La diferencia entre Paz y Shalom – Comentario a la parashá de Nasó

Rabino Eliahu Birnbaum

“Que Dios te mire con misericordia y te conceda shalom”, es la bendición que pone nuestra parashá en boca de los cohaním, (sacerdotes) para todo Israel.

“Shalom”, no es lo mismo que paz. Paz es la negación de la guerra, es un estado de no violencia. Shalom, por su parte, proviene de “shalém”, de “shlemút”, que son completitud e integridad. El shalom, para ser tal, presupone un estado de tranquilidad, sosiego, quietud, calma, concordia, armonía, amistad. El concepto de shalom deja sus manifestaciones visibles en la realidad coyuntural, mientras echa sus raíces más profundo, en el mundo de los sentimientos y las actitudes vitales de los hombres.  El Talmud nos enseña que “sobre tres pilares se sostiene el mundo : la justicia, la verdad y el shalom”, al tiempo que “Dios creó el mundo para que exista shalóm entre los hombres”. Pilar y finalidad del universo, el shalom es un referente crucial en la vida judía.

La inclinación natural del hombre suele llevarlo al ejercicio de la violencia: la necesidad de conquistar, dominar, controlar, son instintos humanos que en aras del shalom es necesario trascender y dominar. Por consiguiente, es necesario lograr en principio el estado de shalom interior, para poder proyectarlo en el grupo familiar; y recién entonces, con la fuerza conjunta de un grupo humano que ejerce una vocación de armonía, aportar nuestra colaboración para el shalóm de toda la sociedad. Para participar en la construcción del shalom, no menos el propio que el colectivo, se debe merecer, para comenzar, “que Dios te mire con misericordia”, como reza la bendición de los cohaním en nuestra parashá. Es necesario observar, atender y entender al prójimo, cuando se quiere obtener shalom.

El shalom, tan cercano por cuanto se lo vive fugazmente y se lo quiere retener en los momentos felices de cada día, en la cotidianeidad de la vida familiar, tan lejano cuando se lo siente utopía en realidades complejas y conflictivas, nos plantea un dilema singular, cuya solución no se encuentra en lugar alguno fuera de cada uno de nosotros.