El edificio perteneciente a la sinagoga fue vendido a católicos, y en el colegio judío estudian no judíos. ¿Acaso es posible ser judío en Zimbabue?
¿Cómo se puede llevar una vida judía en un país con 900% de inflación anual y 80% de desocupación, en el cual no hay provisión regular de agua y electricidad, practicamente la mitad de la población son portadores de sida y la expectativa de vida es de las más bajas del mundo (36 años)? Este es el desafío de la pequeña pero maravillosa comunidad de Belwaio, Zimbabue.
La mayor parte de los judíos, arribaron a Zimbabue entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Los mismos, llegaron a la colonia inglesa Rodesia, la cual finalmente logró su independencia y se convirtió en Zimbabue (1970). En el año 1894 llegaron los primeros judíos de Lituania y Rusia, y en el año 1920 se les sumaron a estos, judíos de la isla de Rodos – Grecia. En el año 1930 arribaron al país judíos que huían de Alemania, y luego de la Shoá, se unieron algunos más.
A lo largo de los años, la comunidad creció, y en los 60´ la misma contaba con 8000 judíos. En esa época, fueron construidas dos sinagogas en la ciudad Harare, una ashkenasita (1895) y otra sefaradita (1931). En el año 1911, fue construida una sinagoga grande y muy impresionante en la ciudad de Bulawayo. Dos colegios judíos fueron construidos en Zimbabue, el colegio Carmel en Bulawayo y el colegio Sharon en Harare. Sin embargo, en el año 1970 cuando comenzó la revolución ciudadana en y con ella una lucha entre el gobierno y la oposición, la mayoría de los judíos abandonaron el país.
Hoy en día, viven en Zimbabue únicamente 300 judíos. La mayor parte se encuentra concentrada en las ciudades Bulawayo y Harare y tan solo algunos individuos viven en Kwe Kwe, Gweru y Kadom. La mayor parte de los judíos que viven en el país son de edad avanzada. Tan solo unos pocos, aún recuerdan los días de gloria de Zimbabue, y no se olvidan de recordar con orgullo que el actual dirigente del Banco de Israel ha nacido allí.
La situación económica y política, y quizás también la situación de la salud – dado que uno de cada dos ciudadanos negros está enfermo de sida – han causado una gran huída de judíos del país. Una gran parte de las tierras de los ciudadanos blancos, han sido tomadas por el gobierno y entregadas a organizaciones colectivas de gente negra para que los mismos las puedan trabajar. Muchos judíos se quedaron sin tierra ni propiedades y la inflación llevó a la desvaloriozación de la moneda. Hoy en día, no es posible salir de compras sin menos que 2-3 millones de Zimbabues, e incluso con este monto, la cantidad de cosas que pueden ser compradas es muy pequeña. Los miembros de la comunidad describen situaciones en las cuales a veces no hay arroz o incluso nafta.
Es importante señalar, que en Zimbabue vive una tribu llamada “Judíos Rusape”, quienes dicen ser descendientes de las “diez tribus”. Ellos, forman una comunidad aparte, y no son incluidos en los números o relatos de este artículo (quizás un artículo acerca del tema sea escrito en el futuro si Dios quiere).
97.5% de los alumnos no son judíos
En la mayoría de las comunidades, la institución principal de la comunidad es el colegio judío, pero en Zimbabue las cosas son diferentes. La institución principal ha pasado a ser el geriátrico judío, en el cual viven 30 personas. El mismo, es usado durante los días de la semana como sinagoga, debido a que los judíos se encuentran allí durante el día y la noche, y así no hay necesidad de buscar un minián. El Rab de la comunidad reza con los ancianos del geriátrico día a día, mientras que parte de ellos no saben en su llegada o en su ida si estuvieron en el rezo de la mañana o de la noche. En Shabat, las tefilot tienen lugar en el edificio de la comunidad.
Una de las figuras más interesantes del geriátrico es Leizer Abramson, quien falleció hace prácticamente un año a la edad de 107. He tenido el honor de conocerlo en mi paseo por Bulawayo. Leizer nació en Bayteitel Polonia, al lado de Bialistok, y llegó a Rodesia en el año 1926. Vivió sus últimos 30 años en el geriátrico judío y allí su vida llegó a su fin. La misma comenzó en el siglo XIX y finalizó en el siglo XXI.
El colegio judío Carmel, el cual fue fundado para niños judíos, cuenta con 200 alumnos, pero tan solo 5 de ellos son judíos (dos de ellos son los hijos del Rabino local). Entre los alumnos de la escuela se encuentran católicos, musulmanes e indúes, blancos y negros los cuales demandan un alto nivel de educación. Paradójicamente, todos los días viernes comienzan las clases como es común en un colegio judío con “mode aní”(parte del rezo matutino), “Kabalat Shabat”(recibimiento del shabat) y finalizan con el “Hatikva” (himno israelí). El kidush es dicho por uno de los niños judíos y la bendición del pan es recitada por uno de los niños no judíos. Es importante aclarar que no hay clases en Shabat y festividades. Asimismo, también en el colegio judío Sharón, la mayor parte de los niños no son de origen judío.
Un colegio judío con mayoría no judía no es algo exclusivo de Zimbabue; esto también sucede en varias comunidades del mundo como manifestación de que la comunidad no desea quedarse atada al pasado y como nostalgia con respecto a tiempos mejores que ya no volverán. Este fenómeno, es muy común en lugares en que en su momento existieron grandes comunidades y escuelas florecientes, y que hoy en día, la cantidad de judíos que forman parte de las mismas son realmente un número muy pequeño. Así, sucede en el colegio “Albert Einstein” de Quito – Ecuador, en el colegio judío de La Paz – Bolivia, el colegio de Port Elizabeth en África del Sur y otros tantos. Es difícil explicar la preservación de estos colegios de forma lógica y simple. Parecería ser que se trata de un instinto de supervivencia comunitaria: la comunidad siente que el hecho de que exista un colegio judío, incluso que no estudien en él niños o jóvenes judíos, “mantiene el fuego encendido” de la comunidad y por ende el cierre del mismo, implica el derrumbe de la misma.
¿Y que sucede con el Rabino? El Rab Natán Asmuja y su esposa Katy cuentan con cuatro años de liderazgo rabínico en la comunidad. Su lugar lo llenarán el Rab David Alima y su mujer Efrat (ambas parejas son egresadas del programa Amiel-Strauss). La familia Almuja tiene tres hijos, o en otras palabras, el 60% de los niños de la comunidad en Bulawayo. A lo largo de los años, la Rabanit Katy sostuvo un colegio privado para sus niños en su hogar. Todos los días, luego de que los niños regresaban de la escuela, sentaba a los niños junto con los libros de estudio de Israel y les enseñaba el programa de estudios en Hebreo, Tanaj, Mishná y Halachá. Sin embargo, por sobre todo, la familia del Rab debe enfrentarse a la sensación de soledad en el sentido social. A pesar de que la comunidad de Bulawayo es pequeña y familiar, es difícil no sentir la soledad de la familia rabínica.
La destrucción del templo
Como cualquier ser humano, existen asimismo comunidades que han pasado traumas. Lamentablemente, así sucedió con la comunidad judía de Bulawayo hace cuatro años.
En Shabat Shuba, la noche de Iom Kipur de 5763, pasó el hecho más trágico que podía suceder: el Beit Hakneset central, el más grande y más bello de toda la comunidad, el cual contaba con 1500 lugares de rezo, se incendió justo en los 10 días de arrepentimiento. Es difícil saber qué es lo que causó este incendio, pero no hay que descartar que fuerzas musulmanes extremas hayan realizado un acto de vandalismo. La sinagoga, la cual era el orgullo comunitario, fue totalmente incendiada. Las paredes externas quedaron como recuerdo, he incluso los libros sagrados, los muebles y el Heichal se hicieron cenizas. De forma increible, los libros de la Torá que se encontraban en el Arca Sagrada, la cual fue construida al estilo Iraquí (dentro de un cuarto interno), no sufrieron ningún daño y fueron salvados del fuego.
Cuando visté Bulawayo, prácticamente un año después del incendio de la sinagoga, todavía era posible oler el humo dentro del edificio. La visión general del Beit Hakneset incendiado era realmente deprimente.
No es fácil imaginar la senación de la pequeña comunidad, la cual se encuentra en una lucha por sobrevivir, ver a su sinagoga quemándose 24 horas antes de Iom Kipur. La comunidad se encontraba shockeada, pero de todas formas logró recomponerse y reorganizarse. Los rezos del sagrado día fueron llevados a cabo en el centro comunitario.
Luego de la festividad, comenzó el dilema entre los miembros de la comunidad. ¿Acaso hay que construir nuevamente el Beit Hakneset o tan solo venderlo y trasladarse a otro lado? Los ancianos, quienes cuentan con experiencia, votaron por trasladarse a un lugar alternativo. Ellos no creyeron que la comunidad pueda volver y reconstruirse, y retornar a sus días de oro. Los jóvenes de la comunidad no podían desprenderse de la sinagoga como símbolo de esperanza y continuidad de la comunidad, y por lo tanto pideron que la misma sea reconstruida. Luego de largas discuciones, la comunidad decidió vender el Beit Hakneset. Después de consultar con adjudicadores de halachá, la sinagoga fue vendida por un tercero a una iglesia evangelista africana, quien manifestó deseo de comprar el edificio.
Resulta ser, lamentablemente, que este ha sido el destino de la mayor parte de las sinagogas de Zimbabue: en la ciudad Gweru, el Beit Hakneset se encuentra en uso de la iglesia Pentecostesa; en la ciudad Kue Kue la sinagoga fue comprada por la comunidad Indonesa y es usada para sus necesidades. En Kadom el Beit Hakneset que fue construido en el año 1940 fue destruido y sobre el mismo, se construyó la iglesia católica de la secta “Testigos de Jehová”.
En el patio del Beit Hakneset que se quemó, se encontraba la Mikve comunitaria. La comunidad llegó a un acuerdo con la iglesia, de acuerdo al cual, la Mikve continuará estando bajo control de la comunidad. La gente de la iglesia dejaron un camino en el patio de la misma, el cual será usado por quienes vienen a utilizar la mikve. Los mismos, debido a la emoción que les causó el hecho de que la mikve de los judíos estará dentro de su territorio, intentaron agregar al acuerdo que también ellos podrán utilizar las aguas purificadoras cuando deseen, pero en eso el Rab no estuvo de acuerdo… la mikve se encuentra en el territorio de la iglesia, pero el uso es únicamente de la comunidad judía.
A pesar de la situación especial y difícil en el país y en la comunidad, los judíos no se dan por vencidos y luchan por sobrevivir. Incluso si debido a la edad de los miembros de la comunidad es difícil saber cuál será su destino, el deseo y los esfuerzos que los mismos realizan para cuidar su judaísmo son un símbolo para todas las comunidades judías del mundo.
Rabino Eliahu Birnbaum