Praga, República Checa
Luego de muchos años de guerra y comunismo, la comunidad judía de Praga comienza a despertarse. La ciudad donde sus sinagogas se transformaron en museos y sus habitantes aún temen al Golem del altillo.
La Praga judía, es sin duda alguna, sumamente especial. Más allá de la historia de la ciudad y de la comunidad judía, de la belleza de los edificios y de las sinagogas, en Praga corre un aire especial. El pasado y el presente viven entremezclados. La leyenda y la realidad se fusionan en sus calles. El Maharal de Praga y Franz Kafka no son personajes que formaron parte del pasado de la comunidad, sino que siguen vibrando hasta hoy en día en la conciencia y en la identidad de los judíos de la ciudad.
Quien camina por las calles del barrio judío de Praga siente como si caminase en la sombra del Maharal de Praga y del golem que él creó. No se trata solamente de historia, ni tampoco de leyendas y cuentos. Hasta hoy en día es posible escuchar debates entre los distintos turistas acerca de si el Golem fue realmente creado o no y si todavía se encuentra en el altillo de Altnoishul (la sinagoga vieja-nueva). De todas formas, no encontrarán a nadie que esté dispuesto a poner una escalera y trepar al altillo del Beit Hakneset para poder resolver el dilema.
Pareciera ser que las especiales características de esta tan especial ciudad pueden ser resumidas en un reloj que se encuentra en la entrada de la municipalidad, la cual en lugar de números cuenta con letras en hebreo, y sus agujas van hacia atrás. Intentando transmitirnos que en Praga el tiempo no avanza hacia adelante, sino hacia atrás, o que el mismo no tiene significado alguno.
Muchas leyendas acompañan la historia de la ciudad. Una de las mismas cuenta cómo comenzó la comunidad judía de Praga:
Mucho, pero mucho antes de que Herodes reinase, había en la tierra de Israel tres personas justas, descendientes del rey David, a las cuales Hashem les reveló, en un sueño, lo que decretó hacer a su pueblo. Dichas personas justas, dado que no querían ser testigos de dicho sufrimiento, decidieron viajar a un lugar lejano, cualquiera que sea. Fue entonces, que tomaron a sus familias y dejaron la tierra de Israel. Estas personas santas, partieron sin destino, mientras que una estrella y una menorá con sus siete velas encendidas los iluminaban desde el cielo para mostrarles el camino. Dichas personas, trajeron consigo libros sagrados los cuales estudiaban en el camino, y cuando un animal salvaje o bandidos los veían, huían del lugar atemorizados. Pero un día, uno de sus niños transgredió el shabat. Era la noche de shabat, ya estaba oscuro, la estrella ya se encontraba en el camino y la menorá les alumbraba, cuando dicho niño cortó una ramita e hizo de la misma un palo. En ese mismo instante desapareció la estrella y la menorá se apagó. Empezaron a perderse, este para aquí, otro para allí, hasta que se separaron uno del otro. Así llegó uno de ellos con sus hijos a Toledo, España, el segundo llegó a Worms, Alemania y el tercero llegó a Bohemia, a orillas del Moldava, mucho tiempo antes de que hayan allí alemanes y eslavos. Esta última persona construyó una ciudad para sí mismo y la llamó Praga (de acuerdo al libro de Gustap Fritg).
Mil años de historia
Praga siempre fue un importante centro para la cultura judía. Grandes rabinos activaron allí en la edad media e influenciaron a todo el mundo judío con sus grandes ideas. “Le edad de oro” de la comunidad judía de Praga fue durante el gobierno de Rodolfo II, durante el traspaso del siglo XVI al siglo XVII. En dicha época, vivían en Praga un gran número de rabinos, iluminados y filósofos, parte de ellos se dedicaron a estudiar astronomía, matemática e historia. El último apogeo de la cultura judía en Praga fue a fines del siglo XX, en ese entonces vivían en la ciudad escritores, poetas y filósofos y varios artistas, cuyas obras enriquecieron la cultura y la literatura checa, alemana y hebrea moderna.
Praga, la capital de la república checa, fue durante muchas generaciones uno de los centro judíos antiguos más importantes del centro de Europa. Gracias a su ubicación en el centro de Bohemia, la comunidad judía de Praga fue desde el comienzo un centro natural para el resto de las comunidades de la zona, y por tal razón los acontecimientos de su pasado son la mayor parte de la historia de los judíos de la República Checa. A pesar de haber sufrido muchas tragedias, pogroms e intentos de expulsión, el asentamiento judío y la vida religiosa nunca fue cortada durante miles de años de la historia judía de Praga.
Los primero judíos que se asentaron en Bohemia y Moravia al parecer llegaron en la época romana, pero no hay pruebas históricas o documentos que lo certifiquen. De todas formas, no hay duda que el asentamiento judío en la zona de Moravia y en la ciudad de Praga comenzó a fines del siglo X, y hay testimonios de que los judíos viven en Praga desde el año 970. Hasta fines del siglo XI se estableció en Praga una comunidad judía, y a comienzos del siglo XII los judíos sufrieron persecuciones: al comienzo a manos de los cruzados en 1096, y luego durante el sitio al castillo de Praga en 1142.
Ya en el siglo XVI Praga era un centro judío importante en Europa, y había en la misma, rabinos muy conocidos como el Maharal (Rabi Iehuda Loew 1510-1609) y Hanodá Mi-Iehudá (el Rab Yejezquel Landa, 1713-1793). En los años 1522-1541 la comunidad judía de Praga se duplicó. Inmigrantes judíos que fueron expulsados de Moravia, Alemania, Austria y España, llegaron a Praga. El barrio judío se convirtió en un gueto en forma oficial, pero el traspaso del mismo no fue señalado a nivel legal. En dicha época el gueto creció dado que les fue permitido a los judíos adquirir tierras cercanas al gueto y construir casas.
En 1567 los derechos de los judíos fueron autorizados por el emperador Maximiliano II. El crecimiento económico y cultural de la comunidad judía tuvo lugar durante el gobierno de Rodolfo II, el cual autorizó todos los derechos anteriores de 1576 y les prometió a los judíos no expulsarlos nuevamente de Praga. A comienzos del siglo XVIII vivían en Praga más judíos que en cualquier otro lugar del mundo y en 1708 los judíos eran un cuarto de la población general de Praga. Lamentablemente la edad de oro terminó cuando la emperadora María Teresa subió al poder, la cual expulsó a los judíos de Praga entre 1745 y 1748. Los judíos retornaron a Praga durante el gobierno del emperador Joseph II (1780-1790), quien en octubre de 1781 publicó un decreto de tolerancia, donde aceptaron la idea de tolerancia religiosa.
Piedras “condicionadas”
Como hemos dicho, el más conocido de los rabinos de Praga es el Maharal, Rabi Iehuda Loew ben Betzalel). En el año 5333 (1573) el Maharal creó un gran Beit Midrash conocido como “el Kloiz”, allí enseñó Torá durante 11 años. A pesar de que el Maharal no sirvió como rabino de Praga, el mismo era conocido como el líder espiritual de la comunidad.
En adición al Maharal, florecieron y activaron en la comunidad judía de Praga grandes rabinos. Ya en el siglo XI el Rabino Menajem ben Makir se encontraba activo allí, el hermano de Rabeinu Gershón me Or Hagolá. A mediados del siglo XII se encontraban en la yeshivá de Rabenu Tam en Francia, sabios provenientes de Praga, como Rabi Yitzchak ben Rabi Mordejai y Rabi Eliezer ben Rabi Itzjak de los Vaalei HaTosafot. En el siglo XIII activaba en Praga Rabi Yitzchak Ben Moshé escritor del libro “Or Zarúa”, y en el siglo XVI activaron allí Rabi Iom Tov Lippmann Heller, escritor de “Tosfot Iom Tov”, y el Shlá Hakadosh quien realizó aliá en el año 1621. En el siglo XVII vivía en la ciudad el autor de “Hanodá Beiehudá”, el Rabino Yejezkel Landa, quien se desempeñó como rabino de Praga durante los años 1755-1793.
El esplendor del judaísmo de Praga se encuentra manifestado por ser el primer lugar donde hubo una imprenta judía en el centro y este de Europa desde comienzos del siglo XVI (la primera imprenta al norte de los Alpes). Ya en el año 5272 (1512) fue impreso en Praga un sidur, y entre los libros más famosos que se publicaron en dicha época, se encuentra “La Hagadá de Praga”, la cual sirvió de ejemplo para muchas más hagadot.
Praga era la ciudad de las sinagogas y las yeshivot, y hasta la actualidad, representan las mismas, el pilar de la comunidad judía. Existen hoy en día 7 sinagogas en la ciudad: Klaus, Pinkas, Meizel, Sefaradí, Ierushalmi, Altnoishul, y una pequeña sinagoga de Jabad la cual sirve a israelíes y turistas. En nuestros días, lamentablemente las sinagogas fueron transformadas en museos, sin embargo es posible encontrar en esto consuelo, dado que gracias a los ingresos que obtienen del costo de entrada de los varios turistas, judíos y no judíos, la comunidad puede sobrevivir y ayudar a aquellos miembros que lo necesitan. Este fenómeno de transformar sinagogas en museos es muy conocido en las ciudades antiguas de Europa.
En el beit kneset sefaradí tienen lugar cada semana un minián reformista, y en el beit kneset Ierushalmi se realizan tefilot todos los shabatot de acuerdo al rito ierushalmi-jasídico. Aunque sin duda, la sinagoga más especial, la más antigua y la más conocida es Altnoishul. No es posible escribir sobre los judíos de Praga, sus historias y su naturaleza, sin referirse al beit hakneset donde se encuentra el golem…
Altnoishul es hoy en día el sitio más antiguo de la ciudad judía de Praga, y el más antiguo beit kneset que sobrevivió en Europa y se mantiene en pie de forma completa. Fue construido en el siglo XIII y fue denominado en el comienzo la nueva o gran sinagoga, pero hasta que se crearon otras sinagogas en el gueto hacia fines del siglo XVI, pasó a ser conocido con el nombre “nuevo-antiguo” – Altnoishul. Otra explicación para dicho nombre puede ser encontrada en una antigua leyenda, de acuerdo a la cual las piedras del Beit Kneset fueron traídas a Praga, por medio de ángeles, desde el Beit Hamikdash, con la condición (altnoi) de que sean devueltas al mismo cuando éste sea reconstruido. Varias leyendas fueron creadas respecto a dicho beit kneset, a lo largo de sus 700 años de existencia. De acuerdo a una de ellas, la sinagoga se salvó de incendios mediante alas de ángeles que se transformaron en palomas, y por tal razón se ha preservado hasta hoy en día en forma completa.
Una linda leyenda describe la profunda relación que existe entre el beit hakneset Altnoishul y Jerusalem:
Los muros de la sinagoga contaban todo lo que sucedía en la tierra de Israel en cada momento. La primera generación que se asentó en Praga no tenía nada más que mirar las paredes. Cuando Tito el malvado y sus legiones llegaron a las puertas de Ierushalaim, los muros del beit kneset comenzaron de repente a derribarse, las puertas del Harón Hakodesh se salieron de su lugar y se abrieron, el rollo de la Torá se movió solo y se frenó en la parashá en que Hashem nos advierte lo que nos sucederá si no vamos por su camino. De repente se oyó de aquí y de allí, de arriba y de abajo y desde el aire la melodía de la meguilá de Eijá.
Doble Cántico al Shabat
Como hemos dicho, la leyenda más famosa del Beit Hakneset Altnoishul es la leyenda del golem de Praga. De acuerdo a la leyenda el Maharal creó al golem a la orilla del río Volta, una noche de primavera de 1580. Se relata que primero creó la forma y luego le dio vida con una frase que incluía el nombre sagrado de Hashem. Al golem se le dio el nombre de Yosef y trabajó como sirviente en la casa del Maharal. El único momento en que el rabino le quitaba el espíritu de vida al golem era en shabat, en ese santo día el mismo yacía, como un bloque material, hasta fines del día sagrado. Un shabat, el Maharal se olvidó de quitarle el espíritu de vida y el golem perdió el control. Salió a la calle, destruyó todo lo que se interpuso en su camino y creó pánico en todos los ciudadanos. En ese entonces, el Maharal se encontraba en la sinagoga pero al oir lo sucedido, salió inmediatamente a detenerlo y logró devolverlo a su lugar en el altillo, allí le quitó el espíritu de vida y el golem explotó. De acuerdo a la leyenda, sobre la frente del golem estaba escrita la palabra “emet” (verdad en hebreo), y su muerte fue causada quitando la letra alef dejando formada la palabra “met” (muerto). Finalmente, el material del golem fue depositado en el altillo del Altnoishul, y se prohibió la entrada al lugar.
El altillo del Beit Hakneset pasó a ser un lugar sumamente misterioso, debido a la historia del golem. El sabio Rabi Yejezkel Landa, escritor del libro “HaNodá BeIehudá” prohibió la entrada al lugar y de acuerdo a la leyenda, hasta hoy en día nadie subió a dicho lugar. Los habitantes de Praga, incluso aquellos que no son judíos, no se atreven a acercarse a dicho altillo. Durante el gobierno nazi, en el año 1941, subió allí el gobernador nazi de la República Checa y poco tiempo después del hecho, fue asesinado. La figura del golem se encuentra grabada en la cultura y la conciencia de los checos hasta hoy en día. Si frenan a checos no judíos en las calle del Beit Hakneset y le preguntan sobre el golem, recibirán respuestas firmes, como si se tratase de un hecho totalmente real. Hay incluso aquellos que temen que retorne.
Muchas costumbres caracterizan a la sinagoga Altnoishul y a la tefilá de la misma. En la pared occidental hay un cuadro colgado con las costumbres del lugar. Entre las más conocidas y las más extrañas se encuentra la de recitar dos veces el “Salmo al Día del Shabat” una vez tras otra, con una pequeña interrupción en el medio. También dicha costumbre está relacionada con la leyenda del golem de Praga. De acuerdo a lo relatado, en el momento en que el golem perdió el control, el Maharal se encontraba en la sinagoga, en la mitad de la lectura del “Salmo al Día del Shabat”. Cuando retornó ordenó que digan nuevamente dicho salmo, para demostrar que entre su salida y su regreso el shabat simbólicamente se detuvo. Desde entonces y hasta hoy en día, el Beit Hakneset Altnoishul es el único en el mundo en que se dice dicho salmo dos veces.
Junto con la sinagoga, el cementerio judío antiguo – uno de los más antiguos y mejor preservados de toda Europa – es el sitio turístico más llamativo de la ciudad vieja de Praga. El cementerio fue establecido a comienzos del siglo XV en la zona occidental del gueto. De las lápidas, es posible aprender muchísimo sobre los judíos de Praga a lo largo de las generaciones.
El novio de 88 años
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, vivían en Bohemia y Moravia alrededor de 90.000 judíos, de los cuales 55.000 residían en Praga. Cerca de 80.000 fueron asesinados en la Shoá. 74.000 judíos de la República Checa fueron apresados en el Gueto de Theresienstadt y 80% de los mismos fueron transferidos a Auschwitz, Majdanek, Treblinka y Sobibor. Otros judíos checos fueron enviados directamente a campos de exterminación. Luego de la guerra, quedaron 13.000 judíos en la República Checa. Hasta 1950 la mitad de ellos realizaron aliá.
La mayor parte de los judíos de la República Checa viven en Praga, sin embargo hay también judíos en comunidades pequeñas como Ostrava, Pilsen, Teplitz, Karlovy Vary, Olomouc, Deichin, Liberec y Usti. La comunidad judía de Praga cuenta con 1700 miembros, aunque se cree que hay otros miles de judíos que no son miembros de la comunidad. Estos últimos, retornaron a Praga luego de la shoá y pidieron borrar su pasado, tal como sucedió en otros lugares del este de Europa, y comenzar una nueva vida. El temor al gobierno y a la inscripción comunitaria aún existe. Es importante recordar que los judíos fueron exiliados durante la shoá de acuerdo a las listas de la comunidad, y por tal razón hasta hoy en día hay muchos judíos que se niegan a ser anotados, temiendo que el hecho vuelva a suceder. En la República Checa, como en Alemania, hubo judíos que se veían a sí mismos como “checos hijos de la religión de Moshé”, los cuales crearon una división entre su identidad nacional-cultural y su identidad religiosa. Dicho esquema aún sigue presente en los judíos de hoy en día. Más aún, incluso durante el gobierno comunista no era bueno ser judío en forma abierta. Quien iba al Beit Hakneset era llevado a la policía secreta para ser investigado, y tales cosas crearon gran temor al judaísmo y al Beit Hakneset.
Sin embargo, incluso después de la Segunda Guerra Mundial, y 50 años de comunismo, la comunidad no desapareció y como el resto de las comunidades judías del mundo, la misma se encuentra en un proceso de despertar. Muchos descubrieron su identidad judía tan solo después de 1989, con la caída del comunismo. Los judíos que viven en Praga en la actualidad, se encuentran relacionados con la historia cercana y lejana de la ciudad y la comunidad, dado que es difícil vivir en una ciudad tan esplendorosa y conmovedora sin estar relacionados con su pasado y su presente.
La comunidad comienza a recrear su vida judía y a realizar actividades educativas. La misma cuenta con un jardín de infantes y un colegio llamado Gur Ariéh (en nombre del libro del Maharal de Praga, por supuesto). Asimismo, hay en la comunidad una sinagoga, clases de Torá, servicios religiosos, servicios sociales, un geriátrico, actividades culturales y demás. En estos momentos, la comunidad judía construye un geriátrico monumental, dado que hay muchos ancianos en la comunidad, entre ellos sobrevivientes de la shoá, y la comunidad los respeta mucho. Sobre el despertar comunitario, a nivel de identidad y religioso, se encuentran a cargo el Gran Rabino de la República Checa, el Rabino Efraim Sidón, el Rabino Moshe Koler (egresado del Instituto Straus-Amiel), y el enviado de Jabad en Praga.
Uno de los personajes más coloridos en las calles del cuarto judío y las sinagogas, es Rabí Sholem Alter Foiershtein. Dicho judío, hoy en día de 89 años, resume con sus años lo que le sucedió a la comunidad judía de Praga en las últimas generaciones. Rabí Sholem nació en Ucrania, y durante los años del gobierno comunista se ocupó de fortalecer a las sinagogas, siendo apresado por tal hecho. Durante la shoá estuvo en un campo de concentración, y luego de la misma regresó a la ciudad y fue uno de los renovadores de la comunidad. Hasta hoy en día es posible verlo en todas las plegarias matutinas y vespertinas en el Beit Hakneset. Hace un año, a los 88 años, Rabí Sholem tuvo el mérito de casarse por… primera vez. Rabí Sholem, es sin duda alguna, parte de los símbolos de la renovación de la comunidad judía de Praga.
Rabino Eliahu Birnbaum