Por Rabino Eliahu Birnbaum
Los personajes centrales de esta parashá son los mellizos Esav y Yaakov. La relación entre ellos es conflictiva a lo largo de toda su vida: comienza con una disputa en el útero materno y, luego de gran cantidad de desencuentros, vemos, sobre el final de nuestra parashá, a Yaakov huyendo del hogar por temor a la venganza de su hermano.
Yaakov y Esav simbolizan dos formas, simultáneas algunas veces y sucesivas otras, en que ha existido el pueblo de Israel. Por tal razón, se entiende el hecho de que uno fuera favorito del padre y el otro de la madre, en función de expectativas diferentes en cuanto al futuro del pueblo que nacería de su progenie.
Itzjak es un hombre sedentario, esencialmente pasivo. La fortaleza y poder de decisión de Esav lo encandilan, y ve en él una seguridad proyectada al futuro. A diferencia de su esposo, Rivká entiende que son los dotes intelectuales de Yaakov los que darán trascendencia a la vida del pueblo en el futuro.
Mirando las personalidades de ambos hermanos a la distancia, observamos su carácter completamentario. Sus actitudes vitales responden a necesidades diferentes: no todos los estímulos a que nos somete la realidad admiten respuestas de igual tenor.
Así, nos encontramos en la Shoá con la personalidad de Esav, mientras que en la fundación de Yavne y su círculo de sabios hallamos una actitud que se identifica netamente con Iaakov.
Es posible interpretar la tensión que viven Itzjak y Rivká cuando deben decidir cuál de sus hijos recibirá la bendición, atendiendo al dilema de quién está mejor capacitado para conducir al pueblo de Israel. Itzjak opinaba que un guerrero que tiene la fortaleza de defender sus ideas y proteger físicamente a su familia es superior, y por lo tanto debe ser el elegido. Rivká opina que el mundo es un conjunto de ideas. Aquellas personas que controlan las ideas: los filósofos, los intelectuales, los pensadores, son los que realmente tienen influencia sobre el mundo en que vivimos.
En el momento en que Itzjak debe impartir la bendición de la primogenitura, cuando Iaakov intenta aparecer como su hermano, vemos fraguar una síntesis de los hasta ahora “opuestos”. “Las manos son las de Esav”, dice Itzjak, y agrega: “y la voz es la de Iaakov”. No es con estructuras rígidas que se puede responder eficazmente a las necesidades y desafíos, sino con una adecuada síntesis de los opuestos aparentes.
Las separaciones crean dicotomía, enfrentamientos, violencia y fanatismo. Es necesario encontrar la armonía y el equilibrio entre conceptos y personas diferentes. Las “manos de Esav”, tienen que convivir con “la voz de Iaakov”.
En muchas ocasiones, tal como ocurre en Medinat Israel, es necesario combinar los “brazos” del guerrero con la “voz” del sabio para hallar la forma más idónea de responder a la realidad.