Panamá, una comunidad sin asimilación

Una comunidad sin asimilación

El turista judío que llega a Panamá puede asombrarse de dos maravillas del mundo: el Canal de Panamá y el Rabino Sion Levy, Gran Rabino de la comunidad judía en Panamá.

Como se sabe, el Canal de Panamá es una importante vía marítima que atraviesa el istmo de Panamá en América Central, y que une el Océano Atlántico con el Océano Pacífico. Se trata de un canal con un sistema de esclusas cuya construcción implicó uno de los desafíos de ingeniería más difíciles de la historia. El canal fue construido durante varias décadas e inaugurado para el paso de naves en 1914.

Pero no menos esfuerzos y conocimientos de ingeniería se invirtieron en la comunidad judía de Panamá hasta llegar a la situación de hoy en día: una comunidad sin asimilación. Una de las situaciones actuales más características del pueblo judío disperso entre otros pueblos es el fenómeno de la asimilación y los matrimonios mixtos. Son pocas las comunidades que lograron ponerle freno para llegar a una situación sin matrimonios mixtos; Panamá es una de ellas, y el Rabino Sion Levy es el ingeniero que supervisó las tareas, con sabiduría y sensibilidad.

El Rabino Sion Levy desempeña sus funciones en Panamá desde hace 55 años; sin lugar a dudas se trata de un logro digno de mención en el Libro de Récords de Guinness del mundo rabínico.

Los primeros judíos que se establecieron en Panamá eran anusim, que en los siglos XVI y XVII llegaron a la entonces colonia española. La primera comunidad judía se creó en 1876; era una comunidad reformista llamada Kol Shearit, que existe hasta nuestros días.

En 1933, judíos llegados de Siria crearon la comunidad Shevet Ahim, hoy en día la comunidad madre en Panamá. En aquellos tiempos se creó también una tercera comunidad, Bet El, fundada por judíos askenazíes que habían huido del nazismo.

Hoy en día se estima que en Panamá hay unos 10.000 judíos, en su mayoría de origen sirio (fundamentalmente de Aleppo), algunos askenazíes y no pocos israelíes llegados con el paso del tiempo.

A mi entender, Panamá es el único país del mundo (a excepción del Estado de Israel) en el que hubo dos presidentes judíos: Max del Valle en 1964-1968, y Eric del Valle Maduro en 1987-1988.

Shevet Ahim es un ejemplo de una comunidad que cuenta con toda la infraestructura judía, religiosa y educativa, para preservar la existencia judía. Tal como me dijera el Rabino Sion Levy en nuestro último encuentro en Panamá: “En Panamá hay todo lo que hay en la Tierra de Israel, a excepción del Muro de los Lamentos”.

La comunidad cuenta con dos sinagogas y una tercera en construcción, restaurantes kasher, mikvaot, tres escuelas judías, una yeshivá, un kolel, un instituto de formación docente para mujeres, etc. Todo ha sido construido con gran lujo y magnificencia, porque el Rabino Sion Levy insiste en que el recinto de oraciones no debe ser menos espléndido que las casas de los miembros de la congregación.

La red escolar enorgullece a la comunidad y forma parte de los esfuerzos del Rabino Sion Levy para sentar las bases de la educación judía y la vida espiritual. La escuela más grande se llama “Albert Einstein” y cuenta con 1.000 alumnos; la “Academia Hebrea” tiene 500 alumnos y orientación religiosa ultraortodoxa, y la tercera escuela, “Ytzhak Rabin”, pertenece a la congregación reformista de la ciudad.

Todos siguen al Rabino Sion Levy

Pero nada surgió de la nada… Hay una mano orientadora en la ciudad, que durante muchos años se ha ocupado de la preservación y crecimiento espiritual de la comunidad: el Rabino Sion Levy, que ejerce sus funciones rabínicas desde hace 55 años.

Quienes conocen el mundo rabínico, sin dudas han oído hablar de la figura peculiar del Rabino Sion Levy, que además de ser un gran erudito y emitir dictámenes rabínicos, es un gran líder.

El Rabino Sion Levy fue una de las eminencias de la yeshivá Porat Yosef, y condiscípulo del Rabino Ben Zion Abba Shaul, el Rabino Haim David Halevi, el Rabino Shloush y el Rabino Ovadia Yosef. Durante 13 años estudió en jevruta con el Rabino Ovadia Yosef shelita. Sus rabinos más destacados fueron el Rabino Yaacov Ades z”l, el Rabino Ezra Attayah z”l, el Rabino Eliahu López z”l, el Rabino Ovadia Hadayah z”l y el Rabino Ben Zion Uziel z”l.

Pero el Rabino Sion Levy no acedió a abandonar la Tierra de Israel para marchar a Panamá hasta que el tribunal rabínico de Jerusalén, integrado por los Rabinos Herzog y Uziel, los Grandes Rabinos de aquel entonces, dictaminó que ejerciera sus funciones en Panamá: “Nos reunimos en carácter de Gran Tribunal Rabínico para dictaminar que el Rabino Sion Levy marche a santificar el Nombre de D’s en Panamá. Este dictamen es válido por dos años y posteriormente podrá ser reexaminado”.

La principal característica del Rabino Sion Levy es su capacidad de ver más allá de la realidad inmediata, no sólo con un anticipo de un mes o dos, sino de una década o una generación. Siempre pensó “en grande” sobre el futuro de la comunidad, y con ingentes esfuerzos e inagotable dedicación logró cumplir sus objetivos.

A pesar de su forma de actuar halájica, y tal vez precisamente por ella, el Rabino Sion Levy suele decir: “No siempre hay que darse la cabeza contra la pared. Si la comunidad no está preparada y dispuesta para consumir sólo Jalav Israel, no hay que complicarle la vida. ¿Qué sentido tiene repetir la amida si eso hace que no vengan a colocarse los tefilín y a rezar en el minián antes de ir a trabajar? ¿De qué servirá la inmersión ritual de los varones, si eso lleva a que las mujeres no entren a la mikve? Ésa es la forma de actuar del Rabino Sion Levy: dictámenes halájicos en consonancia con las necesidades de la congregación y su ritmo de progreso.

Con el paso del tiempo, el Rabino Sion Levy se convirtó en símbolo y ejemplo en el mundo rabínico en la diáspora. Tal como lo ha señalado en sus escritos: “Toda mi intención es dejar sentados por escrito los problemas que padecí, las luchas y dificultades para crear la comunidad, para que las generaciones venideras de rabinos y dirigentes los conozcan y no se dejen abatir por los problemas”.

El Rabino Sion Levy se ha impuesto cuatro principios básicos para liderar la comunidad, y los mantiene desde los inicios de su labor hasta el presente. Sin duda, los mismos pueden ayudar a los rabinos jóvenes que inician sus funciones en las comunidades de la diáspora:

1. No intervenir en la vida privada de los miembros de la comunidad, sino sólo en la vida pública y comunitaria.
2. Construir una infraestructura educativa para la generación joven, que influya sobre el futuro de cada judío de la comunidad.
3. No incluir los 613 preceptos en un solo bloque, sino avanzar paso a paso con cada precepto por separado.
4. No recibir pago por los servicios prestados, sino brindarlos sin retribución.
Recientemente se publicó un libro voluminoso titulado El líder y la comunidad. El Rabino Sion Levy y la comunidad Shevet Achim de Panamá, escrito y editado por Meir Miara, que despliega una amplia visión del quehacer del Rabino Sion Levy en la conducción de la comunidad.

Rabino Eliahu Birnbaum

Asimilación

Hace un par de meses visité la ciudad de Miami donde fijé un encuentro en el café “Aroma”. Llegué antes de la hora establecida por lo que me senté a tomar un cappuccino, abrí la computadora y comencé a trabajar para aprovechar el tiempo. De repente se me acercó un muchacho judío exclamando a voces: “Rabino Eliahu, Rabino Eliahu…”. Se trataba de un joven llamado Alejandro que me conocía de cuando fui Gran Rabino de Uruguay. Comenzamos a conversar y rápidamente me contó que estaba felizmente casado con una muchacha judía y tenía dos hijas pero que estaba preocupado y dolido por su hermano que mantiene hace ya tres años una relación con una muchacha no judía que conoció en Brasil. Alejandro me pidió que lo ayude a separar a su hermano de esa muchacha para que no termine casándose con ella y tenga así la oportunidad de formar un hogar judío. Le comenté que de acuerdo con mi experiencia, una pareja que está junta ya tres años es muy difícil de separar pero que de todas maneras valía la pena intentarlo. Acordamos que cuando viaje a Sudamérica procuraría encontrarme con su hermano para intentar convencerlo que no se case con su pareja no judía. Hace dos semanas viajé a Uruguay y me senté a conversar largas horas con el hermano de Alejandro.

De hecho, esta fue la primera vez que padres y familiares se dirigieron a mí para pedirme que intente separar a un muchacho judío de su pareja gentil o viceversa. Este tipo de pedidos suelen verse acompañados de mucha tristeza y dolor. Incluso entre padres no religiosos, la perspectiva de que un hijo se case con una pareja no judía suele ser sumamente penosa y creo que esto obedece a que intuyen que la familia no tendrá continuidad judía. Más allá de diferencias de tipo cultural o religioso, también padres no observantes ven con honda preocupación que sus nietos no sean judíos o no continúen formando parte de la tradición judía y del pueblo de Israel. Es interesante notar que la prohibición de la exogamia se aprende del versículo que reza: “No darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo, no sea que ella lo aleje de Mí y lo induzca a servir dioses extraños” (Deuteronomio 7:3-4). De aquí se desprende que el argumento de la prohibición radica en el hecho de que semejantes enlaces puede provocar que los hijos resultantes abandonen el camino de Dios y por ello la Torá los prohíbe.

Como es sabido, el problema de los matrimonios mixtos se encuentra hoy en un primer lugar de la agenda del mundo judío y de la generalidad de las comunidades. Casi no existe comunidad judía en el mundo que pueda decir que esta problemática no la afecta. Casi que no hay comunidad judía en el mundo que yo visite que no se enfrente con casos de matrimonios mixtos y problemas de asimilación, y de hecho las diferencias son únicamente de números y proporciones, si se trata solamente de un caso aislado o por el contrario afecta a un porcentaje importante de sus miembros.

En el pasado los procesos asimilatorios provenían de la necesidad práctica de los judíos de integrarse a la sociedad gentil y obtener así un determinado status social, cultural y profesional. Empero en la actualidad, en el mundo liberal que habitamos y en sociedades que por lo general no son religiosas, la fe o creencia de la persona no es de importancia y el judío es aceptado como un igual tanto en el mundo de la academia como el del comercio tanto en oriente como en occidente. Desde el inicio de la era moderna, cuando los judíos comenzaron a adquirir paulatinamente igualdad de derechos y a integrarse a la sociedad general, comenzaron a establecerse vínculos tanto sociales como profesionales entre judíos y gentiles. Esta dinámica se intensifica en nuestros días a raíz de la sensación general de estar habitando una “aldea global” en la que personas diferentes comparten una misma cultura y un mismo estilo de vida sustentado en valores comunes.

Solamente a los efectos de tomar idea del estado de las cosas, en los últimos cincuenta años el número de matrimonios mixtos en la diáspora subió en un 200%. El porcentaje de matrimonios mixtos oscila actualmente entre un 45% y un 50%, o sea, uno de cada dos judíos se casa con una pareja gentil. Las últimas investigaciones en Norteamérica hablan de un 71% de asimilación cuando a inicios del siglo XX este fenómeno alcanzaba únicamente el 1% y en el año 1944 el 2.6%.

En Australia, Canadá y Turquía el porcentaje de matrimonios mixtos alcanza aproximadamente un 25% al tiempo que, en un gran porcentaje del judaísmo mundial, incluida Francia el porcentaje es de un 35%. En Gran Bretaña y la mayor parte de América Latina el porcentaje oscila entre un 50 y un 60%. En México el porcentaje es inferior al 15%. En Europa Oriental y en parte de la ex Unión Soviética el fenómeno supera el 70% de los casos.

Entre asimilación y matrimonios mixtos

Quisiera diferenciar dos conceptos. A veces nosotros confundimos asimilación con matrimonios mixtos y creemos que se trata de un solo fenómeno, mas esto no es así. La asimilación es “la pérdida de identidad propia y la adopción de valores pertenecientes a la cultura exterior”, mientras que el matrimonio mixto es la conformación de una unidad familiar con una pareja no judía. El problema central no es ni la asimilación ni los matrimonios mixtos sino la pérdida de identidad judía. Tanto el proceso asimilatorio como el de la exogamia debilitan al pueblo judío demográfica y espiritualmente por cuanto que se trata de procesos de abandono y desaparición. De un modo u otro, el alto porcentaje de matrimonios mixtos es una de las señales más claras de asimilación del judaísmo mundial.

Actualmente, en el mundo judío existe un fenómeno nuevo de matrimonios mixtos no acompañados de pérdida de identidad judía. Si en el pasado era claro que un judío que se casa con una persona gentil o incluso con alguien de fe católica no habrá de procurar incorporarse a la comunidad israelita ni asistir a la sinagoga o a clases de judaísmo, en la actualidad se está desarrollando una tendencia que procura incluir todos los aspectos sin renunciar a nada. Mantener una relación de pareja con una mujer gentil y al mismo tiempo preservar el vínculo con la comunidad judía y el judaísmo. Es cierto que en el mundo postmoderno es posible concebir un matrimonio mixto sin asimilación y asimilación sin matrimonio mixto, empero en mi opinión existe una relación estrecha entre los factores, y aunque supongamos que es posible preservar numerosos y diversos valores en la familia posmoderna esto acontece únicamente por una o dos generaciones sin perspectiva de continuidad.

Entre ideología y sociología

En la actualidad la asimilación y los matrimonios mixtos no necesariamente son expresiones de rebeldía contra la tradición o el hogar paterno. Por lo general una persona no se asimila como producto de una reflexión personal o un discernimiento profundo sino en virtud de situaciones que se presentan y lo arrastran sin que medie una gran introspección. Creo que si preguntásemos hoy a la mayoría de los jóvenes asimilados si desearía o no casarse con una pareja judía probablemente la respuesta sea afirmativa. Por lo general, solemos creer que la profundización de la identidad judía evita matrimonios mixtos y por supuesto que esto es correcto, pero aparentemente, no se trata de la solución general a toda la problemática. Esto es, la preservación de la identidad y los valores judíos no aseguran que una persona judía no termine casándose con una pareja gentil ya que la exogamia no suele obedecer a una postura ideológica sino a una circunstancia sociológica. O sea, esto es posible en virtud de vínculos amistosos, “accidentes” románticos u otros sucesos no planificados o imprevistos. Me encontré numerosas veces con muchachos que me dijeron: “nunca en mi vida pensé en casarme con una mujer no judía, pero pasó, se trata de un accidente”.

Un judío no suele preguntarse a diario “¿por qué soy judío?” Empero el pueblo de Israel como colectividad tiene el deber de hacerlo constantemente, o sea: “¿por qué habría alguien de querer ser judío? ¿Por qué es importante continuar siendo judío en el siglo XXI? ¿Cómo es posible asegurar el futuro y la existencia del pueblo judío?

La conversación con el hermano de Alejandro

Durante las largas veinte horas de mi viaje rumbo a Uruguay pensé para mis adentros cómo explicarle al hermano de Alejandro que no debe desposar una mujer gentil. ¿Cómo debería hacerlo? ¿Acaso hablarle en términos de responsabilidad, continuidad y la necesidad de evitar romper la cadena de la transmisión o acaso sería mejor hablar de cuestiones vinculadas a la convivencia en pareja y la felicidad? ¿Hablar de valores colectivos del pueblo de Israel o de valores individuales? ¿Poner énfasis en aspectos religiosos o sicológicos?

Es así como me encontré pensando qué decirle al muchacho… “Creo que no digo nada nuevo al afirmar que la decisión de casarse es un momento de sinceramiento, tanto en el plano individual como en el de pareja. El matrimonio es una suerte de cruce de caminos en la que todo judío debe responder a la pregunta ‘en qué se manifiesta mi judaísmo, no sólo en lo referente a qué me hace diferente sino cuál es el contenido positivo de mi judeidad y si deseo o no compartirla.

El judaísmo cree firmemente en la institución familiar, procura formar familias estables y unidas que poseen una misma visión y objetivos comunes. Una familia que no sea solamente dos individuos diferentes que habitan bajo un mismo techo sino una comunidad de valores y creencias comunes.

En mi opinión la decisión de casarse con una persona judía no obedece a que los hijos de Israel y los gentiles se diferencien en virtud del sufrimiento pasado y el antisemitismo padecido en el pasado sino fundamentalmente por la voluntad de preservar valores e identidades judías futuras, y ello no es posible sino por intermedio de la institución de la familia. El argumento central contra los enlaces entre personas de diferentes religiones es el vaciado de la institución matrimonial de todo contenido o significancia, se trata de la separación entre el matrimonio, la fe profesada y el compromiso mutuo. Si estos se ven desconectados es probable que dejemos de ser judíos y dejemos de ser felices.

La pregunta de los matrimonios mixtos no pasa por si es posible o no vivir como judío junto a una persona no judía que yo sé que habrá de respetar mi postura, sino si soy o no capaz de hacer participar a mi pareja de mi vida judía, vivir junto a esta las experiencias judías y abrir mi corazón hacia ella. A estos efectos necesito de la compañía de alguien similar a mí, que comparta mis mismas creencias, ideas e identidad. No el respeto sino el diálogo y la  coparticipación son los fundamentos de una relación judía de pareja”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Asimilación

Hace un par de meses visité la ciudad de Miami donde fijé un encuentro en el café “Aroma”. Llegué antes de la hora establecida por lo que me senté a tomar un cappuccino, abrí la computadora y comencé a trabajar para aprovechar el tiempo. De repente se me acercó un muchacho judío exclamando a voces: “Rabino Eliahu, Rabino Eliahu…”. Se trataba de un joven llamado Alejandro que me conocía de cuando fui Gran Rabino de Uruguay. Comenzamos a conversar y rápidamente me contó que estaba felizmente casado con una muchacha judía y tenía dos hijas pero que estaba preocupado y dolido por su hermano que mantiene hace ya tres años una relación con una muchacha no judía que conoció en Brasil. Alejandro me pidió que lo ayude a separar a su hermano de esa muchacha para que no termine casándose con ella y tenga así la oportunidad de formar un hogar judío. Le comenté que de acuerdo con mi experiencia, una pareja que está junta ya tres años es muy difícil de separar pero que de todas maneras valía la pena intentarlo. Acordamos que cuando viaje a Sudamérica procuraría encontrarme con su hermano para intentar convencerlo que no se case con su pareja no judía. Hace dos semanas viajé a Uruguay y me senté a conversar largas horas con el hermano de Alejandro.

De hecho, esta fue la primera vez que padres y familiares se dirigieron a mí para pedirme que intente separar a un muchacho judío de su pareja gentil o viceversa. Este tipo de pedidos suelen verse acompañados de mucha tristeza y dolor. Incluso entre padres no religiosos, la perspectiva de que un hijo se case con una pareja no judía suele ser sumamente penosa y creo que esto obedece a que intuyen que la familia no tendrá continuidad judía. Más allá de diferencias de tipo cultural o religioso, también padres no observantes ven con honda preocupación que sus nietos no sean judíos o no continúen formando parte de la tradición judía y del pueblo de Israel. Es interesante notar que la prohibición de la exogamia se aprende del versículo que reza: “No darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo, no sea que ella lo aleje de Mí y lo induzca a servir dioses extraños” (Deuteronomio 7:3-4). De aquí se desprende que el argumento de la prohibición radica en el hecho de que semejantes enlaces puede provocar que los hijos resultantes abandonen el camino de Dios y por ello la Torá los prohíbe.

Como es sabido, el problema de los matrimonios mixtos se encuentra hoy en un primer lugar de la agenda del mundo judío y de la generalidad de las comunidades. Casi no existe comunidad judía en el mundo que pueda decir que esta problemática no la afecta. Casi que no hay comunidad judía en el mundo que yo visite que no se enfrente con casos de matrimonios mixtos y problemas de asimilación, y de hecho las diferencias son únicamente de números y proporciones, si se trata solamente de un caso aislado o por el contrario afecta a un porcentaje importante de sus miembros.

En el pasado los procesos asimilatorios provenían de la necesidad práctica de los judíos de integrarse a la sociedad gentil y obtener así un determinado status social, cultural y profesional. Empero en la actualidad, en el mundo liberal que habitamos y en sociedades que por lo general no son religiosas, la fe o creencia de la persona no es de importancia y el judío es aceptado como un igual tanto en el mundo de la academia como el del comercio tanto en oriente como en occidente. Desde el inicio de la era moderna, cuando los judíos comenzaron a adquirir paulatinamente igualdad de derechos y a integrarse a la sociedad general, comenzaron a establecerse vínculos tanto sociales como profesionales entre judíos y gentiles. Esta dinámica se intensifica en nuestros días a raíz de la sensación general de estar habitando una “aldea global” en la que personas diferentes comparten una misma cultura y un mismo estilo de vida sustentado en valores comunes.

Solamente a los efectos de tomar idea del estado de las cosas, en los últimos cincuenta años el número de matrimonios mixtos en la diáspora subió en un 200%. El porcentaje de matrimonios mixtos oscila actualmente entre un 45% y un 50%, o sea, uno de cada dos judíos se casa con una pareja gentil. Las últimas investigaciones en Norteamérica hablan de un 71% de asimilación cuando a inicios del siglo XX este fenómeno alcanzaba únicamente el 1% y en el año 1944 el 2.6%.

En Australia, Canadá y Turquía el porcentaje de matrimonios mixtos alcanza aproximadamente un 25% al tiempo que, en un gran porcentaje del judaísmo mundial, incluida Francia el porcentaje es de un 35%. En Gran Bretaña y la mayor parte de América Latina el porcentaje oscila entre un 50 y un 60%. En México el porcentaje es inferior al 15%. En Europa Oriental y en parte de la ex Unión Soviética el fenómeno supera el 70% de los casos.

Entre asimilación y matrimonios mixtos

Quisiera diferenciar dos conceptos. A veces nosotros confundimos asimilación con matrimonios mixtos y creemos que se trata de un solo fenómeno, mas esto no es así. La asimilación es “la pérdida de identidad propia y la adopción de valores pertenecientes a la cultura exterior”, mientras que el matrimonio mixto es la conformación de una unidad familiar con una pareja no judía. El problema central no es ni la asimilación ni los matrimonios mixtos sino la pérdida de identidad judía. Tanto el proceso asimilatorio como el de la exogamia debilitan al pueblo judío demográfica y espiritualmente por cuanto que se trata de procesos de abandono y desaparición. De un modo u otro, el alto porcentaje de matrimonios mixtos es una de las señales más claras de asimilación del judaísmo mundial.

Actualmente, en el mundo judío existe un fenómeno nuevo de matrimonios mixtos no acompañados de pérdida de identidad judía. Si en el pasado era claro que un judío que se casa con una persona gentil o incluso con alguien de fe católica no habrá de procurar incorporarse a la comunidad israelita ni asistir a la sinagoga o a clases de judaísmo, en la actualidad se está desarrollando una tendencia que procura incluir todos los aspectos sin renunciar a nada. Mantener una relación de pareja con una mujer gentil y al mismo tiempo preservar el vínculo con la comunidad judía y el judaísmo. Es cierto que en el mundo postmoderno es posible concebir un matrimonio mixto sin asimilación y asimilación sin matrimonio mixto, empero en mi opinión existe una relación estrecha entre los factores, y aunque supongamos que es posible preservar numerosos y diversos valores en la familia posmoderna esto acontece únicamente por una o dos generaciones sin perspectiva de continuidad.

Entre ideología y sociología

En la actualidad la asimilación y los matrimonios mixtos no necesariamente son expresiones de rebeldía contra la tradición o el hogar paterno. Por lo general una persona no se asimila como producto de una reflexión personal o un discernimiento profundo sino en virtud de situaciones que se presentan y lo arrastran sin que medie una gran introspección. Creo que si preguntásemos hoy a la mayoría de los jóvenes asimilados si desearía o no casarse con una pareja judía probablemente la respuesta sea afirmativa. Por lo general, solemos creer que la profundización de la identidad judía evita matrimonios mixtos y por supuesto que esto es correcto, pero aparentemente, no se trata de la solución general a toda la problemática. Esto es, la preservación de la identidad y los valores judíos no aseguran que una persona judía no termine casándose con una pareja gentil ya que la exogamia no suele obedecer a una postura ideológica sino a una circunstancia sociológica. O sea, esto es posible en virtud de vínculos amistosos, “accidentes” románticos u otros sucesos no planificados o imprevistos. Me encontré numerosas veces con muchachos que me dijeron: “nunca en mi vida pensé en casarme con una mujer no judía, pero pasó, se trata de un accidente”.

Un judío no suele preguntarse a diario “¿por qué soy judío?” Empero el pueblo de Israel como colectividad tiene el deber de hacerlo constantemente, o sea: “¿por qué habría alguien de querer ser judío? ¿Por qué es importante continuar siendo judío en el siglo XXI? ¿Cómo es posible asegurar el futuro y la existencia del pueblo judío?

La conversación con el hermano de Alejandro

Durante las largas veinte horas de mi viaje rumbo a Uruguay pensé para mis adentros cómo explicarle al hermano de Alejandro que no debe desposar una mujer gentil. ¿Cómo debería hacerlo? ¿Acaso hablarle en términos de responsabilidad, continuidad y la necesidad de evitar romper la cadena de la transmisión o acaso sería mejor hablar de cuestiones vinculadas a la convivencia en pareja y la felicidad? ¿Hablar de valores colectivos del pueblo de Israel o de valores individuales? ¿Poner énfasis en aspectos religiosos o sicológicos?

Es así como me encontré pensando qué decirle al muchacho… “Creo que no digo nada nuevo al afirmar que la decisión de casarse es un momento de sinceramiento, tanto en el plano individual como en el de pareja. El matrimonio es una suerte de cruce de caminos en la que todo judío debe responder a la pregunta ‘en qué se manifiesta mi judaísmo, no sólo en lo referente a qué me hace diferente sino cuál es el contenido positivo de mi judeidad y si deseo o no compartirla.

El judaísmo cree firmemente en la institución familiar, procura formar familias estables y unidas que poseen una misma visión y objetivos comunes. Una familia que no sea solamente dos individuos diferentes que habitan bajo un mismo techo sino una comunidad de valores y creencias comunes.

En mi opinión la decisión de casarse con una persona judía no obedece a que los hijos de Israel y los gentiles se diferencien en virtud del sufrimiento pasado y el antisemitismo padecido en el pasado sino fundamentalmente por la voluntad de preservar valores e identidades judías futuras, y ello no es posible sino por intermedio de la institución de la familia. El argumento central contra los enlaces entre personas de diferentes religiones es el vaciado de la institución matrimonial de todo contenido o significancia, se trata de la separación entre el matrimonio, la fe profesada y el compromiso mutuo. Si estos se ven desconectados es probable que dejemos de ser judíos y dejemos de ser felices.

La pregunta de los matrimonios mixtos no pasa por si es posible o no vivir como judío junto a una persona no judía que yo sé que habrá de respetar mi postura, sino si soy o no capaz de hacer participar a mi pareja de mi vida judía, vivir junto a esta las experiencias judías y abrir mi corazón hacia ella. A estos efectos necesito de la compañía de alguien similar a mí, que comparta mis mismas creencias, ideas e identidad. No el respeto sino el diálogo y la  coparticipación son los fundamentos de una relación judía de pareja”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum