La conversión al judaísmo de exnazis o sus descendientes

En los últimos años somos testigos de un fenómeno muy interesante de acercamiento al judaísmo y conversión de descendientes de segunda y tercera generación de nazis. No se trata de cientos ni de miles de personas pero en efecto se trata de números que dan lugar a hablar de un “fenómeno” llamativo que nos invita a preguntarnos por las causas que lo motivan.

Por supuesto que no es mi intención hacer una apología de los verdugos del pueblo judío sino simplemente describir una nueva tendencia que a primera vista resulta difícil de ser comprendida.

Las personas informadas sabrán contarles que en las calles de Jerusalém habita y transita un judío ortodoxo converso descendiente biológico de Adolf Hitler…

A los efectos de poder hacer tangible el fenómeno de pedido de perdón por parte de polacos y alemanes al pueblo judío en virtud de las atrocidades del holocausto les quisiera relatar la siguiente anécdota. Hace unos tres años pasé Shabat en la ciudad polaca de Cracovia, la cual fue en su momento un gran centro judío mas actualmente es difícil de encontrar en ella judíos vestidos con atuendos tradicionales. Durante el Shabat comí y recé con el rabino Tzví Gluck el cual funge actualmente como rabino regional de toda Galizia. El rabino Gluck es una persona ya mayor y viste un atuendo jasídico tradicional: cubre su cuerpo con un largo saco negro y su cabeza con un “shtreimel”. El sábado en la noche salimos a caminar por las calles de Cracovia junto a un grupo de jóvenes de la comunidad. De repente, un joven polaco que se encontraba en avanzado estado etílico se arrojó sobre el rabino Gluk y lo abrazó. Intuitivamente pensamos que el joven polaco quería atacar al anciano rabino por cuanto que estaba vestido con el atuendo típico que caracterizaba a los judíos en esta ciudad antes de la segunda guerra mundial. Para nuestra sorpresa el joven comenzó a llorar y a vociferar ¡perdónennos!; ¡perdónennos!; ¡perdón por lo que les hicimos durante el holocausto!

Este sentimiento de culpa por parte de descendientes de los verdugos se torna más delicado y complejo cuando estos expresan el deseo de acercarse al judaísmo y convertirse. Nos resulta difícil de creer que descendientes de nazis proclamen “tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios” y de esa manera se incorporen al pueblo que sus antepasados persiguieron, empero, se trata de una realidad que se repite una y otra vez en los últimos años.

Este fenómeno, el de personas que quieren ser parte del pueblo judío habiéndole provocado dolor y sufrimiento en el pasado requiere de una explicación, pues no hay antagonismo mayor que el existente entre los valores nazis de asesinato, violencia y desprecio por la vida humana y el enfoque judío de generosidad y misericordia para con el prójimo. Aun así, hay quienes deciden pasarse de bando y convertirse al judaísmo y unirse así a nuestro pueblo.

Parte de los interesados en convertirse son parientes de nazis y otros son descendientes de alemanes que aunque a veces no sirvieron directamente en el ejército alemán estuvieron activamente involucrados en la guerra; sostenían posturas antisemitas y pregonaban el narrativo alemán según el cual nadie sabía lo que estaba realmente ocurriendo en los campos de concentración… que allí no había judíos… que si los había no se los asesinó… de todas maneras nada sabíamos… etc. Este tipo de argumentos justamente llevó a muchos alemanes a querer pasarse de bando.

Hace unos dos años conocí en la ciudad alemana de Munich a un hijo de un oficial nazi que activó en las SS. Esta persona sabía y no sabía qué había hecho su padre durante la guerra ya que una de las reglas de su familia era que no se le preguntaba a papá qué hizo en el ejército ni se hablaba de la guerra. Si bien un muro de silencio se interponía entre las generaciones los hijos finalmente supieron lo que tenían que saber. Esta persona se contactó conmigo vía e-mail y cuando se enteró que viajaba a esa ciudad para asistir a un congreso rabínico quiso encontrarme personalmente en un sitio discreto. Acordamos encontrarnos en un café de  la ciudad. En una pequeña mesa me esperaba un cincuentón de aspecto germánico, alto, rubio, de nariz respingada. No le resultó difícil reconocerme en virtud de mi aspecto judío y la kipá que cubría mi cabeza. Estrechó mi mano en son de saludo y me dijo “Shalom”. Vi en su mirada una mezcla de vergüenza y miedo. Dijo: “mi padre es mi padre biológico pero no mi padre ideológico, estoy muy avergonzado por lo que él hizo y sus acciones no me dan sosiego incluso después de su fallecimiento. Creo que no podré tranquilizarme hasta que no me haya convertido al judaísmo con todo mi ser, y de esa manera habré reparado la injusticia que mi padre perpetró. ¿Usted puede ayudarme?” Debo reconocer que si bien me he encontrado por el mundo con personas interesantes o extrañas y si bien hace años que soy juez en el tribunal de conversión, su pedido me conmocionó profundamente.

Mi interlocutor percibió mi gran sorpresa y me preguntó: “¿Usted qué opina, qué influye más en la persona, los genes alemanes y nazis que fluyen por mi sangre por ser hijo de mi padre o el alma judía que en mí anida y pide convertirse al judaísmo?”

La explicación común al deseo de descendientes de nazis de convertirse al judaísmo gira en torno al deseo de expiar las atrocidades de sus padres, neutralizar el cargo de culpa que los aflige y preservar la conciencia limpia. Se trataría de un móvil de conversión egoísta. Lo que a mi me resulta interesante de este fenómeno es que estas personas piden convertirse debido al holocausto y a pesar de este. De no haber mediado el holocausto ellos no habrían deseado convertirse al judaísmo. El holocausto se transforma así en el móvil de la conversión, y a pesar de ello se trata de un fenómeno que no alcanza a ser masivo. Según el profesor Dan Bar On, experto de la Universidad de Ben Gurión en sicología de los descendientes de criminales de guerra nazis, “el móvil de estos conversos es sumarse a la comunidad de las víctimas. Al hacerlo se quitan de encima el peso de pertenecer a la comunidad de los victimarios”. El interés por convertirse refleja el deseo de salir de la impureza del bando nazi e incorporarse a la pureza del bando judío, o en otras palabras, huir del pasado en pos de un futuro mejor.

Existe una larga lista de móviles que llevan a las personas a querer convertirse, desde fe en el Creador y deseo de cumplir sus preceptos hasta la necesidad de ser enterrado, llegado el día, junto a un cónyuge judío. Otros quieren convertirse tras haber descubierto la sabiduría judía o por haber encontrado raíces familiares judías. En este caso se trata de personas que no solamente quieren incorporar el judaísmo como acto individual sino además como forma de reparar los crímenes perpetrados por sus antepasados. ¿Acaso una conversión de este tipo es posible? Amén de las consideraciones de tipo sicológica que suscita la conversión de un nazi o descendiente del mismo, ¿la halajá lo permite? Si bien el Talmud dice que “los hijos y nietos del malvado Hamán estudiaron Torá en Bnei Brak” (Guitín 57(B)), ¿cómo es esto posible?

El rabino Moshé Halevi Shtainberg, Rabino de la comunidad de Premishlán en Galizia y presidente del tribunal rabínico de Kiriat Yam, fue consultado respecto de esta cuestión. La pregunta fue la siguiente: “¿Se puede recibir al judaísmo en carácter de converso a un ex miembro arrepentido del partido nazi de quien se supone participó en atrocidades contra nuestro pueblo?

Respuesta: Si analizamos la cuestión desde una óptica meramente humana y del honor nacional es claro que nuestra conciencia no nos permite aceptarlo en nuestras filas. Un apersona como esta, cuyas manos están manchadas de sangre judía no tiene lugar con nosotros, se lo debe alejar de nuestro campamento tal como se alejaba al impuro y ¿cómo habríamos de decirle “eres nuestro hermano”? Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente halájico no veo impedimento alguno… pues el Creador no rechaza a creatura alguna y a todas las acepta, los portones del arrepentimiento se abren todas las horas y quien pide ingresar es aceptado. Vea en la responsa “Besamim Rosh” que se le atribuye a Rabenu Asher quien escribió en el inciso 177 que se aceptan conversos de todas las naciones incluido de Amalek. Vea en el Talmud en Guitín 57 y en Sanhedrín 96 que del malvado Nerón salió Rabí Meir y el archi-asesino Nabuzaradán luego de haber degollado a miles de judíos se arrepintió y se convirtió al judaísmo y los sabios no se abstuvieron de calificarlo como “converso justo”. Por lo tanto, si el tribunal entiende que esta persona se arrepintió por completo de sus inacciones y se esfuerza por ingresar bajo las alas de la Divina Presencia, no lo hace por un beneficio personal la halajá no tiene reparos en aceptarlo como miembro del pueblo judío” (Jukat Haguer p. 103-104).

El rabino Shtainberg hace una interesante diferenciación entre el sentimiento natural humano y el espíritu de la halajá por lo que deriva el peso de la responsabilidad de la decisión a los hombros del tribunal rabínico de conversión. No cabe duda que se requiere de un temple y un valor muy especiales tanto por parte de quien solicita la conversión como de quien la autoriza.

El recientemente fallecido rabino Shmuel Halevi Wozner, en su libro “Shevet Haleví” analiza el caso de la conversión al judaísmo de alemanes y escribe: “Respecto de su pregunta sobre la tradición que se le adjudica al Gaón de Vilna en cuanto a que le pueblo alemán es descendiente de Amalek, si bien por sus malas acciones se les asemejan, aseverarlo es muy difícil. Pues respecto del converso amonita nuestros sabios ya dijeron que el rey asirio Senaquerib mezcló a todas las naciones… por lo que hablar de un converso amalecita… por lo tanto no veo impedimento alguno de aceptar a un alemán como converso y que acceda a acogerse bajo las alas de la Divina Presencia…” (Responsa Shevet Haleví, V, Ioré Deá 149).

Creo que respecto de este tema podemos aprender una interesante lección del personaje bíblico de la hija del Faraón, una mujer generosa hija de un déspota. Su padre esclavizó a los judíos y ordenó arrojar al agua a sus bebés varones, ella desobedeció el mandato paterno, salvó a Moshé y tuvo un rol decisivo en la conformación de la nación israelita y su salida de Egipto. El Faraón era un malvado pero su hija era una mujer justa, tuvo el mérito de acceder al mundo venidero y el Creador la llamó “Batiá” (“hija de Dios”). Esto nos enseña que ni la violencia ni la tiranía pueden destruir el espíritu humano o el mundo. Si bien la hija del Faraón se educó en un hogar de oscuridad, ella hizo un cambio en su vida y se transformó en una justa entre las naciones.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

La prohibición de convertir al judaísmo en la Argentina

La Argentina es el único país del mundo en el cual está prohibido realizar conversiones. Esta prohibición se basa en una decisión del año 1927 que modeló a la comunidad judeo-argentina desde el punto de vista social y religioso en los últimos ochenta años. La prohibición de realizar conversiones es uno de los pilares de la comunidad ortodoxa en ese país hasta el día de hoy. Por otra parte, la comunidad conservadora a la que pertenecieron por muchos años la mayoría de los judíos de la Argentina continuó convirtiendo y no aceptó la prohibición arguyendo que esta no se encuentra en el Shulján Aruj, que en la práctica su contenido es problemático desde el punto de vista ético y además los rabinos que la decretaron carecen de potestad para semejante edicto.

Hay dos personalidades rabínicas diferentes detrás del decreto prohibitorio. Una es un rabino sirio y la otra un rabino ruso. El primero es el Rabino Shaul David Sutton (nacido en Aleppo en el año 1851) y el segundo el Rabino Aharón Halevi Goldman (nacido en Podolia, Rusia, en 1854). Uno era discípulo de los sabios de Aleppo y el otro discípulo de los rabinos Eljanan Spector, Shmuel Salant, Jafetz Jaím y Kuk. El primero vivía en la gran ciudad de Buenos Aires y el segundo en la pequeña localidad de Moisesville que es una de las colonias establecidas por el Baron Hirsch para los judíos llegados desde Rusia. El primero fue autor de un libro de responsa titulado “Diber Shaul” y el segundo escribió otro del mismo género titulado “Divrei Aharón”. El primero era más flexible en su sentencia halájica también en temas vinculados a la conversión tal como es tradicional entre los sabios judeo-orientales y el segundo era más estricto. Oriente y Occidente se encontraron sobre suelo argentino y uniendo pensamiento y fuerzas emitieron un edicto prohibitorio único en el mundo entero.

En el año 1927 el Rabino Sutton publicó el texto de la prohibición el cual  aparentemente fue pegado en las pizarras de anuncios en la ciudad de Buenos Aires y rezaba, entre otras: “dado que esta ciudad es muy liberal, cada quien hace lo que le place y carece de una autoridad rabínica a la cual respeta… y por lo tanto todo aquel que se le antoja una muchacha no judía la trae a su casa y la hace su esposa sin mediar conversión o trae judíos comunes del mercado y la convierte ante ellos… por esta razón he difundido anuncios según los cuales está prohibido por siempre aceptar conversos en la Argentina en virtud de las razones que expuse anteriormente, y no se debe trasgredir esta norma, y ya dijeron nuestros sabios que quien quiebra una cerca es picado por una serpiente… quien quiera convertirse que viaje a Jerusalém y quizás allí lo acepten…” El mozo Shaul David Sutton S”T (“Sefaradí Tahor” o sefaradí de origen autentificado).

Al analizar el texto de la prohibición es importante hacer algunas puntualizaciones de peso. Primeramente, el decreto no fue dictado por un tiempo sino “por siempre”. Esto viene a enseñarnos que los rabinos que lo emitieron no lo percibieron como una  medida temporal restringida a una época o un sitio específico sino que se trata de un cambio ideológico en cuanto a la posibilidad de que exista conversión al judaísmo sobre suelo argentino y no concede libertad de elección en este tema a las futuras generaciones ni les permite considerar cambiar de actitud o la posibilidad de anular la prohibición. En segundo término, si bien la prohibición es ilimitada en cuanto a su validez en el tiempo está restringida únicamente al territorio argentino y no a toda América Latina como algunos tienden a pensar.

En tercer lugar, el texto de la prohibición es claro en cuanto a que no tiene por finalidad eliminar por completo la conversión al judaísmo ya que ofrece la posibilidad de viajar y presentarse ante el tribunal de Jerusalem. Por lo tanto, si bien la prohibición cerró la puerta principal a los interesados en la conversión no cerró los accesos laterales. No queda claro si la mención del viaje a Jerusalem es algo ideal para los días mesiánicos o si se trata de un programa concreto que orienta a los interesados en dirección a Sion.

La historia de la comunidad judía argentina comienza con el arribo masivo a ese país de refugiados que escaparon de los pogromos, las persecuciones y las dificultades de Europa del Este. Estos llegaron principalmente de Galizia, Polonia y Rusia procurando encontrar un mejor destino donde establecer sus hogares. Posteriormente llegaron judíos provenientes de Siria, Turquía y Marruecos.

Tenemos evidencias respecto de vida judía en Buenos aires desde el año 1860, sin embargo, la ola migratoria importante tuvo lugar en la última década del siglo XIX. Sobre el final de la década del veinte del siglo XX la Argentina era uno de los pocos países al cual los judíos podían inmigrar con relativa facilidad. En efecto, entre 1921 y 1930 la inmigración judía a la Argentina adquirió dimensiones importantes, en el año 1900 había 30.000 judíos en ese país mientras que en 1920 su número ascendía a los 160.000 y continuó incrementándose hasta 1946. Después del Holocausto solamente en Buenos Aires había 200.000 judíos y poco después su número llegó a rondar las 400.000 almas.

No llevó mucho tiempo hasta que los judíos en la Argentina comenzaron a sentirse cómodos en compañía de sus connacionales gentiles y comenzaron a trabarse relaciones de amistad, trabajo y familia entre las partes. El fenómeno de los matrimonios mixtos comenzó a extenderse y la combinación de judíos inmigrantes a un nuevo mundo  junto con el deseo de integrarse a la sociedad y asemejarse a las demás personas generó un gran problema. Muchos judíos comenzaron a dirigirse a los rabinos con la finalidad de que estos conviertan al judaísmo a sus parejas y de esa manera “casherisen” sus matrimonios. Ese es el marco sociológico y religioso que dio nacimiento al famoso edicto de prohibición de conversiones.

Sin embargo, parece ser que el edicto prohibitorio no fue aceptado por la totalidad de los rabinos argentinos, sus impulsores no eran los rabinos principales ni tenían un status comunitario importante por lo que muchos de sus colegas no lo acataron. Esta es la razón por la cual pidieron el apoyo de los Rabinos jefes de la tierra de Israel. Así escribió el rabino Abraham Itzjak Hacohen Kuk el 9 de Nisán de 1928: “Bien hicieron sus excelencias rabínicas en establecer esta prohibición en su país, pues en este abunda el desacato… y no han de aceptar ningún converso… y por la presente apoyo y respaldo el decreto de estos sabios y las demás eminencias que la apoyan en Argentina” Muchos y buenos de entre los sabios judíos del mundo entero expresaron su apoyo al Rabino Sutton y procuraron reforzar su autoridad así como la vigencia del edicto.

Empero, en el marco de la prohibición hay lugar para casos especiales. En el año 1966 llegó a la Argentina el Rabino David Cahana, quien previamente se había desempeñado como rabino de la fuerza aérea israelí para fungir como Rabino Jefe y Presidente del Tribunal Rabínico de la AMIA. Él buscó la manera de por un lado mantener en efecto el edicto prohibitorio pero al mismo tiempo permitir la realización de algunas conversiones especiales sobre suelo argentino. Asesorado por el Jefe del Tribunal Rabínico de la ciudad de Tel Aviv obtuvo una solución halájica creativa que le permitió realizar conversiones en la Argentina con el aval del Superior Rabinato de Israel.

El Rabino Ehrenberg propuso una solución halájica que implica una interpretación novedosa e interesante del edicto original: “Aunque digamos que pueden  viajar a Jerusalem, la intención de lo dicho es que el tribunal jerosolimitano es el que tiene la potestad de aceptarlos y ningún otro, por lo que si este tribunal acepta enviar un representante a la Argentina a los efectos de realizar conversiones en su nombre se cumple el edicto prohibitorio pues es como si el prosélito hubiese sido aceptado ante el tribunal de Jerusalem” (Divrei Iehoshúa III 42). Lo novedoso de la postura del Rabino Ehrenberg es que de acuerdo a la prohibición el tribunal de Jerusalem está autorizado para aceptar a los conversos y por lo tanto este puede designar un representante que actúe en la Argentina y de esa manera se puede convertir en territorio argentino con el aval del tribunal de Jerusalem.

Con el paso de los años el decreto prohibitorio pasó por una segunda etapa. Entre las comunidades oriundas de Alepo se llegó a un acuerdo en 1935 por efecto del cual se extiende la prohibición de aceptar conversos a las comunidades de Estados Unidos y México y de esa manera la pusieron en vigor en todas las comunidades sirias.

Este es el texto de la prohibición de las comunidades sirias: “Hemos tomado la iniciativa de poner un cerco protector a la santidad por la autoridad que nos  concede la sagrada Torá y por el cual se prohíbe a cualquier hijo o hija de Israel de mezclarse con no judíos y tampoco se permite hacerlo mediante conversión y ningún tribunal rabínico de las comunidades sirias en Norteamérica tiene permitido convertir a un gentil que desee casarse con un hijo o hija de Israel. En caso de que alguien quiebre esta prohibición se avisará que nadie se case con sus hijos…” (Rabino Ezra Tawil S”T Jefe del Tribunal Rabínico de la comunidad Maguén David 1935).

Este decreto fue aceptado por todas las comunidades sirias del mundo y se mantiene estrictamente el “no convertir, no aceptar conversos de otras comunidades, no aceptar conversos como miembros de la comunidad siria, no casar miembros de la comunidad siria con conversos, no recibir en la comunidad o en el colegio a hijos de sirios con conversos”. Si comparamos este texto con el del edicto prohibitorio argentino vemos que el último si bien prohíbe las conversiones en suelo argentino pero acepta conversiones realizadas en Jerusalém el decreto de los judíos sirios prohíbe la aceptación de los conversos de modo absoluto. En virtud de las limitaciones de espacio y tiempo no nos es posible analizar el efecto de los decretos en una perspectiva histórica, empero, es interesante señalar que en las comunidades sirias a lo largo y ancho del mundo el porcentaje de matrimonios mixtos tiende a cero mientras que en la comunidad argentina los índices de asimilación son hasta el día de hoy de los más altos del mundo. En Argentina actualmente más del 70% de los judíos se casan con no judíos.

Por Rabino Eliahu Birnbaum