Entre los cuatro principios de año que fueron fijados en la tradición judía, lo cual pareciera ser una característica única del judaísmo, establece la mishná en el Tratado de Rosh Hashaná, a Tu Bi Shvat como “año nuevo de los árboles”. Un día especial en el año en el que el centro del mismo no es el hombre sino la naturaleza.
Esta festividad, nos explica claramente la importancia que tiene para el judaísmo el cuidar la naturaleza, el mundo que el Kadosh Baruj Hú creó. De acuerdo a la tradición judía, la obligación del hombre no se basa solamente en proteger los derechos humanos (los cuales son sumamente importantes) sino también en proteger la naturaleza, la flora y la fauna. Como dijeron nuestros sabios: “cuando el Kadosh Baruj Hu creó al hombre, lo tomó y lo llevó ante todos los árboles del Gan Eden. Le dijo: mira cuan bellos son, ten cuidado de no destruir mi mundo, porque si lo destruyes, no habrá quien lo repare después”.
Entre otras cosas, este cuidado especial que Hashem le ordena al primer hombre, recibió prescripción halájica, prohibiendo talar árboles sin necesidad. Sin embargo, el significado de dicha halajá es mucho más amplio, obligando al hombre a abstenerse de realizar actos que pueden “dañar o destruir” el mundo, como la contaminación ambiental, y la obligación de realizar acciones para corregir los daños ya existentes, tales como disminuir el uso de materiales contaminantes o reciclar basura.
Las porciones semanales de la Torá, las cuales relatan sobre la salida de Egipto, son leídas en la época en que cae el “año nuevo de los árboles”. Éstas, resaltan a su vez la importante relación entre el hombre y la naturaleza. Así, por ejemplo, dice la Torá: “hoy salen, en el mes de la primavera” (Shmot 13:4). El ciclo de vida judío, rota constantemente alrededor de dos polos: el histórico y el natural. Entre “la fiesta de la libertad” y “la fiesta de la cosecha”, entre “la fiesta de la entrega de la Torá” y “la fiesta de las primicias”, entre “la fiesta de las cabañas” y “la fiesta de la recolección”. 2000 años de diáspora, han alejado a los judíos de la naturaleza. Los árboles y las flores – así como los animales – eran estudiados por ellos, de forma virtual, a través de las increíbles descripciones teoréticas que figuran en el Tanaj (como por ejemplo “barjí nafshí”) o en el Talmud.
El retorno a la tierra de Israel, representa el retorno a la naturaleza. No es casualidad que la época de la redención fue comparada a una vivencia física, material, terrenal, la cual relaciona a Israel justamente con los árboles. En la visión de Yejezquel (36:8) “y ustedes, montes de Israel, darán árboles y frutos a mi pueblo Israel”, ven nuestros sabios los símbolos de la redención, no son éstos rayos y truenos, ni visiones divinas o comprensión especial de “secretos cabalísticos”, sino que árboles y frutos, vuelven a “casarse” con el pueblo de Israel, y se unen con él mediante un nuevo tipo de relación.
Rabino Eliahu Birnbaum