Jupot especiales – Parte II

¿Debe un rabino oficiar toda jupá que se le solicite? Dirigirse a un rabino determinado para que lleve a cabo la ceremonia nupcial es una costumbre que, en Israel, y aún más en la diáspora, está relacionada a un sinnúmero de motivos como lo pueden ser el vínculo personal y de amistad existente o si la pareja ya vio una ceremonia por él dirigida y decidió que ese es el rabino que desean para su enlace. A veces, esta preferencia se basa en lo agradable de la voz del rabino o en el hecho que habla el idioma más usado por los novios y sus respectivas familias. A veces, se trata de una amistad que data de largos años entre la familia de algunos de los novios y el rabino. Sin embargo, ¿debe un rabino asentir siempre a un pedido de oficiar una jupá?

En más de una oportunidad se dirigieron a mí parejas para pedirme que celebre su matrimonio, o como se suele decir más comúnmente que “los case”, pero yo sentí que no podía hacerlo pues intuía que la pareja no duraría junta por mucho tiempo, y entonces, ¿qué necesidad tenía yo de ser socio de la consumación de una unión que no habría de ser duradera? Como rabino, ¿estoy en el deber de celebrar un enlace del que no estoy del todo convencido?

No soy profeta ni hijo de profeta, pero al igual que cualquier persona un rabino actúa tanto en función de su experiencia, así como también en virtud de intuiciones y sentimientos. Tras largos años de tratar parejas y familias, así como de celebrar enlaces matrimoniales y arreglar divorcios, uno va adquiriendo un entendimiento determinado en estas cuestiones y al mismo tiempo los sentidos se agudizan. Por ello, de vez en cuando me surge la pregunta de qué debe hacer un rabino cuando una pareja le pide que los case si siente que se trata de dos personas que no seguirán juntas por largo tiempo. No siempre el rabino puede intervenir y expresar su opinión respecto del matrimonio en cuestión, pero ¿por qué tiene que casarlos? Así como en las leyes halájicas relativas a los jueces rabínicos existe una norma por la cual si el juez siente animadversión por uno de los litigantes no debe integrar el tribunal del caso en cuestión, ¿ podemos acaso inferir algo similar en este tema?

En la práctica, se puede decir que esta pregunta está vinculada al rol que juega el rabino bajo la jupá, ya que este no casa a la pareja, tal como se acostumbra a decir, y no genera la validez del matrimonio sino que es una suerte de facilitador u organizador de la jupá, cumpliendo así con lo dicho por nuestros sabios: “Todo aquél que no conoce el tenor de los enlaces (consagraciones) y los divorcios que no se ocupe de ello” (Kidushín 10a). Por lo tanto, ¿por qué un rabino habría de tener que casar a una pareja contra su voluntad? Por otra parte, ¿quizás corresponde ver al rabino como una suerte de médico que debe asistir a los enfermos y salvar sus vidas sin poder negarse a prestar asistencia? En Israel se trata de un dilema mucho más simple ya que hay un sinnúmero de rabinos que pueden efectuar el enlace, empero en comunidades pequeñas de la diáspora donde hay un solo rabino, se trata de una pregunta relevante.

Tal como es sabido, existen diversas opiniones respecto del origen del decreto por efecto del cual justamente un rabino es quien debe levar a cabo una ceremonia nupcial. Según el Ba´al Shhevut Ya´akov (III 121) ya desde los tiempos de la Guemará se acostumbraba a llevar a cabo el enlace con la presencia de una persona que organize o dirije la ceremonia. Maimónides considera que el decreto antes mencionado comenzó en un tiempo posterior, y escribió: “Los rabinos de Egipto instruyeron que el enlace de un hombre con una mujer sea llevado a cabo únicamente por un rabino” (Respuestas Maimónides 156) (A los efectos de profundizar en esta cuestión ver el artículo de I. Ta Shema intitulado “Jupá Venisuín Bahalajá” en el Majanim 83 pág. 26; Y. Stzipanski “Los decretos en el pueblo de Israel” IV 165; Abraham Fraiman, “Seder Kidushín Venisuín” pág. 94).

Por otra parte, hay enlaces que el rabino celebra de buena gana y luego traen “sorpresas” e imprevistos. Recuerdo una jupá que comenzó con toda normalidad hasta que en un determinado momento el fotógrafo se acercó con las luces y el flash más de lo necesario y el palio nupcial se encendió fuego. En un primer momento tanto yo como el público presente pensamos que el fuego que había irrumpido era una pirotecnia que los novios tenían preparada para hacer del suyo un enlace especial. Empero conforme el fuego se iba expandiendo por el palio entendí que se trataba de un siniestro. De inmediato decidí que para que el fuego sea parte integral de la jupá y tranquilizar así al público me mantuve de pie en el mismo sitio y dije por el micrófono: “Así como este fuego asciende al cielo, que el amor existente entre el novio y la novia se eleve a las alturas y mantenga el calor de su relación”. Tras decir esto el público se terminó de convencer que se trataba de un truco de pirotecnia y tras extinguir el fuego la ceremonia continuó normalmente.

Otra dificultad que surge a veces en las bodas en la diáspora es la pérdida del anillo de la novia durante la ceremonia. En diferentes comunidades se arraigó la costumbre de que niños pequeños ingresan portando una almohadilla sobre la cual se encuentran los anillos de los novios. Si bien esta práctica ha ingresado también a algunas de las comunidades ortodoxas, considero que se trata de una praxis originada fuera del ámbito sinagogal ya que es muy común en las iglesias. Lo curioso del caso es que a esta práctica no se le aplicó el principio de la Torá de no conducirse según las leyes o costumbres de las naciones, transformándose en un hábito normativo en muchas comunidades diaspóricas. Sin embargo, esta costumbre tiene sus bemoles porque a veces los anillos no están correctamente amarrados a la almohadilla y se caen al suelo desapareciendo como si nunca hubiesen existido. En efecto, en más de una oportunidad en la que oficié una ceremonia de matrimonio me encontré bajo el palio nupcial con el novio y la novia mas sin el anillo de la consagración. En primer lugar, a los efectos de solucionar el problema propuse en más de una oportunidad que los anillos estén bien amarrados a la almohadilla o que los niños ingresen portando anillos de fantasía y no con la alianza verdadera. Empero, ¿cómo se puede celebrar una boda sin el anillo del novio?

La halajá nos ofrece diferentes soluciones a este problema. Una es entregar el anillo mediante apropiación simbólica del mismo sosteniendo públicamente un pañuelo u otro objeto mientras que el propio anillo permanece guardado en la casa o en otro sitio. Empero se trata de una solución halájica que el común de la gente no la puede entender por lo que se torna difícil convencer al novio, a la novia y al público presente que este proceder es correcto, puesto que entre judíos una boda sin anillos no es boda.

Otra forma más aceptada de superar el contratiempo es pedir a una mujer  presente en la sala que compre o venda al novio un anillo de forma efectiva y ante testigos. Si bien el Rosh (Kidushín cap. 1:20) teme a este tipo de solución y escribió que “vi en Ashkenaz que se acostumbra casar con un anillo prestado, comencé a investigar el origen de semejante práctica pues aparentemente en un caso así la novia no es consagrada ya que recibió un anillo que no es de su propiedad, ya que debe devolverlo a sus dueños. Por ello resulta que fue consagrada mediante un objeto robado a otros y entonces la consagración no es efectiva”. Sin embargo, al final de cuentas el Rosh acepta este tipo de solución y explicó cómo es que esto funciona, y también el Shulján Aruj dictamina esta solución (ídem 28:20) como halájica.

Otro tipo de sorpresas pueden surgir al momento de ingresar al palio nupcial. La costumbre extendida es que los novios no caminan solos a la jupá sino que lo hacen con acompañantes, quienes por lo general son los padres y a veces otras personas. Esta costumbre se origina en el hecho de que en el día del enlace los novios se asemejan a reyes y por lo tanto no corresponde que caminen sin séquito. Asimismo, es sumamente significativo que ingresen acompañados de sus respectivos padres ya que al hacerlo se despiden simbólicamente de estos, quienes los entregan a sus respectivas parejas y de esa forma expresan la continuidad de las generaciones. Además, hay quienes explican que el hecho que los padres marchen a la jupá junto a sus hijos expresa su consentimiento y bendición al matrimonio que se celebra.

La costumbre de que los novios ingresen acompañados es mencionada por nuestros sabios de bendita memoria. En Bereshit Rabá (8): “Dijo Rabí Itzjak hijo de Rabí Simón, Mijael y Gabriel fueron los acompañantes de Adám en su matrimonio”. En la Guemará de Berajot (61a): “esto nos enseña que Dios fue el acompañante de Adám en su boda, de aquí aprende la Torá que es correcto que el grande acompaña al menor y entonces no sufrirá percance”.

Sin embargo, existen excepciones. En algunos enlaces que oficié las relaciones entre la novia y sus padres o entre el novio y los suyos no eran buenas y se negaron a ser acompañados por estos por lo que pidieron ingresar solos. En mi opinión, que ingresen los novios a la jupá solos estando presentes sus padres es muy vergonzante para estos últimos, pero no siempre los más jóvenes están dispuestos a tomar esto en consideración. En casos como estos hice que ni bien la novia llega al extremo de la alfombra que conduce al palio el novio descienda, se dirija hacia ella, la cubra con el velo y luego ambos ingresen juntos a la jupá. En un caso así se evita la vergüenza de los padres de la novia al no ingresar sola.

Otra forma de ingreso a la jupá de uso extendido en la diáspora y en los últimos años también en Israel se aplica cuando la novia es hija de una madre judía y un padre gentil o cuando ambos padres no son judíos según la halajá y la novia es conversa. En un caso así es común que ella pida ingresar junto a sus padres a pesar de que son gentiles ya que son sus progenitores y su familia. Hay comunidades en las cuales la costumbre era que los padres no judíos del novio o novia no ingresan a la jupá para que el público no vea como legítima la exogamia. Empero, en la mayoría de las comunidades de la diáspora se acostumbra que los padres no judíos acompañen a su hijo o hija a la jupá lo cual se permite por lo que mencioné anteriormente en cuanto a que el acto del acompañamiento a los novios no es una halajá, norma obligatoria o etapa necesaria del enlace, sino una práctica o costumbre que se mantuvo por generaciones. Por otra parte, los novios están preceptuados de respetar a sus padres aunque estos no sean judíos según la halajá y este deber se sobrepone a una costumbre que carece de antecedentes en nuestros antepasados remotos.

El Rabino Mordejai Yaakov Breiss autor de la responsa “Jelkat Yaakov”, a propósito de una cuestión similar escribió que “se acostumbra a no designar como acompañante a una persona que se casó en segundas nupcias, o a una pareja carente de hijos, y todas estas cuestiones son prácticas cuyo origen no logré encontrar en libro alguno y parece que se derivan de las palabras de señoras mayores y quien quiera seguir esta usanza que lo haga…” En efecto, hace cuestión de unos años estuvo en lo de uno de los eruditos halájicos más importantes y le consulté si una conversa puede ingresar a la jupá acompañada de sus padres gentiles. El notorio erudito, que además de ser una eminencia en la sentencia halájica es una persona muy agradable y luminosa me respondió gritando: ¿Qué pregunta es esa? ¡Por supuesto que se puede!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Jupot especiales

Una de las funciones más importantes que lleva a cabo un rabino, tanto en Israel como en la diáspora, es la de efectuar enlaces nupciales

El rabino es considerado experto en las leyes relativas a la realización de una ceremonia matrimonial y por ello se le confía que case a las personas de acuerdo con las leyes de Moshé e Israel, de modo tal que tras su intervención las personas estén adecuadamente unidas en matrimonio conforme a las reglas. En la enorme mayoría de los países del mundo los judíos que se casan deben llevar a cabo dos ceremonias, una civil y otra religiosa. La pareja en cuestión necesita recurrir a un juez y a un rabino a los efectos de quedar casados tanto a ojos de Dios como de los hombres, o sea, de acuerdo con la halajá y las leyes del país. En Israel, una pareja que desea casarse debe inscribirse en el consejo religioso de su región de domicilio o donde un rabino con facultades de inscripción nupcial que resida en las inmediaciones del domicilio de al menos unos de los novios, y que, por lo general no los conoce personalmente. Sin embargo, el rabino de la diáspora que inscribe a la pareja y la casa suele conocer a las dos familias y en algunos casos también a los mismos novios. Este tipo de relacionamiento permite también una mayor cercanía durante el casamiento.

Si bien la ceremonia de enlace matrimonial es de carácter significativamente halájico y judicial ya que por su intermedio se genera una nueva realidad legal, de todas maneras, posee también un componente emocional sumamente importante vinculado a la relación íntima entre los cónyuges. Por esta razón, es muy común que el rabino en cuestión amén de realizar la ceremonia acompañe previamente a la pareja y la asesore en la planificación de la misma respondiendo las diferentes interrogantes y dilemas que pudieran surgir durante este proceso.

Durante los años en que ejercí el Rabinato tanto en Israel como en la diáspora llevé a cabo miles de enlaces, empero una jupá nunca se asemeja a otra. Así como los rostros humanos son diferentes el uno del otro, de igual manera cada jupá difiere la una de la otra. Las particularidades tanto de los novios como las de sus familias generan una situación en la cual cada ceremonia requiere de un tratamiento especial, de un enfoque personalizado, así como también hacen necesario contemplar y tomar en cuenta a las personas participantes en un sin fin de aspectos.

Quisiera presentar al lector una serie de jupot especiales o de circunstancias particulares relativas a los novios que desembocan en una jupá diferente.

Hace unos años, un muchacho discapacitado en silla de ruedas me pidió que lo case. Se trataba de una persona que había sufrido un grave accidente de tráfico que le dejó lisiado en todo su cuerpo. Solamente podía mover el cuello y la cabeza. Los médicos y los ingenieros lograron producir para él una silla de ruedas que se mueve mediante la activación de un control con el uso de la vista sin necesidad de usar brazos o piernas. La novia, una muchacha sana y bien parecida, había sido su terapeuta y se enamoró de él en el marco del tratamiento. Es difícil de describir en qué medida durante las reuniones preparatorias para la jupá se percibía claramente el profundo amor que se tenían. Por otra parte, temían que la ceremonia ponga de manifiesto la discapacidad del novio avergonzándolo frente a sus invitados. Al novio le preocupaban especialmente dos momentos de la jupá, cómo habría de colocar el anillo en el dedo índice de la novia y cómo habría de quebrar la copa, ya que no podía mover ni sus manos ni sus pies. En un primer momento le dije que no había problema alguno ya que la halajá permite desposar una mujer por medio de un apoderado y él podía designarme como tal ante los testigos y entonces yo le entregaría el anillo ante estos, y lo mismo se podía hacer respecto del quiebre de la copa. Sin embargo, el novio no manifestó especial entusiasmo ante la idea original que le propuse e incluso la vio como ofensiva. Al igual que muchos otros novios, el nuestro consideraba que si no pisaba él mismo la copa el matrimonio carecía de validez y no auguraba bendición. El quiebre de la copa es muchas veces percibido como la parte más importante de la ceremonia, y, por lo tanto, sumando todas las creencias existentes, quien no entrega el anillo y no quiebra la copa no es un verdadero novio.

Es así que comenzamos a pensar juntos cómo podría hacer para entregar el anillo y quebrar la copa por sí mismo y de esa forma poderse sentir como un novio que se desempeña cabalmente como tal bajo la jupá.

Se nos ocurrió que previo al acto de consagración o kidushín yo entregaría el anillo al novio poniéndolo en su boca, el recitaría “quedas consagrada para mí por medio de este anillo”, la novia abriría palma de su mano y entonces el novio lo depositaría en esta.

Esta idea se basa en el hecho de que por la base misma del derecho halájico la novia debe recibir un anillo mas no necesariamente mediante la inserción del mismo en su dedo índice derecho. Este es el dictamen del autor del Shulján Aruj: “Quien consagra para sí una mujer por medio de dinero, de un objeto valioso o por medio de un documento de compromiso no está obligado a colocarlo en la mano de la novia, sino que, de así quererlo hacer, puede lanzarlos tanto hacia las manos de la novia, sobre su regazo, al interior del patio de su casa o en su campo y la consagración habrá de tener vigencia. En caso de que la novia se encuentre junto al novio, este deberá colocar el objeto en su mano o sobre su regazo” (Shulján Aruj Even HaEzer Hiljot Kidushín 30:1-2). De aquí aprendemos que no es necesario que el anillo sea colocado en el dedo de la novia, sino que debe ser transferido de la mano del novio a la de la novia. Además, según la opinión de algunas autoridades halájicas en el caso de una novia que está en su período de impureza el novio entrega el anillo en la mano de esta y no lo introduce en su dedo índice (Taharat Israel 192:35, Minjat Itzjak 3:83).

A los efectos de quebrar la copa se nos ocurrió otra solución. En un primer momento pensamos que el novio sostenga la copa con su boca y al liberarla y caer se habría de romper. Sin embargo, al novio le embargaba el temor de que la copa no se rompiese al caer, por ello adherimos la copa a una de las ruedas de la silla y al momento de romperla el novio habría de activar la silla, la cual al avanzar habría de romper la copa en cuestión entre la rueda y el suelo.

Una vez que diseñamos los métodos por medio de los cuales el novio habría de cumplir con su parte en la ceremonia practicamos varias veces hasta asegurarnos que todo era efectuado exitosamente. Sin embargo, el acto de entrega del anillo se enfrentó a una nueva complicación, ya que la ceremonia se habría de realizar en un sitio muy especial. En el medio de una piscina olímpica se construyó una especie de isla flotante con un camino de acceso a la misma también flotante. El novio temía que, de no ser preciso, el anillo podía caer al agua en vez de al interior de la mano de la novia. Por esta razón, el novio compró tres anillos, por si los dos primeros caían al agua…

Años más tarde, me tocó llevar a cabo el enlace de un muchacho de treinta años en silla de ruedas. También este había sido víctima de un grave accidente automovilístico en su temprana juventud y desde entonces no conseguía mantenerse de pie. En el caso de este novio, la parálisis afectaba a los miembros inferiores del cuerpo. Tal como se acostumbra en una jupá, el novio ingresó en su silla de ruedas acompañado por sus padres quienes sostenían sus manos a ambos lados. Empero mi gran sorpresa fue cuando el novio ascendió a la jupá. En las semanas previas al enlace el novio me había expresado que su gran sueño era estar de pie bajo el palio nupcial. Si bien me era claro que se trataba de un deseo íntimo acompañado de no poca esperanza, en lo personal me resultaba claro que esto no era factible. Grande fue mi sorpresa cuando vi que el novio tras ingresar a la jupá en su silla de ruedas logró ponerse de pie con la ayuda de un grupo de personas que le ayudaron a levantarse de la silla y vestir una especie de pantalón metálico que un artesano elaboró para él por encargo. Estos hierros, que fueron colocados alrededor de sus piernas, lograron mantenerle erguido durante toda la ceremonia. Tal fue mi emoción que llevé a cabo toda la ceremonia y todo el recitado de las bendiciones con lágrimas en los ojos. Tras acostumbrarme a ver a Daniel, el novio, en una estatura baja sobre su silla de ruedas, de repente pude verlo en su altura completa de un metro noventa. No sólo su cuerpo se elevó en su completa estatura, sino que su espíritu y sus ojos irradiaron felicidad y alegría por la jupá, por su flamante esposa así como por su firme y erguida postura.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

EL CASAMIENTO JUDÍO

Práctica guía de bolsillo que incluye explicaciones sobre los conceptos básicos del matrimonio judío: la Ketuvá, la Jupá, la copa de bendición, el anillo y Sheva Berajot (siete bendiciones). Incluye también la plegaría para el novio y la novia en el día de su boda.

Puede adquirir el libro aquí