El discurso rabínico

Se suele decir que “el poder del rabino radica en su boca”. Si nosotros entendemos el rol del rabino no solamente circunscrito al estrecho ámbito de la halajá sino que vemos en él un líder espiritual y comunitario que debe tomar posición, formar opinión pública e influenciar en el pensamiento y las costumbres de los miembros de su congregación, sin duda que una de las herramientas de las que dispone es la palabra y la pronunciación de homilías.

Hace cuestión de unas semanas visité la comunidad judía de Cuba y tuve allí una experiencia muy particular que no me había tocado vivir anteriormente. En víspera de Shabat se dirigió a mí la presidenta de la comunidad y me pidió que esa noche vaya a la sinagoga principal y después del Kabalat Shabat dirija unas palabras a los presentes. Por diferentes razones intenté evitarl, mas la presidenta insistió tenazmente y me dijo que por varios años no había habido rabino en la comunidad y que en todo ese tiempo el público no había escuchado una disertación sobre la Parashá de la semana. En vistas de la situación entendí que debía asistir a la sinagoga principal y disertar. Al llegar constaté que había presentes unas doscientas personas entre hombres, mujeres y niños. Preparé un mensaje breve, que dure aproximadamente unos diez minutos y no más ya que es sabido que una de las reglas de oro del buen discurso sinagogal es que “su inicio y su final no disten en demasía el uno del otro”. Subí al púlpito y hablé sobre la Parashá de “Vaietzé”. Cuán grande fue mi sorpresa cuando al finalizar todo el público aplaudió de pie y pidió otra disertación. Al principio pensé que se trataba de buenos modales y de gentileza para con el rabino disertante pero luego fui entendiendo que por mucho tiempo esa gente no había escuchado discursos rabínicos y que estaban sedientos de recibir más mensajes de pensamiento judío. Nuevamente hablé por unos diez minutos y nuevamente el público aplaudió de pie y pidió otra homilía… y así ocurrió cuatro veces y tras hablar cuarenta minutos descendí finalmente del púlpito. Por lo general el público pide al rabino que abrevie su mensaje por lo que en Cuba me sucedió un milagro revelado al pedir la comunidad que siga hablando una y otra vez.

En nuestros días es común que el rabino diserte cada Shabat y a veces más de una vez durante el sagrado día. Este fenómeno refleja la necesidad que tiene el público de escuchar palabras de Torá así como también expresa el tan especial vínculo que se genera entre el rabino y su comunidad. En el caso del ejercicio del rabinato en la diáspora, el discurso puede llegar a ser de gran trascendencia pues el público que asiste a la sinagoga suele ser más heterogéneo y en virtud de ello es necesario adaptar a éste el mensaje.

La disertación rabínica o “derashá” solía ser un acontecimiento popular y de gran importancia durante la Edad Media, empero en esos días la labor retórica no estaba a cargo del rabino titular de la comunidad sino que era realizada por un disertante o “darshán” profesional que recorría las diferentes comunidades y recibía un pago por su homilía. El Profesor Simja Asaf, quien estudió por muchos años la historia del Rabinato, en su libro “Korot Harabanut” escribe: “En las comunidades importantes se designaban disertantes especiales que hablaban ante el público en cada sábado. Este tipo de disertantes existía en las comunidades de Poznán, Frankfurt, Praga, Vilna, Slutzk y otras y estos a su vez eran grandes eminencias en el pueblo de Israel. Sin embargo en casos especiales o de suma importancia el mismo rabino comunitario era el disertante. Había dos sábados que estaban reservados especialmente para el rabino titular de la ciudad, el Shabat Hagadol (anterior a Pesaj) y el Shabat Shuvá (entre Rosh HaShaná y Yom Kipur). En estas ocasiones estaba obligado a hablar y este deber estaba estipulado en el contrato del rabino” (pág. 52).

Empero, en las últimas generaciones el rol de disertante pasó a la responsabilidad del rabino titular por cuanto que entre otras razones, conoce bien a su rebaño y entiende mejor que nadie qué tema es conveniente hablar para así llegar al corazón de la gente. La asunción de la responsabilidad de las disertaciones por parte del rabino comunitario es una señal más de los muchos cambios que operó este rol en cuanto a su status y su relación con la comunidad. El Rabino Iejiel Yaakov Wainberg, autor del libro “Sridei Esh”, escribió en su maravilloso artículo “Mosad Harabanut” (p. 289) que una de las funciones centrales del rabino comunitario actual es disertar: “la tercer función del rabino, además de enseñar Torá y sentenciar halajá es la de disertar en público tanto en Shabat como en los días de fiesta. La disertación pública fue vista tradicionalmente como el deber del rabino jefe del lugar, y su finalidad era la de inculcar en las personas amor a la Torá y temor a Dios, reforzar la fe, las esperanzas y la determinación del pueblo de Israel de fungir como reino de sacerdotes y nación sagrada”.

¿Cuál es el secreto de la disertación rabínica o “drashá” que la hace tan importante y difícil a la vez? Se trata del arte de hablar, del correcto equilibrio y armonía entre el disertante, el  contenido expresado y el público receptor. Hay disertaciones que si bien son dichas en público su mensaje no llega al corazón de los escuchas. Una buena disertación es aquella que al mismo tiempo toca y no toca. Una buena disertación es aquella tras la cual el oyente entendió lo que escuchó, puede volver sobre el contenido de la misma con claridad y hasta llega a repetirla en su casa para su familia o en otro evento.

El rabino en su rol de disertante y comentarista

La disertación del rabino es una ventana abierta a su mundo interior, sus áreas de interés y su nivel intelectual. El público se impresiona así de las palabras del rabino, de su modo de pensar, de las fuentes a las que recurre y de los ejemplos concretos que trae a colación. En la práctica, cuando un rabino diserta sobre un tema determinado y cita una fuente midráshica o filosófica, la comunidad no juzga necesariamente las fuentes citadas sino al rabino mismo. El rabino se transforma en el intérprete o “Midrash” legítimo para la comunidad, es quien hace llegar la Torá de HaShem a los escuchas transformándose en fuente de inspiración para los receptores de su mensaje. Esta apreciación es válida para el público religioso pero mucho más aún lo es para el público no observante. Por un lado la disertación debe ser fiel al origen y por el otro el rabino debe de fungir como intérprete y conducto de esa fuente clásica a su comunidad. Según esto, el disertante debe ser fiel tanto a sus maestros que le transmitieron las fuentes pero al mismo tiempo serlo también a las necesidades, inquietudes, creencias y formas de pensar de los miembros de su congregación. Una de las diferencias entre el papel de comentarista y el de disertante o “darshán” es que el comentarista revela la voluntad de HaShem en un pasaje de la Torá mientras que el “darshán” debe acercar la palabra de Hashem al Hombre. Un buen retórico debe ser capaz de combinar estas dos funciones en un mismo discurso.

En mi opinión, el secreto de una buena disertación radica en “saber ante quién estás parado”, qué público es el que está sentado ante ti. La correcta interacción depende del conocimiento que el rabino tenga del público que le escucha y su capacidad de ser sensible a sus necesidades y capacidades.

¿De qué no hablar?

Uno de los dilemas del mundo rabínico es si existen o no temas que no deben ser mencionados, si es mejor callar algunas cuestiones por el bien de la comunidad y del rabino mismo. La respuesta tiende a ser que sí, pero nuevamente, esto depende del momento y la situación en la que se encuentra el rabino en cuestión. Lamentablemente, debo admitir que hay algunos discursos pronunciados por algunos rabinos que mejor hubiese sido que nunca se hubieren pronunciado. Hay rabinos que logran alejar de la Torá a personas individuales y a veces a comunidades enteras mediante contenidos o estilos retóricos inadecuados para la audiencia. Un discurso puede acercar al judaísmo o alejar de este dependiendo del pensamiento y de la boca del disertante.

El referirse o no a cuestiones políticas es otro de los dilemas de los rabinos y disertantes. Hay quienes ven con buen ojo que el rabino menciones temas de orden político en su “derashá” para de esa manera demostrarle a su comunidad que tiene interés por los temas más inmediatos que urgen a los miembros de la congregación; por otra parte, hay quienes sostienen que al referirse el rabino a temas políticos pierde al segmento del público que disiente con su postura. En Israel los temas políticos que pueden llegar a tocar los rabinos en sus disertaciones suelen ser temas nacionales mientras que en las comunidades judías de la diáspora el tema suele tender ser sobre política interna comunitaria.

Finalicemos entonces con unas palabras del rabino Eliezer Papo, autor del libro “Pele Yoetz” que se refiere al disertante con estas palabras:

“Qué buena es la disertación pública, mas para su suceso esta requiere de varias condiciones. En primer lugar el disertante debe pedir a HaShem que le salve de la vanidad y que sus palabras den fruto; además, debe pedir a HaShem que su mensaje sea expresado en un lenguaje correcto, claro y agradable a los oyentes tal como una novia es bonita a los ojos de su marido. En segundo término debe ser breve y evitar agobiar a su público. En tercer lugar, debe ser muy cuidadoso en cuanto a la dignidad de su público y evitar ofender a  alguien en particular o acusar colectivamente a la grey. Debe verse incluido en el público y cuando señala una conducta errónea debe decir ´nosotros nos equivocamos en esto o aquello, vayamos pues a la luz de las enseñanzas de HaShem´. Además, el disertante debe repasar previamente su homilía para que esta sea fluida… el sabio que escuche y aprenda la lección y qué bueno es que cada cosa se haga a  su tiempo”

Por Rabino Eliahu Birnbaum