Comentario a la parashá Behar-Bejukotai

Shmitá y Yovel: la igualdad económica y psicológica

La Torá no consiste sólo en un sistema de ideales que funciona dentro de un mundo de conceptos abstractos. Por el contrario, los ideales de la Torá deben ser llevados a cabo en el marco de la vida, la tierra, la nación. El objetivo de las leyes de la Torá es construir una sociedad humana perfecta en la tierra que fue elegida para tal propósito. Nuestra parashá nos enseña acerca de las “mitzvot hatluiot ba´aretz” – preceptos que dependen de la tierra-; es decir, aquellas mitzvot cuyo significado depende del hecho de habitar la tierra de Eretz Israel, constituyendo una sociedad orgánica que posee un sistema de leyes relacionadas con la agricultura, la sociedad y la justicia.

Las leyes de la Shmitá, el año durante el cual la tierra debe descansar y sus frutos perteneces a todos, poseen un valor religioso sumamente importante, como la ayuda a los pobres, el estímulo de cualidades humanas excelsas, entre ellas, la caridad y la generosidad.

El Yovel, el cincuentenario, el año del jubileo, tiene como objetivo restituir la igualdad económica del pueblo hebreo en su tierra. La tierra fue originalmente repartida en partes iguales entre todos los hijos de Israel, de modo que nadie tuviera que depender de la ayuda de los demás. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo, ciertas personas se vieron obligadas a vender sus tierras debido a necesidades financieras, y esto causó la desaparición del estado de igualdad económica. Durante el Yovel, la Torá se ocupa de restituir las tierras a sus poseedores originales, volviendo de este modo a una situación en la que existe igualdad entre los pobladores de la tierra. Cada cincuenta años, se produce la restitución de las tierras a sus propietarios originales y también, durante ese año, los esclavos recuperan su libertad.

Según esta mitzvá, no puede producirse una situación de acumulación de tierras en manos de un individuo, durante un lapso muy prolongado. Tampoco puede haber una persona desprovista de sus tierras para siempre. De modo que si un individuo se ve obligado a desprenderse de sus posesiones por penurias económicas, esta venta no es definitiva sino que es efectiva sólo hasta el próximo Yovel, cuando las tierras habrán de volver a sus poseedores originales.

Sin embargo, esta igualdad económica se pone de manifiesto sólo una vez cada cincuenta años. Entre Yovel y Yovel existe la posibilidad de que se constituyan en el pueblo dos clases sociales: la clase de los ricos, poseedores de abundantes tierras, y la de los pobres, que han sido desprovistos de las tierras de sus antecesores. Esta situación podría provocar también un cisma afectivo en el pueblo, con el consiguiente sentimiento de superioridad entre los ricos y la sensación de inferioridad y humillación entre los pobres. La Shmitá viene entonces para mantener la igualdad psicológica del pueblo hebreo.

Durante el año de Shmitá, una vez cada siete años, no existe posesión sobre la tierra. La tierra vuelve a su Creador. Durante todo el año las tierras carecen de dueño. De este modo, los ricos sienten que sus posesiones no son eternas, y el pobre comprende que su pobreza tendrá fin.

Siete veces durante los cincuenta años de Yovel, cada séptimo año, caducan las deudas monetarias y la tierra no se trabaja durante el transcurso de todo un año. Todo lo que la tierra produce durante ese año es repartido en forma igualitaria entre todos los ciudadanos de las diferentes clases sociales. Durante los cincuenta años de Yovel, cada ciudadano goza de siete anos de licencia con goce de sueldo, en forma semejante al año sabático que conocemos en la sociedad actual.

Durante el año de Shmitá, el dueño de la tierra no puede cultivarla porque está se constituye en propiedad pública y los esclavos se liberan. En el Yovel, todas las tierras vuelven a sus propietarios originales y caducan los préstamos que se tomaron hasta ese lapso.

Una de las características del labrador es su necesidad práctica y afectiva de relacionarse con la tierra. El agricultor, más que otros trabajadores, está muy ligado a la fuente de su sustento, la tierra, sin embargo, cada siete años la Torá le ordena separarse de su fuente de manutención, para que pueda concentrarse en sí mismo.

El principio que subyace a los preceptos de la Shmitá y el Yovel – la interrupción de la labranza en la Shmitá y la devolución de la tierras a sus poseedores originales en el Yovel – es la posesión Divina de la tierra y el universo.

En los versículos de nuestra parashá – y también en otros textos bíblicos – se declara el reinado absoluto del Creador. Se lo bendice por la creación del mundo, por su sustento y renovación. Dios entregó este mundo al hombre “bajo garantía”: el hombre está a cargo de este mundo en forma temporaria. En otras palabras, la posesión del hombre con respecto a sus tierras no es absoluta: todo el mundo constituye posesión de Dios. Todas las riquezas y posesiones del hombre le han sido entregadas por Dios en forma temporaria y sólo para cumplir con ciertos propósitos.

En el mundo moderno existen dos sistemas económicos: el capitalismo y el comunismo. El primer sistema se propone basar la sociedad sobre el derecho del individuo a aumentar su capital privado sobre la base de la libre competencia y al premio de la iniciativa privada. Este sistema produce individuos que se enriquecen sobremanera sobre la base de la acumulación de posesiones materiales. El segundo sistema considera que el camino para lograr la felicidad humana consiste en la concentración de todas las riquezas y tierras en manos de un solo organismo: el Estado, que es el encargado de evaluar las necesidades de los ciudadanos y proporcionarles los elementos necesarios para su sustento.

Ambos sistemas son nobles en teoría, pero han fracasado en la práctica, ya que por razones económicas y políticas no han sido capaces de lograr la igualdad de los ciudadanos.

En nuestra parashá encontramos una respuesta interesante y revolucionaria a la cuestión central de la sociedad humana: cómo romper el círculo vicioso de la explotación y reparar el daño mediante el logro de la justicia.

El principio del sistema igualitario cíclico, expresado en los preceptos de la Shmitá y el Yovel es el siguiente: todos merecen la oportunidad igualitaria y constante de triunfar en la lucha por la subsistencia, oportunidad que es otorgada a todos mediante la igualdad cíclica.

La base de esta igualdad consiste en un reparto básico igualitario. Todas las tierras y medios de producción fueron originalmente repartidos en forma igualitaria, sin preferencias. Cada familia del pueblo de Israel recibió una parcela de la tierra de Canaán cuando entraron en ella, en forma proporcional al número de almas de cada tribu y familia. El punto de partida fue igual para todos.

Sin embargo, es natural que durante el ciclo de cincuenta años, en un sistema de economía liberal, se crearan diferencias económicas y existieran individuos que se enriquecieran, mientras que otros descendían en la escala social. No obstante, mediante el sistema igualitario cíclico, estas diferencias no permanecen para siempre, sino que en determinado momento se produce la nivelación de todos los individuos y ka desaparición de las clases sociales. Cada cincuenta años, las tierras, es decir, los medios de producción, vuelven a sus dueños originales y todos emprenden otro ciclo de cincuenta años de economía libre de condiciones de igualdad. De esta forma se renueva la igualdad una vez cada cincuenta años, en forma cíclica.

Si contemplamos las leyes de Shmitá y el Yovel desde una perspectiva moderna, es posible definirlas como una reforma agraria de carácter revolucionario. En forma total y automática, y sin pago alguno, las tierras son tomadas de sus poseedores originales. En realidad, cuando un hombre compraba un campo, sabía que no lo compraba para siempre sino por un período de tiempo equivalente a los años que faltaban hasta el Yovel.

Una de las características de la existencia humana es la distancia y la brecha que se producen entre los objetivos morales de la vida y las realidades de la vida. Para cerrar esta brecha es necesario llevar a cabo interrupciones prefijadas que renueven los valores básicos de nuestra vida, tanto en lo que se refiere a lo moral como a lo religioso. La shmitá y el Yovel representan esta interrupción que, como pudimos observar, tiene el objetivo de la renovación de la igualdad económica, psicológica y social.

Rabino Eliahu Birnbaum