Comentario a la parashá de Itró

Por Rabino Eliahu Birnbaumimage005

La tutela personal que ejerce D`s sobre cada uno de nosotros

Nos encontramos en esta parashá con uno de los legados más importantes que el judaísmo ha brindado a la humanidad. En Parashát Itró son presentados los diez mandamientos al pueblo de Israel.

Curiosamente, el compendio conocido como “diez mandamientos” comienza con una sentencia ajena por completo al carácter de un “mandamiento” : “Yo soy tu D`s”, se nos explica en él, “que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud”. D`s se presenta de este modo a cada uno de nosotros, sembrando el germen del que habrán de nacer la fe y la fidelidad, en conducta y pensamiento, a los preceptos que más adelante nos hará saber. El estilo en que se presenta ante su pueblo el Creador marca una diferencia esencial entre el judaísmo y la mayoría de las religiones. El D`s que se presenta en este primer mandamiento no es una divinidad prescindente, que creó el mundo y se recogió a su realidad trascendental; tampoco es un D`s cuyas actitudes nos recuerden a las del hombre, vengativo y ansioso de protagonismo. La Torá nos presenta aquí a un D`s personal, directo, que participa y acompaña la vida de cada hombre. Un D`s para el cual la Creación es un proceso constante, que se renueva en cada instante y en cada acto manifestándose en la combinación armónica entre el verbo divino y las acciones humanas.

Para terminar, en el texto de este mandamiento se encuentran los fundamentos del compromiso y la autoridad. No existe doctrina religiosa sin un sistema normativo vertical que tenga su origen en la fe. El D`s que afirma su participación en la vida del hombre individual deja en manos del hombre la decisión de aceptar o rechazar su realidad. El hombre puede aceptar las enseñanzas y la doctrina que le son ofrecidas, o rechazarlas; pero debe ser consecuente con sus propias decisiones si gozó de una absoluta libertad a la hora de elegir. D`s requiere un compromiso absoluto de nuestra parte, fundamentado únicamente en el ejercicio responsable de nuestra libertad de elegir.

Comentario a la parashá de Vayakel – Pekudei

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Las dos facetas de la vida humana

Esta parashá comienza con un resumen de reglas inherentes a la construcción del Mishkán, el santuario hebreo en el desierto. Y sorprende que la primera mitzvá que se nos menciona sea nada menos que la del cuidado del Shabát, la prohibición de trabajo en el día semanal de contención. El Mishkán tenía la finalidad de constituir un centro espiritual; debía ser el espacio sagrado que acompañaría a Israel a donde el pueblo estuviese. El Shabát, por su parte, es el lapso de tiempo destinado semanalmente a lo sagrado.

La Torá instituye varias excepciones a las prohibiciones sabáticas; el Shabát puede ser profanado, en cualquier caso, para salvar una vida humana; y sus reglas quedan postergadas, por ejemplo, ante la sacralidad superior de Iom Kipúr. Podía ser lógico creer que, para acelerar la construcción del santuario, estaría permitida también la profanación del Shabát. Sobre todo, en consideración de que Shabát y Mishkán comparten una idéntica misión: elevar al hombre hacia Dios. De hecho, el Mishkán habría de recibir, cada Shabát, sacrificios y ofrendas para Dios.

La Torá enseña que el Mishkán no debe ser construído en Shabát; que una Mitzvá no anula a la otra… que una misión sagrada no justifica medios profanos. En definitiva, se nos enseña en esta parashá que el fin no justifica por sí mismo a los medios, y que lo bueno puede transformarse en malo cuando los medios para conseguirlo no son justos, honestos y coherentes con todo el cuerpo moral y normativo al que la vida se debe sujetar.

Para financiar el Mishkán, el santuario que acompañó al pueblo de Israel en su expedición por el desierto, fueron utilizados dos medios diferentes y complementarios de recaudación. Por un lado, se pidió de todos “terumót”, donaciones, acordes a la voluntad, posibilidades, motivación personal y circunstancias específicas de cada uno. En segundo término, se exigió por única vez “majatzít hashékel”, media moneda, que cada persona debió aportar obligatoriamente para la edificación del santuario. Explican nuestros sabios que, de por sí, el monto de las donaciones resultaba holgadamente suficiente para llevar a buen término la obra emprendida. De ello se desprende que la exigencia de la media moneda no se apoyó específicamente en necesidades “para la obra”; antes bien, respondió a la necesidad de que cada individuo contribuyese efectivamente a la misma, y que, por fuera de las donaciones, participasen todos equitativamente.

La necesidad de recaudar de estos dos modos diferentes encuentra una explicación más amplia en el Talmud, cuando expresa que la vida del hombre es equiparable a una moneda, en tanto tiene dos caras que pueden ser muy diferentes entre sí, pero que son recíprocamente imprescindibles: ninguna de ambas puede existir prescindiendo de la otra.

Las caras o facetas de la vida de un hombre se pueden representar observando, por un lado, lo innato, lo que recibió como heredad de su familia, de su educación, del ambiente en que nació y fue criado; y, por otro lado, cuanto logró, para bien y para mal, al tomar decisiones en su vida, al elegir los caminos que recorrer, en ejercicio responsable de su libertad. La “media moneda” es un símbolo de pertenencia, es aquéllo con que ineludiblemente se debe contribuir por el mero hecho de ser quien uno es; la donación voluntaria, por su parte, es la otra cara: el ejercicio de la libertad aplicada a decidir, de acuerdo a criterios y posibilidades propias, igual que ante todo otro dilema de los que plantea la vida permanentemente.

La Torá nos enseña que estas dos facetas de la vida deben estar en armonía, y que tanto a nivel individual como colectivo -también la vida de una comunidad tiene las mismas facetas que las de cada hombre en particular-, es el equilibrio entre ambas lo que permite y fomenta el crecimiento y la continuidad.

A veces, de la queja nace el problema

Comentario a la parashá de Bahalotjá – Por Rabino Eliahu Birnbaumqueja

Esta Parashá nos muestra al pueblo de Israel experimentando dos formas diferentes de frustración, por las que presenta su protesta queja ante Dios. En uno de los casos el pueblo, “en vacío”, por nada en particular. La propia queja es el centro de la acción, que no se refiere concretamente a ninguna otra cosa. La Torá nos refiere que, en este caso, Dios reacciona incendiando parte del campamento.

El otro caso es bien diferente. El pueblo experimenta una necesidad concreta, y reclama: “Quién nos diera carne para comer?(…) Extrañamos el pescado (…)”. El pueblo no pasa hambre pero, aún cuando el maná adquiere todos los sabores que desea quien lo degusta, se sienten hartos de comer siempre lo mismo. Ante la queja por una carencia concreta, sin reparar en su validez, Dios satisface el pedido del pueblo, y les envía carne para comer.

Estos dos casos son un acceso que se abre a que aprendamos las circunstancias en que es válido reclamar. La Torá no se opone a que el hombre se queje, critique y reclame; siempre que tenga una razón específica y concreta para hacerlo. En varias oportunidades el pueblo de Israel se quejó ante Dios y El aceptó sus quejas;la Torá consigna que incluso Abrahám se queja ante su Creador, al igual que, repetidamente, lo hace el mismo Moshé.

La situación adquiere un carácter diferente y problemático cuando alguien se queja en vacío, sin motivo aparente; cuando alguien se lamenta y llora sin saber por qué. A veces las personas se quejan idealizando situaciones, enajenadas de la realidad. No son concientes de lo que sucede efectivamente a su alrededor; cierran fuertemente los ojos y, con ellos, cierran también toda posibilidad de reparación o comprensión del contenido de su queja. De este modo, el ambiente negativo, lejos de ser causa de la tristeza y la queja, resulta ser su consecuencia.

En el primer caso que nos nombra la Torá, cuando la queja no tenía mayor motivo, Moshé actúa con diplomacia: simplemente no reacciona. No teniendo nada que responder – no teniendo a qué cosa concreta responder-, observa silenciosamente el curso de los acontecimientos; y espera.

En el segundo caso, en cambio, Moshé es conciente de que la queja se refiere a una necesidad concreta, y sabe también que satisfacerla excede ampliamente a sus posibilidades. Ahora sí, habiendo algo concreto a qué responder, Moshé enfrenta el problema, se pone especialmente nervioso por la magnitud de la necesidad, identifica su incapacidad de respuesta como una frustración de su liderazgo, y busca el apoyo de Dios para salvar la situación.

Dios, a su vez, reacciona ante la demanda de carne enviándole al pueblo mucho más de la que éste necesita. Busca tenazmente que el pueblo coma hasta más allá de la saciedad. Esta es la última prueba: a veces se está insatisfecho aún en medio de la abundancia. La satisfacción y la conformidad parecen no depender tanto de lo que se posee, sino de la propia persona, de sus ambiciones y de su armonía interior.

Enfrentamiento entre la fuerza y la razón – Comentario a la parashá de Toldot

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Los personajes centrales de esta parashá son los mellizos Esav y Yaakov. La relación entre ellos es conflictiva a lo largo de toda su vida: comienza con una disputa en el útero materno y, luego de gran cantidad de desencuentros, vemos, sobre el final de nuestra parashá, a Yaakov huyendo del hogar por temor a la venganza de su hermano.

Yaakov y Esav simbolizan dos formas, simultáneas algunas veces y sucesivas otras, en que ha existido el pueblo de Israel. Por tal razón, se entiende el hecho de que uno fuera favorito del padre y el otro de la madre, en función de expectativas diferentes en cuanto al futuro del pueblo que nacería de su progenie.

Itzjak es un hombre sedentario, esencialmente pasivo. La fortaleza y poder de decisión de Esav lo encandilan, y ve en él una seguridad proyectada al futuro. A diferencia de su esposo, Rivká entiende que son los dotes intelectuales de Yaakov los que darán trascendencia a la vida del pueblo en el futuro.

Mirando las personalidades de ambos hermanos a la distancia, observamos su carácter completamentario. Sus actitudes vitales responden a necesidades diferentes: no todos los estímulos a que nos somete la realidad admiten respuestas de igual tenor.

Así, nos encontramos en la Shoá con la personalidad de Esav, mientras que en la fundación de Yavne y su círculo de sabios hallamos una actitud que se identifica netamente con Iaakov.

Es posible interpretar la tensión que viven Itzjak y Rivká cuando deben decidir cuál de sus hijos recibirá la bendición, atendiendo al dilema de quién está mejor capacitado para conducir al pueblo de Israel. Itzjak opinaba que un guerrero que tiene la fortaleza de defender sus ideas y proteger físicamente a su familia es superior, y por lo tanto debe ser el elegido. Rivká opina que el mundo es un conjunto de ideas. Aquellas personas que controlan las ideas: los filósofos, los intelectuales, los pensadores, son los que realmente tienen influencia sobre el mundo en que vivimos.

En el momento en que Itzjak debe impartir la bendición de la primogenitura, cuando Iaakov intenta aparecer como su hermano, vemos fraguar una síntesis de los hasta ahora “opuestos”. “Las manos son las de Esav”, dice Itzjak, y agrega: “y la voz es la de Iaakov”. No es con estructuras rígidas que se puede responder eficazmente a las necesidades y desafíos, sino con una adecuada síntesis de los opuestos aparentes.

Las separaciones crean dicotomía, enfrentamientos, violencia y fanatismo. Es necesario encontrar la armonía y el equilibrio entre conceptos y personas diferentes. Las “manos de Esav”, tienen que convivir con “la voz de Iaakov”.

En muchas ocasiones, tal como ocurre en Medinat Israel, es necesario combinar los “brazos” del guerrero con la “voz” del sabio para hallar la forma más idónea de responder a la realidad.

Comentario a la parasha de Lej Lejá

Vé hacia quien eres

La Torá realiza un enfoque deductivo de la Creación. A medida que vamos avanzando en sus capítulos, se va particularizando más y más su objeto de atención. Al llegar a la parashá en que nos encontramos, todo parece indicar que lo anterior tuvo por cometido preparar el escenario para la aparición, prototípica y germinal, de Abrahám.

El Talmud explica que el padre de Abrahám era fabricante de ídolos, de objetos de culto materiales, y que en estos ídolos focaliza Abrahám su rebelión. Abrahám no acepta el culto “horizontal” y la idolatría mayoritarias en su época, sino que busca trascenderlos; se elige a sí mismo para la rebelión y la trascensión y es elegido por Dios para hallar el monoteísmo.

“Y dijo Dios a Abrahám: Vete de tu tierra y de tu matria y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré (…)”. Ante todo, “Ve-te”: ve hacia tí, búscate e identifícate. Para ser consecuente con ello, deberás irte “de tu tierra”, de tus arraigos materiales; “de tu matria”, de todo lo recibido por vía emocional, de tu matríz mamada desde el instante mismo de la fecundación, de tus arraigos afectivos; y “de la casa de tu padre”, de la cultura y la civilización, de toda la estructura moral e intelectual en que había vivido hasta entonces.

Abrahám fue el primer olé, el primer emigrante hacia la tierra de Israel, con dificultades lógicamente mucho mayores que las que un inmigrante actual debe enfrentar. Abraham se desprende de Ur Kasdím, uno de los mayores centros culturales y económicos de su época y se dirige hacia sí mismo, a encontrarse.

Abrahám, nacido en el seno de una familia “acomodada”, no se va por ninguna persecución política ni por crisis económica. En esa situación, separarse de las propias raíces es una de las mayores pruebas a que una persona se puede someter. Sin raíces culturales, familiares, sociales, espirituales ni geográficas, el hombre carece de un universo referencial con que identificarse: Abrahám se fuerza a vivir en el máximo nivel de soledad existencial.

Abrahám se transforma en un elegido, para sí cuanto para Dios, cuando asume su camino de soledad. Pensar diferente a lo que piensa la sociedad, el poder establecido, y atreverse a enunciarlo públicamente, es un acto de grandeza y honestidad; sobre todo si el propio pensamiento es respaldado por una coherencia intelectual, emocional y social que se traduce en una actitud consistente frente a cuanto lo rodea. Abrahám se atreve a emprender un nuevo camino, a tomar para sí los riesgos, los dilemas y las dificultades; cree en una idea, forja un ideal, y transita fielmente el camino de su concreción. La grandeza de Abrahám no es, fundamentalmente, filosófica. El primer hombre, Adám Harishón, y sus hijos, fueron los primeros monoteístas. Luego los hombres comenzaron a considerar a las estrellas y los signos como “representantes” o “intermediarios” de Dios y, por la vía de su adoración, olvidaron el culto a la única deidad. Abrahám retorna a la fuente primordial.

La grandeza de Abrahám radica en su coraje y valentía. La revolución de Abrahám es más humana y social que filosófica. El concepto de elegido, nacido con Abrahám, radica, al menos en principio, en una actitud específica del hombre. Abrahám se manifiesta como un “librepensador” que no acepta coercitivamente las concepciones de vida predominantes en su época; es un guerrero inconformista que no rinde ante el altar de lo clásico los valores en los que cree.

Abrahám, un hombre que hacía preguntas y quería entender, prototipo del revolucionario honesto, cuya actitud está diáfanamente determinada por los valores que sustenta su fé, dista mucho de ésa imagen que tenemos de un pastor “viejito, de barba” que lleva a su hijo al sacrificio, sintiéndose impotente. No de tal se trata, sino de grandeza moral y espiritual.

Doce casamientos en un año

Budapest

Los edificios aún atestiguan la gran separación que sufrió la espléndida Hungría judía, hoy día, es solo un nuevo estilo de judaísmo silencioso.

Quien camina por las calles del barrio séptimo de Budapest, que es conocido por el pueblo como “Chulent” o el “Gueto”, sentirá sin duda alguna que camina por las calles de un pueblo judío resplandeciente del siglo pasado. La comunidad ortodoxa y sus instituciones, el shtiblaj (lugar de plegaria), la carnicería, los personajes, traen los olores y recuerdos del judaísmo que ya no está. La comunidad ortodoxa no cambió su forma ni su ambiente, y la única diferencia es que los rabinos comunitarios son jasídicos a pesar de que en su origen la comunidad no lo era.

Cerca del barrio judío, el cual se encuentra en el corazón de la sociedad ortodoxa, en una calle central y moderna, rodeado de negocios de lujo y de moda, se encuentra la sinagoga neológica “Duani” – la más grande de todo Europa y la segunda más grande del mundo (con 3000 asientos – 1500 para mujeres y 1500 para hombres, el más grande del mundo es Emanuel, sinagoga reformista que cuenta con 5000 lugares). La hermosura del lugar y su decoración, lo convirtieron en uno de los sitios turísticos más importantes de la ciudad, la cual cuenta con el título grandioso de “la perla del Danuvio”. Dos eventos importantes e históricos tienen que ver con la sinagoga neológica, la cual fue construida en el 1859. En primer lugar, Biniamín Zeev Herzel hizo su bar mitzvá allí (Herzl nació en Hungría y luego se mudó a Viena). El segundo, luego de que Alemania conquistó Hungría en 1944, las oficinas de Eichman – que llegó a Alemania para organizar el exterminio de los judíos – funcionaron en dicha sinagoga, y gracias a eso el edificio fue preservado.
A pesar de la cercanía geográfica entre el Beit Kneset ortodoxo y el neológico, la diferencia externa entre ellos refleja la división que se creó en el judaísmo de Hungría a mediados del siglo XIX y la cual persiste hasta la actualidad.

Un fenómeno histórico único

Muchos han oído sobre los neológicos en Hungría y por error los comparan con los conservadores o los reformistas. En realidad dificulta definir al movimiento neológico, porque no tienen analogía. Los neológicos no son ortodoxos, no son conservadores, ni son reformistas. Son un fenómeno histórico único el cual ha dejado rastros hasta nuestros días.

El marco histórico que generó la división entre los movimientos comenzó en el siglo XIX. Los gobernadores húngaros intentaron fortalecer su posición y obligar a las minorías a adoptar su lengua y cultura. Los judíos vieron aquí una oportunidad de integrarse en el reinado austro-húngaro, y la aceptaron con alegría.

En el año 1868, tuvo lugar un congreso judío nacional húngaro, con el objetivo de tratar los desacuerdos entre los religiosos y los iluminados respecto a la organización de las comunidades. El congreso llevó a la creación de tres tipos de comunidades judía húngaras distintas: ortodoxas, neológicas y jasídicos del status quo. Los ortodoxos demandaron el cumplimiento de la tradición comunitaria como antes se estilaba, sin ningún cambio alguno, los judíos con tendencia a la educación moderna pidieron integrarse a la sociedad que los rodeaba. Los ortodoxos se apegaron fielmente al legado del “Jatam Sofer” quien decidió terminantemente que lo “nuevo está prohibido por la Torá”, y los neológicos pidieron renovar el judaísmo – de acuerdo a su argumento, sin cambio alguno en la halajá y el Shulján Aruj. El tercer grupo que se formó en dicho congreso pidió continuar en el mismo camino tradicional: no construir murallas respecto a las innovaciones, no rearmar las comunidades, y en especial no dividirse.

A pesar de que los ortodoxos, o como se hacían llamar, los “temerosos”, se referían a la neología como una nueva religión parecida a la reforma, el movimiento neológico se veía a sí mismo, al comienzo, como un movimiento que funciona de acuerdo a la halajá, bajo las condiciones del tiempo y el lugar. Los neológicos no pidieron cambiar las bases del judaísmo, la religión en sí misma, sino adecuar la vida judía a las condiciones del lugar y el tiempo.

La tendencia neológica aspiraba a apertura (neología en griego: nueva doctrina). Se puede resumir la apertura que la neología buscaba en tres ámbitos: academización de los rabinos, utilización del lenguaje húngaro en las prédicas y la apertura de las sinagogas a las influencias de los vientos que soplaban en el mundo general (de acuerdo al libro del Prof. Iaacov Katz). Con estos cambios, los neológicos buscaban responder a las necesidades de la época sin cambiar la halajá. De hecho, no permitieron cambiar la halajá en lo que respecta a las leyes maritales, cashrut, calendario judaico, shabat y festividades. Tanto hoy como en su momento, un rabino neológico no casa a matrimonios mixtos.

Los motivos por los que los neológicos realizaron cambios, no tienen que ver con una crítica intelectual a la tradición, como fue el caso de los reformistas. El deseo de cambio tenía que ver en especial con necesidades económicas y sociológicas. La mejor prueba de esto es que el impulso de los cambios no provenía de los rabinos sino del público y de los líderes de las comunidades. Los rabinos que sirvieron en las comunidades neológicas, los cuales fueron alumnos de las yeshivot clásicas en la generación de la división, debieron aceptar más de una vez un cambio u otro con el argumento de que si no aceptaban pequeños cambios que no se oponen al Shulján Aruj, deberían aceptar cambios aún mayores.

Pareciera que es posible describir a la división, en su primer momento, más como división social que religiosa. Mediante esto, también es posible explicar la separación que tuvo lugar en la sociedad judía y que causó que los ortodoxos no ingresen a las sinagogas de los neológicos y no estén en contacto con ellos.

Prédicas en idish

Los nuevos cambios junto con la tradición, se ven reflejados en la sinagoga neológica central. El edificio no parece una sinagoga sino más bien una iglesia, y de hecho, el arquitecto era católico. El mismo, fue construido entre los años 1854-1859 con mucho lujo y resplandor, y para su construcción, utilizaron elementos arquitectónicos de las tres religiones. Una de las características de la sinagoga es un órgano que se encuentra al frente de la sinagoga. Los neológicos buscaban de esta forma devolver a la sinagoga el ambiente “festivo” que había en el Beit Hamikdash cuando tocaban los levitas.

Sin embargo, a pesar de que tocaban instrumentos en shabat, solamente católicos lo hacían, y así acostumbran hasta hoy en día.

Asimismo, no utilizaban el órgano durante las tres semanas entre el 17 de tamuz y el 9 de Av, días de duelo para el pueblo de Israel. Utilizaban el sidur “normal”, se sentaban de manera separada (hombres abajo y mujeres arriba), y las mujeres no subían a la Torá ni contaban con ordenación rabínica.

La fuente de la discusión entre los neológicos y los ortodoxos era la utilización del lenguaje local para las prédicas. A pesar de que no cabe duda de que el Shulján Aruj no dice que esto está prohibido, los “temerosos” veían en dicho acto una apertura a la cultura local y hacían hincapié en el peligro que esto conllevaba, permitiendo así que lean libros laicos y herejes. Hasta hoy en día, en la comunidad ortodoxa central, las predicas son en idish incluso si el público no comprende idish, debido a que hay quienes dicen que es importante que aunque sea las paredes escuchen idish… de todas formas, se acostumbra que en el Beit Hamidrash, fuera del Beit Hakneset Central, si se enseña en el idioma local, húngaro.

La división de la comunidad de Hungría, fue mucho más extrema que la división de la comunidad en Alemania. En Alemania había comunidades que cuidaron el concepto de “comunidad unida” (una organización comunitaria central que representaba tanto a los ortodoxos como a los reformistas). En Hungría, a pesar de que las brechas entre los neológicos y los ortodoxos eran mucho más pequeñas, no lograron encontrar un modus vivendi para continuar con la vida comunitaria en conjunto, incluso en el campo húngaro-social.

Dicha polarización es quizás típica del judaísmo húngaro: judaísmo de fuertes oposiciones. Entre el Jatam Sofer y los neológicos, entre las corrientes anti sionistas del Rabino de Satmer y las del Rabino Izajar Taichtel, escritor del libro “Em Habanim Smejá”.

Entre las dos guerras mundiales el judaísmo húngaro continuó dividido y la comunidad más grande era la neológica. En el año 1930, 70% de la población judía local pertenecía a ella y solo el 30% a los ortodoxos, en general comunidades pequeñas. Hoy en día el 95% de los judíos húngaros que pertenecen a una comunidad, pertenecen a la comunidad neológica, y solo unos pocos a la ortodoxa. La mayoría de los judíos de Budapest no tienen ninguna relación con la comunidad.

Judíos escondidos

A pesar de que las encuestas geográficas señalan que hay una población judía de 100 mil judíos en Hungría, dichos judíos no se encuentran presentes, ni siquiera escondidos. Antes de la shoá vivían en Hungría 800 judíos, de los cuales 650 mil fallecieron en la shoá. Luego de la shoá quedaron cerca de 145 mil, la mayoría de los cuales hizo aliá a Israel. En una encuesta general sobre pertenencia religiosa, la cual tuvo lugar en Hungría hace unos años, tan solo 14 mil personas se identificaron como judías. Incluso en Iom Kipur, las sinagogas de la ciudad (ortodoxas y neológicas), no reúnen más de 7000-8000 personas en total. ¿Dónde se encuentran los judíos de Hungría?

El gobierno comunista húngaro de fines de los años `40, entorpeció extremadamente el manejo de la comunidad judía y prohibiendo entre otras cosas la educación judía, excepto el Beit Midrash LeRabanim en Budapest. Lógicamente, la interpolación de la shoá y el comunismo, crearon un debilitamiento de la identidad judía en la generación de los padres, y causaron a su vez miedo de transmitir la identidad a las generaciones siguientes. Sin embargo, luego de la caída del comunismo, muchos jóvenes con raíces judías comenzaron un nuevo despertar tal como pasó en otros países de Europa del Este.

Pareciera que los judíos aún temen demostrar su judaísmo en la Hungría post shoá y post comunista, por lo cual se forma una especie de fenómeno de “judíos virtuales”. Sin embargo, en una charla que tuve con jóvenes húngaros, ellos expresaron su orgullo de ser judíos y dijeron que solo los adultos ocultaron su identidad y se avergonzaron de la misma.

Pareciera ser que sobre la judería húngara cayeron fuertes dificultades, la emancipación, la división comunitaria, la shoá, el gobierno comunista y una fuerte asimilación. Los niveles de asimilación de Hungría son de los más altos de Europa: más de un 80%. La institución del casamiento para la población general no es muy central ni atractivo, y la comunidad judía también se ve reflejada por esto. En total, se llevan a cabo cerca de 13 casamientos judíos por año.

El siguiente relato demuestra exactamente la situación de los judíos escondidos de Hungría: el viernes en que visité Budapest, pedí volver al hotel en taxi. Cuando subí al mismo, el taxista me dijo “Shalom Aleijem”, en hebreo. Le pregunté de dónde conoce este saludo, y finalmente me dijo: “mi madre es judía… y también mi abuela lo era… así que según lo que se yo también lo soy”. Sin duda, esta persona es judía a nivel halájico, y en las calles de Budapest hay mucho judíos como él, algunos asimilados por elección y otros por cohesión.

La comunidad ortodoxa es hoy en día una comunidad pequeña, la mayoría ancianos y muy pocos jóvenes, los que hay son en su gran mayoría personas que se tornaron religiosas, y no una continuación directa de la judería ortodoxa húngara. Los ortodoxos originales dejaron Hungría, quien no se fue después de la shoá, lo hizo en el 1956 durante la revuelta civil contra el gobierno soviético, o en 1960 escapando del gobierno comunista.

En el mismo banco

En Budapest hay 20 sinagogas (6 ortodoxas y el resto neológicas). Algunas se encuentran activas en las festividades, otras en shabat y muy pocas durante la semana. Las tres sinagogas que existen hoy en día en la comunidad ortodoxa son Kuzintzy, Dashfi y Feshti Shul. El Beit Kneset Kuzintzy fue construido en 1913, con el mismo aspecto que la sinagoga de Frankfurt Demein. La magnificencia y la hermosura se sienten hasta la actualidad. A lo largo de los años, rezaron allí jazanim muy famosos. Asimismo, hay dos sinagogas de Jabad activas, una para la comunidad local y otra para los turistas israelíes. En la comunidad neológica se encuentran activas, además de la sinagoga Duani, otras diez sinagogas medianas y pequeñas. Dichas sinagogas se encuentran activas todos los shabatot y algunas también en la semana.

Asimismo, en Budapest hay 3 colegios judíos (primario y secundario). En el colegio ortodoxo “Masoret Avot”, en el cual estudian 150 alumnos, se refleja una interesante escena cuando niños religiosos se sientan al lado de niños laicos y estudian en conjunto. Los otros dos colegios son el neológico a nombre de Alexander Scheiber (quien fue durante muchos años el director del Beit Hamidrash LeRabanim), y un colegio comunitario “Lauder”, en cada uno de ellos estudian cerca de 500 alumnos. Asimismo, hay en Budapest 3 restaurantes kosher – dos con kashrut ortodoxa y otro con kashrut neológica, una carnicería kosher, mikve, geriátrico y un cementerio judío. Hasta hace unos años, el sistema de shejitá era doble y separado, uno para la comunidad ortodoxa y otro para la neológica. Hoy en día, el shojet ortodoxo abastece a todos.

El Beit Hamidrash LeRabanim, el cual fue fundado en 1877, sigue existiendo hasta la actualidad. El objetivo de la institución es el de combinar estudios rabínicos con educación general y siempre ha contado con un lugar de respeto en la historia de la judería húngara. La institución quedó en el marco de la comunidad neológica luego de la división y fue excomulgada por la judería ortodoxa. Bajo el gobierno comunista, el Beit Hamidrash continuó enviando rabinos hacia todo Europa Oriental (incluso el Rabino Shaibitz, ex Gran Rabino de Rusia, estudió allí).

Los neológicos y los ortodoxos en Hungría no son descendientes biológicos y ni siquiera espirituales de los judíos que comenzaron la división profunda del judaísmo húngaro y el cual dejó sus huellas hasta el día de hoy. Actualmente, los ortodoxos en Hungría representan al público religioso y los neológicos al laico o tradicionalista. Esta división no se produce por ideología, sino por motivos comunitarios y sociológicos.

En el pasado hubo una profunda desconexión entre la comunidad ortodoxa y la neológica, sin embargo, pareciera que está comenzando a haber una relación entre las mismas. Las dos comunidades son socias de la organización “Brit Hakehilot Haiehudiot” donde el presidente es neológico y su vice ortodoxo. De todas formas, la comunidad ortodoxa continúa manteniendo el nombre “La Comunidad Ortodoxa Autónoma”, lo cual nos demuestra que no depende de su hermana mayor sino que es totalmente independiente en sus decisiones – como pidieron sus líderes anteriores, a nombre de la libertad de culto, cuando fueron al parlamento húngaro a fines del siglo XIX, existir independientemente. Y es así, que su pedido fue concedido.

Como el ave fénix que renace de sus cenizas – Parte 1

Si quitamos la capa de la era comunista y la fuerte sombra de la shoá, descubrimos que viven en Polonia judíos y descendientes de judíos, cuya identidad se ha desvanecido. Pero no todo está perdido, el despertar ha comenzado.

El pueblo judío ha vivido en territorio polaco durante largos años. Allí se diseño una gran parte de su carácter espiritual, religioso y sociológico. Allí vivieron los judíos de acuerdo a la Torá, las mitzvot y la tradición judía. Allí se crearon obras culturales, nacionales y transnacionales, y floreció una gran literatura halájica e intelectual de diversas ramas y con profunda investigación. Allí vivieron grandes sabios y maestros, rabinos, grandes estudiosos, justos y piadosos. Hasta los días de la última guerra, la tradición israelita no dejó de florecer y desarrollarse en Polonia. La voz de la Torá se oyo en sinagogas y yeshivot, hasta que el enemigo subió al poder y destruyó un 90% de la judería polaca, la cual sumaba antes de la guerra cerca de tres millones y medio de personas (extraído de la declaración de la Junta Rabínica de Polonia, la cual fue renovada en Lodz en el año 2008).

Escribiré en las próximas líneas sobre el espléndido fenómeno que está teniendo lugar en Polonia. Una especie de resurrección de los muertos moderna, a medida de que muchos polacos descubren sus raíces judías y piden retornar a la fe de sus ancestros.

Usualmente, Polonia es visto por los turistas o por quien lee sobre ella, como un enorme cementerio, sin embargo esta no es su realidad actual. Polonia se está liberando lenta, pero fuertemente, de la amenaza comunista y de los restos de temor que dejaron los nazis. Personas judías y sus descendientes, comienzan a definirse como tales en público y a adoptar la fe judía abiertamente. Muchas veces, los que descubren su judaísmo son hijos de madre y abuela judía, y a veces hijos de padre y abuelo judío. A pesar de la diferencia en su status halájico, la sensación profunda de ellos es que son parte de la gran familia israelita.

Hace un tiempo visité Polonia en el marco de un seminario de la organización “Shavei Israel” y quisiera compartir con ustedes la especial experiencia que viví y las historias personales que los jóvenes y los más adultos relatan.

Cada cual tiene su propia, pero al mismo tiempo, similar historia. Solo de grandes y de forma extraña, descubrieron todos ellos su identidad judía. Algunos van con kipá por la calle y respetan shabat, incluso si a nivel halájico no son judíos aún.

Pareciera ser, que el mundo judío nunca le perdonó a Polonia y a los polacos todo lo que hicieron los alemanes en su tierra, ni le satisfizo que judíos se hayan quedado a vivir allí después de la guerra. Aparentemente, hay una mayor comprensión hacia los judíos que se quedaron en Alemania después de la shoá que hacia los de Polonia. A los ojos de muchos grupos, el retorno a Polonia después de la shoá fue una especie de profanación Divina. Muchos vieron en ese país una tierra maldita a la cual hay que excomulgar, algo parecido a lo que sucedió con España después de la expulsión.

El cura que quiere ser rabino

A continuación, el relato de un cura polaco, Jan Pavel, al cual conocí hace un tiempo.

Cuando conocemos a una persona que desea al judaísmo, nos preguntarnos por qué, incluso dudamos si es apto psicológicamente hablando… pero cuando un cura católico quiere ser judío, esto genera muchas más preguntas aún. Me senté con Pavel e intenté comprender por qué desea regresar al camino de sus ancestros.

La historia de Pavel comenzó hace varios años, cuando le pidieron – como cura de la zona – representar a la iglesia en el evento “Marcha por la Vida” en el campo de concentración de Auszwitz. El cura participó en el acto, sin embargo el lugar y lo que el mismo representa le generaron la necesidad de saber más sobre el judaísmo y los judíos, y así abrió una página secreta en su vida familiar. Luego de una corta investigación, Pavel comprendió que es bisnieto y nieto de personas que fueron asesinadas en la shoá. Su padre era un niño judío que quedó huérfano después de la guerra y fue adoptado por una familia católica. El mismo, creció como católico, sin conocer sus raíces judías.

A la luz de este descubrimiento, el cura comenzó a estudiar judaísmo en secreto. El encuentro con la Torá le hizo sentir que regresaba a casa, como si la Torá fuese su Torá. Jan Pavel quiso profundizar su estudio y así se acercó al rabino cercano a su lugar de residencia y le pidió que le enseñase judaísmo. El Rabino intentó rechazarlo, diciéndole que no tiene obligación de sentirse judío debido a que solo su padre es judío, pero el cura no cedió y fijó un encuentro de estudio con el rabino una vez por semana. El Rabino judío y el cura católico estudiaron en forma conjunta Tanaj, Halajá, Jasidismo y Midrash. Cuando me encontré con Pavel en el seminario de “Shavei Israel”, intenté comprender por qué siente compromiso por regresar a la fe de sus ancestros. Incluso le expliqué que si deja el cristianismo y se une al judaísmo se va a quedar sin profesión, sin embargo el no aceptó mis explicaciones.

Asimismo, el cura pidió consultarme un problema personal y me presentó el siguiente dilema: estimado rabino, no puedo seguir así, me dijo el cura. Siento mi relación con el judaísmo, con la Torá, con el pueblo de Israel, creo en un solo D’s, el D´s de Israel. Siento algo interno que me pide adoptar la fe de mi familia que fue asesinada en la shoá. Cuando asisto a la iglesia, y debo hablar frente al público sobre Jesús y el cristianismo, siento que me miento a mí mismo, que no digo la verdad, ¿qué hago?

Aquí vemos un cura católico, con raíces judías y alma israelita.

La plegaria matutina de shabat la recé junto con los participantes del seminario. El cura sabía leer un poco en hebreo, y varias veces me pidió que lo guíe durante la plegaria y le diga dónde se encuentra el jazán. Luego del seminario me envió un correo electrónico y me comentó que mi ayuda le emocionó mucho y que veía en esto una señal divina de acercamiento al judaísmo. En su carta me escribe que gracias a mi ayuda durante la plegaria decidió convertirse formalmente al judaísmo y debido a que descubrió que no hay muchos rabinos que hablan polaco y los judíos polacos necesitan líderes espirituales, también desea estudiar en la Yeshivá hasta que pueda recibirse de rabino.

Bar Mitzvá a los 52 años

Mariusz Opalco Lederman festejó su bar mitzvá a los 52 años. Hoy en día tiene 60. Hace solo 8 años descubrió que es judío.

Los padres de Mariusz nunca le revelaron nada sobew su judaísmo. Nació después de la shoá, en el año 1948, pero hasta 1999 no sospechó de sus raíces judías. En su casa no llevaban ninguna costumbre judía o religiosa, su padre era ateo, y por eso tampoco le dejó tomar clases de religión en el colegio. Cuando sus padres no querían que comprenda lo que decían, hablaban entre ellos en idish, pero el estaba convencido que hablaban alemán. En el año 1956, despidieron a su padre del trabajo, pero tampoco en ese entonces comprendió que la razón era por la sangre judía que corría dentro de sus venas. En el año 1968, cuando comenzó una ola de antisemitismo y miles de los judíos fueron expulsados de Polonia, no le dejaron seguir estudiando en la universidad, pero tampoco en ese entonces comprendió la verdadera razón. Sus tíos, el tío Leopard y el tío Koselvosky, siempre venían a visitar a la familia en diciembre, pero solo ahora comprende que venían por jánuka.

Mariusz no comprendió, o no quizo comprender, durante 52 años su verdadera identidad. Hasta que el 14 de enero de 1999, cuando su madre se encontraba en su lecho de muerte en el hospital, él fue a visitarla. Ella le preguntó cómo estaban sus hijos, sus nietos, pero algo en su forma de hablar estaba lleno de misterio. Algo había en el aire, su madre pidió hablar con él a solas. “Mariusz”, le dijo la madre, “soy judía – y tú también lo eres. Si lo deseas, se judío. Sino, no lo seas. Ser judío en Polonia es muy difícil”. Su madre le dijo que siente no habérselo dicho antes pero que tenía miedo por su futuro. Tenía un acuerdo con su hermano, el tío de Mariusz, que en caso de que ella falleciese sin develar el secreto, el tío le contaría. Y entonces la madre le dijo que le hicieron el Brit Mila cuando era pequeño, y no solo eso, sino que también su esposa tiene raíces judías, de acuerdo a lo que averiguó antes de bendecirlo por el matrimonio.

Mariusz regresó a su casa sumamente sorprendido y le contó a su esposa lo sucedido. La misma llamó inmediatamente a su madre y también ella le reveló su judaísmo. Dos semanas después, la madre de Mariusz falleció, perdió a su madre pero ganó una gran familia.

Luego de que su madre falleció, Mariusz decidió continuar con la tradición familiar y viajó con su hijo Radek de 25 años a Hungría, para hacerle el brit milá. Luego, con 52 años, Mariusz pidió subir a la Torá como “bar mitzvá” y recibió el nombre judío de Moshé. Mariusz – Moshé, abogado, es hoy en día uno de los líderes de la comunidad judía en Breslav, Polonia.

Continuará…

Rabino Eliahu Birnbaum

Como el ave fénix que renace de sus cenizas – Parte 2

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Madre católica, padre antisemita e hijo judío

La historia de Jazek Kosavoska refleja la realidad a la cual se enfrente el judaísmo polaco. La madre de Jazek era una niña en la época de la shoá, y tal como les sucedió a muchos niños judíos, fue dejada en un convento para niños huérfanos.

La abuela y el abuelo de Jazek fueron asesinados en la shoá, y su madre se quedó sola en el convento hasta que una familia polaca decidió adoptarla. La madre de Jazek creció sin saber que sus padres eran judíos y que fueron asesinados en los campos de exterminio, y por supuesto sin saber que ella misma es judía. Tan sólo después de muchos años, a los 45 años, se encontró con una de las monjas del orfanato, la cual sintió la necesidad de contarle que una familia judía la trajo al convento. El descubrimiento fue sorprendente, pero no llevó a un cambio en sus creencias o en su forma de vivir. Su esposo era un artista polaco comunista, que se encontraba inmerso desde el comienzo de la revolución, en todos los procesos políticos y dentro de ellos en actividades antisemitas contra los judíos que se quedaron en Polonia y eran vistos como “extraños” que hay que quitar del país. Por supuesto que el padre de Jazek no sabía nada sobre las raíces judías de la familia de su esposa, y posiblemente si hubiese sabido no se hubiese casado con ella.

Luego de vivir muchos años con una madre católica con raíces judías y un padre polaco con ideología comunista y antisemita, Jazek decidió retornar al camino de sus ancestros y adoptar nuevamente la identidad judía y la forma de vida religiosa. Hoy en día, Jazek Kosavoska reza todos los shabatot en la sinagoga, se desempeña como encargado de los rezos y ayuda al rabino local a organizar las diversas actividades para gente de su edad y con una historia personal similar.

Los niños de los conventos

El destino de los niños que sobrevivieron la shoá gracias a que fueron ocultados en casas de católicos o en conventos, es un tema triste e inexplicable. A lo largo de los años, y a pesar de los grandes esfuerzos de distintos líderes e instituciones judías, en muchos casos los rastros fueron perdidos. La iglesia católica no ayudó a solucionar el problema luego de la shoá, ni tampoco quien se encontraba a cargo de la misma, el Papa Pío XII.

Miles de niños judíos fueron escondidos durante la shoá en conventos católicos, en casas de familias católicas, en escuelas, etc. Muchos niños fueron bautizados, y de esta forma la iglesia vio una especie de “propiedad” sobre dichas almas y la imposibilidad de devolverlos a la casa de sus padres y a su religión original. Otros niños, fueron adoptados durante la guerra por familias polacas, y así se desconectaron del pueblo judío de forma total. Se estima que más de 3000 niños judíos se encontraban en conventos polacos luego de la guerra.

Entre los pedidos de los dirigentes judíos de salvar a los “niños de los conventos”, el más famoso es el del Rab Hertzog en el año 1946, cuando se desempeñaba como el Gran Rabino de Israel. Inmediatamente después de la shoá, el Rab Hertzog recorrió las comunidades europeas en ruinas durante seis meses. El recorrido comenzó en el Vaticano, con el objetivo de salvar a los niños judíos que fueron escondidos en Conventos católicos. El Rab Hertzog le dijo al Papa que “los judíos no pueden aceptar que los jóvenes queden desconectados de su identidad. A partir de hoy, cada niño judío representa para nosotros mil niños”. Pidió la ayuda del Papa para ayudarlos a retornar, y en especial demandó la asistencia de los curas de todas las zonas para que estos develen los lugares y los conventos donde se encuentran niños judíos y así devolverlos a su pueblo. El Papa no aceptó la demanda general del Rab Hertzog poniendo diversas excusas, pero le permitió visitar y buscar niños judíos en los distintos conventos, y llevarse a quien encuentre.

Es conocida la historia del Rab Hertzog y la forma en que éste buscaba a los niños en los conventos. Debido a que no había forma de descubrir cuáles de los niños eran judíos, y no había información sobre el lugar donde se encontraban, el Rab Hertzog entraba a los cuartos en la mitad de la noche, se paraba en la mitad del cuarto y gritaba “Shemá Israel”. Los niños que se levantaban de sus camas y decían instintivamente “mama, mama”, eran sin duda de nuestro pueblo, y esto no negaban los curas católicos. De forma milagrosa, el Rab Hertzog logró salvar 1000 niños y los ayudó a retornar al pueblo judío.

Los niños de la shoá y la generación de los nietos

Unos de los encuentros más tensos al que asistí en mi vida fue el encuentro entre los “niños de la shoá” (que hoy en día tienen entre 70-80 años) y la tercera generación de los sobrevivientes de la shoá, los nietos que comienzan a descubrir sus raíces judías. Los niños de la shoá no se encuentran asiduamente para conversar o deliberar sobre determinados temas. Preservan sus recuerdos en forma interna, secreta y cerrada. Sin embargo, en honor al seminario de “Shavei Israel” y luego de muchos pedidos, aceptaron participar de una comida de shabat en conjunto. En un gran salón, se sentaron 150 personas, entre ellas 50 niños de la shoá y 100 jóvenes. Los jóvenes comenzaron a realizar preguntas a los niños de la shoá.

¿Por qué escondieron su identidad? ¿Por qué no les contaron a sus hijos y a sus nietos que son judíos? ¿Por qué nos robaron nuestra identidad?

Los niños de la shoá no se quedaron callados, y también ellos reaccionaron fuertemente: ¿qué saben ustedes sobre aquella época? ¡ustedes no estuvieron allí! ¡ustedes no saben lo que es ser judío en Polonia post shoá! Los niños de la shoá contestaron continuamente que querían preservar a la generación joven, que no les suceda lo que les sucedió a ellos. Temían de su destino y su futuro.

Pero los jóvenes se sentían lastimados y traicionados. “No hay nada peor que quedarse con una identidad poco clara”, sostuvieron, “y ustedes nos quitaron nuestra identidad”. El resto de la conversación se centró en la pregunta sobre si se puede estar orgulloso de la identidad judía o si hay que continuar escondiéndola. Los jóvenes sostuvieron con mucha emoción que hay que renovar las comunidades y acercar judíos secretos a la tradición judía. Sugirieron ir con la kipá en la calle y no avergonzarse de decir que son judíos. Los adultos, niños de la shoá, se asustaron un poco de la actitud militante de los jóvenes, pero finalmente terminaron diciendo: hoy es un orgullo ser judío en Polonia.

El regreso al judaísmo en Polonia

De los 350.000 judíos polacos que sobrevivieron la shoá, dejaron el país hasta 1947 cerca de dos tercios. A mediados de 1951 había en Polonia cerca de 80.000 judíos. Luego retornaron a Polonia otros 20.000 que vivieron hasta ese entonces en la Unión Soviética.

Seguro que no era fácil retornar a la Polonia de la post guerra. Si la Europa de la post guerra no era un lugar cómodo para que los judíos vivan en forma pacífica y pluralista, de seguro que Polonia era el lugar más difícil de todos. Entre el final de la guerra y el año 1965, cerca de 2000 judíos fueron asesinados por los polacos. Parte de ellos fueron asesinados en forma planeada y otros de manera espontánea. Ante los judíos polacos se presentaban dos opciones: dejar Polonia o dejar el judaísmo.

Y de hecho, muchos judíos abandonaron Polonia a lo largo de los años. En 1956 hubo una gran ola de emigración, cuando 35.000 judíos hicieron aliá a Israel. En el año 1968, luego de la Guerra de los Seis Días, la emigración de Polonia fue permitida y muchos judíos aprovecharon la oportunidad y dejaron Polonia hacia Israel u otros países. Durante dichos años se realizó un gran esfuerzo por borrar el recuerdo de la shoá en Polonia, y el partido comunista y la iglesia católica persiguieron a los judíos con el objetivo de hacerlos desaparecer. Parecía ser que la comunidad judía llegaba a su fin.

De forma sorprendente, descubrimos que en Polonia de hoy en día los judíos comienzan a despertarse como el fénix que renace de sus cenizas. Los cementerios son cambiados por yeshivot y en lugar de crematorios se construyen mikves de purificación. Somos testigos de un nuevo florecimiento de la comunidad judía en toda la nueva república, los judíos vuelven a reunirse, se preocupan por la espiritualidad e intentan revivir la llama judía que casi se apagó.

De acuerdo a las personas que están anotadas en las comunidades, el número de judíos es muy pequeño, menos de los judíos que vivían en un shteitel (barrio judío) en la época pre shoá. Sin embargo, nosotros creemos que hay una diferencia aún entre los que son judíos de forma pública y los ocultos. Los judíos ocultos que comienzan a interesarse nuevamente en su judaísmo o en las raíces judías de la familia son miles y decenas de miles. No todos se encuentran aún en la misma etapa, algunos van más rápido que otros, pero muchos ya han comenzado a transitar el camino.

Además del factor cuantitativo, se encuentra el factor cualitativo: los judíos polacos profundizan en el estudio del judaísmo, se interesan en su identidad, comienzan a cumplir mitzvot y adoptan símbolos judíos en su vestimenta y en su estilo de vida. Desde la caída del gobierno comunista la necesidad de negar las raíces judías es cada vez menor, casi inexistente. En las grandes ciudades como Cracovia o Varsovia ser judío está incluso de moda.

Para leer la primera parte de este artículo haga click aquí

Judíos sin papeles – parte 2

Rabino Eliahu Birnbaum

El triunfo sobre los nazis

Jan Krasznievsky descubrió su judaísmo cuando tenía 13 años. En el colegio había oído varias veces que un nombre polaco que termina con “sky” atestigua raíces aristocráticas, y así volvió a su casa lleno de emoción y le preguntó a su padre si podía ser que la familia tenga propiedades aristocráticas en algún lugar lejano. El padre suspiró, “llegó el momento de que sepas algo”, le dijo. “Nuestro nombre verdadero es Kirszenboim”. Jan es actualmente un judío que aprende cómo ser judío.

Marek Vainisz es músico, violinista. Su padre es polaco y su madre judía. “Mi madre temía de todo”, y esto es una señal obvia de judaísmo en Polonia. Durante toda su vida no hizo nada que sea diferente a su alrededor, y no le enseñó a él nada sobre judaísmo. A lo largo de la conversación con Vainisz, sentí que intenta hacer una especie de flashback a su niñez… creció en un ambiente judío en “Kazimierz” en Cracovia. No estudió judaísmo, pero absorbió judaísmo en las calles, en la música judía, de sus profesores de música los cuales la mayoría eran egresados de colegios judíos religiosos de antes de la guerra… su padre polaco no lo llamaba por su nombre polaco Velslav, sino que lo llamaba Shimón.

¿Cómo se enteró de su judaísmo? Cuando su madre ingresó al hospital, lo llamó con urgencia porque sintió que iba a morir, y le contó lo que él ya sospechaba… que él es judío debido a que también ella lo es…

De Yanusz Novik oí una historia de la que todo judío puede aprender qué es el orgullo judío. El padre de Yanusz era un niño pequeño durante la shoá. Los padres de su padre, los abuelos de Yanusz, fueron llevados a un campo de exterminio y asesinados. El padre de Yanusz se quedó solo, huérfano de padre y madre y con un profundo trauma. Luego de haber crecido, decidió alejarse del pueblo de Israel, por miedo y por enojo. Se casó con una mujer polaca y escondió su judaísmo de sí mismo y de su alrededor. Con el tiempo, Yanusz se enteró de que su padre es judío. Comenzó a realizar preguntas, a estudiar Torá y a cumplir mitzvot a pasos lentos. Ahora, Yanusz quiere convertirse y ser judío de acuerdo a la halajá. Cuando le pregunté por qué quiere convertirse me respondió: “mi padre dejó el judaísmo y se casó con una mujer no judía; ese fue el triunfo de los nazis sobre el judaísmo. Cuando yo pido convertirme y retornar al pueblo judío, es el triunfo del pueblo judío sobre los nazis”.

Uno de los personajes que me generó más pensamientos profundos sobre la identidad judía de los sobrevivientes de la shoá y de las generaciones posteriores fue Maia Leszinsky de 80 años. Maia era una joven en un campo de exterminio durante la shoá. Sus padres fueron asesinados allí, y ella se salvó y retornó a su caso en Wroclaw. Después de la guerra, se casó con una persona polaca no judía y tuvo tres hijos. Sus hijos son judíos de acuerdo a la halajá, sin embargo no se sienten judío y no recibieron ninguna educación judía de su madre. Maia asiste actualmente todos los shabatot a la sinagoga, para shajarit y para el kidush de después. En su cuello lleva un gran Maguen David, el cual no esconde incluso cuando va por la calle. Le pregunte cómo se siente con el hecho de que sus hijos no se sienten judíos, ¿por qué no los educó como judíos? Maia me miró a los ojos con una mirada de dolor y enojo conjunto y me gritó: “¡usted no estuvo allí! ¡no entiende y no entenderá!”

Es difícil explicar la fuerte sensación que causa a las personas, el descubrimiento de las raíces judías de la familia. La mayor parte de los jóvenes que descubren sus raíces judías no se quedan indiferentes a dicho descubrimiento. Generalmente, la noticia les crea una necesidad de estudiar, saber más sobre judaísmo y sobre el pueblo de Israel, y muchos deciden, después de un corto proceso, realizar un paso adelante y volver a vivir como judíos, tal como lo hicieron sus ancestros, y en el caso de que sea necesario, convertirse de acuerdo a la halajá. Este hecho es sorprendente, debido a que Polonia es un país que se encuentra en un proceso de modernización en todos los ámbitos, y es a su vez, parte de la Unión Europea. Aún hoy en día, no es fácil decir con orgullo “soy judío”. Me parece que dichos elementos muestran la sensatez del fenómeno dentro de una búsqueda verdadera y un deseo de pertenecer y de identificarse.

Descendientes del pueblo de Israel en materia y espíritu

¿Por qué retornar a los hijos de padres judíos al pueblo de Israel? ¿Por qué no conformarse con aquellos que son judíos de nacimiento y siempre se quedaron dentro de nuestro pueblo? ¿Quién nos obliga a ayudar a los judíos dispersos y descendientes de judíos, los cuales por “accidentes históricos” se separaron del pueblo de Israel pero piden retornar y ser parte de la familia? ¿No nos alcanza con los problemas que ya tenemos que debemos buscar problemas nuevos? Esta pregunta es, a mi forma de ver las cosas, una pregunta ideológica, halájica, moral y actual, la cual justifica un artículo completo que ya escribiremos.

Sin embargo, en el caso de los jóvenes polacos, la situación es distinta. Ante todo, sus padres o sus abuelos eran para del pueblo judío, a veces por parte materna y a veces por parte paterna. En segundo lugar, ellos mismos no dudan del judaísmo, declaran ante todos “soy judío en Polonia”. Es una valiente y verdadera afirmación, la cual debemos escuchar. Muchos accidentes históricos, hicieron que personas y familias completas se desconecten del pueblo de Israel. A veces por elección, pero generalmente de manera forzada. Desde la inquisición, pasando por los pogromim y el antisemitismo, y llegando a la shoá. Quisieron desconectar a los judíos del judaísmo y de sus hermanos judíos, sin embargo D-ios, vestido de ángel, devuelve a nuestros hermanos a sus casas y sus familias.

Pareciera que muy poca gente piensa en el futuro del pueblo de Israel. Muchos se ocupan del pasado y de la historia, pero pocos del futuro. ¿Qué hacemos para no perder al pueblo judío en la diáspora, y quizás en el Estado de Israel?

No se puede hablar de la existencia del pueblo judío en términos numéricos y estadísticas. Las señales existentes en el pueblo judío en el siglo XXI son por un lado señales de debilitación espiritual y demográfica – shoá, asimilación, pérdida de la identidad judía, alejamiento del judaísmo y baja de la cantidad de judíos en el mundo – sin embargo, por otro lado hay muchas señales de despertar espiritual, gente que se vuelve religiosa, búsqueda espiritual y búsqueda de las raíces. Por lo tanto, pareciera que además de todos los esfuerzos que se hacen en el área de la educación y del acercamiento de los corazones con el objetivo de fortalecer al pueblo judío desde adentro, debemos volver y buscar a nuestros hermanos perdidos para así fortalecer la existencia del pueblo de Israel.

Rabi Tzadok de Lublín nos enseña algo más en el significado del crisol de las diásporas y el retorno de los dispersos del pueblo de Israel. En el área de los perdidos y los dispersos, se encuentran no solo aquellos que conocemos de acuerdo a la definición halájica, y no saben que son parte del pueblo de Israel en materia y espíritu sino también aquellos que son descendientes del pueblo de Israel.

Abrir una puerta de esperanza

Los poskim (dictaminadores de halajá) de nuestra época, y en especial el Rabino Tzvi Kaliszer zt”l y el Rabino Ben Tzión Uziel zt”l, afirmaron claramente la forma de cuidar la existencia judía a nivel demográfico y espiritual. A ambos les preguntaron varias veces sobre la relación de la halajá a los hijos de un padre judío y una madre no judía. La respuesta halájica es simple y clara, “su hijo es como ella”, si la madre no es judía, el niño tampoco lo es. No hay duda sobre esto. ¿Sin embargo cuál tiene que ser nuestra relación para con dicho niño? ¿Acaso es como todos los goyim? ¿Tiene un status especial? ¿Es mitzvá acercarlo o alejarlo del judaísmo y del pueblo de Israel?

El Rab Kalisher escribió cosas claras en este tema:

Cuando un chico es hijo de padre judía y madre no, debemos abrirle una puerta de esperanza hacerle milá, y que cuando crezca pueda rápidamente hacer de acuerdo al deseo de su padre y sumergirse en la mikve de acuerdo a la halajá. Y si no le hacen brit milá lo alejan del pueblo de Israel… y a veces pueden salir de ellos grandes sabios.

El Rabino Uziel, renovó en varias respuestas halájicas el concepto de “descendientes del pueblo de Israel” respecto a un niño que es hijo de padre judío y madre no judía. De acuerdo a su opinión, es mitzvá acercar a este niño, por su bien, por el bien de su padre y por el bien de todo el pueblo de Israel.

Pareciera ser que también respecto a judíos perdidos y esparcidos que son hijos de padre judío o abuela judía, se refirieron el Rab Kalisher y el Rab Uziel cuando sugirieron abrir las puertas y acercarlos de regreso a la tradición de Israel y al pueblo judío. Y así se cumplirá la promesa Divina.

En los pasos del ejército zarista

Por Rabino Eliahu Birnbaum

Finlandia

Los cantonistas que llegaron a la tierra de los renos, decidieron quedarse allí y establecer una comunidad judía la cual existe hasta la actualidad. En la Segunda Guerra Mundial, lucharon junto con los nazis contra los ejércitos aliados.

La historia de la comunidad judía de Finlandia, la comunidad que se encuentra más al norte de Europa, es apasionante – a pesar de ser una de las comunidades más jóvenes y pequeñas del continente.

Cuando deseamos conocer una comunidad judía en la diáspora y comprender su naturaleza, una de las preguntas claves es cuáles son las raíces de los primeros judíos que allí se asentaron. No es lo mismo una comunidad donde los primeros judíos se asentaron después de la destrucción del segundo Templo o la expulsión de España, que una comunidad que comienza con sobrevivientes de la Shoá; no es lo mismo una comunidad cuyos miembros provienen de Alepo, Siria, a una comunidad de personas de Rusia y Polonia. El origen de la comunidad judía finlandesa son los “cantonistas” – los soldados judíos que sirvieron en el ejército ruso, y que con su liberación se les permitió asentarse en el país en el siglo XIX.

Finlandia no abrió sus puertas para los judíos a lo largo de la historia. Tan solo en la segunda mitad del siglo XIX, los judíos recibieron permiso de asentarse en el territorio actual de Finlandia, y solo en el siglo XX recibieron ciudadanía. El territorio actual donde se encuentra Finlandia fue durante mucho tiempo, hasta 1809, parte del reinado sueco. De acuerdo a la ley sueca, en esa época, los judíos tenían permitido vivir solo en tres ciudades principales del imperio, ninguna en territorio finlandés. En 1809, como resultado del fracaso de Suecia en la guerra ante Rusia como, Suecia perdió el control sobre Finlandia y esta última pasó a ser territorio feudal del imperio ruso. A pesar de esto, la constitución y la ley sueca se mantuvieron y así también la prohibición del asentamiento de judíos.

Sin embargo, y en contradicción de la ley local, la ley rusa permitía a los soldados judíos de su ejército que sirvieron en Finlandia durante la primera mitad del siglo XIX, asentarse en Finlandia junto con sus familias, después de su liberación y así recibir derechos como soldados. Dicha interesante decisión, del año 1858, representa el comienzo de la historia judía finlandesa.

Los soldados judíos rusos, construyeron las bases de la comunidad que existe hasta hoy en día. A los mismos, se le unieron más tarde otros judíos rusos, polacos y lituanos. Hacia fines de los años 30 del siglo XX, cerca de 250 refugiados judíos del centro de Europa recibieron permiso para ingresar a Finlandia, y en los últimos años, varios judíos de la ex Unión Soviética, de Polonia y de otros lugares del este de Europa, encontraron refugio en el país.
El primer colegio judío se abrió en 1840. La Jevre Kadisha (institución que realiza entierros de acuerdo a la ley judía) se estableció en 1864, y el primer rabino, el Rabino Naftalí Tzvi Ámsterdam, llegó a Helsinki en 1867. La comunidad judía formal fue establecida en 1903 y la primera sinagoga se construyó en 1906. En dicha época, vivían en Finlandia cerca de 1000 judíos.

El más violento triunfa

Durante el siglo XIX, los judíos en Finlandia llevaban una vida religiosa. Los soldados judíos rusos eran en su gran mayoría religiosos los cuales dejaron el barrio judío por necesidad u obligación de alistarse al ejército ruso. Los mismos, continuaron hablando idish entre ellos e incluso a cantar canciones en idish. Varias músicas de los soldados cantonistas fueron preservadas, e incluso en los casamientos había klezmers y bailaban como se acostumbraba en las aldeas judías. Por supuesto que no había ninguna asimilación ni matrimonios mixtos con las mujeres locales.

En mi visita a Finlandia le pregunté a los líderes de la comunidad, cómo encontraron los soldados judíos mujeres para casarse si no se casaron con mujeres locales. El presidente de la comunidad me relató una apasionante historia: “los soldados judíos encontraron una forma muy original de resolver el problema de hacer parejas. Los soldados se dirigieron a los rabinos de sus comunidades originales en Rusia, en Lituania y en Ucrania, y les pidieron que les envíen mujeres… y de hecho, una vez cada tantos meses llegaba un carruaje con mujeres directo al mercado donde trabajaban los jóvenes judíos que necesitaban casarse”. Los ancianos de la comunidad saben relatar que la elección de las mujeres se llevaba a cabo de la forma “el más violento triunfa”, es decir que los más fuertes de la comunidad tenían “derecho a elegir primero” a sus futuras esposas…

En 1889, el gobierno legisló una ley especial respecto a la presencia de los judíos en Finlandia y frenó sus pasos: de acuerdo a la ley, se le permitió a un par de judíos, los cuales fueron nombrados específicamente, quedarse en el país hasta nuevo aviso y vivir solo en determinadas ciudades que les fueron asignadas. Fuera de esta área se les dieron permisos de visitar temporalmente otros lugares, con validez de hasta seis meses. El decreto también declaraba que el oficio que se encontraban abierto para los judíos era: solamente el comercio de ropa de segunda mano, y se les prohibía participar en ferias o comerciar fuera del área de sus ciudades. Cualquier violación de estos límites era un decreto directo de expulsión. Los niños podían quedarse en Finlandia solo si vivían con sus padres o no se habían casado. Los judíos que fueron enlistados al ejército ruso, tenían prohibido volver a Finlandia luego de su liberación.

La lucha por la igualdad de derechos comenzó en el parlamento finlandés en 1872, pero solo en 1917, cuando Finlandia logró independencia, los judíos recibieron derechos ciudadanos. El 22 de diciembre de 1917 el parlamento autorizó la ley “los hijos de la ley de Moisés”. De acuerdo a la ley, los judíos podían por primera vez ser ciudadanos finlandeses, y judíos que no tenían ciudadanía finlandesa, tendrían los mismos derechos que otros no ciudadanos tenían.

El libro de la Torá en el frente nazi

Entre las dos guerras mundiales, la población finlandesa judía creció a 2000 personas, a consecuencia de las

inmigraciones, en especial, de la Rusia soviética a comienzos de la revolución. Durante la segunda guerra mundial, Finlandia firmó un contrato militar con Alemania, contra la Unión Soviética, y luchó junto a la Alemania Nazi. Muchos judíos finlandeses lucharon junto con el ejército alemán contra los rusos. Los miembros de la comunidad cuentan que varias veces los soldados alemanes debieron saludar a los generales judíos del ejército finlandés y respetarlos, para poder mantener el ritual militar.

Uno de los fenómenos especiales y particulares de la historia de Europa era una sinagoga del ejército finlandés en el campo de batalla. Hijos de soldados y generales judíos que sirvieron en el ejército en dicha época me contaron que había una carpa donde los judíos ingresaban a rezar durante la semana y durante Shabat. El padre del actual presidente de la comunidad, Itzjak Smoller, era el encargado de dicha sinagoga. En la carpa había un Arón Kodesh donde se encontraba un pequeño rollo de la Torá, el cual iba de lugar en lugar junto con los soldados. Los mismos se encuentran actualmente en el Beit Hamidrash de la comunidad en Helsinki, y representa la valentía judía y la preservación de la tradición.

A pesar de la fuerte presión de los nazis, las barbaridades de la Shoá no recayeron sobre los judíos de Finlandia, también gracias a que las autoridades finlandesas no aceptaron entregar a los judíos a la Alemania Nazi. De hecho, es posible afirmar que no hubo Shoá en Finlandia. El gobierno finlandés se negó a actuar contra ciudadanos finlandeses de origen judío y los judíos finlandeses continuaron disfrutando de sus derechos ciudadanos durante toda la guerra. Solo en un caso, los finlandeses permitieron la expulsión de refugiados judíos de Austria y de los países bálticos, y también esto se detuvo luego de que los primeros judíos fueron expulsados y asesinados. Cristianos finlandeses incluso crearon en su memoria el pueblo “Yad Hashmoná” en los montes de Jerusalem (al momento de escribir este artículo, recibí interesante información del Dr. Efraim Zorof, Director del Centro Wisenthal, el cual sostiene que últimamente se ha descubierto información interesante de acuerdo a la cual, Finlandia entregó a la Alemania Nazi soldados judíos–rusos. De acuerdo al pedido del Dr. Zorof, se estableció una junta de investigación en Finlandia).

Continuidad histórica

En Finlandia viven actualmente 1500 judíos, 1300 en Helsinki (la capital) y 200 en la ciudad Turku. La comunidad judía en Tampere cerró sus actividades en 1981.

Los grupos que forman la comunidad son descendientes de los soldados judíos-rusos, israelíes que emigraron a Finlandia y algunos inmigrantes de Rusia. Debido a que los judíos continuaron viviendo en Finlandia durante la Segunda Guerra Mundial, la continuidad entre los inmigrantes rusos y la comunidad actual no se detuvo. La mayoría de los miembros de la comunidad son finlandeses, nacidos en Finlandia, nietos de finlandeses que descienden de los cantonistas judíos. El rabino de la comunidad finlandesa, el Rabino Moshé Edelman, describe la particularidad de la comunidad y explica: “esta comunidad del norte de Europa, estaba prácticamente aislada del mundo judío debido a su ubicación geográfica, pero logró construir y preservar su vida judía. La vida judía preservó la continuidad entre el pasado del Shtetl y el presente de la comunidad”.

Uno de los relatos que demuestran el deseo de preservar la continuidad histórica comunitaria, es la restauración de la sinagoga hace dos años, en honor a los 100 años de existencia. Los líderes de la comunidad, trajeron artistas expertos en la preservación de edificios. Los mismos, quitaron las capas de color que se fueron juntando durante los años hasta que llegaron a la capa de color original y llevaron al edificio a su situación original hace 100 años atrás. Todo esto, con el objetivo de preservar el pasado y crear una continuidad histórica.

La mayoría de los israelíes llegaron allí siguiendo a parejas finlandesas que conocieron en Israel o buscando trabajo en uno de los países europeos de más alto nivel respecto a las condiciones sociales que tienen sus ciudadanos.

En comparación con otras comunidades del mundo judío, donde los israelíes se encuentras desconectados de la comunidad judía y viven aparte, en Helsinki son parte integral de la comunidad. La llegada de los israelíes reforzó a la comunidad tanto a nivel social como espiritual, y sin su llegada, el colegio comunitario se hubiese cerrado por falta de alumnos. De los 120 alumnos que hay en el colegio judío, 60 son hijos de familias israelíes. Sin duda alguna, hay aquí una paradoja y dilema interesante: la salida de Israel debilita al Estado Judío pero refuerza a la comunidad judía de la diáspora. Una de las características de la comunidad de Helsinki es la unión y la conexión que existe entre los distintos grupos de la comunidad. Los más veteranos y también los nuevos, los finlandeses y los israelíes, los ashkenazim y los sefaradim, todos actúan en conjunto y crean una gran familia, una comunidad esplendorosa.

A pesar de ser una comunidad pequeña, la comunidad de Helsinki brinda todos los servicios necesarios para los judíos que piden preservar la identidad judía y la vida religiosa. En la comunidad hay una sinagoga, un colegio diario, un jardín de infantes, un geriátrico, jevre kadisha, un movimiento juvenil Macabi, un emisario de Jabad, un restaurante y caitering kosher, un negocio kosher, mikve y rabino. En el Beit Hakneset se llevan a cabo tefilot de shajarit y arvit todos los días y cada Shabat decenas de miembros de la comunidad vienen a la plegaria y al kidush.

Los esfuerzos de la comunidad judía de Helsinki para mantener la llama judía encendida dan tremenda satisfacción y aseguran el futuro de la comunidad en el país más al norte de Europa y una de los más fríos del mundo.