Rabino Eliahu Birnbaum
Sobre cada integrante del pueblo de Israel recae este precepto, que revela ser un auténtico desafío: el cordero, animal sagrado para los egipcios, debía ser tomado, cuidado durante tres días en cada casa de los hebreos, y sacrificado ante los ojos de los egipcios. Finalmente, el ritual abarcaba también la obligación de comer toda la carne del cordero, por lo que se tornaba imprescindible la participación de varias familias hebreas en cada sacrificio.
A partir del Korbán Pésaj nace la simbología de la mesa judía como elemento de cohesión religiosa y cultural. La familia judía se sienta a la mesa, y no es menos el alimento que el espíritu recibe en la experiencia de una “seudá”, que el que toca al cuerpo a partir de la comida que ingiere. La mesa judía está llamada a ser un pilar para la armonía entre las generaciones que componen al pueblo, y un episodio fermental que ayuda a la transmisión de los contenidos judaicos, así como a dirimir conflictos entre los individuos.
Cuando el Faraón ha decidido ya otorgar el permiso para que el pueblo de Israel se dirija al desierto a ofrecer el korbán, pregunta finalmente a Moshé y Aharón: ¿”Quiénes son los que irán?”.
“Con nuestros jóvenes y con nuestros ancianos iremos”, responde Moshé; “con nuestros hijos e hijas, con nuestro ganado todo iremos, pues fiesta a Dios es para nosotros”. Un pueblo que desea adquirir realmente condición de libertad, debe encontrarse unido; no puede permitirse ningún bache en la continuidad de las generaciones que lo componen. La continuidad es el símbolo de la unidad del pueblo; todo cuanto concierne a la identidad colectiva del pueblo debe preservarse y transmitirse de generación en generación, para lo cual ni los jóvenes ni los ancianos han de estar ausentes de ninguna experiencia colectiva trascendental.
Así como era imprescindible, ante la planificación del Korbán en el desierto, contar con todos los integrantes de la nación, sigue siendo ineludible hoy para la continuidad de nuestro pueblo, que las generaciones que lo componen mantengan una buena y armónica comunicación. Ningún esfuerzo es ocioso ante la magnitud de la necesidad de que este acercamiento se produzca permanentemente, y resulte fortificado a partir de las obras de cada uno de nosotros.