En Indonesia se encuentra la mayor concentración de musulmanes del mundo, pero justamente allí se está desarrollando una comunidad judía con total libertad y seguridad. Incluso algunos musulmanes vienen a escuchar las disertaciones del rabino.
Si bien Indonesia es el mayor país musulmán del mundo, al caminar por sus calles tanto en la capital Jakarta como en la norteña ciudad de Jaipura me sentí sumamente seguro.
Llegué a Indonesia tras estar en el otro lado de la isla, en Papúa Nueva Guinea. La isla se divide en dos, del lado oriental se encuentra Papúa Nueva Guinea que es un país cristiano y del lado occidental se encuentra Papúa Indonesia cuya población es musulmana.
Indonesia es un archipiélago ubicado en el Sudeste asiático, se encuentra entre la India y Australia y linda con Malasia, Singapur y Papúa Nueva Guinea. El país está conformado por diecisiete mil islas alineadas a lo largo del trópico, de las cuales solamente seis mil están habitadas. Su población supera los 260 millones de habitantes que en su mayoría son musulmanes, conformando la mayor concentración musulmana del mundo. Las religiones minoritarias tales como el cristianismo, hinduismo y el budismo tienen status de confesiones reconocidas. El judaísmo no entra en esta categoría de religión reconocida pero de todas maneras no hay persecución anti judía.
La visita a Indonesia fue apasionante no solamente por las bellezas naturales del país sino principalmente por el grupo humano que encontré, la comunidad de “Torat Jaím”, conformada por personas que se encuentran en proceso de acercamiento al judaísmo tradicional y aducen poseer raíces judías. Pertenecen a la tribu “Santany”, nombre del lago al que arribaron sus ancestros al llegar a Indonesia. ¿Quién podría creer que en un país musulmán hay descendientes de judíos que tienen un estilo de vida religioso y poseen una sinagoga activa?
A mediados del siglo XIX unos pocos judíos habitaban la isla y eran provenientes de los países de oriente. Mi maestro en temas de viajes por el mundo, el Rabino Yaakov Sapir visitó Indonesia, si bien en esos días el archipiélago se encontraba bajo gobierno holandés y esta región tenía el nombre de Lavatavie. Esto es lo que escribió el rabino Sapir en su libro Even Sapir (pág. 117): “Al saber que allí se encuentran algunos de nuestros hermanos quise visitarlos para verlos, conocer sus raíces y ver qué les hace falta… Tras la visita me cercioré que hay aquí muchos judíos pero que no se denominan como tales y sus hijos casi que se olvidaron que provienen de vientres judíos. No tienen ni sinagoga, ni cementerio, ni maestro, ni cantor litúrgico, ni matarife, ni circuncidador, y se han mezclado entre los gentiles asemejándoseles en todas sus acciones. A pesar de ello, en sus corazones se sienten judíos y no abjuran de su fe, Dios no lo permita”
Algún día volveréis
Los miembros de la comunidad “Torat Jaím” vinieron a recibirme al paso de frontera entre Papúa Nueva Guinea e Indonesia, junto a la ciudad de Jaipura. Fuera de Israel, generalmente acostumbro a andar con kipá en los países cristianos mas en los musulmanes, a los efectos de no sobresalir más de la cuenta, cubro mi cabeza con un gorro. Grande fue mi sorpresa al ver que mis anfitriones se allegaron a mí luciendo sendas kipot sobre sus cabezas y tzitziot que se dejaban ver entre sus ropas. De inmediato me quité el gorro y dejé ver mi kipá, práctica que mantuve hasta el final de la visita.
Es difícil de describir la emoción que me produjo el llegar a una isla solitaria en el océano pacífico y descubrir allí una comunidad judía observante. Tal como ya mencionamos, los hombres tenían kipot sobre sus cabezas y las mujeres casadas cubrían su cabello. La recepción incluyó bailes al son de melodías jasídicas contemporáneas y un rezo de Minjá en la bonita y prolija sinagoga comunitaria. Esta posee un arca sagrada en cuyo interior se encuentra un libro de la Torá impreso, que hace de símbolo o representación del rollo de pergamino. Los miembros de la comunidad se mostraron buenos conocedores en todos los pasajes del rezo y tras concluir este, el presidente de la comunidad tocó un shofar como manifestación de la alegría que sentían de ser visitados por un judío de la tierra de Israel.
De acuerdo a la tradición que detentan, hace cuatrocientos años sus antepasados llegaron a Indonesia que se encontraba entonces bajo gobierno holandés procedentes del Perú (a la que llaman Carmen) de donde se escaparon en virtud de su carácter de criptojudíos y las persecuciones de la inquisición. Según indica su legado, estos judíos abandonaron Perú en barcos que ellos mismos construyeron. Por esta razón de acuerdo a la costumbre de la tribu, todo joven que llega a la edad adulta, como rito de pasaje debe construir por sí mismo un bote de madera, cortarlo a la mitad y enviar una de las partes río abajo como forma de recordar el origen de sus antepasados.
Los cuatro patriarcas que llegaron a la isla, provenientes del Perú, son llamados por los miembros de la comunidad “melamdim” (maestros). A su arribo, los “melamdim” debieron inscribirse como miembros de una de las seis religiones permitidas a los efectos de poder obtener un trabajo. De esa forma los miembros de la tribu comenzaron a perder lentamente su identidad hasta que en 1880 llegaron misioneros cristianos comenzando entonces el proceso de evangelización de la tribu. Estos misioneros quemaron las sinagogas de la tribu, les confiscaron el único de rollo de la Torá que poseían y les prohibieron cumplir el Shabat y otros preceptos. Sin embargo, aun tras haberse convertido al cristianismo, se abstuvieron de visitar la iglesia.
El narrativo como conformador de identidad
Cuando presento grupos con conexión al judaísmo hay personas que me preguntan ¿cómo podemos estar seguros de que tienen raíces judías? Tras muchos años de viajes e investigaciones he llegado a la conclusión de que es muy importante escuchar atentamente el narrativo de cada grupo. Las tradiciones que se transmiten de generación en generación tienen suma importancia en la conformación de la identidad individual y en el delineado de los límites colectivos. El presente se va moldeando a partir de los relatos de los padres y los abuelos, y por ello el secreto judío radica más en las leyendas que en las demostraciones históricas.
Es indudable que la identidad de este grupo en Indonesia es acompañada de diferentes narrativos. No vengo a juzgar un fenómeno con ojos de historiador sino más bien a escuchar con atención las diferentes narraciones y relatos tribales. Humildemente debo admitir que en esta actitud veo parte importante de mi labor, salvar relatos y tradiciones de tribus perdidas sin necesidad de analizar la verdad histórica de estas.
Actualmente, la comunidad “Torat Jaím” en la ciudad de Jaipura cuenta con unas doscientas familias. La comunidad fue establecida en el año 2013 con la autorización de las autoridades musulmanas. En la sinagoga se rezan tres rezos diarios y por supuesto que también hay servicios de Shabat. Otra comunidad perteneciente a la misma tribu radica en la ciudad de Mandu y suman unas cincuenta familias. Existe otra comunidad judía en la capital Jakarta y cuenta con unos cien miembros procedentes de diferentes sitios en el mundo. A veces hay musulmanes que se acercan a la sinagoga para participar de los servicios y escuchar la disertación del rabino.
Muchos de los miembros de la comunidad trabajan en minas de oro, Indonesia es famosa por la calidad de su oro y podría recibir el título de “El Dorado modero”. Los judíos que trabajan en las minas tienen permiso especial de ausentarse el sábado de sus labores, lo cual es una expresión más de la tolerancia religiosa imperante en el país. En términos generales, la comunidad judía se siente libre y segura de vivir abiertamente de acuerdo a su fe. En la comunidad me dijeron “Nosotros aquí podemos caminar con kipá en el mercado o cualquier sitio que sea sin problema alguno”.
Por Rabino Eliahu Birnbaum