La comunidad judía de Belgrado es un calidoscopio que conecta la expulsión de España con la shoá, y que hace cada vez menos notable la diferencia entre el idish y el ladino. La shoá borró prácticamente todo, y rápido.
Belgrado, Serbia
El Beit Kneset ashkenazí “Sucat Shalom”, único lugar de culto que existe hoy día en Belgrado, se llenó de concurrentes el shabat por la noche. Este Beit Kneset es uno de los pocos que sobrevivieron en Serbia luego de la shoá, a pesar de que su destino no fue muy meritorio durante la misma. En la época de la Segunda Guerra Mundial, los soldados alemanes utilizaron a la sinagoga como prostíbulo. Uno de los asistentes, quien era adolescente en esos días, cuenta que la parte de los hombres era un restaurante para los soldados y la de las mujeres tenía otro uso, lamentablemente.
Me parece que la plegaria especial que vivencié durante mi visita a la comunidad es un ejemplo y un símbolo de la impresionante historia y de la nostalgia respecto al pasado.
En el Beit Kneset ashkenazí, donde hablaban idish antes de la guerra, rezan hoy de acuerdo a la costumbre sefaradí e incluso hay partes en Ladino. No es la costumbre de edut hamizraj (costumbre sefaradí de los judíos procedentes de los países árabes), sino el estilo sefaradí original, procedente de los expulsados de España y Castilla, los cuales se asentaron en los países balcánicos – Sarajevo, Belgrado y Croacia – luego de la expulsión.
Una de las costumbres locales me llamó la atención. En la noche de shabat, cuando el público recita la última parte del “lejá dodí”, donde dicen “boi calá”, continuaron mirando hacia adelante, al Harón Hakodesh, y no se dieron vuelta como es costumbre hacer. Visité cientos de comunidades judías en la diáspora, ashkenazíes y sefaradíes, sin embargo esta es la primera vez que recé en un Beit Kneset donde el público no se da vuelta en “Lejá Dodí”, y realmente me sorprendió. Al final de la tefilá le pregunté al Rabino de la comunidad cuál es la razón de esta extraña costumbre y él me dio una increíblemente interesante respuesta, la cual demuestra la grandeza de las comunidades de la diáspora en general y de la comunidad de Belgrado en particular, y su voluntad y esfuerzo por mantener la llama judía encendida.
Luego de la destrucción de la comunidad de Belgrado en la shoá, y durante decenas de años bajo el gobierno comunista, tuvo lugar la tefilá de shabat por la noche pero no había minián por la mañana. No sacaban el Sefer Torá, no abrían el Harón Hakodesh y no leían la Torá. Los judíos de la comunidad sintieron la necesidad de abrir el Harón Hakodesh, ser bendecidos por su santidad y ver los rollos de la Torá, para no olvidar que hay dentro del arca. Dado que no abrían el arca sagrada por la mañana, por la falta de tefilá y plegaria, decidieron abrirlo en el kabalat shabat.
Sin embargo, cuando llegaban en la plegaria a “boi beshalom ateret baalá”, no podían darse vuelta hacia la puerta, para no darle la espalda al Harón Hakodesh que se encontraba abierto, debido a su santidad… desde entonces y hasta hoy en día, a pesar de que las plegarias ya tienen lugar en forma regular todos los shabatot por la mañana, y no abren más el arca por la noche, los miembros de la comunidad no se dan vuelta para así preservar la costumbre del lugar. Hoy día, todos los shabatot hay tefilá de arvit y shajarit, una hermosa plegaria llena de melodías sefaradíes, con un joven jazán local, quien sabe cantar las canciones de la misma forma en que las cantaban en España antes de la expulsión, y en Serbia antes de la shoá. Parte de las tefilot son recitadas en ladino (como Berij Shemá o Ein Kelokeinu), como se acostumbraba en las comunidades sefaradíes.
Actualmente, los ashkenazíes y los sefaradíes rezan juntos en el mismo Beit Kneset. El único hecho que distingue entre ellos es que los sefaradíes dicen al final de la tefilá “shabat Shalom” y los ashkenazíes “guit shabes”.
A pesar de esto, la diferencia entre los sefaradíes, los cuales hablan ladino, los veteranos, y los ashkenazíes, los nuevos emigrantes, los cuales hablan alemán y húngaro, es sumamente importante para poder comprender la situación del judaísmo en Serbia y Yugoslavia en la época de entre las dos Guerras Mundiales.
La dominación de los sefaradíes
El asentamiento judío en Macedonia y Dalmacia tiene su origen en la época de los griegos y los romanos, asimismo, pequeñas comunidades judías existían en Eslovenia y Besarabia ya en la edad media. Sin embargo, la primera gran ola de emigración judía a los países balcánicos comenzó como consecuencia de la expulsión de los judíos de la España católica en 1492. El sultán del Imperio Otomano recibió con alegría a los expulsados, y estos llegaron en masa. Al comienzo se asentaron en su mayoría en Salónica y en Estambul (Constantinopla), pero hasta mediados del siglo XVI sus descendientes comenzaron a dispersarse en ciudades más alejadas y establecieron comunidades en ciudades como Belgrado en Serbia, Sarajevo en Bosnia, y Skopie (Uskub) y Bitola (Monasterio) en Macedonia.
Los sefaradíes trajeron con ellos su idioma y costumbres de España. Continuaron hablando ladino, dialecto que fue desarrollado del castellano del siglo XIV. En todos los lugares donde se asentaron establecieron organizaciones comunitarias separadas. Los sefaradíes se creían superiores a nivel cultural respecto a los judíos bizantinos locales y a los ashkenazíes del norte y este de Europa. En poco tiempo, aquellos emigrantes de España y Portugal tomaron el liderazgo de la vida judía en los países balcánicos sin objeción alguna. Hasta fines del siglo XIX, el ladino era el idioma principal de la comunidad sefaradí de Belgrado. Casi todas las publicaciones de la comunidad eran realizadas en dicho idioma.
Los apellidos sefaradíes más comunes eran Alkalai, Almozalino, Demio, Calderón, Confino, Meboraj, Fiade, Pinto, Romano y por supuesto Levi y Cohen.
¿Y qué pasaba con los ashkenazíes? Belgrado, hasta comienzos de la Primer Guerra Mundial, era parte del Imperio Habsburgo, y sus judíos, parte de la judería húngara. Aquellos se unieron en su mayoría, durante el siglo XIX al movimiento neológico, movimiento similar al reformista pero más moderado. La diferencia entre las comunidades sefaradíes, las cuales continuaron en su camino tradicional y las ashkenazíes, quienes decidieron tomar un camino más liberal, crearon grandes contrastes entre ambos. Los sefaradíes estaban orgullosos de su historia y sus tradiciones, en cambio los ashkenazíes se consideraban más avanzados e iluminados.
Es importante resaltar que a pesar de las diferencias, durante los 300 años de vida judía en Belgrado, vivieron en ella ashkenazíes y sefaradíes en armonía y colaboración comunitaria. Con la conquista de Serbia por el Imperio Otomano, los judíos en general comenzaron a tener éxito, y en particular los de la ciudad de Belgrado.
La comunidad creció muchísimo alrededor de la Primera Guerra Mundial. Con la recepción de la autonomía religiosa, se establecieron instituciones educativas y sinagogas para las comunidades ashkenazíes y sefaradíes, y el número de judíos en dichos países aumentó. En 1930 había, en la Yugoslavia de aquellos días, 114 comunidades organizadas: 38 sefaradíes (todas excepto tres, estaban en Serbia, Bosnia, Macedonia y Dalmacia), 70 comunidades ashkenazíes neológicas (en su mayoría en Croacia y en Voivodina) y 6 comunidades ashkenazíes ortodoxas (casi todas en Voivodina). En 1939 habían, tan sólo en Belgrado, cerca de 12.000 judíos 10.000 sefaradíes y el resto ashkenazíes. A lo largo de los años, Serbia se convirtió en la casa de importantes rabinos. Al principio Belgrado no era una ciudad importante a nivel religioso, y estaba influenciada por los centros en Salónica y Estambul. Sin embargo, luego de la designación del Rabino Iehudá Larma de Estambul en el año 1617, como Gran Rabino de Belgrado, aquel influenció al centro rabínico y religioso de la ciudad y lo ayudó a desarrollarse en forma significativa. En dicha época, Belgrado se convirtió en el tercer centro de estudios judaicos de los países balcánicos, luego de Estambul y Salónica.
Entre los conocidos personajes, los cuales fueron parte de la comunidad judía de Serbia, sobresale uno de los presagiadores del sionismo, el Rabino Iehuda Alkalai. El Rabino Alkalai nació en el año 5558 (1798) en la comunidad sefaradí de Sarajevo. Con el tiempo, fue designado sheliaj tzibur y moré de la comunidad de Zamalín, ciudad cercana a Belgrado. Luego de muchos años fue designado Rabino de la comunidad, y se desarrolló en dicho puesto hasta realizar aliá en el año 5634 (1874). Una de las sinagogas que había en la comunidad del Rabino Alkalai existe hasta hoy en día, aunque lamentablemente funciona como un restaurante local. En mi visita al lugar, me fue muy difícil ver que el lugar donde se encontraba el Harón Kodesh, es utilizado como lugar donde sirven bebidas alcohólicas. Dicho Beit Kneset fue construido en 1850.
Judenfrei
Como hemos dicho, antes de la Segunda Guerra Mundial había cerca de 12.000 judíos en Belgrado, sefaradíes y ashkenzíes, la shoá no distinguió entre ellos. Los judíos de Serbia fueron los primeros que sintieron la influencia de la política Nazi en forma completa. El 30 de mayo de 1941, el gobierno militar Nazi de Belgrado publicó la definición de “quién es judío”, y legisló una serie de normas las cuales quitan a los judíos del servicio público y de ciertas profesiones. Todas las propiedades judías fueron anotadas, comenzó el trabajo forzado, y se prohibió a los ciudadanos serbios esconder a judíos. Ya en ese momento, debían los judíos llevar el Magüen David amarillo.
El 6 de abril de 1941 Alemania invadió, junto con sus aliadas, Italia, Hungría y Bulgaria, al territorio de Yugoslavia. Jóvenes judíos, en su mayoría del Hashomer Hatzair, se reunieron al día siguiente, y sabotearon los cuarteles del enemigo, distribuyeron propaganda, y reunieron dinero y equipamiento médico.
En octubre, cerca de 4000 hombres judíos fueron asesinados por el ejército alemán. En diciembre, todas las mujeres y niños judíos de Belgrado fueron detenidos y enviados al campo de concentración Sajmiste, al lado de la ciudad. A principios de marzo de 1942, un camión de gas fue enviado de Berlín a Belgrado, y hasta principios de mayo, todas las mujeres y los niños fueron asesinados con gas.
En agosto de 1942, el gobierno serbio anunció con orgullo que Belgrado es la primera ciudad que se encuentra en el nuevo status “judenfrei” – libre de judíos. Tan solo 1200 judíos de Belgrado sobrevivieron. La mayor parte de los judíos fue asesinada en Serbia, y en la zona de Belgrado fueron establecidos tres campos de concentración para judíos y gitanos. El nivel de participación de los serbios en el asesinato del pueblo judío fue muy alto. El campo de concentración Banjica estaba prácticamente puesto en funcionamiento por serbios, y era solventado por el presupuesto local de la ciudad de Belgrado.
La exterminación de los judíos serbios fue presentada por los alemanes también como forma de frenar la revolución, y los judíos fueron mostrados como comunistas o como quienes apoyan a los mismos. Esta forma de exhibir a los judíos, sirvió a los intereses de los alemanes: la solución final fue utilizada, también, para asustar a la población local. Así, es posible comprender el por qué fueron asesinados los judíos de Belgrado en la ciudad o en sus alrededores, y por qué lo hicieron tan rápida y tempranamente.
Es importante recalcar el rol de los partisanos serbios, bajo el liderazgo de Tito, los cuales lucharon contra la conquista, en lo que es conocido como “la revolución serbia”, una de las más grandes oposiciones que sufrió la Alemania Nazi en toda Europa. Muchos judíos lucharon contra los alemanes en sus filas, y los partisanos y los comunistas les dieron refugio.
Después de la shoá, aquellos que quedaron en vida buscaron un nuevo futuro. Parte de ellos realizaron aliá, y los pocos judíos que quedaron en el país comenzaron a reconstruir la comunidad. Las comunidades sefaradíes y ashkenazíes fueron reunidas en una sola comunidad, con respeto mutuo y una historia en común.
Entre la nostalgia y la visión
En la Yugoslavia de la post guerra, las tres comunidades más importantes se encuentran nuevamente en Belgrado, Sarajevo y Zagreb. Hoy día, viven en Serbia cerca de 2000 judíos, dentro de los cuales 800 viven en la capital, Belgrado, y el resto se encuentra disperso entre las comunidades: Denish (al lado de Belgrado), Novi Sad y otras 7 comunidades pequeñas por la zona Vojvodina, alrededor de Novi Sad: Sombor, Zrenjanin, Subotica, Kikinda, Danchevo, Zemun, Noisad (en alguna de estas comunidades aún hay sinagogas). Es importante recordar que hasta 1991, Serbia, Kosovo, Montenegro, Macedonia, Bosnia, Croacia y Eslovenia eran parte de Yugoslavia, cuya capital era Belgrado, sin embargo hoy día, cada una es un país separado e independiente.
En la actual comunidad de Belgrado, la diferencia entre ashkenazíes, sefaradíes, neológicos y ortodoxo, no es muy grande. El ser miembro de la comunidad se le permite a todo judío, el cual no pertenece a ninguna otra institución religiosa y el cual dice que por voluntad propia desea ser miembro de la comunidad. La pertenencia a la comunidad es de acuerdo a la “ley de retorno”. Aquel que tiene derecho a la ley de retorno, es decir que sus padres o abuelos eran judíos, y él es la tercera generación de un familiar judío, tiene derecho de ser miembro de la comunidad. También las parejas de los no judíos son aceptadas de acuerdo al status de su pareja judía. Es importante recalcar que este sistema es utilizado en mucha partes de Europa y del mundo en general, también en comunidades que son consideradas ortodoxas como lo es el caso de Serbia.
A los ojos de los judíos de Serbia de hoy día, la época de entre las dos guerras mundiales, es considerada la edad de oro de los judíos de Yugoslavia. Mirando hacia atrás, esta observación, a pesar de que se encuentra llena de nostalgia, tiene bastante verdad. En esa época, comunidades ashkenazíes y sefaradíes, cada una con su marco y su ideología, activaron en forma paralela, pero con ayuda mutua entre ellos. Muchas organizaciones judías, con un gran nivel de actividades, se desarrollaron tanto a nivel local como a nivel nacional.
Una prueba de dicha realidad, se me presentó en motzaei shabat, bien entrada la noche, cuando caminaba por las calles de Belgrado al lado de Gran Rabino de Serbia, el Rabino Yitzjak Asiel. Caminamos por calles donde cada piedra y cada esquina son un recuerdo y monumento al judaísmo esplendoroso que existió. Cuando pasamos al lado de “Cinema Rex”, un grandioso edificio el cual sirve hoy día como teatro y cine, el Rabino me comentó que el edificio pertenecía en el pasado a las organizaciones judía “oneg shabat” y “gmilut jasadim” (organizaciones que se ocupaban de acciones de tzedaká dentro de la comunidad judía). Y de hecho, en la entrada del edificio se despliega hasta hoy en día un gran versículo: “no nos abandones en nuestra ancianidad, no nos dejes cuando nos quedemos sin fuerza”. Los edificios cercanos eran colegios, yeshivot, carnicerías kosher y negocios judíos. Cada piedra sabe contar su historia.
La comunidad que se encuentra bajo el liderazgo del Rabino Asiel, no vive tan sólo en el pasado y la nostalgia. En los últimos años han renovado el Beit Kneset, construyeron una cocina kosher y un salón de eventos, y publicaron decenas de libros y revista sobre judaísmo en serbio. El Rabino Asiel transmite todos los días un programa de dos minutos en la televisión local (algo como “el versículo del día”), hay clases de Torá, shabatonim y seminarios para los jóvenes de la comunidad, hay plegarias todos los shabatot y programan dentro de poco construir una mikve en Belgrado.
De acuerdo a una leyenda urbana, si una persona escribe un deseo en un papel, lo pone en un colgante y lo tira a la tierra del antiguo cementerio ashkenazí en Belgrado, el deseo se cumple. No tengo ninguna duda que los deseos que han escrito los miembros de la comunidad y el Gran Rabino de Serbia, el Rabino Asiel, es uno: “renueva nuestros días como en los tiempos antiguos”.
Rabino Eliahu Birnbaum