”Ahora, éstas son las leyes que les darás. Si compras un esclavo hebreo, seis años trabajará, y al séptimo año quedará libre…”.(Shemót 21:1-2) La esencia legislativa de la Torá se encuentra en esta parashá; no porque contenga el mayor número de mandamientos (con 53, sigue de cerca a los 63 de “Emór” y a los 74 mandamientos que hay en “Ki-Tetzé”), sino porque su propio nombre define su carácter fundamental. “Mishpatím” significa leyes. Dado que la mayoría de la gente considera que el judaísmo es un compendio sistemático de leyes, es razonable decir que la sección de la Torá dedicada a “mishpatím” nos proveerá la definición y significado básicos en nuestra religión.
A partir de la teofanía momentánea en el Sinai, que leímos en la parashá anterior, la Torá viene ahora a enseñarnos que el Dios de la revelación es simultáneamente el Dios que comanda, que ordena; que la unicidad del judaísmo se apoya en esta legislación totalizadora – holística, se diría hoy- que abarca todos los aspectos de la vida, tanto de la persona como de la comunidad. Y desde que el judaísmo se ocupa no menos de los acontecimientos sociales que de los religiosos, lo más remarcable de esta parashá parece ser la compenetración mutua entre lo “civil” y lo “ritual”, el entrelazamiento de los derechos y daños sobre la propiedad con la santidad del shabát y los detalles del kashrút.
Mishpatím comienza con más de sesenta versículos dedicados a la legislación civil; para llevarnos inmediatamente a la prohibición de oprimir al extranjero. Nos prohibe incluso la opresión de la tierra, al ordenarnos darle reposo cada séptimo año; del mismo modo en que nuestros esclavos, empleados y bestias deben descansar -no menos que nosotros mismos- cada siete años. Cada aspecto de la creación merece su espacio específico y, por consiguiente, el Shabát, descanso y celebración semanal, es enfatizado, antes respecto de la globalidad de la nación que respecto del individuo. La parashá concluye hablando de kashrút, inculcando el mensaje de compasión por el mundo animal, cuando prohibe “cocinar al hijo en la leche de su madre”.
Pero el judaísmo es mucho más que un sistema legal, más allá de cuán importante y abarcadora pueda ser la legislación judía. A pesar de que la bimilenaria traducción griega de la Biblia conocida como Septuaginta traduzca el término hebreo “Torá” como “nomos” (ésto es,”norma”), el verdadero significado literal de “Torá” es enseñanza; referencia que connota una amplitud mucho mayor a la de la ley aislada en sí misma. Más aún: la Torá está repleta de historias, anécdotas y poemas cuyo alcance es muy superior al del material propiamente legal. El Talmud -Ley Oral- es una brillante antología de preguntas y respuestas, discursos ontológicos, anécdotas biográficas y parábolas morales. Si no fuera el Judaísmo otra cosa que una religión “de derecho”, sus textos más importantes deberían ser presentados con una estructura similar a la del derecho Romano o el Inglés. El mensaje de esta parashá nos enseña que la ley ciertamente provee un sentido trascendente a nuestras vidas cotidianas; y también demanda de nosotros un compromiso religioso hacia el monoteísmo ético; al tiempo que sostiene una visión perfeccionista de lo humano y lo social.