Un perfil de la Aliá

Tras varios períodos de sionismo realizador, los judíos de la diáspora ya no sienten una intensa necesidad de hacer aliá. Un esbozo de diversas tendencias migratorias judías hacia Israel con motivo del cuadragésimo quinto aniversario de mi aliá.

En estos días celebro cuarenta y cinco años de mi aliá. Tenía trece años y medio de edad cuando me separé de mis padres y mi hermana que vivían en Uruguay y vine solo a Israel. En esos tiempos había diversos programas de “Aliat Hanoar” que ayudaban a muchachos jóvenes a asentarse en Israel, similares al actual plan “Naalé” (sigla hebrea de “jóvenes que inmigran antes que sus padres”). Esos eran días de ideología sionista y anhelos por Sión. Muchas veces me preguntaron y otras yo me pregunté a mi mismo ¿por qué había hecho aliá? ¿Cómo tomé la decisión de irme a Israel sin mis padres? ¿Cómo es que un muchacho tan joven toma solo una decisión tan importante para el resto de su vida? Desde la perspectiva de los años transcurridos, me resulta difícil responder a estas interrogantes aun para mí mismo, quizás porque carecen de una única respuesta racional o quizás porque son muchas y además variadas.

La leyenda familiar relata que durante la ceremonia de mi Brit Milá en Uruguay, mi padre, de bendita memoria, me vistió con ropajes reales, un uniforme del Ejército de Defensa de Israel. Me elevó y me bendijo con que algún día tendré el mérito de ser un soldado y un oficial en el ejército israelí. Más adelante, cuando decidí hacer aliá, me presenté tembloroso ante mi padre y le dije que quería irme a estudiar a Israel. Él me respondió que aún era muy joven y que además mi madre no me lo permitiría. Le contesté: ¿acaso en el día de mi Brit Milá no me bendijiste con que algún día sería soldado y oficial en el ejército de Israel? ¿Cómo voy a poder hacerlo sin ir a Israel? Dado que él era quien me había bendecido, le pedí que arregle el tema ante mi madre y a Dios gracias así fue. Mi padre tuvo el mérito de verme después de mi aliá e inclusive falleció en Israel dos meses después de que recibí el rango de oficial del ejército.

Si bien no comulgo con una visión mística de la vida y la realidad, como dato curioso puedo contarles que mi carrera como viajero en el mundo judío la comencé en aquél viaje de Uruguay a Israel vía Roma mediante la ayuda que recibí del mismísimo Profeta Elías (Eliahu Hanaví). Al llegar a la capital italiana teníamos que pasar la noche en un hotel para conectar a la mañana siguiente el vuelo de continuación a Israel. Tanto mis padres como los funcionarios de Aliat Hanoar me indicaron que por la noche debía permanecer en el hotel sin salir. Empero, una cosa son las indicaciones y otra muy distinta las acciones. Era mi primera vez en Roma por lo que decidí salir a conocer la ciudad que encierra esa esplendorosa historia y pasar por el Arco de Tito, camino a la tierra de Israel. Es así que tomé el tren desde el hotel, que estaba próximo al aeropuerto, en dirección al Arco de Tito y otros sitios históricos. El único inconveniente fue que como aún no era un viajero experimentado no atiné a llevar conmigo anotado el nombre del hotel y después de pasear por la ciudad un par de horas me perdí y no tenía idea de cómo regresar. Tras caminar largamente por las calles y mercados de la ciudad, pasada  ya la medianoche y presintiendo ya que iba a perderme el vuelo, se me acerca una persona barbada de aspecto bíblico y me preguntó en hebreo: “jovenzuelo, ¿a dónde vas?”  “Voy a Sion” – le respondí. Esta persona insistió y me preguntó: “¿y dónde vas a pasar la noche?” Le respondí que no sabía el nombre del hotel. Me hizo una serie de preguntas identificatorias hasta que me dijo: “tu hotel se llama ´Portones de Roma´ y está en la calle Castello número 33”. Me acompañó en el viaje por tren, hasta me compró el boleto y en un determinado momento me indicó que me baje, y así lo hice. Gracias a él estoy hoy en Israel a pesar de que desconozco su nombre o su identidad.

Etapas en la aliá

Creo que se puede dividir la situación de la aliá de los últimos  sesenta y nueve años en tres etapas diferentes. La primera es la etapa de la crisis y la reunión de las diásporas. En esos primeros años de existencia, el Estado de Israel actuó como centro y refugio del pueblo judío para comunidades en crisis. Los procesos de fundación del Estado y recuerdo del Holocausto, el arribo de los sobrevivientes de la guerra y posteriormente el arribo de los judíos originarios de los países árabes trajeron el primer contingente migratorio al país. En esos primeros años llegaron a Israel comunidades judías enteras provenientes de Bulgaria, Marruecos, Irak, Yemen, India, Cochín y demás. El Estado de Israel cuidaba a los judíos y estos a su vez cuidaban de él.

La segunda etapa fue la de las guerras y el sionismo. Las guerras de la independencia, de los seis días y de Yom Kipur fueron un símbolo de heroísmo y resultaron motivo de orgullo para los judíos del mundo entero e impulsaron la aliá de muchos, no por temor a su seguridad personal, sino en virtud de la convicción en cuanto a que es bueno vivir en nuestro país y hasta morir por él. Las guerras generaron orgullo nacional e identificación con Israel como el Estado del pueblo judío.

Sin embargo, hoy, en mi opinión, nos encontramos en una tercera etapa, la más difícil de las tres. El pueblo judío se transformó en cosmopolita, el nuevo judío se va a sí mismo como ciudadano del mundo y se siente en casa en todas partes. Muchos se autodefinen como miembros del pueblo judío pero no necesariamente como pertenecientes a la nación israelita que tiene en el este Estado su patria y centro. El Estado de Israel no representa un elemento importante de identidad judía y entonces el pueblo se aleja de este paulatinamente. Según el último informe  “Pew” publicado recientemente en los Estados Unidos 7 de cada diez judíos americanos (69%) expresaron sentir un nexo emocional con el Estado de Israel sin que por ello piensen en hacer aliá. Un 43 % de los judíos norteamericanos perciben a su identidad judía como basada en la preocupación por el Estado de Israel, sin embargo, esto no implica que vean como necesario el hacer aliá. Esta actitud encierra un aspecto de preocupación mas no de responsabilidad o compromiso por Israel. Hoy día los judíos no padecen prácticamente en ningún país del mundo en virtud de su identidad. La etapa de la pobreza y el padecimiento quedaron atrás y la generación del high tech y los start up considera que otros países del mundo, y no solo Israel, son una opción suficientemente buena para radicarse y trabajar. Debemos recordar que en los últimos años la enorme mayoría de los judíos no reside en países pobres sino de ingresos medios y altos, muchos de estos más prósperos y desarrollados que Israel.

A lo largo de la historia y también en los últimos años es mayor el número de judíos que migran de país en país al número de olim que llegan a Israel. Más de doscientos mil judíos migraron de Rusia y Ucrania hacia Alemania, judíos franceses migran a Suiza y Norteamérica, judíos sudafricanos migran a Australia y Nueva Zelanda, judíos de Caracas migran a Panamá y a Miami y de esa forma el judío continúa siendo un pueblo errante entre las naciones sin sentir necesidad o deseo de hacer aliá.

No existe el sionismo clásico

Amén de la migración judía, existen otros factores que alejan a los judíos del sionismo y del Estado de Israel. Vivimos en un mundo sin ideologías. Las creencias y las ideas que dieron forma a la humanidad en general y al pueblo judío en particular desaparecen paulatinamente de nuestras vidas. La identidad judía de nuestros hermanos de la diáspora se debilita paulatinamente a pesar de los múltiples planes educativos que incluyen visitas a Israel. Además, un sinnúmero de aspectos políticos dificultan al judío occidental liberal en su identificación con Israel y por ende la aliá. La brecha creciente entre las identidades judías de Israel y la diáspora le genera al olé dificultades a la hora de insertarse en el país y sentir que todos formamos parte de un mismo pueblo. La asimilación y los matrimonios mixtos afectan la identidad de los judíos de la diáspora y por ende también del lugar de Israel en sus conciencias. Además, los temas de la relación entre Estado y religión alejan también a judíos que no ven con agrado ni el marco institucional ni la imposición religiosa existentes en Israel. A ello es necesario agregarle el debilitamiento del poder de los estados en el mundo postmoderno y el empoderamiento de los individuos y de las comunidades.

De esta forma, en mi opinión, se creó una situación en la cual ya no existe más el sionismo en su formato ideológico clásico, sin embargo, hay aliá por razones prácticas y utilitarias o como consecuencia de crisis económicas y políticas, por efecto del ingreso de musulmanes a Europa o por causa del antisemitismo.

En el año 2015 llegaron a Israel 30.000 judíos, 8.000 provenientes de Francia, 7.000 de Ucrania, 6.500 de Rusia,  3.000 de Etiopía y de otros países que atraviesan crisis como Venezuela y Brasil. Asimismo, llegan a Israel continuamente familias provenientes de Norteamérica e Inglaterra que buscan dar a sus hijos una educación judía de alto nivel sin tener que pagar 25.000 dólares de matrícula por niño por año.

Sin embargo, a pesar de los procesos que operan sobre el pueblo judío en la diáspora y los cambios en la actitud hacia el sionismo y la aliá, debemos recordar aún que existe una diferencia sustancial entre los judíos de Israel y sus hermanos diaspóricos, estos últimos no son independientes. Su existencia depende de la política adoptada por el país que los acoge, viven como minoría en una sociedad mayoritaria que determina su condición. En el Estado de Israel vivimos en un país en el cual la mayoría es judía y en el cual nosotros somos quienes determinamos nuestro futuro y nuestro destino. Alcanza con esto para ver, también hoy en día, a la aliá como un acto de gran valor.

Por Rabino Eliahu Birnbaum