Judíos de fe mahometana o país sin judíos ni independencia

Cuándo le avisé a mi familia y seres queridos que partía rumbo a Kurdistán enseguida me preguntaron si había preparado ya un divorcio condicional para efectivizarlo en caso de no volver. Además, me increparon qué tenía que hacer yo en el Norte de Irak si es sabido que allí ya no quedan ni judaísmo ni judíos. Ahora que ya retorné sano y salvo, cumpliéndose la máxima rabínica que “los enviados para cosas de bien no sufren percance alguno”, trataré de describir lo que vi y me aconteció durante las sesenta horas que pasé en tierras kurdas en el norte de Irak. Kurdistán se extiende sobre tres países: Siria, Irak y Turquía. Mi visita fue al Kurdistán iraquí que funciona como región autónoma dentro de ese país.

El ingreso a Kurdistán me llevó varias horas. Si bien se suponía que la visa de ingreso me la expedirían al arribar al país resulta que llegué a las cuatro de la madrugada de un día festivo en el cual no había funcionario alguno en las oficinas migratorias. Por ello tuve que permanecer detenido en un cuarto lateral en el aeropuerto y solo a las once de la mañana mi pasaporte pudo ser estampado con la rúbrica iraquí y entonces finalmente pude ingresar al país.

La tensión entre el deseo kurdo de ser independientes y la dependencia del gobierno central iraquí se percibe a cada paso y en cada detalle. Los ciudadanos se sienten kurdos pero sus documentos de identidad son iraquíes. El mundo todavía no reconoce la independencia kurda mas esto no les impide seguir soñando y hablando de esta. La moneda en curso es iraquí pero los kurdos tienen su propia bandera. Se trata de una región autónoma pero no independiente.

Si bien en ningún momento caminé solo por la calle sino que fui permanentemente acompañado y escoltado, la sensación general es que se puede andar libre y tranquilamente por las calles. Los kurdos reciben muy amistosamente a todos los turistas y quien se enteró que yo era judío y provenía de Israel me recibió con un especial afecto. En más de una oportunidad cuando personas distinguieron la kipá que llevaba en la cabeza reaccionaron dando muestras de aliento y simpatía hacia Israel y los judíos. Si bien la población general es musulmana, esta no es extremista y pregona  tanto la paz como la tolerancia. Es difícil de describir lo positivo de la actitud actual kurda hacia los judíos, no nos ven como un problema sino como objeto de admiración y ejemplo a seguir.

La presencia judía en Kurdistán es muy antigua y probablemente se remonte a los días del primer Templo y haya llegado con los exiliados de las diez tribus. La tradición que se transmite entre los judíos kurdos refiere a que llegaron al país en días del rey asirio Salmanasar, quien enviara a las diez tribus al exilio con anterioridad a la destrucción del primer Templo. Otra tradición indica que los judíos llegaron al Kurdistán en días de Ezra el escriba (inicios de la época del segundo Templo). El legendario viajero judío Benjamín de Tudela visitó Kurdistán en 1170 y encontró en estas tierras un centenar de comunidades judías que hablaban el arameo.

La comunidad judía kurda siempre fue considerada como una comunidad alejada y aislada del resto de las comunidades y del mundo en general. Hasta 1940 se estima que vivían en Irak unos ciento cincuenta mil judíos, cuarenta mil de los cuales en Kurdistán diseminados en más de doscientos poblados y aldeas. Es sabido que existieron comunidades judías kurdas importantes en las localidades de Irbil, amedi, Akara, Djhajou, Sulimanía, Fanjwin, Kirkuk, Jankin, Barazán, Dahuk, Bishkla y más.

La mayor parte de los judíos kurdos vivían en el Kurdistán iraquí (146 comunidades), algunos en el Kurdistán iraní (19 comunidades) y la minoría en el turco (11) hasta su emigración en los años 1950-1.

Una de las características de la judería kurda es su dialecto judío tradicional, el uso habitual de la lengua aramea refuerza la teoría según la cual los judíos son muy antiguos en el país. Así como en diferentes partes del mundo los judíos tomaron la lengua local y la transformaron en un dialecto judío, los judíos kurdos son los únicos del mundo en hablar arameo por lo que se llamaban a sí mismos como “la gente de la traducción”, al arameo lo llamaban “la lengua judía” o “Jabli” que significa “lenguaje de la montaña” o “lenguaje del exilio”. Entre los judíos que quedaron en estas tierras no encontré vestigios de uso de lengua aramea, todos hablan únicamente árabe o el dialecto kurdo local. Sin embargo, como es sabido, en Israel hay muchos judíos provenientes de Kurdistán que sí hablan arameo.

Tal como acostumbro hacer en mis viajes, también aquí me interesé por la historia, la cultura y las tradiciones judías locales; asimismo, me interesé por visitar sitios judíos y por encontrarme con judíos del lugar o sus descendientes pues esta es la mejor manera de conocer el pasado y el presente tanto de los judíos como del judaísmo. Una de las primeras familias con la que me encontré es la familia Sharwan, quienes vinieron a visitarme al hotel por la noche.

El encuentro fue realmente apasionante, Ezra Hassan y su hijo Meziri son descendientes de judíos pero actualmente practican el islam. La madre y la abuela de Ezra eran judías que se casaron con musulmanes adoptando entonces el credo del marido. En los años setenta la familia emigró a Israel adoptando el apellido “Ben Rajamim”. Según me dicen, “no hay actualmente comunidad judía en Kurdistán. Quedaban unas decenas de familias descendientes de judíos la mayoría de los cuales emigraron a Israel tras la Guerra del Golfo. Estas personas eran kurdos musulmanes con un abuelo o bisabuelo judío que adoptaron la fe musulmana hace unas dos o tres generaciones”. La mayoría de estos kurdos llegaron a Israel amparados por la Ley del Retorno pero pasado un tiempo la mayoría de estos retornaron a Kurdistán. Le comenté al Sr. Ezra que por la halajá si su madre es judía él también lo era, tras lo cual le pregunté qué se sentía, y me respondió- “mitad y mitad”. Cuando le hice la misma pregunta a su hijo me respondió que se consideraba un “musulmán amante de Israel”. Durante los años que residieron en Israel comían matzá en Pesaj, pero actualmente que viven en Kurdistán van a la mezquita todos los viernes.

En una noche fresca en la ciudad capital de Irbil mantuvimos un muy afectuoso encuentro en la casa de una de las familias descendientes de judíos. A esta reunión llegaron unos treinta hombres y mujeres de todas las edades. Para esta gente se trató de una primera reunión con un referente exterior tras décadas de espera, y en la cual intercambiaron ideas sobre su identidad judía y la factibilidad de un futuro judío en Kurdistán. Lo primero que escuché de mis anfitriones fue: “nuestro objetivo es retornar a la fe de nuestros ancestros. Queremos dejar de creer en Mahoma para pasar a creer en Moshé. Esto es hoy posible ya que la sociedad kurda actualmente es más tolerante y más abierta. Hasta hoy vivimos y nos condujimos como musulmanes pero nos resulta profundamente decepcionante ver cómo actúan los partidarios del ISIS. Ellos sostienen representar el islam verdadero y para nosotros es profundamente decepcionante. De hecho, en la sociedad kurda actual todo saben quién es “ben joe” o descendiente de judíos. A lo largo de los años todos sabían que descendían de judíos y no se trataba en absoluto de un secreto”

Varios de los presentes en la reunión eran funcionarios de alto rango en el gobierno local, asesores legales, comerciantes, académicos y jóvenes. A todos ellos el retorno al fe judía les puede causar daño pero de todas maneras están determinados a “salir del closet” y declarar públicamente su fe.

Creo que el encuentro más emotivo en tierras kurdas fue con la señora Rivka Simja Sultán. Rebeca es hija de madre judía y nieta de abuela judía y  su familia nunca se convirtió al islam si bien tanto ella como su madre se casaron con hombres musulmanes por temor al gobierno iraquí. Si bien su marido es musulmán, él acepta y entiende la necesidad de su esposa de preservar las tradiciones judías. Cuando su madre la entregó a su flamante marido le dijo a este: “que sepas que mi hija es judía”. Si bien está casada con un musulmán, Rivka Simja continúa encendiendo velas de Shabat y recitando a diario el “Shemá Israel”. Ayuna en Yom Kipur, cree en la Torá y no en el Corán. Cuando prepara pan pita iraquí en su casa no se olvida de cumplir con el precepto de separar “jalá” recitando la bendición correspondiente, abluye sus manos antes de comer pan y recita la bendición correspondiente al ingerirlo. En Pesaj, durante siete días prepara pan sin leudantes. Rivka Simja tiene cinco hijos que saben que su madre es judía y por ende que también ellos lo son. Si bien sus cinco hijos están casados con mujeres musulmanas los hogares funcionan como casas judías.

En un momento de nuestra conversación le pregunté a Rivka Simja si sabe recitar el “Shemá Israel” a lo que me respondió “¡por supuesto!” Se puso de pie, cubrió sus ojos con su mano y lo recitó con un marcado acento árabe, tras lo cual tanto ella como yo vertimos sendas lágrimas de emoción al ver que el pueblo judío sigue vivo y en tierras kurdas aun se escucha el “Shemá”. Al despedirnos me dijo: “estoy tan contenta de haberte visto, eres mi hermano, un judío como yo”.

Partí de la ciudad de Irbil rumbo a la localidad de Elkosh para visitar la tumba del profeta Najum quien profetizara en el 615 A.E.C. el derrumbe del reino de Asiria. A pesar de lo sinuoso del camino recordé la máxima de los judíos kurdos según la cual “todo aquel que peregrina al profeta Najum por los senderos que a él conducen y a pesar de los peligros que sobre estos acechan logrará llegar a la tumba y retornar de esta en paz”… bendito sea Dios así fue. Los judíos de Kurdistán acostumbraban a visitar la tumba en la fiesta de Shavuot y para los kurdos gentiles este era conocido como un sitio que prodiga tanto cura como ayuda.

Las tumbas de los profetas bíblicos tales como la de Najum en Elkosh, la del profeta Ioná en la antigua Nínive, la de Daniel en Kirkuk, la de Jabacuc en Tuyserkan y la de Mordejai y Esther en Hamadán junto a una serie de cuevas en las cuales según la tradición se escondió el profeta Eliahu son considerados los sitios más importantes de Kurdistán y son sagrados para todos los judíos hasta el día de hoy.

Tras cuatro horas de camino desde la ciudad de Irbil arribamos a la aldea de Elkosh. En esta localidad quedan los últimos vestigios de una sinagoga en todo Kurdistán y en su interior se encuentra la tumba de profeta Najum. Tal como menciona el Tanaj, Najum era denominado “elkoshita” (1:1) y segúnb Rashí esto obedece a que era oriundo de Elkosh. A lo largo de muchas generaciones los judíos habitaron en Elkosh en torno a la tumba del profeta Najum, mas actualmente este sitio está abandonado. El último rabino del pueblo al partir rumbo a Israel le dejó las llaves de la sinagoga a un amigo kurdo de nombre Sami Djajouana.

Hay muchos investigadores que identifican a esta como la tumba del profeta Najum si bien existe también una tradición según la cual está enterrado en la Galilea en las cercanías de Kfar Najum (Capernaúm) junto a la ciudad e Tiberias.

Luego de visitar la tumba recé Minjá y pernocté en la aldea para así partir a la mañana del siguiente rumbo a la aldea de Barazán que se encuentra en el norte de Kurdistán. A lo largo del camino pasamos por varios puestos de control de la milicia kurda “Pashmarga” que en kurdo significa “de pie ante la muerte”.

Durante mi estancia en Kurdistán pasé la mayor parte del tiempo en la capital Irbil y en algunas aldeas en las cuales quedan judíos, la principal de las cuales fue la de Barazán o Barazani. Un viejo refrán judeo kurdo reza: “La  Torá saldrá de Sindor y la palabra de Dios de Barazani”. Al llegar a Barazani me recibió el Sheikh homónimo, jefe de la aldea, junto a una comitiva de personajes notables de la localidad. Tras la ceremonia tradicional de bienvenida que incluye sentarse conjuntamente, beber té y halagar tanto al pueblo judío como al kurdo salimos a efectuar un paseo por el poblado.

El Sheikh me mostró el sitio donde se encontraba la sinagoga del pueblo así como también un sitio que parece haber sido la mikve (me dijo: “este es el sitio donde se lavaban los judíos”). Actualmente no hay judíos en Barazán, los últimos abandonaron el pueblo en 1950. En el centro del pueblo se encuentra la tumba de Mustafá Barazani, el visionario de la independencia kurda y quien guio a esta nación en su lucha por la libertad.

Previo al establecimiento del Estado de Israel en Irak vivían no menos de ciento veinte mil judíos, muchos de ellos en la región de Kurdistán. Hasta el comienzo de los años cincuenta la gran mayoría de estos abandonó el país para salvarse de las persecuciones y de la creciente violencia que padecían. Quienes se quedaron se convirtieron al islam o se terminaron yendo del país en los años setenta cuando el dictador Sadam Hussein comenzó a orientar sus flechas hacia los remanentes de la comunidad judía.

Los judíos kurdos comenzaron a emigrar a la tierra de Israel en una etapa relativamente temprana. El primer movimiento migratorio se registra en el siglo XVI y estos judíos se asentaron en la ciudad galilea de Safed. En el siglo XX hubo oleadas migratorias en los años veinte y en los treinta. Entre 1920 y 1926 llegaron a la tierra de Israel 1900 judíos provenientes de Kurdistán. En 1935 llegaron 2500, y hasta 1948 ya había unos 8000 en todo el país. Una vez establecido el Estado de Israel todos los judíos del Kurdistán turco, iraquí e iraní fueron transportados por aire al novel país durante los años 1950 y 1951 en el marco del operativo “Ezra y Nejemia”. La mayoría de los judíos kurdos llegaron a la tierra de Israel tras el establecimiento del estado, unos pocos se quedaron en Kurdistán, muchos de los cuales fueron forzados a abrazar el islam y al día de hoy tenemos unos ciento treinta mil judíos kurdos viviendo en Israel.

Tras algunos días de travesía por tierras kurdas llegué a la clara conclusión de que no hay judíos en este país. Un par de centenares de descendientes de judíos que se convirtieron al islam son el recuerdo inerte de una gran comunidad judía sumamente antigua que residió por milenios en el norte de Irak. Sin embargo, la fuerza que irradia de estos judeo-descendientes que se convirtieron al islam pero continúan practicando secretamente su judaísmo fue un gran aliciente para mi decepción.

El estado actual de cosas en Kurdistán desde un punto de vista judío es sumamente singular respecto de otras partes del mundo y puede ser resumido de la siguiente manera: no hay cementerios judíos en Kurdistán, fueron destruidos por efecto de fenómenos naturales y del ejército de Saddam Husein. No hay sinagogas en Kurdistán, las que habían se destruyeron. No hay judíos en Kurdistán, los que había se convirtieron al islam o se fueron a Israel. En otros países, aunque los judíos se hayan ido quedan sinagogas, cementerios u otros restos de vida judía. Sin embargo, en Kurdistán todo fue borrado como si nunca hubiese existido.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Madagascar

La visita a la isla africana de Madagascar, en el océano Índico frente a la costa oriental de África despertó en mi interior un sinfín de pensamientos respecto de la vida judía, tanto en el pasado como en el presente. Habitualmente el móvil de la visita a esta isla es disfrutar de las maravillas de la creación, de la vegetación, de las infinitas extensiones verdes de las selvas tropicales y de las reservas naturales que albergan en su interior especies animales únicas que solo habitan en esta región. Empero, como de costumbre, mi visita estaba motivada por el deseo de encontrar el aspecto judío del lugar. Si bien los libros de demografía señalan que no hay población judía en la isla, existen en ella tradiciones, historia y vida judía que se renuevan. Los turistas llegan a la búsqueda de lémures, en mi caso, vine a buscar una población aún más exótica, la de los judíos “malgaches”, y al final de cuentas los encontré.

Madagascar, naturaleza, población y religión

La república de Madagascar es la cuarta mayor isla del mundo y se encuentra entre el océano índico y el estrecho de Mozambique en el sureste de África. La isla se separó del continente negro y por miles de años se movió hacia el Este. Se trata de uno de los países del mundo con mayor biodiversidad, donde se pueden encontrar desde los famosos monos lémures pasando por una extensa variedad de tortugas, serpientes, salamandras y aves amén de los famosos árboles de baobab del “Principito”. Sin embargo, la gran riqueza ecológica se ve contrastada por una gran pobreza económica. A ojos del visitante resalta la paradójica contradicción entre la increíble exuberancia natural y la situación económica de sus habitantes.

La topografía, la flora y la fauna de esta isla son de las más esplendorosas del mundo. Se pueden encontrar desde selvas tropicales hasta zonas desérticas pasando por la meseta montañosa que alcanza una altura de unos 2800 metros. Según algunos estudios, en esta isla se encuentra un 5% de la biodiversidad del mundo, decenas de tipos de plantas y animales endémicos que son exclusivos de esta tierra.

Asimismo, también la población humana es diversa y está compuesta de unas dieciocho tribus que arribaron desde África oriental, la Polinesia, Indonesia y Malasia, africanos y árabes. Todos hablan un mismo lenguaje basado en el idioma de la tribu mayoritaria, el “marina”. El segundo idioma más hablado es el francés. El color de piel de los malgaches no es uniforme, empero, en términos generales son de piel más clara que el promedio africano. Actualmente en la isla viven unos veinte millones de habitantes de los cuales la mitad creen en diferentes formas de cristianismo mientras que los demás profesan una fe animista local la cual se basa en gran medida en el culto a los ancestros. Un 7% de la población aproximadamente profesa el islam.

Los vínculos entre Europa y Madagascar comenzaron aproximadamente allá por el año 1500 cuando el explorador portugués Diogo Díaz arribó a la isla por vez primera. Posteriormente fueron los ingleses, franceses y holandeses quienes intentaron entablar relaciones comerciales con la isla. Madagascar se transformó oficialmente en colonia francesa en 1897 y esto duró hasta 1960. Hasta el día de hoy es dable encontrar allí arquitectura, baguettes, croissants y café franceses en cada rincón. En octubre de 1958 la república malgache se proclamó autónoma en el marco de la república francesa y en junio de 1960 Madagascar adquirió completa independencia y pasó a llamarse “República Malgache”.

Tradiciones locales sobre raíces judías

Según la tradición local Madagascar es la tierra de Ofir que figura en la Biblia y jugó un importante rol en el abastecimiento de materiales de construcción para el Templo de Salomón. Los isleños creen ser descendientes de judíos e israelitas y consideran que sus ancestros pertenecían a las diez tribus perdidas que llegaron por mar. Es de señalar que la mayoría de los isleños son circuncidados y se abstienen de ingerir puerco. Muchos también creen que el arca del pacto junto con las tablas quebradas, el bastón de Moshé y una copia del libro de Daniel se encuentran en la isla y son resguardados por descendientes de los levitas en la región de “Watamsina- Wahipanu”. Inclusive el príncipe Nadiriana Rabriolina, descendiente de la casa real de la tribu “Marina” sostiene con orgullo que desciende de raíces judías. En su opinión, un 80% de los isleños tienen ascendencia judía.

La creencia respecto de la ascendencia judía de los locales recibe el nombre de “El secreto malgache”. Ellos creen que este secreto no es conocido por la mayoría del mundo empero en su opinión este es simple y claro, al punto de que a veces se consideran a sí mismos como la “Diáspora Jiosy Gasy” o Diáspora judeo-malgache”.

Entre los diferentes grupos isleños que creen tener ascendencia judía se encuentra la tribu “Marina”, una de las más importantes y numerosas quienes originalmente se denominaban “Argón Yehudai”. La tribu “Marina” posee determinadas costumbres que son consideradas judías como por ejemplo la circuncisión, la separación de la pareja durante los días del período menstrual y la abstención de la ingestión de cerdo. Asimismo, en algunas fiestas acostumbran a degollar un cordero y el jefe de la familia unta con su sangre los cuatro costados de la casa. Existe también una similitud en otros detalles como por ejemplo la de los instrumentos musicales tradicionales tales como el órgano (nevel) el cual sostienen heredaron del Rey David amén de velas recordatorias similares a la “vela de Tamid” o “vela permanente” que según ellos son un recordatorio del altar del sahumerio de los días del primer Templo.

Es difícil describir la sensación especial que me embarga cuando llego a un confín del planeta, a los sitios más distantes física y espiritualmente del pueblo judío, de comunidades judías y de creencias judías y los lugareños sostienen poseer ascendencia judía. No hay rincón del planeta en el cual no sea dable toparse con este fenómeno y en mi opinión, sin entrar a opinar respecto del grado de veracidad histórica de cada versión, se trata de un fenómeno interesante y emocionante. Generalmente, grupos que procuran establecer un nexo con el pueblo judío histórico recurren a la similitud entre sus costumbres, sus creencias, sus leyendas populares y las nuestras; así como entre sus ciclos anuales y de vida y los nuestros.

Sin embargo, es necesario puntualizar que las evidencias históricas en cuanto a la presencia de judíos en la isla son escasas y probablemente esos pocos indicios se remontan al siglo VII cuando comerciantes árabes navegaron hasta la isla o al siglo XVI cuando entre los marineros portugueses que construyeron puertos comerciales en la isla se encontraban también cripto judíos o “marranos”.

El plan Madagascar

Es probable que el vínculo judío más sorprendente con la isla sea el “Plan Madagascar”. No se si este plan es conocido por el público general, pero antes de que los nazis decidieron asesinar a los judíos de Europa en cámaras de gas, concibieron el “Plan Madagascar”, que implicaba transportar hacia esa isla a millones de judíos oriundos de Europa.

Al iniciarse la segunda guerra mundial no existía un plan operativo ordenado de exterminio de la judería europea. El gobierno nazi y diferentes países de Europa idearon diferentes propuestas de cómo solucionar definitivamente el problema judío en el viejo continente. Una de las propuestas que surgieron tras la conquista de Polonia y Francia fue expulsar a los judíos hacia una “reserva judía” en la reserva natural de Madagascar. El plan consistía en aislar a los judíos en un sitio remoto con el claro objeto de deshacerse de ellos y limpiar a Europa de sangre hebrea.

El primer ideador de este plan fue el escritor alemán antisemita Paul De Lagarde, quien en 1885 propuso concentrar a todos los judíos de Europa en Madagascar. En los años 20 del siglo XX el plan fue replanteado por parte de un grupo antisemita británico y luego por similares polacos entre las dos guerras mundiales. Los grupos de derecha adoptaron la idea llamándola “judíos a Madagascar”. En 1937 los gobiernos de Francia y Polonia comenzaron a planificar juntamente con los nazis el traspaso de los judíos a Madagascar. Al final de 1940 los nazis transportaron a parte de los judíos de Alemania Occidental a Francia como primera etapa de su expulsión a Madagascar. Tras un concienzudo análisis resultó que el plan no era viable ni desde el punto de vista logístico ni del presupuestario por lo que fue descartado y lamentablemente los nazis lo sustituyeron por “la solución final” que implicaba la destrucción física de los judíos europeos.

Existen diferentes hipótesis respecto del objeto que perseguían los nazis exiliando a los judíos a Madagascar. Algunos sostienen que el objetivo era simplemente alejarlos geográfica, cultural y socialmente del viejo continente mientras que otros opinan que el objetivo era llevarlos al desierto africano para que allí mueran lenta y paulatinamente lejos de los ojos europeos.

Heinrich Himmler quien fuera a la postre el ejecutor de la “solución final”, ejerció la comandancia de las SS, de la Gestapo y ocupara el cargo de ministro del interior del Reich, escribió respecto del plan Madagascar: “Espero borrar por completo el elemento judío permitiéndoles emigrar hacia una colonia africana o cualquier otro sitio”.

En el pasado los pueblos saludables y sus líderes solucionaban este problema rápidamente, o por medio de expulsión o por medio de exterminio. En el presente, las mentes de los gentiles resultan débiles y su pensamiento confuso afectados por ideas “humanistas” y “filantrópicas” solo en apariencia. El judío es el que anegó al gentil con estos mareos humanistas. Si hoy hablamos de la necesidad de separar y alejar al judío por ser nocivo a la comunidad de las naciones por doquier se esgrimen argumentos del tipo “se trata de un atentado a la humanidad” o “no se debe actuar contra los judíos de modo inhumano” etc. A los efectos de acallar a esos asnos del humanismo y amigos encubiertos de los judíos es que el antisemita inteligente llegó a la conclusión de que es necesario enviar a los judíos a Madagascar. Se trata de una isla en el Océano Índico que está escasamente poblada y cuenta con suficiente espacio para alojar a todos los judíos del mundo”

Cuando se visita Madagascar y se ve el plan nazi que casi se transforma en realidad no se puede dejar de hacer la pregunta del millón de dólares: “¿qué habría ocurrido si los judíos de Europa no hubiesen sido enviados a las cámaras de gas y en su lugar hubiesen emigrado a las bellas extensiones de Madagascar?”

Aparentemente es una pena que este plan no alcanzó a concretarse pues la isla es muy tranquila y retirada, sin enemigos que la rodeen, cuenta con importantes recursos naturales tales como oro, diamantes, abundantes frutas y verduras que crecen en las reservas naturales. Es de suponer que si los judíos hubiesen llegado a este sitio podrían haberlo convertido en “la perla del mundo” y especialmente los judíos no habrían llegado a los crematorios.

Por un momento procuré imaginarme a los judíos askenazíes viviendo en Madagascar, visualizar qué habría pasado si mi abuela que fue llevada a Auschwitz y asesinada santificando el Nombre Divino hubiese llegado a tierras malgaches ¿Cómo se habría visto entonces la historia judía?

La erección de hogares nacionales alternativos para el pueblo judío

A lo largo de la historia hubo diferentes intentos tanto por parte de judíos como por parte de gentiles de erigir un refugio seguro para el pueblo judío o un estado judío, pero fuera de los límites históricos de la tierra prometida. Herzl quiso fundar un estado judío en Uganda, El Baron Hirsch construyó colonias judías en el norte de la Argentina, la Unión Soviética estableció una provincia judía autónoma en Birobidjan junto a la frontera Este con la China y Stalin sopesó el establecimiento de una república judía en la península de Crimea. Hubo otros intentos, por ejemplo, en vísperas de la segunda guerra mundial hubo un intento de atraer judíos alemanes al Estado de Alaska empero el plan resultó trunco. El “Plan Kimberly” fue una iniciativa de poblar masivamente con judíos la región que lleva ese nombre en el Oeste de Australia en 1933. En la práctica, a lo largo de los años hubo más de treinta propuestas de colonización judía a lo largo y ancho del mundo. Como es sabido, ninguna de estas logró concretizarse. El “Plan Madagascar” solo fue uno de muchos.

Vida judía en Madagascar

Sorprendente y hasta milagrosamente la vida judía se está renovando en la isla de Madagascar. Setenta y cinco años después del mentado plan que no trajo ni un judío a este lugar, surge un grupo de buscadores de judaísmo que procuran conectarse al pueblo de Israel y su fe. El origen de este grupo se remonta a personas de fe cristiana de diferentes corrientes, evangélica, adventista, luterana, mesiánica y pentecostal que no encontraron sitio en las diferentes iglesias y buscaron una forma de acercarse al Dios de Israel y Su Torá, y tras un prolongado proceso de acercamiento finalmente se convirtieron.

Otros son personas que descubrieron raíces judías y me dijeron claramente: “Gracias a mi herencia paterna soy hebreo y por mis venas fluye sangre judía. Eso es lo importante para mí, como tengo una prueba irrebatible en mi alma de que pertenezco a la raza judía y dado que tengo sangre judía debo cumplir devotamente la fe de mis ancestros, la fe de Abraham, Itzjak y Yaakov”.

Estas personas formaron una comunidad judía que cuenta con mil quinientos adeptos distribuidos en tres sinagogas en la capital Antananarivo. Se reúnen para rezar en sábados y fiestas y algunos también los lunes y los jueves. Los líderes de la comunidad son llamados “morim” (maestros en hebreo) y son quienes enseñan Torá y rezos a la congregación. La comunidad se llama oficialmente “La Communaute Juive de Madagascar” y su objetivo es “enseñar la Biblia hebrea, brindar educación social de acuerdo con la Torá, promover las relaciones interpersonales y observar los preceptos de la Torá”. Los miembros de la comunidad no piden inmigrar a Israel sino mantener la vida judía en la isla.

En Shabat recé con los miembros de la congregación y tuve el privilegio de escuchar una plegaria ejemplar. Tuvia, uno de los “morim” de la comunidad, un muchacho con bucles (peot), rezó con gran devoción entonando las melodías de los judíos de países árabes u orientales con gran apego y emoción. Cuando le pregunté dónde aprendió a rezar tan bonito me respondió que en “Youtube”. En efecto, esta plataforma virtual se ha transformado en una importante fuente de difusión de judaísmo tanto para judíos como para grupos que procuran acercarse.

En el vuelo de regreso de Madagascar a Israel (vía Estambul) reflexioné sobre el pueblo judío, sobre la historia judía y sobre Dios…qué lástima que “la solución final” de los nazis no nos trajo a esta isla. Cuán irónico es que varias décadas después del holocausto que costó las vidas de seis millones de judíos mayormente europeos, surja vida judía en Madagascar. ¿Cuál es el mensaje que Dios procura transmitirnos? De todas maneras, hoy podemos decir con propiedad: hay judíos en Madagascar, hay judaísmo en Madagascar, ¡Am Israel Jai!

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Sarajevo

La visita que llevé a cabo a la ciudad de Sarajevo en Bosnia me motivó a pensar largamente sobre el pasado presente y futuro de la comunidad judía de ese lugar. Si bien se trata de una ciudad en la cual el 90% de la población profesa el islam, los judíos viven en completa seguridad, no se percibe antisemitismo alguno, no se requiere de medidas especiales de seguridad en la sinagoga y se puede caminar tranquilamente con kipá por la calle.

No en vano, esta ciudad fue llamada por los judíos sefaraditas que en ella se asentaron como “Jerusalén de Europa” o “Jerusalén de los Balcanes”, ya que las diferentes religiones convivían allí armónicamente conformando un tramado social, cultural y religioso sustentado en todas las etnias y religiones que la habitaban.

En esta ciudad es dable encontrar mezquitas junto a sinagogas, catedrales católicas y ortodoxas, se superponen el llamado al rezo desde los minaretes y el son de las campanas de las iglesias, conformando conjuntamente una melodía sumamente especial. Hasta el día de hoy la población de Bosnia está conformada por un 50% de musulmanes, junto a serbios ortodoxos y croatas católicos. Los judíos sienten que pertenecen al país desde hace muchas generaciones ya que sus ancestros son de los primeros que habitaron esa tierra, por lo que suelen decir: “somos la minoría más pequeña pero la más antigua de Sarajevo”.

Bosnia, o de acuerdo a su nombre oficial Bosnia-Herzegovina, es un pequeño país de los Balcanes en el que confluyen oriente y occidente, se encuentra entre Europa Clásica y Turquía. Aún es posible percibir los estragos provocados por la feroz guerra civil que azotó al país entre 1992 y 1995. Persiste una sensación de inestabilidad que afecta tanto al país como a la comunidad judía y de la cual todos intentan recuperarse. Es importante señalar que los habitantes del país no se definen a sí mismos por su nacionalidad bosnia sino mediante su religión, presentándose como judíos musulmanes o cristianos.

Previo a la guerra civil Bosnia era uno de los territorios que formaba parte de la República Federativa Socialista de Yugoeslavia. Este estado estuvo además conformado por Croacia, Serbia, Montenegro, Macedonia y Eslovenia, desde el final de la segunda guerra mundial y hasta su desmembramiento final en el año 1991.

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Sarajevo fue establecida en el siglo XV por los otomanos como capital de Bosnia y hoy es habitada por unos trescientos mil habitantes. Hasta la Shoá vivieron aquí unos catorce mil judíos, porcentaje importante de un total de sesenta mil habitantes que habitaban la ciudad en esa época. Otros judíos vivían en pequeñas comunidades de los alrededores, algunas de las cuales persisten hasta nuestros días, tales como Tulsa, Benia, Luka, Duboy, Mostar y Zenika. Durante la guerra civil la comunidad judía ascendía a unas dos mil almas, hoy día su número es de setecientas. Los primeros judíos que llegaron a la ciudad en el siglo XVI provenían de la Península Ibérica de la cual huían en virtud de la expulsión y las persecuciones religiosas por lo que buscaron refugio en el Imperio Otomano. Los primeros judíos llegaron en 1565 provenientes del puerto croata de Dubrovnik, Sofía y Salónica de donde pasaron a Sarajevo. Algunos de los sefaraditas arribaron portando las llaves de hierro de sus casas en España y Portugal. Estas llaves pasaron de generación en generación como recordatorio de este segundo exilio padecido. Jerusalén era un tanto abstracta y distante para ellos, siendo España realmente el hogar que habían perdido. Algunas familias judías de Sarajevo aun detentan estas llaves amén de hablar ladino, la lengua de los sefaradíes expulsados. Por generaciones preservaron las melodías y los romances en su forma original, como parte de su acervo cultural, algunos de los cuales llegaron hasta nuestros días.

Judíos de Europa central y oriental llegaron a Sarajevo a lo largo del siglo XVII escapando a las persecuciones de que eran objeto en el Imperio Austrohúngaro. Hasta el Holocausto la comunidad de Sarajevo se desarrolló dinámicamente estableciendo un sinnúmero de instituciones judías, mas esta tragedia puso punto final al florecimiento judío en la ciudad. Lamentablemente un 70% de la comunidad judía de Sarajevo no sobrevivió la ocupación Nazi, quedando solamente cuatro mil de los catorce mil que habitaban la ciudad en la preguerra, y muchos de estos prefirieron emigrar a Israel en vez de retorna a lo que quedó de su comunidad.

Durante la guerra civil la comunidad judía abrió un centro de ayuda humanitaria que brindó apoyo a todas las personas sin distinción de credo o raza. Los miembros de la comunidad no dudaron ni un instante en cuanto a que los servicios prestados por la comunidad debían incluir a todo bosnio que los requiera, sea o no judío. El Sr. Yaakov Pinzi, presidente de la federación de comunidades judías de Bosnia lo explicó de la siguiente manera: “Tras cuatrocientos cincuenta años de vivir en Sarajevo junto a ciudadanos de diferentes razas y religiones, nos transformamos en parte integral de la población de la ciudad. Durante la guerra civil y el sitio que sufrió la ciudad, nos sentimos parte de una gran familia extendida y unida”.

Hoy día la comunidad judía de Sarajevo cuenta con setecientos miembros, algunos de los cuales son descendientes de los judíos sefaradíes llegados desde España, y la mayoría, son el resultado de matrimonios mixtos. Tantos unos como los otros añoran el pasado glorioso de la comunidad y buscan la manera de revivirlo y proyectarlo a futuro. Si bien se trata de una comunidad asimilada y envejecida mantiene actividad regular a lo largo del año. Cada viernes por la noche hay servicio de Kabalat Shabat, asimismo se organizan rezos para Rosh HaShaná y Kipur, y en Pesaj se lleva a cabo un seder comunitario.

De las siete sinagogas que poseía la comunidad hoy solo se mantiene la Ashkenazí inaugurada en 1902. En la sinagoga ashkenazí el servicio es según la usanza sefaradí. Hay otras cuatro sinagogas que se salvaron de la destrucción durante la segunda guerra mundial pero no se encuentran en propiedad de la comunidad judía. Asimismo, la comunidad activa un colegio judío los días domingo a los efectos de profundizar la identidad de los miembros.

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Una de las señoras con las que dialogué me comentó: “Mi abuela era judía y mi abuelo musulmán. Éramos una familia sumamente asimilada como la mayoría de los judíos de Sarajevo. Yo era muy apegada a mi abuela por lo que a pesar de que ella falleció siendo yo una niña, siempre supe que era judía. No conocía las costumbres, pero siempre sentí el significado histórico que implicaba el ser judía. Si bien el alto índice de matrimonios mixtos preocupa a los directivos comunitarios, ellos no ven en estos la pérdida de un miembro sino la adición de uno nuevo mediante la inclusión de los cónyuges no judíos. Lamentablemente, mi sensación es que en esta comunidad la actividad religiosa es escasa en comparación a otras comunidades judías en general y en los Balcanes en particular.

Una de las costumbres especiales de esta comunidad es la celebración de “Purim de Sarajevo” el día 4 del mes de Jeshván, día en el cual leen una Meguilá o rollo de pergamino especial que narra los sucesos acaecidos en el pasado en esa fecha. En el año 1819,  el Pashá gobernante de la región tomó prisioneros al rabino Moshé Danón junto a otros doce miembros ilustres de la comunidad y exigió un cuantioso rescate por su liberación. De forma milagrosa, ciudadanos musulmanes exigieron al Pashá la liberación de los judíos por lo que estos se salvaron. Desde entonces, la comunidad judía estableció esta celebración a los efectos de agradecer a D´s por el milagro ocurrido.

Hacia el final de mi visita llegué a uno de mis sitios preferidos, el cementerio comunitario. El cementerio sefaradí está emplazado en la ladera del monte Trababich. Visitar el cementerio equivale a transitar por la historia de la comunidad permitiéndome conocer los apellidos típicos de la comunidad tales como  Pinto, Papo, Levi, Atías, Eltraz y Pinzi, pudiendo aprender de los personajes destacados y de los diferentes tipos de lápida. Probablemente se trate del cementerio judío más grande de Europa.

Por supuesto que si llegué hasta esta ciudad no pude obviar una visita a la famosa “Hagadá de Sarajevo”. Me dirigí al Museo Nacional a los efectos de poder contemplar una de las maravillas del mundo y uno de los símbolos nacionales del pueblo bosnio. Los bosnios se refieren a la Hagadá como patrimonio histórico nacional y ven en esta una suerte de ave fénix que siempre sale de las llamas en virtud de que sobrevivió numerosas vicisitudes. Debo confesar que contemplar la Hagadá de Sarajevo me emocionó en gran manera y no puede sino ver transcurrir ante mis ojos, como en una película, cientos de años de historia judía.

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La Hagadá de Sarajevo es la más antigua del mundo que llegó a nuestros días, fue escrita en Barcelona en el siglo XIV a modo de presente a una pareja de novios. La Hagadá está escrita con bella caligrafía sobre pergamino y está ornamentada con bellísimas ilustraciones realizadas con oro y plata. La Hagadá salió de España junto a sus dueños en 1492, pasó por Italia en el año 1510 y desde Venecia arribó a Sarajevo, siendo adquirida por el Museo Nacional en el año 1895. La Hagadá exhibe un sellado de la Inquisición del año 1609, la cual revisaba todos los textos judíos y si hubiere encontrado en esta algún contenido hostil hacia el cristianismo habría sido quemada y no habría llegado a nuestros días. Es probable que el inquisidor que revisó al Hagadá, Giovanni Dominezzi, era un cripto judío que mantenía su judaísmo en secreto y por lo tanto se esmeró en no dañar semejante objeto de culto.

Tras la conquista Nazi, los ocupadores enviaron al museo a un agente de la Gestapo para que se haga con la Hagadá a los efectos de enviarla a Praga donde se erigiría el “Museo de la Raza Extinguida”. Sin embargo, el bibliotecario le informó al agente nazi que la Hagadá ya no se encontraba entre los libros y la contrabandeó fuera de la ciudad, entregándosela a un Imam musulmán que la escondió entre sus libros del Corán y la mantuvo oculta en su aldea hasta el final de la guerra. A esto me refería en cuanto a que esta Hagadá es una expresión de las vicisitudes que pasó el pueblo judío a lo largo de su historia de huidas y persecuciones.

Al dejar Sarajevo, sentí en mi corazón que existe una brecha entre la Hagadá que logró subsistir milagrosamente durante seiscientos años y la comunidad judía que si bien realiza ingentes esfuerzos en aras de subsistir, dudo mucho que lo consiga.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

San Miguel: Rezando al son de las campanas

¿Está permitido rezar en una ciudad llena de iglesias o en una habitación que en una de sus paredes pende una cruz? En virtud de un Shabat en la localidad mexicana de San Miguel, analizaremos la problemática del  cumplimiento de los preceptos del judaísmo en ciudades cristianas.

Hace un par de semanas pasé Shabat en la ciudad mexicana de San Miguel de Allende. Por causa de su belleza, esta ciudad que fue fundada en 1542, fue declarada por la UNESCO patrimonio cultural de la humanidad en el 2008. En la actualidad, San Miguel de Allende es un destino turístico central a nivel internacional, conservando un carácter único que combina la herencia española con la cultura mexicana de un modo auténtico y multicolor.

San Miguel es una ciudad profundamente cristiana. En cada calle y cada esquina nos encontramos con una iglesia. En la plaza central se encuentra la iglesia de San Miguel Arcángel que fue erigida en el siglo XVIII en estilo barroco y se ha transformado en emblema de la ciudad. Desde cada rincón de la ciudad se puede divisar esta gran iglesia. Los campanarios de las diferentes iglesias se escuchan cada quince minutos y estatuas e imágenes de los diferentes santos se encuentran por doquier.

La estancia en una ciudad tan intensamente cristiana me resultó un tanto   extraña, a pesar de que estoy muy acostumbrado a encontrarme en entornos no judíos. El hotel en el cual me hospedé lleva el nombre de unos de los apóstoles de Jesús, sobre el marco de la puerta de mi habitación pendía una imagen o cuadro de “Santa María” y sobre mi cama había un crucifijo con la figura de Jesús crucificada en él. El viernes por la noche rezamos en la casa de una familia judía sita en la calle Jesús y cuyo frente da en dirección a la iglesia principal. Durante la “Amidá” (plegaria principal que se recita de pie y en silencio), me encontré de pie hacia el Este dirigido a  la distante Jerusalém mas contemplando las cruces de las iglesias cercanas. Durante todo el rezo sonaron las campanas de las iglesias que fueron la cortina musical del Kabalat Shabat y del canto de “Lejá Dodí”.

A raíz de este Shabat comencé a investigar una serie de preguntas fundamentales respecto de la convivencia de judíos y cristianos en la diáspora y en cuestiones halájicas referidas a esta coexistencia: ¿está permitido rezar en una ciudad repleta de idolatría? ¿Se puede rezar en una habitación de una de cuyas paredes pende una cruz? ¿Se puede recitar la “Amidá” dirigiéndose a Jerusalém aunque ello implique pararse de frente a una iglesia o cualquier otro símbolo perteneciente a otra religión que no es la judía?

Irse de la ciudad

La gran mayoría de los judíos de la diáspora vive actualmente en sociedades mayoritariamente gentiles y cristianas. Por una parte es obvio que los judíos no deben conectarse al cristianismo pero al mismo tiempo no les es posible ignorar los signos cristianos existentes en las diferentes ciudades y países. Esta situación hace que el judío no solamente deba encontrar la manera de mantener buenas relaciones con sus vecinos cristianos y respetar sus creencias sino que además deba ingeniárselas para preservar sus propias creencias judías en el marco de la convivencia con otros credos. A lo largo de las generaciones los sabios del pueblo de Israel procuraron encontrar el camino equilibrado de paz y respeto mutuo entre las religiones. Son conocidos los conceptos del “Nodá Miehudá” quien escribió en el prólogo a su libro de responsa homónimo:

“Es sabido en todas partes que predico en mis homilías el respeto por las demás naciones en cuyas tierras habitamos actualmente y que es nuestro deber orar por la paz de sus reyes, ministros y ejércitos así como por el bienestar del reino y sus súbditos, y debemos cuidar de no ser desagradecidos con quienes nos prodigan generosamente asilo  manutención en sus dominios… las naciones en medio de las cuales habitamos hoy día comparten con nosotros los principios de la fe, creen en la creación del mundo, en la veracidad de las profecías de los profetas de Israel, en los milagros descritos en la Torá y los libros de los profetas por lo que es doblemente evidente que debemos respetarles y encumbrarles”.

Nuestros sabios de bendita memoria nos enseñaron que el sitio donde se reza tiene importancia y es necesario evitar hacerlo en recintos de idolatría. Respecto del versículo de Éxodo 9:29 “En cuanto salga de la ciudad extenderé mis manos al Eterno…” Rashi comenta: “En cuanto salga de la ciudad mas no dentro de la misma ya que estaba llena de imágenes idolátricas”. Basándose en el Midrash Shemot Rabá Rashí explica que Moshé no deseaba rezar a Dios dentro del perímetro de la ciudad ya que en esta abundaba la idolatría egipcia por lo que realizó el esfuerzo de cambiar su ubicación geográfica para hacerlo. El Natziv, en una de sus respuestas explica que Moshé normalmente rezaba en alguna de las sinagogas que los judíos habían erigido en tierra egipcia por lo que no le afectaba la profusión de ídolos circundante. Sin embargo, en esa ocasión en virtud de las características particulares de la plaga del granizo quiso rezar fuera (Responsa Meshiv Davar 1:10).

El Ramá sentenció:

“Quien viaja y se encuentra cerca del albergue en caso de poder apartarse al costado del camino en un sitio donde nadie le interrumpa que lo haga allí y no en el hostal gentil para no ser molestado por los dueños de casa, en  caso de poder apartarse a la vera del camino que rece en el albergue en un rincón” (Oraj Jaím 94:69).

Entre rito y recordatorio

El Rabino Moshé Fainstein analiza la posibilidad rezar en una sinagoga contigua a una iglesia y establece que se puede adoptar una actitud flexible y rezar en esta ya que desde su interior no se visualizan los símbolos religiosos ajenos y es claro cual sol de mediodía que quienes se encuentran allí le rezan al únicamente al Kadosh Baruj Hú (Responsa Igrot Moshé, Oraj Jaím 1:47-48).

El fenómeno de crucifijos colgados sobre camas es común en diferentes hospitales y hoteles en los países cristianos. Los juristas contemplaron la situación de rezo en una habitación que exhibe un crucifijo en una de sus paredes. Su conclusión es que de ser posible rezar fuera de tal recinto es preferible pero si no lo es permitido rezar dentro de la habitación en cuestión a condición de que el orante se pare frente a una pared de la que no penda un crucifijo o imagen. Así lo dispone la Mishná Berurá: “Si en la pared oriental hay una imagen prohibida habrá de rezar hacia otra aunque no sea la que da al Este” (Shulján Aruj Oraj Jaím 94:69).

Esta misma autoridad halájica agrega (ídem 29) que en resumidas cuentas lo principal es encontrar un sitio para rezar libre de distracciones por lo que la cuestión de imágenes extrañas en la mayor parte de los dominios donde habitan judíos es inevitable. Recalca que de haber imágenes de este tipo en la pared hacia la que orientamos el rezo es menester girar y hacerlo en otra dirección aunque no sea la de la tierra de Israel. De no ser posible, se puede cubrir la imagen en cuestión para que no sea visible durante la plegaria. (Kaf Hajaím a Oraj Jaím 113:27) o de no mediar alternativa se puede cerrar los ojos durante el rezo (ver Shearim Hametzuianim Bahalajá a Kitzur Shulján Aruj 18:7). Si por alguna razón es imposible rezar en otra dirección y no hay manera de no hacerlo sino frente a una cruz los juristas recomiendan no inclinarse ante esta (ídem 6).

Es interesante resaltar que si bien los objetos de culto cristianos son considerados como instrumentos de idolatría y está prohibido obtener beneficio de los mismos, el autor de Terumat Hadeshen puntualiza que el crucifijo que portan los curas en su vestimenta son únicamente recordatorios por lo que no deben ser considerados idolatría que debe ser proscrita. El Ramá sentenció que “una imagen ante la cual se inclinan es un objeto de idolatría y está prohibido obtener beneficio, mas el crucifijo que se pende del cuello es un recordatorio y no instrumento de idolatría por lo que se permite obtener del mismo beneficio (Shuljan Aruj Ioré Deá 141).

Para finalizar, si bien era consciente del carácter cristiano de la ciudad, la mayoría de sus habitantes no sabían que yo era judío y profesaba otro credo. Caminando por la ciudad, al pasar junto a una iglesia, muchas señoras impresionadas por mi barba y mi kipá se acercaron y me pidieron “¡Padre, Padre, bendígame!” La situación me obsequió una renovada comprensión del versículo que reza: “Y Iosef reconoció a sus hermanos mas estos no le reconocieron”.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

La tribu Igbo

Todo viaje es interesante, pero cuando se trata del continente africano siempre es diferente  y especial; y si se trata de Nigeria con el objeto de conocer a la tribu Igbo que sostiene descender de judíos sin duda es un destino apasionante. A pesar de la distancia, la dificultad y el peligro; cuando se procura entender fenómenos en el mundo judío la única opción es viajar y ver con los propios ojos, tal como reza el antiguo dicho popular: “quien transita un camino que otros ya transitaron ve cosas que muchos ya vieron, mas quien va por sendas que pocos exploraron ve cosas que pocos vieron”. Por ello, me encaminé a investigar los orígenes de la tribu Igbo de Nigeria, quienes sostienen ser judíos.

De esta manera cumplí con el testamento de Hasdai Ibn Shaprut, quien en su misiva al Rey de los Khazares escribió lo siguiente: “si existe un sitio propicio para la redención del pueblo de Israel… y si tuviese la certeza de que es así, dejaría de lado mi encumbrada posición, abandonaría a mi familia y cruzaría diligentemente toda colina, mar y continente hasta llegar a los dominios de su alteza real…”

En esta travesía hacia la tribu Igbo se mezclan fantasía y realidad, historia y sociología, mitos y relatos personales. Intentaré pues exponer ante mis lectores mis impresiones y los descubrimientos de este viaje.

Es oportuno recordar que si bien los judíos etíopes han sido objeto de múltiples investigaciones por parte de las diferentes instituciones gubernamentales, los demás grupos africanos que sostienen poseer ascendencia judía no han sido estudiados y las investigaciones académicas sobre estos se encuentran aún en pañales. Existen algunos grupos en diferentes países africanos que sostienen poseer algún tipo de ascendencia judía, entre ellos la tribu Igbo de Nigeria, la tribu Lambe en Zimbabue, la tribu Basa en Camerún entre otros. Es común toparse con expresiones de sorpresa al sostener que hay judíos en el continente negro ya que resulta extraño asociar esos confines geográficos con presencia judía, si bien nuestra historia nacional comienza con un periplo de cuarenta años en el desierto africano.

Quise comprender por qué los miembros de la tribu Igbo se identifican como judíos y se sienten ligados a nuestro pueblo. ¿Acaso esto posee un  fundamento histórico y una tradición o se trata simplemente de una invención? ¿Cómo es posible que un grupo humano que carece de vínculos con el judaísmo decida ser judío en un país cristiano y musulmán en el corazón de África?

Los Igbo son llamados por las demás tribus nigerianas “los judíos del África”, no por su origen o religión sino por tratarse de la elite cultural del país e influir tanto en la educación como el comercio nigeriano e internacional. Un alto porcentaje de los miembros de esta tribu son profesionales liberales: médicos, abogados, contadores e ingenieros, muchos de los cuales trabajan en el sistema educativo y la administración estatal nigeriana.

Hay quienes sostienen que el nombre de la tribu, “Igbo”, se origina en la palabra hebrea “ivrí” (“hebreo”). La tradición tribal narra que sus ancestros llegaron desde la tierra de Israel y se presentaron como “los hebreos”, mas como los lugareños no les entendían los llamaron “Igbo”.

El recibimiento

Desde el inicio tanto la bienvenida como el clima fueron muy cálidos. Al caminar por las calles con kipá se me acercaron no pocos lugareños que me preguntaban: “¿Eres de Israel? Entonces somos hermanos…”  Al principio no comprendía el tenor de semejante expresión, mas cuando decenas y hasta centenas de personas me lo repitieron entendí que en la consciencia de la tribu Igbo está muy presente la conexión al pueblo judío.

El recibimiento que me dieron en sus hogares fue un tanto “amargo” y paso  inmediatamente a explicar a qué me refiero. Esta tribu posee una antigua tradición y consiste en servir al visitante una “almendra amarga”. Todo huésped que ingresa al hogar recibe un plato con almendras amargas (no de la especie que conocemos en Israel sino una variedad local muy amarga), el anfitrión sostiene el plato y pronuncia unas palabras de bienvenida que expresan alegría por la visita. Acto seguido el invitado debe ingerir una almendra y no hacerlo implica una ofensa al dueño de casa. Tras varias visitas y varios discursos de bienvenida no puedo decir que las almendras me llegaron a gustar pero la intención de los anfitriones fue buena y correspondía honrar sus tradiciones.

Los Igbo ancestrales, todas las mañanas antes de salir a trabajar rezaban a “Tzakwo Abiama Tzinika Kali Anu Yagua na Ana” (Dios de Abraham creador del cielo y la tierra), acto seguido agradecían a Dios el haberlos despertado y al finalizar respondían “Isa” (Amén).

Una antigua tradición de la tribu Igbo es circuncidar a sus hijos al octavo día de su nacimiento y la cumplen hasta hoy. También aquellos que viven como cristianos continúan circuncidando a sus hijos, lo cual obviamente no está bien visto por las demás tribus nigerianas. A la edad de trece años celebran una suerte de ceremonia de “bar mitzvá” que recibe el nombre de “vestir la prenda”.

Las bodas Igbo guardan gran similitud con las judías incluido el uso del palio nupcial o “jupá”. Tanto el novio como la novia escogen testigos y entre ambos lados se aportan cincuenta monedas que se dividen por partes iguales entre los testigos que las guardan como testimonio del enlace. En la ceremonia nupcial se sirve una copa de vino blanco y los novios beben de la misma.

La tribu Igbo posee también la costumbre del levirato. Si el marido fallece la viuda debe casarse con uno de los hermanos del difunto para que este posea descendencia que continúe la familia. Los Igbo donaban devotamente un diezmo de sus cultivos a los pobres y poseían una ciudad refugio para los asesinos involuntarios.

El ciclo del año judío se ve claramente reflejado en las costumbres de los Igbo. Cuando el jefe de familia divisa el novilunio llama a los miembros de la misma y les bendice por un buen nuevo mes. Cuando la luna se divisa llena todos los niños salen a celebrar y los adultos les relatan cuentos.

El año nuevo de la tribu Igbo cae durante el mes de septiembre y comienza con la puesta del sol. La celebración del año nuevo está destinada a pedir a Dios por un año mejor y pleno de bendición. Temprano por la mañana la aldea se despierta al son del toque de colmillos que nos recuerdan al toque del shofar.

Los Igbo acostumbraban a peregrinar una vez al año a una localidad llamada “Arotzoko” (hijos de Aharón). Según la tradición allí se encuentra una antigua arca sagrada de los días en que los ancestros judíos salieron en camino a África y llegaron ella hasta el sitio que hoy se denomina “Arotzoko”. Asimismo poseen vestimentas sacerdotales especiales. La leyenda indica que cuando arribaron los misioneros los miembros de la tribu temieron que el arca y las indumentarias sacerdotales sean destruidas por lo que decidieron guardarlas dentro de un edificio cerrado para protegerlas. No logré verlas con mis propios ojos pero me aseguraron que en mi próxima visita me llevarán a este sitio  secreto.

Los judíos de la tribu Igbo poseen identidad judía y se ven a sí mismos como judíos. Varios de ellos no quieren escuchar hablar de conversión al judaísmo ya que se sienten seguros en su fe y en su  status por lo que no ven necesidad de convertirse mientras que otros ven en la conversión una expresión de su voluntad de continuar viviendo como judíos.

¿Acaso la consciencia es significativa? ¿Qué valor tiene la voz interior? ¿Es quizás esta voz interior una suerte de palabra Divina que nos revela en estos días quiénes son aquellos que habrán de marchar junto a Israel? ¿Quiénes son los perdidos y quiénes los alejados? Solo Dios lo sabe.

En lo que refiere a sus expectativas respecto de su pertenencia al judaísmo, casi todos los consultados expresaron aspiraciones como por ejemplo “retornar a la Torá”, deseo de visitar Jerusalém y de renovar la tradición que les fue vedada por tanto tiempo. Al final de cuentas, todos desean pertenecer a un mundo judío más amplio. Es importante destacar que la mayoría de las personas que consulté no están interesadas en hacer “aliá”. Los miembros de la tribu Igbo poseen una fuerte identidad tanto nacional  como tribal y no desean abandonar su patria. Es menester señalar que la “aliá” de los judíos etíopes y el reconocimiento que recibieron al ser identificados como posibles descendientes de la tribu perdida de Dan en los años ochenta y noventa del siglo veinte, despertaron el interés en el desarrollo de la identidad de otras presuntas tribus perdidas en otras regiones de África.

Historia antigua

Durante generaciones los Igbo desarrollaron versiones de su historia tribal que los posiciona como parte de la diáspora judía y sostienen que sus antepasados llegaron a África mediante las antiguas rutas comerciales del continente.

Hay también quienes sostienen que el rio Sambatión (allende el cual fueron dispersadas las diez tribus por los asirios) se encuentra en África, y no en vano el Talmud cita a África como el sitio del exilio de as diez tribus (Tratado de Sanhedrín 94(A)): “¿A dónde fueron exiliadas las tribus? Mar Zutra dice que a Áfriqui, y Rabi Janina dice a los Montes de Slug” Es de señalar que no todos coinciden  en cuanto a que el Áfriqui mencionado  en el Talmud coincide con el actual continente negro.

Existe una serie de fuentes que sostienen que hubo presencia judía en Nigeria desde el 638 antes de la era común. Esta tesis arguye que judíos migraron hacia África tras la destrucción tanto del primer como del segundo Templo y establecieron comunidades a lo largo y ancho del continente. Los primeros migrantes habrían sido de las tribus de Gad, Asher, Dan y Naftalí. La población israelita habría continuado expandiéndose hacia el sur del continente africano y en dirección del Sahara. La tribu Igbo considera descender principalmente de la de Gad. Según la tradición tribal Gad es el padre de todos. La tradición oral de los Igbo menciona a un guerrero legendario llamado Erí hijo de Gad y nieto de Yaakov: “Y los hijos de Gad: Tzifión, Jagui, Shuní, Etzbón, Erí, Arodí y Ar´elí” (Génesis 46:16).

Hay otros que sostienen que los Igbo migraron desde Siria, Portugal y Libia a África occidental alrededor del 740 de la era común. Más tarde se les habrían sumado más migrantes judíos de Portugal y Libia en 1484 y 1667.

Una historia nueva

La tribu Igbo fue influenciada por el cristianismo que predicaron los misioneros que llegaron al África en tiempos del colonialismo británico en el siglo XIX. La similitud entre las antiguas creencias Igbo y el cristianismo los llevó a adoptar la nueva religión con mayor facilidad víctimas de la confusión y el engaño.

Los miembros de la tribu cuentan que al descubrir los misioneros que los Igbo poseen costumbres judías enviaron una misiva a la iglesia británica la cual les indicó que no revelasen de dónde proceden ni a qué nación pertenecen. Los misioneros actuaron con violencia contra la tribu Igbo y contra aquellos que se negaron a adoptar la fe cristiana.

Color de piel

Uno de los temas que han despertado sorpresa e interrogantes respecto de la conexión de esta tribu al pueblo judío es el color de su piel. Por alguna razón existe la idea carente de base genética o halájica de que un judío supuestamente posee piel de color claro y esto no es así. De hecho los falashas poseen el mismo color de piel que sus vecinos de igual manera como los judíos se asemejan a los habitantes de la región en la que viven tal como en el caso del Yemen, Bujara o Polonia. La Mishná en el tratado de Negaím (2:1) menciona que el color de la piel de los hijos de Israel varía según la región geográfica en la que habitan y posee diferentes matices: “Una mancha cutánea intensamente blanca se ve oscura en la piel de un alemán y la mancha cutánea oscura en la piel de un negro se ve como muy blanca. Rabí Ishmael dice: los hijos de Israel se asemejan al cedro de tipo Eshkroa (árbol de tonalidades marrones) ni blancos ni negros sino medianos”

Sin embargo, es de destacar que en la jurisprudencia halájica el color de la piel no es una señal que indique si la persona es o no judía. El Rabino Yaakov Sapir autor del libro “Even Sapir” (parte II cap. 68) escribe sobre los judíos que son “similares en su aspecto a los lugareños incluidos los judíos de la India, Etiopía y el Yemen que se les considera como los judíos con el origen más probado si bien son de tonalidad oscura”. El Rabino Uziel también se refirió en una de sus respuestas al color de la piel de los judíos de la India (Kovetz Bnei Israel 5722 pág. 25) diciendo que “jamás se alejó a una persona de la comunidad judía por su aspecto o por poseer un color de su piel similar al de los gentiles…”. El Rabino Moshé Fainstein respecto de los judíos etíopes afirmó que “del punto de vista de la halajá no importa el color de su piel” (carta del 5744).

La idea apasionante que aprendemos de la tribu Igbo es que la identidad judía puede superar límites políticos, raciales, lingüísticos entre otros, lo cual transforma al judío en un pueblo realmente global, amén de enseñarnos que la Torá es su fuerza unificadora.

Los judíos negros de Nigeria están seguros de que el color de la piel no es un obstáculo para volver a integrarse al pueblo judío ya que según su tradición la Omenana es la costumbre judía original y su color de piel es el color original del judío y en sus palabras: “Tzipora la esposa de Moshé era negra y Abraham Avinu también lo era”.

La situación actual

Hoy en día existen unas 30 comunidades de judíos Igbo en Nigeria, en cada una de estas hay una sinagoga algunas de las cuales poseen rollos de la Torá aptos halájicamente para su uso. Asimismo, muchos de los miembros de la tribu Igbo general continúan combinando en sus vidas prácticas judías con cristianas incluyendo la realización de circuncisiones al octavo día de vida si bien asisten a iglesias. Estas comunidades están diseminadas en las provincias de Abudja, Anambra, Imón, Lagos, Port Harcourt, Onogo y Aboni.

Hay investigadores que consideran que unos treinta mil Igbo detentan prácticas judaicas y unos tres mil observan los preceptos y retornaron a la tradición judía plenamente. Estas personas cuidan Shabat, colocan tefilín a diario y no comen carne para cuidar las leyes de la cashrut. En todas las comunidades hay un jazán o cantor litúrgico que sabe leer hebreo y dirige el rezo. En la mayoría de las sinagogas hay servicios de Shabat y en algunas todos los días de la semana. Al ingresar a una de las sinagogas vi escrito sobre la pared en letras hebreas un letrero que llamó mi atención: “Kol Israel Arevim Zé La Zé, Am Israel Jai” (Todos los judíos somos responsables uno por el otro, el pueblo de Israel vive).

Epílogo

Creo que descubrir la vida judía en el continente negro, aunque no reconozcamos la judeidad de quienes la detentan, es una revelación tanto interesante como emocionante en cuanto a que “No hay sitio carente de Su presencia”. Esto nos enseña que hay vida judía en sitios a los cuales ni Coca Cola ni Jabad aun llegaron.

Cuando me dispuse a abandonar a los Igbo en Abudja, estos me abrazaron y me dijeron a modo de despedida: “El retorno de los exiliados que Dios le prometió al pueblo de Israel ya ha comenzado, puede únicamente demorarse mas no cancelarse… Israel nos ha brindado un modelo de resurgimiento nacional y nosotros lo seguimos”. Esta fe, muy probablemente, mantendrá encendida la chispa judía en Nigeria a pesar de las guerras y las masacres, las tensiones entre el occidente cristiano y el norte musulmán y a pesar de la actividad de Al Qaeda en ese país. Para finalizar entonamos juntos el “Hatikvá” y nos despedimos con las palabras “Nefesh Iehudí Homiá” (“el alma judía anhela”).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judíos en la tierra del sol naciente

Muchos se preguntan si hay judíos en el Japón, o en otras palabras: ¿hay japoneses judíos? La comunidad judía del Japón es la más oriental de entre las de Asia. La presencia judía en el Japón no es de larga data y de hecho no hay “judíos japoneses”. Los primeros judíos llegaron al Japón en 1861 al abrir este país sus puertas al occidente. En 1845 los portones del Japón se abrieron a la inmigración occidental y de esa forma comenzaron a llegar principalmente judíos provenientes de Shanghái y de Hong Kong. Hasta fines del siglo XIX habían ingresado al Japón unas decenas de judíos únicamente los cuales residían en las ciudades de Yokohama, Kobe y Nagasaki. La primera sinagoga en suelo japonés fue construida en 1894 en Nagasaki. Durante la segunda guerra mundial muchos judíos huyeron de Europa vía Siberia hacia Japón. La famosa Yeshivá “Mir” pasó una breve temporada en suelo japonés antes de llegar finalmente a Shanghái. La mayoría de los judíos que llegaron a Japón abandonaron el país en 1941 en virtud de la guerra con EE.UU. Al día de hoy hay unos mil judíos en territorio japonés, la mayoría de los cuales son hombres de negocios norteamericanos, europeos e israelíes que se radicaron allí por cuestiones profesionales. En Tokyo hay una comunidad judía conservadora y dos “Beit Jabad” y en la ciudad de Kobe hay  una comunidad ortodoxa.

Al visitar el Japón la pregunta que más me preocupaba era ¿cómo vive y se siente un judío en Japón? La interrogante surge en virtud de las características particulares de la cultura japonesa y la sensación de que se trata de un mundo muy cerrado y hasta de un “planeta en si mismo” en algunos aspectos. En Japón casi no radican extranjeros, hay no más de dos millones de foráneos en una población local de unos 130 millones de nipones. Los japoneses habitan una isla tanto geográfica como cultural y hasta el día de hoy no parecen ser parte de occidente. Para quien observa desde afuera, la cultura japonesa es única y diferente a todo lo que nos es conocido. Se trata de una cultura que durante un milenio se desarrolló bajo influencias asiáticas y europeas pero fundamentalmente en el marco de un aislamiento hermético del mundo exterior. El japonés es un pueblo con una fisonomía facial particular, un idioma diferente, escritura diferente, religión diferente, una música y un ritmo particulares, una caligrafía y un estilo artístico propio, una arquitectura singular, hermosos jardines, ceremonia de té, meditación, kimono y vestimentas tradicionales, una cocina rica y variada, todo lo cual confluye en constituir un mundo muy especial y diferente. La  combinación entre pasado histórico, cultura antigua, tecnología y modernidad transforman a este país en una de las grandes potencias mundiales y conforman una combinación cultural y humana definitivamente  única.

Si bien Tokyo es la mayor urbe del mundo y en ella habitan unos treinta millones de personas, quien camina por sus calles escucha el sonido del  silencio. Las personas caminan silenciosa y calmamente, ni siquiera hablan unos con los otros y los automóviles no utilizan sus bocinas. Da la sensación que cada quien vive su vida tranquilamente y está conectado a sí mismo y como mucho al teléfono celular que porta. Estoy acostumbrado a visitar grandes ciudades en las cuales el barullo de sus calles es parte inseparable del paisaje, empero, en Tokyo me sorprendieron el silencio y la tranquilidad que reinan en sus calles.

Los japoneses contemporáneos no tienen mayor idea de quiénes somos o qué somos los judíos por lo que no existe aquí el antisemitismo. A lo largo de la historia no ha habido contacto entre judíos y la tierra del sol naciente y estos llegaron al Japón recién en la era moderna y en pequeño número por lo que nunca tuvieron una presencia demográfica significativa. En el oriente y en el Japón existe una suerte de admiración por los judíos como personas exitosas en el área de los negocios pero no son un factor de relevancia en el ámbito local.

Durante el último siglo se ha desarrollado un fenómeno muy interesante en el Japón y es el de gentiles amantes de Israel. Se trata de sectas cristianas como el caso de la secta Makoya que fue fundada en 1948 por el Prof. Abraham Ikoro Tashima, quien a raíz de un sueño comenzó a cooperar con el pueblo de la Biblia que retornaba a su terruño; y la agrupación “Beit Shalom” que es la asociación de cristianos amantes de Israel en Japón.

Como es sabido, a lo largo y ancho del mundo muchos pueblos son considerados como posibles descendientes de la diez tribus exiliadas poco antes de la destrucción del primero Templo y hay quienes consideran que el pueblo japonés efectivamente desciende de alguna de estas, sobre la que está escrito: “…a las islas de más allá, que no han oído Mi fama ni han visto Mi gloria, y declararán Mi gloria entre las naciones. Y traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones” (Isaías 66) (es de recordar que el Japón es un país conformado por islas en el noroeste del Océano Pacífico).

Las religiones principales en el Japón son el budismo, el sintoísmo y el cristianismo, siendo la segunda la más difundida. Sintoísmo significa literalmente “el camino de los dioses” y se transformó en la religión oficial a  mediados del siglo XIX. Hay algunas costumbres sintoístas que se asemejan a las judías, una de ellas es la similitud entre la estructura de los santuarios sintoístas y el tabernáculo y posterior templo de Jerusalém. A diferencia de los templos budistas en los cuales hay estatuas, en los santuarios sintoístas no las hay y creen que su dios es espiritual y carente de cuerpo. Sus santuarios están distribuidos en grados crecientes de santidad, un área en el cual todo creyente puede venir a rezar, otro destinado a los sacerdotes y otra destinada únicamente al sumo sacerdote y es una especie de santo sanctórum. Asimismo, el santuario sintoísta dispone de una pileta para la ablución de manos, un arca sagrada con barras de transporte, y un altar para la quema de ofrendas de arroz y vino únicamente. Tanto los sacerdotes como el sumo sacerdote poseen una indumentaria especial.

Sin embargo, la historia más apasionante respecto de Japón y los judíos es la que no se ha contado. Se trata de una historia entre imaginaria y fantasiosa y permanece solamente en el pensamiento y en los libros de historia. A fines del siglo XIX se propagó en Rusia un libro de propaganda antisemita titulado “Los protocolos de los sabios de Sión” el cual describe un presunto plan judío para apoderarse del mundo y de la economía. Durante su permanencia en Siberia en el año 1919 los japoneses se toparon con este libro y como no conocían a judío alguno inocentemente creyeron todo lo que estaba en él escrito. Inclusive lo tradujeron al japonés para que así el pueblo nipón pueda tener acceso al mismo.

En 1934, a raíz de las persecuciones nazis contra judíos en Europa, los japoneses comenzaron a idear un plan singular para desarrollar su economía que consistía en traer a los judíos perseguidos a las tierras recientemente conquistadas por el Japón en territorio chino. Los japoneses creyeron que los refugiados habrían de potenciar su economía y atraerían inversores judíos de otros países lo cual mejoraría la imagen japonesa a ojos americanos. Este plan recibió el nombre de “Plan Fugu” e implicaba la absorción de un millón de judíos en Manchuria y Shanghái, tierras recientemente conquistadas a los chinos y en las cuales ya existían florecientes comunidades judías. El plan habría de conceder libertad civil  y religiosa completa a los judíos así como también establecer una especie de provincia judía independiente, y contemplaba la construcción de escuelas y hospitales especiales para los  inmigrantes. El plan fue autorizado por el gobierno japonés en 1938.

Es interesante tratar de entender el nombre del plan: “Fugu”. Se trata de un pez que posee un sabor muy especial pero que además posee sustancias venenosas que si no se procesan tras la pesca y antes de la ingestión pueden afectar gravemente al comensal. Esta era la actitud japonesa hacia el plan, este podría traer enormes beneficios al país pero implicaba asumir ciertos riesgos. En los protocolos se detalla el temor japonés de que los judíos se apoderen de toda la economía nipona lo cual sería nefasto para el país. A final de cuentas, por diferentes causas el “Plan Fugu” nunca se llevó a la práctica. Es interesante imaginar cómo se vería hoy el Japón de haber prosperado la iniciativa.

El Rav Kuk en sus epístolas se refiere al carácter singular de la nación  japonesa, sus virtudes especiales y el vínculo particular que puede desarrollar con el pueblo judío:

“Se trata de un pueblo libre e ilustrado, que despierta de un largo sueño con renovados bríos y tiene la posibilidad de contemplar la luminaria israelita  con ojos más lúcidos que otras naciones cuya vida espiritual ha sido estropeada por el veneno del odio al judío” (Igrot Reaiá 669, escrita en 1914).

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Shabat solitario en Papúa Guinea

El primer hombre blanco en la solitaria isla de Daro sin provisiones para Shabat. El Rabino Birnbaum en Nueva Guinea.

Como el primer Shabat

Esta fue la primera vez que en mis andanzas por el mundo quedé varado un Shabat en una isla solitaria, sin comunidad judía, vino ni jalot. Sin embargo, fue uno de los sábados más maravillosos que cuidé en mi vida.

A pesar de mis múltiples periplos por el mundo, siempre logré llegar a una comunidad judía para Shabat. Recientemente, en el Shabat de las porciones de lectura Matot y Mas´ei me encontré solo, en el fin del mundo a pocas horas de la entrada del Shabat. Esta fue la primera vez que realmente quedé varado en Shabat. A diferencia de otras veces en las que perdí un vuelo, en esta no pude apresurarme a la casa del rabino comunitario para pasar allí el día sagrado.

En el curso de mi visita a Papúa Nueva Guinea (detalles sobre este viaje en próximos artículos) me encontraba regresando de la localidad de Balimo que se encuentra en una región selvática atravesada por varios ríos en el mismo centro del país rumbo a la capital Port Morsabi. El jueves mis anfitriones me avisaron que se había suspendido el único vuelo semanal que debería llevarme a la ciudad capital para pasar allí el Shabat y que debía permanecer una semana más a la espera del próximo vuelo. La única manera de llegar a la capital era navegando primeramente hasta la isla de Daro que se encontraba a cientos de kilómetros del sitio en el que me encontraba. Si bien debería navegar unas quince horas por ríos y mar abierto en un bote precario decidí que el esfuerzo valía la pena ya que así podría pasar Shabat en un sitio ordenado en el cual dispondría de alimentos, Jalot y vino que había traído desde Israel.

Tras veinticuatro horas de navegación por ríos y mar abierto y tras superar no pocas situaciones de peligro arribamos a la isla de Daro, una pequeña aldea de pescadores de la cual despega un vuelo diario a la capital del país. Al principio me dijeron que el vuelo estaba levemente retrasado, luego que el avión aún no había despegado desde la capital rumbo a la isla y que partiría en cualquier momento. Esto significaba que no llegaría a la capital antes de Shabat.

Comencé a hacer cálculos matemáticos y halájicos: ¿Alcanzaría a subirme al vuelo en cuestión y aterrizar antes de entrar el Shabat? ¿Qué ocurriría si llegase entre el atardecer y la salida de las estrellas? ¿Cómo habré de llegar al hotel? Finalmente avisaron que el vuelo llegaría al isla de Daro media hora antes de entrar el Shabat, comencé a analizar para mis adentros si correspondía subir al vuelo media hora antes del atardecer ya que aterrizaría dos horas más tarde, siendo ya viernes por la noche. Hay juristas halájicos que en caso de gran necesidad permiten continuar viaje durante Shabat cuando el tren barco o avión es manejado por no judíos y estos no realizan la labor específicamente  para el judío (Piskei Uziel 13, Bein Hashmashot; Sefer Jishukei Hajemed Shabat 153(A), Maré Habazak V inciso 30; Tzeidá Laderej pág. 159). Sin embargo, de todas maneras habría de tener que caminar desde el aeropuerto al hotel sin mis implementos personales.

A final de cuentas entendí que el análisis que hice era superfluo ya que los funcionarios del aeropuerto avisaron que el vuelo del viernes había sido cancelado y que el próximo sería el día sábado. Es así que dos horas antes de iniciarse el Shabat me encontré solo en una aldea de pescadores cuando en mi mochila no hay nada para honrar el día, ni vino, ni Jalot, ni comida, ni ropa, ni sidur ni jumash, sencillamente me encontraba al borde de iniciar el día sagrado prácticamente desnudo como el día en que nací.

Kidush sin vino

Como es habitual en mí, al enterarme de que le vuelo había sido cancelado reaccioné diciendo “todo lo que hace el Eterno es para bien” (tal como sentenció el Shulján Aruj: “una persona debe habituarse a decir que todo lo que hace el Eterno es para bien” Oraj Jaím 230:5) y “toda demora es para bien” (expresión que se le asigna al Rabino Jaim David Azulay z”l). Acto seguido busqué rápidamente el mejor hotel posible para que por lo menos pueda deleitar el Shabat.

Corrí a la tienda local a comprar algunos productos pero la oferta en general y la variedad de productos kasher en particular no era interesante. Afortunadamente encontré latas de sardinas y hasta de macarel. Papúa, Nueva Guinea, se encuentra al norte de Australia por lo que busqué productos con sellos de kashrut australiana, milagrosamente encontré latas de maíz, arvejas y ensalada de frutas. Compré una docena de huevos y los cociné en una pequeña olla que encontré en la tienda. Dado que me encontraba en una isla al borde del mar alcancé a llevar la olla a inmersión ritual antes de Shabat.

Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos no logré encontrar pan no horneado por judíos pero que al menos haya sido elaborado de un modo permitido. Si bien no soy un entendido en temas de cocina u horneado, mi querida esposa me enseñó a preparar pan pita con solo harina y agua sobre la sartén. Probé suerte y a Dios gracias veinte minutos más tarde logré preparar cinco pequeños panes pita para el Kidush de la noche y las comidas sabáticas, para así comer hasta saciarme junto a los otros manjares que alcancé a adquirir en honor del sagrado Shabat.

¿Sobre qué se realiza Kidush en una noche de Shabat como esta? El viernes por la noche es preferible recitar el Kidush con vino, pero en caso de que no haya el Shulján Aruj indica que se debe: “exprimir un racimo de uvas y sobre el jugo recita el Kidush” (Oraj Jaím 272:2). Sin embargo en la isla de Daro en particular y en Papúa Nueva Guinea en general no hay uvas y casi que tampoco hay frutas o verduras. Solamente se encuentran bananas, mangos y cocos por lo que esta solución no era relevante para mí. En caso de carecerse de vino o jugo de uvas los juristas dividen sus opiniones entre que se recite el Kidush sobre el pan, sobre otra bebida alcohólica común en el país o que no se recite. Según Rabenu Ierujam “allí donde se carece de vino se recita Kidush con otra bebida sea esta alcohólica o no siempre y cuando no sea sobre agua”. Rabenu Asher opina que por la noche el Kidush sea recitado sobre pan y no sobre otra bebida alcohólica. Si se recita sobre el pan, se debe sostener los panes durante todo el recitado y pronunciar la bendición “Hamotzí Lejem min haaretz” (que extraes el pan de la tierra) en vez de “Boré prí Hagafen” (que creas el fruto de la vid) (Mishná Brurá ibid inciso pequeño 29). Otra posibilidad, en caso de carecerse de panes, es recitar la bendición de “Hamotzí” sobre galletas al agua, pastel o masa rellena como el caso de empanadas. De no mediar esa posibilidad se puede recitar el Kidush con cerveza  algún jugo natural (Shmirat Shabat Kehiljatá 55:7:18). Es interesante traer a colación la opinión de la Mishná Berurá según la cual en caso de carecerse tanto de pan como de vino “se come sin recitar Kidush y no se suspende por ello el cumplimiento del precepto de deleitar el Shabat, comiéndose lo que se dispone y se confía en la mención del día sagrado durante el rezo” (289:10).

Como nuestros antepasados en el desierto

El sábado por la mañana tras el rezo matinal frente al mar, los botes y el mercado local, pensé en recitar el Kidush matutino con cerveza, tal como lo especifica el Shulján Aruj: “allí donde se carece de vino se ha de usar cualquier aguardiente o bebida salvo agua, pudiéndose recitar Kidush con la bebida común en el país” (Oraj Jaím 289:2). Sin embargo, cuando pedí cerveza en el hotel me enteré que el país está pasando por periodo de elecciones y en virtud de ello se prohibió la venta de bebidas alcohólicas por tres meses. En un caso así se puede recitar Kidush con otros tipos de bebida comunes en el país tales como jugos de fruta, leche, café o té con azúcar (Shmirat Shabat Kehiljatá 53:11).

Tras la comida de la mañana, quise salir a caminar por la isla. En virtud de las numerosas advertencias que se me hicieron respecto del precario estado de seguridad en el país pregunté al dueño del hotel si era peligroso caminar solo por la calle, a lo que me respondió: “no tiene por qué preocuparse, ya corrió la voz por la isla de que hay un hombre blanco proveniente de Jerusalem y los isleños están emocionados por su visita. Hay quienes incluso sostienen haber visto ángeles que lo acompañaban cuando llegó por lo que todos lo van a respetar y cuidar”. En efecto, cuando  paseé por la isla entre sus casas de adobe y sus mercados las personas se dirigían a mí diciéndome que veían un hombre blanco y que además provenía de la Tierra Santa y Jerusalem. Los isleños son todos cristianos devotos por lo que me encontré todo el Shabat bendiciendo a cientos y miles de lugareños que pedían serlo por el hombre blanco jerosolimitano que llegó rodeado de ángeles.

Dado que no disponía de libros de estudio, tuve mucho tiempo libre para pensar y dialogar con los isleños. Pensé en lo diferente que es pasar un Shabat en el “desierto” en un sitio donde se carecen de los preparativos para el día sagrado. Sin duda, nuestros antepasados cuidaban un Shabat más parecido al mío en la isla de Daro que al que solemos cuidar en nuestros hogares. En la práctica, las treinta y nueve labores prohibidas casi que carecen de sentido en el Shabat occidental. No tenemos problemas de cocción de alimentos ya que disponemos de refrigeradores y todo está preparado desde el día de la víspera, no tenemos problemas de uso de artefactos eléctricos ya que disponemos de “timer” ni problemas de transporte de dominio a dominio ya que disponemos de Eruv. Pero justamente durante el Shabat en la isla volví a meditar sobre las treinta y nueve labores prohibidas y sus derivaciones que de repente se tornaron en relevantes.

Respecto de la Havdalá no tuve que esforzarme ya que en mi mochila siempre llevo mi pipa con tabaco de buen aroma y fósforos. En vez de vino me preparé una taza de café: “No se realiza Havdalá sobre pan, pero sí sobre una bebida alcohólica si es típica del país, y lo mismo ocurre con las demás bebidas salvo el agua” (Shulján Aruj Oraj Jaím 296:2).

No sé si habré de volver pronto a la isla de Daro, pero el Shabat que pasé allí fue uno de los más bonitos de mi vida. Si bien lo pasé sin ver judíos, minián y sinagoga, quizás justamente por ello pude reencontrarme conmigo mismo y con el Shabat y experimentar una especie de Shabat primigenio, semejante al mundo venidero.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Judaísmo clandestino: Un primer encuentro con los judíos de Pakistán

En virtud del trato hostil que reciben por parte de los musulmanes, los judíos que viven hoy en Pakistán se ven en la necesidad de ocultar su verdadera identidad debiendo hacerse pasar por cristianos. Un encuentro secreto con ellos devela por primera vez una historia increíble.

Un correo electrónico que recibí recientemente me anunció que afortunadamente todavía existen judíos en Pakistán. Mi cabeza comenzó a funcionar horas extras y examiné todas las posibilidades existentes de viajar hacia ese país para encontrarlos. Revisé posibles conexiones aéreas y hasta analicé con amigos cercanos en el Supremo Tribunal Rabínico de Israel la posibilidad de dejarle a mi esposa un “Guet” (divorcio) condicional para que en caso de que no logre retornar sano y salvo de la misión, ella no quede con  estado civil indefinido.

Cuando le escribí a mi contacto en Pakistán que tenía pensado viajar hasta allí me contestó: “es muy emocionante saber que hay alguien dispuesto a venir a visitarnos para ver de cerca la situación de las familias judías que viven en este país, pero tomando en cuenta los riesgos que esto implica tanto para usted señor rabino como para los judíos locales, la postura antisemita de la población en general y de las autoridades locales, una visita de este tipo no es para nada segura. Especialmente para los judíos, tanto si usted visita como si es visitado, si en Pakistán se descubre que alguien es judío, ello implica inexorablemente pena de muerte”.

En otro intercambio epistolar intenté presionar nuevamente a mis anfitriones respecto de si existe la posibilidad real de llegar a ese país de visita con un pasaporte no israelí, a lo que me respondieron: “no todo depende del pasaporte con el que se ingresa. Importa cómo se ve usted, qué nombre detenta, el motivo de su visita y a quién viene a ver. Por ejemplo, si usted se ve como rabino, ello será inaceptable para las autoridades paquistaníes y la mayoría musulmana. Aquí las autoridades todo el tiempo buscan personas con ese perfil, por lo que no le recomiendo que nos visite a menos que usted sea oriundo de aquí, pueda hablar nuestra lengua fluidamente y pasar desapercibido entre la población local”.

En esta etapa comprendí que con un apellido como Birnbaum, aspecto judío y título de rabino, mi sueño de viajar a Pakistán a encontrar judíos se aleja indefectiblemente. Tras revisar el tema con otras instancias, entendí que es sumamente riesgoso viajar a Pakistán  y pasamos al plan “B”, encontrarnos en un tercer lugar.

Testimonio en el Cementerio

La primera idea que se me ocurrió fue llevar a cabo el encuentro en un país vecino, la India, pero Pakistán se encuentra en malas relaciones con sus  vecinos hindúes a quienes consideran sus archienemigos. Mis contactos en Pakistán me explicaron que para ellos viajar a la India implicaría estar en la mira atenta de los servicios de seguridad de ambos países por el resto de sus vidas, especialmente si alguien descubre que son judíos. Analizamos la posibilidad de encontrarnos en Dubai u otro país árabe, pero al final de cuentas decidimos hacerlo en otro país cuyo nombre no mencionaré. De hecho, toda la información que aparece en este artículo la recibí de las personas con las que me reuní cuyos nombres e identidades no puedo revelar.

La República Islámica de Pakistán linda con Irán, Afganistán, China e India, y su población se estima en unos doscientos millones de habitantes. Es considerado el segundo mayor país musulmán después de Indonesia. Antes de que se transformase en un país dominado por Al Qaeda, en los días en los que todo su territorio pertenecía a la India británica, vivían allí miles de judíos. Antes de encontrarme con mis amigos paquistaníes me habían llegado rumores respecto de que quedaron judíos en ese país que se convirtieron a otras religiones y se presentaban bajo diferentes identidades. Tras encontrarlos, me cercioré que los rumores eran ciertos, pero también me quedó claro que la comunidad judía de Pakistán es una agrupación que actualmente vive oculta y no es reconocida como tal, está aislada y desconectada de las demás comunidades judías del mundo.

La presencia judía en Pakistán se remonta al período pre islámico y pre cristiano. Hasta la aparición del Islam en el siglo séptimo los judíos vivían en este país con total libertad, erigieron sinagogas y establecieron escuelas. Con el arribo del Islam las cosas comenzaron a cambiar en aquellas zonas gobernadas por Rajas o reyes musulmanes. Dado que todo el subcontinente indio estaba dividido en numerosos pequeños reinos, los judíos que habitaban en las zonas no musulmanas continuaron viviendo en relativa libertad.

El origen de los judíos paquistaníes es variado, pero en su mayoría son descendientes de la comunidad “Bnei Israel” de la India los cuales migraron a Pakistán en el siglo XVIII cuando el país era parte del Imperio Británico. Otros judíos llegaron desde Irán y desde Afganistán. En los días en los que la India y Paquistán eran un solo país, esto es, antes de la partición de 1947, la mayoría de los habitantes locales brindaba a los judíos un trato amable, tolerante e igualitario.

En la primera mitad del siglo XX vivían en el país unos tres mil judíos, dispersos entre las ciudades de Karachi, Peshawar, Quetta y Lahore. La comunidad más importante se encontraba en Karachi y contaban con una importante sinagoga. En Peshawar había dos sinagogas, en Lahore una pequeña sala de rezos que pertenecía a la comunidad judía afgana y una sala de rezos en Quetta. La sinagoga central en Karachi, “Maguén Shlomó”, fue  erigida en 1892 y destruida en 1988 por orden del gobierno paquistaní para construir en su lugar un centro comercial.  La sinagoga de Karachi era popularmente conocida como “Israeli Masgid” o “Iahudí Masgid” (La mezquita judía).

En la ciudad de Karachi, la más importante de Paquistán, había un cementerio judío conocido como “Cementerio Bnei Israel” o “Iahudi Kabarstán”. Este cementerio existe hasta hoy y es uno de los únicos símbolos judíos que siguen existiendo en este país y da testimonio de la vida comunitaria que existió otrora.

El 15 de agosto de 1947 la India fue partida y comenzó la independencia paquistaní. Esta partición puso fin al dominio británico. Los judíos, temerosos de su incierto futuro en el novel estado musulmán comenzaron a huir. La mayoría logró escapar hacia diferentes destinos tales como Israel, Gran Bretaña o la India. Muchos de quienes se quedaron comenzaron a profesar su judaísmo en secreto por temor a su seguridad personal y se presentaban  como cristianos. Tras la guerra de los seis días su situación empeoró tanto económicamente como en virtud de la política estatal de exterminar a los judíos. Tras las guerras de desgaste y de Yom Kipur más judíos abandonaron ese país, muchos otros que se quedaron pasaron a una estricta clandestinidad pero permanecieron fieles a las tradiciones judías. Algunos de ellos permanecen fieles a estas hasta el día de hoy.

En virtud del peligro constante de exterminio que pende sobre los judíos paquistaníes, hoy en día no hay sinagoga activa o instituciones judías de algún tipo. La comunidad guarda un estricto secreto. El último rabino titular fue el Rav Niar Azam, discípulo del Rav Kurshid Alam, quien continuó sirviendo a la comunidad judía en la medida de sus posibilidades hasta su fallecimiento.

Aspecto cristiano

Mi encuentro con el pequeño grupo de judíos paquistaníes fue apasionante, su líder me dijo: “creo que esta es la primera vez que semejante información, así de detallada, le es entregada por parte nuestra a algún extranjero”.

Resumen textual del contenido de nuestra conversación:

¿Dónde viven los judíos en Pakistán?

“Hoy día los judíos viven en comunidades mezcladas en las grandes ciudades, en las pequeñas y en pequeños pueblos a lo largo y ancho de Pakistán. Es muy difícil tener una vida judía allí, prácticamente imposible, la comunidad judía tiene mayoritariamente un nivel económico medio y bajo”.

¿Los habitantes musulmanes son conscientes de que viven entre ellos judíos?

“No. En algunos casos solamente parientes cercanos o personas de confianza de la comunidad local lo saben. La mayoría de los judíos se hacen pasar por cristianos. En Pakistán existe tolerancia cero a la presencia judía”.

¿En qué ciudades viven?

“Los judíos en Pakistán viven dispersos por todo el país para no llamar la atención innecesariamente. Viven en Islamabad, Rawalfindi, Peshawar, Gojurnawalla, Lahore, Raiwinad, Klarkabad, Moltan, Karachi y otras muchas regiones”.

¿Cuántos judíos ocultos creen ustedes que viven todavía en Pakistán?

“Es muy difícil estimarlo por las condiciones de secreto en las que viven, sin embargo, a los efectos de darle un estimativo, solamente los descendientes de mi abuelo y sus cuatro hermanos deben ser más de dos mil personas. En mi opinión pueden haber más de diez mil, pero no todos están dispuestos a identificarse como judíos, vivir como tales o emigrar a Israel”

Criptojudíos contemporáneos

Uno de mis anfitriones me contó su historia personal que de alguna manera expresa la singular historia de los judíos de Pakistán en las últimas generaciones:

“Soy paquistaní y judío, sé que soy descendiente del pueblo de Israel aunque carezco de un documento que lo certifique y solo dispongo de tradiciones familiares. Mis abuelos maternos ocultaron su identidad judía en virtud del antisemitismo y de los ataques multitudinarios a los que se veían expuestos, especialmente tras el establecimiento del Estado de Israel. Ellos sabían que eran judíos y mantuvieron su identidad en secreto pero exteriormente  vivían como criptojudíos. Mi madre creció como judía en secreto, se enamoró de mi padre y se casaron. Él es musulmán, secular en lo filosófico y en lo práctico, pero la quiso y la respetó a pesar de su religión.

Es así que fui educado por la familia paquistaní de mi padre, en el mundo árabe, pero manteniendo la identidad judía de mi madre. Es así que desde el punto de vista islámico soy musulmán y para el judaísmo soy judío. Yo escogí el judaísmo, de modo tal que mi alma judía se envolvió en una identidad paquistaní musulmana.

La mayor parte de la comunidad judía de Pakistán, incluida mi familia, comenzó a usar el nombre del padre como apellido y no el de la familia, en todos los documentos oficiales a partir de 1947 por temor a ser identificados. Al incrementarse el nivel de las amenazas, algunas familias adoptaron apellidos locales comunes. A pesar de las persecuciones y el dolor, nuestra familia continuó transmitiendo la tradición judía y el conocimiento de nuestro apellido original de generación en generación, aunque en nuestra zona era imposible vivir abiertamente como judío. Mi hermano y gran parte de mi  familia extendida así como algunos miembros de la comunidad continuamos viviendo en Pakistán ocultando nuestra verdadera identidad. La mayoría de los judíos  se presenta como cristianos pues esa comunidad religiosa es más fácilmente aceptada por el estado musulmán. Algunos, incluso pertenecen a congregaciones cristianas o a iglesias para pasar desapercibidos”

A veces pensamos que los criptojudíos existieron únicamente en España o Portugal y que en nuestra realidad contemporánea ya no los hay. La historia judía en las diferentes diásporas está enlazada con la de los demás pueblos y civilizaciones de modo tal que se crean circunstancias en las cuales los judíos deben ocultar su identidad pero continúan preservando el fuego del judaísmo en el hogar y en el corazón. Ese es el poder y el secreto del pueblo judío.      

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Un reino judío en África – La tribu Abayudaia

Si bien he visitado el continente africano en numerosas oportunidades, el encuentro con la tribu Abayudaia en Uganda ha sido para mí una experiencia muy especial. Algunas veces he escuchado sobre comunidades o grupos en África que quieren acercarse al judaísmo o de tribus que sostienen ser remanentes de las tribus perdidas, como el caso de la tribu Ibo en Nigeria, la tribu Lamba en Zimbawe, la tribu Basa en Camerún y tantos otros. Si bien tanto mi corazón como mi quehacer son muy cercanos a aquellas personas que quieren retornar o acercarse al judaísmo, debo confesar que mi primera reacción cuando escucho sobre individuos o grupos africanos que quieren ser judíos suele ser un tanto cínica y escéptica. ¿Es esto posible? ¿Qué une a estas personas al judaísmo y al pueblo judío? ¿Acaso desean inmigrar masivamente a Israel? ¿Acaso ignoran que el pueblo judío es perseguido y odiado entre las demás naciones hasta el día de hoy? La mejor forma de conocer un fenómeno social y espiritual es hacerlo en persona, por lo que emprendí camino rumbo a Uganda, país de origen de la tribu Abayudaia.

Aterrizamos en Entebe, y por supuesto que nuestro primer paso fue visitar el viejo aeropuerto de igual nombre, donde se encuentran la torre de control y las instalaciones en las que se llevó a cabo el histórico operativo de rescate de los israelíes secuestrados en 1976. Lo que quedó como recuerdo del operativo militar son los agujeros de bala sobre la torre de control y al pie de la misma un letrero recordatorio del rescate y de los caídos. Desde allí continuamos en jeep unas ocho horas en dirección a Kenya hasta que llegamos a una pequeña aldea llamada Poti en la región de Palisa. La aldea se encuentra sobre el camino que conduce de Kampala a Mombasa y a primera vista no se diferencia en nada de miles de otras aldeas dispersas a lo largo y ancho del territorio ugandés. Las casas son sencillas, algunas están construidas con piedra y otras con barro. La aldea carece de conexión a la red eléctrica o agua corriente, el agua se extrae de pozos y la electricidad proviene de un generador que funciona unas horas al día. Sin embargo, la particularidad de este poblado radica justamente en su aspecto judío. En el centro se encuentra la sinagoga, sobre las ventanas de las casas se distinguen dibujos de estrellas de David y menorot, y en los marcos de las puertas se ven mezuzot. Los habitantes de la aldea caminan con grandes kipot sobre sus cabezas y las mujeres cubren también su cabello, al costado de la aldea se encuentra la “Mikve” de purificación que se alimenta de las aguas de un manantial, por lo que resulta Kasher con todos los grados de excelencia. Los miembros de la tribu Abayudaia sin duda alguna son un fenómeno particular en el territorio ugandés, en el lenguaje local su nombre significa “Hijos de Iehudá” – “Judíos”.

La historia de los Abayudaia se inicia con un proceso de búsqueda espiritual y religiosa hace unos cien años. Hoy en día ellos se consideran completamente judíos y viven como tales en un país en el cual el judaísmo  es una religión desconocida por la mayor parte de la población. No sostienen poseer raíces judías o descender de alguna de las tribus perdidas del pueblo de Israel sino que adoptaron para sí la religión judía tras un profundo proceso de estudio e indagación.

En el inicio de esta tribu nos encontramos con la pintoresca figura de su líder Sami Kakangulu (1870-1928). A finales del siglo XIX e inicios del XX Uganda era un protectorado británico, y tal como ocurrió en otras partes del mundo, allí donde gobernaban los ingleses llegaban misioneros que convertían al cristianismo a la población nativa. Uno de los convertidos a esa religión fue Sami Kakangulu quien adoptó el rito protestante. Era una persona de color muy importante y conocida, por lo que los británicos lo nombraron gobernador militar de Uganda oriental. En el año 1913 decidió renunciar a sus funciones militares y consagrar su vida a la fe y la religión. Aparentemente, pensó que los británicos lo nombrarían rey de la región que había conquistado pero esto no aconteció por lo que preso de la desilusión y el enojo abandonó el ejército de Su Majestad y la religión cristiana que ellos le inculcaron. 

Comenzó un proceso de búsqueda espiritual que con el correr de los años lo llevó a estudiar la Biblia y profundizar en el judaísmo. Al principio adoptó diferentes religiones sincréticas que combinaban cristianismo con judaísmo, lo cual le llevó a acercarse al Antiguo Testamento (la secta Bamaleji) y poco a poco se alejó tanto del Nuevo Testamento como del cristianismo. En el año 1919 Kakangulu estableció una secta llamada “Kibina Kaya Bayudaia Absesiga Katonda”, esto es, “Comunidad de judíos que confían en D´s”. Su siguiente paso fue circuncidarse tanto él como los miembros de su familia y su comunidad. Se declaró judío tanto a él como a su familia si bien aún mantenía algunas costumbres cristianas. Como forma de expresar su amor por la Biblia llamó a sus hijos con nombres del Tanaj tales como Iehudá, Abraham, Israel, Nimrod, Ioná y Miriam.

En ese mismo tiempo, casualmente, llegó a la aldea de Kakangulu un judío jerosolimitano llamado Iosef (en la tribu Abayudaia pronuncian su nombre “Iusuf”) cuya identidad no está clara hasta el día de hoy, y cuando descubrió que Kakangulu y familia se interesan por el judaísmo se quedó allí y enseñó a la comunidad. Primeramente les enseñó tanto a Kakangulu como a los ancianos el abecedario hebreo, así como también cuestiones vinculadas a la fe judía, el cumplimiento de los preceptos, las faena y alimentación kasher, el cuidado del Shabat y las diferentes fiestas. Iosef, el comerciante jerosolimitano, fue un factor fundamental y decisivo en el reforzamiento de la fe judía de Kakangulu y su comunidad, y en la práctica fue el primer y único nexo de estos con el pueblo judío y su tradición.   

En el año 1928 fallece Sami Kakangulu, el fundador y líder de la tribu que para ese entonces contaba con tres mil miembros, los cuales vivían como judíos en tierras ugandesas. Con el correr de los años la comunidad se redujo en número por causa de los regímenes políticos hostiles y las persecuciones. En días del gobierno del dictador Idi Amín los miembros de la tribu debieron ocultar su religión por temor a este. Hoy día la tribu cuenta únicamente con mil miembros, hay una sinagoga central y una escuela en la aldea Nabugoia, así como también otras sinagogas en las aldeas de Namniuni, Nasanai, Magada y Poti (cercanas a Mabala).

La mayor parte de la comunidad pasó conversión conservadora en el año 2002, mas, parte de la tribu no aceptó hacerlo y están interesados en la conversión ortodoxa, y continúan buscando su camino judío hasta el día de hoy. 

En mi visita estuve en varias aldeas, pero especialmente en Poti que es donde viven los Abayudaia interesados en ser judíos de acuerdo a la halajá. Llama la atención que en sitios remotos y distantes como esta aldea ugandesa, los miembros de la tribu conozcan bien la diferencia entre el movimiento conservador y la ortodoxia. Pensé, inocentemente, que este tema no les era conocido, pero sin duda me equivoqué.

Para mí, este despertar judío en tierra ugandesa es un milagro. Generalmente pensamos que el despertar judío se da allí donde ya hay judíos, pero en Uganda no los había cuando la tribu Abayudaia descubrió el judaísmo, y hasta el día de hoy se trata solamente de unas decenas de familias. En segundo término, este fenómeno se origina en un líder carismático, lo cual nos enseña que no se necesitan ejércitos para establecer una creencia o difundirla. Abraham Avinu y Sami Kakangulu eran personas individuales, ambos llevaron adelante revoluciones espirituales, descubrieron la fe judía, abandonaron otras creencias y lograron inculcar el judaísmo a sus seguidores. Ese es el poder de un líder. Sin embargo, en este caso, a la figura singular del líder se le suma la presencia de “Iosef el jerosolimitano” quien por casualidad llegó desde Jerusalém a esa región para transformarse en una especie de “Eliahu HaNaví” (Profeta Elías) de la tribu Abayudaia.

Me parece que los Abayudaia comenzaron su derrotero como buscadores de judaísmo y no de judíos. Su interés por el judaísmo se basó en móviles de índole espiritual, teológica, bíblica y religiosa, sin mediar consideración social alguna o la intención de conectarse con el pueblo judío o el Estado de Israel. Esto forma parte de una nueva categoría en formación y expansión a lo largo y ancho del mundo, de búsqueda del judaísmo por parte de pueblos, grupos e individuales que descubren el camino judío y buscan adoptarlo como su religión y forma de vida.

Por Rabino Eliahu Birnbaum

A final de cuentas, el famoso “Plan Uganda” que ofreció el Ministro de Colonias británico Joseph Chamberlain a Herzl y provocó enconadas discusiones y debates en el sexto congreso sionista de 1903 no llevó a la fundación de un estado judío temporario o permanente en tierras ugandesas, pero en su lugar, nacieron allí nuevos judíos. En vez de un país judío nació una tribu judía. Esto nos enseña que no hay sitio vacío de la Divina Presencia y no hay (casi) lugar en el mundo en el que no haya judíos y buscadores de judaísmo.