La cabeza en el cielo y los pies aferrados a la tierra – Comentario a la parashá de Vayetzé

Iaakóv huye de la casa de sus padres por temor a la venganza de su hermano Esáv y camina hacia el límite de Cnáan. Al llegar la noche decide pernoctar y continuar su camino por la mañana; apoya su cabeza sobre una piedra, duerme…y sueña.

Este sueño de Iaakóv es uno de los capítulos de mayor vastedad y profundidad simbólica de toda la Torá.

El ingenio y la capacidad de numerosos rabinos ha sido “juzgado” a partir de la cantidad y originalidad de las interpretaciones que realizan acerca de este momento onírico de iluminación. De igual modo, este sueño con sus diversas exégesis configura uno de los pilares de toda la Cabalá, la doctrina iniciática que estudia y practica los misterios de la Torá. ” Y se fue Iaakóv de Beer-Sheva hacia Jarán, e hizo noche en el camino, porque ya se había puesto el sol (…); y soñó con una escalera cuya base estaba en la tierra y cuya cima llegaba a los cielos, y ángeles de Dios subiendo y descendiendo por ella, y he aquí que el Eterno estaba sobre ella (…)”.

Un sueño, y sobre todo un sueño que se recuerda claramente, es un símbolo que clama por ser interpretado. Frecuentemente nos dedicamos en exceso a interpretar los actos y las palabras, los lenguajes exteriores del hombre, y perdemos la sensibilidad imprescindible para poder interpretar los sueños.

El sueño de Iaakóv consta de dos elementos centrales: la escalera, y los ángeles que suben y bajan por ella. La escalera está apoyada sobre la tierra, y en su punto más alto se apoya el Creador. Esta escalera es la conexión y la búsqueda incesante de equilibrio entre lo celestial y lo terreno, el arquetipo y la cosa, lo espiritual y lo material.

La escalera de Iaakóv apoya uno de sus extremos en la tierra y el otro en el cielo. Tal es el fundamento del equilibrio perfecto: una armonía apoyada con igual fuerza en el Mundo Superior cuanto en los inferiores. Para lograr el equilibrio, con los pies bien aferrados en la tierra, se trata de que la cabeza tenga libertad para soñar.

El segundo elemento protagónico del sueño de Iaakóv son los ángeles, el elemento dinámico de la escalera que conecta lo superior con lo inferior. Para llegar al cielo, para lograr la mejor síntesis humana del arquetipo divino, se debe ser dinámico y activo.

Dios está sobre la escalera, sosteniendo su punto superior, y el hombre se encuentra al final de ella: ambos son socios en la empresa de arribar al objetivo planteado.

La escalera de Iaakóv nos enseña que la vida debe ser concebida más vertical que horizontalmente. La vida no es un horizonte plano y llano, sino una inmensa montaña con obstáculos, desafíos y disyuntivas que el hombre tiene por cometido enfrentar y superar.