El Nazir: la obtención del equilibrio psicológico
Entre los variados temas de parashat nasó, llama poderosamente la atención el tema que se refiere al Nazir (el nazareno o consagrado). Esta parashá se destaca porque no sólo nos presenta temas que le son propios, sino que nos enseña además ciertos elementos que son escenciales para el judaísmo.
Nos enfrentamos en el texto con el Nazir, un hombre que se aleja de los placeres del mundo y se caracteriza por la abstinencia total de la bebida. Existen tres prohibiciones con respecto al Nazir: beber vino o ingerir cualquier alimento derivado de la vid; afeitarse o cortarse el cabello (por lo cual el Nazir lleva pelo largo y cabello abundante); y adquirir impureza por entrar en contacto con cadáveres.
El aspecto interesante y nuevo que nos presenta la Torá mediante la imagen del Nazir, es que, a pesar de que nos impone un conjunto de reglas halájicas sumamente estrictas, existe también la conciencia de que, con respecto a ciertas esferas de la vida es imposible exigir una conducta única, tanto en el prsente como en las generaciones futuras. La Torá otorga entonces autoridad al hombre para que elija y se imponga a sí mismo una cierta forma de vida, que lo acerque a los preceptos y leyed de la Torá.
Esta actitud es relativamente moderna, ya que contiene elementos propios de una filosofía existencialista con respecto al hombre. Sin embargo, a pesar de no estar familiarizada con esta corriente filosófica, es evidente que la Torá era poseedora de la sabiduría necesaria referente al alma humana y sus necesidades existenciales.
La Torá se refiere a la generalidad del pueblo, y provee los preceptos que tienen por objetivo llevar a cada uno de los individuos del pueblo al estado espiritual de santidad.
Por lo tanto, la Torá no exige el precepto de Nezirut, ya que no todo el pueblo puede alcanzar este estado espiritual. Por otra parte, sin embargo, le permite a ciertos individuos cuyas necesidades religiosas o psicológicas exigen el estado de Nezirut, elegir voluntariamente el cumplimiento de este precepto.
Podemos considerar al Nazir como a un ser particular, distinto de los demás. La Torá permite también la existencia de individuos especiales. Esta persona elige para sí ciertas conductas singulares: se deja crecer el pelo, evitar ciertos alimentos, etc. La Torá, sin embargo, sólo permite llevar a cabo conductas especiales, si a través de ellas el individuo arribara a un marco social y religioso compatible con las normas básicas del judaísmo.
El individuo se convierte en Nazir en base a su elección libre. La Torá determina el marco de la Nezirut, pero permite al hombre determinar libremente su contenido. La Nezirut puede constituir un medio psicológico que le posibilite al individuo dominar sus instintos. Por ejemplo, en el caso de un bebedor que está dominado por su necesidad de la bebida y necesita liberarse de ella. La dependencia de la bebida es un pexado y, por ende, la fuerza de liberarse de ella encierra cierto elemento de snatidad. En la sociedad actual existen marcosa destinados a lograr este proceso se lleva a cabo mediante el alejamiento de la persona de su medio habitual para evitar, de este modo, que entre en contacto con las sustancias a las que es adicto y que le causan consecuencias nocivas. En forma similar, mediante la Nezirut el individuo puede recuperar el equilibrio psicológico.
El deseo del Creador no es que el hombre viva en un estado de Nezirut, sino que pone a su disposición varias satisfacciones. La Torá considera que el hombre es a la vez una criatura natural y espiritual, y por ello necesita ciertos placeres. Sin embargo, Dios no está dispuesto a aceptar que el hombre sea regido sólo por el hedonismo y su necesidad de placer personal.
Rabi Iehudá Haleví en su importante obra filosófica El Cuzarí explica la relación del hombre judío con el mundo material que lo rodea: “el religioso o siervo de Dios no acostumbra, entre nosotros, a apartarse y separarse del mundo como si le fuera una carga, ni aborrece la vida, que es de los principales dones del Creador. Con ella recuerda las obligaciones que le debe por los beneficios que continuamente recibe de su mano generosa…Ama el mundo y la vida colmadad de días porque con ellos conquista la vida eterna en el otro mundo y estima que cuanto más bien haga en esta vida, subirá a mayor grado en la otra”.
En toda religión en la que la idea de la redención del alma humana constituye uno de sus elementos centrales, la Nezirut ocupa un lugar importante y está relacionada con la santidad. Consideremos por un instante la actitud de otra filosofía religiosa, el budismo, con respecto a la Nezirut y habremos de descubrir una actitud totalmente antitética de la del judaísmo con respecto al mundo y la conducta humana.
De acuerdo con los principios del budismo, cuyo fundador vivió en el siglo VI antes de la era común, la “pena” es el elemento central que rige a este mundo. Todo el bien del mundo es pasajero y todo aquel que esté ligado a este bien pasajero, habrá de terminar en la tristesa. La tristeza es eterna, y se basa en la pasión. La pasión humana es la que origina la tristeza, de la que es imposible liberarse; ¿cuál es entonces la solución? El suicidio no soluciona el problema, porque después de su muerte el hombre habrá de regresar a la vida y padecer nuevamente. Sólo si el hombre elimina dentro de sí todo deseo, toda pasión, habrá de redimirse. La redención consiste, entonces, en la liberación de todo deseo y pasión vital. El objetivo del hombre es superar sus propias pasiones. Para lograr la emilinación de las pasiones interiores, el budismo porpone la Nezirut, que permitirá alcanzar el estado de “Nirvana”. Según el budismo, el hombre se redime a sí mismo. No existe mundo superior o fuerza superior que venga a redimirlo. El objetivo que el budismo presenta al hombre es pesimista y negativo.
Existe una diferencia fundamental entre el concepto judío de la Nezirut y el de otras religiones. La Nezirut judía incluye tres elementos: alejamiento de ciertos elementos innecesarios, en especial aquellos que provocan daño al cuerpo, como el vino. El segundo elemente es un aspecto especial de santidad que se logra mediante ciertas características exteriores, como el evitar afeitarse. El objetivo de estas prohibiciones es lograr la concentración del pensamiento del Nazir en esferas espirituales, eliminando la preocupación por el aspecto exterior y el cuidado de la presentación física y la belleza.
Contrariamente a la Nezirut característica de otras religiones, el judaísmo no exige el sometimiento de la fuerza instintiva y la naturaleza humana. El Nazir judío no está obligado a abandonar su vida de familia ni su matrimonio. Por el contrario, se le exige establecer su familia como todo hombre del pueblo.
El judaísmo rechaza es ascetismo como forma de vida, y no cree que éste constituya el camino hacia la santidad, contrariamente a otras religiones; desde el crisitianismo hasta ciertas sectas orientales, que decretaron el alejamiento del mundo y de todos los placeres, para encerrarse en monasterios o refugiarse en lugares elevados y alejados.
El Talmud dice: “El destino del hombre es rendir cuentas por todo lo que contempló con sus ojos y no comió”. Dios creó el mundo y lo puso a disposición del hombre para que éste lo usara y disfrutara de él. El rechazo de los placeres del mundo que El creó, es equivalente al rechazo de Dios que nos ofrece los placeres. Por lo tanto, es nuestro deber disfrutar del mundo en el marco de las leyes que la Torá nos impone.
La Torá no considera que la naturaleza sea un elemento corrupto contra el cual es necesario luchar. Por el contrario, el hombre debe vivir en el marco de sus tendencias y necesidades sanas. El judaísmo dice “sí” a la vida…
Rabino Eliahu Birnbaum