La necesidad de reconocernos en nosotros mismos – Comentario a la parashá de Bamidbar

Rabino Eliahu Birnbaum

Esta parashá da comienzo a la lectura de Bamidbar (“en el desierto”), el cuarto libro de la Torá. En una primera lectura, este libro da una impresión de gran simpleza; parece aburrido, compenetrado con las caracteristicas del desierto en que transcurre su relato. Las referencias inmediatas que nos vienen a la mente al pensar en el desierto se relacionan con la tranquilidad, la soledad, la lentitud, y la vida carente de sorpresas.

Paradójicamente, es en este desierto donde se generan el orden interno y la tradición del pueblo de Israel. Del mismo modo en que un cuerpo enfermo o sin defensas es aislado hasta que se recupera, el pueblo de Israel es separado de las culturas mesopotámica, egipcia y cnaanita; es alejado de la sociedad, de las filosofías ajenas, de las influencias a que podía ser sometido. El desierto oficia de “laboratorio ” donde el pueblo de Israel se desarrolla como tal.

En el desierto es donde el pueblo aprende a respetar y mantener una estructura, una organización. Cada tribu acampa en su lugar, bajo su bandera y su escudo; cada cual conoce y respeta la función y responsabilidad que le ha sido atribuida. Sin embargo, por referirse a una etapa de fermento, de ajuste de una tradición y una identidad nacional, el libro Bamidbar es, por excelencia, la cronica de los conflictos, las permanentes crisis y las disyuntivas que el pueblo de Israel tuvo que pasar para asentar la fortaleza de su unidad.

Tan claramente se nos describe el origen de cada situacion conflictiva, que se nos lleva a comprender que las situaciones humanas no son generadas por el lugar geográfico, sino que son exclusiva responsabilidad del hombre. Es tan posible vivir aislado en una isla sin experimentar la soledad, como sufrir esta profundamente, aun viviendo en sociedad.

Otras tradiciones necesitan crear e identificar medios físicos, lugares en que arraigar la cuna de sus culturas. La cultura griega identifica sus raices en Atenas, asi como en Roma lo hace la cultura latina. La cultura judía nace en el desierto, “tierra de nadie” y por tanto tierra de todos, y en esto queda simbolizada la universalidad de la Torá.

Al mismo tiempo, diferentes religiones y culturas conciben al desierto como un lugar o “estado del ser” deseable cuanto ideal, óptimo para comunicarse con Dios. En el judaismo, por el contrario, la evolucion en el desierto se dirige a normatizar una sociedad en que las personas viviran civilizadamente, y la armonía, la concordia y el desarrollo serán claves de la vida en comunidad, una vez consumado el proceso.