el testimonio de un criptojudío portugués  llamado Aharón Levi o en portugués Antonio de Montesinos, quien relata que en sus viajes por América del Sur (Ecuador, Perú , Colombia y Venezuela) se topó con tribus indígenas que mantenían costumbres judías, sabían recitar el “Shemá Israel” y en su opinión se trataba de descendientes de las tribus de Reuvén y Leví. Menashe ben Israel apoyaba esta tesitura de modo entusiasta y por ello escribió en su libro:

“Las costumbres y las leyes de estas tribus se asemejan en su mayoría a las de los judíos lo cual es una señal de que los indígenas las aceptaron y cumplieron cuando judíos habitaron entre ellos… los habitantes de las islas advierten a sus mujeres que no asistan a sus templos sin haberse purificado previamente… consideran un gran pecado cohabitar con una mujer parturienta… y los que habitan en México guardan el jubileo… y también el día sábado y cada Shabat asisten a sus templos idólatras, rezan fervientemente y sacrifican ofrendas, divorcian a sus mujeres mediante “Guet” y los habitantes de Peruania cumplen con las leyes del levirato, además, los indígenas saben que el mundo fue creado y que pasó por un diluvio… y de todo lo anterior resulta evidente que los hijos de Israel habitaron esas tierras y los indígenas adoptaron de estos sus leyes y sus  costumbres” (Tikvat Israel cap. 3).

El origen hebreo de los indígenas de la región es un tema que se encuentra entre la realidad y la ficción, entre la leyenda y la historia. Empero, tal como acostumbro a puntualizar, no importa tanto cuál es la verdad histórica sino aquello que las personas desean pensar y creer. El mero hecho de que exista la creencia de que es probable que los indígenas americanos sean  descendientes de judíos genera un vínculo y un apego entre estas diferentes naciones y el pueblo de Israel, y es bueno que así sea.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Un perfil de la Aliá

Tras varios períodos de sionismo realizador, los judíos de la diáspora ya no sienten una intensa necesidad de hacer aliá. Un esbozo de diversas tendencias migratorias judías hacia Israel con motivo del cuadragésimo quinto aniversario de mi aliá.

En estos días celebro cuarenta y cinco años de mi aliá. Tenía trece años y medio de edad cuando me separé de mis padres y mi hermana que vivían en Uruguay y vine solo a Israel. En esos tiempos había diversos programas de “Aliat Hanoar” que ayudaban a muchachos jóvenes a asentarse en Israel, similares al actual plan “Naalé” (sigla hebrea de “jóvenes que inmigran antes que sus padres”). Esos eran días de ideología sionista y anhelos por Sión. Muchas veces me preguntaron y otras yo me pregunté a mi mismo ¿por qué había hecho aliá? ¿Cómo tomé la decisión de irme a Israel sin mis padres? ¿Cómo es que un muchacho tan joven toma solo una decisión tan importante para el resto de su vida? Desde la perspectiva de los años transcurridos, me resulta difícil responder a estas interrogantes aun para mí mismo, quizás porque carecen de una única respuesta racional o quizás porque son muchas y además variadas.

La leyenda familiar relata que durante la ceremonia de mi Brit Milá en Uruguay, mi padre, de bendita memoria, me vistió con ropajes reales, un uniforme del Ejército de Defensa de Israel. Me elevó y me bendijo con que algún día tendré el mérito de ser un soldado y un oficial en el ejército israelí. Más adelante, cuando decidí hacer aliá, me presenté tembloroso ante mi padre y le dije que quería irme a estudiar a Israel. Él me respondió que aún era muy joven y que además mi madre no me lo permitiría. Le contesté: ¿acaso en el día de mi Brit Milá no me bendijiste con que algún día sería soldado y oficial en el ejército de Israel? ¿Cómo voy a poder hacerlo sin ir a Israel? Dado que él era quien me había bendecido, le pedí que arregle el tema ante mi madre y a Dios gracias así fue. Mi padre tuvo el mérito de verme después de mi aliá e inclusive falleció en Israel dos meses después de que recibí el rango de oficial del ejército.

Si bien no comulgo con una visión mística de la vida y la realidad, como dato curioso puedo contarles que mi carrera como viajero en el mundo judío la comencé en aquél viaje de Uruguay a Israel vía Roma mediante la ayuda que recibí del mismísimo Profeta Elías (Eliahu Hanaví). Al llegar a la capital italiana teníamos que pasar la noche en un hotel para conectar a la mañana siguiente el vuelo de continuación a Israel. Tanto mis padres como los funcionarios de Aliat Hanoar me indicaron que por la noche debía permanecer en el hotel sin salir. Empero, una cosa son las indicaciones y otra muy distinta las acciones. Era mi primera vez en Roma por lo que decidí salir a conocer la ciudad que encierra esa esplendorosa historia y pasar por el Arco de Tito, camino a la tierra de Israel. Es así que tomé el tren desde el hotel, que estaba próximo al aeropuerto, en dirección al Arco de Tito y otros sitios históricos. El único inconveniente fue que como aún no era un viajero experimentado no atiné a llevar conmigo anotado el nombre del hotel y después de pasear por la ciudad un par de horas me perdí y no tenía idea de cómo regresar. Tras caminar largamente por las calles y mercados de la ciudad, pasada  ya la medianoche y presintiendo ya que iba a perderme el vuelo, se me acerca una persona barbada de aspecto bíblico y me preguntó en hebreo: “jovenzuelo, ¿a dónde vas?”  “Voy a Sion” – le respondí. Esta persona insistió y me preguntó: “¿y dónde vas a pasar la noche?” Le respondí que no sabía el nombre del hotel. Me hizo una serie de preguntas identificatorias hasta que me dijo: “tu hotel se llama ´Portones de Roma´ y está en la calle Castello número 33”. Me acompañó en el viaje por tren, hasta me compró el boleto y en un determinado momento me indicó que me baje, y así lo hice. Gracias a él estoy hoy en Israel a pesar de que desconozco su nombre o su identidad.

Etapas en la aliá

Creo que se puede dividir la situación de la aliá de los últimos  sesenta y nueve años en tres etapas diferentes. La primera es la etapa de la crisis y la reunión de las diásporas. En esos primeros años de existencia, el Estado de Israel actuó como centro y refugio del pueblo judío para comunidades en crisis. Los procesos de fundación del Estado y recuerdo del Holocausto, el arribo de los sobrevivientes de la guerra y posteriormente el arribo de los judíos originarios de los países árabes trajeron el primer contingente migratorio al país. En esos primeros años llegaron a Israel comunidades judías enteras provenientes de Bulgaria, Marruecos, Irak, Yemen, India, Cochín y demás. El Estado de Israel cuidaba a los judíos y estos a su vez cuidaban de él.

La segunda etapa fue la de las guerras y el sionismo. Las guerras de la independencia, de los seis días y de Yom Kipur fueron un símbolo de heroísmo y resultaron motivo de orgullo para los judíos del mundo entero e impulsaron la aliá de muchos, no por temor a su seguridad personal, sino en virtud de la convicción en cuanto a que es bueno vivir en nuestro país y hasta morir por él. Las guerras generaron orgullo nacional e identificación con Israel como el Estado del pueblo judío.

Sin embargo, hoy, en mi opinión, nos encontramos en una tercera etapa, la más difícil de las tres. El pueblo judío se transformó en cosmopolita, el nuevo judío se va a sí mismo como ciudadano del mundo y se siente en casa en todas partes. Muchos se autodefinen como miembros del pueblo judío pero no necesariamente como pertenecientes a la nación israelita que tiene en el este Estado su patria y centro. El Estado de Israel no representa un elemento importante de identidad judía y entonces el pueblo se aleja de este paulatinamente. Según el último informe  “Pew” publicado recientemente en los Estados Unidos 7 de cada diez judíos americanos (69%) expresaron sentir un nexo emocional con el Estado de Israel sin que por ello piensen en hacer aliá. Un 43 % de los judíos norteamericanos perciben a su identidad judía como basada en la preocupación por el Estado de Israel, sin embargo, esto no implica que vean como necesario el hacer aliá. Esta actitud encierra un aspecto de preocupación mas no de responsabilidad o compromiso por Israel. Hoy día los judíos no padecen prácticamente en ningún país del mundo en virtud de su identidad. La etapa de la pobreza y el padecimiento quedaron atrás y la generación del high tech y los start up considera que otros países del mundo, y no solo Israel, son una opción suficientemente buena para radicarse y trabajar. Debemos recordar que en los últimos años la enorme mayoría de los judíos no reside en países pobres sino de ingresos medios y altos, muchos de estos más prósperos y desarrollados que Israel.

A lo largo de la historia y también en los últimos años es mayor el número de judíos que migran de país en país al número de olim que llegan a Israel. Más de doscientos mil judíos migraron de Rusia y Ucrania hacia Alemania, judíos franceses migran a Suiza y Norteamérica, judíos sudafricanos migran a Australia y Nueva Zelanda, judíos de Caracas migran a Panamá y a Miami y de esa forma el judío continúa siendo un pueblo errante entre las naciones sin sentir necesidad o deseo de hacer aliá.

No existe el sionismo clásico

Amén de la migración judía, existen otros factores que alejan a los judíos del sionismo y del Estado de Israel. Vivimos en un mundo sin ideologías. Las creencias y las ideas que dieron forma a la humanidad en general y al pueblo judío en particular desaparecen paulatinamente de nuestras vidas. La identidad judía de nuestros hermanos de la diáspora se debilita paulatinamente a pesar de los múltiples planes educativos que incluyen visitas a Israel. Además, un sinnúmero de aspectos políticos dificultan al judío occidental liberal en su identificación con Israel y por ende la aliá. La brecha creciente entre las identidades judías de Israel y la diáspora le genera al olé dificultades a la hora de insertarse en el país y sentir que todos formamos parte de un mismo pueblo. La asimilación y los matrimonios mixtos afectan la identidad de los judíos de la diáspora y por ende también del lugar de Israel en sus conciencias. Además, los temas de la relación entre Estado y religión alejan también a judíos que no ven con agrado ni el marco institucional ni la imposición religiosa existentes en Israel. A ello es necesario agregarle el debilitamiento del poder de los estados en el mundo postmoderno y el empoderamiento de los individuos y de las comunidades.

De esta forma, en mi opinión, se creó una situación en la cual ya no existe más el sionismo en su formato ideológico clásico, sin embargo, hay aliá por razones prácticas y utilitarias o como consecuencia de crisis económicas y políticas, por efecto del ingreso de musulmanes a Europa o por causa del antisemitismo.

En el año 2015 llegaron a Israel 30.000 judíos, 8.000 provenientes de Francia, 7.000 de Ucrania, 6.500 de Rusia,  3.000 de Etiopía y de otros países que atraviesan crisis como Venezuela y Brasil. Asimismo, llegan a Israel continuamente familias provenientes de Norteamérica e Inglaterra que buscan dar a sus hijos una educación judía de alto nivel sin tener que pagar 25.000 dólares de matrícula por niño por año.

Sin embargo, a pesar de los procesos que operan sobre el pueblo judío en la diáspora y los cambios en la actitud hacia el sionismo y la aliá, debemos recordar aún que existe una diferencia sustancial entre los judíos de Israel y sus hermanos diaspóricos, estos últimos no son independientes. Su existencia depende de la política adoptada por el país que los acoge, viven como minoría en una sociedad mayoritaria que determina su condición. En el Estado de Israel vivimos en un país en el cual la mayoría es judía y en el cual nosotros somos quienes determinamos nuestro futuro y nuestro destino. Alcanza con esto para ver, también hoy en día, a la aliá como un acto de gran valor.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Del escritorio de un rabino en la diáspora Rezar en un avión o en un aeropuerto

El viajero religioso se enfrenta a no pocas dificultades y desafíos cuando viaja al exterior, pero en mi opinión uno de los más importantes es el tema del rezo. En esta cuestión se conjugan dificultades técnicas relativas al lugar y al tiempo así como también aquellas relativas a la concentración  y la sensación personal durante la plegaria. El sitio y el entorno  en los cuales la persona reza definen su posibilidad de concentrarse, su sentimiento y su experiencia religiosa. Si una persona reza en un lugar en el que no se siente a gusto, esto afectará su oración y su sentir tanto humano como judío.

Hay veces que los vuelos despegan en horarios que no son ni mañana ni noche y en los cuales todavía no se puede colocar tefilín. Además, a veces el horario en el que está permitido rezar comienza y concluye durante el vuelo, lo cual nos obliga a rezar a bordo o en el aeropuerto entre una conexión y otra. En los vuelos de El Al en los que la mayoría de los pasajeros son “paisanos nuestros” no hay mayor dificultad, pero cuando se vuela en compañías extranjeras o en vuelos internacionales que no parten desde Israel, rezar con talit y tefilín se transforma en un espectáculo para la generalidad de los pasajeros que genera tanto incomodidad como una sobre exposición innecesaria. En determinados vuelos o aeropuertos, rezar en público puede significar un riesgo a la seguridad personal. Recuerdo que hace unos años viajé a la India vía Amán – Jordania y no me sentí cómodo de rezar en el aeropuerto ni tampoco durante el vuelo de Air Jordan, en el que los pasajeros que me rodeaban vestían “kafías”.

En este artículo de “Rabino Internacional” intentaré explicar todo lo referido al rezo en aviones o en aeropuertos, tanto desde el punto de vista halájico como del punto de vista práctico, para así dar algunas recomendaciones interesantes que en mi opinión habrán de resultar relevantes para los viajeros.

El tema del rezo en un avión despierta una serie de preguntas. ¿Cuándo rezar? ¿Hacerlo con minián (quórum de diez) o a solas? ¿Rezar de pie o sentado? ¿Hacia dónde dirigirse durante el rezo? ¿Cómo manejar la cuestión de la exposición pública durante la plegaria?

Es claro que estando en un avión es menester cumplir con los horarios de los rezos. El horario de rezo en un avión se fija según la ubicación del mismo, esto es, según el territorio que se encuentra debajo en cada momento dado o según el espacio aéreo que se atraviesa. Si el avión se encuentra sobre New York los horarios de rezo en el avión serán los de la ciudad y si este cruza el mar se fija el horario de rezo según el país o ciudad más cercanos. En lo personal, prefiero siempre rezar antes de subir al avión o tras descender de este si todavía es horario de hacerlo.

En uno de mis viajes, volé junto al Rabino Simja HaCohen Kuk, Rabino titular de la ciudad de Rejovot. Le pregunté qué opinaba respecto de rezar con  minián en un avión y si coincidía con aquellos juristas que lo prohíben. Su respuesta fue: “En estos temas se requiere no solo de la halajá sino también de sano criterio, por ello, por una cuestión de lógica y respeto por el prójimo no se debe rezar con minián durante un vuelo”. Además, la plegaria pública mayormente implica una molestia para el personal de a bordo que atiende a los pasajeros y cuando el minián tiene lugar cerca del baño, el mal olor que de  allí se despide agrega una razón más para no rezar en esos sitios.

Respecto del deber de rezar de pie, en el avión esto implica una dificultad tanto desde el punto de vista de la aglomeración (al menos en clase turista) como por las oscilaciones de la aeronave que pueden causar la pérdida de la concentración. En el Shulján Aruj (Oraj Jaím 94:4-6) se indica que “quien monta en burro no necesita descender para rezar aunque tenga quien le tenga el animal sino que puede rezar en el camino. Si se encuentra en un barco o viaja en una carreta, si puede rezar de pie que lo haga y sino que ore  sentado en su sitio”. También hoy día, es mucho más seguro y más cómodo rezar sentado. El Rabino Ovadiá Iosef y otros juristas escribieron que “una persona que viaja sentada en el autobús o en el avión y ve que se le acaba el tiempo de rezar y no puede ponerse de pie, que lo haga sentado para así poder concentrarse mejor”. Es claro que si no se reza de pie no es necesario dar tres pasos hacia atrás pues no se puede caminar. En cuanto a las reverencias o inclinaciones durante el rezo, alcanza con inclinar solamente la cabeza. Asimismo, el Rambám (Maimónides) escribió en sus leyes referentes al rezo (Hiljot Tefilá 5:1) que estar de pie no es requisito previo para poder rezar. Según la halajá, si se rezó sentado no es necesario hacerlo posteriormente de pie (Mishná Berurá fin del inciso 94).

Respecto del deber de dirigir la plegaria hacia la tierra de Israel, es prácticamente imposible de cumplirlo en un avión, especialmente para quienes rezan sentados. Por lo tanto, es necesario orientar el corazón hacia el Creador y hacia la tierra de Israel aunque se esté sentado en dirección contraria (Shulján Aruj, Oraj Jaím 94:3).

En cuanto al tema de rezar a la vista de los demás pasajeros, para mí es algo muy difícil. Me considero un judío orgulloso de su pertenencia nacional y su legado religioso. Escribí anteriormente en este mismo espacio que la kipá no baja de mi cabeza ni siquiera en sitios en los cuales quizás sería más prudente hacerlo. Pero en mi opinión, el tema del rezo en público a la vista de no judíos es algo diferente. No me avergüenzo de mi judaísmo, pero no siento necesidad ni veo razón para hacer con este un show. Si en medio del vuelo una persona se envuelve en el talit y coloca tefilín es natural que los demás pasajeros lo miren y es de suponer que esto ha de afectar tanto la concentración como el sentir de quien reza. Mi sensación es que el momento del rezo es uno de los más íntimos que tiene el creyente con su Creador y no hay ninguna necesidad o razón para compartirlo con otras personas que no son de nuestro pueblo. En mi opinión, en estos temas es necesario tomar en cuenta la sensación de la persona que reza.

A los efectos de lidiar con esta situación en aquellos trayectos aéreos que demandan rezar a bordo sin que sea posible posponer la plegaria, desarrollé una serie de métodos de supervivencia que quisiera compartir con mis lectores. El primer método se llama “ajustar el reloj”. En vuelos largos hacia el este, como por ejemplo de los Estados Unidos hacia Israel, el tiempo se acorta por lo que las personas continúan durmiendo tras la salida del sol y cuando ya hay luz en el exterior. Por eso, en esas situaciones, yo me programo un pequeño reloj que me despierte al primer horario en el que se puede recitar Shajarit que es cuando la generalidad de los pasajeros aun duerme y si alguien me ve rezando, probablemente piense que está soñando.

El segundo método es el “cuarto de azafatos”. En los aviones grandes hay un camarote para el personal de a bordo. A veces estos se encuentran en el piso superior del avión, otras, en la parte posterior o separados por cortinas. Cuando tengo que rezar en el avión suelo pedir al encargado de a bordo en un lenguaje respetable que soy un Rabbi y necesito orar en soledad por lo que le solicito su ayuda en esta cuestión. Generalmente, los azafatos gentiles respetan a los líderes religiosos de los diferentes credos y en la búsqueda de brindar un buen servicio encuentran una solución y me adjudican un pequeño espacio cerrado en el cual rezar.

El tercer método es el de “la frazada”. Se trata de una invención de mi autoría desarrollada a lo largo de muchos años de viajes. Como es sabido, a cada viajero se le adjudica una manta para las horas de descanso. Mi recomendación es que cubran la mitad superior del cuerpo hasta encima de la cabeza y bajo esta podrán rezar cómodamente a salvo de las miradas de los demás pasajeros. Bajo la manta se puede colocar tefilín y rezar sentado. En este caso, recomiendo no envolverse en el talit sino hacerlo al llegar al hotel o a destino. He rezado así numerosas veces y a quien observa le parece que duermo, sin sospechar que bajo la manta erigí un pequeño santuario. Es claro que todos estos métodos demandan que el rezo sea breve, por lo tanto, se pueden recitar las bendiciones matinales y los cánticos de alabanza de manera normal para luego ingresar en uno de los escondites antes mencionados, y allí recitar tanto el “Shemá” con sus bendiciones como la “Amidá”.

Asimismo, la plegaria en el aeropuerto puede resultar incómoda por las miradas del público. En estos, las soluciones prácticas suelen ser variadas y sencillas. En primer lugar, siempre se puede buscar un rincón tranquilo y silencioso por el que no pasan viajeros. Estos sitios suelen encontrarse en los extremos de las terminales o en el segundo piso. Quien tiene acceso a los clubes o salas de espera privadas de las aerolíneas, puede dirigirse en estos a las salas de reunión donde es dable encontrar rincones tranquilos poco frecuentados.

Otro consejo es buscar las salas de cambiar pañales de los aeropuertos, que suelen encontrarse en los aeropuertos europeos y generalmente son de dimensiones no pequeñas y cuentan con mesas, piletas para lavar las manos y normalmente carecen de retrete. Solo es necesario revisar que la habitación está limpia y no hay pañales usados en el tacho de basura. De ser así, se puede entrar a esta habitación, cerrarla y rezar con tranquilidad.

En algunos sitios del mundo, el aeropuerto destina una sala de rezo para cada religión, como por ejemplo, en el de Frankfurt. Sin embargo, en otros países no se adjudica una sala separada a cada religión sino que existe una capilla interreligiosa para todos los credos. En estas salas se tiene cuidado que no hayan símbolos ni estatuas de ninguna religión sino únicamente mesas sillas y alfombras (para el rezo de los musulmanes). En algunas partes estas salas son definidas como de meditación e introspección para que quede claro que no pertenecen a ninguna religión específica. En estas salas no hay idolatría ni símbolos de esta por lo que está permitido rezar en ellas, ya que no se trata ni de iglesias, ni de mezquitas sino de salas de meditación. Estas salas no se pueden definir como sitio religioso sino como puntos de reunión y descanso en beneficio de los pasajeros que procuran silencio para poder rezar. En estos sitios no hay “nada impropio o relativo a al  paganismo, la herejía o la idolatría, cuyo carácter prohibido está siempre vigente” (ver responsa Tzitz Eliezer XII 15, Responsa del Maharam Shik Oraj Jaím  67 y 68). En general, en el aeropuerto suelen haber letreros que indican la ubicación de este tipo de salas, las cuales suelen ser muy silenciosas y agradables. Cada vez que hice uso de estas salas me encontré  en completa soledad y sin la presencia de otros fieles de otras religiones.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Kipá y Mar´it Ain

Quisiera presentar ante ustedes una experiencia de vida acompañada de un dilema. Hace unos años caminaba tranquilamente por las calles de Amsterdam, capital de Holanda. De repente, me encontré con que estaba deambulando por un barrio no recatado y en el que una persona religiosa no tiene qué hacer allí. Llegué a esa zona de la ciudad por completa casualidad y en virtud de mi desconocimiento del trazado urbano, pero una vez que quise salir de allí procuré, sin mayor éxito, encontrar una calle lateral que me permita la retirada. Me pregunté a mí mismo, ¿acaso debo quitarme la kipá para evitar provocar la profanación del Nombre Divino (“Jilul HaShem”) y una apariencia que puede inducir al error (“Mar´it Ain”)? Esta situación presenta una interrogante de índole más general y es si quien trasgrede una prohibición de la Torá debe permanecer con la cabeza cubierta o quizás es conveniente que en determinadas situaciones la descubra.

Una pregunta similar se despierta, por ejemplo, cuando una persona en la diáspora ingresa a un restaurante no Kasher para usar el baño, beber agua, un café o a los efectos de mantener una reunión de trabajo: ¿está permitido ingresar al restaurante en esas circunstancias o acaso esto provoca una apariencia que induce a un malentendido? ¿Se debe ingresar con kipá o se   debe ocultar la identidad religiosa para evitar una mala interpretación y no despertar sospechas?

“Y estaréis limpios” – una práctica social

Del versículo del libro de Números (32:22) que reza “y estaréis limpios ante D´s y ante Israel” aprendemos la importancia de que la conducta humana sea intachable tanto ante los ojos de D´s como a la percepción de la sociedad. Lo que se nos enseña es que no alcanza con ser íntegros ante D´s sino que es además necesario que nuestra conducta no despierte sospechas ante las personas aunque nuestros actos sean rectos y pulcros. En otras palabras, no sólo importa lo que la persona hace sino que además importa qué piensan los demás de estos actos, y de esto aprendemos que un judío tiene, además de un deber religioso para con D´s, un deber social. El ser humano es social por naturaleza y por lo tanto la halajá enfoca la vida del Hombre también desde este aspecto. Por esta razón existen halajot o normas que no sólo se ocupan de lo que ocurre a puertas cerradas sino también toman en cuenta el plano público y comunal.

El Rabino Moshé Fainstein se refiere con gran seriedad al aspecto de la limpieza o pulcritud de los actos no como simple recomendación sino  sostiene que se trata ni más ni menos que de una prohibición de la Torá. “Y aún sin este aspecto considero humildemente que lo que aprendemos del versículo ‘y estaréis limpios ante D´s y ante Israel’ respecto de la prohibición de generar sospechas tiene su origen en la Torá e implica abstenerse de acciones que resulten dudosas” (Responsa Igrot Moshé Oraj Jaím IV 82).

La “apariencia” es un concepto halájico originado en el versículo antemencionado. La pregunta básica que surge es ¿qué problema hay? Si una persona no trasgrede ninguna norma ¿por qué importa lo que piensan los demás? El primer temor es que otra persona presencie una acción sin entender el contexto o las circunstancias que la forzaron y por error piense que a priori está permitido realizarla y trasgreda prohibiciones. Otra posibilidad es que quien observa entienda que se está cometiendo una trasgresión y dude de la integridad de quien la realiza. La primera explicación parte de una preocupación por el otro que no aprenda de mis acciones mientras que la segunda se origina en una preocupación por la persona misma que actúa para que no se piense mal de él.

Entonces, ¿es menester quitarse la kipá para evitar que el público piense que se puede caminar por una calle impúdica o para evitar que la gente piense mal de quien por allí transita?

A veces, las personas descubren sus cabezas cuando realizan una acción indebida, para lo cual se apoyan en lo dicho por la Guemará en el Tratado de Kidushín (40 (A)): “Dijo Rabí Ilai el sabio: si una persona ve que su impulso le domina que se vaya a un sitio donde nadie lo conoce, vista ropas negras, se cubra con estas y haga lo que desea pero que no profane el Nombre de D´s públicamente”. A primera vista parecería que nuestros sabios de bendita memoria le recomiendan a quien trasgrede una prohibición que cambie su ubicación geográfica y su aspecto exterior para no generar un problema de apariencia y no profanar el Nombre Divino. Sin embargo, es claro que esta no es una indicación ideal a priori sino solamente una medida a tomar en caso de fuerza mayor. En la opinión de algunos comentaristas, el alejarse del sitio que se frecuenta y cambiar los ropajes son justamente medidas destinadas a poder superar el impulso instintivo. Cabe puntualizar que la Guemará pone énfasis en que quien va a trasgredir “vista ropas negras y se cubra con estas”, esto es, cubra también su cabeza para que no se vea la kipá y se evite así la profanación del Nombre Divino.

Al Rav Fainstein se le formuló una pregunta similar a la que nos ocupa respecto si es o no menester decirles a jóvenes religiosos que van a bailar con muchachas, lo cual está prohibido por la halajá, que se quiten la kipá: “en cuanto a la cuestión de quienes van a bailar juntos muchachos con muchachas trasgrediendo las reglas de recato aunque cuidan el resto de los preceptos y van habitualmente con sus cabezas cubiertas, si se les debe o no decir que al ir a estos sitios se descubran la cabeza para que las personas no digan que este tipo de bailes está permitido puesto que gente observante que cubre su cabeza lo hace y así no aprenderán de ellos… en mi humilde opinión no se les debe indicar que trasgredan otra norma más, aunque sólo sea la importante costumbre de cubrir la cabeza, y haya quien piense que esto sería de utilidad… pues resulta simple de entender que cada trasgresión que la persona realiza implica la profanación del Nombre Divino y si se quiebra además otra norma, la profanación es aún mayor (Responsa Igrot Moshé Ioré Deá II 33).

En esta respuesta, el Rav Fainstein afirma con gran convicción que no se debe descubrir la cabeza cuando una persona trasgrede una prohibición. Empero, en otra oportunidad fue consultado si entrar o no con kipá al teatro o al cine, y aquí su respuesta fue más compleja, presentando dos posibilidades de acción: “en cuanto a ir al teatro o al cine, se trata de algo prohibido y no corresponde permitir que se quite el sombrero y descubra su cabeza sumando así una mala acción a otra. Si la pregunta se refiere a quien es atacado por su mala inclinación y no ha de escuchar la voz de quien le inste a desistir, quizás conviene que se quite el  sombrero y se evite la profanación del Nombre Divino y no se sepa que se trata de un judío observante. En este caso esta idea tiene peso solamente cuando la intención es en pos del cielo, pero como en un caso así es difícil afirmar que la intención de esta persona en cuestión toma en cuenta lo celestial, si entra con cabeza descubierta la persona estará faltándole el respeto a otra norma, por lo que no se le debe permitir descubrirse” (Responsa Igrot Moshé Oraj Jaím II 95).

La respuesta del Rabino Zilberstein fue única amén de poco común, cuando se le consultó respecto de un “Avrej” o joven estudiante de Torá que solía encontrarse con un judío secular al que intentaba acercar al judaísmo. Este pidió al estudiante que venga a enseñarle al restaurante que él dirige, pero no solo que este no era un restaurante kasher sino que se trataba de uno particularmente “treif”. El Rabino Zilberstein le respondió al joven estudiante que entre al restaurante pero cubriéndose con una  peluca para así por una parte cumplir con el deber de cubrirse la cabeza y por la otra no ser reconocido… sin duda una solución original y creativa. Sin embargo, a continuación el Rabino Zilberstein contó que le propuso esa solución a su suegro el Rabino Eliashiv el cual la rechazó arguyendo que la gente reconocería al joven estudiante por sus vestimentas y facciones, y si lo ven sin kipá en un restaurante “treif” se profanará el Nombre Divino (Jishukei Jemed, Baba Kama. Cap. 3:1).

El principio rector de cubrirse o no la cabeza es también correcto, a mi entender, respecto del ingreso a un restaurante no kasher a los efectos de mantener una reunión o beber algo permitido. Si bien el Rabino Fainstein sentencia que no se puede entrar a un restaurante no kasher para evitar malas apariencias y que las personas sospechen que uno come alimentos prohibidos, en la práctica, en caso de gran necesidad o premura permite hacerlo de manera discreta: “si bien está prohibido comer en un restaurante no kasher para evitar apariencias que inducen al error, se puede entrar en un restaurante así en caso de gran necesidad (por ejemplo, desfallecimiento por  hambre o la necesidad de usar el baño) a condición que el ingreso sea discreto de modo tal que no sea percibido por los demás” (Igrot Moshé, Oraj Jaím II 40).

El Rabino Asher Weis objeta esta opinión del Rav Fainstein y escribe: “en cuanto a lo que se acostumbra hoy en día en el mundo de los negocios que se realizan encuentros de trabajo en restaurantes y allí se tratan temas financieros mientras se come, ¿puede acaso un judío observante  participar de una reunión así cuidándose de no trasgredir nada o acaso estamos ante un caso de apariencia que puede inducir al error?” Su respuesta resulta innovadora en el concepto de la apariencia: “las definiciones de qué es una apariencia que puede inducir al error varían según el lugar, el tiempo y la circunstancia. Hay cosas que hasta ayer implicaban una apariencia que induce al error y una vez que esto fue trillado por muchos ya no lo es… me parece que en esta cuestión, dado que el restaurante está destinado principalmente a los funcionarios de las diferentes compañías y no hay otro sitio donde sea cómodo comer, ¿por qué se habrá de sospechar de judíos íntegros?”

Por lo tanto, es claro que hoy día no está prohibido ingresar a un hotel no kasher para evitar una apariencia que induzca al error, ya que quienes ven al judío entrar asumen que se trata de alguien que visita el hotel y no de que vino a comer no kasher.

Los conceptos de apariencia que induce al error y profanación del Nombre Divino son subjetivos y dependen del lugar, el tiempo, y fundamentalmente de la persona que trasgrede una norma específica. Por ello me parece que corresponde aplicar un criterio práctico y recurrir al “quinto tomo del Shulján Aruj”. Lo principal en este tema es de quién se trata y cuál es su aspecto exterior. Si se trata de alguien con barba y vestido con ropajes rabínicos y facciones judías aunque se descubra la cabeza esto no ayuda en nada, sino más bien todo lo contrario. Empero, si se trata de alguien que viaja a un sitio distante en el cual no hay judíos, nadie lo conoce, está vestido con ropa casual y lleva una kipá sobre su cabeza, es probable que descubrírsela evite la profanación del Nombre Divino.

En mi opinión, quitarse la kipá encierra dos peligros, primeramente, que la persona se perciba a sí misma como trasgresora lo cual pueda afectar su identidad religiosa así como también pueda llevar a otros a pensar mal de él. Si se trata de personas que lo conocen y lo ven en un sitio prohibido sin kipá, esto puede generar además la sospecha de que vino allí por propia voluntad y descubrió su cabeza para no ser reconocido. Si se trata de personas que no lo conocen y ven a alguien con kipá pensarán que está allí por error y no intencionalmente.

Por lo tanto… si bien al caminar por esa calle de Amsterdam no sabía hacia dónde dirigirme ni si debía o no mantener la kipá en mi cabeza, ahora, tras mucho pensarlo, me recomiendo a mí mismo y a mis amigos no quitarse la kipá y bajar la aplicación de “Waze” al Smartphone para no perderse en lugares indeseados.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

¿El rabino es un sentenciador de halajá? ¿o un asistente social?

Un conocido cuento rabínico relata sobre una pareja joven que se casó y poco tiempo después la novia entró a la oficina del rabino, se sentó en silencio y así se mantuvo sin decir palabra alguna. El rabino intentó hacer preguntas y entender qué sentimientos se anidaban en su corazón y por qué venía a su oficina tan poco tiempo después de la boda. ¿Ocurrió algo?- preguntó el rabino. ¿Tienes algún problema con tu marido? La joven respondió que no. Entonces, ¿por qué has venido a verme?- indagó sorprendido. La joven respondió: recuerdo que mi madre solía decir a menudo “voy a lo del rabino”, yo también quiero seguir los caminos de mi madre y por eso vine a verlo.

¿Por qué las personas acuden al rabino y cuál es su función? Creo que una de las dificultades para definir el rol del rabino es la indefinición inherente al cargo. En cada generación se le confirió a la función  rabínica un contenido adecuado al lugar y a la época.

Una de las sensaciones que me marcaron en mis años de labor como rabino comunitario en la diáspora fue la de “decepción”. Al principio, me preparé intensamente para poder sentenciar halajá y mi expectativa era que ese sea el eje central de mi labor y signifique mi principal ocupación. Sin embargo, uno tras otro, quienes se apersonaron a mi oficina o mi hogar venían a asesorarse conmigo por temas personales o familiares y solamente muy de vez en cuando me formulaban consultas halájicas. Rápidamente llegué a la conclusión de que el rabino debe fungir principalmente como asistente social, atender las necesidades espirituales de las personas y no solamente ayudarles a cumplir con todos los detalles del “Shulján Aruj” [2]. Creo que justamente es en la diáspora que la labor rabínica adquiere gran importancia, ya que la vida del judío gira en torno a la comunidad, lo cual genera lazos personales profundos y estrechos entre el rabino y los miembros de la misma y en función de la confianza que se desarrolla las personas acuden con consultas del ámbito personal que no necesariamente guardan conexión con asuntos religiosos. Es así que el rabino se transforma más en un asistente social que en un jurisconsulto halájico o teólogo, y termina dedicando más tiempo a conversaciones sobre el espíritu de la persona que sobre cuestiones de fe en D´s.

Pienso que la anécdota que más caracteriza a mi maestro el Rabino Amital de bendita memoria y su concepción del rol rabínico, aquella que muy a menudo relataba, se refiere a los rabinos “Baal HaTania” y “Tzemaj Tzedek” [2]. Estos, un día se sentaron a estudiar Torá, cada uno en una habitación diferente y en medio de ambos, en una tercera habitación se encontraba un bebé que dormía en su cuna. En medio de la noche el bebé se despertó y comenzó a llorar. El “Tzemaj Tzedek” estaba tan concentrado en su estudio que no escuchó el llanto del bebé. Su padre, Rabí Schneor Zalman de Ladi, fundador del movimiento jasídico “Jabad”, escuchó el llanto del niño, se acercó a este, lo alzó en brazos y lo meció hasta que se volvió a dormir. Luego, entró a la habitación donde su hijo estaba sumergido en el estudio y le dijo: “no sé qué estás estudiando, pero debes saber que el estudio de Torá no tiene valor si no está atento al llanto de un bebé”.

La función del rabino como asistente social es polifacética. A veces el rabino solamente necesita escuchar los problemas de las personas como forma de disiparlos [3], otras veces, se ve en la necesidad de orientar, encaminar, apoyar y reforzar a las personas que a él acuden. No cabe duda que un rabino no  puede brindar terapia psicológica o emocional, a menos que se haya  preparado para ello formal y profesionalmente. Por eso, muchas veces lo que debe hacer es escuchar atentamente para luego derivar al consultante a la ayuda profesional pertinente, trátese tanto de asistente social como de sicólogo, siquiatra, asesor conyugal, experto en adicciones etc. En la práctica, el rabino en estas cuestiones funge más como paramédico que como doctor, “cura a los de corazón destrozado y cicatriza sus heridas” (Salmos 147:3). El paramédico brinda primeros auxilios, identifica la herida y estabiliza al paciente para que luego el médico pueda tratarlo y curarlo. De la misma forma, el rabino actúa como sala de emergencias y no como área de internación.

Permítanme compartir con ustedes un correo que recibí hace unos meses y que me produjo una gran emoción. En síntesis, esto es lo que dice: “Mi nombre es Natalia y soy de Uruguay, donde fuiste rabino hace dieciocho años. Trabajo con ancianos de la comunidad y si bien no te conocí cuando eras rabino comunitario, siento que te conozco a través de sus relatos. Ellos me cuentan muchas cosas de ti pero especialmente se acuerdan cómo los escuchabas y prestabas atención a los problemas de cada uno, cómo sabías hablarles y la ayuda que les brindaste en sus vidas personales. No me cabe duda que dejaste una marca importante en las vidas de estas personas”.

En uno de sus artículos, el Rabino Soloveichik escribe que el rol del rabino se puede aprender de la figura de Moshé Rabenu: “Moshé se dio cuenta que su rol de maestro no cubría las necesidades de la nación, y para ejercer el  liderazgo del pueblo de Israel necesitaba también orientarlos y dirigirlos… amén de enseñarles o indicarles cuál es la ley, necesitaba también encarar a las personas en sus aspectos emocionales, ocuparse de ellas  y criarlas en esos años de infancia nacional colectiva con suma paciencia y empatía, como un gran padre y un gran artista a la vez. El padre-educador no enseña únicamente conocimiento sino que además involucra su espíritu y su identidad con la del niño. Lo que necesitamos hoy es un trato cálido en la misma medida que un pensamiento brillante, la enseñanza sola no alcanza y no es apropiada” (“Prakim Bremajshevet HaRav” p.118).

En la diáspora, el público acostumbra a consultar al rabino sobre una vasta gama de temas, tales como la búsqueda de pareja, casamiento, relaciones familiares, matrimonios mixtos, divorcios, relaciones parentales, depresión, estrés, adicciones, luto, cuestiones económicas, relaciones laborales y problemas financieros. Estos y otros temas exigen que el rabino los encare a partir de un profundo conocimiento de la persona que tiene en frente.  Lamentablemente, escuché que hace poco un señor mayor que acababa de enviudar se dirigió a un rabino para compartir con él lo solo que se siente tras la pérdida, ante lo cual la respuesta de este fue: “le recomiendo que compre un perro para que lo saque a pasear y no se sienta tan solo”.

Existen diferentes razones por las cuales parte del público decide consultar justamente a un rabino por temas personales y delicados. Normalmente, el rabino está disponible, se encuentra aquí y ahora en su casa o en la oficina. Es importante recordar que normalmente los rabinos comunitarios son contratados en horario completo, no solo para Shabat, fiestas u horas de la tarde. Además, el rabino está disponible en horarios que los profesionales comunes no lo están, puede recibir personas en su casa por la noche a la hora que esto sea necesario. Por lo general el rabino conoce personalmente a quienes lo consultan, su marco familiar y muy a menudo acompañó a la familia en el ciclo de vida judío, en una bar mitzvá, en un entierro, casamiento etc., de modo tal que la persona no le resulta extraña sino que por el contrario, el estrecho vínculo es el que permite que quien acude en busca de ayuda abra ante este su corazón. El rabino posee una actitud creyente, de valores y conexión  con la halajá, y aunque quien consulte sea o no religioso, esto resulta una cuestión de peso a la hora de decidir acudir al líder espiritual.

Generalmente, la persona que acude al rabino lo hace en virtud de la confianza que en él deposita y del deseo de hablar con alguien y no con una estructura terapéutica o institucional, amén de la confianza en que el rabino sabrá mantener total discreción. Creo que si el rabino, además de líder religioso hace también de papá, se puede acudir a él por cualquier tema y cualquier pesar.

El Rabino Iejiel Yaakov Weinberg, autor del libro “Sridei HaEsh” (pag. 287) se refirió al tema del rabino como asistente social, a pesar de que era consciente de la renuencia de algunos colegas a incorporar esta función en su “job description”: “En primer lugar un rabino debe enseñar Torá al pueblo de Israel… el segundo rol que debe cumplir es el de llevar el estudio a la implementación práctica, tanto desde la función de sentenciador halájico como la de juez rabínico. El tercer rol que debe cumplir es el de dar conferencias públicas en Shabat y días de fiesta… el cuarto es el de preocuparse por los enfermos, los pobres, los ancianos, quienes están pasando por un mal momento, los deprimidos y los que fracasan tanto en los aspectos materiales como en los espirituales. A esto se le llama en nuestros días ‘asistente social’. Es sabido que muchos de nuestros hermanos de origen oriental ven con cierta sorna el perfil profesional del rabino moderno… pero no debemos tomarlo a la ligera”.


[1] Libro principal de consulta halájica.

[2] Se refiere a los rabinos Jasídicos R. Shneor Zalman de Ladi (1745-1812) y R. Menajem Mendel Schneorson (1789-1866). Tradicionalmente se recuerda a los sabios por el nombre de su principal obra literaria, en este caso los libros “Tania” y “Tzemaj Tzedek”.

[3] Parafraseando al Rey Salomón quien dijo en Proverbios (12:25) “La congoja en el corazón del hombre lo abate pero  una buena palabra lo alegra”

La barba del hombre es su respeto

Sobre experiencias cómicas que me pasaron por tener la imagen barbuda.

No todos los rabinos tienen barba. En países y en diferentes épocas, como en los países de Oriente y en Italia, había rabinos que no tenían barba. Por otro lado, tanto en el pasado como ahora, la barba es un símbolo en diferentes grupos en el pueblo judío y fuera de él. En el mundo religioso hay curas cristianos, sheijs e imanes musulmanes con barba. En la política, muchos sionistas continuaron teniendo la figura de Herzl y se dejaron la barba, los revolucionarios de Cuba y de muchos países aprendieron del Che Guevara y vieron en su barba el símbolo de la revolución y también en la parte cultural – la barba es un símbolo de reconocimiento para los Hípsters y también para los hombres Amish.

Como alguien que tiene barba desde mi época de Ieshiva y el ejército, quisiera compartir con Uds., mis múltiples experiencias que tuve en mis viajes por el mundo por culpa de mi barba. Muchas veces me identifican como cristiano, musulmán o revolucionario. A continuación, el detalle de mis experiencias en esa área.

Como la misma persona

¿Generalmente cuando visito las diferentes comunidades en el mundo, la primera impresión es “¿te dijeron que te pareces a Herzl?”. Solo hace unas semanas visité el hotel “Tres Reyes” a orillas del rio Rin en Basilea y me paré en el balcón famoso en el cual se fotografió Herzl y seguramente dijo su famosa frase: “En Basilea fundé Medinat Israel”. Cuando me acerqué a la recepción del hotel pedí sacarme una foto en el balcón de la habitación 106, en el lugar donde se paró Herzl. Generalmente se paga un precio por tener el honor de sacarse una foto allí, pero la gente del hotel me miró y estaban seguros que soy familiar de Herzl y me dejaron sacarme la foto gratis.

No siempre la gente me ve como el predictor del Estado de Israel. Cuando paseo por las calles en diferentes países de América Latina, como en Perú, Bolivia y Guatemala, países en que la población local no vió un judío nunca, la gente común me para en la calle y me dice: ¡cura, cura, bendígame! Hace unas semanas visité la ciudad de Antigua en Guatemala, una ciudad antigua del siglo 16, en la que hay muchas iglesias y hasta fue nombrada por Unesco como un sitio de interés mundial. Al caminar por sus calles me paró un grupo de curas que están paseando y con aplausos y mucho respeto me dijeron: ¡Eres tan parecido a Jesús!

De aquí aprendí que mi apariencia a Herzl no es la que domina, todo depende del ojo que lo ve. Hay quien ve un hombre con barba y lo imagina al judío Herzl y otros a un cura o a Jesús el cristiano.

Hace unos años viajé junto a mi esposa en el tren en Buenos Aires, la capital de Argentina, a La Paz, capital de Bolivia. En el camino, el tren paró en una estación de un pequeño pueblo de Bolivia; los empleados del tren avisaron que comienzan una huelga por 24 horas y el tren se quedará en el pueblo. Encontramos un pequeño hotel para ubicarnos allí y salimos a pasear a pie por el pueblo. Para aprovechar el tiempo quise entrar a una peluquería para arreglarme el pelo y la barba. El peluquero era ferviente cristiano y no vio en su vida un judío en el pueblo pequeño en el que vive y estaba seguro que yo era un cura y no estuvo dispuesto a cortarme la barba: “Es usted una persona sagrada y no puedo tocar los pelos de su barba”. Salí de la peluquería de la misma forma en la que entré.

Cuando salía del negocio, pasó por allí un joven que con rapidez me robo la billetera que tenía el bolsillo de mi pantalón. Mi primera reacción fue correrlo para salvar mi plata y llevarlo a la primera estación de policía que encuentre, pero muy rápido entendí que no podría conseguir alcanzarlo. Me surgió rápidamente un pensamiento… ¿Los no-judíos me ven como la imagen de un cura cristiano, porque no solucionar el tema de una forma cristiana, ya que “con engaños te harás la guerra”? Inmediatamente empecé a gritar al joven: “soy un cura, y si no tiras la billetera, Dios y Jesús te maldecirán y tu sangre estará sobre ti”. Luego de unos segundos el ladrón tiro la billetera. Es como dije, todo depende de cómo el otro observa mi barba.

Uno de ellos

Muchas veces los taxistas en el mundo que no saben sobre la ciencia de las religiones y sus características externas de las religiones, piensan que soy un cura cristiano o un sheij musulmán. Recuerdo que hace unos años visité una comunidad en Sofía de Bulgaria. Salí del hotel en taxi hacia la sinagoga y le pedí al taxista que me lleve a la SINAGOGA, pero él me llevó a una mezquita. Le pedí nuevamente que me lleve a la Sinagoga y él me llevó a la iglesia local. Entendí que no podría explicarle al taxista que soy judío, entonces pedí llegar a la sinagoga judía – al Beit Hakneset, por lo que me bajé del taxi y seguí a pie hasta la Sinagoga.

A veces la barba larga causa determinado efecto peligroso y muchas veces ayuda a mantener una seguridad personal. Durante la Guerra del Golfo y luego de este viaje a diferentes lugares en el mundo y muchas veces me llamaron Bin Laden. También hoy día en Europa la barba muestra una imagen de cara de judío y hay personas que tratan de ocultar su identidad al sacarse la kipá o afeitarse la barba. Por el contrario, al viajar a países musulmanes, como Egipto, Kurdistán, Jordania, Túnez, Marruecos y otros, la barba me hace parecer a la población local. Solo me hace falta ponerme la kipá musulmana y ya me siento en casa.

Hace unos años estaba paseando por las calles repletas del Shuk central de El Cairo en Egipto, para llegar a la sinagoga del Rambam que se encuentra dentro del Shuk. Luego de varios minutos me perdí dentro del tumulto y realmente sentí miedo, pero muy rápidamente me di cuenta que no me ven como un judío o israelí que está traspasando limites, sino que estaban seguros que era un buen musulmán o incluso un radical y todo por la barba. No es la barba lo que importa sino los ojos de la gente que observa la barba y por eso el dicho: “setenta caras para una barba”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Más allá de la religión

Una Jupá muy especial que llevé a cabo en el desierto, me llevó a reflexionar la diferencia entre religión y espiritualidad, y despertó en mi interior pensamientos y dilemas  a cerca del rol del Rabino. ¿En qué idioma debe hablar un rabino para llegar a las personas en la actualidad?

Durante muchos años realicé miles de Jupot en Israel y el exterior, pero la Jupá que dirigí la última vez me llevó a reflexionar de manera especial a cerca del rol del Rabino en general, de manera más amplia, y el rol en la vida de los miembros de su comunidad en particular.

Hace unas semanas recibí la petición de realizar la Jupá de una pareja que vive en una de las comunidades de la diáspora, quienes decidieron contraer matrimonio en Israel, y me pidieron llevar a cabo el acto religioso. Luego de verificar la fecha, asentí  de buen gusto, y pregunté la ubicación donde será la ceremonia, refiriéndome por su puesto, y como es costumbre, en un hotel o salón de fiestas. La respuesta de la pareja me dejó atónito y un poco perplejo: la ceremonia no será en una salón, sino en el desierto.

Siendo que se trataba de una familia de buena posición económica, me fue dificil comprender por qué razón eligieron como lugar estratégico,  el desierto. Decenas de parientes y amigos llegaron a Israel para acompañar al novio y a la novia y ser testigos de una experiencia única, presenciar una Jupá en el desierto.

En Israel conocemos costumbres y jupot de este tipo, pero para la gente de la diáspora, quienes están acostumbrados a fiestas en salones elegantes, una Jupá en el desierto no es algo usual y que pueda pasarse por alto.

En mi encuentro con la pareja intenté entender qué los llevó a tomar esta decisión tan peculiar. La novia y el novio son jóvenes de treinta años con títulos enfocados al cuidado ecológico, practican yoga y meditación, músicos y deportistas, y especialmente con inclinaciones espirituales. Eligieron una jupa espiritual en la que pudieran conectarse con la tierra y consigo mismos, sin interrupciones, molestias o voces externas.

Su voluntad me puso en un dilema existencial, ¿seré yo capaz de hacerlo? ¿Soy capaz de recrear la experiencia espiritual que ellos buscan? ¿Puede mi idioma de hombre religioso, Rabino y hombre halájico responder  a su petición y expectativas? ¿Existe en mi el idioma que ellos esperan oír?

La búsqueda en un mundo moderno

Entre los invitados destacados del casamiento estuvieron los maestros espirituales de la pareja: El maestro de meditación que llegó directamente de la selva brasileña, y el maestro de Yoga que vino al casamiento desde la India. Estos maestros no forman parte del Pueblo de Israel, no son parte de la religión de Moshé y en parte están conectados con el cristianismo, en una forma de sincretismo religioso.

Decidí comenzar la Jupá con unos minutos de silencio, en pos de ir la voz del desierto. Durante la jupá, que tomó una hora, la pareja se ubicó de pie uno frente al otro con los ojos cerrados, con la intención de conectarse consigo mismos, con su Jupá, y con su pareja. Al término de la Jupá, subieron los maestros espirituales a expresar sus mensajes a la pareja, quienes concurrieron a la ceremonia después de transitar grandes distancias.

Existe una búsqueda de espiritualidad en el mundo moderno, existe una necesidad de sentido individual más allá de la religión, las reglas y las prácticas religiosas. Muchos jóvenes piden y buscan un camino espiritual para ingresar al mundo judaico, no para censurarlo si no para elevarlo. Al parecer es este el camino de explicar los movimientos espirituales y religiosos nuevos como NEW AGE, la NEO JASIDUT, el crecimiento del movimiento jasídico BRESLEV y los viajes ASHRAMS  al oriente. Es esta también la explicación del boom de estudio de KABALÁ y la MÍSTICA JUDÍA, también en centros no judíos o religiosos. Estos movimientos y otros, posibilitan respuesta y atención a estas necesidades espirituales de los jóvenes, quienes no siempre encuentran respuesta en las comunidades judías clásicas.

En los últimos años se ha fomentado la división entre lo espiritual y lo religioso. Existe una diferencia entre la religión y la espiritualidad. Y parece ser que puede un hombre religioso ser no espiritual o un hombre espiritual ser no religioso. El problema esencial que existe en la separación entre religión y espiritualidad, se encuentra en la tendencia a conectar todo lo religioso con algo negativo, y por el contrario, conectar  lo espiritual con las cualidades positivas.

El Rabino Doctor Abraham Tversky, psiquiatra judío americano, quien se dedica al área de adicciones, escribe en su libro (La Felicidad y el Espíritu Humano) acerca de este tema y presenta un sin fin de ejemplos de pacientes que eran muy espirituales aunque no se conectaron con ninguna religión y de personas religiosas que no palpitaba en su corazón un sentimiento espiritual. El Rabino Tversky ve la espiritualidad humana como elemento curativo o tratamiento para la curación de muchísimos problemas y enfermedades en la vida del hombre.

Ciegos a la necesidad interna

Considero, sin entrar en definiciones filosóficas, que la espiritualidad es el significado  propio de las cosas que interpreta el ser individual. La espiritualidad es el contacto con el alma, el interior. Espiritualidad es una búsqueda infinita y movimiento interminable de preguntas, experiencias y sentimientos que no le permiten al ser humano quedarse indiferente o congelado frente al mundo y la sociedad. La espiritualidad le permite al ser humano transitar un camino personal y único hacia la iluminación y descubrir la verdad a su manera según lo que dicta su corazón. La espiritualidad es quizás lo más natural en el ser humano.

La espiritualidad es la orientación más personal e íntima, en contraposición con la religión, quien abarca una dimensión más pública y práctica. La espiritualidad nace dentro del ser humano y se desarrolla en su interior. La religión es un recopilado de preceptos y reglas, que deben ser cuidadas y observadas con compromiso. La espiritualidad invita al ser humano a entender todo, preguntar sobre todo, decidir acerca de sus actos y tomar responsabilidad de los resultados. La religión se presta, más de una vez, a generar conflictos. La espiritualidad es razón de unión. La religión le dice al hombre en qué creer y qué es correcto. La espiritualidad permite descubrir esto de manera independiente y entenderlo una manera personal.

Muchos judíos, descubren hoy mundos espirituales que no están necesariamente relacionados con el judaísmo, como sucedió con la pareja que desposé en el desierto. Estos mundos pueden conectarse con el judaísmo y crear un lazo profundo entre el judío y su judeidad o alejarlo y dejarlo fuera del campamento. Pienso que se puede uno dirigir al judío de distintas maneras – a través del pensamiento, de los actos, a través del corazón, o a través de la búsqueda de espiritualidad. En mi opinión no existe contradicción entre ellos.

Recuerdo que a uno de los casamientos que concurrí, me encontraba junto al Rab de la Comunidad y al novio, luego de haber firmado la Ketuvá. El novio le preguntó al Rabino: Rabino, por favor, ¡deme un buen consejo! ¿Qué puede Ud. decirme previo a la jupá? ¿Qué puedo hacer para que mi jupá sea más significativa? El Rabino le respondió: es importante que cuando le coloques el anillo a la novia, juntes a los testigos y pongas atención que no hay otros anillos en los dedos de la novia. El novio preguntó una pregunta espiritual y el Rabino respondió una respuesta religiosa.

El día de Yom Kipur, concurren a la sinagoga en la diáspora miles de judíos que no están dispuestos a asistir durante el año. Ellos asisten a este evento por su voluntad interna de pertenencia y significado, llegan con la voluntad de conectarse y oír mensajes que ingresen dentro de su corazón y fortifiquen su identidad judía. Y justamente este día, con frecuencia, los Rabinos aprovechan los sermones para educar a aquellos que no llegan todo el año a la sinagoga, y para enseñar las leyes del día. Nuevamente, las personas piden espiritualidad y nosotros les entregamos religión.

Creo que si lográramos hablar “judaísmo espiritual”, si aprendiéramos a desarrollar un idioma-espiritual moderno enlazado con el judaísmo, podremos acercar judíos a la tradición de Israel de antaño,  en Israel y en la diáspora. Planteo otra pregunta, ¿sabemos nostros, los Rabinos, hablar el idioma espiritual o sólo el idioma religioso? ¿Podremos desarrollar el idioma espiritual y abrir las puertas?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Aires de Esperanza

Mucha gente piensa que el papel del rabino es dentro de las paredes de la Sinagoga. 

De las siguientes historias se puede aprender que el lugar del rabino también es dentro de las paredes de la cárcel, no como residente permanente sino como figura espiritual que viene a visitar y fortalecer a los judíos que ahí se encuentran.

Por desgracia, muchos judíos se encuentran en cárceles de todo el mundo. Desde Sudamérica a Rusia, de Australia, desde el este de Europa hasta el Lejano Oriente – no hay casi ningún rincón el mundo donde no haya judíos en las cárceles locales. En diferentes países que visito en mis viajes, intento visitar a los israelíes o a las personas de alguna comunidad que están presas por diferentes acusaciones.

El trabajo espiritual

Existe una gran diferencia entre el rol del rabino en cárceles de Israel y el del exterior.

En Israel el rol del rabino es fijo ya que se encuentra entre los presos constantemente. En el exterior el rabino visita la cárcel y a los presos judíos de tanto en tanto. Muchas veces cuando alguien va preso sus amigos deciden despegarse de él y no mantener más relaciones. Aquí entra en juego el rol del rabino.

Cuando un rabino ingresa a una cárcel a visitar a un judío que está preso, no lo hace en el rol de un guía religioso sino como un guía espiritual. Hay una necesidad de fortalecer a la persona y darle apoyo espiritual. El rabino ahí hace el papel de una asistente social y psicólogo, a pesar que también puede mantener su rol religioso y espiritual para fortalecer al preso.

Muchas veces me vi, estudiando junto al preso judío un capítulo de la Biblia o cantando una canción jasidica e incluso bailando con el preso en su celda. Lo principal aquí es fortalecer su espíritu y darle fuerza espiritual para continuar.

Por lo general los presos en el exterior se alegran de recibir la visita de un rabino en la cárcel. Pero a veces hay en esta visita, peligro, ya que existen casos en que el preso decide esconder su judaísmo de sus compañeros por motivos de seguridad personal o antisemitismo, y la visita de un rabino los expone públicamente. Además, justamente en países católicos me vi expuesto a un fenómeno interesante –  los presos judíos ven la visita de un rabino, como la visita de un cura. Tal cual se observa en libros o películas, el cura visita y acompaña al preso antes de ser ejecutada la pena de muerte en la silla eléctrica, hay presos que ven la visita de un rabino, como una sentencia de que el final se acerca. 

Hace unos años visite un país musulmán, en el cual hay hoy día una pequeña comunidad judía. Uno de los miembros de dicha comunidad me comenta en secreto que hay un judío en la cárcel local, y que desde hace más de siete años que no recibe la visita de un rabino y me pide que lo visite. Por supuesto que me alegre, como quien encuentra un gran tesoro, por el privilegio que me tocó, de visitar al judío y ablandar de cierta manera sus penas. Pero cuando llegué a la cárcel y pedí encontrarme con él, me entere de la triste realidad. Luego de que el judío me vio entrar en su celda, comenzó a llorar desconsoladamente, y me dijo: “Rav, gracias por la visita, pero Ud. ya no me puede ayudar. Durante siete años no vino ningún rabino a visitarme. Me sentía solo y necesitaba profesar una fe y por lo tanto me convertí al islam”. Por supuesto que me senté y hasta hice oídos sordos a su declaración y le puntualicé que somos hermanos – tú eres judío y yo también. 

En las últimas semanas visité una comunidad judía en Africa. Generalmente, allí visito a un viejo amigo y ceno con él. Cuánto me sorprendió cuando le envió un email comunicando mi llegada y que me gustaría encontrarnos y recibí respuesta de su secretaria de que esta vez no podremos vernos. Le consulte sobre si mi amigo estaba fuera del país. Esta me respondió que mi amigo y su familia están pasando por una época difícil y no podrá verme. Al aterrizar en el país quise saber que pasaba. Su esposa me contó que desde hace varios meses se encuentra mi amigo en la cárcel por un delito que no cometió. Mi primer instinto fue que quería visitarlo en la cárcel. Ella me advirtió que se trata de un lugar duro, que se necesita un permiso especial, que ver a los presos no es nada fácil, y que hay que hacer colas muy largas y pasar por una revisión exhaustiva e invasiva para entrar. Por supuesto que no levanté las manos y a pesar de todo solicité verlo. 

Cuando obtuve el permiso deseado de presentarme el martes a las diez de la mañana, me preparé para la visita. ¿Cómo podría ayudar? ¿Qué decirle a mi amigo? El tiempo de la visita asignado fue de media hora. ¿Cómo aprovechar cada minuto? Entendí que mi amigo estaba en una situación emocional muy difícil, triste y deprimido, y el motivo de mi visita era fortalecerlo y darle esperanzas. 

Unos días antes de mi llegada a Africa, estuve visitando Umán, el lugar donde esta enterrado Rabi Najman de Breslav, y pensé en que justamente la Tora positiva y optimista de Rabi Najman puede ser un factor de apoyo fortalecedor. Traduje un par de sus frases y reflexiones al español y las imprimí para leerlas y pensar en ellas durante mi visita a la cárcel: “No existe desesperación alguna en el mundo – el mundo es un puente estrecho y lo principal es no tener miedo – Es sabido que el Todopoderoso pone a prueba todas las fuerzas del hombre – Si tú piensas que se puede estropear, entonces cree que se puede corregir – Una gran mitzva es estar siempre contento”.

Es difícil describir cuántas frases que conocemos y repetimos, adquieren una profundidad y significado en el tiempo y lugar correctos. Mi amigo se sintió identificado con cada palabra de Rabi Najman y al final de la visita tomo la hoja, la dobló y se la guardó en el bolsillo al lado del corazón de su camisa como amuleto.

Por Rabino Eliahu Birnbaum