El primer hombre blanco en la solitaria isla de Daro sin provisiones para Shabat. El Rabino Birnbaum en Nueva Guinea.
Como el primer Shabat
Esta fue la primera vez que en mis andanzas por el mundo quedé varado un Shabat en una isla solitaria, sin comunidad judía, vino ni jalot. Sin embargo, fue uno de los sábados más maravillosos que cuidé en mi vida.
A pesar de mis múltiples periplos por el mundo, siempre logré llegar a una comunidad judía para Shabat. Recientemente, en el Shabat de las porciones de lectura Matot y Mas´ei me encontré solo, en el fin del mundo a pocas horas de la entrada del Shabat. Esta fue la primera vez que realmente quedé varado en Shabat. A diferencia de otras veces en las que perdí un vuelo, en esta no pude apresurarme a la casa del rabino comunitario para pasar allí el día sagrado.
En el curso de mi visita a Papúa Nueva Guinea (detalles sobre este viaje en próximos artículos) me encontraba regresando de la localidad de Balimo que se encuentra en una región selvática atravesada por varios ríos en el mismo centro del país rumbo a la capital Port Morsabi. El jueves mis anfitriones me avisaron que se había suspendido el único vuelo semanal que debería llevarme a la ciudad capital para pasar allí el Shabat y que debía permanecer una semana más a la espera del próximo vuelo. La única manera de llegar a la capital era navegando primeramente hasta la isla de Daro que se encontraba a cientos de kilómetros del sitio en el que me encontraba. Si bien debería navegar unas quince horas por ríos y mar abierto en un bote precario decidí que el esfuerzo valía la pena ya que así podría pasar Shabat en un sitio ordenado en el cual dispondría de alimentos, Jalot y vino que había traído desde Israel.
Tras veinticuatro horas de navegación por ríos y mar abierto y tras superar no pocas situaciones de peligro arribamos a la isla de Daro, una pequeña aldea de pescadores de la cual despega un vuelo diario a la capital del país. Al principio me dijeron que el vuelo estaba levemente retrasado, luego que el avión aún no había despegado desde la capital rumbo a la isla y que partiría en cualquier momento. Esto significaba que no llegaría a la capital antes de Shabat.
Comencé a hacer cálculos matemáticos y halájicos: ¿Alcanzaría a subirme al vuelo en cuestión y aterrizar antes de entrar el Shabat? ¿Qué ocurriría si llegase entre el atardecer y la salida de las estrellas? ¿Cómo habré de llegar al hotel? Finalmente avisaron que el vuelo llegaría al isla de Daro media hora antes de entrar el Shabat, comencé a analizar para mis adentros si correspondía subir al vuelo media hora antes del atardecer ya que aterrizaría dos horas más tarde, siendo ya viernes por la noche. Hay juristas halájicos que en caso de gran necesidad permiten continuar viaje durante Shabat cuando el tren barco o avión es manejado por no judíos y estos no realizan la labor específicamente para el judío (Piskei Uziel 13, Bein Hashmashot; Sefer Jishukei Hajemed Shabat 153(A), Maré Habazak V inciso 30; Tzeidá Laderej pág. 159). Sin embargo, de todas maneras habría de tener que caminar desde el aeropuerto al hotel sin mis implementos personales.
A final de cuentas entendí que el análisis que hice era superfluo ya que los funcionarios del aeropuerto avisaron que el vuelo del viernes había sido cancelado y que el próximo sería el día sábado. Es así que dos horas antes de iniciarse el Shabat me encontré solo en una aldea de pescadores cuando en mi mochila no hay nada para honrar el día, ni vino, ni Jalot, ni comida, ni ropa, ni sidur ni jumash, sencillamente me encontraba al borde de iniciar el día sagrado prácticamente desnudo como el día en que nací.
Kidush sin vino
Como es habitual en mí, al enterarme de que le vuelo había sido cancelado reaccioné diciendo “todo lo que hace el Eterno es para bien” (tal como sentenció el Shulján Aruj: “una persona debe habituarse a decir que todo lo que hace el Eterno es para bien” Oraj Jaím 230:5) y “toda demora es para bien” (expresión que se le asigna al Rabino Jaim David Azulay z”l). Acto seguido busqué rápidamente el mejor hotel posible para que por lo menos pueda deleitar el Shabat.
Corrí a la tienda local a comprar algunos productos pero la oferta en general y la variedad de productos kasher en particular no era interesante. Afortunadamente encontré latas de sardinas y hasta de macarel. Papúa, Nueva Guinea, se encuentra al norte de Australia por lo que busqué productos con sellos de kashrut australiana, milagrosamente encontré latas de maíz, arvejas y ensalada de frutas. Compré una docena de huevos y los cociné en una pequeña olla que encontré en la tienda. Dado que me encontraba en una isla al borde del mar alcancé a llevar la olla a inmersión ritual antes de Shabat.
Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos no logré encontrar pan no horneado por judíos pero que al menos haya sido elaborado de un modo permitido. Si bien no soy un entendido en temas de cocina u horneado, mi querida esposa me enseñó a preparar pan pita con solo harina y agua sobre la sartén. Probé suerte y a Dios gracias veinte minutos más tarde logré preparar cinco pequeños panes pita para el Kidush de la noche y las comidas sabáticas, para así comer hasta saciarme junto a los otros manjares que alcancé a adquirir en honor del sagrado Shabat.
¿Sobre qué se realiza Kidush en una noche de Shabat como esta? El viernes por la noche es preferible recitar el Kidush con vino, pero en caso de que no haya el Shulján Aruj indica que se debe: “exprimir un racimo de uvas y sobre el jugo recita el Kidush” (Oraj Jaím 272:2). Sin embargo en la isla de Daro en particular y en Papúa Nueva Guinea en general no hay uvas y casi que tampoco hay frutas o verduras. Solamente se encuentran bananas, mangos y cocos por lo que esta solución no era relevante para mí. En caso de carecerse de vino o jugo de uvas los juristas dividen sus opiniones entre que se recite el Kidush sobre el pan, sobre otra bebida alcohólica común en el país o que no se recite. Según Rabenu Ierujam “allí donde se carece de vino se recita Kidush con otra bebida sea esta alcohólica o no siempre y cuando no sea sobre agua”. Rabenu Asher opina que por la noche el Kidush sea recitado sobre pan y no sobre otra bebida alcohólica. Si se recita sobre el pan, se debe sostener los panes durante todo el recitado y pronunciar la bendición “Hamotzí Lejem min haaretz” (que extraes el pan de la tierra) en vez de “Boré prí Hagafen” (que creas el fruto de la vid) (Mishná Brurá ibid inciso pequeño 29). Otra posibilidad, en caso de carecerse de panes, es recitar la bendición de “Hamotzí” sobre galletas al agua, pastel o masa rellena como el caso de empanadas. De no mediar esa posibilidad se puede recitar el Kidush con cerveza algún jugo natural (Shmirat Shabat Kehiljatá 55:7:18). Es interesante traer a colación la opinión de la Mishná Berurá según la cual en caso de carecerse tanto de pan como de vino “se come sin recitar Kidush y no se suspende por ello el cumplimiento del precepto de deleitar el Shabat, comiéndose lo que se dispone y se confía en la mención del día sagrado durante el rezo” (289:10).
Como nuestros antepasados en el desierto
El sábado por la mañana tras el rezo matinal frente al mar, los botes y el mercado local, pensé en recitar el Kidush matutino con cerveza, tal como lo especifica el Shulján Aruj: “allí donde se carece de vino se ha de usar cualquier aguardiente o bebida salvo agua, pudiéndose recitar Kidush con la bebida común en el país” (Oraj Jaím 289:2). Sin embargo, cuando pedí cerveza en el hotel me enteré que el país está pasando por periodo de elecciones y en virtud de ello se prohibió la venta de bebidas alcohólicas por tres meses. En un caso así se puede recitar Kidush con otros tipos de bebida comunes en el país tales como jugos de fruta, leche, café o té con azúcar (Shmirat Shabat Kehiljatá 53:11).
Tras la comida de la mañana, quise salir a caminar por la isla. En virtud de las numerosas advertencias que se me hicieron respecto del precario estado de seguridad en el país pregunté al dueño del hotel si era peligroso caminar solo por la calle, a lo que me respondió: “no tiene por qué preocuparse, ya corrió la voz por la isla de que hay un hombre blanco proveniente de Jerusalem y los isleños están emocionados por su visita. Hay quienes incluso sostienen haber visto ángeles que lo acompañaban cuando llegó por lo que todos lo van a respetar y cuidar”. En efecto, cuando paseé por la isla entre sus casas de adobe y sus mercados las personas se dirigían a mí diciéndome que veían un hombre blanco y que además provenía de la Tierra Santa y Jerusalem. Los isleños son todos cristianos devotos por lo que me encontré todo el Shabat bendiciendo a cientos y miles de lugareños que pedían serlo por el hombre blanco jerosolimitano que llegó rodeado de ángeles.
Dado que no disponía de libros de estudio, tuve mucho tiempo libre para pensar y dialogar con los isleños. Pensé en lo diferente que es pasar un Shabat en el “desierto” en un sitio donde se carecen de los preparativos para el día sagrado. Sin duda, nuestros antepasados cuidaban un Shabat más parecido al mío en la isla de Daro que al que solemos cuidar en nuestros hogares. En la práctica, las treinta y nueve labores prohibidas casi que carecen de sentido en el Shabat occidental. No tenemos problemas de cocción de alimentos ya que disponemos de refrigeradores y todo está preparado desde el día de la víspera, no tenemos problemas de uso de artefactos eléctricos ya que disponemos de “timer” ni problemas de transporte de dominio a dominio ya que disponemos de Eruv. Pero justamente durante el Shabat en la isla volví a meditar sobre las treinta y nueve labores prohibidas y sus derivaciones que de repente se tornaron en relevantes.
Respecto de la Havdalá no tuve que esforzarme ya que en mi mochila siempre llevo mi pipa con tabaco de buen aroma y fósforos. En vez de vino me preparé una taza de café: “No se realiza Havdalá sobre pan, pero sí sobre una bebida alcohólica si es típica del país, y lo mismo ocurre con las demás bebidas salvo el agua” (Shulján Aruj Oraj Jaím 296:2).
No sé si habré de volver pronto a la isla de Daro, pero el Shabat que pasé allí fue uno de los más bonitos de mi vida. Si bien lo pasé sin ver judíos, minián y sinagoga, quizás justamente por ello pude reencontrarme conmigo mismo y con el Shabat y experimentar una especie de Shabat primigenio, semejante al mundo venidero.
Por Rabino Eliahu Birnbaum