LOS DESCENDIENTES DE LOS JUDÍOS DE KAIFENG: ENTRE LA IDENTIDAD RENACIDA Y LA IDENTIDAD DESAPARECIDA

Las características y orígenes de los judíos de la China

¿Hay judíos chinos? El tema de la China en general y de los judíos de la China en particular, parece estar envuelto en la bruma de las leyendas exóticas, tanto por la distancia geográfica con el Lejano Oriente como por los intentos de la China de desconectarse del resto del mundo y por su tenaz voluntad de preservar su identidad peculiar. La judería china es una de las comunidades judías más antiguas en el Lejano Oriente.

Las opiniones con respecto al momento de llegada de judíos a la China varían. Hay quienes dicen que estaban allí desde los comienzos de la historia judía, por ser descendientes de las diez tribus perdidas. Otros sostienen que llegaron en el primer siglo de nuestra era o aún después, en 231, con la expulsión de los judíos de Persia. Pero no caben dudas de que los judíos llegaron a la China en el siglo VII u VIII, con los primeros judíos arribados de la vecina India, o con los viajes de los mercaderes europeos por la ruta de la seda.

La China es mencionada en los textos legendarios de Eldad Hadaní, un autor hebreo de relatos de viajes imaginarios del siglo IX. Menashé Ben Israel, que vivió en el siglo XVII y escribió el famoso libro Una esperanza para Israel, menciona la existencia de judíos en la China que, en su opinión, descendían de las diez tribus perdidas. También Benjamín de Tudela encontró judíos en sus viajes a la China, si bien casi no habla de ellos.

Las características de los judíos de Kaifeng a lo largo de la historia

Entre las comunidades judías más peculiares y aisladas del mudo que cautivaron tanto a judíos como a investigadores, se cuenta la comunidad de Kaifeng, la ex capital del distrito de la dinastía Song. La comunidad logró sobrevivir durante mil años en condiciones de desconexión casi total del resto del mundo judío, hasta que se asimiló a su entorno hace unos 150 años. Sus orígenes se remontan al siglo XI, con judíos llegados de la India y de Persia. Aparentemente, la comunidad judía de Kaifeng fue descubierta en 1605 por el misionero jesuita Mathew Richards.

En el pasado, la comunidad de Kaifeng contaba con miles de miembros por la tolerancia y apertura que reinaban en la China hacia los judíos. Sus integrantes se dedicaban a diversas actividades, como el comercio, los oficios, la administración pública y el ejército. Los judíos de Kaifeng adoptaron parte de la cultura china, pero preservaron su unidad como comunidad hasta la modernidad. Su sinagoga, una combinación singular de arquitectura china y tradición judía, era uno de los edificios más impresionantes de la ciudad. El último rabino de la comunidad de Kaifeng falleció en 1867.

La sinagoga de la comunidad, construida en 1163, fue destruida varias veces y reconstruida otras tantas, hasta que en 1860 fue destruida por una creciente del Río Amarillo. A partir de entonces la comunidad empezó a disgregarse y asimilarse. En el lugar de la sinagoga no quedan vestigios de la misma, y actualmente funciona allí un hospital público. En las últimas décadas muchos soñaron infructuosamente con reconstruir “el Palacio de la Verdad Pura”, tal como la llamaban los judíos de Kaifeng. Es una especie de “sueño romántico” de muchos judíos del mundo, que lo ven como el símbolo de la renovación de la vida judía en el lugar y del resurgimiento de la identidad judía en la China.

Una de las leyendas más apasionantes narradas por los descendientes de los judíos de Kaifeng despliega la historia de éstos y de los primeros misioneros cristianos en la China. Los judíos, que nunca habían oído hablar del cristianismo, supusieron que todas las personas que creían en un solo D’s eran necesariamente judías; los misioneros, que no imaginaban que pudiera haber judíos en la China, supusieron que se trataba de “cristianos perdidos”. Cuando se descubrió el error, los cristianos trataron vanamente de convertir a los judíos, porque éstos se aferraron a su lealtad a la tradición judía (esta leyenda aparece también en el libro de la Dra. Beverly Friend y el Prof. Xu Xin, Las leyendas de los judíos chinos de Kaifeng).

El Medioevo fue la edad de oro de los judíos de Kaifeng. En los siglos XVI y XVI buscaron semejanzas entre el confucionismo y el judaísmo; aparentemente, sentían la necesidad de encontrar semejanzas entre las creencias y ritos judíos y los chinos, para demostrar que los judíos podían encontrar fácilmente denominadores comunes con la China. A tales fines, los sabios judíos prepararon textos grabados en piedras, que expresan esos elementos comunes. La comunidad judía depositó esas piedras en la sinagoga y en otros lugares en 1489, 1512, 1663 y 1679. La piedra más antigua (1489) presenta a Abraham como el fundador de la religión judía y como activo oponente de la idolatría: “Ellos no hacían ídolos, no adoraban espíritus ni demonios y no creían en supersticiones. Con respecto a la construcción de estatuillas e imágenes y a los dibujos con formas y colores, son cosas vanas y hueras”.

Pero con el paso del tiempo, los judíos de Kaifeng tuvieron dificultades para preservar su judaísmo, hasta que olvidaron cómo leer la Torá en hebreo y escribieron un Libro de la Torá en chino (el Museo Británico tiene uno de ellos). Por la influencia local y la adaptación a la agricultura regional empezaron a preparar los panes de Shabat con harina de arroz…
En una carta conmovedora de 5660 (1900), la comunidad sefardí de Shangai se dirige a los judíos de Kaifeng que se quejan de su situación espiritual y les ofrecen ayuda. La carta testimonia la situación de la comunidad en aquel entonces:
“A nuestros hermanos y afines en la redención: Hemos oído que la sinagoga resultó destruida y que no cuentan con un rabino ni maestro que les enseñe la Torá de D’s y el recto camino para servir a D’s… Ahora han olvidado todo y vendido los Libros de la Torá que aún les quedaban. No hace mucho tiempo vimos aquí, en Shangai, esos libros en manos de no judíos que los compraron hace tres o cuatro meses, y hemos oído que ustedes quieren vender los que aún les quedan, porque no hay quién sepa leerlos…

Al oír esta mala noticia, se nos ha destrozado el corazón y estamos embargados de congoja y aflicción… porque ustedes olvidaron la Torá de D’s que sus antepasados les habían enseñado, y abandonaron el culto a D’s, el Shabat, las festividades y la circuncisión. Por eso acudimos a ayudarlos y queremos enviarles emisarios de nuestro pueblo para que vean qué pasa allá… Queremos asistirlos en todo lo que podamos, para que retomen la senda de sus antepasados, que también son los nuestros… Si necesitan fondos para construir la sinagoga, trataremos de recolectarlos y de enviárselos… Si necesitan un maestro que les enseñe la Torá y las leyes, también trataremos de enviárselo, y si les parece bien venir a Shangai y vivir aquí con nosotros, les daremos ocupación y podrán hacer buenos negocios… Podrán marchar por la senda de sus antepasados… Por eso, no vendan los Libros de la Torá que aún conservan”…

El problema de la nación judía en la China

La tradición de los judíos de la China señala que tenían siete apellidos que les habían sido dados por el emperador Song de la dinastía Ming, que tenía dificultades para pronunciar sus apellidos originales. Los nuevos apellidos (Zhao, Zhang, Shi, Li, Jin, Lao y Ai) fueron preservados por las familias judías y existen hasta el presente en los descendientes de judíos.

En la China hay 56 “naciones” o “minorías” reconocidas, pero los judíos o los descendientes de judíos no se cuentan entre ellas. Este sistema se inició en 1949, por la influencia de Stalin sobre la definición de las minorías nacionales reconocidas por el gobierno central. En 1953, las autoridades chinas rechazaron el pedido de conferir a los descendientes de judíos de Kaifeng la condición de nación, situación que conlleva hasta el presente muchas limitaciones en cuanto a las posibilidades de mantener una vida religiosa pública y legal. Sólo en los últimos tiempos se supo que cuando una de las comunidades judías de la China quiso constuir una mikve (baño ritual), tuvo que convencer al gobierno de que el lugar funcionaba como un “spa”, y no como un sitio para el cumplimiento de preceptos religiosos.

La resolución de no reconocer a los decendientes de judíos com minoría nacional fue tomada también por el gobierno chino en 1953 y en 1980, porque no responden a los criterios adoptados para las otras minorías. En un interesante documento del Frente Unido del Comité Central del Partido Comunista Chino del 8 de junio de 1953, se lee: “La conclusión que se desprende es… que los judíos dispersos en Kaifeng no mantienen relaciones económicas directas entre sí, no tiene un idioma propio ni una zona de residencia conjunta, se han mezclado totalmente con la población mayoritaria en la vida política, económica y cultural. Asimismo, no presentan ninguna otra característica especial… Todo esto indica que no es de interés verlos como un grupo étnico separado, porque no son una nación judía en sí”…
Pero aunque los judíos y su religión no fueron reconocidos como una minoría nacional, somos testigos de un fenómeno muy interesante: desde el primer censo de población implementado por el gobierno comunista, los descendientes de los judíos de Kaifeng aparecen en las listas de documentos de residencia como pertenecientes a la nación “judía” (Yoho – Tai). A diferencia de ello, en otras regiones de la China no había ningún registro de los judíos por su religión, y algunas veces aparecen como parte de la mayoría china, y otras como parte de la minoría musulmana que, tanto para el gobierno como para los judíos, era el grupo más cercano al judaísmo. El registro de “judío” en el documento de identidad existió hasta 1996, ¡hasta hace tan sólo diez años! (Por supuesto, esto recuerda la inscripción de nacionalidad “judía” en los certificados de nacimiento de los judíos de Rusia, pero la diferencia radica en que ésta última está reconocida por el Estado de Israel a los fines de la Ley del Retorno, mientras que en el caso de los descendientes de los judíos de Kaifeng no lo está, algo para lo que no tengo explicación).

Es interesante señalar que los chinos no llaman a los judíos “judíos”, sino que usan la palabra china “Yoho – Tai”. El término “judío” en chino cambió varias veces con el paso del tiempo: en el pasado los judíos eran “Yetzeloya”, es decir, “Israel” o “la secta de los arrancadores de tendones” (en alusión al tendón del muslo), o “la secta de los escribas” o “musulmanes con gorros azules” (por la presunta proximidad entre el judaísmo y el Islam).

El encuentro con los descendientes de los judíos de Kaifeng

En mi visita a Kaifeng me encontré con los descendientes de judíos. Por mi condición de rabino, el grupo temía mantener una reunión formal, porque no están reconocidos como “nación” y tienen prohibido el cumplimiento de una vida religiosa. Por eso debimos recurrir a muchos “trucos”, hasta que nos encontramos en un lugar secreto y sin miradas escrutadoras.

El encuentro fue sumamente conmovedor. Los descendientes de judíos estudian hebreo y judaísmo en secreto y quieren reconectar su destino con el del pueblo judío. Las canciones Am Israel Jai y otras melodías judías sonaban naturales y emocionantes en sus bocas.

Cuando les pegunté por qué querían retornar al judaísmo y al pueblo judío, me brindaron una respuesta original que conecta la cultura china y la judía. La cultura china respeta tres principios: los padres, la sabiduría y la naturaleza. Los descendientes de los judíos de Kaifeng quieren respetar a sus padres volviendo a la religión de sus ancestros. En otras palabras, el retorno a la cultura judía proviene de la cultura china.

Después del encuentro visitamos a la familia Shi-Li, una de las más antiguas en Kaifeng, en la que había nacido una niña. Después del parto tuvieron que pagar una multa. Como se sabe, en la China está prohibido tener más de un hijo; sólo los grupos reconocidos como las 56 minorías nacionales antes mencionadas están autorizados a tener más hijos. Esta ley genera una situación especial, por la cual muchos judíos prefieren registrarse como musulmanes (que, en su opinión, son la religión más próxima al judaísmo) para poder tener más de un hijo. Cuando la Sra. Shi-Lin quedó embarazada y la pareja fue al hospital para hacer los estudios correspondientes, los médicos le exigieron que abortara. La familia no estaba dispuesta a hacerlo, y por eso la señora se trasladó a una aldea alejada hasta el momento del parto.

Cuando pedí a mis anfitriones que me llevaran al cementerio judío, me explicaron que la comunidad no tenía un cementerio central, sino varios cementerios “familiares”, y que cada familia descendiente de judíos tiene el suyo propio. Visitamos el pequeño cementerio de la familia Jin, que simboliza la antigua relación de los judíos de Kaifeng con el judaísmo, en donde vimos una placa recordatoria colocada por la familia, y un monumento que señala su árbol genealógico en los últimos siglos.

En los últimos años se pude percibir un despertar judío en Kaifeng, a partir de la declinación del comunismo. Se debe recordar que en 1992 se abrió la Embajada de Israel en la China, acto que los descendientes de judíos vieron como un símbolo que les hizo confiar en recibir apoyo del Estado de Israel para preservar su judaísmo, algo que no sucedió.
En el siglo pasado el mundo judío empezó a demostrar interés en los descendientes de judíos de Kaifeng. El judaísmo de Kaifeng constituye un vínculo singular entre el mundo judío y la historia de los judíos en Oriente. Pero a pesar de que hoy en día los descendientes de las familias judías originarias de Kaifeng se vuelven a reunir y tratan de revivir sus antiguas costumbres y la tradición judía, no gozan de reconocimiento ni apoyo estatal. Quieren ser reconocidos como minoría o como nación judía y recuperar la inscripción correspondiente de “Yoho – Tai” en sus documentos de identidad y residencia. La postura oficial es que los descendientes de judíos se asimilaron por completo y desaparecieron. Resulta difícil calcular cuántas personas se identifican como descendientes de los judíos de Kaifeng, pero el número oscila entre algo menos de 1.000 y 5.000.

En los últimos años llegaron a Israel varias familias e individuos descendientes de los judíos de Kaifeng, que a pesar de no ser reconocidos como judíos con derecho a la Ley del Retorno, pasaron la conversión ortodoxa y lograron cumplir su sueño de retornar al pueblo judío.

Entre la cultura israelí y la china

Los judíos y los chinos son dos pueblos de antigua data que lucharon, cada uno a su manera, para preservar su tradición e identidad en procesos de modernización. Una diferencia es que los chinos, más que otros pueblos, están aislados y concentrados en un solo lugar, mientras que los judíos son el pueblo más disperso del mundo.

La relación más interesante entre los chinos y los judíos aparece precisamente en el Tratado Teológico-Politico de Spinoza, que entendió la gran probabilidad de que las dos civilizaciones más antiguas del mundo recuperaran su independencia, porque ambas preservaban tenazmente sus diferencias específicas. Fue el primero en entender que, aparentemente, hay una ley histórica común aplicable a judíos y chinos por igual. En su libro, Spinoza compara los dos signos externos que preservan la peculiaridad de estos pueblos: la circuncisión en los judíos y la trenza en los chinos…
Con el telón de fondo de la gran China, considerada como una de las potencias del mundo moderno, la larga historia de los emperadores chinos, su cultura peculiar y el poder del Partido Comunista hasta hace poco tiempo, la prolongada existencia de una pequeña comunidad judía en Kaifeng debe ser vista algo asombroso; por otra parte, el actual despertar y renacimiento de la comunidad de los descendientes de judíos en Kaifeng, y su deseo de retornar a la fe de sus antepasados deben ser vistos como un milagro. El destino de esta comunidad histórica no se ha decidido aún, y la historia habrá de enseñarnos cuáles serán su futuro y su sino.

Rabino Eliahu Birnbaum