Preguntas sobre la Navidad

¿Cómo se sienten los judíos de la diáspora durante las fiestas navideñas? ¿Qué influencia tiene esta fiesta sobre la existencia judía y el riesgo de asimilación? ¿Qué tiene permitido y prohibido hacer un judío en estas fechas? ¿Acaso están definidas estas fechas del final del calendario civil como fiestas idólatras para los gentiles?

Allí, el régimen logró erradicar la celebración de la navidad y el pueblo logró preservar la atmósfera festiva canalizando sus emociones hacia una fiesta “super kosher” en cuanto a su secularidad como lo es el año nuevo civil. Esta era la única celebración no comunista a lo largo del año y por esa razón se enraizó tan profundamente en los corazones de los habitantes de la Unión Soviética durante ese período.

Los judíos que viven en la diáspora en medio de sociedades mayoritariamente cristianas no pueden pasar por alto estas celebraciones que incluyen el decorado de las calles y tiendas, música alusiva que se escucha en todos los espacios públicos, al punto que hasta los niños judíos piden a sus padres recibir regalos al igual que los demás niños del país.

Para nuestros lectores israelíes que nunca vivieron en el exterior, explicaremos a continuación una serie de conceptos relativos a estas fiestas.

La navidad es considerada por la enorme mayoría de los cristianos del mundo entero como la fecha del nacimiento de Jesús, a pesar de que esto carece de pruebas históricas fehacientes. La mayoría de las congregaciones cristianas celebran la navidad el día 25 de diciembre ya que se manejan de acuerdo con el calendario gregoriano, que fue establecido por el Papa Gregorio XIII en 1582. Sin embargo, otras congregaciones cristianas mantienen el calendario juliano -que fue establecido por Julio César en todo el Imperio Romano en el año 45 A.E.C.- celebran el nacimiento de Jesús el día 7 de enero.

La noche de navidad es llamada por los jasidim “Nitel Nacht”. Durante la nochebuena los jasídicos acostumbran a no estudiar Torá y a los efectos de llenar el tiempo de un modo apropiado se desarrollaron diferentes costumbres y actividades que van desde jugar ajedrez y cartas o la limpieza de armarios, hasta el cortado de papel higiénico para los shabatot de todo el año.

La noche del 31 de diciembre es llamada “Silvester” y es aquella en la que culmina el año civil y se inicia el nuevo según el calendario gregoriano. El nombre de “Silvester” se debe a que en esta fecha falleció el Papa Silvestre I en el siglo IV de la era común.

Además, según los cristianos el primero de enero, amén de ser el inicio del nuevo año, conmemora la circuncisión de Jesús quien según esta tradición nació el veinticinco de diciembre (ver arriba). En los Estados Unidos este día ha recibido el nombre de “The circumcision day”.

Preguntas halájicas respecto de esta época del año

En los días que van desde el 25 de diciembre hasta el 7 de enero, se despiertan en la diáspora diferentes interrogantes de tipo halájico. Por un lado, los judíos no quieren tomar parte en los festejos y en los eventos culturales asociados a estas fechas, empero, por el otro estas fechas han adquirido una significación social y ciudadana muy especial y aquellos judíos que salen a las calles por estas fechas no pueden cerrar sus ojos y dejar de ver, escuchar y hasta vivenciar la atmósfera tan particular que impera.

Muchas otras preguntas han sido formuladas respecto del uso del calendario gregoriano durante el año, por ejemplo, la celebración de un casamiento judío en la noche del 31 de diciembre y si esto genera o no apariencia de festejo de la fecha gentil. Sin embargo, creo que la pregunta más interesante es si está o no permitido comprar en las ofertas especiales que hacen los comercios previo al año nuevo. Como todos aquellos de entre ustedes que han viajado fuera de Israel en estas fechas saben, las ofertas suelen ser importantes y permiten ahorrar mucho dinero en la adquisición de productos. Sin embargo, estas ofertas se llevan a cabo en honor a la fiesta no judía que está en puertas y por ello surge la duda de si comprar implica de alguna manera participar de estas.

La Mishná en el Tratado de Avodá Zará (capítulo primero) trata el tema de si comerciar o no con gentiles en torno a la fecha de sus fiestas religiosas:

“Está prohibido comerciar con los gentiles durante los tres días anteriores a sus fiestas religiosas, tomar prestados objetos o prestárselos, tomar dinero prestado de ellos o prestárselo, cobrarles o pagarles una deuda. Rabí Iehudá dice: se les puede cobrar una deuda pues esto los entristece y entonces no alabarán a su dios. Le dijeron: si bien ahora los entristece, luego, al llegar el día de fiesta, al sentir que ya no deben dinero se alegrarán y le agradecerán a su dios”

De hecho, todo tipo de comercio con no judíos está prohibido en los días previos a sus fiestas, y Rashí lo explica de la siguiente manera: “Todo tipo de comercio con ellos está prohibido pues parece que el judío acepta de esta manera su festividad y su rito extraño”.

Sin embargo, más adelante en la historia, a Rabenu Guershom Maor Hagolá se le formuló la siguiente pregunta: ¿está permitido vender ropajes a un cura que los usará durante sus ceremonias religiosas? Su respuesta fue que “los judíos suelen comerciar con los gentiles en los día previos a sus fiestas y no habremos de prohibirles hacerlo, es mejor que trasgredan sin intención a que lo hagan premeditadamente, ya que su sustento depende de su comercio y además la mayor parte de los días de los años los gentiles tienen celebraciones y entonces el sustento judío se vería dañado si no comerciásemos con ellos en sus días festivos… por eso deja a los hijos de Israel que comercien, es mejor que incumplan sin querer a que lo hagan intencionadamente, tanto se trate de prohibiciones originadas en la Torá como en los rabinos”. (Responsa de Rabenu Guershom 21).

En su respuesta, Rabenu Guershom nos da dos criterios o explicaciones que se complementan mutuamente. Por una parte, es mejor que trasgredan inintencionalmente y por la otra su sustento depende de ese comercio. Dado que los judíos son una minoría que vive y comercia con una mayoría gentil, y dado que la mayor parte de los clientes son gentiles, dejar de comerciar con estos en sus días de fiesta implica una pérdida económica demasiado grande.

El Rabino Meiri se suma a esta opinión y dice:

“Empero en estos días nadie se cuida de abstenerse de esta prohibición, ni siquiera en el mero día de sus fiestas, ni los grandes eruditos, ni el rabino, ni el sabio, ni el alumno de sabios, ni los píos ni quienes pretenden parecerlo. Hay quienes argumentan que hoy en día por cuanto que los gentiles no realizan ofrendas idólatras comerciar con ellos en sus días de fiesta está permitido y hay quienes sostienen que esto es para evitar odios y discordias (Comentario de HaMeiri al Tratado de Avodá Zará).

Uno de los argumentos del Rabino Hameiri es que los gentiles de su época difieren de los gentiles a los que se refiere la Mishná y entran en una nueva categoría que es “naciones organizadas de acuerdo con sus normas religiosas” lo cual les excluye del rótulo de idólatras. “Por lo que veo estas reglas se refieren a los idólatras que adoran sus imágenes, empero en nuestros días está permitido…”

Una pregunta singular que devela el desafío que enfrentan las comunidades

La pregunta que me envió uno de mis alumnos que ejerce como rabino en una de las comunidades de Europa considero que da testimonio del gran desafío que las fiestas cristianas presentan a la identidad judía comunitaria:

“Tras cuatro años de trabajo en esta comunidad llegué a la conclusión que el mayor problema que enfrenta aquí la comunidad es el de la asimilación, la cual se intensifica año tras año. De cara al año nuevo civil próximo, pensé qué puedo hacer para de alguna combatir este terrible flagelo, tras una detenida reflexión decidí organizar una fiesta de año nuevo en la comunidad judía. Por supuesto que este proyecto encierra muchos problemas de tipo filosófico, técnico y hasta político. Llegué a la conclusión que cada judío que en esa noche no se encuentre en un sitio de esparcimiento gentil será para mí un éxito del pueblo judío. Por eso estamos organizando el evento con mucha ayuda de la oficina y espero que sea exitoso. El costo de este es muy elevado y el presidente de la Kehilá lo está costeando de su propio bolsillo. En el último momento decidí hablar con los muchachos para quienes está destinada la fiesta y ellos me preguntaron si va a haber o no tabique de separación entre hombres y mujeres. Yo contesté naturalmente que sí, ante lo cual me dijeron que era un gran error, que si lo hacía la mitad de los jóvenes invitados no asistirían. Mi pregunta es la siguiente: dado que el objetivo último de la fiesta es combatir la asimilación, ¿es posible no colocar el tabique divisorio y evitar así que buena parte de los invitados terminen asistiendo a sitios comparables a la puerta del infierno?

El rabino en cuestión quiere reforzar los muros protectores de la religión judía y evitar que los muchachos de su comunidad pasen la noche en compañía de gentiles, beban y se diviertan con ellos, exponiéndose a entrar en situaciones delicadas. Empero, para ello, él debe quebrar tabiques divisorios por partida doble, los de la fiesta y los de las limitantes halájicas. ¿Cuán lejos está permitido ir a los efectos de evitar la asimilación? ¿Hasta qué punto se puede llegar en el esfuerzo de velar por el futuro del pueblo judío en general y de cada judío en particular?

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judíos con pigmentación diferente

¿Alguna vez se preguntaron cómo es que los judíos del Yemen se parecen en sus facciones y color de piel a los demás habitantes de ese país? ¿y los judíos que viven en Georgia hace ya 2600 años se parecen a los demás georgianos? ¿Cómo es que los judíos ashkenazíes tienen piel clara y ojos azules mientras que los judíos oriundos de países árabes suelen tener piel oscura y cabello negro? En mis múltiples periplos alrededor del mundo suele maravillarme más el paisaje humano que el geográfico, empezando por el espectro de colores y las diferencias de aspecto entre los diferentes judíos dependiendo de su sitio de residencia. Estamos acostumbrados a que los judíos en sus diferentes lugares de residencia durante los años del exilio adoptaron la cultura, la gastronomía, las melodías y hasta el carácter de los lugareños. Los judíos marroquíes adoptaron de los locales el cuscús y los polacos recibieron el “shtreimel” de sus vecinos gentiles.

En Italia los judíos comen pasta italiana y no “guefilte fish” y disfrutan del acervo cultural y artístico italiano. En México los judíos comen tortillas y en Brazil son aficionados al fútbol. Sin embargo, más allá de este tipo de influencias, somos testigos de las diferencias fisonómicas entre los judíos de distintos países y de su similitud a los gentiles del lugar. Los judíos etíopes se parecen a los demás habitantes de ese país al igual que las minorías judías en otros lares se asemejan a los residentes de los sitios donde residen tanto en Polonia y en Bukhara como en el Yemen. Por supuesto que los judíos tenemos un punto de inicio común en nuestros patriarcas y en nuestra milenaria historia, pero es un hecho que los judíos tienden a verse muy distintos en lo exterior los unos de los otros bajo influencia de los diferentes entornos en los que vivieron sus antepasados. De hecho, la sociedad judía en Israel es un mosaico multicolor de rostros y costumbres traídos de las diferentes diásporas que incluyen una variedad de tonalidades, colores de ojos y cabello que insinúan distintas procedencias. De esta manera, a lo largo de la historia descubrimos que se conformó un solo pueblo en el cual algunos de sus hijos son de tez oscura y otros de tez clara y ojos azules.

Esas preguntas encendieron la imaginación de muchos a lo largo de las generaciones.

En el Talmud

En el Talmud aprendemos de una persona que intentó poner a prueba la paciencia del anciano Hilel y le formuló preguntas extrañas respecto de las diferencias fisonómicas entre las diferentes razas y sobre la pigmentación de los africanos.

“Enseñan nuestros sabios: una persona debe siempre ser humilde como Hilel y no estricto como Shamai. Ocurrió que dos personas apostaron que quien logre poner nervioso al anciano Hilel se llevará cuatrocientos zuz… ese día era víspera de Shabat y el anciano Hilel se estaba lavando la cabeza, uno de los apostadores en cuestión pasó junto a su casa y vociferó: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?”. El anciano se envolvió y salió a recibirlo. Le pregunto: “hijo mío ¿qué deseas?” Le dijo: “tengo una pregunta para formularle”. “Adelante” le dijo Hilel. “¿Por qué los cráneos de los babilonios son ovales?” Hilel le contestó: “hijo mío has formulado una pregunta muy importante, eso es porque allí las parteras no son hábiles”. Se fue, y a la hora regresó vociferando: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?” El anciano se envolvió, salió a recibirlo y le pregunto qué deseaba. Le dijo: “tengo una pregunta para formularle”. Le dijo: “pregunta hijo mío”. “¿Por qué los ojos de los tarmodianos son sensibles?” Le respondió Hilel: “has formulado una pregunta muy importante,  es porque viven en una zona de arenales”. Se retiró y esperó una hora. Luego regresó y vociferó: “¿quién es Hilel? ¿Quién es Hilel?” El anciano se envolvió salió a recibirlo y le dijo: ¿que deseas hijo? Le respondió: “tengo una pregunta para formularle: ¿por qué las plantas de los pies de los africanos son anchas?” Le respondió: “has formulado una pregunta muy importante, porque viven en zona pantanosa…” (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 30(B)).

Hilel intentó explicar las características fisonómicas de las diferentes personas sobre la base de las influencias del entorno sobre su aspecto, o condicionantes que llevaron a Dios a crear a las diferentes personas con distintas características.

a) el judaísmo está abierto a las conversiones y en días del segundo Templo hubo un intenso flujo de prosélitos

b) En los días del Islam y de los Gaonitas en Babilonia tenemos evidencia de que se poseían siervos y siervas que luego eran liberados y a veces convertidos, tratándose este de un fenómeno sumamente difundido

c) Exogamia en diferentes sitios en distintas épocas así como también la violación de mujeres judías por parte de gentiles en distintos tiempos y diferentes países. No podemos aseverar con propiedad cuál es el factor que genera la gran diversificación fisonómica judía, empero, pecaremos de inocentes y de falta de consideración hacia datos históricos y sociológicos si pensamos que todos los judíos tenemos un único origen familiar.

La respuesta rabínica

¿Quién es judío? ¿Cuál es su esencia? Es interesante señalar que en la halajá la respuesta a la interrogante respecto de quién es judío no se fija de acuerdo a señales físicas o color de piel sino en virtud de pertenencia a una familia o una comunidad. El status judío de una persona y su ascendencia  se fijan de acuerdo a su origen y su fe – no en función de su aspecto o color de piel. Probablemente sea esta la razón por la cual ni entre los escritos de nuestros antepasados ni en la literatura rabínica encontramos una referencia clara y directa a la pregunta de por qué judíos de diferentes regiones del globo tienen un aspecto diferente.

Uno de los debates más interesantes que pone en claro que el aspecto físico  exterior no fija el judaísmo de una persona es la pregunta de si un color de piel moreno u otro puede ser justificativo para argumentar que alguien no es judío. Es interesante señalar que incluso los primeros inmigrantes yemenitas a la Tierra de Israel, que eran considerados judíos desde tiempos inmemoriales, al llegar a Jerusalém se tuvieron que enfrentar a una comunidad ashkenazí jerosolimitana que los veía como extraños, tal como nos relata la epístola de Rabí Shalom Alsheij (1908): “Nadie de las comunidades de Jerusalém los reconocía como judíos ni les creían que provenían de Abraham Itzjak y Yaakov ni se les admitían las señales de judeidad que les había concedido Dios… y de todas maneras completaban con ellos minián para recitar Kadish o Kedushá, y su gran pobreza les confería un muy mal aspecto” (Eliezer Yaari, Travesías por la Tierra de Israel” p. 640). Por supuesto que no llevó mucho hasta que los judíos del Yemen fueron reconocidos como judíos para todo menester.

El Rabino Yaakov Sapir, autor del libro Even Sapir, escribe sobre las comunidades conocidas como de judíos apartados o de países distantes: “vemos que en la tierra del Yemen, en Kurdistán y Persia (amén de la tribu de judíos etíopes quienes en mi opinión también son de descendencia judía) hay judíos de tez oscura, además de los de la localidad hindú de Cochín que son considerados judíos con las ascendencias genealógicas más antiguas y demostradas y de todas formas su tez es un poco oscura” (2:68).

Asimismo el Rabino Uziel escribió en unas de sus respuestas respecto del color de piel de los judíos de la india, que “jamás se apartó a un judío por tener un aspecto o color de piel similar al de los gentiles…” (Recopilación Benei Israel, 1962, p. 25). El Rabino Moshé Fainstein, en sus escritos sobre los judíos etíopes señaló que el hecho de que sean de tez negra no tiene implicación halájica alguna (Respuesta del años 1984).

No olvidemos que en la Mishná en el Tratado de Negaím (2:1) se menciona que el color de la piel de los hijos de Israel cambia de sitio en sitio: “la mancha cutánea (“baheret”) intensa se ve oscura en  la piel de un alemán y clara en la piel de un negro, Rabí Ishmael dice: los hijos de Israel son de color del Buxus (de tonalidad marrón), ni blancos ni negros sino medianos”

En efecto, el ex presidente del Estado de Israel Itzjak Ben Tzví en su libro “Nidjei Israel” escribió respecto de este tema: “los hallazgos de la antropología física indican, a diferencia de la creencia popular, que no existe una raza judía… el pegamento en el país judaizante fue siempre la religión y no la raza o el lenguaje. La conversión abrió una amplia puerta a que todas las razas se integren al pueblo de Israel” (p. 68).

Creo que a ojos de los sabios de Israel la pregunta más relevante no era cómo se ve un judío sino quién es judío y de esa manera es posible incluir en el pueblo de Israel a personas poseedoras de aspectos diferentes pero que profesan una misma fe.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Figuras de animales en sinagogas

Todo aquel que visita una sinagoga, ya sea en Israel como en cualquier parte del mundo, suele sorprenderse de que en su interior hay figuras de animales, siendo un fenómeno sumamente peculiar que prácticamente se ha tornado en norma.

A veces se trata de figuras de leones que rodean las tablas de la ley y suelen colocarse por sobre el arca sagrada, y otras veces los leones son parte del mismo ornamento de esta. Los leones en cuestión a veces están tallados en madera, otras están esculpidos en la piedra y otras simplemente están pintados. Asimismo, en los techos de las sinagogas encontramos representaciones de águilas y antílopes, tigres y osos al tiempo que en la cortina del arca sagrada y en los cobertores de los rollos de la Torá nunca falta alguna imagen animal. Es tan común el uso de imágenes de leones en sinagogas que el chiste que circula dice que si los judíos no somos capaces de cuidar la Torá al menos los leones lo hacen por nosotros. Una pesquisa en la profusa literatura halájica demuestra a las claras que la ornamentación del arca sagrada con figuras de leones es una costumbre antiquísima y sumamente común en distintas sinagogas centenarias y milenarias como lo son las de Tzipori, la de Jamat y la de Beit Alfa como así también en las contemporáneas y hasta el día de hoy.

La simple interrogante que surge de lo antedicho es: ¿cómo es ésto posible?

¿Cómo es posible que en las sinagogas, a las cuales consideramos pequeños santuarios no se observe más estrictamente el principio tanto halájico como filosófico de “no harás para ti estatua ni imagen alguna” (Éxodo 20:4). ¿Acaso no trasgredimos la prohibición de no conducirnos conforme a las costumbres de las naciones al adoptar motivos estéticos eclesiásticos y aplicarlos a las sinagogas? Si las imágenes de los animales se encuentran en la pared a la que todos se dirigen, ¿acaso quien reza no se asemeja a quien se inclina ante estas figuras? La Torá es muy clara al respecto y nos advierte que no hagamos “estatua con imagen o símbolo… ni la imagen de animal alguno sobre la tierra” (Deuteronomio 4:15) ¿Acaso las imágenes en cuestión no actúan a modo de distractivo durante los servicios?

Tal como es típico en la halajá, sobre esta cuestión encontramos opiniones encontradas entre los diferentes juristas. Cuesta creer en qué medida cuestiones que para nosotros son comunes y aceptadas en la sinagoga, de hecho son el resultado de grandes debates entre los eruditos. Tenemos juristas que prohíben, otros que permiten y aquellos que a posteriori están dispuestos a hacer las paces con la realidad existente para evitar así las discusiones. Empero, la realidad supera a cualquier ficción e incluso a la propia halajá y en muchas comunidades ya se afianzó la costumbre de que es legítimo adornar la sinagoga con representaciones de animales

Desde un punto de vista histórico vemos que sinagogas del tiempo de la Mishná y el Talmud están muchas veces decoradas con figuras humanas, animales y hasta paganas (Beit Alfa, Tiberias). En el Talmud Jerosolimitano leemos que Rabí Iojanán (siglo III) no protestó ante sus contemporáneos por decorar las paredes de las sinagogas con dibujos (Tratado Avodá Zará 3:3). Asimismo, vemos que el Rey Salomón decoró el Primer Templo con figuras de animales, tal como dijo Rabí Eleazar en la Tosefta: “en el Templo se decoraba con figuras de todos los animales, pero no con figuras humanas”.

Ya en la Edad Media los juristas advertían que no se debían decorar las sinagogas con figuras. Así escribe Rabenu Eliakim: “En la pared norte de la sinagoga de la ciudad de Colonia pintaron figuras de leones y serpientes y esto me desconcertó… y si bien su intención es buena corresponde ornamentar el edificio de un modo acorde con los preceptos y el segundo de los diez mandamientos nos advierte no hacer imágenes” (libro de Rabí Eliezer Ben Ioel p. 10).

El Rabino Ovadiá Iosef ha sido siempre un gran opositor a la ornamentación de sinagogas con imágenes de animales: “Debe prohibirse por completo el uso de cortinas que cubren el arca sagrada que posean dibujos de leones. Asimismo, se debe prohibir el uso decorativo de leones de bronce o mármol sobre el arca sagrada. Exhorto a los rabinos de Israel a que enseñen sobre esta cuestión en sus comunidades, convenzan a los encargados de las sinagogas en todas partes, y así mediante una retórica dulce y disuasiva logren que se retiren las imágenes y publicitar que no se dediquen más cortinas con ese tipo de ornamento. Todo esto debe ser hecho con sabiduría, entendimiento amén de tacto y rectitud sin generar pleitos (Dios no lo permita). Ya que todos los caminos de la Torá son agradables y todas sus sendas pacíficas. Y quiera Dios que a los que realicen las oportunas observaciones les resulte fácil y sobre ellos recaiga la bendición del bien” (Responsa Iejavé Daat III 62).

En esta misma línea, el Rabino Herzog escribe: “… no pinten ninguna imagen animal en la sinagoga y menos aún sobre el arca sagrada. Vuestra intención de ornamentar la sinagoga es noble, empero estas figuras agregan poco del punto de vista estético pero contradicen la totalidad de las opiniones de los juristas… y entre nuestros maestros y kabalistas, su mérito nos proteja, hay quienes se oponen a esto con gran dureza, y nuestros hermanos sefaradíes ponen en esto gran hincapié… Sin embargo, si lo que ustedes quieren es saber cuál es el límite legal exacto de esta norma, dado que la mayoría de los sabios medievales y entre ellos Maimónides autorizan incluso la forma del león…y si consideramos que ya hemos visto  figuras de este animal ornamentando el arca sagrada de la sinagoga también en comunidades de la diáspora y entre ellas algunas de carácter sumamente pío y devoto en Polonia y Lituania etc, por todo lo antedicho no puedo indicar que esté prohibido” (Responsa Heijal Itzjak Oraj Jaím 11).

Los permisos dados por diferentes juristas para ornamentar sinagogas con figuras animales se basan en diversos criterios. Hay quienes sostienen que no es lo mismo figuras de animales en relieve que en bajo relieve, tal como puntualiza Maimónides: “La prohibición se refiere a figuras de tres dimensiones, empero si se trata de bajo relieve o de una figura bidimensional o de un bordado está permitido” (Hiljot Avodá Zará 3:10-11).

Rashbá autoriza a ornamentar con un león, aunque este tenga tres dimensiones ya que “en las figuras celestiales descritas por los profetas no hay un león solamente… sino que la carroza celestial a la que se refiere Ezequiel posee cuatro rostros y por lo tanto quien representa las cuatro figuras comete una trasgresión, pero en el caso de una sola de éstas no (Responsa RasHba I 166).

De aquí se desprende que la prohibición aplica a las cuatro figuras de la carroza celestial de Ezequiel y son las del hombre, el león, el toro y el águila. Sin embargo, si se representa un león solo o cualquier otro animal con propósito meramente estético esto estará permitido. El Maharam de Rotenburg considera que los dibujos están permitidos ya que “son simples figuras con colores que carecen de consistencia”.

Una de las explicaciones más interesantes respecto de la autorización a dibujar figuras animales para ornamento sinagogal reside en el hecho de que de acuerdo con nuestros sabios, de bendita memoria, tanto la idolatría como la inclinación natural a su práctica han sido ya erradicadas de la faz de la tierra por lo que para los judíos estas formas carecen de significación idólatra. Tal como le respondiera Rabí Akiva a un extranjero: “mi corazón y el tuyo saben que la idolatría carece de sustancia” (Talmud Tratado de Avodá Zará 55(A)). Otros acotaron que si la representación del león es tan vívida al punto de parecer éste verdadero entonces estará prohibida, pero si se trata de un simple dibujo no lo estará.

En virtud del presunto debilitamiento del paganismo en su tiempo, los sabios de la Mishná autorizaron a ornamentar con figuras que guardan similitud con formas idolátricas. Otro argumento que esgrimen algunos juristas es que al estar las figuras de los leones rodeando a las de las tablas de la ley, estas últimas les confieren un status de santidad y por lo tanto esto no estará prohibido. El Rabino Jaím David Halevi autorizó colocar figuras de leones y agrega un motivo interesante a este permiso: “resulta que la figura del león sola no está prohibida… y considero que otra razón para permitirlo es que de todas maneras quien reza lo hace con los ojos cerrados o mirando el libro de oraciones y por ende se carece de motivo suficiente para prohibir” (Asé Lejá Rav 1:40).

Resulta interesante percatarse que, si bien la mayor parte de los juristas prohíbe el emplazamiento de figuras animales en la sinagoga, muchos otros aceptan la costumbre con un alto grado de comprensión y lo autorizan a posteriori. Al Rabino Kuk se le pidió que condene una sinagoga nueva que se acababa de inaugurar y cuya arca sagrada estaba ornamentada con figuras de animales y escribió: “No supe de esto de antemano, de haberlo hecho lo habría evitado con toda firmeza, basándome en las opiniones de los grandes eruditos que lo prohíben, empero, ahora que ya está hecho y el público general lo vio como algo permitido en muchas sinagogas de congregaciones piadosas dirigidas por notables justos y conocidos eruditos considero que tienen en quien respaldarse por la base de la halajá para autorizarlo. Pues muchos de los eruditos medievales no consideran que se trate de algo prohibido… y dado que vemos que grandes eminencias no lo condenaron, de hacerlo nosotros resultaría irrespetuoso para con ellos” (Igrot HaReaiá 1:10).

Tzitz Eliezer se refiere a esta costumbre de un modo indulgente: “Si bien Maimónides tendía a ser estricto en esta cuestión por interferir con la concentración durante el rezo, de todas maneras, la costumbre de colocar sobre el arca sagrada una cortina con figuras de leones bordadas se ha extendido entre las congregaciones sin que nadie considere que ello altere la concentración de quien ora quizás porque de todas maneras no nos concentramos como deberíamos” (III:24).

Rabí Jaím Sofer, quien fuera rabino de Munkatsch y discípulo dilecto de Jatam Sofer escribió: “Dios nos libre de decir que esto implica trasgredir la prohibición de colocar ídolos y sugerir que generaciones pretéritas que, comparadas a nosotros son cual ángeles, hayan pecado de idolatría” (Majané Jaím Ioré Deá II 29).

Creo que respecto de la cuestión de la ornamentación sinagogal con figuras leoninas cabe aplicar la máxima talmúdica: “ve y mira qué acostumbran a hacer las personas” (Tratado de Eruvín 14(B)), ya que en muchas ocasiones se carece de una sentencia jurisprudencial clara y tajante y entonces se puede aprender qué hacer observando al pueblo. Por supuesto que esto obedece a que la praxis popular está asentada en tradiciones, aunque no las conozcamos. Quizás a esto se refería Rabí Shimón Bar Iojai cuando dijo: “si ves una costumbre ancestral no la cambies nunca” (Yalkut Shimoní Mishlei 247, 960); o tal como dijeron nuestros sabios, de bendita memoria “déjalos actuar a los hijos de Israel pues aunque no sean profetas por sí mismos son descendientes de profetas” (Tratado de Pesajim 66(A)).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

El Origen judío de los gitanos

La etnia gitana y su origen histórico no son suficientemente conocidos. Quienes pasean por Europa y diferentes partes del mundo están acostumbrados a ver mujeres gitanas vendiendo sus mercancías en la calle, pidiendo limosnas u ofreciendo servicios de adivinación; al tiempo que a los hombres gitanos es dable verlos tocando instrumentos musicales o cantando. Sin embargo, es poco sabido que durante la segunda guerra mundial cientos de miles de gitanos fueron asesinados en Auschwitz y diferentes campos de exterminio nazi ni que ellos se consideran descendientes de las diez tribus perdidas que se desprendieron del pueblo de Israel.

Los gitanos son una nación carente de territorio y caracterizada por el nomadismo. Están dispersos a lo largo y ancho de cuatro continentes y carecen de conexión territorial o política a país alguno. Es difícil estimar su población por cuanto que no se han sometido a un censo ordenado pero se estima que hay en el mundo entre 6 y 14 millones de gitanos. Aparentemente, el origen de los gitanos es en el subcontinente hindú, y como eran artesanos y dominaban diferentes oficios fueron llevados por los ejércitos de conquista tátaros Europa en el siglo XIV para prestar servicios a las tropas. Los gitanos solían adoptar la religión y el idioma del país al que  llegaban, de modo tal que en países católicos profesan el catolicismo y en países islámicos el islam.

Los gitanos poseen un sinnúmero de denominaciones. En hebreo se les conoce como “tzoanim” que significa oriundos de la ciudad de “Tzoán” la cual según la Biblia se encuentra en la tierra de Egipto (Salmos 78:12). Por esta misma razón, en otros países se les denomina “Gypsy” que significa originarios de Egipto. Sin embargo, muy probablemente se trate de un error sumamente común que carece de asidero histórico, pues de acuerdo a lo que se sabe en la actualidad muy probablemente sean originarios de la India. Incluso el idioma más hablado entre los gitanos actualmente, el romanesco, indica un vínculo idiomático con las tierras hindúes. En diferentes países los gitanos recibieron nombres variados, como por ejemplo “atingani” en griego, “zíngaros” en los países balcánicos, “gitanos” en español, “gitaine” en francés, “tártaros” en alemán, “sinti”, “romani” y más. Actualmente los gitanos prefieren ser llamados “romaníes” que en su lengua significa ser humano.

Tanto durante la conversación con el sacerdote como durante la lectura del libro surgen ciertas similitudes entre la etnia gitana y el pueblo judío pero el texto está escrito en un estilo bíblico profético y es en esos términos que expone el vínculo entre ambos pueblos. Según este libro, la historia bíblica del pueblo de Israel debe ser leída asumiendo que se trata de la cronología de los gitanos y de esa manera se revela la verdad Divina sobre el origen judío de esta etnia. Para ellos, la revelación de la verdad Divina de entre las páginas de la Biblia tiene más fuerza y contundencia que cualquier hallazgo científico, lingüístico, histórico y demás. El sacerdote me dijo que en su opinión las tribus perdidas no deben ser buscadas mediante herramientas historicistas sino únicamente con la Biblia, que es el libro por medio del cual Dios procura revelarnos Sus secretos respecto del sitio donde se encuentran las tribus de Israel, al punto de que si habremos de saber buscar correctamente, veremos claramente que los gitanos son las mismísimas tribus que se separaron de la nación israelita largo tiempo atrás.

La similitud entre los gitanos y los judíos tiene expresión en un pasado común de sufrimiento, en el carácter errante de ambos, yendo de un confín a otro de la tierra, en habitar tiendas, en haber sido perseguidos y asesinados durante el holocausto nazi y encontrarse actualmente en decrecimiento numérico. ¿Acaso existe en el mundo entero otro pueblo con una existencia tan parecida a la judía como el gitano? Ellos consideran que no existe en el mundo otro pueblo que sea tan fiel reflejo de la nación judía y entienden que las profecías bíblicas también se manifiestan en su historia.

No existe en la actualidad otro pueblo tan disperso y diseminado entre las naciones como el gitano. Quienes creen en el origen judío de los gitanos interpretan los versículos del libro de Ezequiel (36:19) como referentes a un pasado común de estos y las diez tribus: “Y los esparciré entre las naciones y los diseminaré entre las tierras…”

El sufrimiento de los gitanos se prolonga desde la inquisición al holocausto igual que en el caso de los judíos. Fueron perseguidos no menos brutalmente que nosotros y ellos creen que existe incluso una cierta cercanía entre las fechas en las que fuimos perseguidos los unos y los otros. Por ejemplo, los judíos fuimos expulsados de España en 1492 y los gitanos en 1499. El holocausto no obvió a la nación gitana y fueron asesinados por cientos de miles. Se estima que el número de gitanos exterminados en el holocausto ronda entre el medio millón y el millón y medio. La razón de la inexactitud del dato radica en que no todos los gitanos estaban anotados en los registros oficiales de población de los diferentes países de Europa. Aquellos que sostienen descender del pueblo judío ven en el hecho de que ambas naciones son perseguidas por igual una señal Divina,  así como también de que los alemanes vieron en los gitanos judeo-descendientes por lo que decidieron exterminarlos.

Costumbres judías y gitanas

La similitud entre los judíos y los gitanos no está conformada únicamente por el paralelismo de sus vicisitudes históricas sino también por ciertos parecidos en sus costumbres y tradiciones. Según los gitanos que se consideran judeo-descendientes, en el pasado, cuando eran parte del pueblo de Israel  cumplían completamente con la observancia de los preceptos de la  Torá. Sin embargo con el correr de los años y en virtud de las influencias que sobre ellos ejercieron otras naciones y otras religiones la observancia se fue desdibujando conservándose únicamente una serie de costumbres hasta el día de hoy.

Ellos mencionan, por ejemplo, el respeto a los ancianos de la congregación que fungen como consejeros de la comunidad. En cada grupo gitano existe lo que ellos denominan en su lengua “Kriss” o consejo de ancianos. Este consejo funge como tribunal para temas comunitarios en el área de la familia o en temas económicos e incluso posee la facultad de multar y hasta castigar a los infractores en caso de necesidad. La estructura social gitana es hasta el día de hoy tribal y la jerarquía familiar se establece según criterios bíblicos.

Los gitanos se abstuvieron en todas las épocas y hasta el presente de la exogamia. Ellos creen que de esa manera cumplen con lo que ordena la Torá (Deuteronomio 7:3): “Tampoco te emparentarás con ellos, no darás tu hija a un hijo de ellos ni una hija de ellas tomarás para tu hijo”. Ellos siempre se percibieron como un pueblo separado de las demás naciones y religiones y acostumbran a denominar a los no gitanos con el nombre de “gadzio” o “gadzia” tal como los judíos denominamos a los gentiles “goi” o “goiá”.

Existe similitud también en las costumbres referidas al luto. El deudo guarda “shivá” por una semana en honor al fallecido, durante esos días no se corta el pelo ni se afeita, se sienta en el suelo y es visitado por amigos, familiares y demás miembros de la congregación. Los gitanos acostumbran a cuidarse de la impureza de la muerte y si la persona muere en la casa se retiran de esta todos sus enseres personales.

Los gitanos cuidan una dieta especial diferenciando entre alimentos permitidos y puros (“wudzu”) y prohibidos e impuros (“marima”), y además es interesante destacar que en el lenguaje gitano existen una serie de vocablos que guardan gran similitud con el idioma hebreo.

No todos los gitanos creen descender de judíos y algunos hasta temen reconocerlo. Los gitanos que se consideran descendientes de israelitas no piden retornar al pueblo judío, convertirse o inmigrar a Israel. Ellos están firmes en su fe cristiana y al mismo tiempo se enorgullecen de su ascendencia judía.

No tengo elementos para determinar si hay un núcleo de verdad histórica en su creencia de que descienden del pueblo de Israel, pero me emociona y maravilla cada vez como la primera cuando me encuentro, en estos últimos años, con grupos humanos, pueblos, sectas o tribus que procuran demostrar un vínculo con el pueblo judío. En mi opinión se trata de un fenómeno espiritual que nos abre una ventana de oportunidades histórica que no se con certeza hasta cuando se mantendrá abierta. Se está llamando a la puerta del pueblo judío y no creo que se trate de un fenómeno sempiterno.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judíos de fe mahometana o país sin judíos ni independencia

Cuándo le avisé a mi familia y seres queridos que partía rumbo a Kurdistán enseguida me preguntaron si había preparado ya un divorcio condicional para efectivizarlo en caso de no volver. Además, me increparon qué tenía que hacer yo en el Norte de Irak si es sabido que allí ya no quedan ni judaísmo ni judíos. Ahora que ya retorné sano y salvo, cumpliéndose la máxima rabínica que “los enviados para cosas de bien no sufren percance alguno”, trataré de describir lo que vi y me aconteció durante las sesenta horas que pasé en tierras kurdas en el norte de Irak. Kurdistán se extiende sobre tres países: Siria, Irak y Turquía. Mi visita fue al Kurdistán iraquí que funciona como región autónoma dentro de ese país.

El ingreso a Kurdistán me llevó varias horas. Si bien se suponía que la visa de ingreso me la expedirían al arribar al país resulta que llegué a las cuatro de la madrugada de un día festivo en el cual no había funcionario alguno en las oficinas migratorias. Por ello tuve que permanecer detenido en un cuarto lateral en el aeropuerto y solo a las once de la mañana mi pasaporte pudo ser estampado con la rúbrica iraquí y entonces finalmente pude ingresar al país.

La tensión entre el deseo kurdo de ser independientes y la dependencia del gobierno central iraquí se percibe a cada paso y en cada detalle. Los ciudadanos se sienten kurdos pero sus documentos de identidad son iraquíes. El mundo todavía no reconoce la independencia kurda mas esto no les impide seguir soñando y hablando de esta. La moneda en curso es iraquí pero los kurdos tienen su propia bandera. Se trata de una región autónoma pero no independiente.

Si bien en ningún momento caminé solo por la calle sino que fui permanentemente acompañado y escoltado, la sensación general es que se puede andar libre y tranquilamente por las calles. Los kurdos reciben muy amistosamente a todos los turistas y quien se enteró que yo era judío y provenía de Israel me recibió con un especial afecto. En más de una oportunidad cuando personas distinguieron la kipá que llevaba en la cabeza reaccionaron dando muestras de aliento y simpatía hacia Israel y los judíos. Si bien la población general es musulmana, esta no es extremista y pregona  tanto la paz como la tolerancia. Es difícil de describir lo positivo de la actitud actual kurda hacia los judíos, no nos ven como un problema sino como objeto de admiración y ejemplo a seguir.

La presencia judía en Kurdistán es muy antigua y probablemente se remonte a los días del primer Templo y haya llegado con los exiliados de las diez tribus. La tradición que se transmite entre los judíos kurdos refiere a que llegaron al país en días del rey asirio Salmanasar, quien enviara a las diez tribus al exilio con anterioridad a la destrucción del primer Templo. Otra tradición indica que los judíos llegaron al Kurdistán en días de Ezra el escriba (inicios de la época del segundo Templo). El legendario viajero judío Benjamín de Tudela visitó Kurdistán en 1170 y encontró en estas tierras un centenar de comunidades judías que hablaban el arameo.

La comunidad judía kurda siempre fue considerada como una comunidad alejada y aislada del resto de las comunidades y del mundo en general. Hasta 1940 se estima que vivían en Irak unos ciento cincuenta mil judíos, cuarenta mil de los cuales en Kurdistán diseminados en más de doscientos poblados y aldeas. Es sabido que existieron comunidades judías kurdas importantes en las localidades de Irbil, amedi, Akara, Djhajou, Sulimanía, Fanjwin, Kirkuk, Jankin, Barazán, Dahuk, Bishkla y más.

La mayor parte de los judíos kurdos vivían en el Kurdistán iraquí (146 comunidades), algunos en el Kurdistán iraní (19 comunidades) y la minoría en el turco (11) hasta su emigración en los años 1950-1.

Una de las características de la judería kurda es su dialecto judío tradicional, el uso habitual de la lengua aramea refuerza la teoría según la cual los judíos son muy antiguos en el país. Así como en diferentes partes del mundo los judíos tomaron la lengua local y la transformaron en un dialecto judío, los judíos kurdos son los únicos del mundo en hablar arameo por lo que se llamaban a sí mismos como “la gente de la traducción”, al arameo lo llamaban “la lengua judía” o “Jabli” que significa “lenguaje de la montaña” o “lenguaje del exilio”. Entre los judíos que quedaron en estas tierras no encontré vestigios de uso de lengua aramea, todos hablan únicamente árabe o el dialecto kurdo local. Sin embargo, como es sabido, en Israel hay muchos judíos provenientes de Kurdistán que sí hablan arameo.

Tal como acostumbro hacer en mis viajes, también aquí me interesé por la historia, la cultura y las tradiciones judías locales; asimismo, me interesé por visitar sitios judíos y por encontrarme con judíos del lugar o sus descendientes pues esta es la mejor manera de conocer el pasado y el presente tanto de los judíos como del judaísmo. Una de las primeras familias con la que me encontré es la familia Sharwan, quienes vinieron a visitarme al hotel por la noche.

El encuentro fue realmente apasionante, Ezra Hassan y su hijo Meziri son descendientes de judíos pero actualmente practican el islam. La madre y la abuela de Ezra eran judías que se casaron con musulmanes adoptando entonces el credo del marido. En los años setenta la familia emigró a Israel adoptando el apellido “Ben Rajamim”. Según me dicen, “no hay actualmente comunidad judía en Kurdistán. Quedaban unas decenas de familias descendientes de judíos la mayoría de los cuales emigraron a Israel tras la Guerra del Golfo. Estas personas eran kurdos musulmanes con un abuelo o bisabuelo judío que adoptaron la fe musulmana hace unas dos o tres generaciones”. La mayoría de estos kurdos llegaron a Israel amparados por la Ley del Retorno pero pasado un tiempo la mayoría de estos retornaron a Kurdistán. Le comenté al Sr. Ezra que por la halajá si su madre es judía él también lo era, tras lo cual le pregunté qué se sentía, y me respondió- “mitad y mitad”. Cuando le hice la misma pregunta a su hijo me respondió que se consideraba un “musulmán amante de Israel”. Durante los años que residieron en Israel comían matzá en Pesaj, pero actualmente que viven en Kurdistán van a la mezquita todos los viernes.

En una noche fresca en la ciudad capital de Irbil mantuvimos un muy afectuoso encuentro en la casa de una de las familias descendientes de judíos. A esta reunión llegaron unos treinta hombres y mujeres de todas las edades. Para esta gente se trató de una primera reunión con un referente exterior tras décadas de espera, y en la cual intercambiaron ideas sobre su identidad judía y la factibilidad de un futuro judío en Kurdistán. Lo primero que escuché de mis anfitriones fue: “nuestro objetivo es retornar a la fe de nuestros ancestros. Queremos dejar de creer en Mahoma para pasar a creer en Moshé. Esto es hoy posible ya que la sociedad kurda actualmente es más tolerante y más abierta. Hasta hoy vivimos y nos condujimos como musulmanes pero nos resulta profundamente decepcionante ver cómo actúan los partidarios del ISIS. Ellos sostienen representar el islam verdadero y para nosotros es profundamente decepcionante. De hecho, en la sociedad kurda actual todo saben quién es “ben joe” o descendiente de judíos. A lo largo de los años todos sabían que descendían de judíos y no se trataba en absoluto de un secreto”

Varios de los presentes en la reunión eran funcionarios de alto rango en el gobierno local, asesores legales, comerciantes, académicos y jóvenes. A todos ellos el retorno al fe judía les puede causar daño pero de todas maneras están determinados a “salir del closet” y declarar públicamente su fe.

Creo que el encuentro más emotivo en tierras kurdas fue con la señora Rivka Simja Sultán. Rebeca es hija de madre judía y nieta de abuela judía y  su familia nunca se convirtió al islam si bien tanto ella como su madre se casaron con hombres musulmanes por temor al gobierno iraquí. Si bien su marido es musulmán, él acepta y entiende la necesidad de su esposa de preservar las tradiciones judías. Cuando su madre la entregó a su flamante marido le dijo a este: “que sepas que mi hija es judía”. Si bien está casada con un musulmán, Rivka Simja continúa encendiendo velas de Shabat y recitando a diario el “Shemá Israel”. Ayuna en Yom Kipur, cree en la Torá y no en el Corán. Cuando prepara pan pita iraquí en su casa no se olvida de cumplir con el precepto de separar “jalá” recitando la bendición correspondiente, abluye sus manos antes de comer pan y recita la bendición correspondiente al ingerirlo. En Pesaj, durante siete días prepara pan sin leudantes. Rivka Simja tiene cinco hijos que saben que su madre es judía y por ende que también ellos lo son. Si bien sus cinco hijos están casados con mujeres musulmanas los hogares funcionan como casas judías.

En un momento de nuestra conversación le pregunté a Rivka Simja si sabe recitar el “Shemá Israel” a lo que me respondió “¡por supuesto!” Se puso de pie, cubrió sus ojos con su mano y lo recitó con un marcado acento árabe, tras lo cual tanto ella como yo vertimos sendas lágrimas de emoción al ver que el pueblo judío sigue vivo y en tierras kurdas aun se escucha el “Shemá”. Al despedirnos me dijo: “estoy tan contenta de haberte visto, eres mi hermano, un judío como yo”.

Partí de la ciudad de Irbil rumbo a la localidad de Elkosh para visitar la tumba del profeta Najum quien profetizara en el 615 A.E.C. el derrumbe del reino de Asiria. A pesar de lo sinuoso del camino recordé la máxima de los judíos kurdos según la cual “todo aquel que peregrina al profeta Najum por los senderos que a él conducen y a pesar de los peligros que sobre estos acechan logrará llegar a la tumba y retornar de esta en paz”… bendito sea Dios así fue. Los judíos de Kurdistán acostumbraban a visitar la tumba en la fiesta de Shavuot y para los kurdos gentiles este era conocido como un sitio que prodiga tanto cura como ayuda.

Las tumbas de los profetas bíblicos tales como la de Najum en Elkosh, la del profeta Ioná en la antigua Nínive, la de Daniel en Kirkuk, la de Jabacuc en Tuyserkan y la de Mordejai y Esther en Hamadán junto a una serie de cuevas en las cuales según la tradición se escondió el profeta Eliahu son considerados los sitios más importantes de Kurdistán y son sagrados para todos los judíos hasta el día de hoy.

Tras cuatro horas de camino desde la ciudad de Irbil arribamos a la aldea de Elkosh. En esta localidad quedan los últimos vestigios de una sinagoga en todo Kurdistán y en su interior se encuentra la tumba de profeta Najum. Tal como menciona el Tanaj, Najum era denominado “elkoshita” (1:1) y segúnb Rashí esto obedece a que era oriundo de Elkosh. A lo largo de muchas generaciones los judíos habitaron en Elkosh en torno a la tumba del profeta Najum, mas actualmente este sitio está abandonado. El último rabino del pueblo al partir rumbo a Israel le dejó las llaves de la sinagoga a un amigo kurdo de nombre Sami Djajouana.

Hay muchos investigadores que identifican a esta como la tumba del profeta Najum si bien existe también una tradición según la cual está enterrado en la Galilea en las cercanías de Kfar Najum (Capernaúm) junto a la ciudad e Tiberias.

Luego de visitar la tumba recé Minjá y pernocté en la aldea para así partir a la mañana del siguiente rumbo a la aldea de Barazán que se encuentra en el norte de Kurdistán. A lo largo del camino pasamos por varios puestos de control de la milicia kurda “Pashmarga” que en kurdo significa “de pie ante la muerte”.

Durante mi estancia en Kurdistán pasé la mayor parte del tiempo en la capital Irbil y en algunas aldeas en las cuales quedan judíos, la principal de las cuales fue la de Barazán o Barazani. Un viejo refrán judeo kurdo reza: “La  Torá saldrá de Sindor y la palabra de Dios de Barazani”. Al llegar a Barazani me recibió el Sheikh homónimo, jefe de la aldea, junto a una comitiva de personajes notables de la localidad. Tras la ceremonia tradicional de bienvenida que incluye sentarse conjuntamente, beber té y halagar tanto al pueblo judío como al kurdo salimos a efectuar un paseo por el poblado.

El Sheikh me mostró el sitio donde se encontraba la sinagoga del pueblo así como también un sitio que parece haber sido la mikve (me dijo: “este es el sitio donde se lavaban los judíos”). Actualmente no hay judíos en Barazán, los últimos abandonaron el pueblo en 1950. En el centro del pueblo se encuentra la tumba de Mustafá Barazani, el visionario de la independencia kurda y quien guio a esta nación en su lucha por la libertad.

Previo al establecimiento del Estado de Israel en Irak vivían no menos de ciento veinte mil judíos, muchos de ellos en la región de Kurdistán. Hasta el comienzo de los años cincuenta la gran mayoría de estos abandonó el país para salvarse de las persecuciones y de la creciente violencia que padecían. Quienes se quedaron se convirtieron al islam o se terminaron yendo del país en los años setenta cuando el dictador Sadam Hussein comenzó a orientar sus flechas hacia los remanentes de la comunidad judía.

Los judíos kurdos comenzaron a emigrar a la tierra de Israel en una etapa relativamente temprana. El primer movimiento migratorio se registra en el siglo XVI y estos judíos se asentaron en la ciudad galilea de Safed. En el siglo XX hubo oleadas migratorias en los años veinte y en los treinta. Entre 1920 y 1926 llegaron a la tierra de Israel 1900 judíos provenientes de Kurdistán. En 1935 llegaron 2500, y hasta 1948 ya había unos 8000 en todo el país. Una vez establecido el Estado de Israel todos los judíos del Kurdistán turco, iraquí e iraní fueron transportados por aire al novel país durante los años 1950 y 1951 en el marco del operativo “Ezra y Nejemia”. La mayoría de los judíos kurdos llegaron a la tierra de Israel tras el establecimiento del estado, unos pocos se quedaron en Kurdistán, muchos de los cuales fueron forzados a abrazar el islam y al día de hoy tenemos unos ciento treinta mil judíos kurdos viviendo en Israel.

Tras algunos días de travesía por tierras kurdas llegué a la clara conclusión de que no hay judíos en este país. Un par de centenares de descendientes de judíos que se convirtieron al islam son el recuerdo inerte de una gran comunidad judía sumamente antigua que residió por milenios en el norte de Irak. Sin embargo, la fuerza que irradia de estos judeo-descendientes que se convirtieron al islam pero continúan practicando secretamente su judaísmo fue un gran aliciente para mi decepción.

El estado actual de cosas en Kurdistán desde un punto de vista judío es sumamente singular respecto de otras partes del mundo y puede ser resumido de la siguiente manera: no hay cementerios judíos en Kurdistán, fueron destruidos por efecto de fenómenos naturales y del ejército de Saddam Husein. No hay sinagogas en Kurdistán, las que habían se destruyeron. No hay judíos en Kurdistán, los que había se convirtieron al islam o se fueron a Israel. En otros países, aunque los judíos se hayan ido quedan sinagogas, cementerios u otros restos de vida judía. Sin embargo, en Kurdistán todo fue borrado como si nunca hubiese existido.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Madagascar

La visita a la isla africana de Madagascar, en el océano Índico frente a la costa oriental de África despertó en mi interior un sinfín de pensamientos respecto de la vida judía, tanto en el pasado como en el presente. Habitualmente el móvil de la visita a esta isla es disfrutar de las maravillas de la creación, de la vegetación, de las infinitas extensiones verdes de las selvas tropicales y de las reservas naturales que albergan en su interior especies animales únicas que solo habitan en esta región. Empero, como de costumbre, mi visita estaba motivada por el deseo de encontrar el aspecto judío del lugar. Si bien los libros de demografía señalan que no hay población judía en la isla, existen en ella tradiciones, historia y vida judía que se renuevan. Los turistas llegan a la búsqueda de lémures, en mi caso, vine a buscar una población aún más exótica, la de los judíos “malgaches”, y al final de cuentas los encontré.

Madagascar, naturaleza, población y religión

La república de Madagascar es la cuarta mayor isla del mundo y se encuentra entre el océano índico y el estrecho de Mozambique en el sureste de África. La isla se separó del continente negro y por miles de años se movió hacia el Este. Se trata de uno de los países del mundo con mayor biodiversidad, donde se pueden encontrar desde los famosos monos lémures pasando por una extensa variedad de tortugas, serpientes, salamandras y aves amén de los famosos árboles de baobab del “Principito”. Sin embargo, la gran riqueza ecológica se ve contrastada por una gran pobreza económica. A ojos del visitante resalta la paradójica contradicción entre la increíble exuberancia natural y la situación económica de sus habitantes.

La topografía, la flora y la fauna de esta isla son de las más esplendorosas del mundo. Se pueden encontrar desde selvas tropicales hasta zonas desérticas pasando por la meseta montañosa que alcanza una altura de unos 2800 metros. Según algunos estudios, en esta isla se encuentra un 5% de la biodiversidad del mundo, decenas de tipos de plantas y animales endémicos que son exclusivos de esta tierra.

Asimismo, también la población humana es diversa y está compuesta de unas dieciocho tribus que arribaron desde África oriental, la Polinesia, Indonesia y Malasia, africanos y árabes. Todos hablan un mismo lenguaje basado en el idioma de la tribu mayoritaria, el “marina”. El segundo idioma más hablado es el francés. El color de piel de los malgaches no es uniforme, empero, en términos generales son de piel más clara que el promedio africano. Actualmente en la isla viven unos veinte millones de habitantes de los cuales la mitad creen en diferentes formas de cristianismo mientras que los demás profesan una fe animista local la cual se basa en gran medida en el culto a los ancestros. Un 7% de la población aproximadamente profesa el islam.

Los vínculos entre Europa y Madagascar comenzaron aproximadamente allá por el año 1500 cuando el explorador portugués Diogo Díaz arribó a la isla por vez primera. Posteriormente fueron los ingleses, franceses y holandeses quienes intentaron entablar relaciones comerciales con la isla. Madagascar se transformó oficialmente en colonia francesa en 1897 y esto duró hasta 1960. Hasta el día de hoy es dable encontrar allí arquitectura, baguettes, croissants y café franceses en cada rincón. En octubre de 1958 la república malgache se proclamó autónoma en el marco de la república francesa y en junio de 1960 Madagascar adquirió completa independencia y pasó a llamarse “República Malgache”.

Tradiciones locales sobre raíces judías

Según la tradición local Madagascar es la tierra de Ofir que figura en la Biblia y jugó un importante rol en el abastecimiento de materiales de construcción para el Templo de Salomón. Los isleños creen ser descendientes de judíos e israelitas y consideran que sus ancestros pertenecían a las diez tribus perdidas que llegaron por mar. Es de señalar que la mayoría de los isleños son circuncidados y se abstienen de ingerir puerco. Muchos también creen que el arca del pacto junto con las tablas quebradas, el bastón de Moshé y una copia del libro de Daniel se encuentran en la isla y son resguardados por descendientes de los levitas en la región de “Watamsina- Wahipanu”. Inclusive el príncipe Nadiriana Rabriolina, descendiente de la casa real de la tribu “Marina” sostiene con orgullo que desciende de raíces judías. En su opinión, un 80% de los isleños tienen ascendencia judía.

La creencia respecto de la ascendencia judía de los locales recibe el nombre de “El secreto malgache”. Ellos creen que este secreto no es conocido por la mayoría del mundo empero en su opinión este es simple y claro, al punto de que a veces se consideran a sí mismos como la “Diáspora Jiosy Gasy” o Diáspora judeo-malgache”.

Entre los diferentes grupos isleños que creen tener ascendencia judía se encuentra la tribu “Marina”, una de las más importantes y numerosas quienes originalmente se denominaban “Argón Yehudai”. La tribu “Marina” posee determinadas costumbres que son consideradas judías como por ejemplo la circuncisión, la separación de la pareja durante los días del período menstrual y la abstención de la ingestión de cerdo. Asimismo, en algunas fiestas acostumbran a degollar un cordero y el jefe de la familia unta con su sangre los cuatro costados de la casa. Existe también una similitud en otros detalles como por ejemplo la de los instrumentos musicales tradicionales tales como el órgano (nevel) el cual sostienen heredaron del Rey David amén de velas recordatorias similares a la “vela de Tamid” o “vela permanente” que según ellos son un recordatorio del altar del sahumerio de los días del primer Templo.

Es difícil describir la sensación especial que me embarga cuando llego a un confín del planeta, a los sitios más distantes física y espiritualmente del pueblo judío, de comunidades judías y de creencias judías y los lugareños sostienen poseer ascendencia judía. No hay rincón del planeta en el cual no sea dable toparse con este fenómeno y en mi opinión, sin entrar a opinar respecto del grado de veracidad histórica de cada versión, se trata de un fenómeno interesante y emocionante. Generalmente, grupos que procuran establecer un nexo con el pueblo judío histórico recurren a la similitud entre sus costumbres, sus creencias, sus leyendas populares y las nuestras; así como entre sus ciclos anuales y de vida y los nuestros.

Sin embargo, es necesario puntualizar que las evidencias históricas en cuanto a la presencia de judíos en la isla son escasas y probablemente esos pocos indicios se remontan al siglo VII cuando comerciantes árabes navegaron hasta la isla o al siglo XVI cuando entre los marineros portugueses que construyeron puertos comerciales en la isla se encontraban también cripto judíos o “marranos”.

El plan Madagascar

Es probable que el vínculo judío más sorprendente con la isla sea el “Plan Madagascar”. No se si este plan es conocido por el público general, pero antes de que los nazis decidieron asesinar a los judíos de Europa en cámaras de gas, concibieron el “Plan Madagascar”, que implicaba transportar hacia esa isla a millones de judíos oriundos de Europa.

Al iniciarse la segunda guerra mundial no existía un plan operativo ordenado de exterminio de la judería europea. El gobierno nazi y diferentes países de Europa idearon diferentes propuestas de cómo solucionar definitivamente el problema judío en el viejo continente. Una de las propuestas que surgieron tras la conquista de Polonia y Francia fue expulsar a los judíos hacia una “reserva judía” en la reserva natural de Madagascar. El plan consistía en aislar a los judíos en un sitio remoto con el claro objeto de deshacerse de ellos y limpiar a Europa de sangre hebrea.

El primer ideador de este plan fue el escritor alemán antisemita Paul De Lagarde, quien en 1885 propuso concentrar a todos los judíos de Europa en Madagascar. En los años 20 del siglo XX el plan fue replanteado por parte de un grupo antisemita británico y luego por similares polacos entre las dos guerras mundiales. Los grupos de derecha adoptaron la idea llamándola “judíos a Madagascar”. En 1937 los gobiernos de Francia y Polonia comenzaron a planificar juntamente con los nazis el traspaso de los judíos a Madagascar. Al final de 1940 los nazis transportaron a parte de los judíos de Alemania Occidental a Francia como primera etapa de su expulsión a Madagascar. Tras un concienzudo análisis resultó que el plan no era viable ni desde el punto de vista logístico ni del presupuestario por lo que fue descartado y lamentablemente los nazis lo sustituyeron por “la solución final” que implicaba la destrucción física de los judíos europeos.

Existen diferentes hipótesis respecto del objeto que perseguían los nazis exiliando a los judíos a Madagascar. Algunos sostienen que el objetivo era simplemente alejarlos geográfica, cultural y socialmente del viejo continente mientras que otros opinan que el objetivo era llevarlos al desierto africano para que allí mueran lenta y paulatinamente lejos de los ojos europeos.

Heinrich Himmler quien fuera a la postre el ejecutor de la “solución final”, ejerció la comandancia de las SS, de la Gestapo y ocupara el cargo de ministro del interior del Reich, escribió respecto del plan Madagascar: “Espero borrar por completo el elemento judío permitiéndoles emigrar hacia una colonia africana o cualquier otro sitio”.

En el pasado los pueblos saludables y sus líderes solucionaban este problema rápidamente, o por medio de expulsión o por medio de exterminio. En el presente, las mentes de los gentiles resultan débiles y su pensamiento confuso afectados por ideas “humanistas” y “filantrópicas” solo en apariencia. El judío es el que anegó al gentil con estos mareos humanistas. Si hoy hablamos de la necesidad de separar y alejar al judío por ser nocivo a la comunidad de las naciones por doquier se esgrimen argumentos del tipo “se trata de un atentado a la humanidad” o “no se debe actuar contra los judíos de modo inhumano” etc. A los efectos de acallar a esos asnos del humanismo y amigos encubiertos de los judíos es que el antisemita inteligente llegó a la conclusión de que es necesario enviar a los judíos a Madagascar. Se trata de una isla en el Océano Índico que está escasamente poblada y cuenta con suficiente espacio para alojar a todos los judíos del mundo”

Cuando se visita Madagascar y se ve el plan nazi que casi se transforma en realidad no se puede dejar de hacer la pregunta del millón de dólares: “¿qué habría ocurrido si los judíos de Europa no hubiesen sido enviados a las cámaras de gas y en su lugar hubiesen emigrado a las bellas extensiones de Madagascar?”

Aparentemente es una pena que este plan no alcanzó a concretarse pues la isla es muy tranquila y retirada, sin enemigos que la rodeen, cuenta con importantes recursos naturales tales como oro, diamantes, abundantes frutas y verduras que crecen en las reservas naturales. Es de suponer que si los judíos hubiesen llegado a este sitio podrían haberlo convertido en “la perla del mundo” y especialmente los judíos no habrían llegado a los crematorios.

Por un momento procuré imaginarme a los judíos askenazíes viviendo en Madagascar, visualizar qué habría pasado si mi abuela que fue llevada a Auschwitz y asesinada santificando el Nombre Divino hubiese llegado a tierras malgaches ¿Cómo se habría visto entonces la historia judía?

La erección de hogares nacionales alternativos para el pueblo judío

A lo largo de la historia hubo diferentes intentos tanto por parte de judíos como por parte de gentiles de erigir un refugio seguro para el pueblo judío o un estado judío, pero fuera de los límites históricos de la tierra prometida. Herzl quiso fundar un estado judío en Uganda, El Baron Hirsch construyó colonias judías en el norte de la Argentina, la Unión Soviética estableció una provincia judía autónoma en Birobidjan junto a la frontera Este con la China y Stalin sopesó el establecimiento de una república judía en la península de Crimea. Hubo otros intentos, por ejemplo, en vísperas de la segunda guerra mundial hubo un intento de atraer judíos alemanes al Estado de Alaska empero el plan resultó trunco. El “Plan Kimberly” fue una iniciativa de poblar masivamente con judíos la región que lleva ese nombre en el Oeste de Australia en 1933. En la práctica, a lo largo de los años hubo más de treinta propuestas de colonización judía a lo largo y ancho del mundo. Como es sabido, ninguna de estas logró concretizarse. El “Plan Madagascar” solo fue uno de muchos.

Vida judía en Madagascar

Sorprendente y hasta milagrosamente la vida judía se está renovando en la isla de Madagascar. Setenta y cinco años después del mentado plan que no trajo ni un judío a este lugar, surge un grupo de buscadores de judaísmo que procuran conectarse al pueblo de Israel y su fe. El origen de este grupo se remonta a personas de fe cristiana de diferentes corrientes, evangélica, adventista, luterana, mesiánica y pentecostal que no encontraron sitio en las diferentes iglesias y buscaron una forma de acercarse al Dios de Israel y Su Torá, y tras un prolongado proceso de acercamiento finalmente se convirtieron.

Otros son personas que descubrieron raíces judías y me dijeron claramente: “Gracias a mi herencia paterna soy hebreo y por mis venas fluye sangre judía. Eso es lo importante para mí, como tengo una prueba irrebatible en mi alma de que pertenezco a la raza judía y dado que tengo sangre judía debo cumplir devotamente la fe de mis ancestros, la fe de Abraham, Itzjak y Yaakov”.

Estas personas formaron una comunidad judía que cuenta con mil quinientos adeptos distribuidos en tres sinagogas en la capital Antananarivo. Se reúnen para rezar en sábados y fiestas y algunos también los lunes y los jueves. Los líderes de la comunidad son llamados “morim” (maestros en hebreo) y son quienes enseñan Torá y rezos a la congregación. La comunidad se llama oficialmente “La Communaute Juive de Madagascar” y su objetivo es “enseñar la Biblia hebrea, brindar educación social de acuerdo con la Torá, promover las relaciones interpersonales y observar los preceptos de la Torá”. Los miembros de la comunidad no piden inmigrar a Israel sino mantener la vida judía en la isla.

En Shabat recé con los miembros de la congregación y tuve el privilegio de escuchar una plegaria ejemplar. Tuvia, uno de los “morim” de la comunidad, un muchacho con bucles (peot), rezó con gran devoción entonando las melodías de los judíos de países árabes u orientales con gran apego y emoción. Cuando le pregunté dónde aprendió a rezar tan bonito me respondió que en “Youtube”. En efecto, esta plataforma virtual se ha transformado en una importante fuente de difusión de judaísmo tanto para judíos como para grupos que procuran acercarse.

En el vuelo de regreso de Madagascar a Israel (vía Estambul) reflexioné sobre el pueblo judío, sobre la historia judía y sobre Dios…qué lástima que “la solución final” de los nazis no nos trajo a esta isla. Cuán irónico es que varias décadas después del holocausto que costó las vidas de seis millones de judíos mayormente europeos, surja vida judía en Madagascar. ¿Cuál es el mensaje que Dios procura transmitirnos? De todas maneras, hoy podemos decir con propiedad: hay judíos en Madagascar, hay judaísmo en Madagascar, ¡Am Israel Jai!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Reflexiones sobre España y los judíos

En estos días el pueblo judío ha recibido la buena nueva de la posibilidad de recibir ciudadanía y pasaporte español para todos los descendientes de los expulsados de 1492. Quisiera analizar algunos aspectos de este tan trascendente evento y especialmente traer a la memoria cuestiones ya olvidadas respecto de la relación ambivalente entre los judíos y España a lo largo de la historia, relación en la cual han alternado sucesiva y simultáneamente el amor y el odio, y en la cual también interactúan conjuntamente la nostalgia y el dolor.

En el marco de mis ocupaciones laborales suelo visitar año tras año en más de una oportunidad tanto a España como a Alemania. Me cuesta decidir en cuál de los dos países me veo más invadido por sentimientos de dolor y enojo en virtud de lo que pasaron los judíos en esos lares. España es un país de contradicciones para el judío. Es la tierra de la edad de oro del judaísmo español (“Tor Hazahav”) y de la expulsión, tierra de refugio durante los días del holocausto, así como también tierra de opresión e inquisición. Tanto la actitud dual de los judíos hacia España, así como el intento de este país por atraerlos nuevamente nada tienen de nuevos.

Unos sesenta millones de turistas de todo el mundo visitan España anualmente. Según la organización internacional de turismo España se ubica en el tercer puesto mundial en visita anual de extranjeros, siguiendo solamente a Francia y a China en este parámetro y captando el 7% de todo el turismo mundial (más que países como Italia o los Estados Unidos). La capital, Madrid, ubicada en el centro geográfico de este país es una metrópolis colmada de jardines y parques, cafés y museos, todos los cuales le confieren un carácter policromático y vibrante. Sin embargo, considero que el turista judío no puede dejar de sentir el recuerdo de las sombras inquisitoriales que acechan en la Plaza Mayor, sitio en el cual se llevaron a cabo varias de las ejecuciones o autos de fe de judíos.

El nombre del país, España o “Hispania” era llamado “Aspamia” en nuestras fuentes clásicas. Nuestros sabios de bendita memoria mencionan a Aspamia como ejemplo de un sitio alejado: “Una persona que duerme aquí (en Babilonia) mas sueña en Aspamia” (Talmud Babilonio Tratado de Nidá 30(2)). El nombre “Sefarad” como sustituto del vocablo Aspamia se origina en la profecía de Ovadiá (1:20) la cual reza: “y la cautividad de Israel que está en Sefarad…”

El retorno de los judíos a este país simboliza una nueva etapa en la cual tras centurias de opresión religiosa se abrió la posibilidad de que estos habiten una tierra que por trescientos cincuenta años prohibió altivamente su ingreso.

¿Por qué los judíos no retornaron antes a España? ¿Qué los detuvo? ¿Acaso son los judíos quienes se abstuvieron o fueron los españoles quienes les detuvieron?

Hay quienes conectan entre el no retorno judío y la prohibición o anatema que decretaron en ese sentido las autoridades religiosas judías, empero, en realidad esta prohibición no era necesaria por cuanto que mientras las leyes inquisitorias estuvieron vigentes a ningún judío se le ocurrió volver y además el edicto de expulsión era muy claro en cuanto a que la presencia judía en la península se penaba con la muerte. Sin embargo, además del aspecto legal que se mantuvo vigente mediante decretos confirmatorios del siglo XIX hasta la abolición final de esta normativa en 1834, el no ingreso de judíos a España encierra también un aspecto sociológico muy sencillo y es que es muy difícil asentarse en un país en el cual no se es bienvenido o tolerado. Por lo tanto, debe decirse que los judíos estaban privados de asentarse en España no en virtud de un “boicot judío” sino en virtud de un” boicot español”.

En el pasado se llevaron a cabo intentos de pedir a las autoridades españolas que permitan el ingreso de judíos. Ya en 1641 un judío llamado Jacobo Cansino que radicaba en Madrid mantuvo una negociación con el Duque de Olivares sobre el retorno de los judíos a ese país, empero, este proyecto fue saboteado por el Supremo Consejo Inquisitorial. Asimismo, en días del Rey Carlos II (1665-1700) hubo un intento de devolver a los judíos a España de acuerdo con la propuesta de uno de los ministros de la corte quien pensó asentarlos en las colonias españolas a los efectos de desarrollarlas. Sin embargo, esta propuesta también fue abortada, esta vez por la casa real.

En el año 1802 el entonces rey de España Carlos IV escribió: (OJO, ponerle texto original) “…mi corazón misericordioso y devoto dista muchísimo de permitir cambiar la ley que es aceptada en nuestros dominios en cuanto a no aceptar judíos sin que estos acepten sobre sí la ley de la iglesia ya que deseamos mantener la pureza de la fe católica … es por ello  que ordeno continuar manteniendo la ley inquisitorial sin excepción con aquellos hebreos que ingresen al reino de España…”

Estas premisas son más que claras, está completamente prohibido para todo judío asentarse en España durante las primeras décadas del siglo XIX. Es probable que la leyenda respecto del juramento judío de no retornar a España sea de hecho una suerte de venganza ante la negativa española de no permitir su ingreso.

La apertura de las puertas de España a la inmigración judía no acaeció de repente o de una sola vez, sino que fue un largo proceso pleno de altos y bajos. Si bien en 1808 las leyes inquisitoriales fueron anuladas por Napoleón estas fueron reinstauradas por el rey Fernando VII en 1814. Nuevamente fueron derogadas entre 1820 y 1823 para ser nuevamente instauradas por el rey Fernando.

Solamente en 1834 se decidió derogar estas leyes definitivamente y en 1865 fueron derogadas también las referidas a la pureza de sangre, las cuales impedían que sirva en un puesto público o de mando a quien no puede demostrar ascendencia católica pura.

En 1968 (hace sólo 50 años) se decretó la anulación total del decreto de expulsión.

Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente legal, la derogación del decreto de expulsión no implica que las demás religiones puedan gozar de libertad de culto sobre suelo español o ingresar al país. Según la constitución de 1876 los únicos rituales religiosos permitidos en el dominio público son los católicos. Sólo en la constitución de 1896 se derogó el edicto de expulsión y el entonces primer ministro Emilio Castelar declaró por vez primera que las puertas de España estaban abiertas a los judíos. En 1917 se concedió por primera vez un permiso para la construcción de una sinagoga y comenzaron a realizarse servicios religiosos en el “Beit Midrash Abarbanel”. Cuando finalmente se promulgó en 1968 la ley que garantiza la libertad de culto la comunidad sefaradita ortodoxa recibió permiso de construir en el corazón de la capital, en la calle Balmes, la primera sinagoga desde los días de la inquisición. La primera sinagoga desde la expulsión fue construida en Barcelona en 1954.

El antiguo anatema

Si bien existe una tradición oral en cuanto que los expulsados de España declararon que no volverían a la península ibérica (España y Portugal) para a asentarse, esto carece de una clara fuente o respaldo tanto halájico como histórico. A este respecto  el Rav Kuk escribe: “Sobre el anatema de no asentarse en España no encontré aun una fuente que especifique si se trata de anatema, juramento o voto, y por ende no creo que sea de carácter más estricto que la prohibición de asentarse en la tierra de Egipto la cual aplica sólo para residencia permanente mas no si se trata de una visita por trabajo con la intención de retornar posteriormente al país del cual se proviene” (Igueret HaReaiá II 632). En la responsa Kol Mevaser el Rabino Meshulam Rate (3:3) escribe: “En cuanto a lo que se dice que los expulsados de España decretaron un anatema por efecto del cual no retornarían a ese país, no lo encontré documentado en libro alguno por lo que esta tradición carece de fundamento sólido (más aun, en la responsa “Mabit” 1:307 se demuestra lo contrario: “puesto que ni hay judíos en Aragón hace ya setenta años, y creemos que ningún judío se asentará ya en esos lares pues el Eterno Bendito Sea reúne a Su pueblo en la tierra de Israel prontamente. Analízalo detenidamente y lo entenderás”).

Tras haber revisado e investigado el tema de si existe o no un fundamento sólido para el anatema encontré únicamente en los reglamentos del “Ma´amad” de Londres en el siglo XVIII que pende una prohibición de retornar a ese país para los descendientes de cripto judíos que salieron de España y retornaron al judaísmo en el extranjero, por razones obviamente comprensibles para ese grupo específico pero que no se aplican para el resto del pueblo judío.

El retorno a España, ¿cuándo y por qué?

Hasta cuanto sabemos, antes del 1834, año en que se abolieron las leyes inquisitoriales no hubo judíos en España. Solamente en la segunda mitad del siglo XIX presenciamos un cambio que causó el retorno de estos al país por lo que comenzaron a fluir paulatinamente y en pequeños números. En 1877 había 406 judíos en toda España 31 de los cuales residían en Madrid. En 1900 su número ya alcanzaba los mil.

El fundamento legal de su ingreso fue la reforma constitucional de 1868 que dejó sin efecto el edicto de expulsión de 1492 y garantizó la libertad de culto y consciencia para todos los habitantes sea cual fuere su fe. Sin embargo, esto no afectó el carácter oficial del credo católico en el país.

Además, la situación de los judíos de la vecina Marruecos les forzó a abandonar ese país en busca de nueva residencia. Las guerras que comenzaron en el Norte de África entre 1859 y 1860 sumadas a las dificultades económicas en las ciudades marroquíes, la explosión demográfica en los barrios judíos, la propagación de la malaria y otras enfermedades contagiosas, el encarcelamiento de judíos por parte de las autoridades, la demolición de sinagogas, las persecuciones, el sufrimiento tanto corporal como espiritual y los pogromos causaron la emigración desde Marruecos en dirección a España. Efectivamente, los primeros judíos comenzaron entonces a retornar a España tras cuatrocientos años de ausencia asentándose principalmente en las ciudades sevillanas en el Sur del país. En esos años ingresaron solamente unas decenas de judíos.

Paralelamente a estos eventos en el Norte de África, en el sur de Rusia comenzaron a estallar pogromos en reiteración real, entre ellos los fatalmente conocidos de Kiev y Odessa de 1881. Muchos judíos huyeron a países vecinos tales como Austria, Rumania, Turquía y en determinado momento pidieron a las autoridades españolas permiso de ingreso. Por cuanto que varios de entre los refugiados eran descendientes de los expulsados de España, el Rey Alfonso XII abrió ante ellos las puertas del país y hasta dijo: “Bienvenidos a vuestra antigua patria”. Durante la primera guerra mundial el parlamento español debatió respecto de la posibilidad de proteger a los judíos de los Balcanes descendientes de los expulsados de Sefarad.

En los inicios del siglo XX continuó el flujo migratorio judío hacia España mas esta vez se asentaron principalmente en Madrid. Judíos llegaron a España durante la primera guerra mundial y encontraron en ésta refugio. Entre los inmigrantes se encontraba el prominente líder sionista Max Nordau quien fuera expulsado de Paris en el inicio de la guerra teniendo que asentarse en España hasta el final de esta.

Actualmente viven en España unos 30.000 judíos. Hay quienes sostienen que esta cifra es exagerada y no refleja la realidad. Es menester recordar que muchos judíos llegaron a España provenientes de Sudamérica durante los años de las crisis económicas, aunque la mayoría de estos retornaron posteriormente a la Argentina, el Uruguay etc.

En el presente los dos principales centros judíos de España son Madrid y Barcelona. Sin embargo, existe otra decena de pequeñas o pequeñísimas comunidades judías agrupadas bajo el rótulo de la “unión de comunidades judías españolas” en: Málaga, Torremolinos, Marbella, Granada, Sevilla, Valencia, Palma de Mallorca, Melilla y Ceuta (estas últimas en el Marruecos español).

Antisemitismo a la española

Parecería que a pesar de que los judíos en España son relativamente nuevos, el antisemitismo es antiquísimo. Los judíos cambiaron y no son la continuación natural de aquellos que fueron expulsados, empero, la actitud hostil hacia ellos no ha variado. Cientos de años de prédica católica antijudía tanto pública como práctica han dejado una huella indeleble en los habitantes de este país. El antisemitismo en España está tan profundamente enraizado que encuentra renovadas manifestaciones en la mentalidad de la gente, tanto en términos lingüísticos como de estereotipos que resultan imposibles de erradicar de la cultura popular. El antisemitismo está presente no solo en virtud de los nuevos inmigrantes musulmanes como en otros países europeos sino a raíz de los antiguos habitantes cristianos.

Años y años de ataques a judíos, inquisiciones y expulsión no se pueden borrar con facilidad. A pesar de que durante siglos ningún ojo español se topó con un judío el odio profundo de los españoles para con nuestro pueblo no ha desaparecido en lo más mínimo. España es hasta el día de hoy uno de los países más antisemitas de Europa y en este el vocablo “judío” es sinónimo de traidor, extraño, hereje y adversario político.

En el diccionario oficial de la real academia española se preservaron conceptos que expresan una actitud hostil hacia nuestro pueblo. Del vocablo “hebreo” dícese que es “un israelita o judío que “aun” mantiene su fe mosaica y se dedica al comercio”. La palabra “aun” expresa claramente la actitud implacable de la iglesia en cuanto a que la única fe verdadera es la católica y la definición de hebreo como comerciante no es traída a colación en virtud de la admiración que esta profesión despierta a los ojos del espíritu popular sino con un tono de desprecio y crítica abierta.

De acuerdo con el diccionario de la real academia en su edición de 1956 “judío” es un “tacaño prestamista a interés”.

Hacer una “judiada” significa realizar una acción inmoral digna de un judío. Esta palabra figura explícitamente en el diccionario de la real academia de 1956. En 1988 este vocablo fue “corregido” y sustituido por: “Acto negativo que en el pasado se consideraba digno de un judío”. En efecto, hay aquí un cambio de estilo, pero no de contenido, la conclusión es clara: los judíos realizan acciones que no son apropiadas y esto les particulariza. Hasta hoy, en el lunfardo español cuando alguien quiere decir “no me engañes” dice “no hagas una judiada”, o sea, una acción digna de un judío.

El vocablo “sinagoga” tampoco ha sido renovado en los diccionarios de la lengua española y se define como “lugar de reunión en el cual los judíos rezan y oyen la ley de Moisés” y también como “sitio de encuentro de personas que planifican un acto ilegal o procuran pleito”.

De esta manera la imagen del judío en España se tornó deforme e imaginaria sin que refleje a una persona real que habita en la península ibérica o en el mundo.

Sin embargo, a pesar de los sentimientos antisemitas y antiisraelíes que caracterizan a la población española no podemos pasar por alto la visita simbólica que realizara el rey de España en 1992 a la sinagoga de Madrid conmemorando los quinientos años de la expulsión. En este evento se puso de manifiesto el deseo del pueblo español de renovar su vínculo con el pueblo judío. El entonces presidente de Israel Jaim Herzog también participó de este magno acontecimiento.

Asimismo, otro punto favorable en la relación sensible y ambivalente de España hacia los judíos se puso en evidencia con el salvataje de muchos de nuestros hermanos durante la segunda guerra mundial. En 1924 se proclamó un decreto por medio del cual se concedía ciudadanía española a toda persona de origen sefaradí, especialmente a los originarios de los Balcanes. Esto salvó cuantiosas vidas de judíos que hallaron refugio en España. Muchos judíos alemanes se refugiaron en este país entre 1931 y 1936. A pesar de la postura oficial del Gral. Francisco Franco de apoyo a las fuerzas del eje, no se puede pasar por alto los numerosos intentos y gestiones llevadas a cabo por el gobierno español que condujeron a la salvación de judíos que eran ex ciudadanos españoles o sus descendientes, tanto durante el holocausto como con posterioridad al mismo. España gestionó la liberación de judíos españoles de los campos de exterminio. De esta manera se produjo una situación única amén de interesante, tras concluir la segunda guerra mundial la mayoría de los judíos miembros de la comunidad judía española eran de origen askenazí.

La neutralidad española durante la segunda guerra mundial permitió a 25.600 judíos usar a ese país como vía de escape de Europa. Sin embargo, la gran mayoría de estos abandonaron España tras concluir la guerra.

El vínculo ambivalente de los judíos hacia España se mantuvo a lo largo de los años no solamente en el ámbito de la memoria histórica sino también en el de los hechos reales. Incluso tras haber sido expulsados de España, los judíos continuaron hablando en ladino (“Mame Loshn”) en todos aquellos rincones del imperio otomano a los que arribaron, desde Marruecos y Turquía hasta los Balcanes, Salónica y el Sur de Italia.

No hay como un idioma para reflejar la cultura y el espíritu de quienes lo hablan. El ladino era el idioma de los exiliados de España y Portugal que se dispersaron a lo largo y ancho del Mar Mediterráneo. Cuando los judíos fueron expulsados de la península ibérica se llevaron consigo la lengua que empleaban, esto es, el español del siglo XV que se hablaba y escribía en la España de la época. Por ello el ladino hoy día preserva la gramática española de entonces, tal como aquellas personas que en la actualidad hablan hebreo bíblico o mishnaico en pleno siglo XXI. Incluso en la actualidad existen numerosas comunidades en las cuales los judíos preservan esta lengua y se esfuerzan por evitar que se pierda para que de esa manera no se corte el centenario nexo con su patria y hogar, España.

Muchos de los judíos expulsados continuaron cultivando su cultura española en el exilio. Las compras, la comida, el mercado, la carnicería, todo se continuaba llevando a cabo en ladino, los judíos carecían de amigos gentiles sino que únicamente socializaban con sus hermanos de habla ladina.  Continuaron rezando con la misma tonada que en España, cantando las mismas melodías y romances, comiendo los mismos platillos   de otrora entre los que se incluían los “huevos jaminados” y las “burrequitas”.

En diversos confines del mundo judío conocí personalmente familias judías que conservan hasta el día de hoy las llaves de las casas que dejaron en España pues a lo largo de las generaciones soñaban con volver.

Asimismo, se preservaron los apellidos de los judíos sefaradíes y testimonian la cadena ininterrumpida de las raíces judías sefaradíes; entre ellos Saporta, Nahmias, Shaltiel, Cohen, Halegua, Pardo, Shabtai y Moljo.

El profundo dilema que embarga a los judíos que viven actualmente en España lo escuché de uno de los ancianos de la comunidad: “la inquisición todavía no nos ha abandonado, pensamos en ella, vivimos bajo su sombra, recordamos a sus víctimas, pero rezamos por una vida mejor y un futuro promisorio para este país”. Creo que el complejo sentir de un judío que vive en un país que conjuga simultáneamente una cultura esplendorosa y la destrucción es dable de comprender desde las letras del poema que escrito por Rafael Cansinos, un autor descendiente de cripto judíos, con motivo de la inauguración de la sinagoga de Madrid. Este poema expresa el distanciamiento de los judíos de España y el anhelo de retornar a esta.

Además, el rey de España al visitar la sinagoga conmemorando los quinientos años de la expulsión dijo “¡Cuánto os hemos echado de menos!”.

Y yo agrego, ¿acaso esto es así?

Actualmente, una generación más tarde el gobierno español declaró su intención de conceder la ciudadanía a todo judío que pueda probar que es descendiente de los expulsados. Sin entrometerme en el criterio de la decisión y los móviles que motivaron esta decisión histórica, se trate de sentimiento de culpa, gesto simbólico o una necesidad demográfica y económica, me cuesta entender el entusiasmo que embarga a tantos judíos al saber de la posibilidad de aplicar para recibir la ciudadanía de un país en el que se vertió tanta sangre judía en el pasado y que en el presente es tan antisemita y tan antiisraelí.

El pueblo judío es conocido por su capacidad de supervivencia, por el “genio judío” o “ídishe kop”, ¿cómo entonces se les ocurre a los judíos volver a la España de la que fueron cruelmente expulsados en el pasado y a la que tantos abandonan en el presente?

De todas maneras, es de destacar que hasta el momento ni los legisladores hispanos ni los judíos en España u otros sitios saben cuáles son los requisitos para acceder a la ciudadanía española. ¿Es necesario descender de españoles por ambos padres o alcanza con uno solo? Un descendiente por parte de padre que no es judío de acuerdo con la halajá, ¿puede aplicar o solamente puede hacerlo la familia biológica de una madre judía que fue ejecutada por la inquisición? ¿Es necesario que el aplicante abrace la fe judía y crea en el Dios de Abraham Itzjak y Yaakov, o acaso si es descendiente de sefaradíes, aunque hoy sea cristiano es suficiente?

Algunos dicen que únicamente los rabinos son quienes deben decidir quién es sefaradí tal como establecen quién es judío. Esto tampoco está claro en cuanto al criterio a ser aplicado. ¿Cómo habrán de determinarlo? ¿En virtud del apellido solamente? ¿Sobre la base de documentos que se encuentran únicamente en los sótanos de la inquisición o mediante árboles genealógicos prácticamente irrecreables? Se trata de una misión compleja, difícil y no siempre real.

Creo que debemos aplicar nuestro antiguo principio según el cual “si te dicen que hay Torá entre las naciones no lo creas, si te dicen que hay sabiduría entre estas créelo” Sería inteligente y procedente si el pueblo de Israel prestase atención a la idea subyacente en el decreto del gobierno español y lo aplicase para sí. Hay descendientes de judíos españoles y de cripto judíos dispersos por el mundo entero. En España, Portugal, Grecia, el Sur de Italia, México, Brasil, Colombia, El Salvador, Texas, Nuevo México y la Florida.  En estos sitios viven muchas personas que se ven a sí mismos como hijos del pueblo judío y piden retornar a su fe original. Quizás sea importante y corresponda que un pueblo sabio y entendedor confíe en la sabiduría de la nación española y adopte este principio.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

La conversión al judaísmo de exnazis o sus descendientes

En los últimos años somos testigos de un fenómeno muy interesante de acercamiento al judaísmo y conversión de descendientes de segunda y tercera generación de nazis. No se trata de cientos ni de miles de personas pero en efecto se trata de números que dan lugar a hablar de un “fenómeno” llamativo que nos invita a preguntarnos por las causas que lo motivan.

Por supuesto que no es mi intención hacer una apología de los verdugos del pueblo judío sino simplemente describir una nueva tendencia que a primera vista resulta difícil de ser comprendida.

Las personas informadas sabrán contarles que en las calles de Jerusalém habita y transita un judío ortodoxo converso descendiente biológico de Adolf Hitler…

A los efectos de poder hacer tangible el fenómeno de pedido de perdón por parte de polacos y alemanes al pueblo judío en virtud de las atrocidades del holocausto les quisiera relatar la siguiente anécdota. Hace unos tres años pasé Shabat en la ciudad polaca de Cracovia, la cual fue en su momento un gran centro judío mas actualmente es difícil de encontrar en ella judíos vestidos con atuendos tradicionales. Durante el Shabat comí y recé con el rabino Tzví Gluck el cual funge actualmente como rabino regional de toda Galizia. El rabino Gluck es una persona ya mayor y viste un atuendo jasídico tradicional: cubre su cuerpo con un largo saco negro y su cabeza con un “shtreimel”. El sábado en la noche salimos a caminar por las calles de Cracovia junto a un grupo de jóvenes de la comunidad. De repente, un joven polaco que se encontraba en avanzado estado etílico se arrojó sobre el rabino Gluk y lo abrazó. Intuitivamente pensamos que el joven polaco quería atacar al anciano rabino por cuanto que estaba vestido con el atuendo típico que caracterizaba a los judíos en esta ciudad antes de la segunda guerra mundial. Para nuestra sorpresa el joven comenzó a llorar y a vociferar ¡perdónennos!; ¡perdónennos!; ¡perdón por lo que les hicimos durante el holocausto!

Este sentimiento de culpa por parte de descendientes de los verdugos se torna más delicado y complejo cuando estos expresan el deseo de acercarse al judaísmo y convertirse. Nos resulta difícil de creer que descendientes de nazis proclamen “tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios” y de esa manera se incorporen al pueblo que sus antepasados persiguieron, empero, se trata de una realidad que se repite una y otra vez en los últimos años.

Este fenómeno, el de personas que quieren ser parte del pueblo judío habiéndole provocado dolor y sufrimiento en el pasado requiere de una explicación, pues no hay antagonismo mayor que el existente entre los valores nazis de asesinato, violencia y desprecio por la vida humana y el enfoque judío de generosidad y misericordia para con el prójimo. Aun así, hay quienes deciden pasarse de bando y convertirse al judaísmo y unirse así a nuestro pueblo.

Parte de los interesados en convertirse son parientes de nazis y otros son descendientes de alemanes que aunque a veces no sirvieron directamente en el ejército alemán estuvieron activamente involucrados en la guerra; sostenían posturas antisemitas y pregonaban el narrativo alemán según el cual nadie sabía lo que estaba realmente ocurriendo en los campos de concentración… que allí no había judíos… que si los había no se los asesinó… de todas maneras nada sabíamos… etc. Este tipo de argumentos justamente llevó a muchos alemanes a querer pasarse de bando.

Hace unos dos años conocí en la ciudad alemana de Munich a un hijo de un oficial nazi que activó en las SS. Esta persona sabía y no sabía qué había hecho su padre durante la guerra ya que una de las reglas de su familia era que no se le preguntaba a papá qué hizo en el ejército ni se hablaba de la guerra. Si bien un muro de silencio se interponía entre las generaciones los hijos finalmente supieron lo que tenían que saber. Esta persona se contactó conmigo vía e-mail y cuando se enteró que viajaba a esa ciudad para asistir a un congreso rabínico quiso encontrarme personalmente en un sitio discreto. Acordamos encontrarnos en un café de  la ciudad. En una pequeña mesa me esperaba un cincuentón de aspecto germánico, alto, rubio, de nariz respingada. No le resultó difícil reconocerme en virtud de mi aspecto judío y la kipá que cubría mi cabeza. Estrechó mi mano en son de saludo y me dijo “Shalom”. Vi en su mirada una mezcla de vergüenza y miedo. Dijo: “mi padre es mi padre biológico pero no mi padre ideológico, estoy muy avergonzado por lo que él hizo y sus acciones no me dan sosiego incluso después de su fallecimiento. Creo que no podré tranquilizarme hasta que no me haya convertido al judaísmo con todo mi ser, y de esa manera habré reparado la injusticia que mi padre perpetró. ¿Usted puede ayudarme?” Debo reconocer que si bien me he encontrado por el mundo con personas interesantes o extrañas y si bien hace años que soy juez en el tribunal de conversión, su pedido me conmocionó profundamente.

Mi interlocutor percibió mi gran sorpresa y me preguntó: “¿Usted qué opina, qué influye más en la persona, los genes alemanes y nazis que fluyen por mi sangre por ser hijo de mi padre o el alma judía que en mí anida y pide convertirse al judaísmo?”

La explicación común al deseo de descendientes de nazis de convertirse al judaísmo gira en torno al deseo de expiar las atrocidades de sus padres, neutralizar el cargo de culpa que los aflige y preservar la conciencia limpia. Se trataría de un móvil de conversión egoísta. Lo que a mi me resulta interesante de este fenómeno es que estas personas piden convertirse debido al holocausto y a pesar de este. De no haber mediado el holocausto ellos no habrían deseado convertirse al judaísmo. El holocausto se transforma así en el móvil de la conversión, y a pesar de ello se trata de un fenómeno que no alcanza a ser masivo. Según el profesor Dan Bar On, experto de la Universidad de Ben Gurión en sicología de los descendientes de criminales de guerra nazis, “el móvil de estos conversos es sumarse a la comunidad de las víctimas. Al hacerlo se quitan de encima el peso de pertenecer a la comunidad de los victimarios”. El interés por convertirse refleja el deseo de salir de la impureza del bando nazi e incorporarse a la pureza del bando judío, o en otras palabras, huir del pasado en pos de un futuro mejor.

Existe una larga lista de móviles que llevan a las personas a querer convertirse, desde fe en el Creador y deseo de cumplir sus preceptos hasta la necesidad de ser enterrado, llegado el día, junto a un cónyuge judío. Otros quieren convertirse tras haber descubierto la sabiduría judía o por haber encontrado raíces familiares judías. En este caso se trata de personas que no solamente quieren incorporar el judaísmo como acto individual sino además como forma de reparar los crímenes perpetrados por sus antepasados. ¿Acaso una conversión de este tipo es posible? Amén de las consideraciones de tipo sicológica que suscita la conversión de un nazi o descendiente del mismo, ¿la halajá lo permite? Si bien el Talmud dice que “los hijos y nietos del malvado Hamán estudiaron Torá en Bnei Brak” (Guitín 57(B)), ¿cómo es esto posible?

El rabino Moshé Halevi Shtainberg, Rabino de la comunidad de Premishlán en Galizia y presidente del tribunal rabínico de Kiriat Yam, fue consultado respecto de esta cuestión. La pregunta fue la siguiente: “¿Se puede recibir al judaísmo en carácter de converso a un ex miembro arrepentido del partido nazi de quien se supone participó en atrocidades contra nuestro pueblo?

Respuesta: Si analizamos la cuestión desde una óptica meramente humana y del honor nacional es claro que nuestra conciencia no nos permite aceptarlo en nuestras filas. Un apersona como esta, cuyas manos están manchadas de sangre judía no tiene lugar con nosotros, se lo debe alejar de nuestro campamento tal como se alejaba al impuro y ¿cómo habríamos de decirle “eres nuestro hermano”? Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente halájico no veo impedimento alguno… pues el Creador no rechaza a creatura alguna y a todas las acepta, los portones del arrepentimiento se abren todas las horas y quien pide ingresar es aceptado. Vea en la responsa “Besamim Rosh” que se le atribuye a Rabenu Asher quien escribió en el inciso 177 que se aceptan conversos de todas las naciones incluido de Amalek. Vea en el Talmud en Guitín 57 y en Sanhedrín 96 que del malvado Nerón salió Rabí Meir y el archi-asesino Nabuzaradán luego de haber degollado a miles de judíos se arrepintió y se convirtió al judaísmo y los sabios no se abstuvieron de calificarlo como “converso justo”. Por lo tanto, si el tribunal entiende que esta persona se arrepintió por completo de sus inacciones y se esfuerza por ingresar bajo las alas de la Divina Presencia, no lo hace por un beneficio personal la halajá no tiene reparos en aceptarlo como miembro del pueblo judío” (Jukat Haguer p. 103-104).

El rabino Shtainberg hace una interesante diferenciación entre el sentimiento natural humano y el espíritu de la halajá por lo que deriva el peso de la responsabilidad de la decisión a los hombros del tribunal rabínico de conversión. No cabe duda que se requiere de un temple y un valor muy especiales tanto por parte de quien solicita la conversión como de quien la autoriza.

El recientemente fallecido rabino Shmuel Halevi Wozner, en su libro “Shevet Haleví” analiza el caso de la conversión al judaísmo de alemanes y escribe: “Respecto de su pregunta sobre la tradición que se le adjudica al Gaón de Vilna en cuanto a que le pueblo alemán es descendiente de Amalek, si bien por sus malas acciones se les asemejan, aseverarlo es muy difícil. Pues respecto del converso amonita nuestros sabios ya dijeron que el rey asirio Senaquerib mezcló a todas las naciones… por lo que hablar de un converso amalecita… por lo tanto no veo impedimento alguno de aceptar a un alemán como converso y que acceda a acogerse bajo las alas de la Divina Presencia…” (Responsa Shevet Haleví, V, Ioré Deá 149).

Creo que respecto de este tema podemos aprender una interesante lección del personaje bíblico de la hija del Faraón, una mujer generosa hija de un déspota. Su padre esclavizó a los judíos y ordenó arrojar al agua a sus bebés varones, ella desobedeció el mandato paterno, salvó a Moshé y tuvo un rol decisivo en la conformación de la nación israelita y su salida de Egipto. El Faraón era un malvado pero su hija era una mujer justa, tuvo el mérito de acceder al mundo venidero y el Creador la llamó “Batiá” (“hija de Dios”). Esto nos enseña que ni la violencia ni la tiranía pueden destruir el espíritu humano o el mundo. Si bien la hija del Faraón se educó en un hogar de oscuridad, ella hizo un cambio en su vida y se transformó en una justa entre las naciones.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Reflexiones sobre el futuro del pueblo judío

En estos días intermedios entre el Día de Recordación del Holocausto (“Yom HaShoá”) y el Día de la Independencia (“Yom Haatzmaut”), días en los que la sociedad israelí está dedicada a meditar respecto de su futuro yo también deseo expresar unos pensamientos sobre este tema. La existencia del pueblo judío da lugar a un sinnúmero de reflexiones, pero creo que la interrogante más clara, central e importante es la siguiente: ¿tiene futuro el judaísmo de la diáspora? ¿Está asegurado el futuro del pueblo judío? ¿Cómo asegurar y preservar el futuro judío? No soy profeta ni porto palabras de profecía en mi boca, empero, en virtud de mis diferentes viajes por el mundo judío trataré de exponerles algunas de mis impresiones.

Si bien desde un punto de vista religioso y teológico se nos aseguró que el pueblo de Israel no está abandonado a su suerte (“Porque Israel no está enviudado ni Judá de su Dios” Jeremías 51:5) y ningún judío será echado a un lado (“Dios trata de no apartar de él al pecador” Samuel II 14:14), también es cierto que otras promesas Divinas aún no se han materializado completamente. La promesa Divina respecto de que el pueblo de Israel será numeroso como las estrellas del cielo y como la arena a orillas del mar aún no se ha concretado en su sentido literal. El número de judíos en la actualidad asciende solamente a unos catorce millones, menos de un uno por ciento de la sociedad china que cuenta con mil cuatrocientos millones de personas. Es por ello que yo prefiero actuar asumiendo que el futuro judío no está asegurado, de esa forma me embargan un sentido de responsabilidad y un ferviente deseo de actuar, y quizás, por qué no, una sensación de sociedad con Dios en la labor de salvaguardar la existencia judía.

El pueblo judío es eterno y maravilloso, posee una larga historia y mira hacia el futuro  a la espera de la redención. Sin embargo, esta nación ha pasado por innumerables cambios y ha operado numerosos procesos a lo largo de su derrotero. La existencia judía oscila entre peligros y oportunidades, desafíos y dificultades, tal como señalara el Rav Kuk al comparar la historia judía con el movimiento de un péndulo de relojería, a veces se encuentra arriba y otras abajo. El pueblo judío es una especie de “péndulo histórico” en permanente lucha por sobrevivir ante los desafíos, tanto los internos como los externos.

El siglo XXI presenta una imagen exitosa del pueblo judío. Su florecimiento se manifiesta en el marco de una independencia nacional fruto de la existencia de un estado judío tras el vuelco histórico que operamos cuando pasamos del horror del holocausto a la euforia del resurgimiento amén de la reunión de las diásporas de la que somos testigos. Asimismo, somos testigos de la buena situación política, económica y social de los judíos en la diáspora, de su contribución en las diferentes áreas de la ciencia, la tecnología, la medicina, la economía y la cultura. Vemos la enorme cantidad de premios Nobel recibidos por judíos del mundo entero. Sin embargo, conjuntamente con este florecimiento, el pueblo judío enfrenta grandes problemas, al punto de que tenemos la sensación de que nos encontramos en una guerra por la supervivencia del colectivo judío en general y de cada uno de sus miembros en particular.

Para asegurar su futuro el pueblo judío se debe pasar de poner el énfasis en la supervivencia a enfocarlo en la continuidad. La supervivencia está definida por el diccionario como “mantenerse con vida en situaciones extremas”. Algunas de las comunidades judías están aún ancladas en tiempos de supervivencia cuando en realidad deben pasar a la etapa de la continuidad. Es indispensable que nos planteemos desafíos de continuidad y no solamente desafíos de supervivencia.

La vida judía en la diáspora está influida por procesos tanto exógenos como endógenos tales como los movimientos geopolíticos, la globalización, la migración judía, la inmigración a la tierra de Israel, la demografía menguante, la asimilación, los matrimonios mixtos, el debilitamiento de la identidad judía y de la educación judía en la diáspora, el alto costo de la vida comunitaria judía, la diversidad de identidades y de opiniones respecto de la interrogante “¿quién es judío?”, divisiones internas, no afiliación comunitaria de la mayoría de los judíos del mundo, procesos de urbanización, el fortalecimiento del Islam, el antisemitismo, el postmodernismo, la interacción entre la diáspora e Israel etc.

A todos estos se le suman dos procesos inversos que tienen lugar actualmente en el pueblo judío y son por un lado un movimiento de acercamiento y simultáneamente otro de alejamiento. Por una parte vemos asimilación y pérdida de identidad judía y por  otro notamos un retorno a la tradición y a la práctica religiosa. Un proceso debilita al pueblo judío y el otro lo fortalece. Ambos dos tienen lugar en los mismos países, en las mismas ciudades y en las mismas familias, un hijo se aleja del judaísmo al tiempo que otro se acerca.

En mi opinión el problema central del pueblo judío no son los matrimonios mixtos  sino la pérdida de identidad judía y la asimilación. Los matrimonios mixtos son un problema, pero este es causado por la asimilación. En la actualidad la identidad judía no es simple, natural y congénita sino electiva. Cada persona puede elegir ser o no judía y puede también escoger qué tipo de identidad judía detentar. Hasta el siglo XVIII la religión era el elemento central de la identidad judía, empero, a partir del período iluminista la religión perdió esa centralidad protagónica. Una de las diferencias más notables entre el mundo clásico y el moderno en el ámbito de la identidad es que en el pasado la familia y el sitio de residencia determinaban profundamente la identidad de la persona. En la actualidad, en este mundo moderno y postmoderno el ser humano en general y el judío en particular están expuestos a diferentes alternativas en la elección de su identidad. El judío contemporáneo se enfrenta al desafío de la elección de su identidad, debiendo confirmarla, adoptarla y vivir conforme a esta por propia voluntad y por propia elección.

Generalmente acostumbramos a explicarles a los jóvenes judíos de la diáspora que deben preservar su identidad y el futuro del pueblo de Israel para preservar así encendido el tizón de la continuidad histórica. Les decimos que deben mirar hacia el pasado judío con orgullo y procurar continuar con su existencia y perpetuar la travesía eterna de nuestra nación. Yo pregunto: ¿acaso deberíamos hacerlo? ¿Es esta la respuesta para un joven judío que se está asimilando? ¿Es esta una respuesta razonable para un joven que está alejado de su judaísmo? ¿Es esta la respuesta adecuada para un muchacho que jamás estudió historia judía o para la mayoría de los judíos no afiliados que son la mayoría del pueblo judío en la actualidad? ¿Acaso un conocimiento histórico de índole informativo alcanza para dar forma a una identidad judía?

Esta pregunta se conecta también con las famosas palabras del Rav Soloveichik a la luz de las cuales crecimos y fuimos educados: el rabino Soloveichik explica el milagro de la existencia judía a lo largo de la historia y también en el futuro por medio de los conceptos de “pacto de destino” y “pacto de misión”. Esto es, ¿hablamos de una existencia judía forzosa e inevitable como designio del destino o libre y electiva? ¿Acaso el judío que se asimila se siente vinculado al pueblo judío en virtud de su sufrimiento? ¿El vínculo se establece en virtud del pasado y una conexión histórica? ¿O quizás sea necesario acentuar la idea de misión por sobre la de destino?

Muchas comunidades construyen museos para documentar y preservar el pasado. Si bien acostumbramos a citar a Napoleón quien decía que “un pueblo que recuerda su largo pasado tendrá un gran futuro”, últimamente he comenzado a pensar que el pasado pone en peligro al futuro judío. Les temo a las comunidades que tienen museos. En esas comunidades la conciencia está enfocada en el pasado, no en el presente ni en el futuro. En muchas ocasiones esas comunidades están congeladas en el tiempo y no se renuevan. Una comunidad con museo viven en el pasado cuando en realidad debería invertir sus pensamientos en el futuro. Los individuos no pueden vivir en el pasado y tampoco el colectivo judío puede simplemente recordarlo o evocarlo aunque este haya sido maravilloso. Creo que debemos concebir una vida judía de la diáspora enfocada y enmarcada en el  futuro del pueblo de Israel y no únicamente basado en su pasado. Debemos pensar principalmente en su presente y en su porvenir. La premisa debe ser que “un pueblo que piensa en su futuro tiene futuro”… no alcanza con tener un pasado para acceder a un futuro.

El pasado y la historia son importantes cuando por su intermedio se transforman hechos anteriores en recuerdo activo, conocimiento histórico que es dable encontrar en las páginas de los libros en una memoria personal, en un sentimiento que late fuertemente en la identidad judía de nuestros jóvenes. La historia es un factor pasivo y solo al lograr transformarse en recuerdo pasa a ser un factor activo. El individuo conforma su identidad en relación a su pasado y a su presente. Por ello, debemos profundizar el diálogo permanente entre ambos tiempos como fundamentos que plasman la identidad, empero, creo que siempre debe comenzarse con el futuro para desde este retornar sobre el pasado, no al revés.

A los efectos de pensar en el porvenir sobre la base de conceptos renovados y no del pasado creo que es necesario retornar sobre la vieja básica y simple pregunta: ¿por qué ser un judío hoy?, o ¿por qué soy judío? Creo que en la actualidad todo judío debe formularse más y más esta simple interrogante: ¿Por qué soy judío? ¿Por qué ser judío en Australia? ¿Por qué ser judío en Guatemala? ¿Por qué ser judío en Polonia tras el holocausto? ¿Por qué ser judío en Francia  o en Norteamérica? Las respuestas pueden y deben variar según el sitio, pero fundamentalmente deben inspirar al futuro judío tanto individual como colectivamente.

Existen muchas respuestas a la interrogante “por qué ser judío”. Respuestas religiosas, nacionales, existenciales, universales, de pertenencia, de significado, familiares, comunitarias etc. Pero es crucial que entendamos que no existe una respuesta que se adecue a todo judío. La respuesta a esta interrogante no puede ser la misma para un anciano que para un joven, para un creyente y para un no creyente, para una persona que tienen una larga tradición familiar judía y para quien acaba de descubrir su judaísmo. Cada persona debe construir y forjar sus propias respuestas a las interrogantes judías contemporáneas. Es necesario renovar la reflexión, renovar el diálogo judío y comunitario al respecto, es menester encontrar respuestas diferentes que logren preservar al mayor número posible de judíos dentro del campamento con miras al futuro y no solo como estudio histórico.

Debemos dar al judío religioso y al judío tradicional la respuesta que busca y al judío asimilado el significado que procura. Debemos hablar como Moshé Rabenu: “al cielo y a la tierra”, a cada judío individualmente y en un sinnúmero de idiomas. Tal como solía decir el Rebe de Kotzk: “hay maestros jasídicos que buscan hablar de un modo tal que sus palabras puedan llegar hasta el cielo, yo quiero hablar de un modo tal que mis palabras puedan llegar hasta las tripas, hasta el ombligo…”

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Ir en bicicleta a la sinagoga en Shabat

No creo estar innovando nada si afirmo que la vida moderna influye en el diario vivir judío. Muchas cuestiones en nuestra vida religiosa dependen de los acontecimientos del mundo que nos rodea y uno de los ejemplos interesantes de este fenómeno es la pregunta de si montar o no en bicicleta en Shabat y días festivos.

Procesos de urbanización y desarrollo, el pasaje del campo a la ciudad y de barrios antiguos a modernos generan una dificultad real a los efectos de llegar a la sinagoga en Shabat y llevar a cabo los servicios. La distancia entre los sitios donde habitan los judíos y el emplazamiento de las sinagogas, sumado a la necesidad de mantener las comunidades unidas y activas, han llevado a los diferentes juristas a partir del siglo XIX a investigar respecto de las posibilidades de trasladarse en transporte público del hogar a los centros comunitarios tanto en Shabat como en días festivos, en un mundo judío que por una parte se modernizado y al mismo tiempo se ha emancipado.

Los juristas no se refieren a la posibilidad de trasladarse a la sinagoga en automóvil sino a la posibilidad de emplear transporte público o bicicleta. ¿Se puede acaso ir a la sinagoga en tren subterráneo en Shabat en la ciudad de Moscú? ¿Se puede asistir tanto al rezo como a la comida sabática en la sinagoga de Calcuta o Bombay montando en Rick Shaw? ¿Acaso se permite a personas enfermas o con capacidades diferentes ir a la sinagoga en un automóvil manejado por un no judío a los efectos de que no se queden solos en la casa en Shabat? ¿Puede una comunidad judía organizar un “ómnibus de Shabat” manejado por un gentil que recoja judíos de sus casas y los lleve a la sinagoga para de esa forma poder tener servicio religioso? ¿En las comunidades europeas se permite usar el tranvía o metro como medio de transporte para llegar a la sinagoga en Shabat? Y en este orden de cosas, ¿se puede ir a rezar a la sinagoga  en bicicleta en Shabat?

Durante largas centurias, antes de  pasar por procesos de emancipación e inserción social, los judíos solían concentrarse en guetos y vivían alrededor de la comunidad o sinagoga. Los barrios judíos eran normalmente construidos alrededor de la sinagoga a los efectos de facilitar la asistencia a la misma en los días sábado, por lo que los judíos vivían cerca tanto de la sinagoga como también en vecindad mutua. Empero, en tiempos modernos en los cuales los judíos salieron del gueto tanto físico como espiritual y en muchos casos ya no ven a la sinagoga como una institución central en sus vidas, al ir escogiendo dónde vivir muchos se fueron alejando físicamente del centro comunitario. Así comenzó el proceso de desmembramiento de la comunidad judía clásica. En términos generales, los diferentes juristas (el Rav Woldinberg, el Rav Ovadiá HaDaia, el Rav Noibirt y el Rav Ovadiá Iosef) coinciden en prohibir el uso de bicicleta en Shabat sobre la base de diferentes argumentos. Estos motivos se dividen en tres grupos: algunos juristas temen que la persona pueda por descuido salir del área de pernocte sabática (“tjum Shabat”) o pase de dominio público a privado y viceversa quebrando así la prohibición de transportar; otros juristas temen que se repare un utensilio o herramienta (“tikún klí”) ya que si sucede una avería a la rueda o se sale la cadena al pedalear la reparación implica la trasgresión de una prohibición de la Torá; sin emabargo, la mayoría de los juristas considera que  andar en bicicleta es una actividad propia de los días hábiles (“ovadín dejol”) por efecto de la cual el Shabat termina viéndose como un día cualquiera, quebrándose así la máxima talmúdica (Shabat 113(A)) “que tu conducta en Shabat no se asemeje a la de los días hábiles”. Las acciones propias de los días hábiles afectan el Shabat por cuanto que le quitan al séptimo día su carácter especial y trascendente.

En virtud de estas explicaciones vemos que el problema no radica en la propia acción de andar en bicicleta sino en las consecuencias que de esto se derivan, tanto sea en el caso de un desperfecto que cause una reparación para poder seguir andando, si se sale del área de pernocte sabático, si se pase de dominio a dominio o si se le hace perder al día su carácter especial o sagrado.

Es importante puntualizar que si bien se prohíbe tanto el uso del automóvil como el de la bicicleta, el grado de gravedad de la prohibición del primero es muy superior al de la segunda por lo que en caso de gran necesidad, a los efectos de saber si pedalear o no, es menester asesorarse con un erudito.

Asimismo, cabe señalar que la bicicleta que los juristas prohíben en Shabat no incluye los triciclos que carecen de cadena y sus ruedas son rellenas por lo que no se averían, ni tampoco las patinetas o skate boards (Shmirat Shabat Kehiljatá 15:18).

El primer jurista que permitió el uso de bicicleta fue el Rav Iosef Jaím (Ben Ish Jai, 1835-1909). Este autorizó a los judíos de Bombay el uso de bicicleta en áreas que cuentan con Eruv y, en caso de necesidad, autorizó también usarla fuera de este tipo de áreas a los efectos de cumplir con un precepto. Esta opinión no fue aceptada por la mayoría de los juristas, pero de todas maneras es expresión de un intento de afrontar la realidad cambiante de una comunidad que necesitó de esta autorización a los efectos de poder mantener su vida judía en Shabat. Sabemos que los judíos de Bagdad se basaron en esta autorización y aparentemente las comunidades sirias se apoyan en esta decisión hasta el día de hoy. El argumento del Ben Ish Jai al autorizar el uso de bicicleta es que no se deben decretar prohibiciones por propia decisión y por lo tanto no se puede prohibir el uso del biciclo en virtud de posibles trasgresiones a prohibiciones que pudiesen presentarse posteriormente.

Hace más de cien años el Ben Ish Jai fue consultado respecto del uso de bicicleta en Shabat y días festivos en la comunidad judía de Bombay: “Respecto del vehículo al que se le llama “bicicleta” que es montado en Shabat, tiene dos ruedas que no son impulsadas ni por personas ni por bestias sino que el mismo pasajero es quien las activa empujando con sus piernas”

Su respuesta fue: “Considero que se debe permitir andar en este vehículo que es activado por quien lo monta tanto en Shabat como en días festivos dentro de una ciudad que posee Eruv, y esto no implica un menosprecio del Shabat por realizar labores propias de días hábiles (“ovadín dejol”) y además esto se realiza dentro de una ciudad que posee Eruv por lo que toda ella es considerada dominio privado, y definitivamente corresponde respaldarse en quienes lo permiten, por lo que se debe permitir a los efectos de pasear y mucho más aún si se trata de cumplir con un precepto. Has de saber, que no debemos prohibir el uso de la bicicleta a los efectos de evitar un ulterior uso de vehículos tirados por animales o personas, ya que es imposible confundirse por tratarse de vehículos notoriamente diferentes. Además, no debemos decretar prohibiciones nuevas por propia decisión, y en esta generación es suficiente que las personas cumplan con los preceptos restrictivos ya decretados por los sabios. Empero, en el caso de una ciudad que carece de Eruv y por lo tanto se trata de un dominio público de origen rabínico, esto no se debe autorizar a menos que se trate de un servidor público sea porque se dirige a enseñar, o porque se dirige a regentear o fiscalizar una acción necesaria para la comunidad o si se trata de un emisario de la comunidad o si va a cumplir con un precepto como por ejemplo escuchar kadish o kedushá y la sinagoga le queda lejos, y se trata de una persona débil por hallarse enferma o ser anciana y no puede ir a  pie, en estos casos también se los debe autorizar como si se tratase de personas que van a servir a la comunidad” (Responsa Rav Pealim 1 Oraj Jaím 25).En la responsa escrita por Rabí Shimón Grinfeld (“Maharshag”, 1860-1930), uno de los grande juristas de Hungría de su tiempo leemos: “No me queda claro cuál es la prohibición que se infringe ya que no entiendo cuál es la acción propia de día hábil (“ovada dejol”) que se realiza en este caso, y además, no debemos decretar nuevas prohibiciones por propia decisión” Esto nos muestra que la definición de acción propia de día hábil es de carácter subjetivo.

De más está decir que la opinión innovadora del Ben Ish Jai generó debates entre los eruditos. El Rabino Ovadiá Hadaia sostiene que el Ben Ish Jai se retractó una vez que conoció más de cerca el tenor de la bicicleta (Iaskil Avdí III Oraj Jaím 12). El Rabino Ovadiá Iosef discrepa con el Rabino Hadaia ya que el fundamento del permiso del Ben Ish Jai es que no se deben decretar nuevas prohibiciones por decisión propia y esto no se ha modificado. Además, la respuesta del Ben Ish Jai deja traslucir claramente que vio bicicletas en Bagdad y además explica cómo funcionan.

En virtud de que los judíos se han esparcido a lo largo y ancho de barrios lejanos, cada vez son más los judíos que no viven a una distancia caminable de la sinagoga comunitaria. Para estos, el uso de la bicicleta puede ser una solución que les permita vincularse en Shabat con la sinagoga, la comunidad  y su propio judaísmo. La pregunta que aquí se formula no se refiere únicamente a la bicicleta en sí sino a cómo posibilitar que más judíos puedan asistir a la sinagoga y la comunidad en Shabat. El Shabat pasado lo pasé en Miami con una familia amiga en la que la esposa es religiosa y el marido es tradicionalista. La sinagoga más cercana se encuentra a media hora a pie, por lo que la familia cuida el Shabat en el hogar mas el marido no va a la sinagoga y por ende tampoco sus hijos lo hacen. El marido me dijo que no puede caminar tanto con el calor y la humedad de Miami pero que si pudiese ir en bicicleta asistiría a la sinagoga cada Shabat. Creo que se debe estudiar cada caso por separado, empero considero que en algunas oportunidades el uso de la bicicleta pasa de ser una acción típica de día hábil (“ovadín dejol”) a ser una acción sagrada (“ovadín dekodesh”), y quizás esta fue la intención de la sentencia del Ben Ish Jai.

Por Rabino Eliahu Birnbaum