Cuándo le avisé a mi familia y seres queridos que partía rumbo a Kurdistán enseguida me preguntaron si había preparado ya un divorcio condicional para efectivizarlo en caso de no volver. Además, me increparon qué tenía que hacer yo en el Norte de Irak si es sabido que allí ya no quedan ni judaísmo ni judíos. Ahora que ya retorné sano y salvo, cumpliéndose la máxima rabínica que “los enviados para cosas de bien no sufren percance alguno”, trataré de describir lo que vi y me aconteció durante las sesenta horas que pasé en tierras kurdas en el norte de Irak. Kurdistán se extiende sobre tres países: Siria, Irak y Turquía. Mi visita fue al Kurdistán iraquí que funciona como región autónoma dentro de ese país.
El ingreso a Kurdistán me llevó varias horas. Si bien se suponía que la visa de ingreso me la expedirían al arribar al país resulta que llegué a las cuatro de la madrugada de un día festivo en el cual no había funcionario alguno en las oficinas migratorias. Por ello tuve que permanecer detenido en un cuarto lateral en el aeropuerto y solo a las once de la mañana mi pasaporte pudo ser estampado con la rúbrica iraquí y entonces finalmente pude ingresar al país.
La tensión entre el deseo kurdo de ser independientes y la dependencia del gobierno central iraquí se percibe a cada paso y en cada detalle. Los ciudadanos se sienten kurdos pero sus documentos de identidad son iraquíes. El mundo todavía no reconoce la independencia kurda mas esto no les impide seguir soñando y hablando de esta. La moneda en curso es iraquí pero los kurdos tienen su propia bandera. Se trata de una región autónoma pero no independiente.
Si bien en ningún momento caminé solo por la calle sino que fui permanentemente acompañado y escoltado, la sensación general es que se puede andar libre y tranquilamente por las calles. Los kurdos reciben muy amistosamente a todos los turistas y quien se enteró que yo era judío y provenía de Israel me recibió con un especial afecto. En más de una oportunidad cuando personas distinguieron la kipá que llevaba en la cabeza reaccionaron dando muestras de aliento y simpatía hacia Israel y los judíos. Si bien la población general es musulmana, esta no es extremista y pregona tanto la paz como la tolerancia. Es difícil de describir lo positivo de la actitud actual kurda hacia los judíos, no nos ven como un problema sino como objeto de admiración y ejemplo a seguir.
La presencia judía en Kurdistán es muy antigua y probablemente se remonte a los días del primer Templo y haya llegado con los exiliados de las diez tribus. La tradición que se transmite entre los judíos kurdos refiere a que llegaron al país en días del rey asirio Salmanasar, quien enviara a las diez tribus al exilio con anterioridad a la destrucción del primer Templo. Otra tradición indica que los judíos llegaron al Kurdistán en días de Ezra el escriba (inicios de la época del segundo Templo). El legendario viajero judío Benjamín de Tudela visitó Kurdistán en 1170 y encontró en estas tierras un centenar de comunidades judías que hablaban el arameo.
La comunidad judía kurda siempre fue considerada como una comunidad alejada y aislada del resto de las comunidades y del mundo en general. Hasta 1940 se estima que vivían en Irak unos ciento cincuenta mil judíos, cuarenta mil de los cuales en Kurdistán diseminados en más de doscientos poblados y aldeas. Es sabido que existieron comunidades judías kurdas importantes en las localidades de Irbil, amedi, Akara, Djhajou, Sulimanía, Fanjwin, Kirkuk, Jankin, Barazán, Dahuk, Bishkla y más.
La mayor parte de los judíos kurdos vivían en el Kurdistán iraquí (146 comunidades), algunos en el Kurdistán iraní (19 comunidades) y la minoría en el turco (11) hasta su emigración en los años 1950-1.
Una de las características de la judería kurda es su dialecto judío tradicional, el uso habitual de la lengua aramea refuerza la teoría según la cual los judíos son muy antiguos en el país. Así como en diferentes partes del mundo los judíos tomaron la lengua local y la transformaron en un dialecto judío, los judíos kurdos son los únicos del mundo en hablar arameo por lo que se llamaban a sí mismos como “la gente de la traducción”, al arameo lo llamaban “la lengua judía” o “Jabli” que significa “lenguaje de la montaña” o “lenguaje del exilio”. Entre los judíos que quedaron en estas tierras no encontré vestigios de uso de lengua aramea, todos hablan únicamente árabe o el dialecto kurdo local. Sin embargo, como es sabido, en Israel hay muchos judíos provenientes de Kurdistán que sí hablan arameo.
Tal como acostumbro hacer en mis viajes, también aquí me interesé por la historia, la cultura y las tradiciones judías locales; asimismo, me interesé por visitar sitios judíos y por encontrarme con judíos del lugar o sus descendientes pues esta es la mejor manera de conocer el pasado y el presente tanto de los judíos como del judaísmo. Una de las primeras familias con la que me encontré es la familia Sharwan, quienes vinieron a visitarme al hotel por la noche.
El encuentro fue realmente apasionante, Ezra Hassan y su hijo Meziri son descendientes de judíos pero actualmente practican el islam. La madre y la abuela de Ezra eran judías que se casaron con musulmanes adoptando entonces el credo del marido. En los años setenta la familia emigró a Israel adoptando el apellido “Ben Rajamim”. Según me dicen, “no hay actualmente comunidad judía en Kurdistán. Quedaban unas decenas de familias descendientes de judíos la mayoría de los cuales emigraron a Israel tras la Guerra del Golfo. Estas personas eran kurdos musulmanes con un abuelo o bisabuelo judío que adoptaron la fe musulmana hace unas dos o tres generaciones”. La mayoría de estos kurdos llegaron a Israel amparados por la Ley del Retorno pero pasado un tiempo la mayoría de estos retornaron a Kurdistán. Le comenté al Sr. Ezra que por la halajá si su madre es judía él también lo era, tras lo cual le pregunté qué se sentía, y me respondió- “mitad y mitad”. Cuando le hice la misma pregunta a su hijo me respondió que se consideraba un “musulmán amante de Israel”. Durante los años que residieron en Israel comían matzá en Pesaj, pero actualmente que viven en Kurdistán van a la mezquita todos los viernes.
En una noche fresca en la ciudad capital de Irbil mantuvimos un muy afectuoso encuentro en la casa de una de las familias descendientes de judíos. A esta reunión llegaron unos treinta hombres y mujeres de todas las edades. Para esta gente se trató de una primera reunión con un referente exterior tras décadas de espera, y en la cual intercambiaron ideas sobre su identidad judía y la factibilidad de un futuro judío en Kurdistán. Lo primero que escuché de mis anfitriones fue: “nuestro objetivo es retornar a la fe de nuestros ancestros. Queremos dejar de creer en Mahoma para pasar a creer en Moshé. Esto es hoy posible ya que la sociedad kurda actualmente es más tolerante y más abierta. Hasta hoy vivimos y nos condujimos como musulmanes pero nos resulta profundamente decepcionante ver cómo actúan los partidarios del ISIS. Ellos sostienen representar el islam verdadero y para nosotros es profundamente decepcionante. De hecho, en la sociedad kurda actual todo saben quién es “ben joe” o descendiente de judíos. A lo largo de los años todos sabían que descendían de judíos y no se trataba en absoluto de un secreto”
Varios de los presentes en la reunión eran funcionarios de alto rango en el gobierno local, asesores legales, comerciantes, académicos y jóvenes. A todos ellos el retorno al fe judía les puede causar daño pero de todas maneras están determinados a “salir del closet” y declarar públicamente su fe.
Creo que el encuentro más emotivo en tierras kurdas fue con la señora Rivka Simja Sultán. Rebeca es hija de madre judía y nieta de abuela judía y su familia nunca se convirtió al islam si bien tanto ella como su madre se casaron con hombres musulmanes por temor al gobierno iraquí. Si bien su marido es musulmán, él acepta y entiende la necesidad de su esposa de preservar las tradiciones judías. Cuando su madre la entregó a su flamante marido le dijo a este: “que sepas que mi hija es judía”. Si bien está casada con un musulmán, Rivka Simja continúa encendiendo velas de Shabat y recitando a diario el “Shemá Israel”. Ayuna en Yom Kipur, cree en la Torá y no en el Corán. Cuando prepara pan pita iraquí en su casa no se olvida de cumplir con el precepto de separar “jalá” recitando la bendición correspondiente, abluye sus manos antes de comer pan y recita la bendición correspondiente al ingerirlo. En Pesaj, durante siete días prepara pan sin leudantes. Rivka Simja tiene cinco hijos que saben que su madre es judía y por ende que también ellos lo son. Si bien sus cinco hijos están casados con mujeres musulmanas los hogares funcionan como casas judías.
En un momento de nuestra conversación le pregunté a Rivka Simja si sabe recitar el “Shemá Israel” a lo que me respondió “¡por supuesto!” Se puso de pie, cubrió sus ojos con su mano y lo recitó con un marcado acento árabe, tras lo cual tanto ella como yo vertimos sendas lágrimas de emoción al ver que el pueblo judío sigue vivo y en tierras kurdas aun se escucha el “Shemá”. Al despedirnos me dijo: “estoy tan contenta de haberte visto, eres mi hermano, un judío como yo”.
Partí de la ciudad de Irbil rumbo a la localidad de Elkosh para visitar la tumba del profeta Najum quien profetizara en el 615 A.E.C. el derrumbe del reino de Asiria. A pesar de lo sinuoso del camino recordé la máxima de los judíos kurdos según la cual “todo aquel que peregrina al profeta Najum por los senderos que a él conducen y a pesar de los peligros que sobre estos acechan logrará llegar a la tumba y retornar de esta en paz”… bendito sea Dios así fue. Los judíos de Kurdistán acostumbraban a visitar la tumba en la fiesta de Shavuot y para los kurdos gentiles este era conocido como un sitio que prodiga tanto cura como ayuda.
Las tumbas de los profetas bíblicos tales como la de Najum en Elkosh, la del profeta Ioná en la antigua Nínive, la de Daniel en Kirkuk, la de Jabacuc en Tuyserkan y la de Mordejai y Esther en Hamadán junto a una serie de cuevas en las cuales según la tradición se escondió el profeta Eliahu son considerados los sitios más importantes de Kurdistán y son sagrados para todos los judíos hasta el día de hoy.
Tras cuatro horas de camino desde la ciudad de Irbil arribamos a la aldea de Elkosh. En esta localidad quedan los últimos vestigios de una sinagoga en todo Kurdistán y en su interior se encuentra la tumba de profeta Najum. Tal como menciona el Tanaj, Najum era denominado “elkoshita” (1:1) y segúnb Rashí esto obedece a que era oriundo de Elkosh. A lo largo de muchas generaciones los judíos habitaron en Elkosh en torno a la tumba del profeta Najum, mas actualmente este sitio está abandonado. El último rabino del pueblo al partir rumbo a Israel le dejó las llaves de la sinagoga a un amigo kurdo de nombre Sami Djajouana.
Hay muchos investigadores que identifican a esta como la tumba del profeta Najum si bien existe también una tradición según la cual está enterrado en la Galilea en las cercanías de Kfar Najum (Capernaúm) junto a la ciudad e Tiberias.
Luego de visitar la tumba recé Minjá y pernocté en la aldea para así partir a la mañana del siguiente rumbo a la aldea de Barazán que se encuentra en el norte de Kurdistán. A lo largo del camino pasamos por varios puestos de control de la milicia kurda “Pashmarga” que en kurdo significa “de pie ante la muerte”.
Durante mi estancia en Kurdistán pasé la mayor parte del tiempo en la capital Irbil y en algunas aldeas en las cuales quedan judíos, la principal de las cuales fue la de Barazán o Barazani. Un viejo refrán judeo kurdo reza: “La Torá saldrá de Sindor y la palabra de Dios de Barazani”. Al llegar a Barazani me recibió el Sheikh homónimo, jefe de la aldea, junto a una comitiva de personajes notables de la localidad. Tras la ceremonia tradicional de bienvenida que incluye sentarse conjuntamente, beber té y halagar tanto al pueblo judío como al kurdo salimos a efectuar un paseo por el poblado.
El Sheikh me mostró el sitio donde se encontraba la sinagoga del pueblo así como también un sitio que parece haber sido la mikve (me dijo: “este es el sitio donde se lavaban los judíos”). Actualmente no hay judíos en Barazán, los últimos abandonaron el pueblo en 1950. En el centro del pueblo se encuentra la tumba de Mustafá Barazani, el visionario de la independencia kurda y quien guio a esta nación en su lucha por la libertad.
Previo al establecimiento del Estado de Israel en Irak vivían no menos de ciento veinte mil judíos, muchos de ellos en la región de Kurdistán. Hasta el comienzo de los años cincuenta la gran mayoría de estos abandonó el país para salvarse de las persecuciones y de la creciente violencia que padecían. Quienes se quedaron se convirtieron al islam o se terminaron yendo del país en los años setenta cuando el dictador Sadam Hussein comenzó a orientar sus flechas hacia los remanentes de la comunidad judía.
Los judíos kurdos comenzaron a emigrar a la tierra de Israel en una etapa relativamente temprana. El primer movimiento migratorio se registra en el siglo XVI y estos judíos se asentaron en la ciudad galilea de Safed. En el siglo XX hubo oleadas migratorias en los años veinte y en los treinta. Entre 1920 y 1926 llegaron a la tierra de Israel 1900 judíos provenientes de Kurdistán. En 1935 llegaron 2500, y hasta 1948 ya había unos 8000 en todo el país. Una vez establecido el Estado de Israel todos los judíos del Kurdistán turco, iraquí e iraní fueron transportados por aire al novel país durante los años 1950 y 1951 en el marco del operativo “Ezra y Nejemia”. La mayoría de los judíos kurdos llegaron a la tierra de Israel tras el establecimiento del estado, unos pocos se quedaron en Kurdistán, muchos de los cuales fueron forzados a abrazar el islam y al día de hoy tenemos unos ciento treinta mil judíos kurdos viviendo en Israel.
Tras algunos días de travesía por tierras kurdas llegué a la clara conclusión de que no hay judíos en este país. Un par de centenares de descendientes de judíos que se convirtieron al islam son el recuerdo inerte de una gran comunidad judía sumamente antigua que residió por milenios en el norte de Irak. Sin embargo, la fuerza que irradia de estos judeo-descendientes que se convirtieron al islam pero continúan practicando secretamente su judaísmo fue un gran aliciente para mi decepción.
El estado actual de cosas en Kurdistán desde un punto de vista judío es sumamente singular respecto de otras partes del mundo y puede ser resumido de la siguiente manera: no hay cementerios judíos en Kurdistán, fueron destruidos por efecto de fenómenos naturales y del ejército de Saddam Husein. No hay sinagogas en Kurdistán, las que habían se destruyeron. No hay judíos en Kurdistán, los que había se convirtieron al islam o se fueron a Israel. En otros países, aunque los judíos se hayan ido quedan sinagogas, cementerios u otros restos de vida judía. Sin embargo, en Kurdistán todo fue borrado como si nunca hubiese existido.
Por Rabino Eliahu Birnbaum