De Iglesia a Sinagoga

A lo largo de la historia, cuando los judíos eran expulsados de los países donde habitaban era común que las sinagogas se transformasen en iglesias o mezquitas. Miles de sinagogas en el mundo árabe de Irak a Libia y de Túnez a Marruecos fueron transformadas en mezquitas una vez que los judíos abandonaron esos países entre 1948 y 1956. Asimismo, en España e Italia sinagogas fueron transformadas en iglesias a partir del siglo XIV. En la actualidad somos testigos de un fenómeno inverso y es que iglesias son vendidas para transformarse en sinagogas y mezquitas.

En virtud del declive del cristianismo y el florecimiento del islam es perceptible una tendencia en la cual iglesias se van transformando paulatinamente en mezquitas o edificios de oficinas.  Una de las razones de este proceso obedece al ingreso de inmigrantes de países musulmanes en distintos barrios lo cual trae como consecuencia el abandono de estos por parte de los habitantes originales. En la provincia de Frizland en Holanda se cerraron 250 de un total de 720 iglesias las cuales se transformaron o en mezquitas o en edificios de oficina. Entre los años 1990 y 2010 la iglesia evangélica alemana cerró 340 casas de oración. Hace cuestión de unos años la iglesia luterana de Hamburgo fue adquirida por la comunidad musulmana y es así como está cambiando el panorama de los edificios religiosos en Europa y el mundo.

Hace cuestión de unas semanas visité la sinagoga Bnei Tzión en la ciudad de Miami y a la entrada de ésta hay un cartel que dice: “Sitio histórico, este edificio fue declarado de interés en el año 2010. Originalmente construido en 1962 como la ´Iglesia Luterana Unificada de la Revelación´ de Miami Beach y en 1977 se transformó en la Sinagoga (Temple) Bnei Tzión”

Tal como es común en temáticas delicadas, los eruditos de la halajá han expresado más de una idea a este respecto. Uno de los que se expresó ante esta interrogante es el Rabino Moshé Fainstein quien dejó en claro que tiende a no estar de acuerdo con esta práctica: “esto que se acostumbra a hacer en América de transformar sus casas de oración en sinagogas … no me parece correcto pues me parece improcedente para con el cumplimiento del precepto… y por lo tanto si bien no es mi intención prohibir el ingreso a los edificios que ya fueron transformados de acuerdo con la opinión de sabios y eruditos y tampoco considero que corresponda prohibirlos a posteriori… de todas maneras de mi boca no saldrá una autorización para esta práctica. Empero en un caso como este en el cual el edificio ya fue derruido y las paredes remanentes no quedarán iguales ya que deben pasar una seria reforma y por lo tanto no quedarán tal cual son hoy es posible permitirlo” (Igrot Moshé I 49). El permiso que dio el Rabino Fainstein sólo aplica cuando las paredes mismas del edificio son también transformadas y por lo tanto se trata de una nueva edificación, empero a posteriori se puede rezar en una iglesia que fue transformada en sinagoga.

El Rabino Fainstein se ocupa también de una pregunta vinculada a la adquisición de un edificio que fue iglesia y fue destruido, caso en el cual el Rabino propone una solución sumamente creativa: “mientras el nuevo edificio esté en construcción no deberá ser consagrado a sinagoga sino a servir para usos mundanos, y solamente una vez que esté reconstruido y su aspecto haya cambiado que sea consagrado para uso sinagogal”. Esto implica hacer el pasaje de iglesia a sinagoga en dos etapas. En un primer paso transformar la construcción en un edificio de uso común y recién después de que se le haya hecho un cambio sustantivo transformarlo en sinagoga.

A mediados del siglo 19 se envió desde Estados Unidos una consulta al Rabino Shaúl Natanzon, rabino de la ciudad de Lemberg, eminencia halájica y autor del libro de responsa “Shoel Umeshiv” (1808-1875). La consulta giraba en torno a la adquisición de una iglesia protestante para que fungiera como sinagoga. De su respuesta queda claro que el Rabino no conocía iglesias carentes de estatuas o imágenes. En Galizia existían únicamente iglesias católicas romanas o griegas ortodoxas, ambas dos incluyen en sus edificios estatuas y/o imágenes.

Tal como es sabido, existen profundas diferencias entre el rito católico u ortodoxo y el protestante que surge como oposición ideológica a algunas conductas de las primeras. Una de las diferencias es que el protestantismo se abstiene de usar estatuas, imágenes, íconos y otros objetos de culto. Entre los protestantes no se divisan a primera vista señales de culto idólatra. Por ello el Rabino Natanzon en su respuesta describe detalladamente este tipo de iglesia que le es desconocida: “Llegó a mí una carta proveniente de la ciudad de Nueva York en América de su eminencia el Rabino Mittelman quien me consulta respecto de un edificio que un inicio era una residencia particular y luego fue transformada en iglesia y en virtud de la gran concurrencia hubo que tirar abajo las paredes y ampliarlo … en esta iglesia acostumbran a recitar plegarias a aquél hombre y danzan en su honor y luego uno de los presentes disertaba maravillas sobre el antes mencionado y al concluir su homilía volvían a cantar y a danzar , y son llamados protestantes los cuales rezan sin imágenes ni estatuas… y en mi humilde opinión si el edificio no tenía ni estatuas ni imágenes es posible transformarlo en Beit Midrash y considero que es preceptivo hacerlo y santificar así el Nombre Divino” (Responsa Shoel Umeshiv primera edición, III 72).

Es interesante notar que el Rabino Shaulzon no solamente permite adquirir el inmueble cristiano a los efectos de transformarlo en sinagoga, sino que además ve en ello la santificación del Nombre Divino. ¿A qué se refiere? ¿Quizás por la eliminación de la idolatría del mundo? ¿Quizás porque se trata de una nueva sinagoga? ¿O porque implica pasar un edificio del lado de la impureza al de la pureza? ¿Quizás porque de esa manera se estaría cumpliendo la profecía bíblica ´Mi santuario será casa de oración para todas las naciones’? Y quizás por todas las razones conjuntamente.

El Tzitz Eliezer distingue entre adquirir una iglesia para transformarla de modo permanente en sinagoga y el alquiler temporario de esta a los efectos de poder rezar: “Cuando compramos o arrendamos una casa por muchos años de manos de un idólatra, dejamos sin efecto su esencia anterior… cambiando su nombre lo cual no ocurre en nuestro caso (alquiler) por cuanto que el edificio mantienen su denominación y nosotros arrendamos un par de salas por unos días solamente e inmediatamente retornan a su uso anterior… se debe evitar proporcionar ganancias económicas a estos sitios… y no hay mayor vergüenza que rezarle a HaShem entre esas paredes y de seguro no habrá de recibir la oración que surge de un sitio así…y no es esta la voluntad del Rey de Reyes…”

El Rabino Asher Weiss Shelit”a autor de la responsa “Minjat Asher” fue consultado respecto de la adquisición de una iglesia a bajo precio para transformarla en sinagoga: “se trata de una pregunta simple,… no se trata de una iglesia católica sino de una protestante y de una corriente dentro del protestantismo que se opone fervientemente al uso de imágenes e incluso para ellos la cruz es de carácter únicamente simbólico ya que no la adoran. Ya se debatió anteriormente respecto de si el cristianismo es o no una religión idólatra, de todas maneras en el caso de esta corriente cabe adoptar una actitud más flexible… por supuesto que de existir una alternativa más razonable es preferible pero dadas las circunstancias y la carencia de otra solución en mi humilde opinión cabe respaldarse en la opinión del Maguén Abraham, y ya dijo la Mishná Berurá que es costumbre flexibilizar el criterio lo cual sumado al hecho de que no se trata de un edificio que sirvió a culto de ídolos o imágenes corresponde actuar en concomitancia con la opinión de la responsa Igrot Moshé en cuanto a que debe consagrarse como sinagoga únicamente con posterioridad a la reforma edilicia”.

En el futuro esta interrogante se verá resuelta cuando se cumplan las palabras del profeta: “Entonces daré a todas las naciones una lengua única y pura para que todos invoquen a D´s y le sirvan con un solo consentimiento” (Sofonías 3:9).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Plegaria del viajero

¿Qué debe hacer quien viaja al extranjero por unos días? ¿Debe recitar la plegaria del viajero una sola vez o cada día del viaje? ¿Y qué debe hacer quien viaja en un mismo día en automóvil, avión, tren y barco? ¿Debe recitar una vez la bendición por todo el periplo o por cada medio de transporte? Quien sale de Israel rumbo a Nueva York en el vuelo de la noche, llega por la mañana y de allí conecta a su próximo destino: ¿bendice una sola vez al partir o debe volver a hacerlo a la mañana siguiente? ¿Y qué deben hacer quienes se embarcan en un crucero por una o dos semanas?

Muchas veces, ocurre durante mis viajes que los días se prolongan y resulta que me encuentro camino a mi destino final durante tres días: noche, día y noche. Recientemente regresé a Israel desde Colombia, salí de ese país antes de la medianoche del domingo, aterricé en Nueva York a las seis de la mañana del lunes, el vuelo a Israel partió a las doce del mediodía y aterrizó en el aeropuerto David Ben Gurión el martes a las seis de la mañana. ¿Acaso la bendición que recité en Colombia el domingo al despegar es suficiente hasta mi regreso a casa el martes por la mañana?

El Shulján Aruj es muy claro en su indicación, pero como veremos la realidad es más compleja, y es necesario analizar diferentes aspectos vinculados a esta cuestión. Como es muy común en el ámbito de la halajá, existen diferentes enfoques que permiten aplicar la norma en un sinnúmero de situaciones diversas.

El Shulján Aruj establece: “No es necesario recitar la plegaria del viajero más que una vez al día, aunque la persona haga una parada para descansar en una ciudad en la mitad de la jornada. Empero, si la persona planeaba quedarse a dormir en esa ciudad  y luego cambió de idea decidiendo continuar su viaje o regresar a su casa debe volver a recitar la bendición” (Oraj Jaím 110:5).

Aparentemente, según el Shulján Aruj la parada que realiza un viajero se asemeja a las escalas que hace el pasajero moderno entre un vuelo y otro, parando por un aeropuerto con el único propósito de conectar un vuelo hacia otro lar, por lo que esta parada debe ser considerada como parte misma del viaje y por ello no requiere que se vuelva a recitar la plegaria.

Por lo tanto, el principio rector de esta cuestión es la continuidad de un viaje que toma más de una jornada. Si se realiza una parada significativa a mitad de camino o si se pernocta en esta, al día siguiente se debe volver a recitar la plegaria completando con la bendición final, y si solo se durmió una siesta se recita sin completar. Por ello, considero que si una persona descansa en un asiento del aeropuerto entre un vuelo y otro no necesita volver a recitar la plegaria del viajero. Pero si la persona hace una escala significativa entre vuelo y vuelo durmiendo en un hotel o en un lugar ordenado que no es ni el aeropuerto ni el avión, al levantarse por la mañana debe volver a recitar la plegaria (ver Minjat Shelomó II 60:2).

Un comentarista al Shulján Aruj, el Prí Jadash, difiere con lo que allí está escrito: “Según mi opinión esto no es así, se debe recitar la plegaria una sola vez, al partir, aunque el viaje dure varios días, ya que una sola bendición alcanza”.

Según el Prí Jadash quien viaja por varios días recita la plegaria una sola vez al inicio y aunque se detenga en una o diferentes ciudades durante varias jornadas no vuelve recitarla y se contenta con la que pronunció antes de partir.

En la práctica, resulta que el recitado de la plegaria no depende de la hora del día o de la noche. Por ejemplo, si una persona viaja de Israel a Estambul por la tarde para conectar allí un vuelo a oriente pasada la medianoche no precisa recitar de nuevo la plegaria a menos que su segundo vuelo se haya cancelado y siga viaje recién al día siguiente. En ese caso deberá volver a bendecir, por lo que todo depende de la continuidad del viaje y del tenor de la interrupción (ver Rabino Eliashiv, Kuntres Ubelejtejá Baderej 82).

A los efectos de comprender cabalmente si es necesario recitar la plegaria del viajero una o muchas veces, creo que es menester comprender el significado de esta. Su origen se remonta a un pasaje del Talmud Babilonio en el Tratado de Berajot (29B): “Eliahu le dijo a Rabí Iehudá hermano de Rav Sala Jasid: cuando sales de viaje consulta a tu Creador y luego parte. ¿Qué significa consultar al Creador para luego partir? Dijo Rabí Yaakov en nombre de Rav Jisda, se refiere a la plegaria del viajero”.

Ha habido múltiples opiniones respecto de si la plegaria del viajero fue establecida por los peligros que acechan en un viaje -ya que “todos los caminos son potencialmente riesgosos” (ídem)- por lo que antes de partir pedimos a Dios que nos proteja (Baal Halajot Guedolot, Responsa Minjat Shelomó II 60) o, si por medio de la plegaria pedimos permiso a Dios para salir. Rashí traduce el vocablo “consultar” como pedir permiso y de aquí que según esta opinión antes de viajar es menester asesorarse con el Creador y recibir su bendición.

Para quienes entienden que la plegaria del viajero es un pedido de permiso para viajar alcanza con recitarla una sola vez para toda la travesía hasta su retorno a casa y todos los tramos transitados quedan incluidos en la misma (Bikurei Eretz 4:20). Empero para quienes entienden que la plegaria del viajero busca proteger de los peligros del camino, no alcanza con recitarla una sola vez al emprender el viaje, sino que es necesario volver a repetirla cada día de la travesía ya que el camino presenta todo el tiempo nuevos peligros.

En la práctica, se pueden dividir las situaciones en las cuales se recita la plegaria del viajero en viajes de más de un día en tres categorías:

a) El “Bait Jadash” entiende que cada día es necesario volver a recitar la plegaria pronunciando el Nombre Divino” aunque se trate de una travesía de varios días: “cada día se debe recitar la plegaria del viajero tal como cada día debe rezar el rezo de “Amidá” o “Shemoné Esré” y se trata de algo muy sencillo y la única razón por la que lo escribo es para erradicar el error entre las personas”.

b) El “Prí Jadash” entiende que la plegaria del viajero se recita únicamente al comenzar el viaje y aplica a la totalidad del periplo hasta arribar a destino, empero puede recitarse sin pronunciar el Nombre Divino o incluirla en la decimosexta bendición de la “Amidá”-“Shomea Tefilá” (inciso 105).

c) Según Radbaz todo depende de si hubo o no una interrupción en medio del viaje. Si alguien pernoctó en un hotel y durmió un sueño prolongado, a la mañana siguiente, al retomar el camino debe recitar la plegaria pronunciando el Nombre Divino, pero si la interrupción en el viaje fue breve o simplemente cambió de avión tras haber volado toda la noche no precisa recitarla (Tomo VI respuesta 2:176, de igual manera sentenció la Mishná Berurá 124:26).

Las autoridades rabínicas de nuestros tiempos se refirieron también a estas situaciones:

a) El Rabino Aba Shaul de bendita memoria escribió que si todo el viaje se lleva a cabo en un mismo vuelo se recita la plegaria una sola vez, aunque este lleve varios días (Or Letzión II 7:28).

b) El Yalkut Iosef sentencia que “quien sale de viaje de día o de noche recita la plegaria una sola vez al día sin necesidad de repetir, aunque pare a descansar en una ciudad a mitad de camino en medio del día. Empero, si piensa dormir en la ciudad para volver a partir al día siguiente debe volver a recitar la plegaria del viajero (Tefilá II 110:7).

El Rabino Shelomó Minhahar sentenció que “quien emprende un viaje de varios días debe recitar la plegaria del viajero a diario, y quien viaja durante la noche por la mañana que recite la bendición “Shomea Tefilá” sin concluirla y si navega durante varios días y no desembarca para pasar la noche y dormir en tierra que recite la plegaria del viajero a diario sin concluirla” (Tzeidá Laderej cap. 5).

¡Queridos amigos, quiera Dios que vayan y vuelvan con bien!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judaísmo etíope

El Shabat, en el cual leímos la porción de “Lejlejá”, lo pasé en las localidades de Adís Abeba y Gondar junto a los remanentes de las comunidades judías que allí quedaron, o parafraseando al legendario viajero Rabí Yaakov Sapir: “junto a los apartados hijos de Israel allende los ríos de Etiopía”. Si bien en el pasado visité en Etiopía a nuestros hermanos de “Beita Israel”, se cumplieron en mi persona las palabras del Baal Shem Tov: “cuando una persona visita un lugar una vez debe volver a él más adelante, ya que todo ser humano debe tener muy presente que todos sus andares y sus viajes no son fruto de la casualidad -Dios nos libre- sino que dependen de la Divina Providencia individual de cada quien…” (Comentario del Baal Shem Tov a la Torá a la porción de “Lej Lejá”).

La primera sorpresa de mi viaje la tuve durante el vuelo a Adís Abeba. Dos de las azafatas que acompañaban el vuelo detentaban nombres que aluden al nexo especial entre el pueblo judío y el etíope. Una de ellas se llamaba Saba (Shvá) como la reina etíope que visitó al Rey Salomón y de cuya unión nació Menelik, y la segunda aeromoza se llamaba sencillamente Jerusalém. Muchos d ellos nombres en Etiopía guardan un vínculo con el judaísmo y el pueblo de Israel y la en general la población de este país es muy respetuosa de nuestro pueblo. En una de mis caminatas por ese país un grupo de jóvenes se me acercó exclamando: ¡“Jois”! (“judío”). Como buen judío orgulloso de su origen les pregunté de inmediato si tenían algún problema con ello a lo que me respondieron que no, que simplemente ellos amaban a los judíos.

También después de aterrizar, se revelan ante los ojos del visitante tesoros naturales y paisajísticos de los más bonitos en el mundo. Etiopía posee un carácter único, bíblico. Quien pasea entre sus ciudades y pueblos, entre sus sendas y pequeñas aldeas, siente que deambula por la tierra de la Biblia. Al andar por esta tierra se percibe la sensación del encuentro con algo primigenio, natural, limpio y puro.

Quien visita Etiopía siente que va para atrás en la máquina del tiempo, no cientos sino miles de años. Parece como si el tiempo se hubiese detenido, las marcas de la occidentalización y el desarrollo no llegaron aun a este país y si lo hicieron no se hacen notar, ni en la cultura, ni en el estilo de vida, ni en la conducta de las personas ni en la civilización original que es agrícola.

Desde tiempos pretéritos y hasta la actualidad la agricultura ha sido la principal fuente de sustento de la población etíope. Los métodos de producción ancestrales se preservan con gran apego manteniendo así un carácter bíblico. En muchos sitios puede verse gente arando, sembrando, trillando o aventado la cosecha para limpiar así el grano. No es necesario alejarse para ver personas labrando la tierra con sus propias manos o ayudadas por un buey, y de esa manera se genera un ambiente arcaico a lo largo y ancho del país.

Quien desee aprender las treinta y nueve labores que prohíbe la Torá realizar en Shabat puede hacerlo sin ayuda de ilustraciones o videos, sencillamente debe venir a Etiopía. Allí encontrará a cada paso alguna de estas labores en realización tal como se llevaban a cabo en tiempos bíblicos o talmúdicos. En cada rincón es dable ver la realización de alguna labor como por ejemplo el hilado de la lana, el tejido en el telar,  conservando todas fielmente su pasado bíblico.

Empero, no solamente el paisaje es tanto bíblico como primigenio, sino que también la religión allí imperante, el cristianismo. El cristianismo en Etiopía se remonta al siglo cuarto de la era común. Esta forma de cristianismo es muy antigua y exhibe influencia judía. El cristianismo ortodoxo etíope todavía cuida parcialmente el Shabat, circuncida a sus hijos, come vegetariano durante parte de la semana. Es interesante notar la semejanza existente entre los nombres de los días de la semana etíopes con los hebreos. El domingo en amharit se dice ud (uno, o se adía primero como en hebreo), el lunes es denominado “senio” (segundo), el martes “maksanior” (tercero), el miércoles es llamado “rov” (cuarto), el jueves jamush (quinto), el viernes “arav” similar al hebreo “erev” que significa “víspera” (del sábado) y el Shabat es llamado “kuma” (día primigenio) o “sanbat”.

Para entender mejor la cultura etíope es importante recordar una cuestión muy delicada, el pueblo etíope no se ve a si mismo como africano ni como nación de esclavos de piel negra. Si bien Etiopía se encuentra en el continente africano, pero se respiran en ella simultáneamente aromas de oriente y occidente. Desde un punto de vista bíblico el pueblo etíope se diferencia de las demás etnias africanas que son identificadas como descendientes de Jam y Canaán hijo de Noé sobre quien está dicho: “maldito Canaán esclavo de esclavos será para sus hermanos” (Génesis 9:25). El pueblo etíope se identifica como descendiente de Sem hijo de Noé, o sea, de origen semita. Esta percepción tiene también su origen en la leyenda que se transformó en ethos nacional que adjudica el origen de la nación al príncipe Menelik, hijo de la Reina de Saba y el Rey Salomón y de los emisarios que envió el Rey Salomón desde la tierra de Israel hasta Etiopía, los cuales también eran descendientes de Sem y no de Jam.

Viajando entre las aldeas en las que habitaban los judíos hasta que emigraron a Israel llegué hasta la localidad de Ambobar. Estas aldeas están hoy vacías de judíos y muchas de estas alojan en la actualidad población etíope gentil que preservó tanto las sinagogas como los cementerios tradicionales. Generalmente las aldeas judías en Etiopía se construían a la orilla de un rio ya que sus habitantes cuidaban celosamente las reglas de pureza e impureza por lo que solían sumergirse ritualmente con frecuencia.

En la ladea de Ambobar entré a la antigua sinagoga judío de Beita Israel. Se trata de un edificio pequeño y sencillo construido de adobe con techo de quincho. La puerta de entrada estaba cerrada por lo que fue necesario empujarla con fuerza ya que con el tiempo la puerta se fue pegando a su marco. Al entrar, un universo completo se presentó ante mis ojos: la sinagoga se encontraba vacía tanto de personas como de mobiliario, pero estaba repleto de voces de plegarias y añejos anhelos de sus judíos, las oraciones y los cánticos de Beita Israel se encontraban aun presentes, tal como escribiera el Rabino Dov HaLevi Soloveitchik en su artículo “El secreto de una sinagoga”:

“La congregación de Israel (“Kneset Israel”)… no es solamente un cúmulo de personas… existe la congregación de Israel manifiesta que está compuesta por nuestros contemporáneos, o sea, unos trece millones de personas y está la congregación oculta de Israel que incluye a cada judío que haya vivido alguna vez y no solamente los de nuestra actual generación. Esta congregación atemporal incluye a todos aquellos cuyos nombres fueron eternizados y cuya memoria perdurará por siempre. La sinagoga incluye a toda la congregación de Israel en su totalidad… y de este misterio tremendo se deriva su santidad”

Empero, por encima de todo, la gran experiencia fue el encuentro con los judíos etíopes que aun quedan en ese país junto a su rabino Menajem Waldman Shelit”a. Estos judíos preservaron su tradición bíblica con gran entrega y sacrificio viviendo según la Torá en una tierra extraña que no los recibía de buena gana. Sión y Jerusalém estuvieron y están aun en sus corazones y en sus plegarias. En Gondar vi un niño al cual le pregunté si ya había estado en Jerusalém a lo que me respondió que sí, le pregunté cómo y cuándo, y me dijo: en un sueño.

Una leyenda de los judíos etíopes cuenta que en los meses del invierno de la tierra de Israel que son los de la primavera en Etiopía, los pájaros, y especialmente las cigüeñas migraban hacia esta y cuando los judíos las veían les preguntaban: ¿qué tal está Sión? ¿cómo está Jerusalém?

Hasta el día de hoy los judíos etíopes recitan antiquísimas plegarias dedicadas a Jerusalém: “A ti Jerusalém, a quien recuerde a Jerusalém, todo el pueblo es Jerusalém, servid a Jerusalém, tu muro Jerusalém, Jerusalém fue bendecida”.

En la comunidad de Adís Abeba tanto los ancianos como los jóvenes acostumbran a culminar sus rezos no entonando la canción “Yo creo con fe absoluta en el arribo del Mashíaj” sino “Apiádate con tu misericordia de tu pueblo, oh Dios, de Sión recinto de tu gloria…”. Me es difícil de describir la emoción que me embargó cuando escuché a los remanentes de la comunidad judía de Etiopía rezar por el bienestar de sus hermanos que ya viven en la tierra de Israel y en Jerusalém. Quiera Dios que en mérito de estas plegarias se cumplan pronto las palabras del profeta Isaías: “Entonces acontecerá en aquel día que Dios habrá de recobrar de nuevo con su mano, por segunda vez, el remanente de su pueblo que haya quedado en Asiria, de Egipto, de Patros, de Cush (Etiopía), de Elam, de Sinar, de Hamat y de las islas del mar. Y levantará un estandarte a las naciones y juntará a los desterrados de Israel y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Isaías 11:11-12).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Brith Milah de adultos

Quisiera compartir con ustedes una anécdota que resultó ser para mí una experiencia formativa. Poco tiempo después de asumir el Rabinato en la ciudad de Turín me enteré de que hay dos personas mayores de la comunidad que no están circuncidadas. Uno de ellos de unos cincuenta años y el segundo de cuarenta. El primero, al que llamaremos Marco, era hijo de una sobreviviente del holocausto que logró salir con vida del campo de concentración. En virtud del trauma que experimentó por la persecución durante la guerra temió transmitirle la judeidad a su hijo. Tras casarse con un gentil, tuvo un hijo al cual decidió criarlo como no judío, para evitar que le ocurra lo que le sucedió a ella. Por esa razón, tuvo el cuidado de no circuncidarlo para que carezca de cualquier señal exterior que pueda marcarlo ante la sociedad como judío. Si bien esta madre le contó a su hijo respecto de su familia judía y lo que ella pasó durante el holocausto, estaba segura de que él escogería para sí otro tipo de vida, sin judaísmo, sin judíos, sin circuncisión ni identidad judía.

Sin embargo, conforme fue creciendo Marco entendió que tenía raíces judías, que su madre era judía y también él lo era, entendió que su madre tuvo el “privilegio” de pasar el campo de concentración en virtud de su judeidad y por ello decidió retornar a su familia original y a la fe de sus ancestros.

La segunda persona que no estaba circuncidada la habremos de llamar Eduardo. A la edad de cuarenta decidió circuncidarse. Su abuelo fue un judío religioso, matarife, cantor litúrgico en la sinagoga, hombre generoso que era querido por los miembros de la comunidad y la gente en general, mas sus hijas desposaron hombres no judíos y no circuncidaron a sus hijos. La imagen del abuelo, querido y admirado en su comunidad acompañó a Eduardo a lo largo de los años. Siempre vio en él un ejemplo de conducta y en un determinado momento entendió que para parecérsele debía, entre otras, circuncidarse tal como su abuelo habría deseado que lo haga y tal como le hubiera pedido.

Marco y Eduardo se dirigieron a mí y me pidieron que los circuncide. En la edad adulta la circuncisión es un deber personal de quien precisa pasar la intervención, empero es responsabilidad del Rabino y del Tribunal Rabínico local que se cumplan las condiciones necesarias que posibiliten el cumplimiento del precepto (Shulján Aruj Ioré Deá 261). La circuncisión de un adulto suele tener mayores requerimientos médicos que la de un bebé, por lo general se lleva a cabo en un quirófano y es un procedimiento de tipo ambulatorio. En Italia me pidieron miles de Euros para realizar en esta intervención en un quirófano, suma que no estaba al alcance ni de Marco ni de Eduardo. En virtud de ello, decidí invitar de Israel a un mohel amigo mío, hombre de gran experiencia que circuncidó a cientos de hombres y niños, que además está imbuido de una gran entrega y abnegación por el prójimo y realizó estas intervenciones en todo tipo de lugares en todo momento.

El hospital siguió demandando más papeles y exigió que también esté presente un urólogo durante la intervención. Le pedí a un urólogo judío que esté presente durante la circuncisión y este accedió a participar, así como también a enviar al hospital su certificación profesional. Dos días antes del arribo del mohel a Turín me llamaron del hospital para decirme que se negaban a permitirnos el uso del quirófano. Hasta el día de hoy no sé si esto obedeció a razones de tipo médico, legal o religioso, pero me encontré en una situación en la cual no podía circuncidar ni a Marco ni a Eduardo y sobre todo temía decepcionar a estos extraordinarios hombres que querían abandonar su prepucio e incorporarse de cuerpo entero al pueblo de Israel. A último momento me dirigí a diferentes hospitales de la ciudad y pedí rentar un quirófano pagando el precio completo pero mi solicitud fue por todos denegada.

El mohel llegó a Turín a medianoche y todavía no tenía un sitio donde efectuar la intervención la mañana siguiente. Por supuesto que la solución más sencilla era suspender la circuncisión, pero mi corazón no me permitía hacerlo. En determinado momento me pregunté a mi mismo y también pregunté al mohel: “¿acaso Dios no desea que estos dos judíos ingresen consciente y voluntariamente al pacto de nuestro patriarca Abraham? En caso de que sí, la solución tendrá que llegar de manera inmediata e inesperada. En efecto, el viernes por la mañana, dos horas antes del momento prefijado para la circuncisión, no teníamos ni quirófano ni anestesia, por lo que le pregunté al mohel: ¿qué se puede hacer? Entonces, como por milagro, propuso que llevemos a cabo las intervenciones en una enfermería o en alguna casa particular y compremos por nuestra cuenta todos los elementos necesarios.

Me alegré al escuchar su propuesta y vi que era una puerta de salvación. Hablé con el presidente de la comunidad judía y le pedí permiso para llevar a cabo las intervenciones en la enfermería del asilo de ancianos israelita de la ciudad. El presidente me pidió que le dé tiempo para consultar con el asesor legal de la comunidad quien tras una breve conversación le dijo que esto era ilegal y sumamente riesgoso. Seguí insistiendo y pedí llevar a cabo la circuncisión en mi apartamento, mas el presidente persistió en su oposición ya que el apartamento pertenecía a la comunidad y al ser ilegal en caso de cualquier complicación la responsabilidad habrá de recaer sobre ésta.

Tras diferentes intentos nuevamente me encontré sin una solución que colme las expectativas de Marco y Eduardo. Entonces, de modo milagroso, Dios nos mandó su salvación y su bendición bajo la forma de una idea original. El mohel me dijo: “si no se puede realizar la circuncisión ni en el hospital, ni en la enfermería del asilo ni en la casa del rabino… ¡podemos hacerlo en una habitación de hotel!” Bendito aquél que dice y hace, ni bien surgió la idea ni lerdos ni perezosos nos dirigimos al hotel más cercano para alquilar una habitación con dos camas. Fuimos a la tienda de enseres médicos y compramos todo lo necesario para cumplir con el precepto como corresponde también desde el punto de vista de una esterilización adecuada, una buena sutura, anestesia suficiente, bisturí acorde y prevención o contención de sangrado. Incluso compramos túnicas blancas para conferirle al procedimiento un aspecto profesional y prolijo.

De más está decir que le explicamos la situación a los “pacientes” y les preguntamos si estaban de acuerdo con la idea propuesta. Ambos se mostraron entusiastas ante lo original de la idea. Pronto nos encontramos el mohel y yo acompañando a Marco y a Eduardo en su circuncisión en la pieza del hotel. Tuve el privilegio de ser el padrino y sostener la cabeza de los circuncidados durante el cumplimiento del precepto. A Dios gracias todo sucedió de la mejor manera y sin complicaciones. Una vez finalizada la cirugía procedimos a recitar las bendiciones correspondientes sobre sendas copas de vino y a asignarles nombres hebreos. Tanto Marco como Eduardo escogieron adoptar los nombres de sus abuelos, nombres que habrían de acompañarlos en el futuro mediante una conexión firme con el pasado familiar.

La circuncisión tuvo lugar en víspera de Shabat “Lej Lejá” y el sábado por la mañana tuvimos el privilegio de subir a Marco y a Eduardo a la Torá cuando leímos “Y cuidarán Mi pacto tú y tu simiente tras de ti por todas las generaciones” y cantarles “Siman Tov Umazal Tov”. ¿Qué llevó a Marco y a Eduardo a realizar su circuncisión? ¿Cuál es la motivación de dos personas adultas de pasar por este ritual en carne propia?

La circuncisión es de los preceptos más difundidos en el pueblo de Israel. Personas que no son observantes ni guardan las tradiciones judías ancestrales de todas maneras sienten la necesidad de circuncidar a sus hijos tanto en Israel como en la diáspora. Me parece que además de ser un precepto positivo, la circuncisión se transformó en una señal distintiva del judío y de su vínculo al pueblo de Israel, no solamente una señal exterior sino la base de su identidad y su pertenencia milenaria a la nación.

“Todo requiere de suerte, incluso el uso de un rollo de la Torá que está en el arca sagrada”, empero parecería que el secreto de la suerte del precepto de la circuncisión en el pueblo de Israel aun requiere de una explicación. Es difícil de entender qué es lo que lleva a este precepto a ser tan popular y a pesar de resultar de difícil cumplimiento ser diligentemente observado por diferentes tipos de público, tanto por judíos religiosos como por no religiosos y hasta por aquellos que están en franco proceso de asimilación.

El precepto de la circuncisión se ha transformado en un símbolo de identidad judía y pertenencia al pueblo de Israel. Tanto en el pasado como en el presente se puede pertenecer al pueblo de Israel mediante nacimiento o mediante elección. El origen judío, la familia judía y la madre judía transforman al individuo en parte del colectivo judío sin que medie voluntad o elección alguna. Según esto, una persona que nació de una madre judía y no fue circuncidada es judía para todo menester, es parte de la nación y está preceptuada de cumplir todas las leyes de la Torá sin excepción.

Un cohen que no fue circuncidado tiene permitido bendecir a la comunidad con la bendición sacerdotal de lo cual aprendemos que es parte integral de la familia, aunque no sea incircunciso (Maguén Abraham Oraj Jaím 128:54, incluso aunque esté incircunciso de exprofeso). Sin embargo, hay otra manera de pertenecer al pueblo de Israel y es mediante la elección, o sea, mediante la conversión al judaísmo. La conversión implica la incorporación al pueblo de Israel mediante un nuevo nacimiento de la persona (“Un prosélito se asemeja a un recién nacido” Tratado de Ievamot 62(A)), mas este nacimiento es alcanzado mediante la elección, la consciencia y el deseo de ser parte de la generalidad de la nación israelita, de su historia, su vida nacional y espiritual. El primer modo de ser judío no requiere ni consciencia ni identidad, el segundo implica no pocos esfuerzos y más que todo una gran consciencia a los procesos de conformación de una identidad judía y la incorporación a su colectivo. Nacer de una madre judía implica una incorporación étnica al pueblo judío mientras que la conversión implica una transformación espiritual y de identidad. Nacer de una madre judía es un acto involuntario e impuesto mientras que la circuncisión implica la elección consciente de ser judío.

La circuncisión es mucho más que el retiro del prepucio, es el establecimiento de un pacto, es una acción positiva es volver al pacto original de nuestro patriarca Abraham quien adoptó la fe judía mediante un acto electivo y voluntario.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

“Pikuaj Nefesh” Espiritual

Enfrentamos una situación en la cual el pueblo judío decrece demográficamente. Este es el estado de cosas predominante en la gran mayoría de las comunidades de la diáspora, pocas son las que no padecen los embates de los matrimonios mixtos.

Somos testigos de un proceso de declive demográfico del pueblo judío, el fortalecimiento espiritual, así como también el retorno a las fuentes   de algunos sectores del pueblo judío no alcanzan para compensar el número de los que se pierden. Nuestra nación adolece de índices galopantes de asimilación, se trata de un proceso potente y veloz que literalmente cobra “vidas judías”, al punto de que a cada minuto que pasa perdemos algún judío en el mundo.

El Rabino Soloveitchik, en uno de sus artículos explica las diferencias existentes entre distintas comunidades de la dispersión judía: “nos queda claro que en la actualidad debemos lidiar con el desafío que representan los ‘relegados del pueblo de Israel’…miles de judíos en todo el mundo se encuentran en estado de “relegación”, separados y desconectados de la generalidad del pueblo de Israel y los centros de la Torá…no me refiero a judíos que viven geográficamente apartados sino que a aquellos que por diferentes razones están asimilados, alienados y distantes tanto del judaísmo como de los judíos. También sobre estos aplica la profecía que reza: ‘si tus dispersos estarán en el extremo de los cielos, también de allí los habré de reunir’, estos judíos son nuestra principal preocupación”.

Nuestro verdadero desafío es ocuparnos en acercar a aquellos judíos que se han distanciado tanto de la Torá como del pueblo de Israel. Los judíos apartados se sienten lejos de la Torá, del judaísmo y no siempre se sienten hermanos nuestros en su percepción de pertenencia al pueblo de Israel y el colectivo judío.

En esta época de la historia en la cual nuestro pueblo se ocupa de la salvaguarda de la vida de sus miembros, preservar el vínculo de cada uno de nosotros con su identidad, su nación y su tradición es la forma más segura de garantizar la existencia judía de cada uno de nosotros. Empero, me parece que a los efectos de concientizar a la opinión pública respecto de la situación del judaísmo actual es menester definir la vida judía tanto individual como colectiva como bajo amenaza o peligro de supervivencia, situación de “pikuaj nefesh”, “peligro”, no material o físico sino espiritual.

“Pikuaj nefesh” o peligro mortal es un concepto halájico basado en la preeminencia del valor de la vida y que procura mantenerla a salvo aunque esto implique tener que transgredir Shabat u otros preceptos de la Torá. El valor de la vida no se refiere únicamente al aspecto físico, sino que también está vinculado al aspecto espiritual. La vida como tal es una combinación de elementos tanto físicos como espirituales y por ello ambos dos participan de la misma definición de lo que ésta es. La vida no es solamente una cuestión bilógica, genética y metabólica sino un concepto que incluye también pensamientos, sentimientos, creencias e identidad. Asegurar tanto la vida corporal como la espiritual de una nación, así como la de un individuo es indispensable para salvaguardar su existencia y su futuro.

La pregunta que se presenta ante nosotros es ¿qué se puede hacer a los efectos de preservar la vida judía de una persona? ¿Justifica quebrar las prohibiciones del Shabat? ¿Se puede invitar personas a una clase o una comida de Shabat con la intención de reforzar su identidad judía sabiendo que habrán de asistir mediante el uso del automóvil? ¿Qué tiene permitido hacer tanto un rabino como cualquier judío a los efectos de acercar a un hermano a la tradición ancestral? Estas preguntas no son para nada virtuales sino dilemas muy reales que rabinos y comunidades de la diáspora enfrentan permanentemente día a día y hora tras hora. Estas preguntas son relevantes en un mundo en el cual los judíos se van asimilando y alejando no sólo del cumplimiento de los preceptos sino también de su identidad judía más básica.

El Rabino Shaúl Israeli, de bendita memoria, tuvo a bien innovar el concepto de salvaguarda espiritual o “pikuaj nefesh rujaní” respecto de la supervivencia del pueblo de Israel:

“Debemos discernir si existe o no el concepto de salvaguardar la vida desde un punto de vista espiritual, esto es, cuando existe el riesgo de que un judío que va por malos caminos puediendo trasgredir preceptos tanto sencillos como graves y tenemos la posibilidad de salvarlo: en un caso así ¿también podremos decir que nada es más importante que la salvaguarda de la vida y por lo tanto podremos profanar el Shabat para salvarle?…Cuando se trata cabalmente de la salvaguarda de la vida espiritual debe considerarse el caso como perteneciente a la categoría general de “pikuaj nefesh” o salvaguarda de la vida que se sobrepone a cualquier otra norma y entonces resulta preceptivo salvarlo por todos los medios que se encuentren a nuestra disposición” (Tjumín II pág. 27). Asimismo, en otro artículo el Rabino Israeli trata el tema de la inmigración de los judíos de la ex Unión Soviética a Israel en Shabat y dictamina que se puede quebrar el Shabat para traerlos pues así se los salva de la asimilación completa, entrando esta acción entra en la categoría de salvaguarda de la vida espiritual (Javot Biniamín I 14).

Los argumentos esgrimidos por la halajá a los efectos de justificar el quebrantamiento del Shabat en aras de salvaguardar la vida física se basan fundamentalmente en dos criterios que son igualmente válidos para el caso de la salvaguarda de la vida espiritual. El primero es ” cuidaréis mis leyes, y mis sentencias las cuales hará el hombre y vivirá en ellas, y no morirá en ellas” (Tratado de Yomá 85(A)). De esto se desprende que la vida es el valor principal. El segundo argumento considera que es mejor profanar un Shabat para salvar así la vida de la persona de modo tal que pueda cumplir muchos más Shabatot en el futuro. Estos criterios se refieren no solamente al aspecto físico, sino que también al espiritual y al de la identidad del pueblo de Israel.

También Maimónides era consciente de la necesidad de tomar a veces decisiones antinómicas en aras de preservar el cumplimiento general de la norma:

“Si resulta necesario dejar temporariamente sin efecto un precepto positivo o restrictivo a los efectos de devolver a muchos a la senda del cumplimiento o salvarlos de otras trasgresiones se procede conforme requiera la circunstancia. Así como el médico amputa a veces una mano o una pierna para salvar la vida del paciente completo de igual manera el tribunal rabínico puede dictar en un momento determinado que se trasgreda temporariamente una norma a los efectos de que se preserve la comunidad, tal como dijeron nuestros sabios: “profana por él un Shabat para que luego pueda cumplir con muchos más” (Mishné Torá Mamrim II halajá 4).

Entre los eruditos de la halajá se ha debatido el tema de la posibilidad de permitir que se profane un Shabat a los efectos de salvaguardar espiritualmente a alguien en el contexto de evitar conversiones forzadas a otras religiones. Por ejemplo, el autor del Shulján Aruj dictamino que “si a una persona se la saca de su casa en Shabat para que deje de ser judía es preceptivo ir tras ella e intentar salvarla, y para ello está permitido andar más allá de los límites permitidos en Shabat, y en caso de negarse a hacerlo el tribunal rabínico puede forzarle” (Shulján Aruj 306:14).

El autor de la responsa Najalt Shiv´á el Rabino Shmuel HaLevi (siglo 17) fue consultado respecto de cómo debe actuar un padre si escucha que su hijo salió para convertirse al islam, ¿tendrá permitido profanar el Shabat para devolverlo a su hijo al judaísmo? Nuevamente estamos ante un caso de salvaguarda de la vida espiritual. El rabino respondió que considera que se puede profanar el Shabat en aras de devolverlo, aunque el hijo en cuestión haya actuado así por propia voluntad:

“Considero que se puede profanar el Shabat en caso de duda, tal como se lo hace con un enfermo, empleando el criterio de que es mejor que se profane un Shabat y que él no profane muchos otros, y cuanto más diligentemente se pueda actuar mejor, y quien se detiene a hacer preguntas derrama sangre, incluso muchos tienen permitido profanar el Shabat para salvar a una persona enferma para que pueda cumplir muchos Shabatot más. Si bien no se le dice a una persona que trasgreda para beneficiar a su prójimo… y no cabe decir que en caso de muerte física se aplique un criterio diferente… por lo que si se profana por peligro de muerte corporal ante el riesgo de muerte espiritual mucho más aun (Najalat Shiv´á 83).

Según la opinión de este erudito se puede profanar el Shabat a priori si se trata de devolver a un judío a su religión o para detener un proceso de alejamiento de su pueblo. Tal como se permite profanar el Shabat para salvaguardar la vida de un enfermo se permite también hacerlo en caso de salvaguarda de la vida espiritual, como por ejemplo evitar una conversión a otra religión. Especialmente en un caso como este en el que la persona deja de pertenecer a la comunidad judía y ya no habrá de observar ni Shabatot ni precepto alguno y no cabe duda de que en un caso así se debe hacer todo lo necesario con tal de salvarlo.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Esmirna: 12 sinagogas y nadie quien las ocupe

Quien deambula por las callejuelas del mercado de Esmirna-Turquía, se encuentra con un triste escenario. Doce sinagogas, que representaban el pasado esplendor de la judería local se encuentran desiertas, vacías casi por completo de personas y en algunos casos también de su mobiliario. Tal como reza la letra de la canción: “no es agradable ver un jardín de infantes vacío”, podemos agregar que tampoco es “agradable ver una sinagoga vacía”. También el encargado de una de las sinagogas que era mi guía en este paseo, entre sinagoga y sinagoga se lamentaba por lo que hubo y ya no hay, e incluso condimentó sus suspiros con expresiones en ladino, su idioma por generaciones.

El número de sinagogas que se encuentran una al lado de la otra en la ciudad vieja de Esmirna, en el barrio Camaralty (bajo los arcos) nos enseña que la comunidad que aquí habitaba era muy diversa y estaba compuesta de diferentes públicos. Cada sinagoga pertenecía a otra diferente comunidad o a una diferente ola migratoria. Cada sinagoga cuenta con un diseño, una tradición de rezo y un estilo propio. Doce diferentes sinagogas, doce como las tribus de Israel, conjuntamente conforman un colorido y original mosaico histórico de la comunidad de Esmirna a lo largo de las generaciones.

La comunidad judía de Esmirna se encuentra sobre la costa turca del mar Egeo y esta ciudad que es hoy la capital de la región de Aydeen, fue una de las más grandes y florecientes de todo el imperio otomano. Aquí los judíos disfrutaron de libertad religiosa y contaron con un sistema educativo propio, así como también de un tribunal rabínico comunitario. La comunidad de Esmirna servía como ejemplo para muchas de las comunidades judías de oriente. El Rabino Jaim Palagi (1788-1869) una de las figuras más importantes de la ciudad, escribe lo siguiente sobre Esmirna:

“La más esplendorosa entre todas las comunidades…toda ella es hermosa y está adornada con los ornamentos de la Torá, de los preceptos y de los actos de caridad…” (Lev Jaím, II Oraj Jaím 148).

Sin embargo, la ciudad que fue el sitio de residencia del Rabino Palagi y de Shabetai Tzví, amén de innumerables eruditos, sinagogas, yeshivot y cuyas calles estaban repletas de judíos es hoy simplemente un recuerdo del esplendor pasado.

La comunidad judía de Esmirna es muy antigua, tenemos evidencia de presencia judía en el lugar desde el inicio del cristianismo, e incluso el Nuevo Testamento confirma esta hipótesis (Revelaciones 2:8). Hay quienes sostienen que la presencia judía es aún anterior y se remonta a los días de Alejandro Magno (356-323 A.E.C.).

En la edad media la presencia judía fue reducida, pero se incrementó hacia el siglo XVI cuando llegaron a la ciudad sefaradíes expulsados de España, así como también judíos de ciudades vecinas y también los romaniotes provenientes de Yanina – Grecia, Salónica, Corfú y Rodas. A finales del siglo XIX llegaron también judíos ashkenazíes de Rusia y Polonia. En Esmirna se asentaron judíos que eran por todos llamados “Francos” y eran principalmente comerciantes de origen portugués.

El imperio otomano invitó a judíos expulsados de España y Portugal para que se asienten en sus dominios, y es así como llegaron miles de judíos a Turquía y Marruecos quienes con el correr del tiempo se transformaron en un factor preponderante de la vida económica y cultural de esos países.

La primera ola migratoria de judíos españoles hacia el imperio otomano no pasó por Esmirna durante buena parte del siglo XVI y recién en sus postrimerías, cuando la ciudad se transformó en un puerto central, las diferentes comunidades judías comenzaron a asentarse.

Con el correr del tiempo la población judía de Esmirna fue decreciendo. En 1868 vivían allí unos 40.000 judíos y para principios del siglo XX muchos habían ya emigrado hacia Grecia, Francia, Estados Unidos, Argentina y México quedando en la ciudad solamente unos 25.000. Tras el establecimiento del Estado de Israel unos 10.000 judíos hicieron aliá. Actualmente viven en Esmirna unos mil judíos y en toda Turquía unos 18.000 y la tendencia demográfica general es decreciente. Existen también comunidades muy pequeñas en Ankara, Bursa y Badena.

Si bien Esmirna es una ciudad importante dentro de la República de Turquía, que es de orientación musulmana, no vi en las calles mujeres vistiendo el velo tradicional ni percibí señal alguna de islamización. La ciudad es considerada de carácter moderno y secular y este es también el espíritu de sus habitantes. Por ello los judíos viven aquí cómodos y seguros y fue también mi sensación personal durante la visita.

Me parece que en Esmirna se aplica cabalmente el viejo chiste del judío que está solo en una isla y construye dos sinagogas. Con el correr del tiempo cada comunidad construyó su propia sinagoga adecuada a sus preferencias y de esa manera se fueron conformando divisiones religiosas, sociales y halájicas varias.

La población judía de Esmirna estaba conformada por grupos de diversos orígenes, que hablaban diferentes idiomas y detentaban diferentes costumbres. Cada ola migratoria trajo consigo las tradiciones de su país de origen. Es así que se fueron estableciendo comunidades y erigiendo sinagogas según las identidades étnicas de cada grupo. Sin embargo, más allá de la diversidad de congregaciones la gran mayoría de los judíos se asentó en el área cercana al mercado central de la ciudad. El campanario que está colgado en el portón de entrada al mercado anuncia todavía cada viernes la llegada del Shabat en recuerdo de la gran y pujante comunidad que otrora habitara la ciudad.

De las cuarenta sinagogas anteriormente existentes hoy quedan en Esmirna solamente trece, doce de las cuales están localizadas en el mercado. Varias de las sinagogas conservan aun su carácter particular e imbuyen a quien las visita en una atmósfera de rezo y sitio de reunión mientras que otras se encuentran en avanzado estado de deterioro. En los últimos años ha tenido lugar un proceso de reciclado edilicio de las sinagogas y se ha abierto un museo sobre la judería local.

Cada sinagoga posee un nombre propio, un carácter que lo define y un narrativo fundacional que lo caracteriza. En el año 1690 se fundó la sinagoga “Bikur Jolim”, la sinagoga “Shalom” (también llamada “Shabetai Tzví” o “Kahal de Abasho”) aparentemente fue establecida en el siglo XVII. La sinagoga “HaPortuguezi” fue fundada en 1710, “Majzikei Torá” en 1722, la sinagoga “Algazi” (llamada también “Kahal de Arriba”) en 1728 al igual que las sinagogas “Etz Jaím”, “Beit Hilel” y “Shaar Hashamaim”. La sinagoga “Hasiniora” rinde homenaje en su nombre a Doña Grazia Nasí, y según lo indica la tradición ella misma la mandó construir. La sinagoga Shalom fue erigida en 1800, las sinagogas “Forasteros” y “Beit Leví” son del año 1898. A comienzos del siglo XX se construyó la sinagoga “Beit Israel” sinagoga más grande e impactante de Esmirna para cuya construcción se trajeron artistas desde la mismísima Italia.

En la actualidad, tres sinagogas siguen funcionando como tales: “Shaar Hashamaim”, “Bikur Jolim” y “Beit Israel”.

Incluso los nombres de las sinagogas de Esmirna resultan especialmente inspiradores. ¿Dónde se vio en el mundo que una sinagoga reciba el nombre de “Siniora”, homenajeando así a una mujer, o sinagogas con el nombre del país de origen como en el caso de “Portugal” o el de la sinagoga “Forasteros”, o sea extranjeros?

La sinagoga portuguesa es considerada la más antigua de la ciudad. Su diseño arquitectónico refleja no solamente un estilo sino un contenido y una significación. La tarima posee la forma de la proa de un barco. Este edificio fue erigido por criptojudíos portugueses que lograron escapar de las fauces de la persecución llegando a Turquía en el siglo XVI y usaron una parte del barco que les salvó para elaborar la tarima o bimá central de la sinagoga.

Uno de los fenómenos interesantes que son dables de constatar y que tienen por objetivo reforzar la comunidad y preservar las tradiciones es que se recoge en minibús a los judíos para que completen minián en Shabat en la sinagoga “Beit Israel” y de esa forma mantenerla abierta y activa.

La sinagoga no es vista simplemente como cuatro paredes sino como una entidad significativa poseedora de vida propia. De esa forma la sinagoga pasa de ser objeto a ser sujeto. Si bien una persona religiosa al escuchar sobre esta práctica puede que le resulte sumamente llamativa, es importante recordar que muchas veces los judíos no buscan preservar la halajá o la religión sino la tradición. Rezar en la misma sinagoga que lo hicieron sus padres es parte de esa tradición, “yo continúo lo que hicieron mi padre y mi abuelo” – me dijo uno de los judíos en la sinagoga, y a veces la tradición se guarda mejor que la religión.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Bat Mitzvá Italiana

Tras la conclusión del servicio de Musaf la novia camino aferrada al brazo de su padre desde la sección femenina de la sinagoga hacia la masculina y se paró frente al arca sagrada. El arca se abrió y la joven comenzó a recitar los versículos de “Shemá Israel” y “Eshet Jail” (“Mujer Virtuosa”, último capítulo del libro de Proverbios). Tras recitar los versículos el rabino la cubrió con su talit y la bendijo con la bendición de los hijos en su versión especial para Bat Mitzvá: “Aquél que bendijo a nuestras matriarcas Sará, Rivká, Rajel y Leá que bendiga a la joven…hija de… que llegó a la mayoría de edad. Padre celestial, protégela y cuídala, líbrala de cualquier enfermedad o desgracia, que sus padres se regocijen con ella y que halle gracia ante Dios y las personas, y que se cumpla en ella el versículo “la mujer temerosa de Dios será alabada, que disfrute del fruto de su labor y que sea públicamente admirada por sus acciones. Amén, sea esta Su Voluntad“.

No se trata de una boda sino de una ceremonia de Bat Mitzvá en la sinagoga ortodoxa de Florencia-Italia, donde tuve la oportunidad de pasar el Shabat pasado. La ceremonia italiana de Bat Mitzvá es de las más singulares que he presenciado en la diáspora judía. Es rica en significación y además procura integrar a la joven en la vida comunitaria y preceptiva, reforzando así su identidad y cerrando en determinada forma la brecha existente entre las ceremonias de Bar y Bat Mitzvá. Como es sabido, la ceremonia de Bat Mitzvá no existió hasta mediados del siglo XIX y se incorporó a las comunidades judías en general y las italianas en particular en el marco del proceso de emancipación y de búsqueda de reforzamiento educativo de las jóvenes judías. Tal como escribió el Rabino Iejiel Yaakov Weinberg (1884-1966), quien fuera el decano de la escuela de formación rabínica de Berlin y autor del libro de responsa “Sridei Esh” : “La recta razón y el deber pedagógico indican que se debe celebrar también un rito de pasaje para las jóvenes que llegan a la edad de cumplir mitzvot, y la discriminación existente entre varones y mujeres a la hora de celebrar su mayoría de edad afecta negativamente los sentimientos de estas últimas, quienes en otros ámbitos de su vida disfrutan ya de los beneficios de la emancipación” (Sridei Esh III 93).

El testimonio más antiguo de celebración de Bat Mitzvá en Italia se remonta al año 1844 en la ciudad de Verona. El Rabino Itzjak Pardo de Padua (1784-1855) solía también celebrar ceremonias de bat mitzvá, y rapidamente esta práctica se extendió a otras localidades tales como Ancona, Boloña, Milán, Turín, Venecia y Roma. Generalmente, acostumbramos a considerar a la primera ceremonia colectiva de Bat Mitzvá a la realizada en Alemania por el Rabino Yaakov Atlinger (1798-1871, de los líderes de la ortodoxia en Alemania, autor del libro “Aruj Laner” y maestro del Rabino Azriel Hildeshaimer) en Altuna en el año 1867. Sin embargo, aparentemente, esta ceremonia fue llevada a cabo por orden del gobierno danés que regía esa área y tenía por finalidad examinar los conocimientos de las jóvenes que cursaban estudios religiosos judíos. Otros consideran que la ceremonia de Bat Mitzvá tiene su origen en el movimiento reformista del siglo XIX bajo la influencia de las ceremonias de pasaje protestantes. De todas formas, parecería ser que las comunidades judías italianas se anticiparon a las demás en la celebración del Bat Mitzvá, tanto en tiempo como en forma.

La ceremonia original que se celebró en Italia fue colectiva. Unos meses antes de cumplir los doce años, las jóvenes judías italianas comenzaban a estudiar Torá y halajá con el rabino comunitario. En Shavuot o en el primer día posterior a la celebración se reunían las jóvenes en la sinagoga comunitaria vestidas de blanco y con coronas de flores sobre sus cabezas. Marchaban en fila e ingresaban a la sinagoga al son del coro hasta que se formaban frente al arca sagrada abierta. El rabino de la comunidad las examinaba en sus conocimientos judaicos y éstas debían sacar a relucir lo estudiado, amén de recitar. versículos y plegarias en hebreo para de esa forma demostrar su madurez y su compromiso con el judaísmo. Al concluir la ceremonia el rabino bendecía a las jóvenes con la “bendición de las hijas”. Hace cuestión de treinta años en Italia la ceremonia colectiva cedió el paso a la individual. Esto obedeció por una parte al descenso en el número de las jóvenes y por la otra en virtud de críticas que se le formularon a la ceremonia grupal.

En los años en los que fungí como rabino de la ciudad de Turín tuve oportunidad de acompañar a numerosas chicas en su ceremonia individual de Bat Mitzvá. Debo confesar que a pesar de los años que ejercí el Rabinato en diferentes sitios del mundo las ceremonias italianas me resultaron novedosas. Sin embargo, rápidamente aprendí a conocerlas y a disfrutarlas. Sin entrar en el tema de cuál debe ser el rol de la mujer en la sinagoga, el modelo italiano de ceremonia lleva a que las niñas estudien, preparen un discurso sobre temas tradicionales y refuercen así su identidad judía al llegar a la Bat Mitzvá.

Paso a describir brevemente el orden y el contenido de la ceremonia en las distintas comunidades italianas. Esta comienza con el rezo de Shajarit de Shabat. Al igual que en una Bar Mitzvá el padre, los familiares y los amigos de la homenajeada suben a la Torá y cada uno de estos adiciona una bendición especial. Por supuesto que también el padre de “la novia” pasa a la Torá y bendice. Ancianos de las comunidades de Roma y Turín me comentaron que, hasta hace unas décadas, cuando el padre de la Bat Mitzvá era llamada a la Torá su hija bajaba del “ezrat nashim” o sitio de las mujeres y le acompañaba subiendo con él y manteniéndose a su lado cuando este recitaba las bendiciones. Sin embargo, la parte central de la ceremonia de Bat Mitzvá se lleva a cabo después de concluido el servicio de Musaf. Al finalizar el rezo, tras recitarse “Aleini Leshabeaj” el rabino invita a la homenajeada a ingresar a la sinagoga. Esta no hace su ingreso discreta u ocultamente sino que todo el público se pone de pie para recibirla y tanto el cantor litúrgico como el coro entonan la canción “Baruj Habá Beshem HaShem Berajnujem Beshem HaShem” (“Bienvenido en el Nombre de Dios, sé bendito en el Nombre de Dios”). Es difícil de describir la emoción que embargan tanto a la joven como a sus padres cuando esta es invitada a ingresar al centro de la sinagoga.

La muchacha se para en el sitio desde el cual el rabino suele hablar a la comunidad y pronuncia desde allí su discurso de Bat Mitzvá que preparó por sí misma. Una vez concluido el discurso de la homenajeada es turno del rabino de hablar sobre la parashá y vincular su contenido con la alegría que se celebra. A lo largo de los años en que me desempeñé como rabino en Italia solía leer el discurso de la Bat Mitzvá y redactar el mío como respuesta al suyo y de esa forma su discurso pasaba a ser el principal y el mío el secundario.

Al finalizar los discursos el rabino y la Bat Mitzvá se acercan al arca sagrada, su padre y sus tíos son invitados a abrirla para que la joven recite versículos y plegarias que aprendió y preparó para la ocasión. Normalmente recita “Shemá Israel”, a veces lo declama y otras lo lee con la entonación tradicional de la lectura de la Torá, “Ashrei Ioshvei Beiteja” (Salmo 145) y “Eshet Jail” (Último capítulo de Proverbios) y culmina con una plegaria en italiano que suelen recitar tanto los “bnei” como las “bnot” mitzvá junto al arca sagrada y que dice lo siguiente:

Bendito seas Tu nuestro Dios rey del universo que me has prodigado todo lo bueno, me has dado vida y me trajiste a este momento en el cual acepto públicamente el cumplimiento de Tus preceptos, HaShem, HaShem, Dios misericordioso e indulgente, de gran paciencia, bondad y verdad, he aquí que hoy comienzo a avanzar hacia tu Santuario con temor reverencial para sumarme a tu heredad. Aunque solo soy una joven y carezco de palabras ante Tu solemne trascendencia… ayúdame a transitar por Tus caminos con mi corazón íntegro y mi alma deseosa para actuar con rectitud y generosidad. Dame fuerzas y tenacidad para ser de una de entre Tus siervos que a Ti se apegan, para publicitar en el mundo Tu elevado y maravilloso Nombre, entonces la tierra se colmará de Tu conocimiento y Tu morada será casa de oración para todas las naciones. Bendito seas Tu HaShem, enséñame tus estatutos” (Bendición de la Bat Mitzvá versión Turín).

Sin embargo, la ceremonia aún no concluye, en Italia se acostumbra que el rabino bendice a menudo a la comunidad, sobre todo en eventos familiares y en las fiestas judías. En Pesaj, Shavuot y Sucot se acostumbra que el rabino bendice a todos los niños con “birkat haieladim”. En la ceremonia de la Bat Mitzvá el rabino extiende su talit sobre la homenajeada (según la costumbre italiana se colocan las puntas del talit sobre la cabeza de la joven) y recita la bendición de los hijos. Esta bendición es entonada con una melodía particular que emociona profundamente a todos los presentes. Durante el recitado de esta los padres de la niña se encuentran a su lado y extienden sus manos sobre su cabeza para agregar su propia bendición a la del rabino. En ciertas comunidades se acostumbra a arrojar caramelos sobre la “novia” y cantarle “Mazal Tov”. Una vez finalizada la ceremonia el público es invitado al kidush y a un brindis en honor a la nueva adulta.

En las últimas generaciones se percibe un notorio esfuerzo por parte de las autoridades rabínicas en cuanto a establecer ceremonias y contenidos acordes con la tradición judía que permitan señalar el compromiso que las jóvenes judías asumen de cumplir con los preceptos del judaísmo. En el modelo italiano vemos un interesante intento de incorporar a la joven a la vida sinagogal y comunitaria al tiempo que procura equiparar las ceremonias de los varones y de las mujeres. En mi opinión este tipo de ceremonia no se originó en ninguna corriente feminista revolucionaria ni por influencia del movimiento reformista que nunca tuvo presencia en Italia sino en virtud de una necesidad real de reforzar la identidad y la educación judía de las jóvenes italianas.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Mauricio: el jardín del Edén, cárcel para inmigrantes judíos ilegales y una pequeña comunidad

Hay quienes se preguntan: ¿Dónde está el Jardín del Edén? ¿En el cielo o en la tierra? ¿Se trata de un sitio utópico o real? A estas interrogantes el escritor norteamericano Mark Twain respondió: “En el principio Dios creó a Mauricio y luego creó también  el Edén”, lo cual nos indica que en su opinión el paraíso fue creado según el modelo de esta isla… y efectivamente, quien la visita logra entender muy bien estas palabras y sentirse en una especie de paraíso terrenal.

Tras volar dos horas a Estambul y luego otras doce hasta Mauricio llegué a mi destino que está situado en el océano índico. Uno de mis aeropuertos favoritos es el de Estambul, amén del café turco que se puede degustar, allí se puede ver una conexión increíble entre oriente y occidente, personas con indumentarias, pigmentación y religiones diferentes que conforman una especie de microcosmos del mundo.

Mauricio es una isla tropical y alejada en el océano índico, situada a 800 kilómetros de Madagascar y a 2000  de las costas sudafricanas. Viven allí en gran armonía un millón y medio de habitantes, la totalidad de los cuales, de hecho son inmigrantes hindúes, musulmanes, africanos y europeos pertenecientes a diferentes denominaciones religiosas. La sinergia entre el estilo de vida occidental, el africano y el oriental está sumamente presente y es muy tangible en esta isla. Mauricio es una mezcla sutil de culturas, costumbres y tradiciones hindúes, chinas, africanas, francesas y británicas.

El lado judío de la isla: la inmigración ilegal a la tierra de Israel

A lo largo de la historia nunca hubo en Mauricio una comunidad judía activa, sin embargo, judíos llegaron  a esta isla por causas de fuerza mayor. Una de las historias interesantes del proceso que condujo a la constitución del estado de Israel y que conecta a Mauricio con nuestra tierra prometida es la expulsión en dirección a la isla de miles de inmigrantes judíos que llegaron a las costas de la tierra de Israel de manera ilegal, por lo que, forzados por las circunstancias desarrollaron en la isla una rica vida judía.

El inicio del arribo de judíos a Mauricio se origina en el puerto rumano de Tulcea en el año 1940. Allí subieron a bordo unos 3.600 judíos provenientes de Alemania, Austria y Checoslovaquia que huyeron del gobierno nazi navegando por el Danubio hasta el Mar Negro en tres barcos para continuar desde allí hacia las costas de la tierra de Israel. Empero cuando las tres naves, Milos, Pacific y Atlantic arribaron a la Bahía de Haifa los británicos los expulsaron en el marco de su lucha contra la inmigración judía ilegal y a los efectos de disuadir a posibles futuros intentos inmigratorios. Tras estos intentos fallidos las autoridades de la Haganá decidieron evitar que el barco “Patria” abandone el puerto de Haifa para lo cual colocaron una mina junto al casco de la embarcación y la activaron el 25 de noviembre de 1940 pero desafortunadamente generaron un daño mayor del planificado. La nave se hundió y 267 personas resultaron ahogadas (216 de las víctimas eran judíos y la mayor parte del  resto  soldados británicos). Finalmente, los sobrevivientes del “Patria” fueron autorizados a quedarse en la Tierra de Israel y se descontaron de la cuota de inmigración judía autorizada, pero los 1580 pasajeros del “Atlantic” fueron deportados a la isla Mauricio en el océano índico que estaba también bajo gobierno británico. El objetivo era alejar a los inmigrantes judíos ilegales y encerrarlos en prisiones hasta que concluya la guerra.

Unos 1580 exiliados, 849 hombres, 635 mujeres y 96 niños fueron alojados en un campamento junto a la ciudad de Beau Bassin. Al llegar a la isla los judíos se sorprendieron de la belleza de los paisajes, de los bosques, las playas y los volcanes. Sin embargo, no se quedaron en la costa sino que fueron llevados a un campamento en el lado occidental de la isla que es una zona de pantanos y de malaria. Al principio padecieron las condiciones del campamento y de enfermedades tales como el tifus amén del estrés del pasaje del clima europeo al tropical. Sin embargo, rápidamente se acostumbraron a las condiciones de su nuevo hábitat y formaron una comunidad judía activa y dinámica. Los hombres fueron separados de las mujeres mediante un alto muro. Más adelante se le permitió a las parejas casadas reunirse de modo tal que nacieron unos sesenta bebés judíos sobre suelo isleño. El único judío que casualmente residía en la isla cuando llegaron los deportados era Isia Berguer. Proveniente de Lituania, llegó a la isla en 1937 y se casó con una lugareña. Berguer intercedió en favor de los refugiados y fue el único enlace entre los judíos de Mauricio y el Consejo de Representantes de las Comunidades Sudafricanas.

Es difícil de describir la intensidad de la vida social, religiosa y educativa que se desarrolló en el campamento de refugiados a pesar de lo difícil de las condiciones físicas. Los deportados instalaron talleres, celebraron el Shabat y las fiestas, mantuvieron una sinagoga con rezos diarios, Talmud Torá para los niños y movimiento juvenil para los muchachos, se dictaron conferencias y se imprimió un periódico. La agenda cultural del campamento incluyó teatro y ópera judíos.

Al finalizar la guerra se le permitió escoger a los prisioneros entre regresar a sus países de origen o inmigrar a la Tierra de Israel. La mayor parte de los sobrevivientes del holocausto detenidos prefirieron ir a la tierra prometida tal que el 11 de agosto de 1945 1310 de las personas que habitaron el campamento abandonaron la isla salvo 127 que no sobrevivieron al período de reclusión.

Cementerio

La visita al pequeño cementerio de Mauricio fue muy emotiva. Allí están enterrados 127 hombres y mujeres de entre los deportados que fallecieron en la isla. En mis diferentes viajes por el mundo judío una de las reglas que me sirven de  guía es la siguiente: “si quieres conocer una comunidad judía en el pasado y el presente ve al cementerio”. Allí generalmente están enterrados los secretos comunitarios, las historias sobre las personas individuales que  conforman el panorama general de la congregación. Al visitar el cementerio, a pesar de los paisajes bonitos y el silencio imperante pude escuchar las voces de los inmigrantes ilegales, su deseo de arribar a la Tierra de Israel y el orgullo judío que mantuvieron durante los años de su exilio en Mauricio. Junto al cementerio hay un pequeño museo que describe la historia de los deportados y su vida en el campamento.

Comunidad judía

La mayoría de las personas desconocen la historia de los judíos en Mauricio y entre mis amigos hubo quienes sospecharon que mi viaje era de carácter puramente turístico sin conexión alguna con temas judaicos.

Actualmente en Mauricio reside una comunidad judía joven y diminuta que cuenta con menos de cien miembros en medio de una población general de millón y medio de habitantes. La comunidad fue fundada en el año 2005. Puede decirse que los judíos carecen de raíces en la isla pues estos no descienden de los deportados de la segunda guerra mundial, sin embargo, esto no significa que no tengan aquí futuro.

Los judíos de Mauricio provienen de Australia, Inglaterra, Estados Unidos e Israel. Esto nos enseña que el fenómeno de la migración judía no es algo del pasado sino que continúa en el presente. También hoy día somos testigos del movimiento de judíos de país en país y a veces también de continente en continente por efecto de las condiciones del entorno y necesidades diversas.

Las comunidades pequeñas en el mundo

Si bien el Rabino Soloveitchik escribió que incluso “dos judíos aislados pueden conforman una comunidad” a final de cuentas es muy difícil mantener una sin una masa crítica mínima.

En el mundo judío existen miles de comunidades las cuales se clasifican entre muy grandes (más de 200.000 judíos), grandes (hasta 100.000), medianas (hasta 50.000), pequeñas (hasta 2.000), muy pequeñas (hasta 1.000) y diminutas con menos de 200 miembros. Los desafíos a los que se enfrenta una comunidad diminuta son sin duda distintos que los que se presentan ante una grande. Es imposible ignorar que los datos demográficos influyen sobre la condición social, espiritual y educativa de la comunidad pues es necesario un quórum mínimo para poder llevar a cabo servicios religiosos, mantener un jardín de infantes judío, una escuela, actividades comunitarias y por supuesto participar del presupuesto comunitario. La comunidad de Mauricio pertenece a la lista de comunidades diminutas de hasta cien miembros como lo son por ejemplo Jamaica, Zimbabue, Módena, Palma de Mallorca, Namibia, Alaska y Surinam. Estas comunidades luchan por mantener la vida judía mediante ingentes esfuerzos y a pesar de su reducido número.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judío es el hijo de una madre judía: Motivos y razones

Es comúnmente conocido por todos que un judío es el hijo de una madre judía. Este principio halájico es sabido casi que por cualquier judío y es común tanto a la Torá como a la ley del retorno original que promulgara el Estado de Israel en 1950, la cual establece que una persona es considerada judía a los efectos de la aliá y la obtención de la ciudadanía en el Estado de Israel “si ha nacido de una madre judía o se ha convertido al judaísmo  y no profesa otra religión”. Según esta idea la pertenencia al pueblo judío se establece al nacer, de lo cual se desprende que la respuesta a la pregunta “¿quién es judío?” depende del  origen biológico y no precisamente de las creencias o las ideas que detente la persona. Este principio es definido como “el enigma de la identidad judía” y despierta una serie de preguntas respecto de nuestra  existencia que llevaron al Rabino Weinberg a cuestionar: “¿Por qué la judeidad del hijo se determina según la madre? La respuesta no es clara”.

Existen dos formas de pertenecer al colectivo judío: nacer como tal o incorporarse a este mediante la conversión. La halajá establece que judío es aquel que nació de una madre judía y de ello se desprende que el judaísmo es hereditario, es una cuestión de origen. Por otra parte, la halajá también establece que se puede ser judío mediante la conversión y la elección personal  y entonces nos enseña que el judaísmo es una cuestión de creencia y estilo de vida y no algo meramente étnico.

En el mundo judío moderno existen diferentes respuestas a la pregunta “¿quién es judío?”. Estas se desprenden de diferentes enfoques ideológicos que se apoyan en apreciaciones formuladas desde los puntos de vista nacional, jurídico, ciudadano, étnico y cultural. Sin embargo, la postura de la halajá es que un judío es quien nació de una madre judía o se convirtió al judaísmo según la norma tradicional.

En otras religiones no es dable encontrar que la línea materna defina la identidad del niño. La pertenencia religiosa y clánica se establece de acuerdo al padre y en los pueblos de oriente la conexión a la tribu es también por línea paterna. En el cristianismo la pertenencia religiosa no es determinada de modo automático al nacer sino que es el acto del bautismo el que hace ingresar al bautizado a la grey. El Talmud en el Tratado de Ievamot (78) dice que “entre las naciones del mundo la pertenencia se determina por línea paterna”.

¿Por qué en el judaísmo la pertenencia se determina según la madre? ¿Por qué no de acuerdo a ambos padres? Y si se determina de acuerdo a uno solo de los progenitores, ¿por qué la madre y no el padre? Aparentemente, distintos pasajes tanto bíblicos como talmúdicos nos presentan al judaísmo como un credo patriarcal. Muchos de los personajes en la Biblia se refieren genealógicamente a su línea paterna, las leyes de herencia se fijan según el padre así como también la pertenencia tribal, el sacerdocio y el carácter de levita. Lo único que se fija de acuerdo a la madre es el carácter de judío (respecto de la pertenencia a la tribu por línea paterna ver Talmud Babilonio Tratado de Baba Batra 109(B)).

El origen de la norma según la cual el judaísmo se transmite por línea materna lo encontramos en el Talmud Babilonio Tratado de Kidushín (68(B)). Allí, según nuestros sabios de bendita memoria judío es aquel que nace de una madre judía sin importar en lo más mínimo la ascendencia del padre, y por otra parte, quien es hijo de padre judío y madre gentil no tendrá status de judío. En el caso de un matrimonio mixto, si la madre es judía y el padre es gentil este último no es tomado en cuenta como progenitor del niño y solo la madre lo es. Únicamente en caso de que ambos progenitores sean judíos la ascendencia del niño resultante es de acuerdo al padre en algunos temas y a la madre en otros.

El Rabino Iejiel Weinberg en su libro de responsa “Sridei Esh” (sección IV p. 376) propone algunas explicaciones posibles a la ascendencia judía por vía materna. Una es de carácter genético. Según el Rav Weinberg el niño recibe A.D.N. de ambos progenitores pero en su opinión la influencia genética materna en el niño es más importante. Es interesante señalar que investigaciones modernas indican que hay un tipo de A.D.N. materno que se denomina Mt. D.N.A. que se recibe únicamente de la madre.

Una segunda explicación que propone es de carácter educativo, y justifica la ascendencia judía según la madre en el hecho de que el niño suele recibir su formación básica directamente de esta. La tercera explicación es de carácter sociológico y apunta a que la identidad de la madre es innegable mientras que la del padre es a veces dudosa (“mater certa, pater incertus”), y por lo tanto es preferible apoyarse en la ascendencia materna para establecer la judeidad del niño. Estas tres explicaciones ponen énfasis en la influencia decisiva de la madre sobre el niño.

Una cuarta explicación se puede entender de lo escrito por el Rabino Yaakov Yehoshúa Falk (1680-1756) quien en su libro “Pnei Iehoshúa” sobre el Talmud (comentario a Kidushín 68(B)) escribe: “…cuando la Torá fue entregada se innovó la halajá que prohíbe el matrimonio entre judíos y gentiles y se estableció que la judeidad del bebé se determine según la madre…” O sea, la Torá innovó que en caso de casamiento de judíos con gentiles no hay “kidushín” o “consagración matrimonial” y por lo tanto el bebé resultante no desciende del padre y no se lo considera vinculado a él. Por lo tanto es necesario respaldarse en un principio más básico según el cual “el bebé es parte misma de la madre”, esto es, se forma en el cuerpo materno y en este proceso es considerado parte de ella y por lo tanto si ella es judía el bebé también lo es y viceversa.

Muchas veces recibo reclamos de miembros de comunidades judías de la diáspora que me dicen: “no nací de madre judía, ¡pero soy más judío que cualquiera que sí nació!” En el estado de cosas imperante en el mundo judío actual, en el que muchos judíos se casan con judíos pero se asimilan culturalmente y otros se casan con gentiles pero mantienen su identidad se crea una situación por efecto de la cual hay personas con identidad judía que no son judías y otros que sí lo son pero carecen de tal identidad. Por esta razón, en casos como estos no acostumbro a emplear el vocablo “goi” para referirme al hijo de una madre no judía. Si alguien se siente judío, detenta creencias judías, lleva un estilo de vida judío pero no nació de madre judía, ciertamente que no se le puede llamar judío pero tampoco “goi” por lo que prefiero denominarlo “judío no halájico” con todo lo que ello implica y con plena consciencia de la necesidad de que esta persona pase por un proceso de conversión para incorporarse así a la generalidad del pueblo de Israel. Sin embargo “el enigma judío” sigue vigente: ¿qué habrá de preservar mejor el futuro del pueblo judío? ¿La línea biológica o la espiritual? ¿Nacer de una madre judía o adoptar la identidad judía por propia elección?

En nuestra próxima nota nos ocuparemos del status del hijo de un padre judío y una madre gentil.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Hijo de padre judío: “Zera Israel”

Una de las preguntas más recurrentes en el judaísmo diaspórico tiene que ver con el status de quienes son hijos de padre judío y madre no judía. ¿Cómo deben ser consideradas estas personas? Obviamente no son judías de acuerdo a la halajá ya que provienen de madre gentil, pero, ¿acaso el padre judío no les confiere un status especial? ¿Tiene el hijo de padre judío alguna conexión especial con su padre y con el judaísmo? ¿Corresponde circuncidar a un niño hijo de padre judío y madre gentil? ¿Corresponde incorporarlo como alumno al sistema educativo formal judío? ¿Y como socio a la comunidad judía? ¿Se lo puede honrar con la apertura del arca sagrada en la sinagoga o con el amarramiento (glilá) del rollo de la Torá? ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia quien halájicamente no es judío de acuerdo con su madre empero su identidad personal y su fe religiosa lo son según su padre? ¿Debemos acercarlo al judaísmo?

El status de quien es “Zera Israel” adquiere relevancia especialmente en una realidad como la contemporánea en la cual abundan la asimilación y los matrimonios mixtos y en virtud del deseo de los hijos de estas uniones de pertenecer al judaísmo. En otros tiempos la exogamia era un acto declarativo de alejamiento de la comunidad judía tanto en lo individual como en lo colectivo, sin embargo, en la actualidad abundan los casos de matrimonios mixtos que desean mantenerse conectados a la identidad y a la comunidad judía, así como también criar a sus hijos como tales.

Normalmente cuando se pregunta sobre el status de un hijo de madre gentil y padre judío la respuesta simple suele ser “goi” o no judío. De todas maneras, es interesante notar que en las últimas generaciones los juristas halájicos han innovado un status especial para quienes provienen de padre judío, un status intermedio que no es ni judío ni gentil, un status que le permite al individuo sentirse parte del colectivo judío, aunque halájicamente no lo sea y recibe el nombre de “Zera Israel” (simiente de Israel). En la práctica el status de “Zera Israel” recae sobre un no judío descendiente de judíos y este le adjudica una condición especial. En este sentido, el ex Gran Rabino de Israel dijo que “no se asemeja el caso de una mujer gentil hija de padre y madre gentiles al de una mujer gentil hija de padre judío, pues esta última sin duda ha recibido algún tipo de transmisión judía y por lo tanto su corazón tiene una conexión particular con el judaísmo y entonces es más fácil creer que se encuentra bajo influencia judía” (Sefer Mazkeret p.56).

Si revisamos el tema en los escritos de nuestros sabios del Talmud veremos que el hijo de un padre judío y una madre gentil no sólo que no es halajicamente judío, sino que legalmente no se lo considera vástago de su padre: “tu niño hijo de madre judía es considerado tu hijo mientras que el que nació de una gentil no es considerado tu hijo sino hijo de ella” (Tratado de Kidushín 68(B)). Esto significa que el niño en cuestión es gentil.

De todas maneras, si bien formalmente la halajá no reconoce una conexión formal entre el padre y el hijo, existe una consciencia natural que los vincula a ambos. El Rabino Uziel explica que, si bien formalmente el hijo carece de vinculación a su padre “por cuanto que es su vástago su corazón se apiada de él ya que le dio de comer en la boca” (Mishpetei Uziel VII 21).

El Rabino Tzví Hirsch Kalisher (1795-1874) que fuera miembro de la agrupación “Jibat Tzión” y uno de los precursores del sionismo fue uno de los primeros juristas en innovar el concepto de “Zera Israel” y exhortó a acercar al judaísmo a los hijos de padre judío y madre gentil. El Rabino Kalisher analiza la posibilidad de circuncidar un niño en esta condición y escribe lo siguiente: “En el caso de un niño hijo de padre judío y madre gentil, es nuestro deber abrirle una posibilidad y permitir circuncidarlo para que así cuando crezca pueda hacer la voluntad de su padre y hacer rápidamente la inmersión ritual correspondiente y si no lo circuncidamos le estaremos rechazando a dos manos de la grey de Israel y no estaremos procediendo en concomitancia en concomitancia con el versículo que reza ” y nadie quedará relegado” y es menester señalar que en un caso así es más preceptivo ayudar en la conversión que el caso de quien ambos padres son gentiles… empero es nuestra responsabilidad ayudarles y, Dios nos libre, no rechazarlos” (extraído de la responsa de Rabí Azriel Hildeshaimer I Ioré Deá 229-230).

En esta misma línea de pensamiento sobre la materia se encuentran los lineamientos del Rabino Ben Tzión Meir Jai Uziel (1880-1953) quien fuera el primer Gran Rabino Sefaradí del Estado de Israel: “A pesar de que formalmente estos niños no son considerados sus hijos, son considerados “Zera Israel por parte de padre” y es nuestro deber acercarlos al judaísmo y no apartarlos de la Torá ni del pueblo de Israel” (Responsa Piskei Uziel en cuestiones contemporáneas 61).

“De todas maneras, sin duda que debemos acercarlos en pos de sus hijos… aunque sean hijos de una madre gentil casada con un judío son “Zera Israel” y son comparables a un rebaño extraviado… y temo que si los rechazamos por completo… habremos de ser juzgados duramente por Dios y sobre nosotros se dirá el versículo que reza “a los relegados no habréis reunido y a los perdidos no buscasteis” (Ezequiel 34)” (Responsa Piskei Uziel 65).

El Rabino Uziel define a los hijos de padre judío y madre gentil como “rebaño perdido” que entran en la categoría de “y nadie quedará relegado” a pesar de que en un estricto sentido técnico no son judíos. El enfoque del Rabino Uziel a esta cuestión, plasmada en numerosas respuestas halájicas, no se limita únicamente al ámbito filosófico, sino que se desprenden del mismo aspectos sumamente prácticos e incluso activistas. En su opinión es necesario actuar en aras de integrar a estos hijos al pueblo de Israel y ampliar así el círculo de nuestra nación. El Rabino Uziel nos presenta aquí una actitud pragmática respecto de los límites de nuestro pueblo al referirse positivamente hacia quienes se encuentran firmemente identificados con en el pueblo de Israel en virtud de sus padres judíos y pueden incorporarse halájicamente al mismo y de esa forma engrosar sus filas.

El Rabino Uziel analiza el status de “Zera Israel” desde una perspectiva sumamente futurista, que piensa a largo plazo y un énfasis en lo colectivo que busca asegurar la existencia judía. De hecho, el Rabino Uziel escribió pensando no únicamente en aquellos hijos de matrimonio mixto sino en la totalidad de nuestro pueblo. Su enfoque es de carácter estratégico y busca dar contención a quienes son “Zera Israel”.

En un contexto de matrimonios mixtos esta visión procura sumar y no restar, integrar a los hijos de los matrimonios mixtos. Para esos efectos les adjudica el nombre de “Zera Israel” o “simiente de Israel” y referirse a estos de un modo respetuoso y transmitirles así que son queridos y bienvenidos y que si bien halájicamente no son judíos el denominativo Israel se aplica también para ellos.

Con todas las diferencias del caso, recientemente fui consultado por una pareja italiana en la cual el muchacho es católico y la muchacha judía y deseaban contraer matrimonio en la iglesia. Cuando expresé mi sorpresa ante el hecho de que un sacerdote católico esté dispuesto a casar a una muchacha judía que no se convirtió al cristianismo, me dijeron que el cura pide únicamente que la novia firme un documento por medio del cual se compromete a bautizar a los hijos que nazcan de este matrimonio.

De más está decir que el Rabino Uziel se oponía firmemente a los matrimonios mixtos y veía en estos un peligro para la supervivencia del pueblo judío. Sin embargo, no temió enfrentar una pregunta muy simple: ¿qué hacer con los matrimonios mixtos que surgen de facto? ¿Qué actitud adoptar hacia los hijos de estos matrimonios? ¿Considerarlos deserciones de la viña del pueblo de Israel o acercarlos a la congregación no solamente por su bien sino en beneficio de todo el pueblo judío? El Rabino Uziel optó por la segunda posibilidad.

En los escritos del Rabino Eliashiv, encontramos directivas respecto de cómo acercar a estos hijos y convertirlos al judaísmo: “Respecto de la pregunta de cómo proceder con hijos de padre judío y madre gentil que piensan que son parte de nuestro pueblo en virtud de su descendencia paterna y ahora están interesados en cursar estudios judaicos y por lo tanto surge la interrogante de si corresponde o no acercarlos a los efectos  de que pasen conversión según la halajá o rechazarlos en primera instancia como se suele hacer en el caso de un gentil… sin duda que es menester acercarlos y no alejarlos por cuanto que descienden de judíos (Recopilación “Netzaj Israel” citando al Rabino Eliashiv IV 5769 p. 362).

Por Rabino Eliahu Birnbaum