Comentario a la parashá Vaikrá

Comenzaremos la lectura del libro Levítico (Vaikrá) el tercero dentro del Pentateuco. El libro Levítico nos transporta a un mundo nuevo: el de los sacrificios, tema principal, que aparece en forma explícita y detallada a lo largo del libro.

El libro del Genésis nos llevó a través de los primeros pasos de la historia del pueblo judío, el libro del Éxodo nos hizo conocer los acontecimientos fundamentales del pueblo: la dispersión y la redención. Desde ahora en adelante entraremos en la vivencia judía, el hogar judío en todos sus detalles. En los libros del Génesis y el Éxodo entramos en el campo de la ley y los preceptos.

La Torá no fundamenta la necesidad de los sacrificios y por ello abundan las interpretaciones posteriores. Distintos investigadores e intérpretes judíos trataron de comprender cuál era el objetivo de los sacrificios, y por qué la Torá ordenó llevarlos a cabo.

A pesar del alejamiento real y espiritual del hombre moderno con respecto a los sacrificios, debemos estudiar y comprender el significado de este precepto, que durante generaciones poseyó una importancia central en la vida del pueblo de Israel.

El primer sacrificio del que tenemos conocimiento es el de Caín y Abel. Cuando Caín y Abel llevaron a cabo su sacrificio no cumplían con un mandamiento, sino que obedecían a una necesidad interior: la de dirigirse a un ente trascendental durante su vida. El primer sacrificio no se lleva a cabo para purgar un pecado, simbolizando que el sacrificio es una necesidad psicológica y religiosa del hombre y no una necesidad de Dios.

A pesar de que los primeros sacrificios que se llevaron a cabo en el mundo se basaban en esta necesidad natural y, por lo tanto, se ejecutaban de manera que cada persona estimaba adecuada, la Torá consideró necesario reglamentar la forma en que se deben realizar los sacrificios, para guiar al hombre en su vida religiosa.

Parecería que el sacrificio está relacionado con tres elementos: la entrega, la representación simbólica y el acercamiento.

El primer elemento en todo sacrificio es la entrega, la renuncia a una posesión del hombre para hacer entrega de ella al Creador. La Torá no diferencia entre tipos distintos de entrega: “Uno da poco y otro da mucho; lo importante es que su corazón aspire al cielo”. En realidad, el tipo de sacrificio no tiene importancia sino el esfuerzo que la persona lleva a cabo para renunciar a una parte de sus posesiones. Por ello, a veces tiene más valor el pequeño sacrificio del hombre pobre, que se esfuerza por renunciar a su ofrenda, que el gran sacrificio del hombre rico.

Las ofrendas tendían a educar el espíritu y el corazón del hombre. El korbán concedido a Dios requería, primordialmente, la voluntad de hombre. No importa si la ofrenda era mayor o menor, sino la intención pura que tenía al elevarlo a Dios.

El segundo enfoque que encontramos en el sacrificio es la representación simbólica ya que el sacrificio representa un sacrificio personal, o se lleva en realidad a cabo en su lugar. El hombre debe considerar, al llevar a cabo un sacrificio, que él mismo debería ascender al altar del sacrificio. Esto significa que el sacrificio ofrecido no es el que purga la culpa, sino el corazón del hombre que lo ofrece y su decisión de no volver a pecar. El efecto psicológico que se espera de la ceremonia del sacrificio, y el simbolismo relacionado con el mismo, es despertar el arrepentimiento del pecador y su consiguiente reforma moral y espiritual.

El acercamiento se expresa en la ejecución del sacrificio como acto religioso, cuyo propósito es el acercamiento y la unión con la Divinidad. La religión se caracteriza por la cercanía con el objeto religioso y no sólo por la fe. En toda religión existe la cercanía y el alejamiento. Dios está cerca del hombre, desde el punto de vista subjetivo, personal y lejos, desde el punto de vista objetivo. El objetivo del sacrificio es la creación de una experiencia religiosa, una experiencia de acercamiento.

La palabra hebrea para referirse a una ofrenda o a un sacrificio es “Korbán”, que procede de la raíz hebrea “karav”, que significa acercar. De modo que korbán puede ser interpretado como lo que es acercado o lo que acerca.

Con el korbán, se elevan los cuatro elementos de la naturaleza hacia Dios. La especie animal que consiste en el mismo sacrificio, la mineral que era la sal que acompañaba el korbán, la vegetal que eran las harinoas y el vino que se ofrecía a Dios junto al animal y, por último, la racional que era el hombre mismo que trae el korbán.

Todo indicaba la elevación, el acercamiento de los elementos de la creación Divina hacia El.

El sacrificio es un símbolo de la cercanía entre Dios e Israel. Este simboliza el reconocimiento de que Dios es el señor de todo el mundo y debemos agradecerle a El por todas nuestras posesiones.

Una de las explicaciones más conocidas acerca de la razón de los sacrificios, es que ellos representan la lucha de la Torá en contra del paganismo. Maimónides asegura que la Torá no cambió la forma exterior del sacrificio, sino que modificó su actitud interior. En lugar de sacrificios a un Dios Único, y se limitó también el lugar en el que se pueden llevar a cabo los sacrificios: sólo es posible hacerlo en el templo, anulando entonces el paganismo y la costumbre de llevar a cabo sacrificios en altares dispersados por todo el territorio.

Es evidente que la opinión del Rambam despertó diversas reacciones entre distintos intérpretes que no están de acuerdo en que el único objetivo de los sacrificios era la lucha contre el paganismo, sin otro motivo importante.

Los sacrificios representar un problema moral para muchos judíos de nuestra época. En el presente, cuando el hombre trata de acercarse más y más a la naturaleza, y existen diversas asociaciones de defensa de los animales, surgen la pregunta acerca de la renovación de la ceremonia de los sacrificios, en cuyo caso no es claro cómo serán recibidos entre el pueblo.

A pesar de las dificultades que puedan surgir, es necesario destacar que los sacrificios constituyen uno de los preceptos fundamentales de la Torá, y, por ende, están incluidos dentro de las aspiraciones del pueblo judío con respecto a la redención y el Tercer Templo.

El Rav Kuk sostuvo que mientras el pueblo judío no descubra la necesidad de renovar la ceremonia de los sacrificios, éstos no se harán realidad. Sólo cuando el pueblo comprenda la importancia y la centralidad de este acto, el sacrificio volverá a ser una de las costumbres del pueblo judío, como lo fue en la antigüedad.

Rabino Eliahu Birnbaum