Un conocido cuento rabínico relata sobre una pareja joven que se casó y poco tiempo después la novia entró a la oficina del rabino, se sentó en silencio y así se mantuvo sin decir palabra alguna. El rabino intentó hacer preguntas y entender qué sentimientos se anidaban en su corazón y por qué venía a su oficina tan poco tiempo después de la boda. ¿Ocurrió algo?- preguntó el rabino. ¿Tienes algún problema con tu marido? La joven respondió que no. Entonces, ¿por qué has venido a verme?- indagó sorprendido. La joven respondió: recuerdo que mi madre solía decir a menudo “voy a lo del rabino”, yo también quiero seguir los caminos de mi madre y por eso vine a verlo.
¿Por qué las personas acuden al rabino y cuál es su función? Creo que una de las dificultades para definir el rol del rabino es la indefinición inherente al cargo. En cada generación se le confirió a la función rabínica un contenido adecuado al lugar y a la época.
Una de las sensaciones que me marcaron en mis años de labor como rabino comunitario en la diáspora fue la de “decepción”. Al principio, me preparé intensamente para poder sentenciar halajá y mi expectativa era que ese sea el eje central de mi labor y signifique mi principal ocupación. Sin embargo, uno tras otro, quienes se apersonaron a mi oficina o mi hogar venían a asesorarse conmigo por temas personales o familiares y solamente muy de vez en cuando me formulaban consultas halájicas. Rápidamente llegué a la conclusión de que el rabino debe fungir principalmente como asistente social, atender las necesidades espirituales de las personas y no solamente ayudarles a cumplir con todos los detalles del “Shulján Aruj” [2]. Creo que justamente es en la diáspora que la labor rabínica adquiere gran importancia, ya que la vida del judío gira en torno a la comunidad, lo cual genera lazos personales profundos y estrechos entre el rabino y los miembros de la misma y en función de la confianza que se desarrolla las personas acuden con consultas del ámbito personal que no necesariamente guardan conexión con asuntos religiosos. Es así que el rabino se transforma más en un asistente social que en un jurisconsulto halájico o teólogo, y termina dedicando más tiempo a conversaciones sobre el espíritu de la persona que sobre cuestiones de fe en D´s.
Pienso que la anécdota que más caracteriza a mi maestro el Rabino Amital de bendita memoria y su concepción del rol rabínico, aquella que muy a menudo relataba, se refiere a los rabinos “Baal HaTania” y “Tzemaj Tzedek” [2]. Estos, un día se sentaron a estudiar Torá, cada uno en una habitación diferente y en medio de ambos, en una tercera habitación se encontraba un bebé que dormía en su cuna. En medio de la noche el bebé se despertó y comenzó a llorar. El “Tzemaj Tzedek” estaba tan concentrado en su estudio que no escuchó el llanto del bebé. Su padre, Rabí Schneor Zalman de Ladi, fundador del movimiento jasídico “Jabad”, escuchó el llanto del niño, se acercó a este, lo alzó en brazos y lo meció hasta que se volvió a dormir. Luego, entró a la habitación donde su hijo estaba sumergido en el estudio y le dijo: “no sé qué estás estudiando, pero debes saber que el estudio de Torá no tiene valor si no está atento al llanto de un bebé”.
La función del rabino como asistente social es polifacética. A veces el rabino solamente necesita escuchar los problemas de las personas como forma de disiparlos [3], otras veces, se ve en la necesidad de orientar, encaminar, apoyar y reforzar a las personas que a él acuden. No cabe duda que un rabino no puede brindar terapia psicológica o emocional, a menos que se haya preparado para ello formal y profesionalmente. Por eso, muchas veces lo que debe hacer es escuchar atentamente para luego derivar al consultante a la ayuda profesional pertinente, trátese tanto de asistente social como de sicólogo, siquiatra, asesor conyugal, experto en adicciones etc. En la práctica, el rabino en estas cuestiones funge más como paramédico que como doctor, “cura a los de corazón destrozado y cicatriza sus heridas” (Salmos 147:3). El paramédico brinda primeros auxilios, identifica la herida y estabiliza al paciente para que luego el médico pueda tratarlo y curarlo. De la misma forma, el rabino actúa como sala de emergencias y no como área de internación.
Permítanme compartir con ustedes un correo que recibí hace unos meses y que me produjo una gran emoción. En síntesis, esto es lo que dice: “Mi nombre es Natalia y soy de Uruguay, donde fuiste rabino hace dieciocho años. Trabajo con ancianos de la comunidad y si bien no te conocí cuando eras rabino comunitario, siento que te conozco a través de sus relatos. Ellos me cuentan muchas cosas de ti pero especialmente se acuerdan cómo los escuchabas y prestabas atención a los problemas de cada uno, cómo sabías hablarles y la ayuda que les brindaste en sus vidas personales. No me cabe duda que dejaste una marca importante en las vidas de estas personas”.
En uno de sus artículos, el Rabino Soloveichik escribe que el rol del rabino se puede aprender de la figura de Moshé Rabenu: “Moshé se dio cuenta que su rol de maestro no cubría las necesidades de la nación, y para ejercer el liderazgo del pueblo de Israel necesitaba también orientarlos y dirigirlos… amén de enseñarles o indicarles cuál es la ley, necesitaba también encarar a las personas en sus aspectos emocionales, ocuparse de ellas y criarlas en esos años de infancia nacional colectiva con suma paciencia y empatía, como un gran padre y un gran artista a la vez. El padre-educador no enseña únicamente conocimiento sino que además involucra su espíritu y su identidad con la del niño. Lo que necesitamos hoy es un trato cálido en la misma medida que un pensamiento brillante, la enseñanza sola no alcanza y no es apropiada” (“Prakim Bremajshevet HaRav” p.118).
En la diáspora, el público acostumbra a consultar al rabino sobre una vasta gama de temas, tales como la búsqueda de pareja, casamiento, relaciones familiares, matrimonios mixtos, divorcios, relaciones parentales, depresión, estrés, adicciones, luto, cuestiones económicas, relaciones laborales y problemas financieros. Estos y otros temas exigen que el rabino los encare a partir de un profundo conocimiento de la persona que tiene en frente. Lamentablemente, escuché que hace poco un señor mayor que acababa de enviudar se dirigió a un rabino para compartir con él lo solo que se siente tras la pérdida, ante lo cual la respuesta de este fue: “le recomiendo que compre un perro para que lo saque a pasear y no se sienta tan solo”.
Existen diferentes razones por las cuales parte del público decide consultar justamente a un rabino por temas personales y delicados. Normalmente, el rabino está disponible, se encuentra aquí y ahora en su casa o en la oficina. Es importante recordar que normalmente los rabinos comunitarios son contratados en horario completo, no solo para Shabat, fiestas u horas de la tarde. Además, el rabino está disponible en horarios que los profesionales comunes no lo están, puede recibir personas en su casa por la noche a la hora que esto sea necesario. Por lo general el rabino conoce personalmente a quienes lo consultan, su marco familiar y muy a menudo acompañó a la familia en el ciclo de vida judío, en una bar mitzvá, en un entierro, casamiento etc., de modo tal que la persona no le resulta extraña sino que por el contrario, el estrecho vínculo es el que permite que quien acude en busca de ayuda abra ante este su corazón. El rabino posee una actitud creyente, de valores y conexión con la halajá, y aunque quien consulte sea o no religioso, esto resulta una cuestión de peso a la hora de decidir acudir al líder espiritual.
Generalmente, la persona que acude al rabino lo hace en virtud de la confianza que en él deposita y del deseo de hablar con alguien y no con una estructura terapéutica o institucional, amén de la confianza en que el rabino sabrá mantener total discreción. Creo que si el rabino, además de líder religioso hace también de papá, se puede acudir a él por cualquier tema y cualquier pesar.
El Rabino Iejiel Yaakov Weinberg, autor del libro “Sridei HaEsh” (pag. 287) se refirió al tema del rabino como asistente social, a pesar de que era consciente de la renuencia de algunos colegas a incorporar esta función en su “job description”: “En primer lugar un rabino debe enseñar Torá al pueblo de Israel… el segundo rol que debe cumplir es el de llevar el estudio a la implementación práctica, tanto desde la función de sentenciador halájico como la de juez rabínico. El tercer rol que debe cumplir es el de dar conferencias públicas en Shabat y días de fiesta… el cuarto es el de preocuparse por los enfermos, los pobres, los ancianos, quienes están pasando por un mal momento, los deprimidos y los que fracasan tanto en los aspectos materiales como en los espirituales. A esto se le llama en nuestros días ‘asistente social’. Es sabido que muchos de nuestros hermanos de origen oriental ven con cierta sorna el perfil profesional del rabino moderno… pero no debemos tomarlo a la ligera”.
[1] Libro principal de consulta halájica.
[2] Se refiere a los rabinos Jasídicos R. Shneor Zalman de Ladi (1745-1812) y R. Menajem Mendel Schneorson (1789-1866). Tradicionalmente se recuerda a los sabios por el nombre de su principal obra literaria, en este caso los libros “Tania” y “Tzemaj Tzedek”.
[3] Parafraseando al Rey Salomón quien dijo en Proverbios (12:25) “La congoja en el corazón del hombre lo abate pero una buena palabra lo alegra”