Asimilación

Hace un par de meses visité la ciudad de Miami donde fijé un encuentro en el café “Aroma”. Llegué antes de la hora establecida por lo que me senté a tomar un cappuccino, abrí la computadora y comencé a trabajar para aprovechar el tiempo. De repente se me acercó un muchacho judío exclamando a voces: “Rabino Eliahu, Rabino Eliahu…”. Se trataba de un joven llamado Alejandro que me conocía de cuando fui Gran Rabino de Uruguay. Comenzamos a conversar y rápidamente me contó que estaba felizmente casado con una muchacha judía y tenía dos hijas pero que estaba preocupado y dolido por su hermano que mantiene hace ya tres años una relación con una muchacha no judía que conoció en Brasil. Alejandro me pidió que lo ayude a separar a su hermano de esa muchacha para que no termine casándose con ella y tenga así la oportunidad de formar un hogar judío. Le comenté que de acuerdo con mi experiencia, una pareja que está junta ya tres años es muy difícil de separar pero que de todas maneras valía la pena intentarlo. Acordamos que cuando viaje a Sudamérica procuraría encontrarme con su hermano para intentar convencerlo que no se case con su pareja no judía. Hace dos semanas viajé a Uruguay y me senté a conversar largas horas con el hermano de Alejandro.

De hecho, esta fue la primera vez que padres y familiares se dirigieron a mí para pedirme que intente separar a un muchacho judío de su pareja gentil o viceversa. Este tipo de pedidos suelen verse acompañados de mucha tristeza y dolor. Incluso entre padres no religiosos, la perspectiva de que un hijo se case con una pareja no judía suele ser sumamente penosa y creo que esto obedece a que intuyen que la familia no tendrá continuidad judía. Más allá de diferencias de tipo cultural o religioso, también padres no observantes ven con honda preocupación que sus nietos no sean judíos o no continúen formando parte de la tradición judía y del pueblo de Israel. Es interesante notar que la prohibición de la exogamia se aprende del versículo que reza: “No darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo, no sea que ella lo aleje de Mí y lo induzca a servir dioses extraños” (Deuteronomio 7:3-4). De aquí se desprende que el argumento de la prohibición radica en el hecho de que semejantes enlaces puede provocar que los hijos resultantes abandonen el camino de Dios y por ello la Torá los prohíbe.

Como es sabido, el problema de los matrimonios mixtos se encuentra hoy en un primer lugar de la agenda del mundo judío y de la generalidad de las comunidades. Casi no existe comunidad judía en el mundo que pueda decir que esta problemática no la afecta. Casi que no hay comunidad judía en el mundo que yo visite que no se enfrente con casos de matrimonios mixtos y problemas de asimilación, y de hecho las diferencias son únicamente de números y proporciones, si se trata solamente de un caso aislado o por el contrario afecta a un porcentaje importante de sus miembros.

En el pasado los procesos asimilatorios provenían de la necesidad práctica de los judíos de integrarse a la sociedad gentil y obtener así un determinado status social, cultural y profesional. Empero en la actualidad, en el mundo liberal que habitamos y en sociedades que por lo general no son religiosas, la fe o creencia de la persona no es de importancia y el judío es aceptado como un igual tanto en el mundo de la academia como el del comercio tanto en oriente como en occidente. Desde el inicio de la era moderna, cuando los judíos comenzaron a adquirir paulatinamente igualdad de derechos y a integrarse a la sociedad general, comenzaron a establecerse vínculos tanto sociales como profesionales entre judíos y gentiles. Esta dinámica se intensifica en nuestros días a raíz de la sensación general de estar habitando una “aldea global” en la que personas diferentes comparten una misma cultura y un mismo estilo de vida sustentado en valores comunes.

Solamente a los efectos de tomar idea del estado de las cosas, en los últimos cincuenta años el número de matrimonios mixtos en la diáspora subió en un 200%. El porcentaje de matrimonios mixtos oscila actualmente entre un 45% y un 50%, o sea, uno de cada dos judíos se casa con una pareja gentil. Las últimas investigaciones en Norteamérica hablan de un 71% de asimilación cuando a inicios del siglo XX este fenómeno alcanzaba únicamente el 1% y en el año 1944 el 2.6%.

En Australia, Canadá y Turquía el porcentaje de matrimonios mixtos alcanza aproximadamente un 25% al tiempo que, en un gran porcentaje del judaísmo mundial, incluida Francia el porcentaje es de un 35%. En Gran Bretaña y la mayor parte de América Latina el porcentaje oscila entre un 50 y un 60%. En México el porcentaje es inferior al 15%. En Europa Oriental y en parte de la ex Unión Soviética el fenómeno supera el 70% de los casos.

Entre asimilación y matrimonios mixtos

Quisiera diferenciar dos conceptos. A veces nosotros confundimos asimilación con matrimonios mixtos y creemos que se trata de un solo fenómeno, mas esto no es así. La asimilación es “la pérdida de identidad propia y la adopción de valores pertenecientes a la cultura exterior”, mientras que el matrimonio mixto es la conformación de una unidad familiar con una pareja no judía. El problema central no es ni la asimilación ni los matrimonios mixtos sino la pérdida de identidad judía. Tanto el proceso asimilatorio como el de la exogamia debilitan al pueblo judío demográfica y espiritualmente por cuanto que se trata de procesos de abandono y desaparición. De un modo u otro, el alto porcentaje de matrimonios mixtos es una de las señales más claras de asimilación del judaísmo mundial.

Actualmente, en el mundo judío existe un fenómeno nuevo de matrimonios mixtos no acompañados de pérdida de identidad judía. Si en el pasado era claro que un judío que se casa con una persona gentil o incluso con alguien de fe católica no habrá de procurar incorporarse a la comunidad israelita ni asistir a la sinagoga o a clases de judaísmo, en la actualidad se está desarrollando una tendencia que procura incluir todos los aspectos sin renunciar a nada. Mantener una relación de pareja con una mujer gentil y al mismo tiempo preservar el vínculo con la comunidad judía y el judaísmo. Es cierto que en el mundo postmoderno es posible concebir un matrimonio mixto sin asimilación y asimilación sin matrimonio mixto, empero en mi opinión existe una relación estrecha entre los factores, y aunque supongamos que es posible preservar numerosos y diversos valores en la familia posmoderna esto acontece únicamente por una o dos generaciones sin perspectiva de continuidad.

Entre ideología y sociología

En la actualidad la asimilación y los matrimonios mixtos no necesariamente son expresiones de rebeldía contra la tradición o el hogar paterno. Por lo general una persona no se asimila como producto de una reflexión personal o un discernimiento profundo sino en virtud de situaciones que se presentan y lo arrastran sin que medie una gran introspección. Creo que si preguntásemos hoy a la mayoría de los jóvenes asimilados si desearía o no casarse con una pareja judía probablemente la respuesta sea afirmativa. Por lo general, solemos creer que la profundización de la identidad judía evita matrimonios mixtos y por supuesto que esto es correcto, pero aparentemente, no se trata de la solución general a toda la problemática. Esto es, la preservación de la identidad y los valores judíos no aseguran que una persona judía no termine casándose con una pareja gentil ya que la exogamia no suele obedecer a una postura ideológica sino a una circunstancia sociológica. O sea, esto es posible en virtud de vínculos amistosos, “accidentes” románticos u otros sucesos no planificados o imprevistos. Me encontré numerosas veces con muchachos que me dijeron: “nunca en mi vida pensé en casarme con una mujer no judía, pero pasó, se trata de un accidente”.

Un judío no suele preguntarse a diario “¿por qué soy judío?” Empero el pueblo de Israel como colectividad tiene el deber de hacerlo constantemente, o sea: “¿por qué habría alguien de querer ser judío? ¿Por qué es importante continuar siendo judío en el siglo XXI? ¿Cómo es posible asegurar el futuro y la existencia del pueblo judío?

La conversación con el hermano de Alejandro

Durante las largas veinte horas de mi viaje rumbo a Uruguay pensé para mis adentros cómo explicarle al hermano de Alejandro que no debe desposar una mujer gentil. ¿Cómo debería hacerlo? ¿Acaso hablarle en términos de responsabilidad, continuidad y la necesidad de evitar romper la cadena de la transmisión o acaso sería mejor hablar de cuestiones vinculadas a la convivencia en pareja y la felicidad? ¿Hablar de valores colectivos del pueblo de Israel o de valores individuales? ¿Poner énfasis en aspectos religiosos o sicológicos?

Es así como me encontré pensando qué decirle al muchacho… “Creo que no digo nada nuevo al afirmar que la decisión de casarse es un momento de sinceramiento, tanto en el plano individual como en el de pareja. El matrimonio es una suerte de cruce de caminos en la que todo judío debe responder a la pregunta ‘en qué se manifiesta mi judaísmo, no sólo en lo referente a qué me hace diferente sino cuál es el contenido positivo de mi judeidad y si deseo o no compartirla.

El judaísmo cree firmemente en la institución familiar, procura formar familias estables y unidas que poseen una misma visión y objetivos comunes. Una familia que no sea solamente dos individuos diferentes que habitan bajo un mismo techo sino una comunidad de valores y creencias comunes.

En mi opinión la decisión de casarse con una persona judía no obedece a que los hijos de Israel y los gentiles se diferencien en virtud del sufrimiento pasado y el antisemitismo padecido en el pasado sino fundamentalmente por la voluntad de preservar valores e identidades judías futuras, y ello no es posible sino por intermedio de la institución de la familia. El argumento central contra los enlaces entre personas de diferentes religiones es el vaciado de la institución matrimonial de todo contenido o significancia, se trata de la separación entre el matrimonio, la fe profesada y el compromiso mutuo. Si estos se ven desconectados es probable que dejemos de ser judíos y dejemos de ser felices.

La pregunta de los matrimonios mixtos no pasa por si es posible o no vivir como judío junto a una persona no judía que yo sé que habrá de respetar mi postura, sino si soy o no capaz de hacer participar a mi pareja de mi vida judía, vivir junto a esta las experiencias judías y abrir mi corazón hacia ella. A estos efectos necesito de la compañía de alguien similar a mí, que comparta mis mismas creencias, ideas e identidad. No el respeto sino el diálogo y la  coparticipación son los fundamentos de una relación judía de pareja”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Turquía: Rezando en una mezquita

En un artículo anterior describí a mis lectores el fallido intento de atravesar la frontera desde Antakia en el sur de Turquía en dirección de Alepo en Siria. En esta ocasión continuaré la descripción de mi travesía por las comunidades pequeñas de Turquía. Visité las sinagogas de las localidades de Chulo, Kirekelreli, Chankla, Adirene y pasé un Shabat muy especial en la comunidad de Boursa, desde donde regresé a Estambul y de allí a la tierra de Israel.

La sinagoga en la ciudad de Chulo fue convertida en mezquita. Actualmente no viven judíos en esa localidad y la sinagoga hace de monumento recordatorio a nuestros hermanos que aquí habitaron y abandonaron la ciudad por diferentes razones a lo largo de las últimas décadas. En Chulo solía existir una comunidad judía pequeña cuya sinagoga contaba con servicios religiosos regulares. El edificio de la sinagoga se mantiene tal como era tanto por fuera como por dentro, el arca sagrada permanece en su sitio y el decorado del techo, así como también las columnas se mantienen tal como eran. Solamente se le agregó el minarete desde el cual el “muecín” o “almuédano” llama a los fieles musulmanes a rezar, siendo el único cambio significativo del edificio respecto de su plano original.

Cuando me enteré de la situación en la que se encontraba la sinagoga pedí visitarla. Me entristeció saber cuál fue el destino de nuestro pequeño Santuario y me emocioné al ingresar para rezar “Shajarit”, la oración matutina. ¿Acaso entré a una sinagoga o a una mezquita? ¿Se debe catalogar el edificio en función de lo que fue en el pasado o de lo que es en el presente? ¿Se trata de una sinagoga judía o de una mezquita musulmana? ¿Cómo se define la naturaleza del edificio, según quien lo construyó y rezó en él durante generaciones o según quien lo hace en la actualidad? Carezco de una respuesta a estos dilemas, empero ocuparon mi mente y mi corazón a lo largo de toda la visita.

El miércoles por la mañana llegué a la sinagoga-mezquita, me dirigí al guardia apostado en la entrada y le pedí entrar para rezar en el lugar. Si bien mi aspecto difería del musulmán local promedio que suele visitar el lugar, me recibió muy amablemente y me invitó a ingresar. Tras quitarme los zapatos, tal como se acostumbra hacer en las mezquitas, ingresé a la sala principal y me emocioné profundamente al ver el arca sagrada de la sinagoga en completa soledad junto al sitial desde el cual el imam dirige el rezo. La mezquita estaba vacía, mas la sinagoga estaba repleta de las voces de los judíos que allí rezaban y hoy ya no están. Mi rezo en la sinagoga transformada en mezquita fue uno de los más significativos de mi vida, sentí que recé. Sentí que no oraba solamente por mí y que no me encontraba solo, sino que lo hacía en nombre de todos los judíos que alguna vez poblaron los asientos del edificio que hoy está alfombrado en toda su superficie. Sentí orgullo judío al estar de pie en la mezquita y recitar “Shemá Israel” envuelto en mi talit y con mis tefilín puestos.

Como es sabido, las autoridades halájicas han debatido largamente respecto de la cuestión de rezar en edificios destinados a la idolatría y en mezquitas. La mayoría de las eminencias halájicas de nuestro tiempo niegan el carácter idólatra del islam y de ello se desprende la autorización para ingresar a una mezquita. Maimónides responde muy claramente a la consulta de Ovadiá el prosélito (quien se convirtiera del islam al judaísmo): “los ismaelitas no son idólatras en absoluto y rinden culto al Dios Único como corresponde, adjudicándole una unicidad carente de defecto alguno…” (Responsa de Maimónides, edición Blau 369). Por lo tanto, las mezquitas no se consideran casas de idolatría y por la base de la norma se permite ingresar a las mismas.

El Rabino Ovadiá Iosef permite ingresar a una mezquita e inclusive rezar en el interior de la misma: “en la mezquita de los árabes, en la que no se lleva a cabo idolatría alguna y oran a Dios adjudicándole una unicidad completa, no hay prohibición de rezar. Vi que varias eminencias y grandes piadosos rezaban dentro de la mezquita que se encuentra en la cueva de Majpelá” (tumba de los patriarcas en Jevrón) (Responsa Iabía Omer III, Ioré Deá 15). Asimismo, el Rabino Jaím David HaLeví escribió: “…empero en las mezquitas de los ismaelitas no aplica la prohibición de rezar ya que no son idólatras…” (Asé Lejá Rav I pregunta 59).

Durante mi visita a la ciudad de Kirekelreli me encontré con el último judío que quedó en la ciudad, y si bien es un hombre de negocios parte de su cargo es el de cuidar de la solitaria sinagoga. Se me ocurrió que existe actualmente el status particular de “último judío” de la ciudad o aquél que detenta las llaves de la sinagoga. El “último judío” de Kirekelreli es reconocido por todos los lugareños como “judío” y no esconde ni su origen ni su fe. Por otra parte, me explicó que ello le dificulta encontrar pareja proveniente de una familia musulmana. Los padres de las muchachas que él conoció le dijeron: “pensamos que ustedes no habrán de ser felices juntos si se casan y cada quien conserva su fe religiosa… y por supuesto que nuestra hija no se va a convertir al judaísmo ni habrá de ser judía… por lo que no tienen sentido que se casen…” Resulta interesante que son justamente los musulmanes quienes enfatizan que él no debe casarse con una no judía.

Boursa

Según antiguas fuentes hebreas, los judíos romaniotes habitaron la ciudad bizantina de Boursa en el noroeste de Turquía desde el año 820. Alrededor de la segunda mitad del siglo XVI judíos sefaradíes comenzaron a llegar y asentarse en Boursa. Cabe recordar que judíos españoles fueron invitados por el imperio otomano a asentarse en sus dominios y se abrieron las puertas a su ingreso.

Empero no solamente el Sultán otomano Baizit II invitó a judíos a su reino, sino que también lo hizo el Gran Rabino de Adirene durante los años 50 del siglo XV. El Rabino Isaac Sarfaty, descendiente de Rashí, escribió una misiva a los judíos de Europa invitándolos a asentarse en Turquía: “Escuché de las enormes penurias – peores que la muerte – por las que pasan nuestros hermanos en virtud de las despóticas leyes, de los bautismos forzados y las expulsiones… os cuento que Turquía es un país en el cual nada falta y si queréis aquí todo puede darse vuelta para bien. ¿Acaso no ha de ser mejor para vosotros vivir bajo gobierno musulmán que bajo el de los cristianos? Aquí toda persona vive segura, habita tranquilamente bajo su vid y bajo su higuera. Aquí podréis vestir ropas elegantes. Por el contrario, en tierras cristianas vosotros no osáis siquiera a vestir a vuestros hijos pequeños con los colores azul o rojo… y ahora, en vista de todo esto, ¿por qué habríais de demoraros? ¡Abandonad de inmediato esa tierra maldita!” (Aproximadamente 1454).

Los inmigrantes españoles y portugueses que arribaron a tierras otomanas se agruparon en comunidades que por lo general obedecían al sitio del cual provenían. Cada una de las congregaciones era independiente, poseía sinagoga, rabino, colegio, maestros, instituciones propias religiosas y de caridad, y muchas veces, inclusive un tribunal rabínico.

La sinagoga “Haguerush” fue construida hace unos quinientos años – a inicios del siglo XVI – bajo el gobierno del Sultán Selim II. La sinagoga posee una tebá superior para el oficiante con forma de galería, a la cual se puede acceder por medio de dos escaleras espirales desde ambos lados de la entrada. Esta tebá es fuera de lo común y similar a la que se puede encontrar en la India en la ciudad de Cochín. Al ascender, el oficiante a la tebá queda a la altura del “Ezrat Nashim”, la galería o palco donde rezan las mujeres, estando más cercano a éstas que a los hombres.

El Shabat en Boursa fue magnífico. A pesar de que quedan solamente unos treinta judíos en la comunidad hubo minián tanto el viernes por la noche como el sábado por la mañana. Llamó particularmente mi atención el nombre de la sinagoga, “Haguerush” (“la expulsión”). Los judíos de Boursa todavía recuerdan la expulsión de España. A pesar de que pasaron ya cientos de años desde que arribaron al imperio otomano recuerdan aún la expulsión de la península ibérica. Ven en ella parte de su historia personal y comunitaria. El presidente de la comunidad, el Sr. León Elnekavé, es descendiente de las familias sefaradíes que llegaron desde España a Boursa tras la expulsión y continúa hablando ladino, así como también relatando las historias de su familia. Resulta interesante hasta qué punto las comunidades judías y los judíos perpetúan su memoria histórica y continúan sintiéndose conectados al pasado, de modo tal que la sinagoga “Haguerush” sigue conmemorando un evento histórico que es también memoria personal.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Influencias foráneas

En numerosos aspectos de la existencia judía diaspórica encontramos rastros de influencias que no provienen de la casa de estudio rabínica sino del medio no judío circundante. Me refiero al uso de indumentarias similares a las de los gentiles, al  empleo de melodías eclesiásticas en sinagogas, al ingreso de la novia a la jupá acompañada de su padre al son de la marcha nupcial habitual entre los no judíos, a la similitud y hasta la copia de la arquitectura eclesiástica en la construcción de sinagogas, al uso de vestimenta de color negro por parte de mujeres que están de duelo, a la adopción de diversas festividades nacionales y culturales de  distintos países y  religiones ( por ejemplo: el día de acción de gracias en los Estados Unidos), a la adopción por parte de judíos de nombres gentiles o al uso de indumentaria similar a la de un sacerdote por parte del cantor litúrgico sinagogal. Estos y otros muchos ejemplos nos confirman que los judíos no viven en islas solitarias al margen de la influencia de las naciones, culturas o religiones extrañas.

Maimónides escribe: “No nos conducimos según las normas de los gentiles ni nos asemejamos a ellos ni en la vestimenta, ni en el peinado o cosa por el estilo. El judío debe diferenciarse y distinguirse de los gentiles tanto por su indumentaria como por sus demás costumbres, tal como se diferencia de estos en sus creencias (Hiljot Avodá Zará 11:1).

Según esto, está prohibido asemejarse a los gentiles y actuar como éstos no sólo por temor a la idolatría sino para diferenciar entre ambas colectividades, de lo cual se desprende que el motivo de la separación es principalmente de orden sociológico y no puramente religioso. Sin embargo, parecería que en la actualidad las directivas de Maimónides no se llevan a la práctica.

En diferentes épocas, los rabinos fueron recurrentemente consultados respecto del relacionamiento con la sociedad cristiana.

Una de las temáticas que más vívidamente reflejan la influencia cristiana al interior del Sancto Sanctórum de la vivencia judía es el uso de música eclesiástica en sinagogas. El Prof. Meir Benaiahu describe así la actitud de judería italiana hacia la música: “los judíos italianos eran amantes de la poesía y la música al tiempo que se distinguían por su habilidad para tocar instrumentos musicales… Italia estaba colmada de iglesias y en estas se rendía culto mediante cánticos y el uso instrumentos musicales. Las melodías brotaban de las casas de oración gentiles y entraban en los corazones de los judíos que pasaban por sus inmediaciones”. El Rabino Israel Moshé Jazán (rabino de Roma 1847-1854), a mediados del siglo XIX permitió tocar música eclesiástica en sinagogas:

“La melodía que se toca en las iglesias es tal que induce al corazón a la aceptación por tratarse de melodías sublimes y a las que el oyente está habituado… por lo tanto lo mismo ocurre con el corazón del judío que asiste a la sinagoga, este puede estremecerse y emocionarse al oír melodías exquisitas basadas en motivos que le son conocidos por tratarse de la cultura del lugar… por lo que influyen al interior de su alma. Por lo tanto, no es posible que un judío de Italia disfrute y su corazón se estremezca al escuchar melodías a las que no está habituado” (La Ciudad de Roma 1).

En otras palabras, un judío se emociona al escuchar las melodías que acostumbra a oír en su país de residencia. En Egipto los judíos disfrutaban de la música de Um Kultum, en Rusia los judíos disfrutan al escuchar las marchas del ejército local, cada uno reacciona emocionalmente ante la música propia del lugar que es aquella capaz de influir en el espíritu de la persona. Por esta razón el Rabino Jazán autoriza usar en la sinagoga música litúrgica eclesiástica, pues en su opinión esta es capaz de emocionar al judío e inducirlo a rezar.

Los eruditos italianos no solamente permitieron el uso de melodías litúrgicas eclesiásticas, sino que además autorizaron el uso del órgano, el cual es considerado por muchos como un elemento que agrega excelencia al cumplimiento del precepto de rezar (ver un análisis interesantísimo del tema en el artículo del Prof. Benaiahu titulado “Opinión de los sabios italianos sobre el uso de órgano durante el rezo”).

Otra pregunta originada en los rabinos italianos que fuera formulada al Rabino Israel Moshé Jazán y que aparece en su libro de responsa “La Ciudad de Roma” se refiere a la necesidad de los judíos de adoptar patrones culturales frecuentes entre los cristianos. El Rabino Jazán se lamentaba que el público llegaba tarde al rezo y propone una solución práctica: “decreté que se coloque en el patio de la sinagoga o en el exterior de esta un reloj y entonces no tendrán excusa… empero preguntan si se puede poner una campana que suene anunciando las horas tal como existe en las iglesias o en las casas y en las ciudades”. El público pidió un reloj con campanario similar al de las iglesias.

Cuando ejercí como rabino en la ciudad de Turín – Italia, observé una costumbre muy particular entre las familias de la comunidad. En Turín, durante la semana se cena a las ocho de la noche, ni antes ni después. Esta es la práctica de la población local y también la de los judíos. Me sorprendió de sobremanera percatarme que los judíos locales en las noches invernales de viernes en las que el Shabat se recibe temprano, al volver a sus casas provenientes del rezo no recitan de inmediato el kidush sino que esperan a que se hagan las ocho de la noche para realizarlo. Aparentemente, esta práctica contradice lo estipulado por el Shulján Aruj, el cual indica que “al regresar a su casa en la noche de Shabat se habrá de comer de inmediato” (Oraj Jaím 271:13). Sin embargo, en la responsa del Rabino Menajem Azariá de Pano (Italia, 1548-1620) leemos: “La costumbre mayoritaria de los judíos desde tiempos inmemoriales es no apresurarse a cenar de inmediato al llegar a la casa después de rezar Arvit… sino que cada uno actúa como le resulta más placentero, y permítanles a los hijos de Israel actuar según su propio criterio ya que todos ellos son descendientes de profetas”. Esto nos enseña que el placer sabático del judío debe estar adaptado a la práctica local y al horario habitual de cena en el sitio de residencia.

El Rabino Iosef Masas (1892-1974) en su libro “Maim Jaím” (“aguas de vida”) responde una consulta de un judío que pregunta si está permitido disfrazarse en Purim, y el rabino sorprende con su respuesta:

“En tu agradable misiva me relatas sobre la costumbre que es popular en tu país de usar máscaras en Purim, si bien el Ramá lo autoriza y hay quienes opinan que está prohibido, empero hay otras autoridades rabínicas que escribieron que está absoluta y terminantemente prohibido hacerlo porque esta costumbre se derivó del uso de máscaras por parte de cristianos durante la festividad gentil del carnaval´” (Maim Jaím 298). Según el Rabino Masas la costumbre de usar máscaras en Purim probablemente tenga su origen en prácticas ajenas al judaísmo.

El Rabino Itzjak Iosef en su libro “Yalkut Iosef” advierte de otra influencia cristiana sobre el mundo sinagogal: ” en algunas sinagogas modernas se ha innovado recientemente que el oficiante vista una indumentaria negra similar a la de los curas, solamente con leves diferencias. El imitar a los curas es una mala y amarga costumbre, se trata de una abominación, por lo que está prohibido rezar en estas sinagogas”. La necesidad de introducir la belleza de Yefet en las tiendas de Shem no es algo novedoso. Raban Shimón ben Gamliel dice: “En cuanto a los rollos de la Torá, además de en hebreo, se permitió escribirlos únicamente en griego… tal cual está escrito: ‘Dios concedió belleza a Yefet para que resida en las tiendas de Shem’. Que la belleza de Yefet esté presente en las tiendas de Shem” (Tratado de Meguilá 9B).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Aarón Calderón

En víspera de Sucot, hace ya más de una década, me encontré en la puerta de una Mikve junto a un Rebe jasídico (“Admor”) para participar de la inmersión ritual de un sacerdote católico que deseaba convertirse al judaísmo. Unos días antes de la ceremonia de inmersión, el sacerdote que se estaba transformando en prosélito, se dirigió a mi y me consultó si podía acudir a la Mikve acompañado de su rabino. Le respondí sorprendido y casi que enojado: “Aharón, todavía no eres judío y ¿quieres traer a tu rabino? ¿Quién es tu rabino? Una persona que aún no se convirtió, ¿puede tener rabino?” No cabe duda que incurrí en un grueso error, ya que el Rebe de Stropkoff Shelit”a, descendiente del linaje de Tzantz, aceptó a Aharón como jasid antes de que este se hubiera convertido. Fue así como en víspera de Sucot el Rebe de Stropkoff se encontraba en la puerta de la Mikve listo y dispuesto para la fiesta en puertas y para cumplir con el precepto de “amarás al prosélito”, luciendo su “Shtreimel” (gorro de piel tradicional jasídico de uso en ocasiones festivas), medias blancas en sus pies, una túnica festiva a rayas y sosteniendo un bastón con una de sus manos.

En múltiples ocasiones me ocupé de la inmersión ritual de conversos empero esta fue la primera en que me encontré en la “sala de espera de partos del pueblo judío” junto a un Rebe. La inmersión tuvo un carácter festivo y sumamente emotivo y una vez concluida bebimos un trago de “lejaim” según la usanza jasídica. En el Shabat posterior a la inmersión, el Rebe hizo subir a Aharón a la Torá e incluso preparó un Kidush especial en su honor. Sin embargo, esto no fue el final del acompañamiento que el Rebe dispensó a Aharón Calderón. Tiempo después, al comprometerse Aharón con una muchacha y disponerse a contraer matrimonio era necesario organizar el enlace tanto en sus aspectos materiales como espirituales. El Rebe de Stropkoff organizó una ceremonia de compromiso, el “Shabat Jatán” (evento que entre ashkenazíes se lleva acabo el sábado anterior al casamiento) e incluso ofició la jupá (enlace) fungiendo tanto de Rebe como de padre. El texto de la invitación que recibí para el casamiento de Aharón rezaba:

“Pondremos a Jerusalém por sobre todas nuestras alegrías- nos honramos en invitarlos al enlace del novio Aharón Menajem Mendel Calderón con la novia… y con el favor de Dios en vuestra alegría nos regocijaremos.

Padres del novio: Rabino Abraham Shalom Isasjar Dov Halbershtam hijo del Admor de Stropkoff de bendita memoria y esposa (“la Rabanit”). Padres de la novia: …”

El Rabino se presentó como padre del novio prosélito y de esa forma actuó cabalmente tal como nuestro patriarca Abraham. En ese momento entendí que, si bien no pertenezco al movimiento jasídico, había encontrado y adoptado un maestro y un Rebe. En efecto, cada año acostumbro visitar la casa de estudio del Rebe de Stropkoff en Mea Shearim durante las segundas celebraciones de Simjat Torá para allí bailar junto al Rabino y al cura que se convirtió al judaísmo. Creo que no existe otra danza que exprese tan clara y contundentemente la singularidad del pueblo de Israel y su Torá como este baile de a tres.

En la soledad del monasterio Justo José se sentía solo y comenzó una travesía espiritual de búsqueda del Dios Único. Sin embargo, no lo encontró en las fuentes cristianas ni en las respuestas del abad del monasterio. Cuán paradójico resulta el hecho de que el conflicto de Aharón con la trinidad cristiana y su travesía hacia el judaísmo habían comenzado entre los muros de un convento católico.

Las preguntas de Justo José eran simples pero profundas: “¿Cómo es posible que el Dios que durante centurias prohibió a los judíos hacer estatuas o adorar ídolos revela a Jesús como hombre y como divinidad bajo la forma de un cuerpo de carne y hueso? ¡Esto se asemeja a un padre que tiene un hijo diabético y le obsequia dulces! ¿Es eso posible?

Empero entre los muros del convento se despertaron no solamente preguntas sobre cristianismo, sino también sobre el judaísmo y el pueblo de Israel. Revisando la biblioteca del monasterio encontró una Hagadá de Pesaj en hebreo. Cuando leyó en el final de la Hagadá “el año que viene en Jerusalém” se sorprendió, pues pensaba que los judíos eran solamente un episodio que había desparecido ya de la historia, pero a través de este libro entendió que el pueblo de Israel vive en la expectativa y la esperanza de retornar a Jerusalém y reconstruir el sagrado Templo. De esto se desprende que el pueblo judío está vivo y coleando.

Cuando leyó en el Sidur el versículo que reza: “Y los hijos e Israel cuidarán el Shabat como pacto eterno por todas las generaciones” se sintió sacudido. “Entendí que el pacto entre Dios y el pueblo de Israel no está limitado en el tiempo, sino que es histórico y eterno, y entonces, ¿cuál es el lugar del cristianismo y el Nuevo Testamento en este esquema?”

Leyendo el libro de Génesis Aharón se sintió fascinado por la búsqueda espiritual de nuestro patriarca Abraham y tomó la decisión personal de emular la travesía abrahámica de reflexión e introspección, procurar su propia verdad personal y definir su fe. En determinado momento entendió que debía seguir su búsqueda en otra parte y en otra fe por lo que decidió abandonar el monasterio.

Su búsqueda lo llevó en primera instancia a una sinagoga conservadora y posteriormente a un Beit Jabad que funcionaba en la ciudad de Paraná. Allí comenzó a estudiar sobre la fe judía junto al enviado del Rebe de Lubavitch, empero los estudios no se llevaban a cabo a la usanza cristiana mediante dogmas sino por medio de preguntas, respuestas y comprensión. Tras dos años de estudios y vida judía José Justo decidió que quería convertirse. El rabino lo envió a la tierra de Israel para que continúe con sus estudios y pase su tan ansiada conversión.

Tras un período de estudios, al presentarse Aharón ante el tribunal rabínico, los jueces se sorprendieron de su historia de vida y hasta expresaron sus dudas, ya que no todos los días llega un cura para convertirse. Sin embargo, rápidamente entendieron que ante ellos se encontraba una persona poseedora de una profunda fe, sano criterio y aguda comprensión respecto del proceso que estaba viviendo.

Ante cada pregunta que le formulaban los rabanim a Aharón este replicaba si querían la respuesta según el sentido literal o metafórico del texto (“Pshat o Drash”), según las enseñanzas éticas o las místicas (“Musar” o “Sod”), si deseaban las citas talmúdicas primarias o se contentaban con las sentencias finales del Shulján Aruj. Los jueces comprendieron que estaban ante una persona que había realizado una larga travesía hacia la fe judía y lo aceptaron como judío de muy buena gana.

En realidad, Aharón Calderón no está solo. En los últimos años, no pocos miembros del clero y no pocos fieles cristianos desean convertirse e ingresar al pueblo judío. Algunos sostienen que, por razones teológicas, en virtud de su decepción de su anterior creencia o a causa de su interés y amor por el pueblo judío. Sea como sea, existe un flujo cristiano en dirección al judaísmo (respecto de este fenómeno y sus causas escribiré un posterior artículo en esta sección).

Escuché una vez de un amigo mío que había sido cura en Europa y hoy es un judío religioso en Jerusalém una observación muy interesante sobre el proceso de pasaje del cristianismo al judaísmo. Él sostiene que justamente por ser el cristianismo una religión espiritualista carente de preceptos prácticos, los creyentes que son personas sumamente espirituales tienen la posibilidad de decidir sobre un cambio en su fe y e pasaje a otra religión.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Que viva el Rey

A lo largo de la historia las comunidades judías de la diáspora acostumbraron en sus servicios de Shabat y días festivos a agregar una plegaria por la paz y el bienestar del reino gentil que los alojaba. Si bien en todas partes el móvil y la intención de los judíos eran idénticos, el formato y el destinatario de la bendición variaba de país en país. A veces la plegaria iba destinada al Rey o a la Reina del país, otras, estaba dedicada al Conde o al Duque de la región, otras veces se dedicaba al Emperador, en ciertas comunidades como la judeo portuguesa de Amsterdam se rezaba por el bienestar de los miembros del Consejo de la ciudad e incluso se llegó a recitar por el Zar de todas las Rusias. Esta oración se conoce comúnmente bajo el nombre de “Aquél que concede la redención a los Reyes” que son las primeras palabras de su redacción, la cual reza: “Aquél que concede la redención a los reyes, el gobierno a los príncipes y Su Reino es eterno, que salva a Su siervo David de la pérfida espada, Aquél que en el mar abre un camino y en las tempestuosas aguas una senda, que bendiga, cuide, engrandezca, eleve y guíe a nuestro señor el rey ….. a su esposa la reina y a sus ministros. Rey de la misericordia, en Tu generosidad eleva y ennoblece su ……. y prolonga los días de su gobierno”.

Esta plegaria se recitaba en numerosas comunidades del viejo continente, especialmente en Europa Central, del norte, del sur y menos en la Europa Oriental y los países árabes. Uno de los primeros rezos por la paz y el bienestar del gobernante lo encontramos en un sidur español del año 1300 dedicado a “nuestro señor Don Fernando” (Fernando IV de Castilla quien reinara entre 1295 y 1315). En la gran mayoría de las comunidades ortodoxas se preservó el formato que aparece en el Sidur de Redelheim de 1799. Hasta el día de hoy esta plegaria aparece bajo distintas versiones en los sidurim de la diáspora y se recita tanto en hebreo como en las lenguas del lugar. Es importante destacar que esta plegaria se convirtió en parte integral de los servicios religiosos e incluso en países en los que con el tiempo se pasó a régimen republicano o el monarca falleció, en las sinagogas se continuó bendiciendo al rey como expresión de respeto de la comunidad judía para con el Estado y sus instituciones amén del deseo de preservar la tradición.

En las congregaciones ashkenazíes esta plegaria se suele recitar después de “Yakúm Purkán”, en las italianas después de la bendición para la comunidad y en las orientales y de los países árabes al abrirse el arca sagrada previo a la lectura de la Torá, cuando se elevan diversas plegarias tanto personales como comunales.

¿Cuál fue la motivación del recitado de esta plegaria por parte de los judíos de la diáspora a lo largo de tantas generaciones? ¿Acaso se trató de fidelidad al país e identificación nacional de los judíos con su sitio de residencia o se trató de la preocupación por la supervivencia judía en cada lugar?

Los judíos recitaron la bendición por la paz y el bienestar del rey tanto cuando se veían a sí mismos parte integral del país como cuando no eran más que una minoría perseguida cuyo destino dependía de la protección del gobierno. A veces esta plegaria se elevaba por propia voluntad con una profunda identificación con los soberanos por ser estos justos y benevolentes con los judíos y otras se recitaba solamente de la boca para afuera para cumplir formalmente con el rito y no despertar el enojo de las autoridades hacia la congregación por no bendecir a los gobernantes. En algunos casos, los judíos trabajaban para el erario real y debían orar públicamente en pos del bienestar y suceso del monarca, debiendo pagar parte de los impuestos en dinero y parte con plegarias. En algunas de las versiones de esta plegaria es dable percibir su estilo adulador al reino, así como también un sincero sentimiento de agradecimiento e internalización de los valores de libertad, igualdad y fidelidad a la patria.

En otros casos nos encontramos con formatos de plegaria muy inteligentes en los que, tras bendecir al rey, al emperador o al   gobierno local se ora por la salvaguarda del pueblo judío: “Rey de reyes, en Tu inmensa misericordia pon clemencia en el corazón del gobernante y en el de sus asesores para que obren con bien con nosotros y con nuestros hermanos todos hijos de Israel, que en los días de su vida y la nuestra Judea e Israel sean redimidos, puedan morar seguros y arribe el salvador a Sión, que sea esta Su voluntad y responderemos Amén”. Tal como se desprende de este texto, nosotros oramos por ustedes los gentiles, pero ustedes deben también poner de vuestra parte y cuidar a los judíos del lugar.

La necesidad de orar por el bienestar del reino gentil no es una cuestión nueva, sino que tiene fundamento en las diferentes fuentes. En Pirkei Avot (tratado de la ética de los patriarcas) Rabí Janina el Vice Sumo Sacerdote, que era un visionario en lo que a política se refiere, dijo: “Has de orar siempre por la tranquilidad del reino que de no ser por el temor que este infunde se comerían vivos los unos a los otros” (3:2). Rabí Janina ve en la autoridad gubernamental un factor decisivo en la preservación de la paz social. Rabí David Abudraham escribe: “Se acostumbra a bendecir al rey y pedir a Dios que lo fortalezca y le permita derrotar a sus enemigos” (Abudraham, Leyes de la lectura de la Torá 37).

En la plegaria que elevara el Rey Salomón en el día de la inauguración del Sagrado Templo leemos: “Bendice también al extranjero gentil que llegue a tu morada desde tierras lejanas en pos de Tu Nombre” (Reyes I 8:43). Como vemos, nuestro monarca también destinaba el Templo de Jerusalén a los rezos de los gentiles transformando así el santuario judío en un sitio universal.

En el año 1933, tras el ascenso de Hitler al poder, las comunidades judías de Alemania se enfrentaron a un dilema interesante: ¿se debe o no continuar recitando la plegaria por el bienestar del gobierno? ¿Acaso corresponde seguir alentando al tercer Reich mediante nuestras oraciones? ¿Se debe modificar la costumbre o mantener intacto el protocolo del rezo? En cada sitio la respuesta comunitaria fue diferente, hubo congregaciones que inmediatamente dejaron de recitar la plegaria, otras continuaron haciéndolo modificando el formato y omitiendo expresiones problemáticas tales como “nuestra amada patria”, y hubo aquellas que continuaron recitándola en su formato completo para no modificar la costumbre. De todas maneras, la plegaria por el bienestar del país dejó de recitarse en toda Alemania a partir de “la noche de los cristales” que tuvo lugar en noviembre de 1938.

En una de mis visitas a sinagogas recónditas, llegué a la de la localidad piamontesa de Cúneo, capital de la región homónima, al pie de los Alpes en el noroeste de Italia. En su biblioteca encontré una bendición especial redactada por los líderes comunitarios en favor del Emperador Napoleón y su esposa. A finales del siglo XVIII y en virtud de la conquista francesa del norte de Italia y el Piamonte la situación de los judíos mejoró sensiblemente. Napoleón jugó un papel importante en la concesión de igualdad de derechos a los judíos de Francia y del norte de Italia. Probablemente esa sea la razón por la cual los judíos de la importante comunidad de Cúneo en la región del Piamonte decidieron dedicarle una bonita y especial bendición especial al emperador francés que se había transformado también en rey de Italia. Dado que este rezo no es conocido en el mundo judío la transcribiré aquí en toda su extensión.

“Contempla desde Tu sagrada morada y bendice, protege y asiste a nuestro Señor Napoleón emperador de Francia y rey de Italia Amén.

Bendícelo con bendiciones celestiales, longevidad y largos días en el ejercicio del gobierno Amén.

Protégelo cual pupila, y corónalo con eterno esplendor Amén.

Derrota a quienes contra él se levanten, que en sus días reinen la paz y la calma Amén.

Envíale tu luz y tu ayuda para que lo guíen, y que sea siempre resguardado por la verdad y la gracia Amén.

Envuelve en honor y esplendor a su amada y magnífica Lucía, gloria de su reino Amén.

Que su majestad nuestro monarca se eleve hasta lo alto junto a su sublime familia Amén.

Que tu pueblo Israel halle siempre gracia y misericordia ante sus ojos y los de sus consejeros Amén.

Que en los días de su vida y en los nuestros Judea e Israel sean redimidos, puedan morar seguros y arribe el salvador a Sión Amén.

Que las palabras de nuestra boca y nuestro corazón sean recibidas según Su voluntad Dios nuestro, nuestra roca y nuestro redentor Amén.”

El recitado de plegarias por el bienestar del reino en cada sitio es sin duda una consecuencia del hecho de que el judío fue un pueblo errante. A lo largo de los años los judíos y sus comunidades se transformaron en cosmopolitas y multiculturales aprendiendo a adaptarse a las condiciones que dictaron tanto el tiempo como el lugar, así como también a los cambios políticos que sobrevinieron en los diferentes países en los que radicaron.

Comunidad emergente de San Salvador

El Shabat en el cual se leyeron las porciones de Tazría y Metzorá lo pasé en una comunidad emergente en la ciudad de San Salvador en Centroamérica. Sus miembros aun no son judíos, pero se están preparando de cara a su conversión. Todavía no se presentaron ante un tribunal de conversión, pero ya poseen identidad judía, fueron circuncidados por un médico y observan toda la gama de preceptos del judaísmo. No se trata de un grupo fuera de lo común, de hecho, en la última década somos testigos de un fenómeno novedoso y sumamente interesante de no solamente personas individuales sino también comunidades y grupos enteros que desean pasar por un proceso de conversión e incorporarse al pueblo judío. Se trata de un fenómeno que está cobrando cada vez más fuerza de personas que buscan judaísmo, que no sostienen descender de judíos sino que quieren abrazar la fe judía tras años de búsqueda espiritual.

Si bien no es la primera vez que visito una comunidad de este tipo, en este viaje se me presentaron diversas preguntas de orden halájico y práctico respecto de mi interacción con una comunidad cuyos miembros no son judíos.

Previo a mi partida miembros de la congregación me pidieron que traiga conmigo artículos religiosos tales como un rollo de la Torá, tefilín y mezuzot. ¿Se puede vender artículos religiosos judaicos a un gentil? Una vez allí, ¿cómo debo manejarme en cuanto a los rezos? ¿Debo responder amén a sus bendiciones o plegarias a pesar de que quienes las recitan no son halájicamente judíos? Se trata de una sinagoga amplia con un arca sagrada al frente y una tarima o bimá en el centro y un rezo a la usanza sefaradí, ¿debo responder cuando ellos recitan “Barjú et HaShem Hamevoraj”? ¿Debo sumarme a ellos cuando entonan la “Kedushá” con melodía sefaradí?

¿Cómo debo proceder en temas referidos a la comida? Ellos prepararon un espléndido menú sabático, ¿se puede comer de todo lo que hornearon y cocinaron? ¿Se trata de comida preparada por no judíos que entra en la categoría de “bishulei akum” prohibida por nuestros sabios o quizás su decreto original no estaba destinado a esta circunstancia? A lo largo del Shabat los miembros de la comunidad pidieron estudiar Torá escrita, Mishná, Halajá, Ética y Filosofía Judía. ¿Se le puede enseñar Torá a un gentil? El Talmud en el Tratado de Jaguigá (13(A)) dice: “no se le enseña Torá a un no judío”.

Sin embargo, creo que la pregunta fundamental gira entorno a cuál es el status de estas personas. Por una parte, no son judíos, pero por la otra, ¿se los puede definir como gentiles? La halajá define o establece distintos tipos de identidad tales como judíos, extranjeros, hijos de Noé, paganos, extranjeros residentes, prosélitos, candidatos a conversión ya circuncisos que aún no se sumergieron en la mikvé y aquellos que ya se sumergieron más aun no se circuncidaron, hijos de padre judío etc. Empero, ¿cuál es el status de quien desea abrazar el judaismo mas aun no se presentó ante un tribunal de conversión? ¿Es dable encontrar o crear un status especial para estas personas? ¿Acaso un gentil en proceso de conversión puede ser considerado como no judío en todos los aspectos? Trataremos de ocuparnos brevemente de varias de estas interrogantes.

Es comúnmente aceptado que está prohibido enseñar Torá a un gentil o que cuide el Shabat, pero cuando se profundiza en el estudio de las fuentes resulta que esto no es tan sencillo, especialmente si nos referimos a una persona en proceso de conversión en el marco del cual está abandonando su cultura gentil para ingresar en el judaísmo. La prohibición de que un no judío cumpla Shabat o estudie Torá tiene su origen en el Talmud (Tratado de Sanhedrín 58(B)): “Dijo Resh Lakish, un gentil que cuida Shabat es merecedor de pena de muerte”. Respecto del estudio de Torá: “Dijo Rabí Emi: no se le transmiten conocimientos de Torá a un gentil, tal como está escrito: ´Dios no se condujo así con todas las naciones y no les hizo conocer Sus leyes´” (Jaguigá 13(A)). Asimismo, en el Tratado de Sanhedrín (59(A)) leemos: “Dijo Rabí Iojanán, un gentil que estudia Torá es merecedor de la pena de muerte, tal como está escrito: ´Moshé nos ordenó cumplir la Torá en heredad´, heredad nuestra y no de ellos”. Maimónides fue muy claro respecto del estudio de Torá o cumplimiento de Shabat por parte de no judíos: “Un gentil que se dedica a la Torá merece pena de muerte, podrá dedicarse únicamente a los siete preceptos de Noé, asimismo, un gentil que observó Shabat aunque lo haya hecho en un día de semana merece pena de muerte, y ni que hablar si inventó una festividad propia. La regla para seguir es la siguiente: no se le permite crear una nueva religión, que cumpla preceptos individualmente y por propia decisión, o se convierte y cumple todos los preceptos o permanece en su status presente sin agregar o quitar mandamientos” (Maimónides Hiljot Melajim 10:9).

De los conceptos de Maimónides resulta claro que el motivo de la prohibición de que un no judío cuide Shabat o estudie Torá es evitar que el gentil en cuestión cree una nueva religión, por lo que puede decirse que una persona que se encuentra en proceso de conversión puede hacer ambas cosas pues su deseo es incorporarse al pueblo judío y no innovar en el ámbito religioso. Maimónides permite a un gentil cumplir todos los preceptos si el móvil es su fe en que la Torá fue entregada en el monte Sinaí. Ese es precisamente el status del gentil que cumple preceptos y se encuentra en proceso de conversión: “un no judío que desea cumplir alguno de los preceptos de la Torá en aras de ser recompensado no se le impide hacerlo como del modo adecuado…” (Hiljot Melajim 10:10). De esto aprendemos que Maimónides ve con buenos ojos que un gentil cumpla preceptos por fe en la Torá e incluso es recompensado por ello, aunque mantenga su condición de gentil y cumpla los siete preceptos de Noé, por lo que con más razón habrá de verlo con buenos ojos en el caso de quien se encuentra en proceso de conversión.

Desde una perspectiva más amplia digamos que Maimónides tiene una actitud positiva hacia gentiles que estudian Torá. En su Responsa (149) explica que “está permitido enseñar preceptos a cristianos y atraerlos a nuestra fe y ello no es posible con los musulmanes por cuanto que estos últimos no creen en la fidelidad de nuestros escritos sagrados mientras que los primeros creen que estos se mantienen incambiados por lo que es posible atraerlos al buen camino”. De estos conceptos se desprende que Maimónides ve en la enseñanza de Torá a gentiles una suerte de ideal. En el Talmud encontramos que el anciano Hilel enseñó Torá a un gentil que procuraba convertirse hasta que llegó al versículo que dice ” todo extraño que se acerque habrá de morir” (Tratado de Shabat 31(A)).  De este relato, el Maharshá (Rabino Shmuel Eliezer Halevi Aidels) aprende que “Hilel enseñó Torá al gentil antes de que este este se convirtiera  lo cual nos indica que se le puede enseñar Torá a quien está en proceso de conversión, y no se debe objetar cómo se le enseñó Torá cuando aún era gentil si el Talmud nos dice en el capítulo de las cuatro penas capitales que un gentil que estudia Torá merece pena de muerte, ya que corresponde afirmar que si viene a convertirse esto estará permitido” (Maharsha a Tratado de Shabat 31(A)).

En nuestra generación el Tzitz Eliezer indica: “en cuanto a enseñar temas bíblicos, algunos preceptos prácticos y el uso del sidur es posible flexibilizar la norma en el caso de un gentil que desea convertirse y además todos estos estudios habrán de reforzarlo en el cumplimiento una vez que ya se haya convertido” (16:55).

Respecto del uso del rollo de la Torá y otros artículos religiosos por parte de gentiles podemos decir que el temor de venderle una Torá a no judíos obedece a dos razones: miedo a que se le dé un uso irrespetuoso o a que pase a formar parte de una colección museológica y no sea leído lo cual también representaría una afrenta para el rollo. Empero en el caso del público en cuestión, ellos honran de sobremanera el rollo de la Torá y lo leen los días de Shabat, lunes y jueves. Me emocionó hasta lagrimear el ver cómo durante el servicio de Shajarit de Shabat retiraron del arca sagrada el rollo de la Torá con amor y temor reverencial mientras recitaban el pasaje del Zohar “Brij Shmei” y posteriormente los jóvenes de la comunidad que estaban aprendiendo a leer en hebreo llevaron a cabio la lectura de la porción con una entonación sefaradí. En efecto, en la responsa del Yaavetz (II 121) vemos que cada caso debe ser analizado separadamente y en aquellas circunstancias en las que no se teme que el artículo religioso pueda ser deshonrado no se prohíbe su venta a un no judío. Un ejemplo de esto es el caso de Rabí que mandó una mezuzá al rey gentil Artebón (Talmud Jerosolimitano Tratado de Peá 1:1). En la Mishná Berurá leemos que el dictamen del Shulján Aruj por efecto del cual debemos redimir un rollo de la Torá que está en manos gentiles aplica para el caso en que se tema que estos le falten el respeto, pero de no ser así no es obligatorio rescatarlo (39:17).

De todas maneras, otra solución es actuar de acuerdo con la opinión de Maimónides quien escribió: “Un rollo de la Torá apto para su lectura pública debe ser tratado con sumo respeto…” (Hiljot Sefer Torá 10:2). Vemos que pone acento en el hecho de que el rollo sea apto para su lectura pública, pues de no estarlo “debe ser considerado como un libro de la Torá encuadernado que es usado para enseñar a leer a niños pequeños y carece de la santidad especial del rollo” (ídem 1). Por lo tanto, quizás se podría considerar la posibilidad de traer a grupos emergentes que aun no son judíos rollos de la Torá no aptos para su lectura pública y que por lo tanto carecen de santidad suficiente.

El rezo en San Salvador fue una verdadera experiencia espiritual, el servicio fue conducido en completo silencio, con cánticos y alabanzas, con melodías bonitas y la dulce voz de los distintos oficiantes. ¿Acaso es razonable excluirme de semejante público y no responder amén a las bendiciones que estas personas recitaban? La Mishná en el Tratado de Berajot (51(B)) establece que “se responde amén después que un judío recita una bendición, mas no después que un samaritano la recita, siendo necesario haber escuchado previamente toda la bendición recitada”, a lo cual la Guemará agrega “se responde amén a todas las bendiciones recitadas menos las de los niños pequeños pues las dicen para aprenderlas (53(B)).  Un samaritano representa en la Guemará a una persona que no es judía, mas incluso en este caso, si un judío escucha toda la bendición recitada y le queda claro que está destinada al D´s de Israel se puede responder amén.

En el Talmud Jerosolimitano leemos: “un gentil que bendijo a D´s se le responde amén” (Tratado de Berajot 8:8). En el Tur se dictaminó que (Oraj Jaím 215) que se puede responder amén a la bendición recitada por un gentil, aunque no se la haya escuchado completamente pues “los gentiles no suelen asociar a D´s con idolatría”. En la práctica halájica, Ramá sentenció que si se escucha una bendición recitada por un gentil se responde amén.

Si bien al responder amén a la bendición recitada por una persona que no tiene el deber de bendecir como es el caso de un gentil o alguien en proceso de conversión el judío no cumple por su intermedio con su deber propio, el responder amén implica estar de acuerdo con lo recitado, tal como dice el Shulján Aruj “deberá responder amén con la intención de que la bendición recitada es verdadera y yo creo en D´s” (Oraj Jaím 124:6).

En este caso, las cuestiones son aun más sencillas pues no se trata de gentiles que abrazan una fe pagana, sino que se trata de personas que creen en el D´s Único y están en proceso de conversión. Por eso, tras asesorarme con algunos eruditos, entre ellos con el Rabino Tzión Boarón Shelit”a parece que no sólo se puede sino que es preceptivo responder amén a las bendiciones recitadas por mis anfitriones salvadoreños, así como también al “Barjú”, el “kadish” y la “Kedushá”, aunque no sean todavía judíos. Si bien el “Barjú” debe ser recitado en presencia de minián, aunque se lo haya recitado sin quorum no se trata de una bendición en vano, sino que simplemente en este caso no alcanza el status de “davar shebakdushá” o “enunciado de santidad”.

Las autoridades halájicas escribieron principalmente respecto del status intermedio del prosélito que se encuentra en proceso de conversión, como por ejemplo, quien “se circuncidó mas todavía no se sumergió en la mikvé” y por ello está a mitad de camino entre la circuncisión que es el inicio del proceso y la inmersión que es su culminación. Sin embargo, no escribieron extensamente sobre el prosélito que estudia de cara a su conversión, pero todavía no se presentó ante un tribunal rabínico. En mi opinión, el prosélito que estudia previo a presentarse ante el tribunal de conversión como una categoría nueva y especial de status totalmente diferente del de un gentil.

Más aun, me parece que no es correcto usar el vocablo “goi” (gentil) para denominar a una persona que se encuentra en proceso de conversión. Generalmente, este vocablo se emplea para denotar que no sólo se trata de un no judío, sino que además es “extraño” u “otro”, alguien que se encuentra fuera del campamento de Israel ya se trate o no de una persona idólatra. Por ello, en mi opinión, corresponde cambiar la retórica que empleamos y denominar prosélito (“guer”) a quien todavía no terminó su proceso de conversión.

El Tzitz Eliezer (X 25:2) versa sobre la pregunta de si un prosélito que se circuncidó pero aun no se sumergió en la mikvé debe o no cumplir con todos los preceptos de la Torá sin haber finalizado su proceso, a lo cual responde: “Si bien no concluyó su conversión de todas maneras ya ingresó un poco en la religión judía y solo requiere de sumergirse en la mikvé… y una vez que inició su camino en el judaísmo que no lo profane…”, o sea, existe un status especial para quien comenzó su camino en el judaísmo, quien aceptó ya cumplir con los preceptos mas no ingresó aun por completo al pueblo judío.

Asimismo, en mi opinión corresponde considerar a quien se encuentra en proceso de conversión como una persona que salió del ámbito de la impureza de las naciones pero que no ingresó aun a la generalidad del pueblo de Israel. Especialmente aquellos que creen en HaShem, cuidan Shabat, se esmeran en cumplir cada precepto de la Torá, abandonaron la fe cristiana, se visten con recato y hasta sufren de presión social por parte de la población no judía. ¿Habremos de referirnos a ellos como a gentiles paganos e ignorantes o acaso como judaizantes, personas que buscan unir su destino al del pueblo judío mas aun no se sumergieron en la mikvé en presencia de un tribunal de conversión?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Pesaj en Los Cárpatos

Reflexiones de una fiesta de Pesaj que pasé en el extranjero – la búsqueda de las raíces familiares y Munkatsch como microcosmos judío.

Tras mucho pensarlo, decidimos celebrar la noche del Seder y pasar los días festivos de Pesaj fuera de Israel. La compañía “Shai Bar Ilán” ofreció a sus clientes un programa de Pesaj en los montes Cárpatos con paseos diarios a las aldeas judías para aprender sobre la historia singular de esta región e investigar las raíces de sus descendientes. Nos sumamos a este viaje para conocer y buscar las raíces de la familia de mi padre Z”L en esta región que fue la cuna del movimiento jasídico

Mi abuelo, Eliahu Iehuda Zusman, cuyo nombre recibí, nació en la ciudad de Satmer, falleció en 1930 y está enterrado en la localidad de Chap, hoy en la frontera entre Ucrania y Hungría. Mi abuela Jaia fue llevada desde Transilvania a la muerte en Auscwitz en 1944. En términos generales la familia vivió en diferentes sitios de Transilvania y Marmoresh, Siguet, Tesht, Arad, Sirt, Munkatsch y Chap. Si bien ya he recorrido no pocas partes del mundo en general y del judío en particular, no me había hecho tiempo de conocer el sitio de origen de mi familia, y de esa forma en Pesaj pude cumplir con la premisa de nuestros sabios según la cual “en cada generación una persona debe considerar que él mismo salió de Egipto” amén de conectarme más estrechamente con mis raíces familiares en estos confines de los Cárpatos.

La visita al pueblo de origen de mi abuelo y mi padre me permitió entender asuntos de los que no era consciente años atrás.

No creo que sea indispensable visitar el sitio de origen para profundizar Enel conocimiento de las raíces familiares, empero hasta el día de hoy la vida en estos confines no se diferencia radicalmente de la que se tenía a principios del siglo XX y la visita nos permite echar un vistazo a la existencia judía y su cultura siguiendo la idea de que una persona es el fruto del paisaje en el que nace y crece.

¿Qué lleva a una persona a leer libros y visitar sitios de internet en pos de reencontrarse con sus orígenes? ¿Acaso se trata solamente de la curiosidad por saber de dónde viene y a dónde va? ¿O acaso se trata de una necesidad espiritual que conecta a la persona con su árbol genealógico no solamente desde una perspectiva biológica sino como una cuestión de identidad?

Tras un breve muestreo que realicé entre mis amigos resulta que la mayoría de nosotros desconoce el marco familiar del cual proviene. Pocos son quienes pueden describir a su familia más de una o dos generaciones atrás. La mayoría de las personas desconoce quiénes eran los padres de sus abuelos, dónde vivían o cuál era su estilo de vida. Si bien ya se han dicho muchas cosas respecto de la necesidad de las personas de basar el futuro en su pasado, cosas como, por ejemplo: “quien carece de pasado, carece de presente y su futuro está envuelto en tinieblas, empero parece que esta expresión está más vinculada a la necesidad de los individuos por conocer su historia nacional y la del colectivo al cual pertenece.

Solemos conocer mucho mejor nuestra historia nacional que nuestro relato familiar. La historia colectiva la estudiamos en el colegio mientras que no todos tienen el mérito de poder escuchar el propio relato familiar de boca de sus padres o abuelos y tratar de reconstruirlo, a veces, suele asemejarse a armar un rompecabezas a partir de un sinnúmero de fragmentos. Probablemente, antes del holocausto la situación era diferente. Es probable que el exterminio interrumpió la cadena de transmisión de las tradiciones familiares que van de generación en generación. Es probable que esta búsqueda del narrativo familiar se trate de un proceso derivado del postmodernismo, o sea, desconectarse del narrativo colectivo para construir un nuevo relato personal.

La historia no solamente es una apasionante disciplina de estudio sino también una herramienta individual de autoconocimiento personal, colectivo y del mundo circundante.

Creo que investigar las raíces familiares es una forma de conferirle a la historia general un sentido personal. El Rabino Jonathan Sacks explica magistralmente la diferencia entre historia y memoria personal y la necesidad de investigar el origen familiar: “Existe una abismal diferencia entre historia y recuerdo personal, la historia es la crónica de un evento que acaeció en otra época a otra persona. Recuerdo es el relato de un evento que me ocurrió a mí por lo que es parte de mi persona y de quien soy. La historia es información mientras que el recuerdo es parte de una identidad…sin recuerdo no hay espacio para una identidad…y así como ocurre con las personas individuales otro tanto acaece con las naciones: se posee una identidad continua solamente en la medida que se pueda recordar de dónde se viene y quiénes fueron los antepasados…ser judío implica saber que más allá de la historia, está la misión de recordar”. La región de los Cárpatos, o como es denominada- Zacarpatia, era parte del Imperio Austrohúngaro hasta el final de la Primera Guerra Mundial y luego fue cambiando de manos entre rumanos, húngaros, eslovacos, polacos y ucranianos. Hoy en día esta región se reparte entre los diferentes países que la limitan con los Montes Cárpatos. En el pasado esta región estaba asociada con el acervo cultural judeo húngaro tradicional. Hasta el holocausto vivieron aquí unos cien mil judíos. En la actualidad, del lado ucraniano de los montes hay solo unos mil, especialmente en las ciudades de Host, Hughorod, Ungwar y Munkatsch.

Existen diversas opiniones respecto del origen de la presencia judía en los Cárpatos, empero es claro que la primera ola migratoria proveniente de Galizia y Ucrania es posterior a las masacres de 1648-9. La mayoría de la población en general y de los judíos en particular habitaban aquí en pequeños pueblos y aldeas y muchos de ellos eran paupérrimos. En esta región surgieron los grupos jasídicos de Satmer, Tzantz y Munkatsch. Distintos líderes jasídicos actuaron en esta región incluido el fundador del movimiento Rabí Israel Baal Shem Tov, aquí nacieron algunos de los premiados con el Nóbel como Isaac Bashevis Singer, Shai Agnón y Elie Wiesel.

Una de las ciudades principales de la región carpática era Munkatsch que se encuentra a orillas del Rio Laturitza. Hasta el final de la primera guerra mundial esta ciudad se encontraba del lado húngaro del Imperio Austrohúngaro y hasta la víspera del holocausto era la principal comunidad de esta región de los Cárpatos y contaba con 14.000 judíos. En la actualidad Munkatsch es denominada Mokchevo y es una ciudad ucraniana en la que viven no más de cien judíos.

En el mundo judío, esta ciudad es conocida en virtud del líder jasídico Rabí Jaím El’azar Shapira, fundador del grupo jasídico local y acérrimo oponente del sionismo. La vida judía en Munkatsch floreció entre polos opuestos, entre un grupo jasídico anti sionista y los partidarios del sionismo, entre los ilustrados egresados de la preparatoria hebrea y quienes abandonaron la religión. Asimismo, existieron grandes discusiones y pleitos entre los distintos grupos jasídicos que convivían en la ciudad: Belz, Satmer, Sapinke y Vishnitz junto a opositores al jasidismo, neólogos, reformistas y comunistas, Beitar y Hashomer Hatzair, todos debatían unos con otros. Visitando las calles del otrora barrio judío de Munkatsch, en el patio de la residencia de su líder jasídico homónimo en pleno ghetto, no pude evitar imaginar cómo era la ya extinta vida judía en esa localidad. A final de cuentas llegué a una triste conclusión que en cierta forma empañó la alegría festiva: “no hay nada nuevo bajo el sol”. Munkatsch fue un microcosmos de la existencia judía. Aquí convivían judíos que detentaban distintas perspectivas de vida tanto en lo político como en lo religioso en un estado de permanente debate y discusión sin lograr desarrollar un vínculo de amor y hermandad entre sí.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Dos tipos de sinagoga

El Shabat pasado estuve en la sinagoga “Sheerit Israel” de la comunidad sefaradita portuguesa de Manhattan Nueva York. Esta sinagoga fue fundada por los primeros judíos que llegaron a los Estados Unidos hace unos 350 años. En 1654 llegaron judíos descendientes de los que fueran expulsados de Portugal y se mudaron a Ámsterdam y de ahí a Recife Brasil, luego continuaron hasta Nueva Ámsterdam, el sitio que posteriormente se transformaría en Nueva York y los Estados Unidos de Norteamérica. Esta fue la primera comunidad judía en América del Norte por lo que los judíos holandeses fueron los pioneros en estos lares, anticipándose a sus hermanos askenazíes. A partir de veintitrés judíos que llegaron entonces provenientes de Brasil se conformó con el tiempo una numerosa e importante comunidad que más adelante participaría activamente en la gesta independentista de los Estados Unidos que a la postre otorgaría derechos ciudadanos a los judíos. Hasta 1825 fue la única comunidad judía en Nueva York.

Esta vez no nos referiremos al pasado de esta sinagoga sino a la particularidad del estilo de sus rezos y la atmósfera tan especial que se experimenta en esta en el presente, que conserva mucho de su tradición pretérita. La actual sinagoga fue construida en 1897 y es de una arquitectura esplendorosa. El público se sienta sobre bancos de madera antiguos, parte del público luce galeras sobre sus cabezas y viste talitot de seda celeste como se acostumbraba en la Europa del medioevo. El oficiante reza según la usanza sefaradí, o sea, entona las melodías que se cantaban en España antes de la expulsión. Un coro de unos veinte hombres canta desde un balcón ubicado a unos diez metros de altura cerca del arca sagrada y junto al oficiante entona melodías bellas e inspiradoras. Sentado en la sinagoga, por un momento hice un ejercicio de imaginación dirigida, cerré mis ojos y me vi transitando por el túnel del tiempo participando del rezo en una sinagoga importante de España, Portugal o Ámsterdam.

En la sinagoga sefaradí portuguesa todo se lleva a cabo de un modo sumamente ordenado y ceremonial, y a ninguna persona razonable se le ocurriría cambiar en un ápice la costumbre del lugar.

La comunidad “Sheerit Israel” fue establecida en 1654 por judíos que conservaban fielmente la tradición sefaradí tal como se preservaba en la sinagoga portuguesa de Ámsterdam. La tradición fue conservada con devoción y apego, y se caracteriza por una exquisita estética, orden impecable y honor. La comunidad “Sheerit Israel” es el ejemplo más emblemático de conservación de la tradición sefaradí occidental y simultáneamente logró incluir en esta sus costumbres particulares de manera armoniosa. En el correr de los siglos la comunidad desarrolló una costumbre singular que se transformó en su carta de presentación o identidad, la cual se tornó en fuente de energía espiritual y alegría entre numerosas generaciones de judíos norteamericanos.

Cuando fui llamado a la Torá, el encargado de la sinagoga se aproximó y me dijo que para subir a bendecir necesitaba vestir una galera. Junto a la entrada a la sinagoga se ubica pomposamente un estante con numerosas galeras de todos los tamaños y aquellos visitantes que tienen solamente una kipá sobre sus cabezas están invitados a sumar una segunda cobertura para sus testas para así honrar a la Torá al ascender a bendecir. Los conocedores me dijeron que fue muy bueno que llegué vestido con corbata pues de no ser así el encargado no hubiese siquiera considerado la posibilidad de subirme a la Torá. Una vez que hube bendecido el encargado me indico dónde y cómo pararme, así como cuándo y por dónde regresar a mi asiento.

Tras concluir la lectura de la Torá, la ceremonia de retorno del rollo al arca sagrada duró más de veinte minutos. Una procesión conformada por los encargados de la sinagoga, el presidente y el rabino comenzó a moverse a paso de tortuga desde la tarima donde en dirección al arca. La marcha fue lenta y honorable, avanzando con pasos diminutos, y acompañada por los cánticos del coro.

Durante el servicio el público se mantuvo pasivo, escuchó atentamente y placenteramente la lectura de la Torá, al oficiante y al coro empero no cantó ni se movió de su asiento.

En esos momentos pensé para mis adentros en la diferencia abismal existente entre este servicio formal y de etiqueta y el rezo en un minián Carlebach que tenía lugar a pocas cuadras de allí en la sinagoga de igual nombre. Probablemente, estos servicios pueden definirse como el opuesto absoluto del estilo del rezo de la sinagoga “Sheerit Israel”. Como es sabido, el rezo Carlebach incluye cantos, danzas, batidos de palma y la participación activa del público sin que medie protocolo alguno, sin etiqueta alguna en la vestimenta; allí cada hombre y cada mujer pueden expresar libremente sus sentimientos forjando una experiencia de oración personal y espiritual. En cierta forma, el florecimiento de los minianim Carlebach en el mundo entero responde a una necesidad de cambiar las reglas inflexibles que imperaban en muchas de las sinagogas y estos tienen por objetivo generar una experiencia de plegaria en la que el ser humano y no la liturgia o la costumbre esté en el centro. La dura sensación de que se había perdido la espiritualidad entre los muros de la sinagoga impulsó a personas jóvenes a establecer minianim con un estilo diferente y promover una revolución democratizadora en la forma de rezar.

Creo que en el mundo judío se pueden dividir las sinagogas en dos grupos, las clásicas y las postmodernas (y por supuesto que entre estos dos tipos hay un sinnúmero de variantes intermedias). En las primeras se conserva cuidadosamente la liturgia tradicional a los efectos de que perduren tanto el marco colectivo del rezo, así como también las tradiciones de la congregación. En las segundas se procura crear una experiencia de plegaria más íntima, que permita a quienes rezan tener una vivencia significativa. Sin embargo, creo que la diferencia entre ambos tipos de sinagoga no estriba únicamente en el estilo de los rezos sino también en la meta que persiguen los asistentes. A la sinagoga clásica se va a rezar mientras que a la posmoderna se va también a estudiar, a tener una experiencia espiritual, a sentir pertenencia, a sentirse en casa. Asimismo, existen otras diferencias como en la arquitectura, el modo de sentarse, el tiempo que dura el servicio, el lenguaje corporal de quienes rezan, su vestimenta, el tamaño del edificio y por supuesto el tipo de asistentes.

En su estilo literario y filosófico, el Rav Soloveichik caracterizó acertadamente los diferentes tipos de sinagoga y de servicio, al tiempo que comprendió cabalmente la dificultad que enfrenta la sinagoga clásica. En un valiente artículo que publicó a inicios de los años setenta, el Rav Soloveichik llegó a culpar a algunos de los rabinos por el hecho de que muchos judíos no asisten a la sinagoga: “En estos días la sinagoga no es la institución más popular de la comunidad judía, no solamente en las comunidades seculares, sino que incluso en las religiosas. También la comunidad religiosa, que está conformada por personas que buscan a Dios y por ende deberían asistir masivamente a la sinagoga, no le guardan a la misma un especial cariño. Muchas son las causas de tan paradojal situación y yo quisiera señalar algunas de ellas. En primer lugar, la baja popularidad de la sinagoga obedece al espíritu anti-establishent que predomina en nuestros días…sin embargo, nosotros los rabinos no estamos libres de culpa. El judío norteamericano de hace veinte o treinta años, cuando arribé a costas americanas, tendía a ser muy formal y muy ceremonial en su actitud hacia la sinagoga. Ese judío estaba subyugado por la rígida formalidad de las ceremonias y las prácticas sociales… los modales de la sinagoga y su pomposidad, su formalidad al tiempo que el carácter dramático de los rezos le agradaban. El hombre joven de la actualidad posee una personalidad compleja, carece de inocencia, tiene una actitud crítica y sofisticada y siente una especie de alejamiento respecto de la sinagoga organizada. Es de carácter cambiante y emocional al tiempo que su emotividad es de profundo arraigo. Preferiría un rezo más entusiasta y menos formal, preferiría una sinagoga que sea también un sitio de Torá. Creo que los rabinos tenemos que ver con el proceso de distanciamiento del joven religioso de la sinagoga por no saber atender sus necesidades” (Divrei Hagut Vehaarajá, Beit Kneset Mosad Veraaión p.100).

Muy a menudo visito en la diáspora sinagogas magníficas que a duras penas cuentan con un minián de ancianos. Cuando pregunto por qué los jóvenes no asisten me responden que a los jóvenes no les gusta el estilo del rezo por encontrarlo muy pesado, lento y ceremonial. El problema surge cuando las personas mayores de la comunidad no aceptan que se cambie el estilo y las melodías que trajeron de Polonia, Alemania, Marruecos y Polonia en pos de atraer a los jóvenes y engrosar así las filas de los asistentes a la sinagoga. A veces el deseo de preservar las melodías del pasado supera la necesidad de preservar el futuro de la comunidad y esto sin duda que representa un peligro.

Hace unos años ocupé el cargo de Rabino de la comunidad de Turín en Italia. Estos judíos del norte de Italia tienen su origen en Francia y Alemania a diferencia de los de Roma, cuyos orígenes se remontan a la Tierra de Israel. Hay judíos en el Piamonte, en el norte de Italia, hace ya unos ochocientos o novecientos años. En la sinagoga de Turín se mantiene el orden estricta y meticulosamente, cada rezo tiene una melodía particular y cada Shabat o fiesta tiene costumbres especiales. Todas estas reglas son bien conocidas por los líderes comunitarios. Cuando llegué a la comunidad tuve la sensación de que la sinagoga no era atractiva para un amplio grupo de personas que quisieran que esta sea su hogar espiritual y judío. Amén de invitar a las personas a asistir y preparar discursos, comencé a realizar una serie de acciones destinadas a que la relación en la sinagoga sea más personalizada, por ejemplo, saludar personalmente a todos los asistentes, repartir dulces entre los niños, rapé entre los adultos, formar un coro infantil e incorporar la costumbre de arrojar dulces a los niños en el día de su Bar Mitzvá etc.

Recuerdo que en una de las reuniones de la directiva comunitaria se les preguntó a los encargados de la sinagoga cómo percibían mi labor rabínica y estos respondieron que yo generaba una atmósfera demasiado alegre y “¡eso era inaceptable!”.

Creo que nos encontramos ante un desafío que requiere asir la vara por sus dos puntas, preservar el acervo centenario y milenario de las diferentes costumbres comunitarias sin desechar el pasado a la hora de rezar y al mismo tiempo generar un ámbito y un espacio de expresión espiritual a todo aquel que procura sentirse en la sinagoga como su propio hogar.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

La revisión del status de judeidad

Uno de los denominativos que recibe el rabino de la diáspora es “supermercado” o “almacén de campaña” ya que se dedica a todos los rubros de la vida de los judíos individualmente, de la familia y de la comunidad. El rabino de la diáspora se ocupa tanto de cuestiones sencillas como complejas, está presente en los momentos de alegría y los de congoja, en la cashrut de los alimentos y en la purificación de un cadáver, en los bar mitzvá y casamientos, así como también en los pleitos judiciales que se dirimen según la halajá, se ocupa del llenado de agua de la mikve (baño ritual) y de la faena de ganado, de la visita de personas enfermas y de impartir clases de Torá. La regla que detentamos indica que cuanto más pequeña es una comunidad judía mayor es el espectro de actividades en las que el rabino se desempeña.

Una de las tareas centrales de la labor rabínica de la diáspora es determinar quién es judío, quién puede subir a la Torá y quién no, a quién se le puede celebrar el bar mitzvá en la sinagoga o casarlo de acuerdo con la ley de Moshé e Israel y a quién no. En el Estado de Israel, esta importante labor la desempeñan los jueces y los tribunales rabínicos, ellos son quienes verifican la judeidad de quienes se inscriben para casarse. Empero en la diáspora, cada rabino comunitario está encargado de ocuparse del tema y debe saber cómo hacerlo.

La cuestión de quién es judío y la revisación del status judaico de una persona es un área vasta como el mar y de esta dependen la definición de quién es parte del pueblo de Israel. La pregunta central es cómo establecer la judeidad de una persona, qué tipo de prueba es necesario que el interesado presente, si es o no necesario investigar la judeidad de quienes desean casarse o si simplemente alcanza con una revisación general.

Por supuesto que esta pregunta es relevante también hoy en día en el Estado de Israel en virtud del arribo de inmigrantes provenientes tanto de la ex Unión Soviética como del resto del mundo y se despierta la interrogante de en qué medida se puede confiar en la simple declaración o testimonio de judeidad de una persona desconocida. En efecto, actualmente en Israel la normativa vigente requiere que toda persona que inmigró al país con posterioridad a 1991 deba pasar por un procedimiento de revisación de su status judío a los efectos de poder casarse sin importar de qué país proviene.

Según la halajá el status judío se fija de acuerdo con el origen de la madre y específicamente el de su familia. La judeidad de una persona se asume como tal a menos que se demuestre lo contrario (“jazaká” en hebreo) y, por lo tanto, a los efectos de probar el origen judío de una persona es necesario checar su vinculación a una familia o a una comunidad que puedan aseverar que lo es de nacimiento. La pertenencia a una familia y a una comunidad en los planos étnico y sociológico determinan el status personal de la persona y su origen.

Tradicionalmente la actitud mayoritaria entre los sabios de Israel ha sido de aceptar como judío a todo aquel que sostiene serlo, tal como escribiera Rashbá respecto del caso de un judío que llega a una nueva comunidad proveniente de otra muy lejana: “No hay duda en absoluto de que por cuanto que la persona sostiene ser judía no se la debe revisar y es completamente israelita como cualquiera de los judíos más vinculados…” (Responsa Rashbá II 16).

Lo mismo decretaron las autoridades rabínicas a lo largo de las generaciones respecto de quien llega a una comunidad y declara ser judío. Rabenu Tam establece claramente que “por cuanto que se declara judío se lo considera como tal” (Sefer Haiashar 50 y 336). Esta es también la opinión de Ritbá, quien afirma que “de esto aprendemos que todo aquel que se declara judío se le cree”. El autor de la responsa Sefer Mitzvot Gadol (Lavin 116) afirma: “Es muy común que lleguen visitantes y no los revisemos, bebemos con ellos vino y comemos de la carne de su faena”. De esto se desprende que todo aquel que llegaba a una comunidad judía y se presentaba o se comportaba como tal (cuidaba los preceptos) se lo aceptaba sin revisar su origen; tal como decía el autor de la responsa “Jazón Ish”: “…la mayoría de aquellos que llegan a título de judíos, lo son en todo sitio…” (Even Haezer 117:5).

En la práctica, el principio que guía este tema fue definido por el Shulján Aruj de la siguiente manera: “todas las familias (que se presentan como judías) son consideradas auténticamente judías y está permitido, a priori, establecer vínculos familiares con ellas…” (Even Haezer 2:2). Este principio indica que a priori no hay lugar para sospechar que tal o cual persona o familia no sean realmente judías, sino que todas estas son consideradas como tales (el origen de esta aceptación a priori está en la Guemará en el Tratado de Kidushín 72(B)).

Sin embargo, otros juristas consideran que es necesario revisar la ascendencia familiar de la persona que se presenta ante nosotros: “En el caso de quien llega desde otro país tanto hombre como mujer deben presentar una prueba de su judeidad y aunque se comporten como personas religiosas, hablen nuestro idioma y conozcan todas nuestras judías, de todas maneras, requieren de una prueba…” (Beit Hilel Ioré Deá 10). De acuerdo con los antiguos estatutos de la comunidad de Lituania “no se debe celebrar ningún casamiento a menos que haya una prueba de judeidad y se sepa de qué familia proviene” (ídem).

El Rabino Ovadiá Iosef también consideraba judío a quien se declaraba como tal a menos que haya alguna carencia en su testimonio, y respecto de los inmigrantes de la ex Unión Soviética que llegaron al derribarse la cortina de hierro tras setenta años de gobierno comunista escribió: “Por la base de la norma los inmigrantes de la ex Unión Soviética que se declaren judíos se les acepta su declaración, empero, si hubieren razones para suponer que algunas declaraciones no son verdaderas se debe revisar e investigar diligentemente” (Iabía Omer VII, Even Haezer 1). Esto significa que a pesar de que a priori se acepta la declaración y se presume que todas las familias son auténticamente judías, en determinadas circunstancias se despiertan dudas respecto del status halájico de personas que detentan una identidad judía.

Esta resulta ser la opinión del juez rabínico Itzjak Ushinsky Shelit”a del tribunal de la ciudad de Haifa, quien se dedica a la certificación del status de judeidad: “…hay entre los juristas quienes escriben que en virtud de la inmigración proveniente de Rusia el propio Shulján Aruj reconocería la necesidad de revisar el origen judío de los nuevos inmigrantes y que no se aplica a ellos el principio de  que “todas las familias (que se presentan como judías) son consideradas auténticamente judías y es posible, a priori, establecer vínculos familiares con ellas…” ya que es sabido que existe entre estos un alto porcentaje de matrimonios mixtos. Además, como poseen un fuerte deseo de salir de la Unión Soviética y llegar al Estado de Israel que está deseoso de recibirlos y por lo tanto existe el temor de que hagan cualquier cosa con tal de ocultar que no son judíos, y se teme que puedan mentir… por lo tanto no se aplica a estos inmigrantes el principio de presunción a priori de judeidad y mientras no exhiban una prueba concreta no se los puede certificar como judíos…”

En mi opinión, la necesidad de certificar la judeidad obedece al hecho de que en las últimas generaciones la pregunta de quién es judío es objeto de discusión. Esta puede recibir diferentes respuestas desde los puntos de vista nacional, cultural, étnico y religioso. Por otra parte, en la halajá todos coinciden en una única respuesta a esta interrogante. Esta situación causa en más de una ocasión una confusión cuando una persona que se define a sí misma como judía y lo declara u otras personas que testifican su judeidad pero no lo hacen de acuerdo a la definición de la halajá. Existen actualmente percepciones subjetivas diferentes de la halájica respecto de la pertenencia al judaísmo.

En una situación en la cual en algunas partes del mundo judío la asimilación alcanza guarismos del 70%, el principio de que a priori todas las familias que se declaran judías son aptas para establecer con ellas vínculos matrimoniales no refleja la realidad y carece de real asidero. En nuestro pueblo se creó una situación muy difícil por efecto de la cual existen dos tipos de judíos, los que detentan una identidad judía y los que son judíos de acuerdo a la halajá o “halájicos”. Esto significa que hay personas que se sienten judías mas no lo son y otras que de acuerdo a la halajá sí lo son mas carecen completamente de esta identidadl. Por supuesto que a situación ideal es que quien detenta identidad judía también lo sea halájicamente y viceversa, pero esta no es nuestra realidad. El objetivo del procedimiento de certificación o revisación de judeidad es establecer quién es judío de acuerdo con la halajá.

Por supuesto que a estos procesos es necesario agregarle el crecimiento de los movimientos conservativo y reformista en diferentes países del mundo. Muchos judíos están afiliados a estas comunidades y algunos pasan por procesos de conversión liberales no aceptados por la halajá, y los certificados de judeidad expedidos por sus rabinos no reflejan el espíritu de la misma.

De todas maneras, en el futuro no será necesario establecer quién es judío ya que eso será hecho por el Mashíaj, tal como dijera Maimónides: “En los días del Mashíaj, cuando este se establezca en su trono y se reúnan los dispersos de Israel, todos sabrán su ascendencia por su intermedio ya que posará sobre él un espíritu de santidad…” (Maimónides Hiljot Melajim 12).

En otros artículos nos ocuparemos de la cuestión de quién es judío, porqué la judeidad se transmite por vía materna y el status de quien es “zera Israel”, esto es, hijo de padre judío y madre gentil.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Hoteles en Shabat

Los hoteles del extranjero, tal cual parece, no se encuentran entre aquellas cosas que fueron creadas en el atardecer del sexto día de la creación, ya que la estancia en estos en esta era contemporánea se está tornando cada vez más compleja en lo que a la observancia del Shabat se refiere. En la mayoría de las metrópolis del mundo se están construyendo hoteles nuevos totalmente innovadores en cuanto a avances tecnológicos y ya quedan pocos de los antiguos que se parecían más a un hogar que a un edificio inteligente. Dado que yo paso buena parte de los sábados del año en diferentes comunidades me veo en la necesidad de encontrar soluciones halájicas a las diferentes dificultades que surgen continuamente.

En los hoteles me encuentro con un sinnúmero de dificultades y entre ellas: muy a menudo la puerta de ingreso es eléctrica y se activa automáticamente por medio de un sensor que detecta la cercanía de una persona; muchos de los hoteles cuentan con muchos pisos de altura y no siempre es posible encargar una habitación en un piso bajo y por lo tanto es necesario usar el ascensor para llegar a esta, especialmente en el caso de personas mayores; la iluminación en diferentes partes del hotel como lo son los pasillos, las escaleras y los baños se basa en  el uso de sensores que encienden las luces al pasar una persona.

Las dificultades en el cumplimiento del Shabat acechan también en el interior de las habitaciones, empezando por la puerta de entrada que se abre mediante una tarjeta magnética, siguiendo por los sensores que van modificando la iluminación de la pieza de acuerdo con los movimientos del huésped. En más de una oportunidad los armarios poseen iluminación y dentro del refrigerador hay sensores que identifican el tipo de bebida que se escoge actualizando automáticamente la cuenta del huésped, y, últimamente el tanque de agua del inodoro y las diferentes llaves o canillas se activan ya automática y electrónicamente. En los hoteles más sofisticados las cerraduras poseen un código que transmite a la recepción cuando uno entra o sale de modo tal que allí se sabe constantemente si nos encontramos o no en la habitación.

Es claro que la mejor solución es procurar un hotel que carezca de estos sistemas, mas esto no siempre está en nuestras manos ya que muchas veces la reserva es efectuada por compañías comerciales y otras veces es necesario escoger un hotel que se encuentre en las cercanías de la sede comunitaria, de la sinagoga o del área más segura de la ciudad.

Quedarse en la habitación todo el Shabat tampoco parece una solución realista ya que en ese caso no se deleita el Shabat, sino que más bien todo lo contrario, una persona puede perder la cordura en virtud del encierro, amén de no acudir ni a los rezos, ni al kidush ni a las comidas sabáticas.

En el presente artículo me centraré en la resolución de uno solo de los diferentes problemas que pueden suscitarse y que continúa siendo el más frecuente en el área del hospedaje en hoteles en Shabat y es el de abrir la puerta de la habitación con la tarjeta magnética.

En términos generales, podemos decir que las diferentes autoridades rabínicas prohibieron el uso de tarjetas magnéticas para abrir puertas en Shabat ya que esto implica una activación eléctrica. Esta no es considerada como una acción que se realiza por si misma (“grama”) sino hecha de modo directo por la persona. Abrir una puerta de este modo se asemeja a todas las acciones eléctricas o electrónicas que se realizan sin que se encienda fuego ni filamento o alambre que se calientan como por ejemplo: el teléfono, la radio, el ventilador y el aire acondicionado; y a diferencia de aquellos casos en los que los filamentos o alambres sí lo hacen como los focos o lámparas y los calentadores de agua. Por lo tanto, la pregunta que surge es: ¿cómo hacemos para entrar o salir de la habitación?

Quisiera comenzar primeramente por una solución que no es de tipo halájico sino del orden estrictamente técnico, ya que muchas veces problemas halájicos encuentran su resolución en este ámbito. Mi propuesta es que en vísperas de Shabat usted llene de papel el espacio en el que debe ingresar el resbalón o pegarlo con cinta adhesiva. De esta manera se puede cerrar la puerta sin trancarla y por lo tanto abrirla sin necesidad de una tarjeta magnética. Por supuesto que en un caso así nos exponemos a un cierto riesgo en el ámbito de la seguridad en virtud de que la puerta queda abierta, pero si se trata de un hotel de cierta categoría generalmente posee personal de seguridad en la entrada por lo que no hay razón para temer. De todas maneras, en un caso así es mejor colocar todos los objetos de valor en la caja de seguridad y colgar el cartel “favor de no molestar” del lado de afuera para que durante Shabat no ingrese el personal de limpieza y deje sin efecto el “ingenioso mecanismo” que preparamos en la puerta de entrada o en el sistema eléctrico al interior de la habitación.

Entre las diferentes soluciones que proponen las autoridades halájicas a este problema considero que la más practica y sencilla es que un gentil abra la puerta con una tarjeta magnética. Esta solución se basa en el hecho de que la prohibición de abrir la puerta con tarjeta magnética es de origen rabínico y entonces está permitido ayudarse por un gentil, y además, la entrada y salida de la habitación tiene por objetivo cumplir con un precepto.  En una de mis visitas a la comunidad judía de Guangzhou-China encontré una responsa interesante del Rabino Abraham Iosef, titular del Rabinato de la ciudad de Holón e hijo del finado Rabino Ovadia Iosef z”l, quien escribe lo siguiente:

“Respecto de vuestra pregunta sobre los hoteles de vuestra ciudad cuyas puertas se abren únicamente por medio de tarjetas magnéticas las cuales ciertamente están prohibidas para un judío en Shabat, y si pueden decirle a un gentil que tienen en la habitación un dulce para obsequiarle ante lo cual este comprenderá solo y subirá a abrirles la puerta (por supuesto que le obsequia un dulce o una botella de alcohol). Tras estudiarlo detenidamente me incliné por prohibirlo ya que esto implica decir a un gentil que realice para nosotros una labor (“amirá legoi”), y la promesa de brindarle un obsequio no es más que una insinuación ya que es claro para todos que la verdadera intención es que se le abra la puerta. Empero, consulté con mi venerable padre quien tras un detenido estudio decidió permitirlo porque está aquí en juego el precepto de deleitar el Shabat, ya que si la persona no entra a su habitación no puede descansar como corresponde y en caso de necesidad se puede confiar en la opinión de las autoridades halájicas que permiten indicarle a un gentil que realice una labor  si es para cumplir con un precepto, y además en este caso el gentil tiene un disfrute personal de la acción en virtud del obsequio que recibe por lo que puede decirse que realiza la acción para su propio beneficio”.

Me parece que este dictamen del Rabino Iosef se basa en la opinión del Baal HaItur quien entiende que se le puede pedir a un gentil que realice una labor para un judío en Shabat si es para comer una de las comidas o para poder cumplir con un precepto (tal como figura en Ramá 276:2).

Otras autoridades rabínicas permiten decirle al gentil que abra la puerta no en beneficio del judío ni en aras de cumplir con un precepto sino en beneficio del mismo gentil, razón por la cual proponen decirle: “tengo algo bueno y sabroso para usted, pero se encuentra en mi habitación, mas no puedo entrar en ella”. Entonces, el funcionario gentil habrá de abrir la puerta en su propio beneficio y el judío también se verá beneficiado. Por supuesto que en un caso así es necesario preparar un regalo significativo para el funcionario. El problema que podría surgir es si el funcionario no entiende la insinuación o si sí la entiende, pero responde, como me ocurrió en más de una oportunidad: “muchas gracias, pero estoy a dieta y no como dulces”….

Dado que paso numerosos sábados en el extranjero a lo largo del año he experimentado y probado diversas soluciones al problema de la apertura de la puerta por parte de un funcionario del hotel. Recuerdo que una vez volví al hotel un viernes por la noche a una hora tardía, me dirigí a la recepción y expliqué al conserje que soy un judío observante y que nuestra religión no permite utilizar aparatos eléctricos en Shabat por lo que requeriré de su ayuda. El funcionario me respondió gentilmente que gustosamente me ayudará, mas tras transcurrir unos minutos el seguía quieto en su sitio sin dirigirse hacia mi habitación. Le pregunté si entendió lo que le dije y si me habría de abrir la puerta a lo que respondió: “Usted me dijo que no abre puertas en Shabat, pero hoy es viernes y no tiene problema alguno en hacerlo. Mañana le ayudaré a abrir”. En otra ocasión, después de que le di al funcionario una larga explicación sobre que los judíos observantes del Shabat no pueden abrir puertas eléctricas en este día, el funcionario me miro detenidamente con una mirada inquirente y con un dejo de sorpresa, como si le hubiese mentido o dicho una tontería pues me respondió: “¿Usted está seguro de que los judíos no abren puertas eléctricas en Shabat? Muchos judíos se hospedan en este hotel y yo veo que todos abren puertas eléctricas los sábados. Desde entonces aprendí que a los empleados del hotel hay que decirles que “nosotros los rabinos no podemos abrir puertas eléctricas en Shabat” para no provocar burlas sobre el pueblo de Israel. Afortunadamente, no me topé con conserjes que me digan que vieron rabinos que abren puertas eléctricas en Shabat…

De todas maneras, creo que una de las experiencias más especiales que viví en este respecto fue recientemente en un hotel en Brasil. El viernes por la noche un empleado del hotel me abrió la puerta después que le expliqué que no podía hacerlo. Al día siguiente, escuché toques en la puerta a las ocho de la mañana, era el mismo empleado de la noche anterior que dijo una frase sumamente lógica: “vine a ayudarle a salir de la habitación ya que si no podía entrar por la noche supongo que tampoco puede salir por la mañana y usted necesita ayuda el sábado”. Le agradecí de sobremanera la gentileza sin explicarle la diferencia entre entrada y salida ya que temí que no lo entendería.

Escuché una idea atribuida al Rabino Eliashiv de bendita memoria respecto de cómo ayudarse mediante gentiles en esta situación. En víspera de Shabat se le debe decir al funcionario de recepción que uno precisa rentar una habitación para el Shabat, pero para ello necesita poder hacerlo y eso incluye recibir una habitación a la que se pueda entrar en determinados horarios al regresar al hotel. En ese caso el gentil realiza la acción en su propio beneficio. Es menester recordar que en un caso así en el cual no se puede abrir la puerta mediante tarjeta magnética, esta última se vuelve Muktzé por lo que no se la puede cargar, y, además, normalmente en el extranjero no se cuenta con Eruv en Shabat por lo que en general no se puede cargar nada. Asimismo, quiero señalar que los circuitos eléctricos de la habitación se ven activados cuando se deja la tarjeta colocada en la pequeña caja que suele encontrarse junto a la puerta.

El Rabino Najum Rabinovich, decano de la yeshivá de Maalé Adumim nos brinda un dictamen interesante e innovador en su libro de responsa “Síaj Najum”. Allí él diferencia entre dos tipos de tarjeta electrónica, uno es la tarjeta que sólo sirve para abrir la puerta y el otro activa además toda una serie de sistemas eléctricos en la habitación y en el hotel. En el caso del primer tipo, el Rabino Rabinovich permite usar la tarjeta directamente por el judío sin la mediación de un gentil:

“Por lo tanto, si la tarjeta está destinada únicamente a abrir la puerta y el foco que se enciende en la cerradura es de tipo “led” se puede permitir abrir de un modo diferente al habitual (“beshinui”) pues no estamos ante el efecto de una labor prohibida sino únicamente ante una “acción típica de día hábil” (“ovadín dejol”) y entonces, en caso de no encontrar un no judío que pueda abrir por él la puerta, si bien estamos ante una acción prohibida rabínicamente, en caso de que se produzca una gran incomodidad o malestar por no poder ingresar a la habitación durante todo el Shabat debe permitirse pues en el peor de los casos estamos ante una situación que quizás podría ser “pesik reisha” (o sea, una acción que en si no está prohibida pero genera necesariamente una consecuencia que implica la realización de una labor) y cuando se sale de la habitación para asistir a una comida sabática, se trata de un apagado que no implica trasgresión a la Torá ya que se asemeja a extinguir una brasa de metal carente de carbón”.

El único problema en la implementación del dictamen del Rabino Rabinovich es que antes de Shabat es necesario saber de qué tipo de tarjeta electrónica estamos hablando, si sirve únicamente para abrir la puerta o si activa otro tipo de circuitos eléctricos en la habitación y en el hotel en general, y de acuerdo a mi experiencia, los empleados del hotel no suelen saber responder a una pregunta de este tipo sino únicamente los técnicos que diseñaron los sistemas o quienes les dan mantenimiento.

Por Rabino Eliahu Birnbaum